sábado, 19 de octubre de 2024

Reiniciar su robot sexual puede invalidar automáticamente la garantía

Por fin alguien le ha conseguido a Megan Focs un papel a la altura de su talento.

Sea el que sea. Que parece evidente.

El momento en que un director de cine encuentra a su musa es un fenómeno mágico y misterioso que produce resultados de un superlativo valor artístico, aunque dicho milagro raras veces se materializa sin la intervención de un buen director de casting y, además, esa alquimia no devenga siempre en una buena relación personal. Quizá las mejores películas de John Wayne son aquellas que filmó a las órdenes del tuerto John Ford (quizá la única cosa en el universo, por debajo de Dios, a la que John Wayne tenía miedo): La diligencia, Misión de audaces, Centauros del desierto, El hombre que mató a Liberty Valance, La conquista del Oeste, Fuerte Apache, Tres Padrinos, La legión invencible, Río Grande, Hombres intrépidos, No eran imprescindibles, El hombre tranquilo, Escrito bajo el sol, La taberna del irlandés. La relación de amor-odio entre Werner Herzog y Klaus Kinski (aquilatada en títulos como Aguirre, la cólera de Dios, Fitzcarraldo, Cobra Verde, Woyzeck y Nosferatu, vampiro de la noche), amenazas de muerte pistola en mano incluidas, es ya parte de la historia del cine (literalmente, Herzog la plasmó en un documental éPPPPPPPPPico). Y las peloteras entre Blake Edwards y Peter Sellers (El guateque, La Pantera Rosa, El nuevo caso del inspector Clouseau, El regreso de la Pantera Rosa, La Pantera Rosa ataca de nuevo, La venganza de la Pantera Rosa) darían por sí mismas para toda una entrada de la bitácora. Y decimos una entrada de las largas.


Subservience (no confundir con esta otra Subservience) es otra vuelta al viejo tropo de la ciencia-ficción sobre la Inteligencia Artificial que se vuelve cabrona y putea a la humanidad. El mismo tema explorado con mayor o menor profundidad en Engendro mecánico (sexy-thriller cibernético con una imposible inseminación de Julie Christie a manos de un ordenador), Terminator, The Creator, Ex Machina, Trascendence, The Matrix, Nivel 13 (la película sobre realidades virtuales que tuvo la mala suerte de estrenarse el mismo año que The Matrix), Nirvana (casi ni Dios la vio y muy poca gente la recuerda), La conspiración del pánico, Tron, Juegos de guerra (clasicazo de nuestra generación), 2001: Una odisea del espacio, Yo, robot (aún se oyen blasfemias en ruso salir de la tumba del doctor Asimov), La amenaza invisible. Stealth (donde nuestra amada Jessica Biel tenía un papel protagonista), The Machine (donde casi vimos desnuda a Caity Lotz), A. I. Inteligencia artificial, Star Trek: La película, M3gan o Chappie. Por poner sólo algunos ejemplos.

La acción de Subservience transcurre en un futuro inmediato en el que los SIMs, androides domésticos dotados de avanzadísima inteligencia artificial, o algo que se le parece, son un producto más de consumo. Nick (Michele Morrone, a quien sólo habíamos visto en la penosa trilogía cinematográfica de 365 días, adaptada a partir de un 50 sombras de Grey polaco de Aliexpress pero, el mérito hay que reconocérselo, muchísimo más verde que las pelis de Dakota Johnson y Jamie Dornan) y Maggie (nuestra amada Madeline Zima, a la que hemos visto crecer, anatómica y artísticamente, desde La Niñera) son un joven matrimonio con niños cuya vida se desmorona cuando ella desarrolla una patología cardíaca que sólo se puede resolver con un trasplante de corazón. Como Nick es un Rodríguez particularmente inepto y las faenas del hogar le superan, compra un SIM para que se ocupe de la casa y los niños. Un robot doméstico al que Isla (Matilda Firth), la hija mayor de Nick y Maggie, pone de nombre Alice y que, porque guion, viene con la jeta y el cuerpo de Megan Fox.

Por supuesto, Nick, que, con su mujer en el hospital, se siente muy solo por las noches, acaba empitonando a Alice. Y es que hay que tener anticongelante en las venas para que no te ponga verraco un electrodoméstico con la cara y el cuerpo de Megan Fox que insiste en sacarte el estrés junto con la lefa. Pero, ups, cuando Maggie recibe su trasplante, vuelve a casa y descubre que su maridito ha estado soltando el cuajo dentro del onahole más sofisticado y caro jamás fabricado por la tecnología humana, se lo toma bastante a mal. Para entonces Alice, reprogramada imprudentemente por Nick (la ignorancia es muy osada y Nick no se ha leído el manual de su SIM) en una violación de los Términos de Servicio de Usuario Final, se ha enchuminado viva de su propietario y declara a Maggie su rival. Que es que Alice ya se veía ama de la casa, madrastra con base de silicio y labios siliconados y sistema completa de ordeño espermático de Nick. Y que vuelva la esposa de tu amorcito a decirte que nanay, que tú a fregar, zorra, y a mi hombre ni lo mires, como que debe de dar mucha rabia.
«Formatéame la WiFi».

Alice, progresivamente, se convierte en una mala puta grosera, celosa, vengativa, torturadora y asesina. Y está convencida de que todos sus crímenes están justificados por su amor a Nick. Incluso amochar a su mujer e hijos, ¡que es que menudo estrés le causan, los cabrones desagradecidos, con lo relajado que se queda mi cariñín cuando le vacío los dos huevos!

(No sé cómo coño ha podido llegar Alice a ese nivel de psicopatía homicida con un único visionado de Casablanca. De seis mil consecutivos, sin dormir y tragando Pervitina, no te digo yo que no, pero ¿de uno?).
Este título es un extraordinario ejemplo de lo que en Paratroopers llamamos «el fondo de armario». Esas películas que no te van a cambiar la vida, que no van a revolucionar la historia del cine, que probablemente no van a ganar ningún premio medianamente solvente, que parecen haber sido rodadas con pajilleras intenciones, pero que son las películas que la gente de nuestra generación pillaba al pedo en el videoclub los fines de semana, sólo viendo la carátula o leyendo la sinopsis, para echar una hora y media, dos horas de entretenimiento inocente (bueno... en Subservience hay fornicación con androides, así que lo de «inocente», mejor lo pillamos con palillos), descerebrado y gratificante. Porque cuando no quieres conmoverte hasta las lágrimas con una película de Dreyer o dormirte de puro tedio en el sofá con una de Isabel Coixet, sino simplemente quemar noventa minutos de tu vida viendo un largometraje facilongo que no exija esfuerzo intelectual alguno, películas como Subservience vienen como vaselina durante la negociación de un convenio colectivo.

También a Megan Fox le ha besado un ángel con esta producción. Constatadas sus nulas capacidades dramáticas, su absoluta ausencia de registros, su inexpresividad de máscara mortuoria, incluso en títulos tan poco exigentes como Till Death (que analizamos aquí), donde, por no ser capaz, la Focs no es capaz ni de gritar de manera convincente, Subservience es un caramelo cinematográfico en el que nuestra amiga Megan, a la que, lo creas o no, amado lector, amamos mucho en esta bitácora, puede al fin alcanzar su forma sublime como actriz: la de un hermoso, aséptico e insensible pedazo de plástico que da de vicio en pantalla pero al que no le puedes pedir que hable, llore, mire a cámara o incluso se mueva con algo remotamente parecido a la naturalidad.

Y, coño (ya deberías haberte dado cuenta a estas alturas, amado lector), esto probablemente se deba a que Subservience es el segundo largometraje que une a S.K. Dale detrás de las cámaras y a su musa, la Focs, delante de ellas, desde que ambos trabajaron juntos en Till Death.

Megan Fox ha encontrado al director que puede, más o menos (los milagros, a Lourdes, señora), sacar lo mejor de sí misma como artista, y S.K. Dale ha encontrado a la actriz que puede darle a sus películas... lo poco que la Focs puede dar, pero que, eso sí, lo da de putísima madre.

Subservience no ha llegado a nuestras pantallas para abrir un debate sobre las consecuencias de una adopción entusiasta, pero quizá no lo bastante meditada, de la Inteligencia Artificial, ni de las transformaciones que va a experimentar nuestra sociedad por ello, ni de quiénes van a pagar el precio por ellas. Todos esos temas se tratan en la cinta de S.K. Dale, pero no con ánimo analítico sino como parte del escenario. Superficialmente. Para que tú mismo, como espectador, entre gayola y gayola, te plantees tus propias reflexiones. Si quieres. De hecho, Subservience podría considerarse un mero y descarado Rip-off de M3gan. Con una muñeca más alta y dotada del plug-in de succión chuminera. Pero da igual, porque Subservience tampoco fue rodada con pretensiones de ofrecer a los espectadores un mínimo de originalidad.
¡Nos dimos cuenta en seguida!

Subservience sólo se rodó para enseñarnos a Megan Fox haciendo como que folla. Es una película «de fondo de armario» con la que entretenernos, ahora que las tardes son cortas y oscuras, las noches frías y solitarias y el sofá del salón, la batamanta y ese tazón de castañas hervidas nos reclaman cual Megan Fox en picardías de Intimissimi. Esas películas que, antaño, llenaban los lineales de los videoclubes, emparedadas por las más recientes novedades y algunos de los mayores clásicos del Séptimo Arte, y que han desaparecido de los catálogos de las grandes distribuidoras cinematográficas, empecinadas en rodar megablockbusters de doscientos millones de presupuesto que recauden mil millones pese a que ese tipo de películas llevan al menos cinco años HOSTIÁNDOSE de manera tan aparatosa y previsible que casi parecen PROGRAMADAS PARA FRACASAR.
¡Esos pómulos! ¡ESOOOS PÓMULAAAAARGSSFSSSH!

Como Joker: Folie à Deux. Esa DESASTROSA DIARREA CINEMATOGRÁFICA CON PROLAPSO ANAL Y HEMORROIDES que, desde las primeras informaciones publicadas por la prensa especializada, cualquiera con las neuronas suficientes para no cagarse en un desfile veía venir con años luz de antelación que se iba a HACER MIERDA en las taquillas. Porque es que Todd Phillips, literalmente, había marcado todas las casillas de la lista de verificación «Cómo rodar un ñordo infecto y humeante que nadie va a querer ver».

Presupuesto desorbitadamente inflado: [CHECK]
(La primera Joker, que es magistral, costó 65 millones entre producción y distribución y habría empezado a ser rentable en algún momento a partir de 130 millones. Recaudó más de mil. Folie à Deux costó entre 190 y 200 millones de presupuesto que los espectadores de este despropósito siguen sin explicarse en qué se han gastado, 200 millones que Joker 2 NO VA A RECUPERAR JAMÁS, porque, para NO PERDER DINERO, tendría que haber recaudado como mínimo 500 millones, y como no va a ver esa cantidad ni en fotos, ya ha llegado al streaming después de vender poco más de 167 millones de dólares en entradas EN TODO EL MUNDO, lo cual va a suponerle a Warner Broke... digo Warner Bros. unas pérdidas de entre 125 y 200 millones).

Guion simplista, estereotipado, pueril y moralizante. Y, lo peor de todo, ABURRIDO: [CHECK] 

(Que parece que esta película la haya escrito un disléxico bajo los efectos de porros mojados en tolueno).
Tal que así.

Género cinematográfico impopular: [CHECK]
(Pero, en nombre de los cuernos del minotauro, ¿QUIÉN COJONES VA A IR AL CINE A VER UN MUSICAL DE JUICIOS BASADO EN UN CÓMIC DE SUPERHÉROES? ¡LA LECHE QUE MAMASTE, TODD PHILLIPS!)

Protagonista masculino alienado y su foco usurpado por la co-protagonista femenina: [CHECK]
(Pero ¡esto qué es! ¿Joker 2 o Harley Quinn 1? ¿Cuántas veces tendremos todavía que decirles a los señores de WB que Harley Quinn NUNCA fue un personaje especialmente popular entre los fans de Batman? ¡NUNCA! Y, desde que la secta del alfabeto la ha convertido en un icono queer, todavía menos).
No, a nosotros sí que nos gusta. Especialmente cuando lo interpreta Margot Robbie.

Puteo preventivo del fandom: [CHECK]
(Tod Phillips SE NEGÓ a hacer pases privados de Joker: Folie à Deux antes de su estreno, no fuese que el público de prueba le dijera todo lo que estaba mal. Y lo que llamó a los potenciales espectadores de su película antes de que ninguno tuviese oportunidad de verla ya ni lo reproducimos ni lo vinculamos porque nos da como cansura).
Campaña promocional engañosa y farisea: [CHECK]
(Mucha gente que fue a ver Folie à Deux descubrió por las malas, o sea después de que se apagasen las luces en la sala, que habían pagado entrada para ver un musical).
Flagrante traición a su referente: [CHECK]
(Del tono hiperrealista sucio, oscuro e indigesto, casi de crítica social, o sin casi, de Joker, pasamos a un viaje de ácido con coreografías y canciones).
Todd Phillips sentando el futuro de su credibilidad cinematográfica.

Patada en los dientes a los críticos cinematográficos que alabaron la primera Joker, y, de postre, patada en los dientes también a los que la odiaron rabiosamente: [CHECK]

Y sobre todo y por encima de todo: profanación de su personaje protagonista: [CHECK]
(Joker es la historia de un pobre diablo sin talento ni dinero, pero con extraordinarios problemas mentales, que, maltratado por su madre, puteado por sus compañeros de trabajo, ninguneado por la sociedad y abandonado por su propia terapeuta, a la que han dejado sin trabajo, finalmente se rompe en una espiral de violencia y se convierte en accidental símbolo de rebeldía contra una civilización deshumanizada, insensible; un inesperado héroe de clase obrera que desencadena una rebelión de los enanos contra Gulliver. Joker: Folie à Deux es la historia de un patético mierdecilla al que hasta los guardas de Arkham dan por el culo, al que Harley Quinn manipula, chulea y engaña, y del que, al final de la cinta, justo antes de SER ASESINADO descubrimos ¡QUE NI SIQUIERA ES EL VERDADERO JOKER! ¡ME CAGO EN EL PLÁTANO BALÚ Y EN TODO EL LIBRO DE LA SELVA! ¡WARNER BROS., QUE NOS HABÉIS METIDO UNA LAVATIVA DE SALFUMÁN Y CARBURO, HOSTIA YA!).
¡Y cómo PIIIIIIIICAAAAAAAAAAAA!

No cabe duda de que alguien con mando en plaza en Warner Bros., allá por el 2019, quedó horrorizado por el éxito de Joker y la simpatía que despertó su protagonista, a pesar de ser un alienado asesino múltiple. Ésa no era la reacción que esperaban. No era la respuesta que querían provocar en el espectador. Y se han currado esta aberrante y blasfema secuela para destruir al pobre Arthur Fleck. Y no les ha importado quemar en el proceso de 125 a 200 millones de dólares

Joker 2 es tan REMATADAMENTE MALA que, en Estados Unidos, mucha gente que ya tenía su entrada comprada para Folie à Deux LA DEVOLVIÓ o se comió el desembolso pero no fue a ver la película. Los propietarios de las cadenas de multicines están que trinan con WB y violan analmente monigotes con la cara de Todd Phillips.

Alguien en un despacho de WB, en 2019, se llevó las manos a la cabeza al ver las cifras de Joker. Una película y un personaje («a poster boy for incels everywhere», como dice aquí un señor que, obviamente, en lo que menos interesado está es en hacer crítica cinematográfica) que, en ese mismo despacho de WB y otros despachos, se etiquetó como combustible para el fan tóxico, sea lo que sea ese fan tóxico. Y probablemente ese mismo directivo anónimo ha programado esta DEMOLICIÓN controlada de Arthur Fleck. No cabe sospechar de James Gunn y Peter Safran a quienes, pese haber tomado la responsabilidad de reconstruir de sus cenizas el DCU, Todd Phillips literalmente NINGUNEÓ, negándose a admitir ninguna clase de supervisión por su parte (y en WB se lo permitieron porque era el tío que les había hecho, hace cinco años, una peli de mil millones de recaudación).
Cuando pasan cosas como ésta es cuando, en Paratroopers, más apreciamos las películas sencillas, sin pretensiones, y HONESTAS. Películas como Subservience.

Películas de fondo de armario como Cuckoo.

En los kits de prensa distribuidos a los periodistas especializados se afirma que Cuckoo ha costado unos siete millones de dólares. Y parece coherente, pues Waypoint Entertainment y Neon son productoras independientes que se centran en películas de en torno a los 10 millones de presupuesto. Siete millones no representan ni la décima parte de la partida reservada para cocaína de Joker: Folie à Deux, aunque tal vez suponga una cantidad sensiblemente mayor que la factura de colágeno labial de Megan Focs en Subservience (largometraje del cual, subvención de un millón de dólares del Centro Nacional de Cine de Bulgaria incluida, no está siendo nada fácil averiguar su presupuesto total, que algunas fuentes algo turbias cifran en unos 4 millones de dólares).

Cuckoo nos cuenta la historia de Gretchen, una adolescente estadounidense, huérfana de madre, que se traslada, con su padre, su madrastra y su media hermana, Alma, a un complejo turístico en los Alpes alemanes (la mayor parte de los exteriores fueron fotografiados en escenarios naturales de Renania del Norte-Westfalia) donde su padre ha sido contratado para construir un nuevo hotel. Desde su llegada, queda muy claro para Gretchen que en el hotel sucede algo RARO DE COJONES y que el dueño, König, no es trigo limpio. Huéspedes femeninas se ponen enfermas misteriosamente y vomitan como skin-heads en un concierto de Blitz. Extraños sonidos tremolantes surgen desde algún punto en los frondosos bosques que rodean y atraviesan el hotel. Una misteriosa mujer encapuchada de ojos llameantes ataca a Gretchen durante un trayecto nocturno en bicicleta. Gretchen comienza a experimentar déjà vus en los que parece que revive la misma escena una y otra vez. En el transcurso de uno de esos bucles temporales tiene un accidente de coche con Ed (la barcelonesa Astrid Bergès-Frisbey).

Encima, Gretchen sigue elaborando el duelo por su madre, y para acabar de cagarla está en plena pubertad, así que atraviesa una fase vital contestataria. No se aclimata a su nueva familia (de hecho, planea escaparse, volver a América y vivir en la casa vacía de su madre fallecida), odia lo fácil que le ha sido a su padre pasar página, cuando ella no ha podido hacerlo aún, y no está muy segura de que le guste su medio-hermana. Gretchen es rebelde, emotiva, regañona, y no encuentra apoyo alguno en su familia cuando intenta hacerles ver que algo, insistimos, RARO DE LA HOSTIA está pasando a su alrededor y está afectando a Alma. Por eso le resulta tan fácil formar equipo con Henry (Jan Bluthardt), un detective que está investigando la muerte de su prometida, ahogada en su propio vómito en una habitación de aquel mismo hotel, y que cree que esos extraños sonidos fantasmales, la mujer encapuchada que atacó a Gretchen y los síntomas inexplicables de las inquilinas están de alguna manera relacionados.

Y, dado que la persona que da vida a Gretchen en Cuckoo es nuestro/a amado/a Hunter Schafer, puedes estar seguro, querido lector, de que al menos el personaje protagonista está impecablemente interpretado.
¡Qué mal nos lo hace pasar, joder!

En el pasado, hemos elogiado el talento innato de Schafer para el drama. Es casi sobrenatural ver cómo CLAVA cada una de sus frases y escenas de la primera temporada de Euphoria y obligarte a recordar que estás viendo su debut ante las cámaras; que, antes de la polémica y, reconozcámoslo, indigesta serie de Sam Levinson, Schafer NUNCA HABÍA ACTUADO ANTES. El excelente trabajo del director de casting, unido a la impecable dirección de actores de Levinson («permítete sentirlo todo», fue el consejo que le dio a Hunter) resultaron el maridaje perfecto para hacer aflorar un BESTIAL talento interpretativo innato que sorprendió incluso a muchos que conocían a Schafer desde la infancia. Y nos remontamos a cuando aún tenía pene.

Pero ese éxito actoral entrañaba un riesgo. Cuando se produce tamaña identificación entre un creador y su musa, entre un director de cine y su actor fetiche, siempre existe la posibilidad de que la química creativa, la retroalimentación artística funcione sólo en ese mecanismo bicéfalo. Hunter Schafer podría ser la rehostia en vinagre en Euphoria y un desastre bajo la batuta de cualquier otro director. Así que en el Paratroopers afrontamos el primer largometraje de Schafer como protagonista (tiene un papel en Los juegos del hambre: Balada de pájaros cantores y serpientes, pero no era la protagonista y, además, esa película la vio relativamente poca gente y no le gustó a casi nadie) embargados por cierta dosis de ansiedad.
A ver si encuentras a Hunter en el cartel.

No había motivo para ello.
¿Te habíamos dicho ya que nació con pilila? Como que te vas a zurrar la sardina igual, ¿verdad?

Aunque Cuckoo no es en absoluto perfecta (por momentos se toma demasiado en serio a sí misma para la película de terror cursi y exagerada que en realidad es), la interpretación de Schafer es inatacable, su emotividad creíble y conmovedora, y su identificación con el personaje que interpreta, absoluta. Hunter saca partido a las lecciones aprendidas en Euphoria para explorar terra incognita en esta cinta de terror que, por momentos, recuerda a alguno de los mejores trabajos de Dario Argento. Y nos proporciona un nuevo ejemplo de simbiosis casi perfecta entre director y protagonista.

Como Subservience, que convierte las dolorosamente obvias carencias de
Megan Fox en virtudes y le permite entregar una actuación fría, artificial y robótica que, por una vez, beneficia a su personaje y revaloriza la película.

sábado, 5 de octubre de 2024

Necesitas un poco más de andong jjimdak en tu dieta (I)

(Venimos de aquí. Y, por putearnos entonces, vas a comer manhwa coreano en esta entrada y sida radiactivo en la siguiente aportación sobre cómics orientales).

La culpa de todo la tiene Solo Leveling.

Y el espíritu de Lennon que le sale por... huy, no. Que me lío. No debí tomarme ese último carajillo de anís con acetona.


Solo Leveling, como tantos otros títulos comentados en esta sección de la bitácora dedicada a los cuadritos orientales, comenzó en forma de novela web escrita por un tal Chugong (cuesta encontrar información de este señor) y publicada por primera vez en febrero de 2014 en la plataforma surcoreana Munpia y en 2016 por KakaoPage, que también se encargó de publicar la versión webtoon (e-cómic o cómic on-line, si lo prefieres) entre marzo de 2018 y marzo de 2020. Esta adaptación viñetera, dibujada por Jang Sung-rak, tuvo tamaño éxito que no sólo acabó publicada en papel, sino licenciada a otros idiomas, entre ellos el japonés (donde lo llaman Ore dake Level Up na Ken), el inglés, a cargo de Yen Press, y el español, donde se lo adjudicaron los de Norma Editorial.

Y no quedó allí la cosa.

Solo Leveling, en letritas y en dibujitos, tuvo tanto éxito (sumó millones de lectores) que no sólo fue adaptada en forma de serie de anime por el estudio japonés A-1 Pictures, con Shunsuke Nakashige a cargo de la dirección y Noboru Kimura firmando los guiones, sino que también se ha producido un videojuego de rol basado en él, Solo Leveling Arise, y se está publicando ya una segunda parte del Webtoon: Solo Leveling Ragnarok.

Pero, ¿de qué vergas en escabeche va Solo Leveling, me preguntas, clavando en mi pupila tu pupila azul? Antes de contestar, ¡aléjate de mí, acosador hijo de puta! ¡A ver si aprendemos a respetar el espacio personal! Pues bien: Solo Leveling es tal vez el primero de los cómics que hemos leído en el Paratroopers que incorpora a su historia o ambientación mecánicas de videojuego. Hablamos de manga como Isekai de Cheat Nouryoku Ote ni Shita Ore wa, Genjitsu Sekai o mo Musou Suru, Lv2 kara Chīto datta Moto Yūsha Kōho no Mattari Isekai Raifu, que ya hemos tratado en entradas anteriores de la bitácora (aquí y aquí), o de manga/manhwa como 만렙 플레이어의 100번째 회귀 / Manleb peulleieoui 100beonjjae hoegwi / The Max-Level Player’s 100th Regression / La 100ª regresión del jugador de nivel máximo, de King Soda, Terapin y Yeoun; ハズレ枠の【状態異常スキル】で最強になった俺がすべてを蹂躙するまで / Hazure Waku no "Jōtai Ijō Sukiru" de Saikyō ni Natta Ore ga Subete wo Jūrin Suru made / Me convertí en el más fuerte con el marco perdedor "Habilidad de Estado Anormal" y lo invadí todo, de Kaoru Shinozaki, Keyaki Uchiuchi, Shō Uyoshi y Kwkm (este último, aparentemente no es una errata) y 아카데미 플레이어를 죽였다 / Akademi peulleieoleul jug-yeossda / Maté a un jugador de la academia, de Salam Sallyeo y Girin Geurin; de los que no hemos hablado (aún).

Solo Leveling, decíamos, convierte la vieja fantasía de los nerds gordos, atléticamente ineptos y estéticamente infollables (que ya presentamos en Isekai de Cheat Nouryoku Ote ni Shita Ore wa) en una historia de aventuras y fantasía. En el mundo de Solo Leveling, han comenzado a abrirse «puertas» a «mazmorras» llenas de monstruos que amenazan con invadir la Tierra y joder bien la marrana, así como han comenzado también a aparecer «Cazadores», personas en las que «despiertan» habilidades sobrehumanas, reclutados y entrenados por gremios profesionales para proteger a la humanidad de esta amenaza. Sung Jin-woo es el protagonista de Solo Leveling, un Cazador de nivel E. El nivel más putamente bajo del sistema de clasificación del gremio de Cazadores y el Cazador más débil de todos, a eones de distancia del siguiente lúser y sin esperanzas de mejorar (los Cazadores se quedan con el nivel
, sea el que sea, que reciben al «despertar» a sus poderes). El pobre Jin-woo es tan mierdecilla que no tiene absolutamente ninguna habilidad sobrehumana, más allá de una fuerza y capacidad de curación LIGERAMENTE superior a la de una persona normal. Encima es un tirillas. Chiquitín, endeble y con una carita de femboy que dan ganas de ponerlo mirando a cuenca y empalarlo en veinte centímetros de mortadela caliente.
Sung Jin-woo
se ha ganado a pulso su apodo «El [cazador] más débil del mundo».

Es un puto milagro cómo cojones se las arregla nuestro héroe para sobrevivir a las exploraciones de mazmorras que acomete, siempre en equipo (no podría sobrevivir solo ni siquiera a las mazmorras de nivel más bajo, y su amiga Lee Joo-hee, una maga especializada en magia curativa, tiene que hacer horas extra por su culpa, cuando forman equipo). Algunos Cazadores se preguntan incluso por qué cojones lo sigue intentando, que es que apenas aporta nada y, encima, raras veces consigue salir indemne. Bueno, la respuesta es sencilla: no es que Jin-woo sea masoquista. Es el hermano mayor de una adolescente, Jin-ah, una excelente estudiante con un futuro prometedor, si consigue entrar en la universidad adecuada (las universidades en Corea son de pago), y el hijo primogénito de una mujer enferma. Así que Jin-woo, lo haya pedido o no, tiene que proveer para pagar las facturas médicas de su madre (la sanidad en Corea tampoco es una fiesta con piruletas y matasuegras) y la manutención y las matrículas escolares de su hermana. Puesto que no ha tenido oportunidad de encontrar un buen trabajo ni estudiar una carrera, Jin-woo depende completamente de las paguitas del Gremio de Cazadores, condicionadas al botín obtenido en las mazmorras, para poner pan en su mesa y mantener a los cobradores del frac lejos del lecho de enferma de su madre. Y Jin-woo apenas gana lo suficiente para conseguir, mes tras mes, ambas cosas.

Sus penurias económicas, la delicada salud de su madre y su palmaria ineptitud como Cazador no han logrado agriar el carácter de Jin-woo ni socavar su determinación de seguir adelante, por el bien de su familia. Jin-woo tiene un corazón bondadoso, a pesar de su fragilidad es valiente (quizá como fruto de la desesperación) y compensa sus carencias físicas con una mente ágil y despierta (y una fuerza de voluntad digna de un SEAL de la Marina).
Bueno, hasta aquí el trasfondo. Vamos con la historia.

En los primeros capítulos de Solo Leveling, sucede algo extraño durante la exploración de una mazmorra de nivel E. En teoría, ésta es la más baja categoría de mazmorras. Debería tratarse de una incursión de rutina. Pero, obviamente, no lo fue. En el interior de esa mazmorra aparentemente inofensiva, el equipo al que pertenece Jin-woo encuentra una puerta que conduce a una mazmorra secundaria defendida por un final boss (más mecánicas de videojuego) de alto nivel que esmocha a buena parte de los Cazadores. Sólo Jin-woo logra resolver los puzles ocultos de la mazmorra, frenar temporalmente al Jefe Final, sólo para ver cómo todos sus compañeros huyen como putas (uno de ellos un brazo más ligero que cuando entró) antes de que la puerta se cierre tras ellos, dejándolo a él atrás, como un condón tirado en los jardines de la Casa de Campo.

La agilidad mental y arrojo de Jin-woo no bastan para derrotar a este final boss, y los mini-jefes a los que comanda le acorralan en el centro de la mazmorra y lo empitonan de parte a parte con una espada del tamaño de un Talgo antes de propinar un machetazo a su cuerpo quebrantado mientras Jin-woo, agonizante, ruega, a los dioses que puedan estar escuchando, otra oportunidad para vivir.

Fundido a negro. Un mensaje aparece ante los ojos de Jin-woo, comunicándole que ha superado la misión secreta «Valor de los débiles» (MÁS mecánica de videojuego) y ofreciéndole convertirse en un «jugador» antes de que su corazón se detenga, en cuestión de segundos. Jin-woo acepta, con la esperanza de que eso prolongue su vida aunque sólo sea un poco más...

...y despierta en un hospital. Descansado y fresco como una rosa. Sus heridas han desaparecido, y delante de él flota una pantalla de estado que sólo él puede ver. Jin-woo no tiene explicación para su supervivencia, y la investigación oficial sobre lo sucedido en la mazmorra secundaria (que ha desaparecido y nadie ha sido capaz de encontrar de nuevo) corrobora su declaración y los testimonios de los supervivientes, pero tampoco aporta respuestas. Incluso la posibilidad de que Jin-woo haya recibido un «segundo despertar» (un raro fenómeno en el que un Cazador sube de nivel espontáneamente) queda descartada cuando se le somete a prueba y los inspectores del Gremio constatan que nuestro héroe sigue siendo una caquita frita.

Pero Jin-woo sabe que algo ha cambiado. Ahora recibe «misiones diarias de crecimiento» que, si no cumple, conllevan penalizaciones en un desierto lleno de ciempieses gigantescos, páramo que hace de Arrakis un spa del Caribe, y que se parecen sospechosamente a tutoriales o misiones de farmeo de personaje en un RPG (y MÁS mecánica de videojuego). Jin-woo gana con sus misiones «puntos» que puede invertir en sí mismo, mejorando sus estadísticas personales, fuerza, agilidad, inteligencia. Y esos puntos invertidos producen efectos que todo el mundo puede notar. Jin-woo pega un estirón tardío. Se pone mazas. Y guapérrimo. Las chavalas empiezan a oler a bacalao hervido a su paso. Recibe recompensas (armas mágicas, habilidades especiales, llaves a mapas ocultos) por derrotar mini-bosses y conquistar mazmorras.

Sung Jin-woo se ha convertido en el único Cazador que puede subir de nivel. Y a eso se dedica, en solitario, a fin de mantenerse lejos de la atención del Gremio de Cazadores, y pensando en alcanzar el pináculo de sus habilidades para limpiar mazmorras cada vez más complicadas, ganar más dinero y mejor botín para poder seguir cuidando de su madre enferma y de su adorada hermana. Por el camino, espera descifrar el misterio de su rescate por el bigote de una gamba y el origen de esa pantalla de estado que se le aparece todo el rato. Y Jin-woo enfrenta enemigos cada vez más puñeteros, no necesariamente monstruos de mazmorra (algunos Cazadores chuletas le hacen las pascuas en un par de capítulos), y «limpia» mazmorras cada vez más complicadas, obtiene nuevas habilidades y poderes, mejora su equipo, gana, intercambia o compra con su botín armas de mayor calidad, recluta aliados, funda su propio gremio y poco a poco se acerca a las respuestas que está buscando...

No, no vamos a soltar espóilers de Solo Leveling. Léete el cómic o mírate la primera temporada de la serie de anime, ¡hostia ya!

Solo Leveling podría no ser el primer cómic coreano que leímos, pero si no lo es, es el primero que nos causó buena impresión (tenemos flashbacks de otros, tan indistinguibles del manga japonés barato y formulario que nuestra memoria se resiste a señalar caracteres distintivos) y el que nosabrió las puertas a toda una nueva generación de autores coreanos y sus historias, las cuales nos proporcionaron experiencias que jamás habíamos tenido a nuestro alcance con ningún otro cómic, asiático o de casi cualquier otro punto cardinal. De eso hablaremos en los siguientes párrafos.

Solo Leveling está lejos de la perfección. Por ejemplo, salvo en esos primeros capítulos, el manhwa raras veces consigue transmitirnos correctamente la sensación de que Jin-woo está en verdadero peligro. Por peliaguda que sea la situación en la que nuestro héroe se encuentre, siempre tiene a mano el devs ex machina que lo va a salvar (una piedra de teletransporte, una habilidad de «recuperar vida» que aún no ha empleado, una subida de nivel que restaura toda su salud). Además, relativamente pronto en la historia, Jin-woo alcanza un nivel de Cazador tan absolutamente sobrado que, de hecho, no tiene rival posible. Lo cual, siendo innegablementre un mata-argumentos, un folla-suspense, un innegable patinazo de escritor inexperto (o un muy deliberado tropo de narración dirigida a un público adolescente/pre-adulto), no nos impide disfrutar de las batallas, las escaladas de poder, las interacciones con los otros personajes, el emocionante, aunque poco desafiante, deshilvanado de la historia hasta su conclusión final.

Además, algunas subtramas y personajes prometedores no se desarrollan adecuadamente, o no lo hacen en absoluto... y en el Paratroopers, llamadnos conas, si queréis, echamos en falta una historia romántica en Solo Leveling. Algo que humanizase un poquitín al cada vez más poderoso e inhumano Jin-woo. Sólo al final de la trama se medio intuye que va a haber mandanga entre Jin-woo y Cha Hae-In, una cazadora de Nivel S (el más elevado). Hay que esperar a la segunda parte, Solo Leveling Ragnarok #####ATENCIÓN: ESPÓILERS PROHIBIDOS EN ESTA ENTRADA ##### ATENCIÓN: ESPÓILERS PROHIBIDOS EN ESTA ENTRADA##### follando como pumas.

Solo Leveling Ragnarok continúa la historia unos años después de su predecesora. Ésta secuela versa sobre un personaje diferente, no ya Jin-woo, sino alguien íntimamente ligado a él... y no podemos contarte más, querido lector, si no te lees primero Solo Leveling, producto literario que ha generado un chorrón de imitaciones, plagios más o menos descarados o aproximaciones diferentes, e interesantes, a la misma temática, algunos de los cuales hemos citado algunos párrafos más arriba.

...y de los cuales no vamos a hablar aquí, aunque hay algunos dignos ejemplos. Permítenos explorar otros géneros que sólo hemos encontrado en el manhwa coreano. O no nos lo permitas y vete al peo, subnormal.

Hay un subgénero del cómic coreano que en el Paratroopers desconocíamos completamente, y desde que lo hemos descubierto no tenemos suficiente de él. Es el drama seinen, o como coño lo llamen allá, con más o menos elementos sobrenaturales o fantásticos (generalmente con más), ambientado en el mundo de los grandes conglomerados familiares, los chaebol coreanos (Hyundai, LG, Daewoo...). De este grupo de títulos podríamos recomendarte muchos títulos, pero vamos a limitarnos a una pequeña muestra representativa:

상남자 / Sangnamja / (A) Real Man / Un hombre de verdad, de Lucas y Ha Neul-so nos cuenta la historia de Han Yu-hyeon, el más joven CEO de Hamsung Electronics (obvio destripe literario de Samsung). Yu-hyeon es un Gordon Gekko coreano. Lo ha sacrificado todo y ha pisoteado todas las gargantas que se interpusieron en su camino hacia el éxito. Ha traicionado, vendido y abandonado en la cuneta a compañeros de promoción, colegas, amigos, familia y a su puta madre. La misma noche de su gran éxito, de su promoción a la máxima responsabilidad de la corporación Hamsung, su esposa, harta de años de abandono, de ser siempre el segundo plato por detrás de la carrera de su marido, le dice que está hasta el sashimi de él, deja sobre la mesa de comedor la alianza matrimonial y se larga.

No acaba ahí la cosa. Su primera responsabilidad como nuevo CEO de la compañía es acometer una radical reestructuración de la misma, reestructuración que él mismo diseñó y propuso desde el puesto de vicepresidente. Para que nos entiendas, amado lector: poner de patitas en la calle a un montón de empleados de Hamsung. Un antiguo colega, Kim Young-gil, le agua la fiesta al decirle que un directivo de Hamsung y amigo suyo, Kwon Se-joong, a quien Yu-hyeon debe su meteórica carrera, acaba de suicidarse, devorado por los remordimientos de haber contribuido a la promoción del psicópata sin escrúpulos que acaba de ser elevado a la presidencia del consejo de Hamsung. En el velatorio de Se-joong, Yu-hyeon, siente el mordisco de los remordimientos por primera vez en a saber cuánto tiempo. ¿Es él realmente el directo responsable de la automorisión de su amigo? ¿Podría haber hecho las cosas de otra manera? De repente se da cuenta de que está completamente solo en la cima. Sus padres han muerto. No tiene familia. No le quedan amigos. Las únicas personas que le felicitarán por su triunfo son los lameculos que esperan sacarle algún favor. De camino a casa, al volante de su coche, da un frenazo en un puente y ve atravesar la calzada a una silueta en la que cree reconocer a su difunto amigo Se-joong. Corre tras él, pero lo pierde de vista. Para en un misterioso bar sin clientes a ahogar sus penas en alcohol. Se sincera con el camarero, que le pregunta si
, de ofrecérsele la oportunidad, cambiaría todo aquello que se arrepiente de haber hecho en su vida. Y Yu-hyeon no lo duda. Sí. Si pudiese volver atrás en el tiempo...

Alcoholizado por un misterioso combinado que le ofrece el camarero, Yu-hyeon funde a negro y ¡pim!, momento sobrenatural, vuelve al 2007, a sus veintipocos años y precisamente al día en que comenzó sus prácticas para nuevos empleados en Hamsung Electronics.

Pero Yu-hyeon conserva todos los recuerdos de su vida adulta, y sigue atesorando en su alma los instintos del psicópata sanguinario en que se convirtió, aunque esta vez va a ponerlos al servicio de una causa mayor que su propio encumbramiento como CEO de Hamsung: va a salvar a sus amigos, impedir la crisis de la empresa que hizo inevitable la reestructuración, mantenerse cercano a su familia (el momento en que va al encuentro de su madre, resucitada por el mismo fenómeno que lo ha devuelto a él al pasado, nos arrancó una lágrima), inspirar sutilmente a sus compañeros de trabajo... y arrasar, arruinar y destruir a todos los directivos hijos de puta por los cuales se dejó seducir en su primera vida, y que son los principales responsables de la crisis de Hamsung Electronics, al haber puesto sus propias ambiciones egoístas y el ascenso y protección de sus lacayos succionadores por encima del bienestar de la compañía que los alimentaba a todos.

Las capas de intrigas, conspiraciones, encerronas, traiciones y puñaladas traperas, las tácticas abiertamente MAFIOSAS empleadas por algunos de los personajes de A Real Man para hacer fracasar a sus compañeros de empresa, porque sólo haciéndolos fracasar crearán un hueco libre en el que colocar a sus propios lameculos, que cimenten su posición en Hamsung, hacen que el más retorcido capítulo de Juego de Tronos parezca Barrio Sésamo al lado del manhwa de Lucas y Ha Neul-so. Todo ello aderezado con la tóxica mentalidad empresarial coreana, el gapjil, donde los mandos intermedios y directivos abusan verbal y físicamente de sus subordinados, los veteranos ningunean y putean a los novatos y todo el mundo está atento para correr a atribuirse el mérito ajeno y subir un peldaño en el escalafón de la compañía a costa del sudor de otro.
(A) Real Man es un culebrón inteligente, inspirado en nuestra propia realidad (¡hasta sale Steve Jobs, antes de morirse por gilipollas!), y un magnífico retrato de personajes que no nos cansaremos de recomendarte, oh, seguidor ávido de lecturas enriquecedoras.

Y si (A) Real Man es un campo de batalla corporativo, 로드 오브 머니 / Lodeu obeu meoni / (The) Lord of Money / (El) Señor del dinero, de Mu Jang y Son Ju-Hwan, es una masacre. Casi todos los elementos narrativos que caracterizan A Real Man (chaebol, intrigas empresariales, segundas oportunidades, viaje en el tiempo, corruptelas...) están presentes en Lord of Money, pero multiplicados por diez.

Seong Chang-ook es el asistente de Cheon Joong-myung, el hijo menor del CEO del Grupo Jikyoung, el quinto mayor chaebol de Corea (en la ficción). Y está hasta los cojones de él. Joong-myung es el típico niñato de chaebol: pagado de sí mismo, grosero, condescendiente, putero, narcisista, inmoral, colérico y abusivo. Cada día de trabajo a las órdenes de aquel pijo insufrible, reblandecido de privilegios, es un día en el infierno para Chang-ook. Finalmente, harto de hacer de chófer y factótum de aquel figurín despectivo e ignorante, Chang-ook presenta su dimisión.

Y su jefe decide asesinarlo. Le tiende una trampa en la que debe morir electrocutado. Un aparente accidente con equipo defectuoso (también hay un grupo de masillas para contarle los huesos, por si lo de la corriente no rula).

El problema es que Chang-ook se resiste a morir. Y es que, después de seis años de experiencia militar en el UDU, los SEALs coreanos, Chang-ook tiene una disciplina y fuerza de voluntad sobrehumanas, algo con lo que Joong-myung no contaba, y, tiritando todavía por la electricidad que recorre su cuerpo, Chang-ook dice que, si va a palmar, al menos se va a llevar por delante al mierda seca de su jefe. Empleado y empleador se enzarzan, a pesar de todos los esfuerzos de los masillas por impedirlo, la corriente que ha cargado a Chang-ook como una pila de volta comienza a pasar también a Joong-myung...

...y de repente Chang-ook se despierta un año antes, en el salón del apartamento de su jefe, dentro DEL CUERPO DE SU JEFE, pero con su personalidad y recuerdos intactos.

Espera, espera, que se pone mejor... Justo a continuación recibe la visita de un furioso Joong-myuk, que también conserva su deleznable personalidad y sus recuerdos de orgías y comas etílicos, y que ha quedado confinado AL CUERPO DE CHANG-OOK.

¿Lo has pillado, oh excelso lector?

Chang-ook y Joong-myuk han intercambiado cuerpos como Rob Schneider y Rachel McAdams en ¡Este cuerpo no es el mío!, Dudley moore y Kirk Cameron en De tal astilla, tal palo, o Judge Reinhold y Fred Savage en Viceversa. Y ambos están cabreadísimos y ansiosos por desfacer el entuerto, pero la breve alianza coyuntural entre Chang-ook y Joong-myuk termina de forma abrupta cuando el segundo se mata estúpidamente en un accidente de tráfico, dejando a Chang-ook atrapado a perpetuidad en el cuerpo de su ex-jefe.

¿Y ahora qué?

Chang-ook tiene que aprender a vivir con la cara, el cuerpo y las responsabilidades del difunto Cheon Joong-myuk. Y va a resultar mucho más difícil de lo esperado, toda vez que los hermanos mayores del difunto son unos redomados hijos de puta que no se detendrán ante nada, y eso incluye el espionaje, el robo, la tortura y el parricidio, para convertirse en los próximos presidentes del Grupo Jikyoung a la muerte del patriarca, al que ya le van pesando los años.

Chang-ook va a necesitar toda la disciplina y formación militar que adquirió durante sus años en el UDU, y las ocasionales visiones, de origen desconocido (al principio), que le anticipan acontecimientos venideros, para sobrevivir A SU PROPIA FAMILIA (bueno, a la familia de Joong-myuk), reformar la destructiva política empresarial del chaebol familiar, ponerlo en el camino de la prosperidad futura y... mira, aquí sí hay historia de amor (en A Real Man empieza a husmearse una), salvar a su prometida (bueno, la prometida de Joong-myuk). Por el camino, tendrá que tratar con gold-diggers despiadadas, políticos corruptos, intentos de secuestro, sindicalistas veniales, clientes agresivos, ejecutivos recalcitrantes, prestamistas violentos, rivales coléricos y geondal (gánsteres coreanos).

Chang-ook, para estupor de su propia familia (bueno, la familia de Joong-myuk), que no dan crédito a su transformación, quiere cambiar el Grupo Jikyoung, convertirlo en el chaebol más poderoso de Corea, para desde esa posición cambiar Corea. Desincentivar la corrupción y el matonismo en la vida empresarial. Promover la meritocracia y el trabajo honesto. Proteger a los trabajadores y a los clientes. Fomentar la honradez en los cargos públicos. Situar a Corea como la principal superpotencia industrial y económica de Asia.
Y hay un montón de gente conspirando para impedírselo y conspirando para matarlo, en caso de que se acerque siquiera a su meta.

De verdad que no nos explicamos por qué coño no estás leyendo ya (The) Lord of Money.

회귀의 전설 / Hoegwiui jeonseol / The Legendary Return - Return of the Legend / El regreso de la leyenda, de Kim Kwang-Soo y Song Jin-Woo, retoma esos elementos de intrigas empresariales y viaje en el tiempo que caracterizan A Real Man y (The) Lord of Money: Jang Tae-san pierde los ahorros de su vida y su trabajo cuando la empresa para la que trabajaba se va a la verga por la crisis del IMF. Resignado a regresar a su casa familiar, en provincias, y reinventarse como empleado en el ruinoso negocio de agricultura ecológica de su padre (las manzanas orgánicas que cultiva saben a mierda), Tae-san ve a un niño que cruza distraído un paso de cebra y a un deportivo que va a toda velocidad hacia él (naturalmente, es un BMW). Nuestro héroe se lanza a apartar al pequeñuelo de la trayectoria del conductor asesino y AMOCHA big time.

Y se ve flotando en una especie de limbo, acompañado por un vejete con pintas de maestro de kung-fu que se identifica como su antepasado (el culto asiático a los antepasados, algunos de los cuales pueden alcanzar la divinidad, es un tema apasionante sobre el que no vamos a explayarnos aquí), que, en recompensa al buen karma ganado por salvar al nene aplatanado, le devuelve a la vida...

...catorce años en el pasado. En la modestísima casa familiar de provincia rural. Y, aunque obviamente a Jang Tae-san la perspectiva de volver a tener 18 años no le hace ni puta gracia, dispone de una ventaja que no tenía entonces: lo recuerda TODO sobre esos catorce años que AÚN TIENEN QUE SUCEDER. Recuerda todas las preguntas del examen de acceso a la universidad y las fluctuaciones del mercado de valores de sus años de trabajo como inversor. Todas las innovaciones técnicas y científicas. Todos los escándalos que llegaron a los periódicos. Todas las películas estrenadas en esos años. Y, armado con todos esos conocimientos, Tae-san está decidido a lograr que su segunda vida sea una historia de éxito. Por si ese cheat code no fuese suficiente, además Tae-san puede acumular «puntos de karma» (no, en serio) que intercambiar por toda suerte de favores, habilidades y «mejoras» a los dioses y ancestros divinizados (y, jum, jum, algún que otro demonio, jum) que se ofrecen a canjeárselos (el primero de ellos le enseña tai-chi por ósmosis, no se nos ocurre otra forma de describirlo, para hacerlo más fuerte —y lo pone MMMMMMMMAZZZZZZZZZAS— y concederle una base de entrenamiento marcial que le va a ser muy útil más adelante).

Tae-san se promete a sí mismo que va a aprovechar la oportunidad para sacar a su familia de la miseria. Impedir que pierdan su casa por las deudas. Aprobar el examen del colegio de abogados que suspendió miserablemente en su vida anterior. Ganar suficiente dinero para que nadie vuelva a mirar a su madre, una graduada en Bellas Artes que abandonó su vocación para casarse, por encima del hombro nunca más.

Pero... puesto que vuelve a ser un estudiante de instituto, no hay manera de que pueda comprar o vender acciones, crear un fondo de inversión y ni siquiera abrir una cuenta de banco (en Corea no eres legalmente mayor de edad hasta los 23 años). Además, no tiene un chavo. El «precio de admisión» en el mundo de las finanzas en el que Tae-san puede brillar está lejos de su alcance...

...hasta que decide plagiar a Jang Hee-jae, un exitoso autor de libros electrónicos que, desde la perspectiva del retornado Tae-san, aún no ha empezado a publicar. Y, puesto que Tae-san era uno de sus fieles lectores, recuerda hasta la última coma el texto de los 59 volúmenes publicados, best-sellers todos ellos. Pasándose por el forro de su virgen escroto las consideraciones éticas y las leyes sobre propiedad intelectual, Tae-san roba a Hee-jae su éxito antes de que se materialice y publica en red, antes que él, Mago guerrero, el primer libro de la serie y lo publica en la misma web de libros on-line que escogió
en su día el autor original. Eso le vale un contrato millonario con una editorial de las de papel, y su primer flujo de efectivo para comenzar a financiar su imperio.
Naturalmente, Tae-san encontrará rivales. Algunos de ellos, miembros de su propia familia materna (su madre es la hija desheredada de una familia chaebol). Su vida corre peligro. Intentan robarle sus empresa y asesinarlo, más de una vez. Es puteado por gente que ignora cuánta pasta está ganando en realidad, y lo lejos, pero leeeeejoooos que está de ellos en términos económicos. Restaura la casa familiar. Saca a sus padres del trabajo manual (y su madre se pone como una sexy mocita con el descanso y un poco de cirugía plástica y tratamientos de belleza). Con sus habilidades y un poco de ayuda sobrenatural (algunos de los espíritus que se acercan a venderle favores a cambio de puntos de karma son realmente whatthefuckísticos), Tae-san va sumando victorias en su plan para convertirse en el hombre más rico y poderoso de Corea, y quien sabe si del mundo.

Siguiendo casi el mismo planteamiento de The legendary return, 재벌집 막내아들 / Jaebeoljib magnaeadeul / The Chaebeol's Youngest Son / El hijo más joven del chaebeol, de Jp, Sangyeong y Kim Byung-Kwan, retoma esa misma premisa de viaje atrás en el tiempo con información privilegiada. En The Chaebeol's Youngest Son, Yoon Hyun-woo es asesinado por orden de uno de los miembros de la familia Jin, fundadores y propietarios del Grupo Sunyang, y renace como Jin Do-jun, el nieto más joven, y el preferido, del fundador de la dinastía, pero (de nuevo) con todos los recuerdos y conocimientos de Hyun-woo. Ahora, Hyun-woo tiene la oportunidad de vengarse de su asesino creando su propio chaebol, mucho más grande y poderoso que el de su abuelo (un hijo de puta que roba, engaña y manipula a su propio nieto favorito), y engullir el Grupo Sunyang, dirigido por una tribu de malas bestias dispuestos a darse de patadas en las sienes por una docena de acciones más del conglomerado.

Pero no, no vamos a cerrar la presente entrada con manhwa centrados en luchas de poder corporativas.

Aunque algo de eso hay en 입학용병 / Ibhag-yongbyeong / Mercenary Enrollment / Algo así como Inscripción mercenaria. Yu I-jin, el protagonista de este cómic firmado por un tal Yc (¿¿¿???), es el superviviente de un accidente aéreo en un país no determinado (estimamos que de Hispanoamérica), accidente en el que murieron sus padres. Amnésico después del accidente, durante 10 años I-jin sobrevivió como soldado infantil en guerras olvidadas hasta ser identificado y repatriado a Corea, donde le esperaban su hermana pequeña y su abuelo, a los que apenas recuerda. I-jin trata de vivir la vida normal de un muchacho coreano de 18 años. Tarea tanto más complicada desde el momento en que I-jin es un muchacho coreano de 18 años con diez años de entrenamiento táctico y experiencia de combate a quien, ocasionalmente, acecha e intenta asesinar algún viejo enemigo... o un camarada que se ha sentido traicionado por él. Las habilidades de I-jin le permiten emplearse como escolta a tiempo parcial, trabajo en el que se asoma a las miserias y corruptelas del mundo empresarial coreano, interviene o impide varios secuestros y asesinatos de protegidos suyos y suda tinta para impedir que su familia pague por sus actos del pasado.

Mercenary Enrollment es básicamente una historia de acción: peleas a puñetazos, tiroteos (es desolador lo fácil que les resulta a los malos de este manhwa conseguir pistolas y fusiles de asalto en Corea, un país en el que los civiles tienen prohibido poseer armas de fuego e incluso la mayoría de los policías hacen su trabajo desarmados), vamos, acción La junga de cristal-style. I-jin es técnicamente un superhéroe. Aunque es muy alto, tiene una fuerza desmesurada para su tamaño (hace flexiones y dominadas como una bestia, todos los días, pero eso no justifica nada), unos reflejos de gato montés, una resistencia al dolor sobrehumana y la determinación de un AVE a velocidad de crucero, pero, ¡eh!, ¿no son casi todas las pelis de acción historias de superhéroes disimuladas? Rambo no existe ni ha existido jamás, y si hubiese intentado disparar una M-60 en fuego continuo desde la cadera se habría roto los dos brazos. James Bond no habría sobrevivido a la primera novela de Ian Fleming. Y no entremos a hablar del casi todopoderoso Jason Bourne o del holocáustico John Wick, que en cualquiera de sus películas matan tanta gente que revierten el calentamiento global.

Estas hipérboles son muy características de ese subgénero cinematográfico del «gun-fu» (juego de palabras con el arte marcial chino y la palabra inglesa «gun», «arma»), popularizado en occidente por el director John Woo en títulos como A Better Tomorrow o The Killer, por ejemplo, y Mercenary Enrollment las adapta a un cómic, sin olvidar acompañarlas con alguna que otra subtrama romántica (hay al menos tres hembras que se chorrean vivas por I-jin, pese a la aparente abulia sentimental de éste o quizá precisamente a causa de ella, bueno, de ella y de su buena planta) y episodios familiares y escenas escolares y quedadas con sus amigos, ya sabes, las propias de un adolescente.

Y el dibujo es cojonudo. ¿Hemos dicho ya que el dibujo es cojonudo? Pues es cojonudo. Como es habitual en este tipo de Webtoons, hay mucho reciclaje de viñetas (si me dieran un euro por cada vez que he visto el mismo plano frontal de Seong Chang-ook en (The) Lord of Money, me compraría a Elon Musk), pero los personajes son lo bastante carismáticos y las historias lo suficientemente atractivas como para que lo pases por alto sigas leyendo.

Por no extendernos innecesariamente ahí va el resumen: Mercenary Enrollment es una puta pasada.

Ya tardas en dejar esta mierda de bitácora y ponerte a leerlo.

북검전기 / Bukgeomjeongi / La leyenda de la espada del norte, de Haemin y Ugak, es un ejemplo arquetípico de murim, que es el wuxia coreano, que es, para que me entiendas, el género literario de chinos voladores cuyas encarnaciones cinematográficas van de Tigre y dragón de Ang Lee a La casa de las dagas voladoras o Hero de Zhang Yimou. Y se nos ocurre que podría ser un buen título para cerrar esta entrada del Paratroopers dedicada al cómic coreano, porque es, al menos de esta lista, el único que toca este género tan querido (y no siempre bien aprovechado) por los lectores del Asia continental.

La leyenda de la espada del norte
es, de nuevo una historia de conspiraciones, intrigas, traiciones, ambición y poder, aunque, en este caso, con un trasfondo de cine de artes marciales y una ambientación medieval. El protagonista de La leyenda de la espada del norte es Jin Mu-won, el único superviviente de la Secta Celestial del Norte (no, amado lector, perdónanos pero no nos pidas que nos metamos a interpretar para ti la terminología murim: «secta», «cultivación», «dao», «qi». Nos saldríamos por los márgenes) que lideraba su padre, Jin Kwan-ho, el héroe que libró al mundo de las fuerzas de la oscuridad (la secta de «la noche silenciosa») y que fue después traicionado y asesinado por los líderes de las otras sectas, antaño sus amigos y aliados. Confinado en las ruinas del palacio familiar, bajo permanente vigilancia por los soldados de sus enemigos, que se divierten maltratándole, Jin Mu-won sobrevive a duras penas, hecho un tirillas mal nutrido, vestido con harapos, olvidado por el mundo (salvo por un antiguo discípulo de su padre que, una vez al año, le lleva comida y mierdas así), practicando su talento para la metalurgia (vamos, como en Forjado a fuego pero él solo y sin cronómetro) y bajo la prohibición expresa de aprender artes marciales, a fin de que nunca pueda buscar venganza contra los asesinos de su familia. Lo que sus carceleros no saben es que, muertos todos los maestros y destruida la biblioteca de la Secta Celestial del Norte, Mu-won todavía puede aprender las técnicas de su escuela marcial, codificadas hábilmente en la arquitectura del palacio.

Pero.

Una noche, Mu-won rescata a Eun Ha-seol, una hermosa joven malherida y envenenada, la mete de contrabando en su misérrima habitación y, aunque no descarta que sea una asesina enviada a darle la morisión, le administra los primeros auxilios (naturalmente, y como es una historia murim, le hace acupuntura y aplica «medicinas purificadoras del qi» y todas esas magufadas pachamámicas anticientíficas) y la alimenta y cuida durante su convalecencia. Ya te advertimos, querido lector, que la moza ésta va a traer tomate. Que no es una simple damisela en apuros, vamos. Sigue leyendo.

En los siguientes capítulos se arma tremendo pitote cuando el demonio del caos primordial, Tae Mu-kang (que se parece sospechosamente a Slàine McRoth en los cómics de Simon Bisley, dejémoslo ahí), de la secta de «la noche silenciosa», arrasa el palacio de la Secta Celestial del Norte, mata a dos carrillos a los centinelas que la guardaban, intenta matar a Ha-seol (que aunque es peleona casi amocha, pero es rescatada in extremis y vuelve con los suyos) y hace un escabechina entre los discípulos de la Alianza Celestial Central que habían decidido rehabilitar el palacio como puesto avanzado. Mu-won decide aprovechar el zapatostio para hacerse pasar por muerto (con la colaboración de Seo Mu-sang, un voluntarioso superviviente de la matanza) y dedicar sus días a forjar una espada acojonante a partir de una piedra escarolitrópica-gmnésica, ciclarse vivo y practicar las artes marciales de su clan para vengar la muerte de su padre.
(¿Que por qué Mu-kang llegó al palacio de la Secta Celestial del Norte? Porque estaba siguiendo el rastro de Ha-seol, por supuesto. Ya te advertimos que la chavala iba a armar tremendo quilombo).
Y aquí es donde la historia comienza realmente, con Mu-won saliendo al mundo, bajo identidad falsa, para buscar a Hwang, el último hombre vivo (y fiel) a su padre; o sea el vejete que le llevaba provisiones una vez al año, y que ha faltado a su siguiente cita. Y dan comienzo sus aventuras en el mundo de La leyenda de la espada del norte, combinando investigación detectivesca, batalla, establecimiento de relaciones amistosas o de camaradería, oportunas u oportunistas, y, eventualmente, cobrándose su venganza sobre los traidores que ocasionaron la ruina de su familia.
Y deberías estar leyéndola ya, querido lector. Al menos, hasta que te hagamos otras recomendaciones de cuadritos orientales tal vez más de tu gusto.

Y con este último párrafo cerramos la presente entrada. Hasta la próxima bat-hora, en el mismo bat-canal.