domingo, 19 de octubre de 2025

"El señor de los anillos" está mal escrito (y sin embargo funciona)

No, no es clickbait.

Este artículo podría o no hacer muy feliz a ese amigo mío al que quiero mucho pero que no traga El señor de los anillos, y que me mira cruzado, y con cierta condescendencia, cada vez que defiendo esta obra donde él pueda oírme.

Si nos atenemos a las normas más elementales incluso del más torpe, pacato y perezoso manual de escritura, El señor de los anillos, la obra fundacional de la fantasía heroica moderna y la biblia para frikis por excelencia, está mal escrita.


Frodo y Sam deberían haber muerto en la ladera del Monte del Destino, en el capítulo cuarto del libro sexto, El campo de Cormallen. Si Tolkien se hubiese atenido a las convenciones de la narrativa y respetado el tono que él mismo había establecido a lo largo de la penosa y extenuante incursión en Mordor, los dos hobbits, cumplida su misión de destruir el Único, deberían haber muerto convertidos en churrasco por la lava que mana de la grieta del Destino, o asfixiados por los mefíticos vapores sulfurosos.

Pero no mueren. Gandalf se presenta a lomos de Gwaihir, acompañado de Landroval y de otras grandes águilas, y los rescata en un devs ex machina de manual que cabreó a mucha gente ya en 1955, cuando se publicó la primera edición del libro.

Y el libro funciona. Aunque nunca explica cómo coño encontró Gandalf a los hobbits en mitad de todo aquel quilombo.

Además, El señor de los anillos debería haber acabado en el capítulo 5 del mismo libro arriba citado, El senescal y el rey, o quizá en el sexto, Numerosas separaciones. Porque, ateniéndonos a la estructura narrativa ortodoxa y al más elemental sentido común, consumado el clímax de la historia, no tiene sentido alargar el tercer acto de la novela y es obligado poner fin a la historia cuanto antes. El Anillo Regente ha sido destruido. Sauron ha muerto. La Torre Oscura ha caído. Mordor ha dejado de existir. Los orcos se han dispersado. Aragorn es rey de Gondor. ¿Qué coño queda por contar?

Pues aparentemente mucho. Porque a Numerosas separaciones Tolkien le añadió otros tres capítulos: Rumbo a casa, El saneamiento de la comarca y Los puertos grises, y, dependiendo de las ediciones, uno o varios apéndices. ¡Y aún le parecían pocos! De hecho, Tolkien había escrito un capítulo extra, que los editores le sacaron de la cabeza incluir en el texto definitivo, ambientado varios años después de la partida de Frodo y Bilbo hacia Valinor desde los Puertos Grises, en el que Sam lee a sus hijos una carta de Aragorn en el que le anuncia que pronto hará una visita a La Comarca.

(Con su conocida codicia e insaciable sed de royalties, Christopher Tolkien acabaría incluyendo ese «capítulo perdido», varias versiones, de hecho, en el cuarto volumen de La historia de El señor de los anillos. Y es que los Tolkien la de trabajar como que no se la saben, ahora, lo de vivir del cuento...).


Después de la destrucción del Único, El señor de los anillos debería haber acabado lo antes posible.

Pero no acaba.

Y sin embargo funciona.

Que Gollum es el verdadero héroe de El señor de los anillos, aunque lo sea muy a su pesar, es un chiste que, fríamente analizado, deviene en evidencia que nadie con un par de neuronas discute. En el tercer acto (LARGUÍSIMO tercer acto, ya lo hemos dicho más arriba) de El regreso del rey, tercer y último volumen de El señor de los anillos, Frodo, física y psicológicamente agotado después de acarrear el Único hasta la mismísima Grieta del Destino, sucumbe a la tentación del Anillo, renuncia a destruirlo, y se lo pone, volviéndose invisible a ojos de Sam y atrayendo la atención de Sauron, de cuyo ojo sin párpado han logrado escapar hasta entonces.

En este momento, el Señor Oscuro ha triunfado. Todos los sacrificios, todas las batallas y pesares que los personajes de El señor de los anillos han sufrido para distraer a Sauron y proteger la misión suicida de Frodo y Sam rumbo a Mordor, quedan reducidas a la nada. En el momento en que se ha puesto el Único, Frodo se ha vuelto visible al Señor Oscuro y a sus lugartenientes, los nazgûl. No hay forma de que Frodo pueda impedir a los Espectros del Anillo que se apoderen del anillo y se lo entreguen a Sauron. Particularmente en el estado en que se encuentra el portador del anillo, extenuado por un objeto mágico que es el mal hecho materia, que no ha dejado de crecer en poder a lo largo de toda la novela, que ha corrompido su mente, sumido su corazón en la oscuridad y la desesperación y minado su fuerza de voluntad hasta reducirla a la nada. Esa última y definitiva debilidad de Frodo supone la victoria de Sauron.

Pero no. Gollum, que ha seguido a los hobbits hasta la Grieta del Destino, descalabra a Sam con una piedra, lucha con Frodo por la posesión del Único, se lo arranca de un mordisco, llevándose un dedo con él, y, en el forcejeo posterior con el hobbit, que no está dispuesto a permitir que lo separen de su tesssssoroooo, se cae a la lava, muere hecho un chicharrón muy pasado, y, muy a su pesar, destruye el Anillo Regente con él.

Y, ¡paf!, cuando parecía que los malos ya habían ganado, Sauron se va a la puta, Mordor se va a la puta, los buenos ganan y tu yo de diecisiete años, que ha llegado a este capítulo casi sin atreverse a suspirar, siente un alivio infinito.

¿Esto es un devs ex machina o qué es?

Bueno, ahí está la cuestión, ¿cierto? Una cuestión que a algunos eruditos les produce la misma reacción que un par de Mitsubishis cortados con esmegma de unicornio radiactivo.

En un devs ex machina (o, si quieres aspirar al premio de pedante plus replús, en un apò mēchanḗs theós), un personaje, en el teatro clásico una divinidad del panteón olímpico o un héroe, aparece para sacar a otro personaje de un problema aparentemente irresoluble o introducir un giro argumental. Que sepamos, Esquilo en Las euménides y Sófocles en Filoctetes, fueron pioneros en el uso de este recurso narrativo que cabreaba tanto a Aristóteles que le dedicó al menos un airado párrafo en el libro tercero de su Poética.
«Por esta razón es menester, así en la descripción de las costumbres como de los hechos, tener siempre presente o lo natural o lo verosímil; que tal persona haga o diga las tales cosas, y que sea probable o necesario que esto suceda tras esto. De donde consta también que las soluciones de las dificultades han de seguirse naturalmente de la misma fábula, y no como en la Medea por tramoya (deus ex machina), y en la Ilíada la quedada, resulta ya la vuelta».
Helios envía un carro tirado por dragones para rescatar a Medea de su esposo Jasón y conducirla a Atenas en la Medea de Eurípides. En el Alcestis, también de Eurípides, Hércules arranca a Alcestis de la Muerte y la devuelve a los brazos de su esposo Admeto, por quien se había sacrificado. En todos los ejemplos clásicos, y la mayoría de los modernos, el devs ex machina es un escupitajo a la cara del espectador. Una trampa al solitario que el escritor se hace a sí mismo.

La característica fundamental del devs ex machina, te habrás dado cuenta, oh despierto lector, es que no respeta la lógica interna del argumento, la coherencia de la historia que se está contando, y muy fácilmente desencadena una resolución artificial de la trama, absurda, ridícula. El devs ex machina dinamita la autenticidad de una historia, convierte hasta el drama mejor construido en una farsa y los esfuerzos y sufrimientos del protagonista en un insulto sin valor. Por buena idea que te pueda parecer en un primer momento, el devs ex machina es como hacer cosplay de Asuka Langley en una Comic Con. A medio y largo plazo vas a sudar. Y mucho. Y si eres el nerd gordo de mierda estándar, más.

Ahora bien, ¿es esto lo que pasa en El señor de los anillos?

Según Tolkien, que era un señor muy leído (y con una cara de cemento armado, según algunos de sus críticos), rotundamente NO. La resolución final favorable e in extremis del tercer acto de El señor de los anillos no sería un devs ex machina, sino una eucatástrofe.

Hay que reconocerle un mérito al abuelete, y es que su dominio de las lenguas clásicas y su conocimiento de la literatura universal, particularmente la de origen germánico, le daban las herramientas para justificar escribir sus libros con unas pelotas como bombonas de butano. Porque el término «eucatástrofe» ni siquiera existía hasta que Tolkien SE LO INVENTÓ en su ensayo de 1947 Sobre los cuentos de hadas.

La eucatástrofe, como el devs ex machina, es una herramienta que también permite sacar al protagonista de una narración de un peligro aparentemente insalvable, PERO, a diferencia del devs ex machina, persigue lograrlo sin introducir a personajes y elementos narrativos inesperados y con respeto a la lógica interna de la historia que está contando. El mono de Anillo Único que tiene Gollum y sus arteros planes para robárselo a Frodo (cristalizados en la emboscada que les tiende a los hobbits en el cubil de Ella-Laraña) han quedado perfectamente establecidos a lo largo de toda la novela. La vinculación del poder y la esencia vital de Sauron al Único también. El lector ha sido angustiado testigo del progresivo debilitamiento de Frodo, y en proporción inversa del fortalecimiento del Anillo.

La habilidad de Tolkien como narrador queda en evidencia cuando, en el momento en que todo parece perdido, las miguitas de pan que el novelista de Bloemfontein ha ido sembrando a lo largo de su monumental novela, conducen al clímax final que desembocará en el triunfo de los héroes y la ruina del Señor Oscuro. Todas las piezas de la narración caen en el lugar correcto y el lector, con excepciones (ya hemos dicho más arriba que hubo gente cabreada con este último volumen de El señor de los anillos), no se queda con la sensación de que le han robado el bocadillo.

Y no es que tanto en El hobbit como en El señor de los anillos no haya devs ex machina, que los hay (Gandalf tiene tendencia a aparecer cuando nadie ya le esperaba, con la magia o el consejo precisos para sacar a los otros personajes de una piscina de mierda), es que para la resolución de su magna opus, con un par así de grande, J. R. R. se inventó el «devs ex machina con pasos extra».

Que no es sino uno más de los plot devices a disposición del escritor. Conocerlos es amarlos. Y, como nos parecía mucha desfachatez solventar la presente entrada de la bitácora con otro menú de manga oriental, y como nos preocupa lo poco que ha avanzado tu libro de mierda, vamos a hablar un poquito de ese feo vicio del escribir, que, si eres de los veteranos, oh amontillado lector, era el propósito original de la bitácora allá por el año 2016, antes de que, por razones ajenas a nuestra voluntad, se convirtiese fundamentalmente en una página de crítica cinematográfica.

Un plot device o «dispositivo de trama», «recurso de trama», es, para no liarnos, un elemento narrativo que hace avanzar la historia o conducirla a una resolución establecida de antemano. Arma blanca de doble filo donde las haya, usados con cabeza, los plot devices son herramientas extraordinarias. En manos de escritores vagos o excesivamente cafeinados y apretados por los plazos de entrega, son casi siempre garantía de desastre y ascopena. Vamos a presentarte varios tipos, amado lector, para aumentar tu cultura general.
Hasta haciendo el asno está buena. Sí, esto también aumenta tu cultura general.

1. El MacGuffin

Dos señores viajan en el mismo compartimento de un vagón de tren. Uno le dice al otro:
―¿Qué es esa mierda que lleva usted en el maletero, sobre su cabeza?
―¿Eso? ¡Eso es un MacGuffin, hombre!
―¿Y qué coño es un MacGuffin?
―Un MacGuffin es lo que necesitas si quieres cazar leones en Escocia.
―¡Pero si en Escocia no hay ni ha habido nunca leones!
―Hos-tia. ¡A ver si eso no va a ser un MacGuffin!

¿Qué es un MacGuffin? Un término acuñado por el inmenso director de cine británico Alfred Hitchcock, que empleaba constantemente este plot device en su filmografía. En Con la muerte en los talones, Roger O. Thornhill (Gary Cooper), un ejecutivo de una agencia publicitaria de Nueva York, es confundido con un agente federal por una organización de espías que se empeña en asesinarlo. En 39 escalones, Hannay (Robert Donat) se ve involucrado en el asesinato de un agente de contraespionaje y comienza una carrera desesperada para probar su inocencia y detener a una red de espionaje que se dispone a robar información estratégica. En Psicosis, una secretaria de Fénix, Arizona, se da a la fuga después de robar a un cliente y muere asesinada por el mochales que administra un remoto motel de carretera. En Ciudadano Kane, que no es de Hitchcock, sino de Welles, Charles Foster Kane dice «Rosebud» y palma. Y toda la película es una investigación sobre el significado de esa palabra (investigación absurda, puesto que no había nadie cerca del lecho de muerte del magnate que pudiera recoger sus últimas palabras).

¿Qué es un MacGuffin? Un MacGuffin es un pretexto para hacer avanzar la trama. El MacGuffin en sí mismo carece de valor narrativo o no aporta lo más mínimo a la historia. La secretaria ladrona de Psicosis, y que creíamos que era la protagonista, muere al final del primer acto y abandona la película sin tener ningún efecto en el argumento. La historia de amor entre Jake Sully y Neytiri, y la progresiva identificación de aquel con los na'vi, oscurece toda la trama de la minería del unobtanio, que fue todo el pretexto para armar el programa de avatares en primer lugar. No llegamos a saber nunca qué cojones hay dentro de la maleta de Pulp Fiction o de la de Ronin. Y no importa, porque son excusas para que la acción progrese. Son MacGuffins. El dios de los plot devices.

2. Red Herring ó Arenque ahumado

Si te digo, amado lector, que a este plot device también se lo llama «pista falsa» o «cortina de humo» (aunque hay autores que se oponen a que las pistas falsas puedan constituirse en verdaderos Red Herrings), está todo dicho. Red Herring es cualquier escena, diálogo o situación que conduce a un lector, o a un espectador, a una conclusión falsa. De uso habitual en las historias de intriga, el Red Herring de una novela de detectives es ese personajes con todos los motivos, medios y oportunidad para cometer el crimen pero que, en última instancia, resulta inocente. Por este motivo, es de uso habitual, casi obligado, en el thriller, el género de terror, la novela negra en general, la de espías en particular y, también, en las historias de aventuras.

En Perdida, de David Fincher (basada en la novela homónima de Gillian Flynn), Amy Dunne (Rosamund Pike) desaparece y todas las sospechas de un asesinato que en realidad no se ha cometido recaen sobre su marido, Nick (Ben Affleck). El Red Herring de esta historia. En Harry Potter y el prisionero de Azkaban, Sirius Black es presentado desde el minuto uno como un villano (hasta nombre chungo le han buscado) cuando en realidad su motivación para colarse en Hogwarts es proteger a Harry de Peter Pettigrew, el espía de Voldemort que traicionó en su día a los Potter. Tanto en Asesinato en el Orient Express de Agatha Christie como en El sabueso de los Baskerville de Conan Doyle, versiones literarias o cinematográficas, se desplazan las sospechas del detective (Poirot en el primer caso, Holmes y Watson en el segundo) de un posible sospechoso a otro, mareando la perdiz para demorar la resolución final del crimen. Roger Verbal Kint (Kevin Spacey), se pasa todo el metraje de Sospechosos habituales largando chuminadas en la jeta del agente Kujan (Chazz Palminteri) para que no descubra que él es en realidad Keyser Söze.

El Red Herring es, para que me entiendas, oh probo lector, la base de toda la cinematografía de M. Night Ramalamachinchán.

Para los puristas culturetas tocacojones, la diferencia entre un Red Herring y una pista falsa sería que la pista falsa es completamente neutral a la trama, no pretende ejercer efecto alguno sobre la audiencia y tiene como único objetivo hacer que el misterio sea más difícil de resolver; mientras que el propósito expreso de un Red Herring es manipular las expectativas del lector, del espectador, elevando los niveles de tensión y su experiencia emocional de la historia, de una manera orgánica y motivada, al tiempo que aleja a los personajes de la solución correcta.
(Es habitual introducir pequeñas pistas que anticipen que el Red Herring es en realidad una distracción, pistas que sólo tendrán sentido cuando se revele el maldito arenque ahumado, como todos los planos y escenas en las que se nos anticipa que el personaje de Bruce Willis está muerto en El sexto sentido, y que sólo comprendemos llegados al tercer acto).
Pero este nivel de análisis quizá sea demasiado profundo y abstracto para una bitácora que sólo existe como pretexto de publicación de GIFs de Riley Reid, loas a la belleza de Jessica Alba y advocaciones a la naturaleza divina de la seráfica Sara Sampaio. Una bitácora que, afrontémoslo, apesta, y la propia Riley será la primera en decírtelo.

3. La pistola de Chéjov


La pistola de Chéjov es un plot device atribuido al escritor y dramaturgo ruso Antón Pávlovich Chéjov, que la formuló en varias de su cartas. En su formulación original no es una pistola, sino un rifle, pero todos somos vagos y acomodaticios en cierto grado y, en algún momento, el «rifle» se convirtió en el «arma» («gun») que algún traductor cojonazos vertió del inglés en forma de pistola.
«Elimina todo lo que no tenga relevancia en la historia. Si dijiste en el primer capítulo que había un rifle colgado en la pared, en el segundo o tercero éste debe ser disparado inevitablemente. Si no va a ser disparado, no debería haber sido puesto ahí».
La pistola de Chéjov es un voto a la utilidad y necesidad de un elemento narrativo. Si no vas a utilizar ese personaje, si esa escena no tiene efecto alguno en la historia, si quitas ese capítulo y tu novela todavía funciona, quítalo.
(A Hemingway, que entre borrachera y borrachera, divorcio y divorcio, pelea y pelea, y puta y puta, a veces le daba por escribir, le cabreaba un montón este plot device y despreciaba a los autores que lo empleaban).

Y sin embargo, en El jardín de  los cerezos, obra de teatro escrita por Chéjov en 1903, aparecen dos armas de fuego cargadas que no se disparan. ¿Es un descuido del autor o un par de puntales que refuerzan el tema de la obra, que es la acción inconclusa o ausente? Lo dejamos a tu criterio, querido lector.

Pistolas de Chéjov son el póster de Rita Hayworth (más tarde el de Jane Fonda) en la celda de Andy Dufresne (Tim Robbins) en Cadena perpetua, el robot cargador de Aliens: El regreso, el asma de Morgan (Rory Culkin) en Señales y el piloso chochaco de Riley Reid, que en cuanto te lo enseña sabes que acabará usándolo como parte fundamental de la trama.
Deutschland!

Un tipo especial de Pistola de Chéjov es el Plot Voucher ó vale de trama, que es un objeto específico o una información concreta entregada a un personaje, normalmente el protagonista, antes de que lo necesite realmente para superar un obstáculo. Plot Vouchers son la cerilla que Korben Dallas (Bruce Willis) recibe al principio de El quinto elemento, y que no usa hasta el tercer acto, y la cota de malla de mithril que Bilbo presta a Frodo en La comunidad del anillo, y que le salvará la vida en Moria cuando el troll de las cavernas intente convertirlo en una brocheta, que es lo que todos los heterosexuales querrían poder hacerle a Riley Reid, no precisamente con una lanza y, eso sí, aprovechando sus callosas cavidades naturales.

El Plot Voucher es, en cierta medida, el gemelo malvado del Red Herring. El lector/espectador sabe que ese dispositivo de trama es importante, pero no sabe por qué ni en qué momento se volverá relevante. Los mejores Plot Vouchers son aquellos que no aparecen de forma caprichosa, sino que enriquecen la historia, predicen, en cierta medida, el conflicto que aún no se ha producido o refuerzan el desarrollo de un personaje. Korben Dallas no se encuentra esa cerilla por casualidad, sino que es parte de su terapia para dejar de fumar (un sólo pitillo al día, una sola cerilla). Sabemos más sobre Dallas a causa de esa cerilla. Ha tenido un problema de tabaquismo, pero es un tipo disciplinado, ha decidido que la nicotina no le conviene y puede sobreponerse a ella.

4. Triángulo amoroso

¿De verdad tengo que explicarte esto, querido lector? Un triángulo amoroso es un plot device en el que dos personajes compiten por el amor de un tercero. No, los threesomes con dos negros con unos pollones tal que así que se monta Riley Reid en sus vídeos interraciales no cuentan.
Mein Herz in Flammen!

5. Cliffhanger

Sí, el cliffhanger (literalmente «quedarse colgado de un precipicio») o «final en suspenso» es un plot device en el que el protagonista, o un personaje relevante, queda en una situación extremadamente comprometida al final de un capítulo o de una escena. Usado hasta la extenuación en todo tipo de historias serializadas, característico de la literatura pulp y de las radionovelas de mediados del siglo XX, el cliffhanger persigue crear ansiedad en el lector, el espectador, el oyente, y acentuar su deseo de avanzar en la historia para descubrir cómo se las arregla el héroe para salir de esta posición apurada y aparentemente irresoluble.

Que los escritores pelotudos, encocados o apurados por los plazos de entrega hayan abusado del cliffhanger no desluce la versatilidad de este plot device cuando está bien ejecutado. Una versión más sofisticada de esta herramienta es la que emplea Ken Follet cuando entrega los primeros borradores de sus novelas a sus lectores cero, con instrucciones de marcar el punto en el que abandonaron la lectura o se tomaron un descanso de la misma, y rehace la estructura del libro para posponer ese momento en que el lector de prueba decide que ha tenido suficiente y apaga la luz, estimulándolo a seguir leyendo.

Ejemplos de cliffhanger que puedes conocer por el cine, oh ocioso lector, son la revelación de Darth Vader a Luke Skywalker casi al final de El imperio contraataca, El final de Vengadores: Infinity War, cuando Thanos gana y erradica el 50% de la vida del universo, o el final de la quinta temporada de Trueno de jogos, cuando amochan al personaje de Jon Soso.

6. Flashback ó analepsis, o «momento retrospécter», como le llama uno de nuestros lectores más entusiastas

Esta técnica narrativa, ya deberías saberlo, lector que aprendió en esta bitácora a amar los mórbidos labios y la tripita plana de Jessica Alba, altera la secuencia cronológica de la historia y traslada la acción al pasado, como método para desarrollar la psicología o el trasfondo de un personaje o sentar los cimientos de tramas que se están desarrollando o van a concluir en el presente.

Plot device característico del género negro y el melodrama, su abuso o empleo irresponsable vuelve repelente la historia y odiosos a los personajes. Piensa que, mientras se nos muestra lo que ya ha pasado, lo que está pasando queda congelado y lo que va a pasar aún no sucede. Así que, técnicamente, la trama principal no puede continuar hasta que el narrador regrese de su viaje al ayer. Y si no entiendes exactamente a qué me refiero, intenta verte una temporada entera de Lost sin tener la sensación de que J.J. Abrams y Damon Lindelof te están metiendo una polla en la boca.

Flashbacks famosos del cine son prácticamente todo el metraje de Ciudadano Kane, que citamos por segunda vez en esta entrada, la escena de Christopher Walken con el reloj del padre del personaje de Bruce Willis en Pulp Fiction, que también citamos por segunda vez en este texto, y las escenas del joven Vito Corleone en El padrino parte 2.

7. Flashforward o Prolepsis

Es lo mismo que el Flashback solo que al revés. En vez de fugar la acción al pasado, la empuja al futuro. Y, mal usado, este plot device es tan cabreante y rompecojónico como el anterior. Ejemplos de Flashforward son las proyecciones hacia el futuro del personaje de Franka Potente en Corre, Lola, Corre, las visiones de muerte en Destino final, las visiones proféticas de Paul Atreides en Dune o las premoniciones de Danny Torrance (Danny Lloyd), ya instalado con sus padres en el Overlook, en El resplandor de Kubrick.

8. Plot armor

El plot armor es lo que tienen la familia de latinXs imbéciles de  Jurassic World: Renacimiento, a la que pusimos un enema de carburo aquí. Que esta panda de imbéciles lleguen vivos e ilesos al final de la película, a pesar de las numerosas mongoladas que hacen desde la primera vez que aparecen en plano, porque la puñetera Dora la exploradora de Hacendado tiene que colarse entre unos barrotes para darle a una palanca, es un plot armor de manual: no importa lo imbécil y llamado a extinguirse que sea un personaje, no importa los peligros que atraviese, tiene que llegar al final de la historia por la fuerza y el poder de los cojones morenos del escritor.
No tenía Plot Armor.

9. El killing off

El killing off (lo siento, no hemos encontrado un término en castellano; ¿«el matando»?, ¿«el asesinamiento»?) es un plot device en el que se mata a un personaje pero la historia continua. Cuando está bien hecho, persigue un determinado efecto emocional en la audiencia, como cuando Gandalf muere luchando contra el Balrog y, perdido su guía y consejero, la Comunidad del Anillo casi sucumbe a la desesperación. Cuando está mal hecho, el killing off lisia o lastra el desarrollo de la acción o denota causas o intereses espurios, como cuando el actor de una serie pide un aumento, o infla los cojones a los productores y liquidan a su personaje. O si no, que le pregunten a Charlie Sheen.

10. Retcon o Continuidad Retroactiva

Aunque se considera un plot device, en la bitácora opinamos, humildemente, que la retcon es, en realidad, una GRAN PUTADA. Y quiero decir una putada estilo descubrir que Sara Sampaio nació con pilila.
¡Es mentira! ¡MENTIRAAAAA!

La retrocontinuidad es la más o menos deliberada alteración de hechos previamente establecidos en una obra de ficción. La retcon modifica o reinterpreta información ya existente o añade datos nuevos, aparentemente contradictorios con lo que ya se conocía sobre el lore o los personajes.

Casi inevitable en obras de ficción monumentales, la continuidad retroactiva es característica del cómic y muy especialmente en el de superhéroes, donde, en aras a emanciparse de las ataduras de décadas de historia, los guionistas reescriben hechos del pasado, recuperan personajes olvidados en los archivos o muertos, o directamente hacen un «hard reset» de todo el universo. Y si te parece una traición intolerable, que lo es en parte, intenta tú mismo, que eres tan listo, escribir una historia de Batman sin contradecir ni un solo dato en sus 86 años de publicación, llenos de «elseworlds» y retcons, o guionizar un solo número de La patrulla X, tan aficionada a viajar en el tiempo y alterar líneas cronológicas enteras, sin contradecir ni un solo episodio de sus sesenta y dos años de vida.

La retcon es, tan a menudo, la varita mágica del escritor inepto que cuesta encontrar ejemplos en los que su uso esté justificado. Retcon es dejar a Obi-Wan Kenobi por cínico mentiroso (en La guerra de las galaxias le dice a Luke que Darth Vader mató a su padre, en El imperio contraataca, Luke descubre que Darth Vader ES en realidad su padre, y en El retorno del jedi el fantasma de la Fuerza de Obi-Wan le quita importancia al embuste: «sí, bueno, lo que te dije era mentira, pero desde cierto punto de vista era verdad. Cómeme los cojones por detrás, padawan»). Retcon es inventarse un hijo secreto de Apolo Creed que jamás se mentó en todas las películas de Rocky pero sin el cual no existiría la franquicia de Creed. Deadpool es una retcon de X-Men orígenes: Lobezno. Superman Returns es una retcon de Supermán III, Supermán  IV: En busca de la paz y Supergirl. Prometheus es una HORRENDA retrocontinuidad de toda la franquicia de Alien y podría seguir, pero ya estamos en territorio balrog.

El buen uso de la retcon, si existe tal cosa como un buen uso de la retrocontinuidad, es soluciona problemas de un guion anterior, un escritor anterior, una precuela, un descuido, o  recupera personajes a los que no deberías haber matado. Como el personaje de Han (Sung Kang) en la franquicia de A todo gas. Han, técnicamente, muere al hostiarse con su coche en A todo gas: Tokyo Race, lo cual no le impidió aparecer, vivito y coleando, en la cuarta, quinta y sexta secuelas. Los productores dijeron que esas intervenciones de ultratumba, en realidad, habían tenido lugar, dentro de la cronología de la serie, antes de Tokyo Race. Y luego acabaron olvidando que habían dicho eso y, simplemente, reincorporaron a Han a la continuidad de la franquicia como si la tercera entrega nunca hubiese existido.

¿Sigue siendo una putada y una falta de respeto a la audiencia? Sí, pero al menos lo es por una buena causa.

11. Idiot plot.

También te lo hemos explicado aquí. Espesitos estamos, ¿eh, querido lector? A lo mejor deberías dejar ya los cilindrines de la risa o los vídeos de Jessica Alba sudando.

12. Dangler o trama pendiente

Un Dangler es un plot device en el que una trama o subtrama es olvidada y abandonada. Esta clase de dispositivo de trama es típico de los cómics, secuelas de libros y franquicias cinematográficas, donde los escritores pueden y son a menudo reemplazados, o un director nuevo descarta completamente el plan de su predecesor para la serie (Rian Johnson mata en Star Wars: Los últimos jedi al Líder Supremo Snoke, presentado por J.J. Abrams en Star Wars: El despertar de la fuerza, dejando al creador de la soporífera Felicity sin antagonista para Star Wars: El ascenso de Skywalker y casi obligándolo a resucitar al emperador Palpatine because reasons).

Twin Peaks: Fuego camina conmigo pretendía resolver algunas de las tramas pendientes que la cancelación de la serie había dejado sin resolución. Serenity intentó dejar atados los hilos sueltos que la abrupta cancelación de Firefly había descuidado. Buffy, cazavampiros continuó en forma de cómic y su spin-off, Ángel, terminó en su quinta temporada con un cliffhanger del carajo que, en la práctica (esta relación causa-efecto entre dangler y cliffhanger es habitual) es un dangler de manual, pues la historia quedó interrumpida justo antes de una batalla ÉPPPPPPPIKA de Ángel, Spike, Illyria y Gunn, herido, contra un ejército de monstruos. Y David Boreanaz se cansó de esperar una resolución digna de la serie y se fue a hacer doce temporadas de Bones con Emily Deschanel.

«Bueno, ¿y esos son todos los plot devices que existen?»

¡Señoteta! ¿Cómo carajo ha tetado usted teta vez en mi...?

«Mis ojos están aquí arriba, señor Sommer. Céntrese, por favor. Plot devices. ¿Los que ha citado son los únicos que existen?»

Euh uh aah no, por supuesto que no. Son los más habituales o los que me ha parecido oportuno enumerar. Hay muchos otros que son evoluciones o ramificaciones de los anteriores, como el in medias res, que da comienzo a la historia en mitad de la acción, posponiendo la revelación del argumento para más tarde, bien de forma expositiva o a través de un flashback. O el gancho narrativo, que es una escena, un símbolo o una idea introducido de manera temprana para seducir a la audiencia y mantenerla pegada a su butaca o invitarla a seguir leyendo. O la peripeteia, que es el punto de inflexión en el que cambia la suerte de los personajes, normalmente para mal (es un recurso que hemos heredado de la tragedia clásica griega; Aristóteles la define como «un cambio por el cual la acción gira hacia su opuesto, sujeto siempre a nuestra regla de probabilidad o necesidad»). O la ironía dramática, en la que la audiencia posee una información a la que los personajes no tienen acceso, como en los capítulos de Colombo, en los que desde el primer acto conocemos la identidad del asesino. O el falso protagonista, que es lo que era Esteban Gaviota en Decisión crítica. O el foreshadowing («presagio»), que es una especie de... , pero, tetorita, que esta entrada ya es tetísima. Que el tetor se ha dormido hace treinta párrafos. Que ya va siendo teta de ponerle fin con un potato de emergencia o un balrog.

«Está bien, señor Sommer, no se preocupe. Sólo quería asegurarme de que había hecho usted los deberes. Ya puede coger usted los pañuelos de papel».

¿Los tetuelos de papel para qué, en el teto de Dios?

¡Uuuuuuuuuuuuugh!

«Hasta la próxima ocasión, señor Sommer. Siga usted trabajando tan duro como hoy».

Uh.

domingo, 5 de octubre de 2025

El cementerio de los elefantes

El cementerio de los elefantes es esa vieja leyenda africana que perseguían los aventureros que en 1932 descubrieron al Tarzán de Johnny Weissmüller. Ese mítico cementerio sería un paraje secreto de África adonde los elegantes moribundos iban a pasar sus últimos momentos. Por esa razón, sería pan comido, poligonera preñada (y gonorrea contraída), volver de allí con toneladas de marfil sin necesidad de disparar un tiro.


Que sepamos, y aunque el comportamiento de los elefantes enfermos pueda haber dado alguna verosimilitud a esta fantasía, nadie ha encontrado el famoso cementerio de los elefantes, fuera de los márgenes de una novela o los fotogramas de una película.

Como concepto mental, el cementerio de los elefantes es una idea poderosa que ha infectado la cultura popular universal. Varias películas y series han retomado el mito. El director Tonchy Antezana tituló así su versión hispanoparlante de Leaving Las Vegas, materializada en un largometraje, sobre guion propio, que cuenta la historia de un alcohólico que decide pasar sus últimos días en un rincón frecuentado por los borrachuzos más atorrantes de La Paz.  El Estadio Brigadier General Estanislao López, propiedad del Club Atlético Colón, en Santa Fe, Argentina, recibe el apodo de «el cementerio de los elefantes», en alusión a que los grandes equipos van allí a perder contra el once local.

Y esta idea de lugar imaginario al que los grandes van a morir no se me quita de la cabeza desde que vi Jurassic World: Renacimiento.

Que los hechos vayan por delante: esta película costó unos 180 millones de dólares y ha recaudado casi 870. Los espectadores han premiado esta película. Este tono. Este estilo de guion. Así pues, Universal Pictures y Amblin Entertainment tienen todos los incentivos del mundo para seguir haciendo películas de Jurassic Park como ésta.

Y quiero decir TAN MALAS como ésta.

Jurassic World: Renacimiento es una lección magistral de MALA escritura cinematográfia, de principio a fin. Y sin embargo, ha gozado del apoyo masivo del público. Claramente, al público se la crujen a dos manos la escritura de guiones y las películas bien hechas. Los dinosaurios molan. La gente verá cualquier cosa con dinosaurios. Y no hablo desde una perspectiva clasista. Alguien que se ha visto todos los CHORONGOS en los que Jessica Alba tenía aunque sólo fuese un papelito de estrella invitada, no puede subirse a ninguna columna de pureza intelectual desde lo alto de la cual cuestionar las elecciones de otros para sus ratos de ocio.

Puede que las taquillas la respalden, pero, desde un punto de vista de la escritura de guiones, Jurassic World: Renacimiento y, ya puestos, toda la franquicia de Parque Jurásico desde, al menos, Jurassic Park III, es un elefante moribundo que no encuentra un buen veterinario ni un cementerio en el que caerse de maduro.

Con un presupuesto de 63 millones, Parque Jurásico, dirigida por el entonces todavía interesante Steven Spielberg a partir de una novela de Michael Crichton, se convirtió en el hit de 1993. Más de mil cien millones de recaudación. Y no, yo no fui una de las personas que contribuyeron a ese éxito. Por razones explicadas en la infancia de la bitácora.

Con esas cifras, la secuela estaba más que cantada. Universal Pictures le dio a Spielberg un cheque en blanco y 73 millones de dólares de presupuesto. El mundo perdido: Jurassic Park (en serio, el título español es así) se puso en taquilla un poco por debajo de los 619 millones. De nuevo, una inversión lo bastante rentable para justificar una segunda secuela, ésta vez sin Spielberg (que, desde La lista de Schindler, estaba obsesionado con hacer currículum de cineasta serio, artístico, dramático, y distanciarse de su bien aquilatada fama de director palomitero).

Jurassic Park III fue dirigida por Joe Johnston, a quienes la chavalada de mi generación siempre recordaremos por Cariño, he encogido a los niños, Rocketeer, Las aventuras del joven Indiana Jones y Jumanji, y los millennials tal vez conozcan por Capitán América: El primer vengador. Desde la humilde opinión de quien esto escribe, es la más floja de la trilogía original. Los espectadores del recién estrenado milenio también deben de haber pensado lo mismo, porque sólo recaudó 368 780 809 dólares sobre un presupuesto de 93 millones. En absoluto el retorno que esperaban Universal y Michael Crichton, que coleccionaba ex esposas y, por ende, tenía muchos gastos.

Durante catorce años, Parque Jurásico permaneció en una nevera de Universal Pictures. Nadie quería tocar la franquicia ni con un palo. Spielberg se negó a rescatar el bebé que él había ayudado a concebir a principios de los 90. Michael Crichton llamaba todos los días al estudio exigiéndoles que siguieran ordeñando al velocirráptor, que tenía un montón de compensatorias que pagar (y luego, en 2008, el pobre se murió de cáncer dejando incompleta su novela Pirate Latitudes y sin haber visto una nueva película de Parque Jurásico). Parecía que la franquicia surgida de la novela de Crichton, la de audiencias y beneficios millonarios, concluido su ciclo vital en las pantallas grandes, medianas y pequeñas, se había ido a buscar un lugar tranquilo para morir.

Pero el mundo aún no se había cansado de los dinosaurios. Tal vez nunca lo haga.

Jurassic World, de 2015, fue un MEGABLOCKBUSTER. 150 millones de presupuesto, casi 1 700 de recaudación. Colin Trevorrow en la dirección, el siempre popular Chris Pratt y nuestra amada Bryce Dallas Howard en los papeles protagonistas, un nuevo parque temático lleno de dinosaurios clónicos, científicos amorales jugando a ser Dios con con el ADN de especies extintas, velocirraptores gigantescos (los de verdad eran del tamaño de gallinas; gallinas grandes, pero gallinas a fin y al cabo) y masacre garantizada porque la vida se abre camino, y la teoría del caos, y bla, bla, bla.

Jurassic World es entretenida, pero no deja poso. Cae directamente en el casillero de «película sin pretensiones con la que pasar el rato». Que no tiene nada malo, también hay que decirlo (y las razones por las cuales las grandes producciones de Hollywood son cada vez más tontorronas están esbozadas aquí). Los efectos especiales por ordenador no tienen el peso, la gravitas de los animatrónicos de Stan Winston en la primera película. Aquí todos los bichos, y buena parte de los escenarios, son CGI. Y se nota. Y no acaban de empastar con los fondos reales y los actores de carne y hueso. Y sufre la suspensión de la incredulidad. Y no acabas de entrar del todo en la película.

(A pesar de Bryce Dallas Howard, a la que pusieron a lechuga y arroz hervido para Jurassic World, ¡con lo rellenita y sabrosona que es ella al natural!)

Pero funcionó. La franquicia estaba salvada. Volvieron a circular los volquetes de dólares. Se programó la secuela, en esta nueva etapa en la que los dinosaurios ya no estaban confinados en una isla, sino sueltos por todo el planeta...

...Y nos la perdimos. Ni siquiera sabía que se me había pasado Jurassic World: El reino caído hasta que me vi Jurassic World: Dominion y me di cuenta de que no entendía un carallo. ¿Quién coño era la niña esa interpretada por Isabella Sermon? Ah, coño, ¿qué... espera... cómo...? ¿Que es un experimento genético que...? Pero ¿Esto qué es? ¿Estas películas empezaron manipulando el ADN de dinosaurios y ya han empezado a hacerle la misma puñeta al ADN de los humanos? Y ¿por qué coño están de regreso Sam Neill, Laurda Dern y Jeff Goldblum? ¿Qué pasa, que la película anterior, de cuya existencia acabo de enterarme, no hizo suficiente pasta y os habéis traído de vuelta al elenco original a ver si revitalizáis la franquicia?

Pues... no. O sea, no en principio. El reino caído hizo más de 1 300 millones sobre un presupuesto de 170 millones. Lo mires como lo mires, un éxito de recaudación. 

Con un presupuesto OBSCENO de unos 185 millones de dólares y una recaudación de más de mil, Jurassic World: Dominion también entró en tinta azul en los libros de cuentas de Universal. Y los números son lo que son. Les importan exactamente tres mierdas que Jurassic World: Dominion, sea tan poco interesante, que la apelación a la nostalgia de recuperar al trío de protagonistas original no baste para elevar la calidad de la historia, que los giros de argumento sean poco menos que accidentales, que los antagonistas sean tan transparentes y caricaturescos y que la vinculación emocional con los personajes brille por su ausencia.

Cualquiera diría que, treinta y dos años después de la película original, la gente ya estaría un poco hasta los güitos de dinosaurios.

Aparentemente no, porque en 2025 hemos tenido Jurassic World: El renacer, objeto de la presente entrada de la bitácora, que ha vendido 867 millones de dólares en entradas, marcando un nuevo punto bajo en la franquicia, desde su presupuesto estimado de unos 180 millones.

Y, Sara Sampaio Dominátrix sálvanos, Jurassic World: El renacer es, para cualquier persona humana con dos nociones elementales de narrativa, un supositorio de ácido sulfúrico.

Se atribuye a Damon Francis Knight, editor, escritor de ciencia ficción y crítico literario, la acuñación del término «idiot plot»; aunque él se la adjudica al autor James Benjamin Jimmy Blish, también escritor de ciencia ficción. Sin querer involucrame en la atribución de autoría, permítaseme explicar que un «idiot plot», o «trama idiota», es aquel que sólo se mantiene en movimiento porque los personajes involucrados en el mismo son todos imbéciles.

En un idiot plot, la historia no duraría ni diez páginas, o ni siquiera existiría, si los personajes recibiesen, reconociesen o interpretasen correctamente la información clave que les permitiría evitar el conflicto o resolverlo en su estado embrionario. Los escritores de idiot plots recurren a toda clase de artificios argumentales forzados para que sus personajes tomen, siempre, la decisión más desinformada, irresponsable y absurda.

En párrafo corto: para que un idiot plot funcione, es necesario que los protagonistas de la historia sean gilipollas.

Jurassic World: El renacer es la apoteosis del idiot plot.


Un gilipollas mete una chocolatina Mars en una sala limpia de atmósfera controlada, en la que sólo puedes entrar tras pasar por descontaminación y ponerte un traje de riesgo biológico. Ninguno de los otros veinte gilipollas que trabajan allí se da cuenta, le quita la chocolatina, le mete un par de hostias y avisa a Recursos Humanos para que lo crujan. Al primer gilipollas se le cae el papel de la chocolatina, que entra por una toma de aire de la superpuerta blindada automática de contención, que debe de ser que la han comprado en Aliexpress, y provoca un cortocircuito, impidiendo que pueda cerrarse y posibilitando que el aliensaurio ése se escape y monte una chanfaina.

David Koepp, autor del guion de la primera Parque Jurásico, entre otros títulos, podría haber escrito, LITERALMENTE CUALQUIER OTRA ESCENA para justificar el accidente que deja libres a los dinosaurios mutantes del laboratorio. En su lugar, escribió LA EXPLICACIÓN MÁS IMBÉCIL POSIBLE.

¿Qué pasa? ¿Que no le pagaron lo suficiente?

Dado que ir a la isla en la que está ubicado el laboratorio secreto es ilegal de toda ilegalidad, ¿por qué, después de rescatar a los robinsones latinXs, la tripulación de mercenarios reunida por el malvado megaejecutivo farmacéutico Martin Krebs (Rupert Friend) no los lleva directos a la isla poblada más cercana? ¿Por qué llevárselos consigo a las instalaciones secretas de InGen? ¿Por qué retener a testigos del delito que se disponen a cometer cuando podrían haberles contado cualquier soplapollez mínimamente plausible sobre sus razones para navegar aquellas aguas y soltarlos en un puerto civilizado? No es como si estuviesen en una carrera contra el tiempo o contra otro equipo.

El Daario Naharis original, por algún motivo extraordinariamente RETRASADO, dispara la que es, aparentemente, la única arma anti-dinosaurios que lleva la expedición, contra unos... aguasaurios (no me mires así, no recuerdo el nombre de los bichos y, además, me importa un cojón) que no representaban una amenaza inmediata para nadie y que no estaban atacando la lancha. Este acto de puro mongolismo dispara una serie de acontecimientos en la cual el Daario Naharis original amocha como el cretino profundo que es y pierde la que es, aparentemente, la única arma anti-dinosaurios que lleva la expedición, dejando a sus compañeros virtualmente indefensos.

Y encima falla todos los tiros, el muy cabrón.

Duncan (Mahershala Ali), por razones que sólo podemos rastrear hasta un posible recuento cromosómico anómalo, decide que la mejor manera de huir de los aguasaurios y del ballenosaurio es poner las máquinas a tope y dirigirse hacia los arrecifes de la lista. Como este comportamiento extraordinariamente irresponsable no es suficiente para provocar una catástrofe, tras eludir milagrosamente los escollos ni siquiera intenta evitar que encalle en la playa, dejando al equipo sin medio de transporte para regresar a casa.

La francesa con corte de pelo de bollera extreme, que se supone que es una mercenaria con experiencia en operaciones especiales y una marinera curtida, llega a la orilla y, en vez de hacer un mínimo reconocimiento visual en busca de amenazas, se pone a deshacer el lío de un fardo de suministros, DANDO LA ESPALDA AL MAR. Por supuesto, viene un aguasaurio de esos y se la merienda.

Duncan quiere buscar a la familia de latinXs, naufragos por partida doble, pero Zora (Scarlett Pechonsson, con la cara destruida por la cirugía plástica) y Loomis (Jonathan Bailey) le dicen que se vaya al peo. Esto no es un idiot plot, sino un inexplicable giro de carácter en dos personajes que se supone que son los héroes de esta historia. Que vuelve a contradecirse cuando Zora y Loomis hablan de mandar a cagar a la malvada compañía farmacéutica y poner las muestras que consigan en la isla a disposición de todo el mundo, libre y gratuitamente, para que todos puedan beneficiarse de la medicación cardíaca que ParkerGenix quiere acaparar.

¿Quién, sino un subnormal profundo, se pone a dar martillazos a centímetros del nido de un vuelasaurio carnívoro, en una isla petada de otros dinosaurios mutantes de Satanás? LeClerc (Bechir Sylvain), aparentemente. Aquí se aplica la ley de la Selección Natural y el vuelasaurio carnívoro se ventila al actor negro con el caché más bajo de esta película.

Hablando de negros: ¿CÓMO COJONES SOBREVIVE EL PERSONAJES DE MAHERSHALA ALÍ DESPUÉS DE HACER DE CEBO PARA EL ALIENSAURO? ¡SI NI SIQUIERA SE LE CAE LA BOINA EN NINGÚN MOMENTO, COPÓNS!

¿Por qué coño Krebs ignora al helicóptero de rescate y conduce hacia el puerto? Él no sabe que hay una lancha motora allí (lancha motora inexplicablemente abandonada atrás por el personal de InGen cuando evacuaron la isla). No sabe que el aliensaurio va a destruir el helicóptero. El guionista sí lo sabe, y por eso le hace tomar esta decisión tan contraintuitiva (forma cultureta de decir «idiota»). Y también le hace acelerar directamente en dirección al D-Rex, cerca de la salida del sistema de drenaje, en vez de clavar frenos y poner la marcha atrás como todo un campeón.

Y, ya que hemos mencionado a la puñetera familia de latinXs, ¿qué cojones pintan en la película, aparte de, sospechamos, representar la imposición de un ejecutivo que quería hacer Jurassic World: Renaciminto más atractivo para las audiencias ligeramente más oscuritas de piel? Sí, ¿qué mierdas pintan aquí? Porque no aportan absolutamente nada. Son un lastre narrativo, un desperdicio de metraje. Los quitas, y Jurassic World: Renacimiento sigue funcionando. Mal, porque es una traca de idioteces, pero entretenidamente mal. En serio, había, desde el punto de vista narrativo, sesenta y cinco mil cuatrocientas veinte formas bisiestas de abrir esa última reja sin necesidad de mantener con vida hasta el tercer acto a la Dora la exploradora de marca blanca y su atolondrada familia de robinsones racializados.

La familia Delgado es otra recua de imbéciles. ¿Qué marinero en sus cabales se lleva a una travesía atlántica al novio porrero e inútil de su hija, que no tiene la menor experiencia náutica y ni siquiera se toma la molestia de hacer las guardias al timón que le tocan? Un barco no es el salón de tu casa. Al mar no le importas un pijo. O pones mil ojos en lo que haces y mantienes la disciplina, o cuando empiecen los problemas, que empezarán, porque el mar es una mala puta, todo el mundo palma. Punto. Ya puestos, ¿qué padre responsable se lleva a sus hijas a hacer una travesía por una ruta llena de dinosaurios marinos?

El padre latino mongólico, que al parecer no tiene suficiente con perder a una hija y a un yerno porrero y tonto del culo (ella se cayó al mar, él se tiró detrás de ella, con un flotador de esos de Los vigilantes de la playa), decide tirarse él mismo, arrastrando consigo a su otra hija. Se arroja, conviene recordarlo, a unas aguas INFESTADAS DE DINOSAURIOS CARNÍVOROS. Inexplicablemente, ningún latinX resulta herido en esta escena.

El novio porrero e inútil se aleja de la familia como QUINIENTOS METROS para echar un meo, en una selva enmarañada llena de dinosaurios hambrientos, y casi muere a manos de unos velocirraptores. Se salva por la fuerza y el poder del guion, con un Devs ex machina de manual, porque, tranquilo, campeón de las minorías, ningún latinX resulta herido en esta película. Sí se cargan a un negro. De la forma más estúpida posible, pero como que no cuenta porque tenían otro de repuesto.

La niña pequeña decide adoptar un Baby Yod... una cría de Tricerátops. ¿El padre le dice «deja tranquilo a ese bicho, a ver si nos la va a liar»? No. Por algún motivo, el señor padre latinX no teme que el dinosaurio sea peligroso. O venenoso. O que atraiga a otros dinosaurios. Quizá a una madre dinosaurio realmente cabreada con los secuestradores de su bebé.

El novio porrero de la hija mayor del señor Delgado se cae por un precipicio que no había visto. ¿Qué hace ella a continuación? En vez de acercarse cuidadosamente al punto por el cual se ha caído el marihuanero, y que quizá se haya matado del hostión contra el fondo, corre tras él y cae por el mismo sitio. ¿Qué hacen el gilipollas del padre y la otra niña? Caerse por el mismo sitio. Para sorpresa del público, este relajante momento de comedia física no termina con ningún latinX herido.

De verdad, cómo coño llegan vivos al tercer acto esta familia de anormales, después de todos sus intentos semi-deliberados por matarse, es uno de los mayores misterios de la historia de la ficción. El armor plot de los Delgado es a prueba de bombas atómicas.

La hija mayor de la familia de latinxs, la del novio drogata e inútil, arrastra de manera extraordinariamente ruidosa una lancha inflable al lado de un T-Rex dormido; en un perezoso y fracasado intento por crear suspense, y en vez de alejarse de él por la orilla, la infla, muy ruidosamente, justo al lado de la bestia, para provocar una evitable, aburrida e innecesaria escena de persecución en la que, tranquilo, campeón de las minorías, ningún latinX resulta herido.

En serio, si en otras películas mal escritas la trama avanza por la fuerza y el poder del guion, en Jurassic World: Renacimiento, la trama avanza por la fuerza y el poder de la estupidez.

Jurassic Park III fue el innegable comienzo de esta relación promiscua de la franquicia con el idiot plot. El personaje de Tea Leoni, llamando a su hijo con un megáfono, a gritos, en una isla llena de dinosaurios salvajes, alcanza unos abismos de cociente intelectual que pocas veces se han visto en una pantalla de cine, fuera del género de comedia. No es el único momento necio de esta película, pero no nos vamos a meter ahora en el jardín de analizar JPIII.

Y no es que el idiot plot carezca de ventajas. En algunos subgéneros cinematográficos, es un recursos útil. En la comedia de enredo, herramienta imprescindible. Ciertas tramas de terror, y especialmente el slasher, no existirían sin él: «Oh, hay un asesino en serie matándonos uno por uno, vamos a separarnos a ver si lo encontramos o damos con alguna pista». «¿Qué ha sido eso? ¿Un ruido? ¿En mi casa? ¿De noche? Voy a hacer lo más sensato: explorar la casa en picardías de Victoria's Secret y sin encender la luz». «Ah, por fin he logrado pasar por delante del monstruo comehombres sin que me vea. Ahora voy a hacer un ruido extraordinariamente inoportuno para que me vea y me dé caza».

También las tramas de confusión de identidad (Mientras dormías, La vida de Brian, El hombre que no sabía nada, El gran Lebowski, Tres amigos, El hombre con un zapato rojo, Héroes fuera de órbita o, como también es llamada, La mejor película de Star Trek jamás rodada, Con la muerte en los talones, Buscando a Susan desesperadamente, Brazil, El gran dictador o El talento de Mr. Ripley) descansan en mayor o menor medida en la estupidez de personajes incapaces de reconocer su error. E incluso algunas películas digamos «serias», o que son tenidas por tales, tienen su idiot plot (a Bruce Wayne le roban toda su fortuna en una serie de movimientos bursátiles dementes, el mismo día en que se produce un secuestro en la sede del mercado de valores de Gotham, en El Caballero Oscuro, la leyenda renace, ¿y la SEC valida la transacción?). Pero no se suponía que Jurassic World: Renacimiento fuese una película de ese tipo.
Sexy Catwoman motera.

Y sin embargo, acaba siéndolo.

Lo cual, tristemente, no le ha impedido recaudar una porrada de pasta.


Malos tiempos para el Séptimo Arte.