sábado, 5 de abril de 2025

Ni frío ni calor y algunos GIFs de Jessica (ésa no, la otra)

Hellboy: The Crooked Man no es buena, lo cual es lamentable. Pero tampoco es absolutamente mala, lo cual es, de lejos, muchísimo peor.

Resulta descorazonador irse a la Internet Movie Database y constatar que la primera Hellboy, película de Guillermo del Toro que suponía la primera aproximación cinematográfica al personaje creado por Mike Mignola para Dark Horse en 1993, se estrenó en Estados Unidos el 2 de abril de 2004.

Eso son VEINTIÚN PUTOS AÑOS, oh conspicuo lector.


La película de orígenes de un superhéroe del cual, fuera del círculo de los frikis pata negra como el autor de estas líneas y sus cuatro lectores mal contados, poca gente había oído hablar, tenía todas las rifas para ser un desastre y no lo fue por el pelo del chumino de una novicia: género cinematográfico de nicho, personaje virtualmente desconocido para el gran público, universo visual imposible de materializar con un mínimo de dignidad en la pantalla sin desembolsar un costal de panoja, autor dotado de una firma de estilo personal y característica que no es del agrado de todas las audiencias (o te encanta o lo odias, no hay término medio), inicio de una franquicia que tenía que apelar a nuevos espectadores sin poner demasiado a prueba la paciencia de los fans del material original, ejecutivos que no entendían al personaje, que eran demasiado vagos para leerse los cómics y que, con sus menguadas neuronas, necesitaban que Hellboy se pareciese a algo que ya conocían para considerar siquiera la posibilidad de dar luz verde al proyecto...

No, en serio. Del Toro se pasó SEIS AÑOS buscando financiación, y las respuestas, sugerencias y obsesiones de los potenciales productores eran cada vez más psilocibínicas. «El protagonista ¿podría ser un tío normal, incluso tirillas, que cuando se cabrea se convierte en Hellboy?» «¿Qué tal si se llama Hellboy, y lo invocan desde el infierno y, cuando llega, resulta que es un tío normal y corriente?» «¿Podría tener un Hellmóvil? ¿Y un perro del infierno?» «No tiene por qué ser rojo, ¿verdad?» «No le vas a poner la cola, ¿cierto?» «No va a tener cuernos, ¿a que no?» «Venga, hombre, no jodas. ¿Ron Perlman? Ese tío es un don Nadie. Vas a encontrarnos a otro actor, ¿verdad?» Del Toro, que se odiará hasta mil años después de muerto por todas sus cesiones a la productora cuando rodó Mimic, su primera película en Hollywood (y un verdadero desastre de taquilla), perseveró. Si no podía hacer la Hellboy que quería hacer y con el actor que había escogido, prefería no hacerla.
(Ron Perlman, amigo personal del director mexicano desde que trabajaron juntos en Cronos y Blade II, llegó a decirle que, si él era el problema para conseguir financiación, de buena gana se haría a un lado. «I told him, ‘It was enough for me to know how hard you tried. Just make the movie and I’ll come on opening night and cheer for you.’»).

Con un presupuesto de 66 millones de dólares (Tom Sherak, de Revolution Studios, confesó años más tarde que habría soltado más viruta, si Del Toro la hubiese pedido) y una recaudación de bastante menos de cien millones, Hellboy debería haberse consignado en los libros de contabilidad como un fracaso. Y eso que el argumento era atractivo y el desarrollo de la historia, convincente y fluido. La dirección era competente. El suspense estaba conseguido. Los protagonistas sabían hacerse atractivos e incluso entrañables. Ron Perlman parecía haber nacido para interpretar al personaje (aunque ya tenía más de cincuenta palos cuando terminó el rodaje). Selma Blair aportaba la dosis justa de fragilidad y arrojo que necesita el personaje de Liz Sherman. El fallecido John Hurt rompía las costuras en su papel de Trevor Bruttenholm, mentor y figura paterna de Hellboy. Jeffery Tambor era un alivio cómico agradecido. Karel Roden, Biddy Hodson y Ladislav Beran convencían como villanos sólidos y transmitían la sensación correcta que debe inspirar un antagonista: que tiene posibilidades de salirse con la suya y ganar.
(Para poner en contexto lo RIDÍCULO del presupuesto asignado a Hellboy, ahí van unas cifras de la época: X-Men 2 costó más de 110 millones de dólares de 2003, equivalentes a más de 190 millones de hoy en día, y recaudó más de cuatrocientos en todo el mundo, si bien no podemos ni debemos comparar la popularidad de los mutantes de Marvel con la del demonio de Mike Mignola. El señor de los anillos: El retorno del rey, también de 2003, costó 94 millones y recaudó más de mil cien. Una vez más, la popularidad de estas dos franquicias no es ni remotamente comparable a la de Hellboy. Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra: 140 millones de producción, más de seiscientos cincuenta de recaudación. En resumen: Del Toro rodó su película con poco más de lo que costaron las dos entregas de Kill Bill y por aproximadamente lo mismo que se comieron La sonrisa de Mona Lisa de Mike Newell, Collateral de Michael Mann y El bosque de M. Night Ramalamadingdong; por mucho menos de lo que costó Los increíbles y por una fracción del coste de producción de Harry Potter y el prisionero de Azakaban o Spider-man 2 y hasta la horrorosa Van Helsing y la absurda Una serie de catastróficas desdichas de Lemony Snicket por más que la una tuviese a Hugh Jackman en el pináculo de su popularidad y a la bellísima y adorable Kate Beckinsale y la otra al antaño taquillero y ubicuo Jim Carrey).

Alabada por el público, que no obstante prefirió alquilarla en DVD o verla de gratis en casa cuando la pasasen por la tele, escarnecida por algunos críticos de cine, alabada por otros, la primera Hellboy no fue un rotundo fracaso de taquilla pero tampoco el éxito que merecía. Hasta que empezó a entrar la pasta de los DVDs, el título fundacional de la frustrada trilogía esperó en una tierra de nadie. Ni frío ni calor. Cero grados. La posibilidad de una secuela quedaba casi descartada pero eh, Del Toro había firmado Blade II, una superproducción de 54 millones que había recaudado 155 en todo el mundo, así que Sony Pictures decidió darle al director mexicano una segunda oportunidad con una secuela de las aventuras del demonio de la mano de piedra.
(Se conoce que no nos pidieron nuestra opinión al respecto. En la bitácora, consideramos el Blade II de Del toro una cinta predecible, aburrida y el inicio de la decadencia de la saga cinematográfica del Daywalker. Declive que culminó con Blade: Trinity [curiosamente estrenada el mismo año que Hellboy] entretenida pero decepcionante a pesar de los pómulos de Parker Posey y de los de la Jessica Biel crossfitera, que es nuestra segunda Jessica más favorita del mundo y una peligrosa destructora de cámaras de cine muy caras. Y nos la hemos vuelto a ver sólo para no escribir nada de lo que luego tuviésemos que retractarnos. Pero, incluso considerando lo mala que es, hasta la recaudación de la, hasta el momento, última aparición en pantalla grande del cazador de vampiros [al relanzamiento de la franquicia con Mahershala Alí lo ha mirado un tuerto] dobló su presupuesto de rodaje, proeza que Hellboy no había sido capaz de igualar).
¡Esos pooooooomuuuulooooooos!
(¿Qué por qué Blade: Trinity es tan mala, me preguntas, clavando tu carallo en mi pupil...? Espera, ¿cómo era? Blade: Trinity es mala por la voz en off, por el guion perezoso, el montaje que apenas tiene sentido, la mitad de las incomprensibles decisiones de casting [a Dominic Purcell no nos lo creemos como Drácula, y encima es un Drácula de Aliexpress, Ryan Reynolds está insufrible haciendo de Deadpool antes de Deadpool, etecé, etecé], por la niña insufrible a la que hay que rescatar, porque la introducción del personaje de Abigail Whistler, con lo mucho que amamos a Jessica Biel en el Paratroopers, se carga el canon establecido en películas anteriores [se suponía que un vampiro había matado a toda la familia de Whistler, y de repente le inventan una hija extra que acabamos de descubrir que existe, y otro equipo de vampiros del cual Blade no sabía nada], porque hay que creerse que Abigail y Hannibal, a pesar de ser humanos sin ningún tipo de poder especial, pueden, sobre todo Abigail, esmochar vampiros a mamporro limpio tan bien como Blade, por ese final incomprensible [se rodaron como tres versiones diferentes, a cual peor] y porque Wesley Snipes se llevaba a matar con David S. Goyer, guionista y director de este despropósito antes de firmar, con Chirsopher Nolan, el guion de Batman Begins. La relación entre director e intérprete era tan mala que, en una escena en la que Snipes yace sobre una mesa de disección y tiene que abrir los ojos, se negó a hacerlo y tuvieron que pintárselos por ordenador. El resultado da entre risa y CAGALERA).
¡AAAAAAAAAAAAAAAAARGH!

Pero volvamos a Hellboy, que nos dispersamos. Al igual que su predecesora, Hellboy 2: El ejército dorado tampoco fue el acabose en términos de recaudación. Se nota a Del Toro más contenido, hasta el punto de que la película es visualmente casi claustrofóbica, tanto como se explicita la necesidad de evitar los costosísimos grandes decorados. Se le nota el esfuerzo al director por exprimir cada dólar en lo verdaderamente importante
sin dispersarse en gastos innecesarios: recrear con dignidad el mundo de fantasía y maravilla en el que transcurre la historia. Hellboy 2 costó ochenta y cinco millones y estoy seguro de que Del Toro contó cada penique. También apuesto que la película habría necesitado otros veinte millones, pero, dado que no llegó a recaudar en entradas ni siquiera el doble de su presupuesto, cuesta imaginar cómo veinte, treinta o cien millones más habrían supuesto una diferencia en el resultado contable, que, no nos engañemos, es lo único que realmente importa a los estudios de cine.
(Salvo en Disney, donde, aparentemente, van a seguir quemando millones haciendo puta mierda que nadie quiere ver hasta que la compañía se vea obligada a acogerse al Artículo 11).

Por el camino hasta el estreno de Hellboy 2, se había caído un acuerdo de distribución con Columbia Pictures, y Revolution Studios, viendo evaporarse la oportunidad de amortizar la cinta a través de los canales comerciales y salas de cine garantizados por el bisnes, gritaron «¡mariquita el último!» y saltaron por la ventana. Universal compró el proyecto. Se descartaron numerosos guiones (en un momento de la preproducción, Hellboy iba a enfrentarse a los cuatro titanes que guardan los cuatro puntos cardinales), buscando, sospechamos, el máximo retorno por la mínima inversión necesaria... y llegó el éxito de El laberinto del fauno, premios de la academia incluidos, y Hellboy 2 recibió el okey, aunque no el presupuesto que habría necesitado. Ni tampoco a Jessica Biel.
Y sigues sin explicarte por qué nos ponen tanto las chicas fibradas.

Rodada con cadenas financieras o no, Hellboy 2 es fabulosa. La mejor, indiscutiblemente, de la saga. El príncipe Nuada (personaje libremente adaptado del Nuada Airgetlamh gaélico de los Tuatha dé Danann) es un antagonista a la altura de Hellboy, y Luke Goss no sólo nos lo hace creíble, sólido e incluso simpático, dentro de sus intenciones genocidas, se entiende, sino que lo inviste de desesperación trágica. La historia es interesante y el espectador invierte en ella sin esfuerzo. Los secundarios son adorables. Los actores se dejan poseer por sus personajes...

Y sin embargo, Hellboy 2 tampoco se pudo celebrar como un éxito contable. Por venta de entradas ni siquiera dobló su presupuesto. O sea que
, con este largometraje, Universal perdió dinero y las ganas de hacer más películas de Hellboy. El plan de Del Toro para cerrar el ciclo de Hellboy se demoró año tras año hasta ser finalmente cancelado en 2017.

¿Las razones por las cuales el Hellboy 3 de Guillermo del Toro nunca existirá? Hay tanta información contradictoria al respecto que cuesta conciliar todas las declaraciones. En 2010 Del Toro estaba escaldado después de tirar por el váter toda la preproducción de esa película de El hobbit que jamás se rodará, proyecto recogido (dígase con acento argentino) por Peter Jackson para ofrecer una trilogía que lamentará durante el resto de su vida «I didn't know what the hell I was doing». Decidido a quitarse el mal sabor de boca, Del Toro se curró Pacific Rim, que, si no las has visto, es el clon de combate de Neon Genesis Evangelion que Gainax se negó a licenciarle (y durante cuyo rodaje Del Toro conquistó un tierno apodo) y La cumbre escarlata, que no están nada mal. Pero el tiempo pasaba y Hellboy 3 seguía sin llegar y, para 2017, Ron Perlman estaba picando ya hojas de su sexagésimo séptimo taco de calendario y, asumámoslo, no tenía el cuerpo para cintas de acción (aunque últimamente nos haya dado Asher y El panadero, no es como si fuesen películas a lo John Wick, la verdad sea dicha).

Parece ser también que Hellboy 3 se frustró por la mala sangre habida entre Del Toro y Mike Mignola («I think we've both evolved in separate directions since the second Hellboy. I look forward to seeing what he will do next, but I do not see us working together again. He has his idea for the next Hellboy but, in all sincerity, I do not see him [realizing] the film. Too much water has flowed under the bridges from Hellboy 2.»). Mala leche que aparentemente comenzó tras el estreno de El ejército dorado. Un tuit del director, prometiendo sentarse con Perlman y Mignola para hablar de Hellboy 3 si el tuit conseguía suficientes votos, parece haber puesto a prueba la paciencia del dibujante californiano, que cuenta una versión diferente de la historia. Según Mignola, era Del Toro el que había renunciado ya a Hellboy 3 y él quien todavía tiraba del carro y estaba trabajando con Andrew Cosby en el guion
de la secuela, Hellboy: Rise of the Blood Queen, del que se conoce al menos una versión de 2016. Según Mignola, Del Toro se había negado en redondo, en cuadrado y en cubo a dirigir aquel guion. Mignola habría intentado que Del Toro permaneciese en el proyecto como productor, porque quería de protagonista a Ron Perlman y el actor, leal a su amigo, había declarado que no estaría implicado en ninguna secuela de Hellboy en la que Del Toro no tuviese mando en plaza. El mexicano se desentendió de todo el asunto y se comprometió con la secuela de Pacific Rim, de la que también acabaría descabalgándose (o siendo sustituido, depende de a quién preguntes) para irse a rodar La forma del agua, que ganó un Oscar y eso, pero que a mí, personalmente, me aburrió a morir y no llegué a ver hasta el final.

Sin embargo, esta versión de los hechos en la que Del Toro sería el único, o por lo menos principal responsable, de que la trilogía de Hellboy se quedase en una bilogía, concilia muy mal con las declaraciones de Del Toro y del propio Mignola ya en 2013, en las que expresaban sus mutuas dudas acerca de una tercera película de Hellboy. Sea como fuere, no tiene sentido fingir que el principal problema de esa Hellboy 3 que ya nunca veremos no fue la pasta. La idea de Guillermo del Toro para su último largo sobre el personaje de los cuernos serruchados era ÉPPPPPPICA. Con un Hellboy convertido en La bestia del Apocalipsis y el mundo entero yéndose al carajo. Del Toro calculaba que la película que quería hacer, que la historia que había desarrollado a lo largo de trece años merecía, no podía hacerse por menos de ciento veinte millones de dólares. Y teniendo en cuenta que las dos primeras cintas sólo habían salido de la zona roja de la rentabilidad a través del alquiler y venta de DVDs (mercado secundario hoy en día cerrado, el uno, y completamente marginal el otro) y de las licencias para televisión, NADIE con dos dedos de frente iba a poner semejante cantidad de pasta.
¡Esos poooooomuuuuloooooorsggggggffffffshhhhhh!

Sea por los motivos que fueren, Hellboy 3 se canceló. Y algunos de nosotros aún lamentamos la oportunidad perdida.

Somos más o menos los mismos que nos lo hicimos todo encima, sólido y líquido, cuando, en plena cresta de la hora de las contrataciones por cuota de diversidad en la industria del cine (cuando si eras inmigrante, negro, obeso, lesbiana, autista, transexual o todo lo anterior a la vez, tenías más posibilidades de acabar firmando un guion para La guerra de las galaxias, por ejemplo, que si conocías el material o, simplemente, sabías leer y escribir), se anunció una secuela de Hellboy que, a su vez, sería un reinicio de la franquicia con nuevo actor protagonista y nuevo director.

Hellboy 2019 fue una montaña rusa, o
una transacción de Yogulado, antes incluso de su estreno. David Harbour tomaba el testigo de las manos de Ron Perlman en el papel protagonista. Eso sel bueno. No necesitas ser un fan de Stranger Things para amar a este hombre, que es un tipo majísimo y un actor COJONUDO. Y sus primeras imágenes caracterizado nos pusieron el cipote como la aldaba de una iglesia. Nimue (Milla Jovovich), la antagonista, en fin... Milla es una mujer preciosa, aunque como actriz deje mucho que desear. Eso sel malo. Neil Marshall como director. ¡Hostia puta! ¡El director de Dog Soldiers, The Descent y Centurión! Eso sel bueno. Guion de Andrew Cosby supervisado por el propio Mignola (¿recuerdas ese guion que Mignola afirma haber presentado a Guillermo del Toro en 2016 ó 2017?). ¿Andrew qué? A ver qué coño ha hecho este tío antes... Uh uuuh uh o sea ¿básicamente nada? Eso sel malo. Ian McShane en un papel secundario de lujo. Eso sel bueno.

Entonces se estrenó Hellboy 2019, justo antes de que nos cayese del cielo el regalito del confinamiento pandémico, que dolió más que una docena de hostias de Abigail Whistler.

Se estrenó Hellboy 2019, y se comió una hostia MONUMENTAL. Cincuenta millones de presupuesto, cincuenta y cinco de recaudación global. El público la odió. Los críticos se hicieron caca en ella. Y no es un secreto para nadie por qué esta película defraudó a todo el mundo: descontando la interpretación de David Harbour, que recibió un montón de mierda inmerecida por este largometraje, todo está mal en Hellboy 2019. TODO. Y lo que no está mal está PEOR. Un guion que es un refrito agusanado y medio crudo de Darkness Calls, The Wild Hunt y The Storm and the Fury. Un rodaje de pesadilla, con los productores Lawrence Gordon y Lloyd Levin cuestionando cada puta decisión del director, dando instrucciones a los actores en su lugar, despidiendo al director de fotografía, Sam McCurdy, para humillar a Marshall y recordarle quién mandaba realmente en el plató, y tocando las pelotas también durante la postproducción, alegaciones que los abogados de Levin niegan. El impostado acento británico de Sasha Lane que cabreó a las audiencias de Las Islas. Reescrituras del guion sobre la marcha, una vez ya comenzado el rodaje. Enmiendas hechas no por los guionistas ni el director, sino ¡POR LOS ACTORES, WHAT THE FUCK?! Alegaciones de que David Harbour acabó tan hasta sus pelotas pintadas de escarlata que se negó a filmar más tomas para Marshall. Un montaje necio sobre el cual el director de Dog Soldiers, que se rumorea sólo aceptó el encargo porque no encontraba financiación para las películas de bajo presupuesto y alto retorno en las que se ha especializado, niega cualquier responsabilidad hasta el punto de afirmar, parafraseamos, que que querría cortar su nombre de los créditos de Hellboy 2019 con el láser de nuestra cazavampiros preferida:
«"It was the worst professional experience of my life. The script was shit. The decision to make the film was a mistake. I signed up to it because they pitched this idea of 'we want to do the horror version of Hellboy. We want to bring you and make a really darker, horror version.' And then I quickly found out that A: the script was terrible. B: it was never going to get better before we shot it, despite many attempts. You can't polish a turd, no matter how much you try. And I would have all creative control taken away from me to extreme levels. There's nothing of me in that movie.»
(De esta entrevista con The Critical Drinker).

Probablemente Hellboy 2019 sólo exista porque Deadpool había demostrado que era posible hacer una película de clasificación R con taquilla millonaria.

Que pena que, a diferencia de Deadpool, Hellboy 2019 sea un completo mojón. Hasta Blade: Trinity parece buena en comparación. Y no solamente porque nuestra segunda Jessica preferida esté especialmente maciza en esa peli.
¡Esooooos brazaaaacooooooooorsghblashflagsplabs!

A Neil Marshall le vendieron la moto de que iba a rodar una versión adulta de Hellboy, que le iban a permitir rodarla como si fuese una película de terror. Y se encontró con un guion cerrado escrito por un completo papanatas. Con un reparto intocable. Con productores mandones y entrometidos que dinamitaban su proceso creativo y le desautorizaban ante los actores y los técnicos. El público y los fans del personaje recompensaron sus pesares limpiándose el esmegma de los cipotes en la película. Y entonces sí que nos dijimos, «se acabó. No volveremos a ver una película de imagen real de Hellboy en esta generación».

Ojalá hubiésemos tenido razón.
Encuentra las siete diferencias.

Y, si eres veterano de la bitácora, ya habrás detectado nuestra tendencia a inflar la introducción de las entradas cuando realmente no tenemos nada bueno que decir sobre el tema escogido para el post pero tampoco queremos emprenderla a toñas con él.

Nunca creí que nadie se atrevería a perpetrar una película que hiciese buena al malísimo Hellboy de Neil Marshall.

Hasta ahora.

Hellboy: The Crooked Man es una mala decisión de principio a fin, salpicada por pequeños diamantes que la hacen aún más ignominiosa. Que insinúan la buena, quizá incluso la GRAN película que podría haber sido. Con más presupuesto. Con otro director. Con otro guionista. Con otros actores. Hellboy: The Crooked Man no es terrible, pero tampoco es buena. Libremente adaptada del cómic homónimo publicado en 2010, esta película fracasa en todo lo que las dos películas de Del Toro y la de Marshall lograron sin esforzarse: no consigue que nos creamos a Jack Kesy como Hellboy (con los pobres medios a disposición de la producción, el pobre hombre parece un triste cosplayer de Comic Con regional), no consigue que nos sumerjamos en su mundo, que nos importe un choto la historia, y tampoco consigue que pasemos miedo, como era su propósito nada disimulado.

Los efectos especiales por ordenador parecen hechos a pedales. Los veinte millones de presupuesto de la película gritan «¡POBREEEEEEE!» en cada puto plano (hay tal vez media docena de escenarios, que así se ahorra, y se filmó en Bulgaria, donde todo es más barato, durante como mes y medio, o sea rapidito, otra vez para contener el gasto). Salvo Adeline Rudolph, que da vida Bobbie Jo Song, una novata del B.P.R.D. en su primera misión de campo, y está COLOSAL en esta triste excusa de película, y Leah McNamara como la putibruja zorrupia Effie Kolb (teniendo presentes los ramalazos que recuerdan al personaje de Sheri Moon en Los renegados del diablo), el resto del reparto está más bien ausente. Como ido. Un puñado de porreros hasta el culo de hachís lo habría hecho mejor. No ayuda que la dirección de actores sea tan mala. 
Demasiado a menudo, el director de Hellboy: The Crooked Man tiene a sus actores en plano, sentados en una habitación, haciendo NADA (Hellboy enciende un cigarrillo, le da unas caladas, dice un par de cosas que no vienen a cuento, le da otro par de caladas a su piti), o caminando durante MINUTOS de metraje, como si la acción pudiese esperar, como si los espectadores estuviésemos genuinamente interesados en ver a tres personajes perdiendo miserablemente nuestro tiempo hasta que el director decida que ha llegado el momento de que prosiga el segundo acto. Demasiado a menudo, Hellboy: The Crooked Man parece un fan film que un grupo de entusiastas del personaje, con más corazón que talento o medios, hayan subido a Youtube, o una peli desganada de Uwe Boll (sólo Bloodrayne es ligeramente más tediosa).

El argumento de HTCM es interesante y podría haberse desarrollado en una buena historia. Algunos de los secundarios no lo hacen mal (y, repetimos, que lo que es justo es justo y, además, es de justicia: Adeline Rudolph lo hace de PUTÍSIMA MADRE). La fotografía no es mala, aunque la música es mejorable y recalcitrantemente inoportuna. La ambientación no desentonaría si no luciese tan atorrante. El antagonista es aterrador y sólido. Hay momentos de desasosiego, que no de verdadero terror, bien conseguidos aunque, con pésimo sentido del equilibrio y el ritmo, el montaje amateur hace que estos episodios se pisen unos a otros, anestesiando a un espectador incapaz de procesar tanto suspense.
¡Menudo hallazgo de actriz!

Incluso considerando sus escasas, pero visibles virtudes, la más reciente adaptación cinematográfica del personaje de Mike Mignola, HTCM es una CASTAÑA aburrida, lenta, pobretona y miserable que evoca un mal capítulo de Supernatural o Expediente X rodado por aficionados con el dinero que le sablearon a sus abuelas sordas, cojas y drogadictas. Pero al mismo tiempo no es tan HORRIBLE que podamos simplemente aborrecerla y olvidarla. Así pues, se desliza por la grieta entre cielo e infierno y desaparece en el abismo insondable de la mediocridad. De las películas que te dejan «meh». Y todo ello, tratándose de un personaje tan carismático y con tanto potencial que, aunque fuese a tropezones, cuando cayó en unas manos mínimamente competentes se labró una reputación como franquicia cinematográfica respetable, es peor que una tragedia.

Es una pena.

Es una condenada pena.

Y va Gene Hackman y se muere, el muy desconsiderado.

Y va Richard Chamberlain y se muere también, sin pensar en cómo de hechos polvo nos dejaría eso. 

Y, para acabar de redondear la cagada, Val Kilmer se ha ido también al corral de los quietos.

Qué mala época para ser uno de los actores favoritos del Paratroopers.

domingo, 23 de marzo de 2025

Mi trocito peor

♫ ¿Dónde estabas entonces
Cuando tanto te necesité?
Nadie es mejor que nadie
Pero tú creíste vencer
Si lloré ante tu puerta de nada sirvió
Barras de bar
Vertederos de amor
Os enseñé
Mi trocito peor
Retales de mi vida
Fotos a contraluz
Me siento hoy como un halcón
Herido por las flechas de la incertidumbre.♪

Al parecer, la fantasía del harén, uséase lo de tener un dream team de prietas golfitas compitiendo entre sí para hacer sentadillas en tu carallo, parece ser común a toda la humanidad, incluidas aquellas culturas tradicionalmente poligámicas, como ciertas etnias africanas y orientales.

Yo nunca la he compartido. Ni siquiera estoy seguro de comprenderla. Para mí, ya el ménage à trois es indescifrable (¿Por qué un hombre querría decepcionar a dos mujeres al mismo tiempo? ¿Por qué dos tíos HETEROS iban a sentirse cómodos arrimando su picha a la de otro gachó?). Entiendo que el reino de las fantasías eróticas se yergue en el corazón mismo de la selva oscura del sexo, légamo mercurial de puro instinto donde se validan los más aberrantes apetitos sensuales y la única ley a respetar es la del hedonismo. Por ese motivo, cuestionar las fantasías que no compartes tiene tan poco sentido como que otra persona ataque las tuyas. Nadie tiene verdadero control sobre qué lo pone burro, por sórdido que sea. Aunque todos agradecemos como sociedad que sí le ponga límites a la exploración de sus apetitos inconfesables, toda vez que interfieren con los derechos, la libertad y la seguridad de otros. Y sí, estoy pensando en los pedófilos, los sádicos y los asesinos en serie.


A juzgar por la cantidad de manga que le dedican (Uragirareta S Rank Boukensha No Ore Wa, Aisuru Dorei No Kanojora To Tomoni Dorei Dake No Harem Guild O Tsukuru de Hiiragi Saki y Kawada Akio; Peter Grill To Kenja No Jikan, del que hablamos aquí, Slave Harem in the Labyrinth of the Other World, de Sogano Shachi y Hyouju Issei, My Harem Is Entirely Female Demon Villains...), a los asiáticos les pone muy burros la fantasía del harén.

Pero que muy, muy burros.

Ahora bien, en la bitácora encontramos un poco significativo que, en un alarmante porcentaje de los títulos del género que conocemos, ese harén de putonas en celo se logre, digamos, vía chequera. Son dos conceptos que, por el motivo que sea, nos chirrían, sin menoscabo de que puedan cimentar algunas obras realmente entretenidas.

我有九千万亿舔狗金 / Wŏ yŏu jiŭqiān wàn yì tiăn gŏu jīn  / Literalmente «Tengo 900 billones de dinero de perro» (tradúzcase, sugerimos desde el Paratroopers, como «Tengo 900 billones de dinero de calzonazos». En inglés lo traducen por «I Have Nine Quadrillion Simp Gold Coins», traduciendo la perífrasis china «licking dog», que define a un soplapollas dominado por una pérfida fémina que vive de su dinero sin intención alguna de darle gusto a su pijote, por «simp», que, si acabas de salir de debajo de una piedra, amado lector, es la forma millennial de llamar a los «pagafantas» de toda la vida)...

Puf, ¿por dónde íbamos?

Ah, sí, que en Wŏ yŏu jiŭqiān wàn yì tiăn gŏu jīn (en adelante I Have Nine Quadrillion..., que nos cansamos de meter todos esos diacríticos) se lleva la fantasía del harén al acabose. El resultado es un manhua divertido, algo machista, terriblemente ácido con la estereotipada fama de materialismo de las mujeres asiáticas en general (y de las chinas y coreanas, aparentemente, en particular) y cada vez más loco y excesivo hasta su tan inesperado como decepcionante final en el capítulo 530.
I Have Nine Quadrillion... se basa en una novela digital de MÁS DE 2000 capítulos (2156, concretamente) escrita por 番茄第一帅哥 NO ME MIRES ASÍ, NO TENGO NI PUTA IDEA DE CHINO Y EL TRADUCTOR DE GOOGLE ME TRADUCE ESTO POR «TOMATE ES EL CHICO MÁS GUAPO», obviamente un pseudónimo (el manhua está firmado por Tomate y editado por Tomate cómics). El argumento lo hemos visto repetido, con diferentes variaciones, en tantos manga/manhua/manhwa que resulta complicado determinar cuál inspira a cual (o cual, tos, abiertamente, tos, tos, PLAGIA a cual, tos, carrasp, escup). El protagonista, tanto de la novela como del cómic, es Chen Yuan, un pagafantas de manual que se enamora con una facilidad patológica, y siempre de princesitas altivas y desdeñosas que lo parasitan como las sanguijuelas psicópatas que son mientras esperan a que llegue un tiarrón de fondo fiduciario multimillonario, Lamborghini, Rólex Oyster del tamaño de un dónut en la muñeca y más cadenas de oro al cuello que un chatarrero gitano.

Al comienzo de la historia, Lin Shutong, la cazafortunas narcisista que, a la sazón, le está chupando la sangre a Chen Yuan como una garrapata con polidipsia psicogénica, decide romper con él y volver con su ex-novio pastoso, que tiene zapatos que valen más que la matrícula de Chen Yuan en la universidad. Esto no debería ser una sorpresa para Chen Yuan. Le ha pasado ya antes (del texto del manhua no se deduce si ha sido con Lin Shutong o con otras chicas). En cuanto consigue una cita, él se convierte en un perro servil de «su» chica. La trata como a una reina. Está siempre a su disposición. Paga todas sus facturas. Se desloma en trabajos a medio tiempo para cubrirla de regalos y llevarla a cenar a sitios caros. Y ella toma, toma, y toma todo lo que Chen Yuan les ofrece y más, hasta que encuentra un candidato mejor o acaba finalmente asqueada de ese lameculos rastrero.

Y, tras cada ruptura, se repite siempre el mismo espectáculo: las lágrimas, las súplicas, el propósito de enmienda... todo por parte de Chen Yuan, claro.

Chen Yuan sólo quiere ser amado, pero no sabe hacerse amar. Se deja manipular y explotar por las mujeres, que lo sablean sin remordimientos, tal vez convencidas de que se lo merecen, de que es el precio que Chen Yuan tiene que pagar por salir con hembras tan excepcionales como ellas; tal vez asqueadas de su subordinación y decididas a castigarle por ello, tal vez erotizadas por la sensación de control y dominio que él, inocentemente, les concede. Porque Chen Yuan es un blando. De buen corazón, pero un blando. Y, no sé si te lo han contado, pero sólo a las mujeres con severos problemas de la personalidad les gustan los hombres blandos.

Lin Shutong y Chen Yuan tienen una relación, por llamarlo de alguna manera, que se extiende desde hace tres años. Pero nunca ha sido una relación entre iguales. Chen Yuan se pluriempleó hasta dejarse las uñas para comprarle a Lin Shutong el teléfono que ella quería. Y ella se lo tiró a la cara, porque era el iPhone 12, por ejemplo, y ella quería el iPhone 87+ Replus Pornographically Rich Tycoon Edition con carcasa de adamántium y pantalla de diamante sudafricano tallado a mano con los dientes de Steve Jobs. Lin Shutong se puso enferma y Chen Yuan la acarreó a la chepa durante diez kilómetros hasta el hospital, a las tres de la madrugada, porque no tenía dinero para un taxi, y cuidó de ella hasta que se recuperó. Chen Yuan sabe cuál es el plato preferido y la bebida favorita de Lin Shutong. Chen Yuan recuerda siempre su cumpleaños. Chen Yuan se desvive por Lin Shutong. Chen Yuan siempre está ahí.

Pero ella prefiere volver con su ex novio, Huang Junkai, que le puso los cuernos, en vivo y en directo (Lin Shutong lo pilló en plena siembra de los pastos chumineros de otra chica).

Eso sí, Huang Junkai está podrido de pasta y conduce un Mercedacos de tres puertas que probablemente vale más que la hipoteca de la casa en la que nació Chen Yuan, que es, asumámoslo, un panoli en bermudas y sandalias que no podría permitirse pagar ni las bombillas de los faros de un coche como el de Huang Junkai.


Con el corazón roto, Chen Yuan siente arder en su pecho una fría cólera y se hace una promesa a sí mismo: nunca más será un puto pagafantas. No volverá a lamer un culo femenino, por prieto y bien hecho que esté. A partir de ese momento, será el rey del gallinero o no será nada.

Y entonces, ¡ping!, mecánica de videojuegos al rescate, aparece delante de él un cuadro de diálogo que sólo Chen Yuan puede ver. Se ha activado un sistema que le concede a Chen Yuan 900 billones de dinero en una tarjeta de crédito mágica (literalmente aparece de la nada en su mano) y un «punto de refuerzo», como los puntos de mejora de personaje que consigues jugando a juegos de rol (de los de tablero o en videojuegos, no de los otros, ¡sicalíptico, que eres un sicalíptico!).

Básicamente el sistema funciona de la siguiente manera: Chen Yuan tiene a su disposición 900 billones de crédito, pero sólo se lo puede gastar en mujeres que el sistema haya señalado como objetivos. No, cerdo casquivano. Las putas no cuentan. Chen Yuan puede usar ese dinero para elevar la puntuación de afinidad o afecto que esas mujeres tienen hacia él. Si, a través de esos gastos, la puntuación de afecto de la chica supera el 95 por ciento (aunque muy pronto el dinero no será suficiente para elevar la puntuación de las candidatas más recalcitrantes, y nuestro antihéroe tendrá que comenzar a recurrir a la psicología), el sistema lo considera un «contraataque exitoso» y la chica se convierte en la pagafantas de Chen Yuan. Literalmente en su propiedad. Llegado a ese punto, Chen Yuan comenzará a recibir el diez por ciento del dinero que se haya gastado en la chica en cuestión y más recompensas y «puntos de refuerzo» que gastar en sí mismo e incrementar su salud, resistencia física, belleza...

«Pero bueno, ¿y qué pasa si Chen Yuan lleva a una chorba al 100% de afinidad?».

Oh, te veo interesado, querido lector. Lo que pasa si una chica, señalada como objetivo por el sistema, alcanza el cien por cien de afinidad es que se convierte en una acólita de Chen Yuan. Nunca dejará de amar a nuestro protagonista. Le adorará como a un dios. Dará la vida por él. Podría ver a Chen Yuan follándose un autobús de mulatas delante de sus ojos y le diría «¿quieres que te meta le lengua en el hojaldre mientras empotras a todas estas putas, cariño?»
(Menudo susto, ESPÓILERS APPROACHING, se lleva Chen Yuan cuando una de sus «novias» SUPERA el cien por cien de afinidad).

Chen Yuan pone a prueba su tarjeta de crédito ilimitado con Xu Lele, y que se ha chinado mucho, no pun intended, al cruzar su mirada con la del protagonista de I Have Nine Quadrillion... que, estupefacto ante la interfaz de videojuego de ligue que ha aparecido ante sus ojos, ni siquiera había notado la presencia de esta, oh, qué poco nos sorprende, gyaru china. Pero Xu Lele, estudiante de primer año en la facultad de Artes, sí que ha notado a Chen Yuan. Y le ha como dado la impresión de que esa cara de imbécil que ponía, mesmerizado por los cuadros flotantes del Sistema que sólo él puede ver, eran miradas de lujuria a sus tetas.
No es que se haya esforzado mucho en esconderlas, para qué negarlo.

Chen Yuan se ofrece a desagraviar a la susceptible chavala cubriendo sus gastos del día. Xu Lele, que está buena por encima de sus posibilidades y harta de espantar moscones, ve las pintas del rapaz (que se viste casi como un homeless) y lo toma por un fantasma que presumedel dinero que no tiene. Por ese motivo acepta que él se gaste dinero en ella. Quiere humillarlo rompiendo el límite de su tarjeta, por chulear de pasta. Pero la tarjeta de Chen Yuan no tiene límite (trata tú de gastar 900 billones, si puedes. A menos que sean dólares zimbabuenses, se entiende, que entonces 900 billones no te darían ni para un cortado) y Xu Lele empieza a sentirse culpable, también un poco asustada, y a mojarse por abajo como una estufa vieja, cuando Chen Yuan le transfiere 50 000 mortadelos como si no fuera nada, y luego la sepulta en vestidos de Ponche y Jalbana, y complementos de Braga, y bolsos de Vuís Luitton (son marcas inventadas, no me toques los cojones), y perfumes, y maquillaje, y la hostia en verso («No soy una cazafortunas», se justifica ella, no entendemos muy bien cómo. «Sólo quiero poner a prueba tu sinceridad y actitud»).

Peeeero nuestro héroe patina y pierde algunos puntos de afinidad cuando intenta comprarle a Xu Lele una casa. Y es que el sistema depende de la psicología de cada chica (una casa es, definitivamente, un gasto demasiado extravagante y Xu Lele se asusta, esta vez en serio), y Chen Yuan tendrá que aprender a adaptar sus decisiones de gasto a cada candidata. Discernir el dédalo de la mente femenina, chica por chica, descubrir cómo puede maximizar la obtención de puntos de cada objetivo del Sistema, por pintoresco que sea el método.
Y si estamos dedicando tanto tiempo a Xu Lele es que en el Paratroopers la proclamamos nuestra novia favorita (es como una Marin Kitagawa pesetera, cínica, superficial, egoísta y gastona... bueno, pesetera, cínica, superficial y egoísta). Y eso que otra cosa no, pero pasta y mozas no le faltan a nuestro antihéroe:

La propia Lin Shutong, a la que mantiene al extremo de una correa muy larga, sin mandarla a la mierda pero tampoco darle demasiadas esperanzas (vamos, obligándola a competir por su atención con todas las demás novias), no porque siga teniendo sentimientos hacia ella, sino para monetizar esa relación establecida por el Sistema. Lin Shutong, que es la primera en romper la barrera del 95 por ciento pese a que se lleva un disgusto tras otro al comprobar cómo Chen Yuan ha pasado página y sale con unas chavalas que la superan en todo. Xu Yihan/Xiaomier, una streamer calientapollas a la que simpea como un campeón para ver si el Sistema le recompensa por gastar en una chica a la que no ha fijado como objetivo (no lo hace). La «diosa» Zhao Yuqi (honestamente, en el Paratroopers no nos parece que sea para tanto), vicepresidenta del sindicato de estudiantes, talentosa concertista de piano y atleta excepcional (y con una imaginación para la que deberían exigirle licencia de armas). He Zhiying, una bellísima y bondadosa atleta del equipo deportivo de su universidad. Xiao Ruoyu, la beldad del antiguo instituto de Chen Yuan, a la que salva, a golpe de tarjeta pagafántica, de un matrimonio concertado por sus padres con un baboso criajo rico. Shen Shuyi, la representante de una productora de Streamers a la que, cuanto más putea y le dice que se pierda (es un poco mayor para las preferencias de Chen Yuan), más cachonda la pone. Lin Zhiluo, hermana de uno de sus enemigos (cuando sales con un interminable convoy de bellezas, gastas como un príncipe saudí con bolsillos sin fondo y le levantas las chavalas a los otros tíos, acabas despertando envidias), a la que convierte en presidenta de su propio conglomerado, financiado por Chen Yuan. Y la lista sigue y sigue.

Y Chen Yuan hace malabares para tenerlas contentas a todas, recuperar la confianza de las que descubren su juego poliédrico, desarmar sus pequeñas alianzas no tan clandestinas (aunque ellas mismas se sabotean las unas a las otras), atraer nuevos «objetivos» sin perder a las candidatas que ya ha reclutado (cuando le vimos ir a ver la misma película tres veces el mismo día, con dos chicas distintas y un amigo que le proporcionó una coartada, creímos que había tocado techo, pero nos equivocábamos), sacarle partido a su infundada, pero creciente fama de heredero de familia muchimillonaria (que ha «salido al mundo» para aprender a valerse por sí mismo y hacer contactos sociales sin el lastre de su fortuna), poner en su lugar a pijos petulantes que creen que pueden ponerle en su sito a golpe de Visa (no pueden), apirolar a vendedores de artículos de lujo y agentes inmobiliarios de villas y palacios, desengañar a estafadores de toda índole e ignorar zorrupias que han olido el dinero y quieren llenarse la tripa con sus hijos. Y lo hace por una razón egoísta: maximizar el retorno en dinero y puntos de mejora que le reportará el Sistema.

I Have Nine Quadrillion... tiene tantos componentes de comedia de enredo que casi puedes perdonar al protagonista convertirse, capítulo a capítulo, chica a chica, en un mujeriego sociópata con superpoderes (el Sistema le canjea sus puntos por salud a prueba de bomba, fuerza y reflejos sobrehumanos, maestría jugando al go, la técnica de un pianista genial) concentrado en amasar una fortuna y adquirir nuevas habilidades, algunas en respuesta a amenazas que ponen a prueba su supervivencia o la seguridad de su familia y amigos, otras como meras herramientas para seguir seduciendo chicas o humillando a niños ricos.
Que es que ni lo intenta, copóns.

Lo cual no impide a Chen Yuan hacer el bien, aunque sea por los motivos equivocados. Salva a la familia de Xu Lele de las deudas. Salva la vida, accidentalmente pero se la salva, a la madre enferma de Lin Shutong (y salva, sin proponérselo ni saberlo, a la propia Lin Shutong, que, llevada de la desesperación, se disponía a suicidarse) al financiar un nuevo hospital gratuito con el mejor equipamiento y los mejores médicos. «Salva» una y otra vez a su amigo Liu Wenzhie, un pobre botarate que es aún más lúser que él y SIEMPRE se enamora de la chica equivocada, que acaba dejándole por otro con más pasta, le ayuda a vengarse, aunque sea simbólicamente, de las golfas que lo usan y abandonan (la primera vez, con la ayuda de nuestra amada Xu Lele), le da un sentido de orgullo propio, le aconseja en temas mujeriles, le pone al frente de una de sus empresas más exitosas...
En serio, podría dedicar toda la puta entrada a I Have Nine Quadrillion... y me faltaría espacio, pero entonces estaríamos descuidando el tema de la presente entrada. Cerremos el tema recomendándote que le concedas una oportunidad a I Have Nine Quadrillion..., teniendo muy presente que se va volviendo más y más loca capítulo tras capítulo (Chen Yuan se convierte en objetivo de una organización internacional de asesinos, aparece una trama wuxia con curanderos taoístas, artes marciales y mierdas así...) hasta acabar, abruptamente, en el capítulo 530 (antes de que Chen Yuan vuele al espacio y se convierta en el señor supremo del universo, suponemos), porque, sospechamos, al dibujante, que subía un capítulo al día y, puesto que era chino, seguro que no le pagaban lo suficiente, acabaron por explotarle las dos pelotas.

I Have Nine Quadrillion... tiene al menos un clon que, de momento, se sigue publicando y que al principio fusila sin complejos capítulo tras capítulo la historia y mecánicas de Chen Yuan pero pronto comienza a explorar otras avenidas. Lin Xin Ben, el protagonista de After Improperly Licking A Dog, I Became A Billionaire (no hemos dado con el título chino para tirarnos de la moto), de autor desconocido (para evitar consecuencias legales, nos atrevemos a sugerir) tiene su propia Li Shutong, aunque la suya se llama Liu Cheng y también lo ha exprimido hasta dejarlo seco antes de romper con él por un tipo rico. También activa un «sistema de contraataque», y una tarjeta de crédito casi ilimitada que le da recompensas por gastar dinero en mujeres. Las tramas son casi indistinguibles durante al menos los primeros capítulos, aunque After Improperly Licking A Dog... toma derivadas a las que I Have Nine Quadrillion... ni siquiera se asoma, y algunas de ellas un poco siniestras.
Lo de la Harley Quinn china no es lo de menos.

Aunque como lectores podamos agradecer que Lin Xin folle como un puma con sus chicas de harén (eso sí, con una molesta censura necesaria para poder publicar en China), y que emplee el Sistema para convertirse en una especie de James Bond chino, toda la retórica ultranacionalista, la xenofobia rampante con la que alude a otros pueblos, coreanos y japoneses muy especialmente (a los coreanos directamente los compara con cerdos), la glorificación un poco absurda de la medicina tradicional china, el feng-shui y todas esas magufadas hacen por momentos un poco incómoda la lectura de After Improperly Licking A Dog... Ten todo esto en cuenta, oh excelso lector, si decides acometer la lectura de esta, por lo demás, entretenida, divertida a ratos y apasionante.

(Pregunta retórica: ¿quién tiene las tetas más grandes? ¿Las chicas de After Improperly Licking A Dog... o las de I Have Nine Quadrillion...?).

终极肆意神豪系统 / Zhōngjí sìyì shén háo xìtŏng / El sistema definitivo de riqueza divina y sin necesidades (en inglés The Ultimate Wantless Godly Rich System) comparte mecánica con After Improperly Licking A Dog... y I Have Nine Quadrillion..., aunque destila un tono un poco más desenfadado y no tan machistazo como éstas. Hang Xingwang, el protagonista de The Ultimate Wantless..., es un chico de provincias, pero MUY de provincias, que trabaja en prácticamente régimen de esclavitud para una ultramegacorporación explotadora y abusiva del ramo de lo audiovisual, renuncia a su empleo, harto del psicópata de su jefe, que no le concedía unos días libres para volver al pueblo y ocuparse de su madre, gravemente enferma.

Y entonces, ¡bing!, pantalla de información habemus. El «sistema de libertad definitivo» le ingresa en el banco ochenta y ocho mil yuan por haber, agárrate, compadre, «defraudado a sus antepasados» al despedirse de su empleo.

Sí, sí, sí; el sistema que ha activado Hang Xingwang le recompensa no por gastar pasta en zorrupias, sino por bajarle los humos a la gente. A su primer «objetivo» (aunque aquí las chicas no quedan vinculadas al sistema ni ven modificado su comportamiento, como en los dos primeros ejemplos citados en esta entrada de la bitácora), Gao Wen, una streamer calientapollas acostumbrada a que le den todo de gratis simplemente por estar buena, le dice que tiene la nariz torcida y, ¡ping!, por negarse a ser el pagafantas de la «más sexy diosa de la danza», el sistema le ingresa otros 23 000 yuan.

El sistema de Hang Xingwang no puede estar más claro: seguirá ingresando a condición de que gaste sin escrúpulos y se niegue a ser un simp, que es, básicamente, el mensaje de After Improperly Licking A Dog... y I Have Nine Quadrillion..., aunque mucho más directo. Xingwang conseguirá más puntos cuanto más incremente el «nivel de arrepentimiento» de todas las hembras que lo han tratado mal. Cuanto más se arrepientan de haber roto con él, de haber sido altivas y desdeñosas con él, mayores recompensas acumulará nuestro protagonista.
Hay que reconocerle la fuerza de voluntad al bueno de Xingwang.

El sistema también no sólo le ingresa pastuqui, sino que le hace otros regalos, como una villa de lujo, un súper apartamento en la ciudad y puntos de mejora, como parece ser de ley en este subgénero del harén con doble de capitalismo, componentes de videojuego de rol y machismo más o menos rampante.

No esperes, querido lector, que Hang Xingwang se convierta en psicópata nivel presidente de Telefónica como Chen Yuan o. Porque Hang Xingwang es fundamentalmente un buenazo y sus nuevos poderes, y la pasta que empieza a amasar, no pueden cambiar eso (al menos, aún no ha pasado) ni siquiera teniendo presente que nuestro bondadoso protagonista tiene algunas cuentas viejas que ajustar. Y, como el buenazo que es, rescata de sus depredatorios contratos a algunas de las streamers con más seguidores de su antigua empresa y las pone al frente de su propia productora. Paga las deudas de sus padres, asfalta la carretera principal de su pueblo, que era un patatal, consigue que abran un expediente y despidan a un médico corrupto que aceptaba dinero por dar altas prematuras a pacientes sin dinero para dejar la cama libre a enfermos pastosos...
Pero que MUCHA fuerza de voluntad.

Que sí, coño. Que Xingwang es un buenazo. Léete The Ultimate Wantless… y danos tu opinión, querido lector.

También Yang Chen, el protagonista de 我一个网约车司机有点钱怎么了?/Wŏ yīgè wăng yuē chē sījī yŏudiăn qián zěnmeliăo?/ ¿Qué tiene de malo que yo, un conductor de viajes en línea, tenga un poco de dinero?, distribuida en inglés como Legendary Car-Hailing System, renuncia a su empleo en una empresa abusiva y explotadora que se aprovecha de su trabajo pero no le paga un justo salario... precisamente el mismo día que su novia, Zhou Feifei, decide mandarlo a pastar porque «no puedes darme la vida que quiero», Yang Chen sólo tiene su coche y la casa que sus padres le dejaron al fallecer, así que, habiendo adquirido el feo vicio de comer todos los días, decide darse de alta en una plataforma de alquiler de coches con conductor, una especie de Uber china («¿Ubel?»), y ganar dinero llevando gente de aquí para allá.
Y empieza la diversión. Porque, por alguna razón misteriosa, la mayoría de los clientes de Yang Chen son unos hijos de puta sin educación, gentuza desconsiderada y sin conocimiento que le hacen esperar, cancelan sus reservas, le tratan como a basura y, encima, le dejan críticas negativas en la plataforma. Y, ¡ping!, se activa el sistema común a todos estos cómics. Solo que, en esta ocasión, Yang Chen no va a sumar puntos y plata por bajar bragas, sino por cada crítica negativa que reciba como conductor de Ubel.

Su primera recompensa es una participación del 28% en un hotel de superlujo, que le convierte en el segundo mayor tenedor de acciones del hotel. Y, a partir de ahí, Yang Chen se dedica a amasar una fortuna jugando en el filo de la navaja, pues sólo recibe recompensas si lleva a pasajeros puñeteros, pero perderá su licencia si recibe demasiadas quejas, así que debe equilibrar sabiamente la proporción de cal y la de arena.

Y entramos en la temática característica de este subgénero historietístico: los ricachos desdeñosos que tratan al protagonista como a la mierda, tomándolo por un proletario mugriento cuando en realidad está podrido de plata, Yang Chen haciendo justicia con su nueva riqueza, sorteando las balas chumineras de las inevitables gold-diggers, calentando los codiciosos potorros de otras cazafortunas con inesperadas exhibiciones de su influencia y fortuna, poniendo en su sitio a pijitos maleducados y engreídos, etcétera.

Legendary Car-Hailing System es divertido, en serio, aunque no aporte excesivas novedades al género. Vale para entretenerte mientras esperas el autobús o distraerte antes de una endodoncia.

重生不当舔王,我独自氪金升级/Chóngshēng bùdāng tiăn wáng, wŏ dúzì kè jīn shēngjí/ algo así como Renací para dejar de ser el rey de los pagafantas y uso dinero para subir de nivelI regressed to level up instead of being a simp»), de Huìshì Tony, mezcla los elementos de los títulos que ya hemos presentado en esta entrada con los viajes en el tiempo. El protagonista, Han Li, un pobre mierdecilla que suspende el proceso de selección de personal en la última empresa que aún no lo ha mandado a la mierda por su baja cualificación académica (no pudo permitirse estudiar en una universidad de las buenas), desarrolla una hermosa cornamenta gracias a su novia y, en párrafo corto, está sumido en la mierda. Mientras espera su tren en una estación de metro, todo se vuelve oscuro, y ¡ping!, aparece la interfaz esperada, que le pide que formule un deseo. «Ojalá pudiese volver atrás...», dice Han Li, como Han Yu-hyeon en A Real Man (más sobre eso, aquí), y ¡ping! se despierta en su cuerpo de dieciocho años, con todos sus conocimientos de adulto y un sistema de puntos y recompensas, que obtendrá a través del consumo ciego (viva el capitalismo), y una segunda oportunidad de crujirse a Chen Yanfei, la desdeñosa pijita malcriada de la que estaba encoñado en el instituto.
(Eso sí, Han Li empieza el reto con literalmente CERO dinero, así que el punto de partida es sensiblemente inferior al de I Have Nine Quadrillion... y After Improperly Licking A Dog..., y deberá poner más de su parte para labrarse una fortuna).

Eeeeeeeh sí, es un poco siniestro que, por más que haya «rebotado» a su cuerpo adolescente, Han Li se aproveche de su experiencia vital de adulto para seducir a una casi menor de edad, y aquí no vamos a justificar las relaciones abusivas, salvo en la ficción, que es que dan mucho juego siempre y cuando no se tomen como modelos de conducta. Tampoco es menos siniestro que emplee su malicia de adulto para lograr dinero del levantisco novio de Chen Yanfei, que lo vapulea en un ataque de celos. La familia del estólido éste le paga a Han Li los gastos médicos y una indemnización que se constituyen en la base de su proceso de «actualización».

I regressed to level up... tiene un dibujo bonito, unos personajes interesantes, elementos de comedia y una historia que se aleja sensiblemente del formulario del subgénero harén, hasta el punto de que casi es precipitado incluirla en este apartado. Pero es de lectura agradecida, y, asumámoslo, tú no eres de clásicos grecolatinos, así que dale una chupada, a ver si te complace el sabor.

Sí, por supuesto que nos dejamos atrás muchos títulos. Éste es un submundo vastísimo y aquí nos hemos limitado a arañar un poco la superficie. Pero el objetivo de la presenta entrada, cumplir con nuestra cita quincenal contigo, oh exigente lector con olor a vainilla y sabor al sudado potorro de Riley Reid, está cumplida y ya podemos cerrar el post, con un balrog o un potato, por aquello de la extensión.
Nos vemos en la próxima harén-hora, en este mismo harén-canal.