sábado, 5 de abril de 2025

Ni frío ni calor y algunos GIFs de Jessica (ésa no, la otra)

Hellboy: The Crooked Man no es buena, lo cual es lamentable. Pero tampoco es absolutamente mala, lo cual es, de lejos, muchísimo peor.

Resulta descorazonador irse a la Internet Movie Database y constatar que la primera Hellboy, película de Guillermo del Toro que suponía la primera aproximación cinematográfica al personaje creado por Mike Mignola para Dark Horse en 1993, se estrenó en Estados Unidos el 2 de abril de 2004.

Eso son VEINTIÚN PUTOS AÑOS, oh conspicuo lector.


La película de orígenes de un superhéroe del cual, fuera del círculo de los frikis pata negra como el autor de estas líneas y sus cuatro lectores mal contados, poca gente había oído hablar, tenía todas las rifas para ser un desastre y no lo fue por el pelo del chumino de una novicia: género cinematográfico de nicho, personaje virtualmente desconocido para el gran público, universo visual imposible de materializar con un mínimo de dignidad en la pantalla sin desembolsar un costal de panoja, autor dotado de una firma de estilo personal y característica que no es del agrado de todas las audiencias (o te encanta o lo odias, no hay término medio), inicio de una franquicia que tenía que apelar a nuevos espectadores sin poner demasiado a prueba la paciencia de los fans del material original, ejecutivos que no entendían al personaje, que eran demasiado vagos para leerse los cómics y que, con sus menguadas neuronas, necesitaban que Hellboy se pareciese a algo que ya conocían para considerar siquiera la posibilidad de dar luz verde al proyecto...

No, en serio. Del Toro se pasó SEIS AÑOS buscando financiación, y las respuestas, sugerencias y obsesiones de los potenciales productores eran cada vez más psilocibínicas. «El protagonista ¿podría ser un tío normal, incluso tirillas, que cuando se cabrea se convierte en Hellboy?» «¿Qué tal si se llama Hellboy, y lo invocan desde el infierno y, cuando llega, resulta que es un tío normal y corriente?» «¿Podría tener un Hellmóvil? ¿Y un perro del infierno?» «No tiene por qué ser rojo, ¿verdad?» «No le vas a poner la cola, ¿cierto?» «No va a tener cuernos, ¿a que no?» «Venga, hombre, no jodas. ¿Ron Perlman? Ese tío es un don Nadie. Vas a encontrarnos a otro actor, ¿verdad?» Del Toro, que se odiará hasta mil años después de muerto por todas sus cesiones a la productora cuando rodó Mimic, su primera película en Hollywood (y un verdadero desastre de taquilla), perseveró. Si no podía hacer la Hellboy que quería hacer y con el actor que había escogido, prefería no hacerla.
(Ron Perlman, amigo personal del director mexicano desde que trabajaron juntos en Cronos y Blade II, llegó a decirle que, si él era el problema para conseguir financiación, de buena gana se haría a un lado. «I told him, ‘It was enough for me to know how hard you tried. Just make the movie and I’ll come on opening night and cheer for you.’»).

Con un presupuesto de 66 millones de dólares (Tom Sherak, de Revolution Studios, confesó años más tarde que habría soltado más viruta, si Del Toro la hubiese pedido) y una recaudación de bastante menos de cien millones, Hellboy debería haberse consignado en los libros de contabilidad como un fracaso. Y eso que el argumento era atractivo y el desarrollo de la historia, convincente y fluido. La dirección era competente. El suspense estaba conseguido. Los protagonistas sabían hacerse atractivos e incluso entrañables. Ron Perlman parecía haber nacido para interpretar al personaje (aunque ya tenía más de cincuenta palos cuando terminó el rodaje). Selma Blair aportaba la dosis justa de fragilidad y arrojo que necesita el personaje de Liz Sherman. El fallecido John Hurt rompía las costuras en su papel de Trevor Bruttenholm, mentor y figura paterna de Hellboy. Jeffery Tambor era un alivio cómico agradecido. Karel Roden, Biddy Hodson y Ladislav Beran convencían como villanos sólidos y transmitían la sensación correcta que debe inspirar un antagonista: que tiene posibilidades de salirse con la suya y ganar.
(Para poner en contexto lo RIDÍCULO del presupuesto asignado a Hellboy, ahí van unas cifras de la época: X-Men 2 costó más de 110 millones de dólares de 2003, equivalentes a más de 190 millones de hoy en día, y recaudó más de cuatrocientos en todo el mundo, si bien no podemos ni debemos comparar la popularidad de los mutantes de Marvel con la del demonio de Mike Mignola. El señor de los anillos: El retorno del rey, también de 2003, costó 94 millones y recaudó más de mil cien. Una vez más, la popularidad de estas dos franquicias no es ni remotamente comparable a la de Hellboy. Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra: 140 millones de producción, más de seiscientos cincuenta de recaudación. En resumen: Del Toro rodó su película con poco más de lo que costaron las dos entregas de Kill Bill y por aproximadamente lo mismo que se comieron La sonrisa de Mona Lisa de Mike Newell, Collateral de Michael Mann y El bosque de M. Night Ramalamadingdong; por mucho menos de lo que costó Los increíbles y por una fracción del coste de producción de Harry Potter y el prisionero de Azakaban o Spider-man 2 y hasta la horrorosa Van Helsing y la absurda Una serie de catastróficas desdichas de Lemony Snicket por más que la una tuviese a Hugh Jackman en el pináculo de su popularidad y a la bellísima y adorable Kate Beckinsale y la otra al antaño taquillero y ubicuo Jim Carrey).

Alabada por el público, que no obstante prefirió alquilarla en DVD o verla de gratis en casa cuando la pasasen por la tele, escarnecida por algunos críticos de cine, alabada por otros, la primera Hellboy no fue un rotundo fracaso de taquilla pero tampoco el éxito que merecía. Hasta que empezó a entrar la pasta de los DVDs, el título fundacional de la frustrada trilogía esperó en una tierra de nadie. Ni frío ni calor. Cero grados. La posibilidad de una secuela quedaba casi descartada pero eh, Del Toro había firmado Blade II, una superproducción de 54 millones que había recaudado 155 en todo el mundo, así que Sony Pictures decidió darle al director mexicano una segunda oportunidad con una secuela de las aventuras del demonio de la mano de piedra.
(Se conoce que no nos pidieron nuestra opinión al respecto. En la bitácora, consideramos el Blade II de Del toro una cinta predecible, aburrida y el inicio de la decadencia de la saga cinematográfica del Daywalker. Declive que culminó con Blade: Trinity [curiosamente estrenada el mismo año que Hellboy] entretenida pero decepcionante a pesar de los pómulos de Parker Posey y de los de la Jessica Biel crossfitera, que es nuestra segunda Jessica más favorita del mundo y una peligrosa destructora de cámaras de cine muy caras. Y nos la hemos vuelto a ver sólo para no escribir nada de lo que luego tuviésemos que retractarnos. Pero, incluso considerando lo mala que es, hasta la recaudación de la, hasta el momento, última aparición en pantalla grande del cazador de vampiros [al relanzamiento de la franquicia con Mahershala Alí lo ha mirado un tuerto] dobló su presupuesto de rodaje, proeza que Hellboy no había sido capaz de igualar).
¡Esos pooooooomuuuulooooooos!
(¿Qué por qué Blade: Trinity es tan mala, me preguntas, clavando tu carallo en mi pupil...? Espera, ¿cómo era? Blade: Trinity es mala por la voz en off, por el guion perezoso, el montaje que apenas tiene sentido, la mitad de las incomprensibles decisiones de casting [a Dominic Purcell no nos lo creemos como Drácula, y encima es un Drácula de Aliexpress, Ryan Reynolds está insufrible haciendo de Deadpool antes de Deadpool, etecé, etecé], por la niña insufrible a la que hay que rescatar, porque la introducción del personaje de Abigail Whistler, con lo mucho que amamos a Jessica Biel en el Paratroopers, se carga el canon establecido en películas anteriores [se suponía que un vampiro había matado a toda la familia de Whistler, y de repente le inventan una hija extra que acabamos de descubrir que existe, y otro equipo de vampiros del cual Blade no sabía nada], porque hay que creerse que Abigail y Hannibal, a pesar de ser humanos sin ningún tipo de poder especial, pueden, sobre todo Abigail, esmochar vampiros a mamporro limpio tan bien como Blade, por ese final incomprensible [se rodaron como tres versiones diferentes, a cual peor] y porque Wesley Snipes se llevaba a matar con David S. Goyer, guionista y director de este despropósito antes de firmar, con Chirsopher Nolan, el guion de Batman Begins. La relación entre director e intérprete era tan mala que, en una escena en la que Snipes yace sobre una mesa de disección y tiene que abrir los ojos, se negó a hacerlo y tuvieron que pintárselos por ordenador. El resultado da entre risa y CAGALERA).
¡AAAAAAAAAAAAAAAAARGH!

Pero volvamos a Hellboy, que nos dispersamos. Al igual que su predecesora, Hellboy 2: El ejército dorado tampoco fue el acabose en términos de recaudación. Se nota a Del Toro más contenido, hasta el punto de que la película es visualmente casi claustrofóbica, tanto como se explicita la necesidad de evitar los costosísimos grandes decorados. Se le nota el esfuerzo al director por exprimir cada dólar en lo verdaderamente importante
sin dispersarse en gastos innecesarios: recrear con dignidad el mundo de fantasía y maravilla en el que transcurre la historia. Hellboy 2 costó ochenta y cinco millones y estoy seguro de que Del Toro contó cada penique. También apuesto que la película habría necesitado otros veinte millones, pero, dado que no llegó a recaudar en entradas ni siquiera el doble de su presupuesto, cuesta imaginar cómo veinte, treinta o cien millones más habrían supuesto una diferencia en el resultado contable, que, no nos engañemos, es lo único que realmente importa a los estudios de cine.
(Salvo en Disney, donde, aparentemente, van a seguir quemando millones haciendo puta mierda que nadie quiere ver hasta que la compañía se vea obligada a acogerse al Artículo 11).

Por el camino hasta el estreno de Hellboy 2, se había caído un acuerdo de distribución con Columbia Pictures, y Revolution Studios, viendo evaporarse la oportunidad de amortizar la cinta a través de los canales comerciales y salas de cine garantizados por el bisnes, gritaron «¡mariquita el último!» y saltaron por la ventana. Universal compró el proyecto. Se descartaron numerosos guiones (en un momento de la preproducción, Hellboy iba a enfrentarse a los cuatro titanes que guardan los cuatro puntos cardinales), buscando, sospechamos, el máximo retorno por la mínima inversión necesaria... y llegó el éxito de El laberinto del fauno, premios de la academia incluidos, y Hellboy 2 recibió el okey, aunque no el presupuesto que habría necesitado. Ni tampoco a Jessica Biel.
Y sigues sin explicarte por qué nos ponen tanto las chicas fibradas.

Rodada con cadenas financieras o no, Hellboy 2 es fabulosa. La mejor, indiscutiblemente, de la saga. El príncipe Nuada (personaje libremente adaptado del Nuada Airgetlamh gaélico de los Tuatha dé Danann) es un antagonista a la altura de Hellboy, y Luke Goss no sólo nos lo hace creíble, sólido e incluso simpático, dentro de sus intenciones genocidas, se entiende, sino que lo inviste de desesperación trágica. La historia es interesante y el espectador invierte en ella sin esfuerzo. Los secundarios son adorables. Los actores se dejan poseer por sus personajes...

Y sin embargo, Hellboy 2 tampoco se pudo celebrar como un éxito contable. Por venta de entradas ni siquiera dobló su presupuesto. O sea que
, con este largometraje, Universal perdió dinero y las ganas de hacer más películas de Hellboy. El plan de Del Toro para cerrar el ciclo de Hellboy se demoró año tras año hasta ser finalmente cancelado en 2017.

¿Las razones por las cuales el Hellboy 3 de Guillermo del Toro nunca existirá? Hay tanta información contradictoria al respecto que cuesta conciliar todas las declaraciones. En 2010 Del Toro estaba escaldado después de tirar por el váter toda la preproducción de esa película de El hobbit que jamás se rodará, proyecto recogido (dígase con acento argentino) por Peter Jackson para ofrecer una trilogía que lamentará durante el resto de su vida «I didn't know what the hell I was doing». Decidido a quitarse el mal sabor de boca, Del Toro se curró Pacific Rim, que, si no las has visto, es el clon de combate de Neon Genesis Evangelion que Gainax se negó a licenciarle (y durante cuyo rodaje Del Toro conquistó un tierno apodo) y La cumbre escarlata, que no están nada mal. Pero el tiempo pasaba y Hellboy 3 seguía sin llegar y, para 2017, Ron Perlman estaba picando ya hojas de su sexagésimo séptimo taco de calendario y, asumámoslo, no tenía el cuerpo para cintas de acción (aunque últimamente nos haya dado Asher y El panadero, no es como si fuesen películas a lo John Wick, la verdad sea dicha).

Parece ser también que Hellboy 3 se frustró por la mala sangre habida entre Del Toro y Mike Mignola («I think we've both evolved in separate directions since the second Hellboy. I look forward to seeing what he will do next, but I do not see us working together again. He has his idea for the next Hellboy but, in all sincerity, I do not see him [realizing] the film. Too much water has flowed under the bridges from Hellboy 2.»). Mala leche que aparentemente comenzó tras el estreno de El ejército dorado. Un tuit del director, prometiendo sentarse con Perlman y Mignola para hablar de Hellboy 3 si el tuit conseguía suficientes votos, parece haber puesto a prueba la paciencia del dibujante californiano, que cuenta una versión diferente de la historia. Según Mignola, era Del Toro el que había renunciado ya a Hellboy 3 y él quien todavía tiraba del carro y estaba trabajando con Andrew Cosby en el guion
de la secuela, Hellboy: Rise of the Blood Queen, del que se conoce al menos una versión de 2016. Según Mignola, Del Toro se había negado en redondo, en cuadrado y en cubo a dirigir aquel guion. Mignola habría intentado que Del Toro permaneciese en el proyecto como productor, porque quería de protagonista a Ron Perlman y el actor, leal a su amigo, había declarado que no estaría implicado en ninguna secuela de Hellboy en la que Del Toro no tuviese mando en plaza. El mexicano se desentendió de todo el asunto y se comprometió con la secuela de Pacific Rim, de la que también acabaría descabalgándose (o siendo sustituido, depende de a quién preguntes) para irse a rodar La forma del agua, que ganó un Oscar y eso, pero que a mí, personalmente, me aburrió a morir y no llegué a ver hasta el final.

Sin embargo, esta versión de los hechos en la que Del Toro sería el único, o por lo menos principal responsable, de que la trilogía de Hellboy se quedase en una bilogía, concilia muy mal con las declaraciones de Del Toro y del propio Mignola ya en 2013, en las que expresaban sus mutuas dudas acerca de una tercera película de Hellboy. Sea como fuere, no tiene sentido fingir que el principal problema de esa Hellboy 3 que ya nunca veremos no fue la pasta. La idea de Guillermo del Toro para su último largo sobre el personaje de los cuernos serruchados era ÉPPPPPPICA. Con un Hellboy convertido en La bestia del Apocalipsis y el mundo entero yéndose al carajo. Del Toro calculaba que la película que quería hacer, que la historia que había desarrollado a lo largo de trece años merecía, no podía hacerse por menos de ciento veinte millones de dólares. Y teniendo en cuenta que las dos primeras cintas sólo habían salido de la zona roja de la rentabilidad a través del alquiler y venta de DVDs (mercado secundario hoy en día cerrado, el uno, y completamente marginal el otro) y de las licencias para televisión, NADIE con dos dedos de frente iba a poner semejante cantidad de pasta.
¡Esos poooooomuuuuloooooorsggggggffffffshhhhhh!

Sea por los motivos que fueren, Hellboy 3 se canceló. Y algunos de nosotros aún lamentamos la oportunidad perdida.

Somos más o menos los mismos que nos lo hicimos todo encima, sólido y líquido, cuando, en plena cresta de la hora de las contrataciones por cuota de diversidad en la industria del cine (cuando si eras inmigrante, negro, obeso, lesbiana, autista, transexual o todo lo anterior a la vez, tenías más posibilidades de acabar firmando un guion para La guerra de las galaxias, por ejemplo, que si conocías el material o, simplemente, sabías leer y escribir), se anunció una secuela de Hellboy que, a su vez, sería un reinicio de la franquicia con nuevo actor protagonista y nuevo director.

Hellboy 2019 fue una montaña rusa, o
una transacción de Yogulado, antes incluso de su estreno. David Harbour tomaba el testigo de las manos de Ron Perlman en el papel protagonista. Eso sel bueno. No necesitas ser un fan de Stranger Things para amar a este hombre, que es un tipo majísimo y un actor COJONUDO. Y sus primeras imágenes caracterizado nos pusieron el cipote como la aldaba de una iglesia. Nimue (Milla Jovovich), la antagonista, en fin... Milla es una mujer preciosa, aunque como actriz deje mucho que desear. Eso sel malo. Neil Marshall como director. ¡Hostia puta! ¡El director de Dog Soldiers, The Descent y Centurión! Eso sel bueno. Guion de Andrew Cosby supervisado por el propio Mignola (¿recuerdas ese guion que Mignola afirma haber presentado a Guillermo del Toro en 2016 ó 2017?). ¿Andrew qué? A ver qué coño ha hecho este tío antes... Uh uuuh uh o sea ¿básicamente nada? Eso sel malo. Ian McShane en un papel secundario de lujo. Eso sel bueno.

Entonces se estrenó Hellboy 2019, justo antes de que nos cayese del cielo el regalito del confinamiento pandémico, que dolió más que una docena de hostias de Abigail Whistler.

Se estrenó Hellboy 2019, y se comió una hostia MONUMENTAL. Cincuenta millones de presupuesto, cincuenta y cinco de recaudación global. El público la odió. Los críticos se hicieron caca en ella. Y no es un secreto para nadie por qué esta película defraudó a todo el mundo: descontando la interpretación de David Harbour, que recibió un montón de mierda inmerecida por este largometraje, todo está mal en Hellboy 2019. TODO. Y lo que no está mal está PEOR. Un guion que es un refrito agusanado y medio crudo de Darkness Calls, The Wild Hunt y The Storm and the Fury. Un rodaje de pesadilla, con los productores Lawrence Gordon y Lloyd Levin cuestionando cada puta decisión del director, dando instrucciones a los actores en su lugar, despidiendo al director de fotografía, Sam McCurdy, para humillar a Marshall y recordarle quién mandaba realmente en el plató, y tocando las pelotas también durante la postproducción, alegaciones que los abogados de Levin niegan. El impostado acento británico de Sasha Lane que cabreó a las audiencias de Las Islas. Reescrituras del guion sobre la marcha, una vez ya comenzado el rodaje. Enmiendas hechas no por los guionistas ni el director, sino ¡POR LOS ACTORES, WHAT THE FUCK?! Alegaciones de que David Harbour acabó tan hasta sus pelotas pintadas de escarlata que se negó a filmar más tomas para Marshall. Un montaje necio sobre el cual el director de Dog Soldiers, que se rumorea sólo aceptó el encargo porque no encontraba financiación para las películas de bajo presupuesto y alto retorno en las que se ha especializado, niega cualquier responsabilidad hasta el punto de afirmar, parafraseamos, que que querría cortar su nombre de los créditos de Hellboy 2019 con el láser de nuestra cazavampiros preferida:
«"It was the worst professional experience of my life. The script was shit. The decision to make the film was a mistake. I signed up to it because they pitched this idea of 'we want to do the horror version of Hellboy. We want to bring you and make a really darker, horror version.' And then I quickly found out that A: the script was terrible. B: it was never going to get better before we shot it, despite many attempts. You can't polish a turd, no matter how much you try. And I would have all creative control taken away from me to extreme levels. There's nothing of me in that movie.»
(De esta entrevista con The Critical Drinker).

Probablemente Hellboy 2019 sólo exista porque Deadpool había demostrado que era posible hacer una película de clasificación R con taquilla millonaria.

Que pena que, a diferencia de Deadpool, Hellboy 2019 sea un completo mojón. Hasta Blade: Trinity parece buena en comparación. Y no solamente porque nuestra segunda Jessica preferida esté especialmente maciza en esa peli.
¡Esooooos brazaaaacooooooooorsghblashflagsplabs!

A Neil Marshall le vendieron la moto de que iba a rodar una versión adulta de Hellboy, que le iban a permitir rodarla como si fuese una película de terror. Y se encontró con un guion cerrado escrito por un completo papanatas. Con un reparto intocable. Con productores mandones y entrometidos que dinamitaban su proceso creativo y le desautorizaban ante los actores y los técnicos. El público y los fans del personaje recompensaron sus pesares limpiándose el esmegma de los cipotes en la película. Y entonces sí que nos dijimos, «se acabó. No volveremos a ver una película de imagen real de Hellboy en esta generación».

Ojalá hubiésemos tenido razón.
Encuentra las siete diferencias.

Y, si eres veterano de la bitácora, ya habrás detectado nuestra tendencia a inflar la introducción de las entradas cuando realmente no tenemos nada bueno que decir sobre el tema escogido para el post pero tampoco queremos emprenderla a toñas con él.

Nunca creí que nadie se atrevería a perpetrar una película que hiciese buena al malísimo Hellboy de Neil Marshall.

Hasta ahora.

Hellboy: The Crooked Man es una mala decisión de principio a fin, salpicada por pequeños diamantes que la hacen aún más ignominiosa. Que insinúan la buena, quizá incluso la GRAN película que podría haber sido. Con más presupuesto. Con otro director. Con otro guionista. Con otros actores. Hellboy: The Crooked Man no es terrible, pero tampoco es buena. Libremente adaptada del cómic homónimo publicado en 2010, esta película fracasa en todo lo que las dos películas de Del Toro y la de Marshall lograron sin esforzarse: no consigue que nos creamos a Jack Kesy como Hellboy (con los pobres medios a disposición de la producción, el pobre hombre parece un triste cosplayer de Comic Con regional), no consigue que nos sumerjamos en su mundo, que nos importe un choto la historia, y tampoco consigue que pasemos miedo, como era su propósito nada disimulado.

Los efectos especiales por ordenador parecen hechos a pedales. Los veinte millones de presupuesto de la película gritan «¡POBREEEEEEE!» en cada puto plano (hay tal vez media docena de escenarios, que así se ahorra, y se filmó en Bulgaria, donde todo es más barato, durante como mes y medio, o sea rapidito, otra vez para contener el gasto). Salvo Adeline Rudolph, que da vida Bobbie Jo Song, una novata del B.P.R.D. en su primera misión de campo, y está COLOSAL en esta triste excusa de película, y Leah McNamara como la putibruja zorrupia Effie Kolb (teniendo presentes los ramalazos que recuerdan al personaje de Sheri Moon en Los renegados del diablo), el resto del reparto está más bien ausente. Como ido. Un puñado de porreros hasta el culo de hachís lo habría hecho mejor. No ayuda que la dirección de actores sea tan mala. 
Demasiado a menudo, el director de Hellboy: The Crooked Man tiene a sus actores en plano, sentados en una habitación, haciendo NADA (Hellboy enciende un cigarrillo, le da unas caladas, dice un par de cosas que no vienen a cuento, le da otro par de caladas a su piti), o caminando durante MINUTOS de metraje, como si la acción pudiese esperar, como si los espectadores estuviésemos genuinamente interesados en ver a tres personajes perdiendo miserablemente nuestro tiempo hasta que el director decida que ha llegado el momento de que prosiga el segundo acto. Demasiado a menudo, Hellboy: The Crooked Man parece un fan film que un grupo de entusiastas del personaje, con más corazón que talento o medios, hayan subido a Youtube, o una peli desganada de Uwe Boll (sólo Bloodrayne es ligeramente más tediosa).

El argumento de HTCM es interesante y podría haberse desarrollado en una buena historia. Algunos de los secundarios no lo hacen mal (y, repetimos, que lo que es justo es justo y, además, es de justicia: Adeline Rudolph lo hace de PUTÍSIMA MADRE). La fotografía no es mala, aunque la música es mejorable y recalcitrantemente inoportuna. La ambientación no desentonaría si no luciese tan atorrante. El antagonista es aterrador y sólido. Hay momentos de desasosiego, que no de verdadero terror, bien conseguidos aunque, con pésimo sentido del equilibrio y el ritmo, el montaje amateur hace que estos episodios se pisen unos a otros, anestesiando a un espectador incapaz de procesar tanto suspense.
¡Menudo hallazgo de actriz!

Incluso considerando sus escasas, pero visibles virtudes, la más reciente adaptación cinematográfica del personaje de Mike Mignola, HTCM es una CASTAÑA aburrida, lenta, pobretona y miserable que evoca un mal capítulo de Supernatural o Expediente X rodado por aficionados con el dinero que le sablearon a sus abuelas sordas, cojas y drogadictas. Pero al mismo tiempo no es tan HORRIBLE que podamos simplemente aborrecerla y olvidarla. Así pues, se desliza por la grieta entre cielo e infierno y desaparece en el abismo insondable de la mediocridad. De las películas que te dejan «meh». Y todo ello, tratándose de un personaje tan carismático y con tanto potencial que, aunque fuese a tropezones, cuando cayó en unas manos mínimamente competentes se labró una reputación como franquicia cinematográfica respetable, es peor que una tragedia.

Es una pena.

Es una condenada pena.

Y va Gene Hackman y se muere, el muy desconsiderado.

Y va Richard Chamberlain y se muere también, sin pensar en cómo de hechos polvo nos dejaría eso. 

Y, para acabar de redondear la cagada, Val Kilmer se ha ido también al corral de los quietos.

Qué mala época para ser uno de los actores favoritos del Paratroopers.