viernes, 13 de abril de 2018

No lloraré sobre la tumba de Michael Cimino (II)

Cuando eres un niño tímido, gordito y reservado, con nulas habilidades sociales y aún peores aptitudes deportivas, solo puedes escoger entre la lectura compulsiva o presentarte en tu colegio con una metralleta y labrarte por derecho propio un capítulo entero en la enciclopedia de la infamia.
Es lo que hay. Toca escoger.
Yo escogí la lectura. Por eso hoy en día algunos de mis mejores amigos son libros.

Pero a veces, sobre todo últimamente, me pregunto si no habría sido mejor lo de la metralleta.
(Hace cosa de un año me encontré a un compañero de la EGB que me echó en cara ser el único de la pandilla que aún no se había unido al grupo de Facebook de nuestra promoción).
(No creo que mi respuesta le gustase un huevo).
(Pero que Sara Sampaio me cierre para siempre su corazoncito si no es la que se merecía).
(«Joder, hombre, tiene que ser una puta broma. ¿Insinúas que seguís vivos? ¿TODOS?»)
Recuerdo muy bien el día en que fui a ver Batman v Supermán: Dawn of Justice. Un amigo y yo habíamos quedado ex profeso para verla y, después de almorzar cualquier mierda en un restaurante de comida ráp... ¡No, coño, no te abras las venas!; no voy a marearte otra vez con mis impresiones acerca de lo difícil que es rodar una película de superhéroes y de lo fácil que es hacerlo realmente mal (si quieres refrescar esa información, métete esto y esto en vena); voy a contarte una experiencia personal. ¡Insensible!
Estábamos, decía, haciendo tiempo tras la comida cuando nos llegó un WhatsApp de otro amigo, preguntándonos dónde estábamos. Le informamos de ello y este amigo contestó con un mensaje demoledor. Algo por el estilo de:
«Pues yo no creo que vaya a verla. En Rotten Tomatoes le dan una puntuación de mierda. Dicen que Zack Snyder la ha vuelto a cagar. Que es la peor peli DC que se ha rodado jamás».
Nos hundió en la miseria.
Puede que tuviese la mariconina por las nubes, pero, lo juro por el seráfico labio superior de Sara Sampaio, me entraron unas ganas superlativas de llorar. El amigo que me acompañaba también estaba hecho polvo. Me parece recordar (Krioko, corrígeme en los comentarios si me engaña la memoria) que empezó a despotricar de Zack Snyder y, sobre todo, de la profesión de su madre. Y, joder, yo le secundé. A fin y al cabo, Snyder es el inconsciente que aceptó el reto suicida de rodar el único cómic imposible de ser adaptado al cine. Y fracasó, como no podía ser de otra manera. Es el que, no me preguntes cómo, consiguió que la Warner le patrocinase Sucker Punch. Y también es, y esto no se lo perdonaré nunca, el que convirtió a Supermán, ese boy-scout alienígena, personificación de todas las virtudes del ser humano, en un asesino.
(Aaaaah, Sucker Punch, la prueba de que se puede rodar una película entretenidísima sin ningún guión en absoluto y de que las fantasías de violación no parecen tan degradantes si les metes mucho CGI).
La verdad es que la imagen no requiere pie de foto.
Todavía no la habíamos visto, y ya odiábamos BvS. La película ya había fracasado para nosotros. Llegué a proponer que, si la cinta de Snyder era tan mala como sugerían las críticas, al salir del cine nos fuésemos a mi casa a hacer una maratón de la trilogía de Christopher Nolan, plan al que mi amigo no se comprometió. Quizá porque también él, incluso antes de ver BvS, y todo por culpa de ese maldito mensaje, ya había tenido suficiente Batman para una temporada.
(Estábamos tan deprimidos que ni siquiera nos acordábamos de esto).

(Ni de esto).

La peor peli DC que se ha rodado jamás.» ¡Mis cojones!)
Al menos el buga era guapo.
Llegó la hora de nuestra sesión y ocupamos nuestras butacas.

Después de la media hora de rigor de anuncios de mierda a todo volumen, automamadas de la cadena de multicines y tráilers de películas de Warner que nos importaban un coño y no teníamos la más mínima intención de ver, empezó la proyección.

Y empezó mal. De nuevo, la historia de orígenes de Batman. De nuevo el Callejón del Crímen, el carterista, Martha y Thomas Wayne asesinados vilmente delante de su hijo Bruce, las putas perlas cayendo al suelo. ¡Y encima en puta cámara lenta Snyder-style y con puta voice over!
¡Esto otra vez no, me cago en todo lo cagable! ¡Hasta los fans más hardcore de Batman estamos hasta las pelotas de verlo! ¡Toda puta peli de Batman se cree en la obligación de recordarnos los orígenes del personaje! ¡Que puto empiece lo puto gordo de una puta vez; puta, puta y reputa!
Eso es lo que yo decía. ¿Por qué mierda la peli no empezó aquí?
Pues eso, que empieza la peli de una puta vez y llega un helicóptero. Y de él se baja un personaje.
¡Hostia!, me digo, ¡Bruce Wayne

Y algo se transforma dentro de mí.

Porque veo ese plano y no me digo a mí mismo, «¡hostia, Ben Affleck!», y ni siquiera «¡hostia, Ben Affleck haciendo de Bruce Wayne

Dije, repito, «¡Hostia, Bruce Wayne!»

Ben Affleck, y creo que nadie le ha concedido el crédito que merece por ello, interpreta no a uno, sino a varios personajes en BvS. Interpreta a Bruce Wayne, playboy disoluto, epicúreo y multimillonario; pero también a Bruce Wayne, empresario preocupado por el destino de sus empleados, que no duda en volar a Metrópolis en la peor crisis de Estados Unidos desde el 11-S, por si puede ponerlos a salvo; y también a Batman, vigilante enmascarado, y a Batman disfrazado de Bruce Wayne e investigando a sospechosos a los que Bruce, pero no Batman, tiene acceso.

En ese primer plano, Ben Affleck encarna a Bruce Wayne, un simple hombre que por primera vez en su vida se enfrenta a algo que supera toda medida humana. Frente a sus ojos, dos dioses libran una batalla. No hay nada que Bruce o Batman puedan hacer al respecto. Como Bruce, como Batman, el hombre que se baja del helicóptero de Industrias Wayne ha enfrentado retos aparentemente insuperables, pero este duelo que tiene lugar ante él sucede a una escala diferente. Fuera del alcance de un simple mortal.
En esa primera escena, Bruce Wayne es tan solo Bruce Wayne, el hombre inerme, perplejo ante las maravillas que se han materializado en su mundo, superado por las fuerzas desatadas de los kryptonianos, frente a quienes está absolutamente desvalido.

Luego se sube al Jeep y se transforma en Batman disfrazado de Bruce Wayne. Batman, que, como hacen los héroes, corre hacia el peligro en vez de alejarse de él. De no ser porque la acción transcurre de día y Bruce, vestido de civil, conduce un Renegade, no el Batmóvil, podría ser Batman camino de una nueva misión.
Y esta secuencia de apertura me parecía una declaración de intenciones. Sentí que señalaba el camino correcto para la película y ofrecía una oportunidad a la esperanza. En cierto modo era un acto de contricción de Snyder y Warner Bros por esa versión deshumanizada y violenta de Supermán con la que nos habían envenenado en Man of Steel, donde Supermán combate a Zod en los cielos de Metrópolis, atrapando en el fuego cruzado a miles de inocentes hacia los cuales el Último hijo de Kryptón no parece tener la menor consideración.
Pero es que no solo Ben Affleck se deja poseer en BvS por el espíritu de Batman/Bruce Wayne. Los tres actores principales de esta cinta son la viva encarnación de sus personajes. Henry Cavill ES Clark Kent, aunque no sea el Clark Kent torpón, provinciano y timorato al que estábamos acostumbrados... y un poco menos Supermán, pero también. Gal Gadot es Diana/Wonder Woman. Si lo más difícil de toda producción de superhéroes es lograr meter a un adulto dentro de un ceñido uniforme de colorines y que no parezca un payaso, el reparto de Batman v Supermán lo logra sin aparente esfuerzo.

Ben Affleck se bajó de ese puto helicóptero, pero yo no lo vi. Vi a Bruce Wayne.

No me preguntéis cómo ni por qué, dado que yo tenía las defensas en DEFCON 1 y mi capacidad de tolerancia por los suelos (conviene recordar que Ben Affleck es uno de los responsables de haber jodido la franquicia de Daredevil en sus orígenes, hasta que llegó Netflix al rescate). No me preguntéis cómo ni por qué; llamadlo «la magia del cine», si queréis, pero cuando Ben Affleck se bajó del helicóptero yo vi a Bruce Wayne.

Y no dejé de verlo en todo el metraje. Salvo cuando Bruce Wayne desaparecía y aparecía Batman (algunas veces, asomando solo la patita, como en los primeros segundos de este vídeo).

Y bueno, en el ya icónico rescate de Martha Kent, vi al Batman que siempre había querido ver en el cine.
Se está rifando una empanada de hostias.
Ése es Batman. El mejor Batman. El que en el cuerpo a cuerpo no tiene rival. El que domina el campo de batalla. El desequilibrado vestido de rata voladora al que no conviene cabrear, porque de una sola bat-hostia puede mandarte al hospital seis meses; hospital que abandonarás sentado en una bonita silla de ruedas de la que no volverás a levantarte en tu puta vida.
¡Yeeeeeeeeeeeeeeeeeaaaaaaaaaah!
Batman se ha pasado media existencia convirtiéndose en la máquina de combate perfecta. Y Zack Snyder (que quizá debería dejar de dirigir películas y limitarse a coreografiar peleas) logra que veamos eso en la pantalla. Hasta Kevin Smith, a quien BvS no le gustó una mierda, no tuvo más remedio que admitir que tuvo un orgasmo viendo el combate en el almacén.
Batman repartiendo bat-estopa.
Joder, y yo otro con la presentación del Batman-Batman. Ese Batman ya en traje de faena que acojona hasta a los inocentes a los que rescata, ¡y no digamos a los policías novatos!

Ese Batman que le saca la mierda a hostias al todopoderoso Supermán y le hace sentir miedo por primera vez en su superhumana vida. «Breathe it in. It's fear».
¡Te reviento!
No. No me olvido de La Mujer Maravilla.
De ella.
La interpretación de Gal Gadot, vestida de cóctel o con su armadura de amazona, es indudablemente lo mejor de BvS. Cada vez que aparece en escena se apropia de la película y eclipsa a sus compañeros de plano. Su Wonder Woman irradia autoconfianza, exotismo, dulzura, majestad, una cierta condescendecia (como no podía ser de otra manera en un personaje casi inmortal, que ve a todos sus semejantes como niños pequeños), elegancia y, aunque es un flagrante devs ex machina, cuando finalmente se incorpora al combate contra Doomsday, se come la cámara. SE LA COME. Y yo, en mi butaca del cine, doy un salto y me muerdo la lengua para no gritar a pleno pulmón «¡ole tu chocho moreno!».
Pues eso.
Wonder Woman está algo perdidilla durante la mayor parte del metraje (que si me escondo, pero ahora me asomo, que si no quiero que sepas quién soy, que si mejor me largo, que ya sabes demasiado...), pero aparece en el momento justo para demostrarle a Batman que, aparte del kryptoniano mazas, hay más cosas en la tierra y en el cielo de las que abarca su filosofía. Que Supermán no es el único con «habilidades especiales». Aquí tenemos una mujer que no ha envejecido al menos desde 1918 y quién sabe de qué otras cosas es capaz. La cara de Bruce Wayne cuando abre ese archivo robado del ordenador de Luthor es para enmarcarla.
(Aquí pegué un gruñido de ongarután).

(Acababa de correrme. Otra vez).
Y al llegar aquí me recorrí.
Desde el punto de vista de la puesta en escena, Wonder Woman era el mayor reto. Coger a una mujer adulta, ponerle una especie de corpiño de látex y una minifalda con estrellitas y pasearla por delante de la cámara con armas de la Edad de Bronce era la receta del desastre.
Yeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeees!
Y sin embargo funciona.
¡Y de qué manera!
No importa una mierda que la ex modelo Gal Dadot sea más bien tirando a delgadita (¡la que armaron los fans de Wonder Woman cuando se anunció el reparto de BvS; los alaridos de frikindignación que emitieron porque la Gadot no es tetuda y musculosa, como los pin-ups de Adam Hughes!). Cuando empieza el turrón, esta Wonder Woman se comporta como una auténtica amazona, de la clase capaz de matar a un dios. Salta, esquiva, golpea, se cubre tras su escudo, da estocadas, entrechoca sus brazaletes y, lo más difícil de todo, TE LA CREES. No resulta ridículo. No tienes la sensación de estar viendo una de esas insufribles películas de chinos voladores, donde todo son cables, arneses y postproducción. Lo que tienes ante sus ojos no es un capítulo de los Power Rangers. Es Diana de Themyscira repartiendo brea. Y te la crees. Y la adoras. Y cuando llegas a ese plano, quizá accidental pero que se dejó en el montaje definitivo,
«¡Y yo que tenía miedo de que esto fuese demasiado fácil!»
¡y ves que Wonder Woman está gozando del combate como una perraca! Porque ésta es la clase de lucha para la que fue preparada. Porque combatir contra monstruos es su misma naturaleza. ¡Porque éste es su terreno! Oh, Dios, cuando ves esa sádica sonrisa regosona, golosa, visiosa; ese ademán de su amazónica cabeza, amas a Diana, la amas, la amas, la amas y la amas.
Diana a punto de curtir vivo al puto feto de Doomsday.
Y todos los lectores de cómics deberíamos hacer una pausa reflexiva y preguntarnos quién adjudicó los carnés de autoridad freak a unos comemierdas agradecidos por la oportunidad de crucificar al más exitoso icono feminista de la cultura popular solo porque la actriz que lo encarna no tiene las tetas lo bastante grandes. Y además se afeita los sobacos, la muy nazi.
Gal Gadot no se le parece, ni puñetera falta que le hace.
(Pero que conste que la verdadera heroína de Batman v Supermán es esa mujer, ¿tal vez profesora?, que, en medio del mondongo, con toda la mierda chunguísima que está pasando a su alrededor, tiene la sangre fría de reunir a sus elementos y ponerlos fuera de peligro).
En cuanto a Supermán, y aunque él y lo que su mera existencia implica para la humanidad son el centro de la trama, aunque el debate acerca de cómo podemos convivir con un ser virtualmente invulnerable y todopoderoso, de si debemos o tenemos derecho a exigirle que se someta a nuestras leyes e instituciones, y si estamos capacitados para tomar medidas al respecto en caso de que se niegue; aunque este debate, apenas esbozado y vilmente desaprovechado en la película, podría haber dado mucho juego, durante la mayor parte del metraje el Último Hijo de Kryptón está ausente, por decir algo, e incluso rompe con la humanidad y se va a patearse las montañas, donde, como un peyotero kiowa, tiene una visión inexplicada e inexplicable del difunto Jonathan Kent, y oye otra de sus batallitas del abuelo Cebolleta.
(El Jonathan Kent que, en Man of Steel, recrimina a su hijo haberse expuesto a desvelar sus poderes cuando salvó a sus compañeros de cole de morir ahogados).

(¿Es éste Jonathan Kent? ¿El que, entre descubrir su secreto o dejar morir a treinta críos, le dice a su hijo que debería haber optado por lo segundo?)
«Cuando dudes, es que no hay duda: ¡MUERTE!»
A pesar de los funestos consejos de su padre, Supermán había terminado la odiosa Man of Steel convertido ya en Supermán, aceptando su destino como héroe y faro moral de la humanidad. Por alguna razón que se me escapa (¿drogas?), Zack Snyder hace borrón y cuenta nueva en Batman v Superman y nos presenta de nuevo a un Supermán inseguro, disperso, lleno de dudas, indeciso acerca del papel que debe jugar en su mundo adoptivo y más preocupado por los titulares que los tabloides publican sobre él que por hacer lo que sabe que es correcto, pese a quien pese; que ésa siempre ha sido la naturaleza de Supermán, aun cuando su propia vida corriese peligro por ello.
Este día lloré. Sin coñas.
(Y por eso dije antes que Henry Cavill es en esta película muy Clark Kent pero solo un poco Supermán).
Pese a sus muchos defectos, las dos horas y media de BvS se me hicieron cortas. Me pasé toda la sesión como un guaje de nueve años y salí del cine flotando en una nube. Dawn of Justice me gustó tanto que me compré el Blu-Ray y ya me lo he visto varias veces. Y más que volveré a verlo, a poco que me acompañe la salud. Joder, si es que lo tiene todo para ser mi película de superhéroes favorita: Batman, Supermán y Wonder Woman por fin reunidos; la batcueva más chula de la historia, ¡con un monumento a un Robin asesinado, como debe ser! (aunque, ya puestos, eché de menos el penique gigante y el T-Rex robot; y es que no se pude tener contentos a todos los fans), un batmóvil de cágate lorito, el Batman más paranoico y amargado ever y la mejor pelea del Caballero Oscuro jamás rodada.
Me permito señalar que la versión extendida (media hora extra, nada menos) resuelve casi todos los agujeros de la trama (que siempre fueron muchos menos, y mucho más pequeños, de lo que denunciaban sus detractores), particularmente algunos de los más obvios. No creo equivocarme, y en esto coincido con Matt Hughes, en que mucha gente que aborreció el montaje original, acusándolo, entre otras cosas, de «inconexo», «confuso» y «desorganizado» (a veces con justicia), tendría que revisar su opinión después de ver la Ultimate Edition. Aunque es poco probable que haya muchos haters de BvS dispuestos a hacer el esfuerzo.

Sí, ya sé que se me nota. ¡Si no he hecho nada para ocultarlo y lo he confesado en los primeros párrafos de esta entrada!: me gusta Batman v Supermán

Lo cual no quiere decir que sea una buena película.

Para nada.

Batman v Supermán está rodada con el puto culo, a partir de un argumento de mierda, unos personajes desfigurados y lastrada por una pachorra narrativa injustificable.

BvS es tan mala (a pesar de lo mucho que me gustó) que hasta una mala actriz como Jessica Alb... perdón, que me voy al artículo anterior; BvS es tan mala, decía, que el pobre Dave Gibbons se ha sentido obligado a pedir perdón por su contribución a la atmósfera nihilista y siniestra de Watchmen, de la cual beben las pelis de superhéroes de Zack Snyder, Dawn of Justice entre ellas.
Supermán asesinando gente. ¡Hurra!
BvS es tan mala que Zack Snyder se ha pasado los últimos dos años intentando convencernos de lo mucho que en realidad mola, de los cenutrios y cortitos que somos por no haber pillado todo el simbolismo que, con infinito amor y talento, incluyó en cada plano.

Zack Snyder.

El mismo omnipotente Zack Snyder a quien Warner permitió estrenar en cines un mastodonte de dos horas y media al que le faltaban otros treinta minutos de metraje para ser medianamente legible. Ése Zack Snyder que, dos años después de su decepcionante BvS, y menos de un año después de la catástrofe de Justice League, sigue obsesionado con explicarnos cada plano de Batman v Supermán.

Sí. Eso mismo. Un director de cine que tiene necesidad de explicarnos qué quiso decir en realidad cuando rodó tal escena. Como Pollock, intentando hacernos ver lo geniales que eran sus truños de pintamonas.
Batman v Supermán.
Dos putas horas y media de metraje en cines, treinta imprescindibles minutos extra en la Ultimate Edition, y al director de BvS aún le faltó tiempo y espacio para narrar su historia.

Anda, defendedme de nuevo a Zack Snyder. Venga. Defendedme a ese genio del cine que no sabe desarrollar un puto argumento ni en tres horas de película y feliz de haber convertido a Supermán en un sicario.

Ese genio que tenía la oportunidad de mostrarnos la cara y la cruz de los superhéroes, que podría haber sacado partido a los extremos representados por Batman y Supermán y a las posibilidades dramáticas que sus personalidades opuestas y enfrentadas filosofías le ofrecía. Supermán, la luz, el optimista, el inocente, el humanista comprometido con su misión de faro moral, decidido a guiar con su ejemplo a la civilización hasta la cúspide de sus más elevados valores; Batman, la oscuridad, el amargado, el justiciero lleno de resentimiento y cólera con el mundo que fracasó en proteger su inocencia, el nihilista con fantasías autodestructivas e infinita sensación de culpabilidad por haber sobrevivido a sus padres, la figura ominosa que no es sino un niño incapaz de superar el asesinato de sus progenitores y que combate su dolor dirigiéndolo hacia sus enemigos.
Supermán sale cada día a mostrarles a sus vecinos lo que pueden llegar a ser. Batman sale cada noche a romperle la espalda a cada ratero de Gotham porque no puede rompérsela al asesino de sus padres.
¿Qué nos dio Snyder? Un Supermán oscuro y un Batman aún más oscuro. No hay casi contraste. No hay conflicto. No hay drama. No hay historia. No hay Batman v Supermán: Dawn of justice. Hay Batman & Supermán: Darker than hell.

¿Qué podría haber sacado de esa dinámica un director diferente, no tan obsesionado con el acabado formal (siempre que sea sombrío, deprimente y turbio) y más preocupado por su historia y sus personajes?

Nunca lo sabremos.
Batman v Supermán me gustó. Mucho. La Ultimate Edition, más incluso que la versión cinematográfica. Creo que con esta declaración (y la cerrada defensa que he hecho de la película en esta entrada de Paratroopers) es suficiente para que todos los haters que la pusieron a pan pedir cojan número para comerme la polla.

Pero BvS me gustó a pesar de Zack Snyder (claramente un cineasta inepto, un estilista, no un narrador de historias, y Sucker Punch es la mejor prueba de ello) y no gracias a él.
(Y empiezo a preguntarme si no tendré precisamente el mismo problema con 300 y Watchmen).

Zack Snyder hizo todo lo humanamente posible para que yo aborreciese Batman v Supermán.
(Nota al pie: los fans de Zack Snyder también pueden ir pidiendo vez mientras me saco el carallo).
Me complace poder decir que fracasó.

Y en este punto me alineo con la mayoría de los espectadores que dejaron sus dineros en la taquilla y su opinión en Rotten Tomatoes, pues, aunque BvS no llegó a los mil millones en cines, aunque la puntuación de los críticos recopilada por dicha web es, efectivamente (y como los haters profesionales de twitter se recrean en apostillar), penosa, las valoraciones del público son mayoritariamente positivas. No clamorosamente, pero sí positivas. A seis de cada diez personas de las que vieron la película y dejaron su voto en la web de RT, parece haberles gustado Dawn of Justice, por más que le joda a cierta gente.
La prueba. Sin photoshop.
En lo que atañe a Rotten Tomatoes, que entre los fans de DC es como el segundo nombre de Satanás, yo también me pregunto si las críticas que recopilan para su tomatómetro tienen algún criterio. Volveré sobre la supuesta «mano negra» más adelante, pero, joder, ¡que estamos hablando de la página que le dio un 66% de críticas positivas a Thor: el mundo oscuro!; la más indigna, cabreante, insulsa, soporífera, prescindible, basureable, denigrante y madreputesca película que jamás se ha rodado sobre dios nórdico alguno.
¡77...! ¿Es una puta broma?
(Y un 73% a la peor película de la franquicia Iron Man. Pero la peor con mucha diferencia, ¿eh? Y el que esto escribe se descubrió multiorgásmico durante la proyección de Iron Man y defenderá hasta su último aliento Iron Man 3).
Mientras que, con lo absolutamente caótico, incoherente y esquizofrénico que es el montaje a cuatro manos Snyder-Whedon, los agujeros de guión y sus afeitados CGI dolorosamente obvios, Justice League, se lleva una puntuación inexplicablemente muy superior a la de BvS.
WTF????????????????????
¿Y la peli del DCU que mejor valoran los críticos, según Rotten Tomatoes? La más Marvel. Y prefiero no alinearme con los conspiranoicos que acusan a la crítica de cobardes y vendidos por no atreverse a darle caña a Wonder Woman, película dirigida por una mujer y protagonizada por otra mujer, incurriendo así en sospecha de flagrante machismo en la era del MeToo. Cualquiera capaz de creerse una majadería de semejantes proporciones, o no ha visto Wonder Woman o es gilipollas. Y yo no pierdo el tiempo con gilipollas.
Necesitamos mil como ella.
Me pregunto si los críticos de cuyas opiniones Rotten Tomatoes obtiene sus porcentajes son los mismos que proclamaron «obra maestra» ese anestésica muestra de fotografía, esa historia de apollardado amor aristocrático, ese monumento a la molicie que es El paciente inglés. Y me lo pregunto porque tengo mi propio criterio, que no suele coincidir con el de los académicos; un criterio imperfecto, sin duda, pero templado en cientos de horas de metraje y vete a saber cuántos miles de páginas de lecturas.

Me lo pregunto porque de niño escogí los libros y no la metralleta.

Y precisamente porque escogí los libros y no la metralleta, y Batman v Supermán y Justice League nos gustaron tanto, a mí y a otros (pese a los, insisto, innegables defectos de ambas cintas), me he lanzado a profanar la memoria del difunto Michael Cimino y escribir este análisis. Porque, digan lo que digan en Rotten Tomatoes, Thor: el mundo oscuro e Iron Man 2 no hay por donde cogerlas. Porque aún no he visto una buena película de Los 4 fantásticos. Porque ponerle riendas a los Michael Ciminos del mundo no puede pasar por reemplazar la creatividad y el talento por fórmulas prefabricadas (y además no funciona para hacer caja, como ha quedado demostrado), y porque quiero ver más veces en la pantalla grande al Caballero Oscuro, a la Matadioses y al Último Hijo de Kryptón: y ahora mismo esta posibilidad está amenazada como resultado de una conjunción de intrusismo, avaricia, malas decisiones creativas y, por encima de todo, desprecio absoluto al espectador e ignorancia supina acerca de lo que entraña construir una buena narración, ya sea en un guión de cine, un cómic o una novela (y de esto creo que entiendo un pelín, porque, como ya he dicho, además de escritor, algunos de mis mejores amigos son libros).

Así que me empeño en entender, o al menos intentarlo, qué cojones están haciendo mal en Warner/DC (y por extensión en Marvel, a veces). Aunque solo fuese para llegar a una idea informada de cómo podrían haberlo hecho mejor, o para explicarle un día, a todos mis amigos comiqueros, por qué seguimos sin tener largometraje de los 4 Fantásticos o por qué llevamos años sin ver en nuestras salas de cine una nueva película del DCU.
A ella también me gustaría explicárselo. Sin prisas.
Y, ya te aviso, querido lector, por si aún no eras consciente, de que me ha llevado algún tiempo investigar y reflexionar sobre el tema, así que mucho me temo que se aproxima otro cliffhanger como una plaza de toros. No me odies por ello.

Sigue en la próxima entrega.

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