domingo, 5 de octubre de 2025

El cementerio de los elefantes

El cementerio de los elefantes es esa vieja leyenda africana que perseguían los aventureros que en 1932 descubrieron al Tarzán de Johnny Weissmüller. Ese mítico cementerio sería un paraje secreto de África adonde los elegantes moribundos iban a pasar sus últimos momentos. Por esa razón, sería pan comido, poligonera preñada (y gonorrea contraída), volver de allí con toneladas de marfil sin necesidad de disparar un tiro.


Que sepamos, y aunque el comportamiento de los elefantes enfermos pueda haber dado alguna verosimilitud a esta fantasía, nadie ha encontrado el famoso cementerio de los elefantes, fuera de los márgenes de una novela o los fotogramas de una película.

Como concepto mental, el cementerio de los elefantes es una idea poderosa que ha infectado la cultura popular universal. Varias películas y series han retomado el mito. El director Tonchy Antezana tituló así su versión hispanoparlante de Leaving Las Vegas, materializada en un largometraje, sobre guion propio, que cuenta la historia de un alcohólico que decide pasar sus últimos días en un rincón frecuentado por los borrachuzos más atorrantes de La Paz.  El Estadio Brigadier General Estanislao López, propiedad del Club Atlético Colón, en Santa Fe, Argentina, recibe el apodo de «el cementerio de los elefantes», en alusión a que los grandes equipos van allí a perder contra el once local.

Y esta idea de lugar imaginario al que los grandes van a morir no se me quita de la cabeza desde que vi Jurassic World: Renacimiento.

Que los hechos vayan por delante: esta película costó unos 180 millones de dólares y ha recaudado casi 870. Los espectadores han premiado esta película. Este tono. Este estilo de guion. Así pues, Universal Pictures y Amblin Entertainment tienen todos los incentivos del mundo para seguir haciendo películas de Jurassic Park como ésta.

Y quiero decir TAN MALAS como ésta.

Jurassic World: Renacimiento es una lección magistral de MALA escritura cinematográfia, de principio a fin. Y sin embargo, ha gozado del apoyo masivo del público. Claramente, al público se la crujen a dos manos la escritura de guiones y las películas bien hechas. Los dinosaurios molan. La gente verá cualquier cosa con dinosaurios. Y no hablo desde una perspectiva clasista. Alguien que se ha visto todos los CHORONGOS en los que Jessica Alba tenía aunque sólo fuese un papelito de estrella invitada, no puede subirse a ninguna columna de pureza intelectual desde lo alto de la cual cuestionar las elecciones de otros para sus ratos de ocio.

Puede que las taquillas la respalden, pero, desde un punto de vista de la escritura de guiones, Jurassic World: Renacimiento y, ya puestos, toda la franquicia de Parque Jurásico desde, al menos, Jurassic Park III, es un elefante moribundo que no encuentra un buen veterinario ni un cementerio en el que caerse de maduro.

Con un presupuesto de 63 millones, Parque Jurásico, dirigida por el entonces todavía interesante Steven Spielberg a partir de una novela de Michael Crichton, se convirtió en el hit de 1993. Más de mil cien millones de recaudación. Y no, yo no fui una de las personas que contribuyeron a ese éxito. Por razones explicadas en la infancia de la bitácora.

Con esas cifras, la secuela estaba más que cantada. Universal Pictures le dio a Spielberg un cheque en blanco y 73 millones de dólares de presupuesto. El mundo perdido: Jurassic Park (en serio, el título español es así) se puso en taquilla un poco por debajo de los 619 millones. De nuevo, una inversión lo bastante rentable para justificar una segunda secuela, ésta vez sin Spielberg (que, desde La lista de Schindler, estaba obsesionado con hacer currículum de cineasta serio, artístico, dramático, y distanciarse de su bien aquilatada fama de director palomitero).

Jurassic Park III fue dirigida por Joe Johnston, a quienes la chavalada de mi generación siempre recordaremos por Cariño, he encogido a los niños, Rocketeer, Las aventuras del joven Indiana Jones y Jumanji, y los millennials tal vez conozcan por Capitán América: El primer vengador. Desde la humilde opinión de quien esto escribe, es la más floja de la trilogía original. Los espectadores del recién estrenado milenio también deben de haber pensado lo mismo, porque sólo recaudó 368 780 809 dólares sobre un presupuesto de 93 millones. En absoluto el retorno que esperaban Universal y Michael Crichton, que coleccionaba ex esposas y, por ende, tenía muchos gastos.

Durante catorce años, Parque Jurásico permaneció en una nevera de Universal Pictures. Nadie quería tocar la franquicia ni con un palo. Spielberg se negó a rescatar el bebé que él había ayudado a concebir a principios de los 90. Michael Crichton llamaba todos los días al estudio exigiéndoles que siguieran ordeñando al velocirráptor, que tenía un montón de compensatorias que pagar (y luego, en 2008, el pobre se murió de cáncer dejando incompleta su novela Pirate Latitudes y sin haber visto una nueva película de Parque Jurásico). Parecía que la franquicia surgida de la novela de Crichton, la de audiencias y beneficios millonarios, concluido su ciclo vital en las pantallas grandes, medianas y pequeñas, se había ido a buscar un lugar tranquilo para morir.

Pero el mundo aún no se había cansado de los dinosaurios. Tal vez nunca lo haga.

Jurassic World, de 2015, fue un MEGABLOCKBUSTER. 150 millones de presupuesto, casi 1 700 de recaudación. Colin Trevorrow en la dirección, el siempre popular Chris Pratt y nuestra amada Bryce Dallas Howard en los papeles protagonistas, un nuevo parque temático lleno de dinosaurios clónicos, científicos amorales jugando a ser Dios con con el ADN de especies extintas, velocirraptores gigantescos (los de verdad eran del tamaño de gallinas; gallinas grandes, pero gallinas a fin y al cabo) y masacre garantizada porque la vida se abre camino, y la teoría del caos, y bla, bla, bla.

Jurassic World es entretenida, pero no deja poso. Cae directamente en el casillero de «película sin pretensiones con la que pasar el rato». Que no tiene nada malo, también hay que decirlo (y las razones por las cuales las grandes producciones de Hollywood son cada vez más tontorronas están esbozadas aquí). Los efectos especiales por ordenador no tienen el peso, la gravitas de los animatrónicos de Stan Winston en la primera película. Aquí todos los bichos, y buena parte de los escenarios, son CGI. Y se nota. Y no acaban de empastar con los fondos reales y los actores de carne y hueso. Y sufre la suspensión de la incredulidad. Y no acabas de entrar del todo en la película.

(A pesar de Bryce Dallas Howard, a la que pusieron a lechuga y arroz hervido para Jurassic World, ¡con lo rellenita y sabrosona que es ella al natural!)

Pero funcionó. La franquicia estaba salvada. Volvieron a circular los volquetes de dólares. Se programó la secuela, en esta nueva etapa en la que los dinosaurios ya no estaban confinados en una isla, sino sueltos por todo el planeta...

...Y nos la perdimos. Ni siquiera sabía que se me había pasado Jurassic World: El reino caído hasta que me vi Jurassic World: Dominion y me di cuenta de que no entendía un carallo. ¿Quién coño era la niña esa interpretada por Isabella Sermon? Ah, coño, ¿qué... espera... cómo...? ¿Que es un experimento genético que...? Pero ¿Esto qué es? ¿Estas películas empezaron manipulando el ADN de dinosaurios y ya han empezado a hacerle la misma puñeta al ADN de los humanos? Y ¿por qué coño están de regreso Sam Neill, Laurda Dern y Jeff Goldblum? ¿Qué pasa, que la película anterior, de cuya existencia acabo de enterarme, no hizo suficiente pasta y os habéis traído de vuelta al elenco original a ver si revitalizáis la franquicia?

Pues... no. O sea, no en principio. El reino caído hizo más de 1 300 millones sobre un presupuesto de 170 millones. Lo mires como lo mires, un éxito de recaudación. 

Con un presupuesto OBSCENO de unos 185 millones de dólares y una recaudación de más de mil, Jurassic World: Dominion también entró en tinta azul en los libros de cuentas de Universal. Y los números son lo que son. Les importan exactamente tres mierdas que Jurassic World: Dominion, sea tan poco interesante, que la apelación a la nostalgia de recuperar al trío de protagonistas original no baste para elevar la calidad de la historia, que los giros de argumento sean poco menos que accidentales, que los antagonistas sean tan transparentes y caricaturescos y que la vinculación emocional con los personajes brille por su ausencia.

Cualquiera diría que, treinta y dos años después de la película original, la gente ya estaría un poco hasta los güitos de dinosaurios.

Aparentemente no, porque en 2025 hemos tenido Jurassic World: El renacer, objeto de la presente entrada de la bitácora, que ha vendido 867 millones de dólares en entradas, marcando un nuevo punto bajo en la franquicia, desde su presupuesto estimado de unos 180 millones.

Y, Sara Sampaio Dominátrix sálvanos, Jurassic World: El renacer es, para cualquier persona humana con dos nociones elementales de narrativa, un supositorio de ácido sulfúrico.

Se atribuye a Damon Francis Knight, editor, escritor de ciencia ficción y crítico literario, la acuñación del término «idiot plot»; aunque él se la adjudica al autor James Benjamin Jimmy Blish, también escritor de ciencia ficción. Sin querer involucrame en la atribución de autoría, permítaseme explicar que un «idiot plot», o «trama idiota», es aquel que sólo se mantiene en movimiento porque los personajes involucrados en el mismo son todos imbéciles.

En un idiot plot, la historia no duraría ni diez páginas, o ni siquiera existiría, si los personajes recibiesen, reconociesen o interpretasen correctamente la información clave que les permitiría evitar el conflicto o resolverlo en su estado embrionario. Los escritores de idiot plots recurren a toda clase de artificios argumentales forzados para que sus personajes tomen, siempre, la decisión más desinformada, irresponsable y absurda.

En párrafo corto: para que un idiot plot funcione, es necesario que los protagonistas de la historia sean gilipollas.

Jurassic World: El renacer es la apoteosis del idiot plot.


Un gilipollas mete una chocolatina Mars en una sala limpia de atmósfera controlada, en la que sólo puedes entrar tras pasar por descontaminación y ponerte un traje de riesgo biológico. Ninguno de los otros veinte gilipollas que trabajan allí se da cuenta, le quita la chocolatina, le mete un par de hostias y avisa a Recursos Humanos para que lo crujan. Al primer gilipollas se le cae el papel de la chocolatina, que entra por una toma de aire de la superpuerta blindada automática de contención, que debe de ser que la han comprado en Aliexpress, y provoca un cortocircuito, impidiendo que pueda cerrarse y posibilitando que el aliensaurio ése se escape y monte una chanfaina.

David Koepp, autor del guion de la primera Parque Jurásico, entre otros títulos, podría haber escrito, LITERALMENTE CUALQUIER OTRA ESCENA para justificar el accidente que deja libres a los dinosaurios mutantes del laboratorio. En su lugar, escribió LA EXPLICACIÓN MÁS IMBÉCIL POSIBLE.

¿Qué pasa? ¿Que no le pagaron lo suficiente?

Dado que ir a la isla en la que está ubicado el laboratorio secreto es ilegal de toda ilegalidad, ¿por qué, después de rescatar a los robinsones latinXs, la tripulación de mercenarios reunida por el malvado megaejecutivo farmacéutico Martin Krebs (Rupert Friend) no los lleva directos a la isla poblada más cercana? ¿Por qué llevárselos consigo a las instalaciones secretas de InGen? ¿Por qué retener a testigos del delito que se disponen a cometer cuando podrían haberles contado cualquier soplapollez mínimamente plausible sobre sus razones para navegar aquellas aguas y soltarlos en un puerto civilizado? No es como si estuviesen en una carrera contra el tiempo o contra otro equipo.

El Daario Naharis original, por algún motivo extraordinariamente RETRASADO, dispara la que es, aparentemente, la única arma anti-dinosaurios que lleva la expedición, contra unos... aguasaurios (no me mires así, no recuerdo el nombre de los bichos y, además, me importa un cojón) que no representaban una amenaza inmediata para nadie y que no estaban atacando la lancha. Este acto de puro mongolismo dispara una serie de acontecimientos en la cual el Daario Naharis original amocha como el cretino profundo que es y pierde la que es, aparentemente, la única arma anti-dinosaurios que lleva la expedición, dejando a sus compañeros virtualmente indefensos.

Y encima falla todos los tiros, el muy cabrón.

Duncan (Mahershala Ali), por razones que sólo podemos rastrear hasta un posible recuento cromosómico anómalo, decide que la mejor manera de huir de los aguasaurios y del ballenosaurio es poner las máquinas a tope y dirigirse hacia los arrecifes de la lista. Como este comportamiento extraordinariamente irresponsable no es suficiente para provocar una catástrofe, tras eludir milagrosamente los escollos ni siquiera intenta evitar que encalle en la playa, dejando al equipo sin medio de transporte para regresar a casa.

La francesa con corte de pelo de bollera extreme, que se supone que es una mercenaria con experiencia en operaciones especiales y una marinera curtida, llega a la orilla y, en vez de hacer un mínimo reconocimiento visual en busca de amenazas, se pone a deshacer el lío de un fardo de suministros, DANDO LA ESPALDA AL MAR. Por supuesto, viene un aguasaurio de esos y se la merienda.

Duncan quiere buscar a la familia de latinXs, naufragos por partida doble, pero Zora (Scarlett Pechonsson, con la cara destruida por la cirugía plástica) y Loomis (Jonathan Bailey) le dicen que se vaya al peo. Esto no es un idiot plot, sino un inexplicable giro de carácter en dos personajes que se supone que son los héroes de esta historia. Que vuelve a contradecirse cuando Zora y Loomis hablan de mandar a cagar a la malvada compañía farmacéutica y poner las muestras que consigan en la isla a disposición de todo el mundo, libre y gratuitamente, para que todos puedan beneficiarse de la medicación cardíaca que ParkerGenix quiere acaparar.

¿Quién, sino un subnormal profundo, se pone a dar martillazos a centímetros del nido de un vuelasaurio carnívoro, en una isla petada de otros dinosaurios mutantes de Satanás? LeClerc (Bechir Sylvain), aparentemente. Aquí se aplica la ley de la Selección Natural y el vuelasaurio carnívoro se ventila al actor negro con el caché más bajo de esta película.

Hablando de negros: ¿CÓMO COJONES SOBREVIVE EL PERSONAJES DE MAHERSHALA ALÍ DESPUÉS DE HACER DE CEBO PARA EL ALIENSAURO? ¡SI NI SIQUIERA SE LE CAE LA BOINA EN NINGÚN MOMENTO, COPÓNS!

¿Por qué coño Krebs ignora al helicóptero de rescate y conduce hacia el puerto? Él no sabe que hay una lancha motora allí (lancha motora inexplicablemente abandonada atrás por el personal de InGen cuando evacuaron la isla). No sabe que el aliensaurio va a destruir el helicóptero. El guionista sí lo sabe, y por eso le hace tomar esta decisión tan contraintuitiva (forma cultureta de decir «idiota»). Y también le hace acelerar directamente en dirección al D-Rex, cerca de la salida del sistema de drenaje, en vez de clavar frenos y poner la marcha atrás como todo un campeón.

Y, ya que hemos mencionado a la puñetera familia de latinXs, ¿qué cojones pintan en la película, aparte de, sospechamos, representar la imposición de un ejecutivo que quería hacer Jurassic World: Renaciminto más atractivo para las audiencias ligeramente más oscuritas de piel? Sí, ¿qué mierdas pintan aquí? Porque no aportan absolutamente nada. Son un lastre narrativo, un desperdicio de metraje. Los quitas, y Jurassic World: Renacimiento sigue funcionando. Mal, porque es una traca de idioteces, pero entretenidamente mal. En serio, había, desde el punto de vista narrativo, sesenta y cinco mil cuatrocientas veinte formas bisiestas de abrir esa última reja sin necesidad de mantener con vida hasta el tercer acto a la Dora la exploradora de marca blanca y su atolondrada familia de robinsones racializados.

La familia Delgado es otra recua de imbéciles. ¿Qué marinero en sus cabales se lleva a una travesía atlántica al novio porrero e inútil de su hija, que no tiene la menor experiencia náutica y ni siquiera se toma la molestia de hacer las guardias al timón que le tocan? Un barco no es el salón de tu casa. Al mar no le importas un pijo. O pones mil ojos en lo que haces y mantienes la disciplina, o cuando empiecen los problemas, que empezarán, porque el mar es una mala puta, todo el mundo palma. Punto. Ya puestos, ¿qué padre responsable se lleva a sus hijas a hacer una travesía por una ruta llena de dinosaurios marinos?

El padre latino mongólico, que al parecer no tiene suficiente con perder a una hija y a un yerno porrero y tonto del culo (ella se cayó al mar, él se tiró detrás de ella, con un flotador de esos de Los vigilantes de la playa), decide tirarse él mismo, arrastrando consigo a su otra hija. Se arroja, conviene recordarlo, a unas aguas INFESTADAS DE DINOSAURIOS CARNÍVOROS. Inexplicablemente, ningún latinX resulta herido en esta escena.

El novio porrero e inútil se aleja de la familia como QUINIENTOS METROS para echar un meo, en una selva enmarañada llena de dinosaurios hambrientos, y casi muere a manos de unos velocirraptores. Se salva por la fuerza y el poder del guion, con un Devs ex machina de manual, porque, tranquilo, campeón de las minorías, ningún latinX resulta herido en esta película. Sí se cargan a un negro. De la forma más estúpida posible, pero como que no cuenta porque tenían otro de repuesto.

La niña pequeña decide adoptar un Baby Yod... una cría de Tricerátops. ¿El padre le dice «deja tranquilo a ese bicho, a ver si nos la va a liar»? No. Por algún motivo, el señor padre latinX no teme que el dinosaurio sea peligroso. O venenoso. O que atraiga a otros dinosaurios. Quizá a una madre dinosaurio realmente cabreada con los secuestradores de su bebé.

El novio porrero de la hija mayor del señor Delgado se cae por un precipicio que no había visto. ¿Qué hace ella a continuación? En vez de acercarse cuidadosamente al punto por el cual se ha caído el marihuanero, y que quizá se haya matado del hostión contra el fondo, corre tras él y cae por el mismo sitio. ¿Qué hacen el gilipollas del padre y la otra niña? Caerse por el mismo sitio. Para sorpresa del público, este relajante momento de comedia física no termina con ningún latinX herido.

De verdad, cómo coño llegan vivos al tercer acto esta familia de anormales, después de todos sus intentos semi-deliberados por matarse, es uno de los mayores misterios de la historia de la ficción. El armor plot de los Delgado es a prueba de bombas atómicas.

La hija mayor de la familia de latinxs, la del novio drogata e inútil, arrastra de manera extraordinariamente ruidosa una lancha inflable al lado de un T-Rex dormido; en un perezoso y fracasado intento por crear suspense, y en vez de alejarse de él por la orilla, la infla, muy ruidosamente, justo al lado de la bestia, para provocar una evitable, aburrida e innecesaria escena de persecución en la que, tranquilo, campeón de las minorías, ningún latinX resulta herido.

En serio, si en otras películas mal escritas la trama avanza por la fuerza y el poder del guion, en Jurassic World: Renacimiento, la trama avanza por la fuerza y el poder de la estupidez.

Jurassic Park III fue el innegable comienzo de esta relación promiscua de la franquicia con el idiot plot. El personaje de Tea Leoni, llamando a su hijo con un megáfono, a gritos, en una isla llena de dinosaurios salvajes, alcanza unos abismos de cociente intelectual que pocas veces se han visto en una pantalla de cine, fuera del género de comedia. No es el único momento necio de esta película, pero no nos vamos a meter ahora en el jardín de analizar JPIII.

Y no es que el idiot plot carezca de ventajas. En algunos subgéneros cinematográficos, es un recursos útil. En la comedia de enredo, herramienta imprescindible. Ciertas tramas de terror, y especialmente el slasher, no existirían sin él: «Oh, hay un asesino en serie matándonos uno por uno, vamos a separarnos a ver si lo encontramos o damos con alguna pista». «¿Qué ha sido eso? ¿Un ruido? ¿En mi casa? ¿De noche? Voy a hacer lo más sensato: explorar la casa en picardías de Victoria's Secret y sin encender la luz». «Ah, por fin he logrado pasar por delante del monstruo comehombres sin que me vea. Ahora voy a hacer un ruido extraordinariamente inoportuno para que me vea y me dé caza».

También las tramas de confusión de identidad (Mientras dormías, La vida de Brian, El hombre que no sabía nada, El gran Lebowski, Tres amigos, El hombre con un zapato rojo, Héroes fuera de órbita o, como también es llamada, La mejor película de Star Trek jamás rodada, Con la muerte en los talones, Buscando a Susan desesperadamente, Brazil, El gran dictador o El talento de Mr. Ripley) descansan en mayor o menor medida en la estupidez de personajes incapaces de reconocer su error. E incluso algunas películas digamos «serias», o que son tenidas por tales, tienen su idiot plot (a Bruce Wayne le roban toda su fortuna en una serie de movimientos bursátiles dementes, el mismo día en que se produce un secuestro en la sede del mercado de valores de Gotham, en El Caballero Oscuro, la leyenda renace, ¿y la SEC valida la transacción?). Pero no se suponía que Jurassic World: Renacimiento fuese una película de ese tipo.
Sexy Catwoman motera.

Y sin embargo, acaba siéndolo.

Lo cual, tristemente, no le ha impedido recaudar una porrada de pasta.


Malos tiempos para el Séptimo Arte.

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