sábado, 26 de diciembre de 2020

"No friends at dusk": lo que sigue al «pero»


No hay palabra más venenosa en nuestro idioma, vocablo más cáustico, ruinoso, corruptor y put... No hay palabra más 2020 en castellano que «pero». «Pero» lo arruina todo. «Pero» es una enmienda a la totalidad y, al mismo tiempo, un espejo en el que se reflejan nuestras peores miserias. Todo lo que va antes del «pero» no vale una mierda. Lo que realmente cuenta (pero nos daba vergüenza admitirlo), lo que queríamos expresar (pero temíamos el juicio que conlleva manifestarlo), la verdadera voz de nuestro corazón es lo que sigue al «pero».

«Yo no soy racista, pero...».

«La mayoría de las chicas no son unas putas, pero...».

«Eres muy simpático, pero...».

«Tu libro está muy bien escrito, pero...».

Pues bien...

He visto Tenet, la nueva película de Cristopher Nolan, y me ha gustado...

...pero...

Según la IMDB, Tenet va de esto (la traducción es mía, y por lo tanto sujeta a debate):

«Armado sólo con una palabra, "Tenet", y luchando por la supervivencia del planeta entero, un Protagonista viaja a través de un mundo crepuscular de espionaje internacional en una misión que se revelará algo más allá del tiempo real».

No es mucho, ¿verdad? Ciertamente esta sinopsis no te proporciona suficiente información como para decidir si te interesa o no ver esta película. Supongo que los redactores de la Internet Movie Database se limitaron a cortar y pegar el texto que les envió la agencia de prensa de Warner Bros., o bien confiaban en que el reclamo del nombre del director fuese suficiente para atraer al público en plena pandemia global.
(A partir de aquí, espóilers como montañas. Queda a tu discreción seguir o no leyendo, mi prudente lector).

A veces, lo que el argumento de una película no te dice es más relevante que lo que sí te dice.

Y lo que el texto citado más arriba no te dice es que Tenet es como una casa de Mies van der Rohe: una fría, aséptica e inhabitable obra maestra del diseño. En la superficie, parece cojonuda, pero intenta vivir en ella una semana. Verás qué risa. Bueno, tú no se, pero nosotros ya nos estamos partiendo el fecho con la idea...

Y bien que me jode. Porque podría haber sido una gran película. Podría haber sido la nueva Origen, el último trabajo de Nolan que, salvando detalles menores, podríamos proclamar redondo. Y esa película pronto cumplirá once años. Aún no tiene edad para hacerse un Onlyfans pero ya empieza a echar tetas.

Tenet es tan fría, desapasionada y mecánica que después de verla tuve que ponerme La pasión de Juana de Arco, del infalible Dreyer, para recordarme a mí mismo que el buen cine debe conmoverte con cada plano, que es un medio de comunicación inventado por seres humanos para provocar reacciones humanas en otros seres humanos.
NO ESA CLASE de reacciones.

Reflejo de la obsesión de Christopher Nolan con el tiempo, Tenet explora un concepto (el conceto es el conceto) realmente atractivo, al menos de partida: la inversión de la entropía. No se trata, como en Memento, de jugar con el montaje para sumirnos en la misma confusión de su protagonista (Guy Pearce), afectado de amnesia retrógrada y encadenado a un eterno pasado. Esto se parece más a la «Piratería de sueños» de
Origen. Vamos, que en Tenet usan trucos sucios para cambiar la realidad. Toda la investigación del protagonista da comienzo a partir del hallazgo de una serie de objetos en los cuales la entropía ha sido revertida, y con ella el principio de causa y efecto y, por ende, el curso natural del tiempo: balas que hacen agujeros antes de ser disparadas y «vuelven» al cartucho que, antes de apretar el gatillo, ni siquiera estaba en la recámara del arma, engranajes que «caen» hacia la mano vacía que los «suelta». Un radioanálisis de esos artefactos arroja un resultado preocupante: todos ellos contienen firmas radiactivas que en ningún caso pueden haberse generado en el pasado ni el presente. Esos artefactos «invertidos» («¡Señor, permiso para hacer chiste sobre mariquitas, señor!» «¡Denegado, soldado!»), o mejor, y para no meternos en juegos de palabras, «revertidos», proceden del futuro y nadie sabe quién los envía ni con qué propósito.
(Que no es nada excesivamente original. Lo de viajar al pasado con información para cambiar el futuro es puro Primer. Y la idea de un universo en el que la entropía ha sido revertida lo leí hace tiempo en una historia corta de Asimov, creo recordar).

Y aquí es donde la mayoría de los espectadores que más se han quejado de Tenet empieza a rechinar los dientes. No sé la de críticas que he leído escritas por gente que afirmaba no haber entendido el argumento, o los principios físicos de la inversión de la entropía. Y no es porque no se los expliquen, ¿eh? Lo hacen. Una y otra vez. Aunque en la misma película se invita al protagonista a no intentar entender nada, a simplemente dejarse llevar por la fe, en lo que parece un mensaje a la audiencia, los personajes vuelven a enunciar repetidas veces las reglas, por si somos cortitos y no las hemos pillado a la primera. Como si Nolan no tuviese demasiado respeto por la inteligencia de sus espectadores o, lo que es todavía más siniestro, quisiera asegurarse de que salen del cine creyéndose auténticos superdotados por haber entendido los giros, paradojas y subtramas entrecruzadas de Tenet. Minutos y minutos y minutos y minutos y minutos de exposición. O sea turra y más turra. Las flatulencias de los malos narradores.
(Honestamente, si después de todas las veces que te explican el truco sigues sin entender Tenet, creo que no deberías seguir viendo cine. Ni atarte los cordones. Ni salir de casa solo. Ni tragar saliva).

Quizá es que Christopher Nolan se ha acabado enamorando de Christopher Nolan (o, al menos, del Christopher Nolan al que le comen el pito a dos carrillos el 90% de los críticos de cine del orbe) y ya le parece bien cualquier cosa que haga Christopher Nolan. Como Brando en su día, tan endiosado por la prensa especializada que ya ni se molestaba en aprenderse los diálogos de sus personajes. O se los escribían en grandes tarjetones a la vista, fuera de plano, o que no contaran con él para la película. Y, por favor, que no le hiciesen trabajar mucho ni repetir escenas, que él sólo había ido allí por la pasta. Pensándolo bien, ¿no podrían los estudios de cine pagarle simplemente por existir? ¡Como si ser Marlon Brando no fuese por sí solo un trabajo a tiempo completo!

Y la culpa de que Christopher Nolan, al que los medios de comunicación lameculos han autoproclamado salvador del cine, se tome tan en serio a Christopher Nolan no es completamente suya. Mucho ha colaborado Warner Bros. para que nuestro rubio y anglosajón director se crea el rey del mambo, el que corta el bacalao y empina el clítoris de Riley Reid, todo al mismo tiempo. Le compraron un avión para que lo estrellara, por Dios. Se fue con sus story-boards a los chicos de los ordenadores y les dijo: «quiero estrellar un avión de pasajeros contra una terminal de aeropuerto». Y ellos sacaron las calculadoras y le demostraron que recrear esa espectacular escena en CGI, tal y como él la quería, le costaría más caro que estrellar un avión de verdad. Y él se fue a los contables de la WB, les dijo que necesitaba un avión de pasajeros de verdad para estrellarlo (no necesariamente uno nuevo, con el fuselaje, las alas y el tren de aterrizaje bastaba) y ellos sacaron la chequera. Que alguna ventaja tiene que tener llamarse Christopher Nolan.

Tenet empieza de puta madre. En serio. Creo que, de todos los títulos de acción estrenados en los últimos diez años, sólo Spectre, la penúltima de Daniel Craig como Bond, tiene una secuencia inicial que pueda hacerle sombra.  Pero, como mi memoria es una mierda y, además, para qué engañarte, no me he visto todos los títulos de acción de los últimos diez años, puede que me esté dejando alguno en el cenicero. De hecho, la sensación de estar viendo un demo reel de un director interesado en hacer currículum para la próxima iteración de James Bond no te abandona en ningún momento a lo largo de las casi tres horacas que dura Tenet (150 carísimos minutos).

Pero...

...Tenet carece de un elemento fundamental para ser una película de Bond. Le falta un protagonista carismático, contradictorio y (al menos en las más recientes versiones de la franquicia) atormentado. Le falta a un héroe humano. Necesita un Bond, y John David Washington (hijo de Denzel Washington) ni siquiera se molesta en intentar parecerse a Bond o copiar lo que hace de Bond un personaje interesante y un arquetipo. Quizá porque no puede. Quizá porque el papel que le escribieron es así: el de una fría y cínica máquina embarcada en una misión que no comprende (ni intenta hacernos comprender) con un propósito inexplicable (y que no nos va a explicar por no arruinar el punto de giro del segundo acto y porque, de todas formas, no lo entenderíamos).

Tenet es una película de James Bond sin Bond y sin nada de lo que hace atractivas las películas de Bond.

Y no es pequeño problema que tu protagonista no tenga un objetivo claro más allá de descifrar una palabra misteriosa. Si el personaje protagónico no sabe por qué se está jugando la vida, tus espectadores tampoco. Un etéreo «evitar el Armagedón», no nos va a llevar a ninguna parte y, además, según avanza Tenet, acabamos comprendiendo que ésa no ha sido nunca la amenaza. Tenet es una organización secreta, dirigida por un misterioso Protagonista, que intenta salvar el mundo del Apocalipsis planeado por otra organización secreta. Y en este punto del metraje todo empieza a ser tan escurridizo, pantanoso y abstracto que el argumento de Tenet ya como que te la cruje a cuatro manos y sólo quieres ver tiros, hostias y, a ser posible, el vientre perfecto y las eternas patorras de
Elizabeth Debicki.

Tenet no tiene a un protagonista con el que podamos empatizar. No sabemos nada del personaje de John David Washington. Lo ignoramos absolutamente todo de su pasado. No comprendemos su motivación para seguir adelante, si es que tiene alguna. No nos ofrece la menor excusa para ganarse nuestro cariño. No tiene ningún acicate que justifique su empeño en llegar hasta el final con su investigación, ningún pecado que expiar, ni tampoco sufre un arco de transformación (repasa nuestros apuntes sobre «El viaje del héroe», querido lector), ni le espera premio alguno al final de su viaje en pos de la verdad oculta tras el misterioso Andrei Sator y la conspiración a la que representa. Ni siquiera se encoña del personaje de Elizabeth Debicki y sus piernas interminables, que ya es síntoma de no tener sangre en la venas o de haber nacido sin carallo. El protagonista de Tenet es un agente secreto de una organización cínica y pragmática y parece que su único motor es la vergüenza torera, el pundonor profesional, el orgullo del trabajo bien hecho. Y encima es un karateka nivel Jason Bourne, así que tampoco nos transmite en ningún momento la sensación de estar en verdadero peligro (la facultad de «volver atrás» en el tiempo siempre deja abierta la posibilidad de un devs ex machina que permita arreglarlo todo por chungas que se pongan las cosas). Parece que nuestro inexpresivo héroe siempre domina la situación, por peluda que sea, y cuando pierde el control no consigue comunicar tensión dramática, porque no somos completamente conscientes de qué coño es lo que está en juego o, a estas alturas del metraje, ya no nos importa un mojón ni que Andrei Sator vaya siempre un paso por delante, como si fuese El perro que conoce tus más oscuros secretos.

¡Pero si el personaje de John David Washington ni siquiera tiene un puto nombre, copón (como la atolondrada pelirroja imaginaria de I'm Thinking of Ending Things)! En la película no le dan ninguno hasta
el final del tercer acto y en los títulos de crédito del largometraje sólo se apela a él como «El Protagonista» (¡ups!, espóiler). Un Protagonista inexpresivo, manipulador, distante e incapaz de la más pequeña vinculación emocional con la misión que le han encargado y las personas a las que conoce en ella (¡Que en ningún momento intenta arrimar cebolleta con la élfica Elizabeth Debicki, cojona, que alguien me lo explique!). Una misión de la que podría depender la civilización tal y como la conoce y la supervivencia misma de la especie humana.

¡Que son casi dos putos metros de valkiria polaca, joder!


El protagonista de Tenet es un muñeco sin nombre, carisma ni sentimientos, un monigote que nunca llega a caernos simpático ni muchísimo menos emocionarnos. Y encima se caga en las leyes de la termodinámica. Y en esta casa no nos gusta eso.

Que es, en cierta manera, el mismo problema de Dunkerque, la anterior película de Nolan. ¡Y mira que tiene problemas Dunkerque! Pero éste es el peor vicio de ambas películas. Tampoco en Dunkerque tenemos a un personaje como tal. A lo largo de la hora y cuarenta minutos de Dunkerque (minuto arriba, minuto abajo) el realizador británico no encuentra tiempo suficiente para darnos, a los espectadores, la clase de conexión con alguno de sus personajes, con cualquiera de ellos, para que nos importe un cojón prestado lo que pueda pasarle.

Además, Dunkerque es una falsificación histórica y un panfleto tendencioso.

Y no, no es accidental y tampoco escribo desde la clásica pataleta de licenciado en Historia horrorizado. No es un tema de economía de la narración, que en una película se traduce en minutos de metraje (y esos minutos en dinero). Escoger qué vas a contar, qué vas a sugerir y qué vas a dejar fuera no es en absoluto una decisión inocente. En este sentido, Dunkerque es casi propaganda pro-Brexit. Cualquier que se haya asomado por primera vez a este episodio de la historia de Europa a través de la película de Nolan se irá a casa con la falsa y tendenciosa idea de que los Británicos intentaron impedir la invasión nazi de Francia mientras los franceses bebían absenta, comían queso podrido y se follaban los unos a los otros. De que el Reino Unido es un pueblo intrépido y combatiente y el francés una banda de puteros glotones y flojos. De que sus cojones son más grandes. De que los británicos están mejor, son más fuertes y más decisivos cuando se quedan en sus islas y dejan de preocuparse de las mierdas ajenas, que cuando se asocian con otros pueblos, particularmente con esos galos epicúreos y promiscuos o esos teutones cuadriculados y genocidas, lo acaban lamentando.

Dunkerque no me disgustó, pero, al igual que Tenet, me supo a poco. Como exhibición de técnica cinematográfica poco reproche puede hacérsele. Como construcción narrativa es distante, fría e inhumana y hace que te plantees si no habrás visto, sin saberlo, el primer proyecto de esa Inteligencia Artificial a la que Warner quiere confiar, a partir de ahora, la selección de guiones y el reparto y dirección de sus futuros proyectos.
(¿Es Christopher Nolan un robot? ¿Te has dado cuenta de que siempre se viste con la misma puñetera chaqueta y pantalón negros y la misma camisa azul? ¿Habrá varios de ellos, guardados en cajas, listos para tomar el relevo cuando al primero se buguea o se le acaban las pilas?)
Dunkerque, por si nunca has cogido un libro de historia en la mano, querido lector, dramatiza la Operación Dinamo: la evacuación en mayo de 1940 de la Fuerza Expedicionaria Británica que iba a pararle los pies a Hitler en Francia y acabó arrinconada en el pueblo costero de Dunkerque, avasallada por las imparables hordas de soldados alemanes hasta el cipote de anfetas. De haber caído prisioneros los 400.000 hombres de la Fuerza Expedicionaria, Gran Bretaña habría quedado literalmente a merced de los nazis, probablemente Oswlad Mosley habría sido elegido Primer Ministro y Hitler habría podido centrar sus esfuerzos en la Unión Soviética. Y ahora estaríamos todos cantando el Horst Wessel Lied.

Y en toda la película no hay un sólo personaje con el que empatizar. Ni uno sólo que Nolan se haya tomado la molestia de hacernos simpático. No sabemos nada de estas personas. De la mayoría de ellos no llegamos a conocer ni los nombres (como sucede con El Protagonista de Tenet o la pelirroja surrealista de I'm thinking of ending things), e incluso en los créditos aparecen identificados como «Soldado Francés 1», «Soldado Francés 2», «Granadero», «Soldado Colérico»... reduciéndolos a una masa anónima y sacrificable hacia la que no se nos invita a albergar sentimiento alguno. Y cuando aparece un personaje que puede atraer nuestra compasión, ese joven soldado francés, aparentemente mudo, infamantemente anónimo, que en cuanto su verdadera nacionalidad es revelada se convierte en el centro de su propio drama, Nolan nos lo presenta como un cobarde, un desertor que ha robado el uniforme inglés a un muerto («profanar los sagrados colores del Rey. ¡Sacrilegio!») y se ha acoplado a las tropas británicas que esperaban evacuación en las playas, fingiéndose mudo para no revelar que no habla ni papa de inglés, con el deshonroso propósito de escapar de los nazis y no sufrir el mismo destino de sus compañeros combatientes (cuyo único papel en Dunkerque, a juicio del director de la cinta, parece que era sacrificarse por el bien de esa Gran Bretaña que los está abandonando a su suerte).

Señor Nolan: puede que durante la fase de documentación para su película se le pasase ese pequeño e insignificante detalle, pero 120.000 de los soldados evacuados en Dunkerque eran franceses. ¿Dónde están, que no los veo en su largometraje? ¿Y los 16.000 belgas (que son a los franceses lo que los franceses son a los británicos, vamos que los franceses hacen chistes sobre los belgas parecidos a los que los ingleses hacen a costa de los franceses)? ¿Y los más de 300 buques de la Marina francesa que participaron en la evacuación? ¿Y los 40.000 soldados franceses que cubrieron la retirada de los evacuados sabiendo que lo pagarían con sus vidas, o, en el mejor de los casos, con una larga estancia en un campo de prisioneros alemán? ¿Y los pilotos de combate franceses que, respaldados por la RAF, contuvieron a la Luftwaffe para poder salvar a un compatriota más, a un aliado británico más? Aparte, ¿qué es esa memez que sugiere usted en su película de que la inútil Royal Navy se quedó en los puertos, rascándose el coño a contrapelo, mientras los independientes, aguerridos y guapos civiles británicos, sus sobacos perfumados y sus dentaduras perfectas acudieron al rescate con sus veleros, canoas, chinchorros, barcos de pesca y flotadores del pato Dónald? Señor Nolan, la mayoría de esos barcos civiles requisados fueron pilotados POR PERSONAL DE LA MARINA, señor Nolan. PERSONAL DE SU PUTA REAL MARINA, señor Nolan. ¿Es que odia usted a la Marina de Su Majestad? ¿Qué es usted, un leal súbdito británico o un comunista? Y, ya metidos en la brea, ¿dónde están las cuatro compañías indias del Ejército Colonial que también se reagruparon en Dunkerque? ¿Dónde están todas esas caras morenitas, señor Nolan?

Señor Nolan, con todo mi cariño se lo pregunto, ¿usted dónde coño ha estudiado Historia? ¿Es que le gusta hacer llorar a Anthony Beevor?

La carga ideológica de Dunkerque, infectada por la presunta superioridad de la civilización y la raza británicas, tan falsa como rancia (pero que, como todas las trampas identitarias revestidas del oropel del romanticismo, sigue encontrando eco en algunos corazones), se convierte en Tenet en una derivada siniestra: los héroes de la película intentan impedir que una banda de peligrosos ecologistas sin escrúpulos, que viven en un mundo futuro envenenado por la contaminación y arrasado por el calentamiento global del cual son responsables las generaciones precedentes, se salgan con la suya y conviertan la Tierra del futuro en un vergel equilibrado. Y eso, escrito y dirigido por el mismo señor que, en Interstellar, nos alertó sobre las funestas consecuencias del efecto invernadero y de que nuestra única esperanza de sobrevivir como especie es sentar a la cabecera de nuestra agenda pública la ciencia y el razonamiento.

Los mismos que detectaron en el argumento de The Dark Knight Rises (refrito de los arcos argumentales de Knightfall, Tierra de Nadie y El regreso del caballero oscuro), una denuncia del movimiento Occupy Wall Street, amenaza del orden establecido y posible puerta de acceso al populismo y la represión, ven en Tenet otro patinazo del subsconsciente de Christopher Nolan y no dudan en etiquetar esta película en su propio género: el llamado «Tory Porn», que podríamos traducir por «Porno Facha», y que no es sino un altavoz para las inhumanas ideas ultraliberales de Margaret Thatcher y sus apóstoles: ya sabes, la masa siempre se equivoca, los pobres e ignorantes lo son a mala idea, el destino de la humanidad depende de unos pocos hombres infalibles, genéticamente superiores a la plebe mongolizada...
¡'sas piernas más largas que un día sin pan!

Y yo no puedo hacer nada al respecto. No tengo acceso a Christopher Nolan ni derecho alguno a decidir por él cómo debe hacer sus películas. Ni en caso de tener acceso a él podría albergar alguna esperanza de ser escuchado, que Christopher Nolan se ha autoatribuido el dogma de la infalibilidad pontificia y en ningún caso escucharía a alguien que le diga que lo está haciendo mal.

Pero algo sí que puedo hacer.

Cagarle Tenet a los que aún no la han visto o explicársela a los que la han visto y no la han entendido. Y si aún no has visto Tenet y sigues leyendo, te mereces todo de lo que puedas enterarte a partir de este párrafo.

Ahí va (y aquí el enlace, por si google vuelve a joderla con la resolución de la imagen, o este otro, que también te puede venir bien):

Aquí, algo más picaditos, los puntos confusos de la trama:

I. El operador desconocido que salva la vida al Protagonista en el rescate de la Ópera de Kiev es, obviamente, un Neil
Revertido al que El Protagonista reclutará en el futuro y enviará al pasado para salvarle en la ópera y encontrarse con él en Bombay, antes del asalto al apartamento de Sanjay Singh. Quiero hacer notar que en la película, de casi TRES HORAS, no nos dicen en ningún momento, ni nos muestran, que sea Neil o Scooby Doo sobre las patas de atrás. Deducimos que es Neil porque más tarde descubrimos que sabe que Sator estaba en el asalto a la ópera cuando se supone que ni Neil ni Sator estaban cerca de Ucrania por aquel entonces... y porque no puede ser nadie más, básicamente, y ya está otra vez el director ocultándonos información para hacerse el guais y hacernos a nosotros los piltrafillas. Vamos, haciendo un Primer.

II. El Protagonista estudia a Kat antes de decidir acercarse. La ve hacer una llamada de teléfono a la puerta del colegio de su hijo y, aunque no lo sabe, ésta es una Kat
Revertida y reintegrada a la línea temporal normal que está llamando al teléfono que El Protagonista le ha dado en el futuro para informar de cualquier movimiento sospechoso (punto VIII). Luego, El Protagonista chantajea a Kat para que le ayude a acercarse a su marido, el ominoso Andrei Sator (segunda vez que yo sepa que Kenneth Branagh hace de ruso; ¿es ésa la idea que tienen en Warner Bros. de un ruso, un irlandés fingiendo el acento?), y, durante la cena que comparten, ella le dice que sabe que su marido tiene una amante, a la que vio saltar al agua desde su yate en Vietnam, durante su fin de semana de «démosle una última oportunidad a nuestro matrimonio». Es la Kat Revertida y luego reintegrada a ese momento del pasado a la que la Kat de la línea temporal «normal» ha visto saltar desde el yate, pero en este momento del metraje ni ella ni nosotros lo sabemos todavía.
La balasera retrosinemática.

III. Los operadores contra los que luchan Neil y El Protagonista en el aeropuerto de Oslo son ambos El Protagonista mismo, en su versión revertida (moviéndose contra la corriente del tiempo) y en la versión reintegrada a la corriente temporal. Cuando Neil desenmascara a «su» Protagonista, comprende lo que está sucediendo y lo deja escapar. De Oslo, Neil y El Protagonista vuelven a Bombay para aconsejarse con Priya.

IV. En la autopista de Estonia, el Sator al que El Protagonista arroja por la ventanilla del coche la caja con la pieza final del Algoritmo es un Sator
Revertido, y luego reintegrado al flujo normal del tiempo, que viene desde el futuro, con la información de su línea temporal que El Protagonista le ha proporcionado, cuando Sator amenaza con matar a Kat (algo que, desde la perspectiva del Protagonista, aún no ha sucedido). Poco después (minutaje 1 hora 22 minutos) El Protagonista es interrogado desde el otro lado de la mampara por el Sator Revertido, al que vemos amenazar a Kat con una pistola para conseguir la información que, desde la perspectiva del Protagonista, ya ha usado (pero a la que, desde la perspectiva de este Sator Revertido, aún no ha tenido acceso). Luego, El Protagonista es golpeado por el Sator «normal» que aún no ha entrado en la moviola para volver al pasado con la nueva información, llevándose a Kat con él como herramienta de presión.

V. Kat se está muriendo por una herida de bala revertida, que hacen más daño que un mordisco de Kylie Minogue después de comerse un shawarma, y eso tiene mala solución. No pueden estabilizar la herida causada por una bala invertida, a menos que inviertan a Kat una semana en dirección al pasado. Así pues, invierten a Kat con la máquina de Tallinn y se la llevan a la máquina de Oslo para devolverla desde allí a la corriente temporal normal y curarla. Éste es el momento recogido en el punto III, cuando
, una semana antes de la emboscada en Tallinn, El Protagonista lucha contra El Protagonista Revertido (el Neil Revertido aún no ha metido a la Kat Revertida en la máquina) y Neil se enfrenta al mismo Protagonista reintegrado a la corriente temporal normal y que sale para avisar al Neil Revertido de que ya pueden meter a la Kat Revertida en la máquina (antes de que, en la línea temporal normal, tanto él como El Protagonista descubran las máquinas). Y, sí, como en Primer, ahora hay dos copias de Neil, El Protagonista y Kat en la misma corriente temporal y en la misma dirección temporal: por un lado, una Kat que ya ha tenido su primer encuentro con el Protagonista y un Protagonista y un Neil que vuelven a Bombay buscando consejo de Priya después de su bizarra aventura en Noruega; por otro lado, una Kat, un Neil y un Protagonista a los que Noruega ya les queda muy lejos y que saben, por anticipado, lo que va a pasar en la próxima semana, y por lo tanto tienen una oportunidad de joderle la marrana a Sator usando las mismas herramientas que él ha usado durante toda la película para ir un paso por delante de ellos.
Así nos enseñan a la Debicki.

VI. Ahora, Sator se revierte a sí mismo a ese fin de semana en Vietnam para disfrutar sus últimos días felices antes de activar el Algoritmo, que se ha llevado con él al pasado para detonarlo antes de que sus enemigos puedan
desde el futuro impedirle hacerse con él. La Kat Revertida se desplaza a Vietnam para impedir que el Sator Revertido, se suicide y active así el Algoritmo revertido que el equipo de Neil y El Protagonista buscan en Stalsk-12. Ésta es la parte donde la cosa se pone un poco confusa porque hay, literalmente tres equipos: Kat Revertida en Vietnam, y dos fuerzas de asalto revertidas, uno en viaje hacia el pasado y otro devuelto a la corriente temporal normal, y por lo tanto en dirección al futuro, en Stalsk-12. El grupo «normal» se va de Stalks-12 cuando el grupo revertido llega (y viceversa) y pone en marcha el asalto con la información proporcionada por el grupo «normal», que ya ha reñido el asalto y sabe dónde están todas las trampas.
Y así nos habría gustado verla.

VII. Superando diversos obstáculos, El Protagonista e Ives llegan hasta el foso de pruebas donde están La Bomba y el Algoritmo. Una verja les cierra el paso y hay un cadáver en el suelo. El Sator
Revertido le larga por walkie-talkie, desde Vietnam, el discurso estándar de supervillano de cómic y su hombre intenta matar al Protagonista. El «cadáver», que es el Neil Revertido, se levanta, recibe la bala (desde su perspectiva, aún no ha muerto; está yendo contra la corriente temporal del Protagonista, o sea viajando al pasado desde su propio futuro, en el que morirá), fuerza la cerradura de la verja y se larga. El Protagonista, Neil e Ives se hacen con el Algoritmo, la bomba estalla y Neil vuelve con el equipo «normal» para regresar con el equipo revertido y abrir la verja para que El Protagonista y Neil accedan al Algoritmo, y se despide de El Protagonista, que desde su punto de vista es su amigo de toda la vida pero desde la perspectiva del protagonista, sólo  hace unos pocos días que se conocen porque aún no le ha reclutado, en su futuro (que es el pasado de Bruce Wayn... de Neil). En Vietnam, la Kat Revertida no puede seguir haciendo el paripé ni darle a su marido la satisfacción de creer que va a ganar, lo asesina (aunque se suponía que su papel era mantenerle con vida) y salta del yate (léete de nuevo el punto II) antes de que la Kat normal regrese de su excursión a tierra, pero no antes de que se vea a sí misma, sin reconocerse, abandonando el barco.

VIII. Ya superada la crisis, El Protagonista y Kat se separan. Ella se reintegra a su vida, con una semana de ventaja. Va a despedirse de su hijo a la puerta del colegio y ve el coche de Priya, que ha ido a «atar cabos sueltos», vamos, a cargarse al último testigo de la conspiración de Sator. Llama entonces al número que la he dado El Protagonista antes de separarse. El Protagonista recibe el mensaje, se revierte a ese momento (ahora hoy dos copias de sí mismo en este lugar y línea temporal) y mata a Priya antes de que ella o sus hombres puedan hacerle daño a Kat. Porque al fin ha comprendido que no trabaja para Tenet, sino que dirige Tenet. Que él es el que imparte las órdenes. El que corta el bacalao. El que satisface a Riley Reid. El Protagonista.
Fin.

Te jodes, Christopher Nolan.

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