sábado, 31 de diciembre de 2022

Otro vendrá

Joder, qué año.


Joder, qué año.

No voy a echar de menos el 2022.

Entre otros motivos mucho más graves que los disgutos del oropel, la estulticia, el narcisismo y el corchopán de la kulturkampf, no echaré de menos 2022 porque éste fue el año en el que Henry Cavill se largó, o lo echaron (hay versiones contradictorias sobre esta historia) de The Witcher acusado de crear un ambiente de trabajo tóxico cada vez que protestaba por la violación masiva del canon de El Brujero y señalar la bancarrota intelectual de los showrunners y escritores de la serie.

Así que supongo que éste fue el año en el que se ha ido a la verga la franquicia televisiva de The Witcher, porque contratar al menos agraciado y dramáticamente peor dotado de los hermanos Hemsworth para hacerse cargo del papel de Geralt de Rivia es tanto como firmar la sentencia de muerte de la serie. Y los abismos de rechazo visceral de crítica y público a los que se ha precipitado el spin-off racializado, feminista e inclusivo de Gerardo el magias apuntan precisamente en esa dirección: sin Cavill a bordo, el proyecto parece condenado.

(Hay gente que ha picado los números y llegado a la conclusión de que The Witcher: Blood Origin tiene de largo las peores audiencias de Netflix ever).

Los accionistas de Netflix ahora mismo.


Muy lamentablemente, Netflix, ninguneando a su estrella protagonista (hasta el punto de convertirlo en un intruso en su propia puta serie), cagándose con diarrea líquida en el material que están adaptando y choteándose de los fans, ha aniquilado la franquicia con la que pretendía hacerle la paralela a HBO y su La casa del dragón, que ha cerrado temporada inaugural con audiencias récord, el respeto de crítica y público y la esperanza de los seguidores de que por fin se nos vaya el sabor a heces que nos dejaron las últimas temporadas de Juego de tronos.

Éste también fue el año en el que James Gunn y Peter Safran decidieron hacer borrón y cuenta nueva con el DCU, que es probablemente lo que necesitaba desde que un par de mierdecillas descerebrados le dieron el mismo trabajo a Zack Snyder hace años, con los resultados conocidos por todos. La contrapartida de esta tábula rasa cinematográfica es que, lamentablemente, nos vamos a quedar sin el mejor Supermán de todos los tiempos desde que el malogrado Christopher Reeve se puso por última vez la capa del Último Hijo de Kryptón.

(También se rumorea que, en su deseo por reiniciar la continuidad del universo cinematográfico DC, Gunn y Safran habrían llegado a eliminar los cameos de Gal Gadot, Henry Cavill y Ben Affleck de esa película de Flash que seguimos sin saber si veremos algún día, aunque ya parece que Ezra Miller está vetado de por vida en cualquier futuro proyecto sobre El hombre más rápido del mundo, eso incluso suponiendo que consiga evitar una larga temporada comiendo embutido a cuenta del Estado).

Así que no ha sido un buen año para el pobre Henry Cavill.

Y, hablando de Supermán, éste fue al fin el año en que hemos aprendido que , ES POSIBLE ocultar tu verdadera identidad quitándote o poniéndote unas gafas.

También fue el año que nos recordaron que todavía es posible hacer películas entretenidas sin convertir cada puto plano, cada diálogo, en un sermón queer.

Éste fue también el año en que descubrimos lo fuerte que puede gritar J.R.R. Tolkien a pesar de llevar muerto desde 1973, y que la REPPPPPPRESENTEISHON se ha convertido en la topera a la que los pésimos escritores acuden a refugiarse cuando alguien les señala la calidad subfecal de su trabajo, para así poder embarrar el debate acerca de su inexistente pero por algún motivo sobrevalorado talento con acusaciones de machismo, racismo y homofobia.

Y es que la cagada suprema de Los anillos de poder (que han devenido en auténticos anos pequeños de los que salen inusitadamente caudalosos torrentes de mierda) es tan fuerte que hay incluso rumores, probablemente interesados y falsos, de un reboot total de la serie, y otros, tentadoramente verosímiles, de una escabechina de showrunners para poner a nuevos subnorm... escritores de cara a la segunda temporada, que ya se está rodando. Y más les vale que esos presuntos showrunners nuevos sean buenos de cojones, porque Amazon está contractualmente obligada a rodar 50 horas de serie. Salgan como salgan.
"The rights that Amazon bought were for a 50-hour show. They knew from the beginning that was the size of the canvas – this was a big story with a clear beginning, middle and end. There are things in the first season that don’t pay off until Season 5."
Y si Llef Belfos quiere recuperar al menos una parte de los mil millones de percebos que se ha gastado en su horrorosa escabechina de una de las sagas más respetadas, amadas y rentables de la historia, más le vale meter en el proyecto a gente que sepa lo que hace.

Si todavía queda alguno con vida. Que quedarán, todos los que no sean británicos.

Éste es el año en que Lane Wachowske jodió para siempre e irreparablemente The Matrix.

Aunque también fue el año en que Dexter tuvo, por fin, un digno desenlace.

El año en que Disney empezó a usar dinamita en su campaña de zapa y demolición de cualquier dignidad que quedase en Marvel Studios y Lucasfilms (pura y simplemente porque, y ahora finalmente lo entendemos, odian a las personas que disfrutamos con esas historias y esos personajes) y el mismo año en que Hulu puso en marcha la misma estrategia con la obra del pobre Clive Barker. El año de Abogaaaaaaadaaaaaa solteeeeeeraaaaaa (tan absolutamente horrorosa que Disney aparentemente ha cancelado la secuela programada), de una secuela de Black Panther sin Black Panther pero con chuminismo y negritud por cojones y un CGI digno de fan-fiction de los Power Rangers; el 2022 de Morbius el Motionblurred, la película que acuñó el chiste «la violencia callejera está aumentando preocupantemente; hoy me rompieron la ventanilla del coche y me dejaron dentro dos entradas para Morbius», el año de Doctor Raro en el chivoverso de la tontuna sorora, de Ms. Muermo, que empezó tan bien y cayó en picado tan pronto, de Thor: Love and vergüenza ajena.
(Pero, eh, también fue el año de Caballero Luna y The Sandman, que no están del todo mal).
El año en que la inclusión forzada y la violación de los más amados personajes de la cultural popular empezó a irse a la puta, afortunadamente.
Y también el año en que Ridley Scott nos pisó los huevos. Otra vez.

Pero al menos tuvimos una buena película de Batman.

El año en el que vimos probablemente la primera y última película de Uncharted. Y por muchos años.
(Ojalá fuese cierto. Con 120 millones de presupuesto y 400 de recaudación es casi seguro que harán más. Y ojalá nos produzcan la misma satisfacción del perrete que se come un burrito).

El año en el que, y perdón si ofendo a cualquiera al que le haya gustado ese espanto, me partí el fecho de risa con la CATATOMBE de Strange World, que le va a dejar a Disney un socabrón de como mínimo 100 millones de dólares. Y poco quebranto me parece como lección fundamental de escritura: cuando te dedicas a crear productos culturales y pones el mensaje por encima de la historia, la identidad de los personajes por encima de su personalidad y la ideología antes que el entretenimiento, lo que obtienes a cambio es veneno para las audiencias.

Finalmente, y como aficionado al cine y admirador a distancia de las amazonas esto me ha dolido especialmente, éste fue el año en el que Jennifer Lawrence, con la ignorancia de una diva narcisista o la pueril necesidad de reconocimiento de una niñata blanca, ignorante y rica, cometió un FEMINICIDIO MÚLTIPLE en la continuidad de la historia del cine diciendo que ella era la primera mujer protagonista en una película de acción (por su papel de Katniss Everdeen en Los jugos del Tambre), eliminando de un plumazo con su cretina afirmación a Brigitte Nielsen, Linda Hamilton, Gena Rowlands, Uma Thurman, Kristy Swanson, Pam Grier, dos veces a la maravillosa Geena Davis, también a Amy Madigan, Milla Jovovich, Tamara Dobson, Michelle Yeoh, a la seráfica Kate Beckinsale, a la rapada Demi Moore, a Anne Parillaud, Bridget Fonda y Peta Wilson básicamente para el mismo papel; a Jennifer Garner y sus élficos pómulos, a la recauchutada Angelina Jolie, como mínimo tres veces (aquí y aquí), a la pobre Eliza Dushku, que no creo yo que le haya hecho ningún daño a la Lawrence, a, y esto nos duele especialmente, a nuestra bienamada Jessica Alba, a Cameron Díaz, Drew Barrymore y Lucy Liu, y a nuestra amada Sihubiera Güevos; y ésas actrices con personaje protagónico en películas de acción, películas y actrices de las que parece que Jennifer Lawrence no ha oído hablar jamás, son sólo las primeras que me han venido a la cabeza y un par que he huroneado en Internet.
«"I remember when I was doing Hunger Games, nobody had ever put a woman in the lead of an action movie because it wouldn’t work — because we were told girls and boys can both identify with a male lead, but boys cannot identify with a female lead," Lawrence said to fellow Oscar winner Viola Davis as part of Variety‘s Actors on Actors series».
Jennifer, cariño, todos te queremos mucho y aplaudimos tu Katniss Everdeen, pero, por el amor de Sara Sampaio Dominátrix, a ver si de vez en cuando te pones alguna película en la que no salgas tú, ¿eh, hermosa? Lo mejor para no tener que disculparse por decir gilipolleces es no decirlas desde un principio.

Y a nuestra Jessica Alba no se te ocurra volver a ningunearla, ¿eh? Avisada quedas.
Lo veías venir, ¿verdad?

Éste fue el año 2022.

Y hoy se acaba.

Ya era puta hora, por Dios.


Aunque otro vendrá que bueno lo hará.

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