sábado, 9 de julio de 2022

La naturaleza de la bestia

El problema de Disney no es la reconchuda agente Woke, que también; el problema de Disney son los putos comités.

Y no sólo de Disney.


Un comité, por si lo ignoras, amado lector, es un monstruo de veinte estómagos y cero cerebros que, por el efecto Dunning-Kruger no sólo no es consciente de su supina estulticia, sino que encima tiene una elevadísima y falsa percepción de su propia capacidad.

No podía dejar de pensar en ello con cada nuevo capítulo de Obi-Wan Kenobi y, también, pero por diferentes motivos, durante todo el visionado de Dr. Strange en el multiverso de la locura.


Ambos son productos despersonalizados, dirigidos, es un decir, por comités de cenutrios papanatas sin la más remota idea sobre narración, televisión o cine (pero seguro que me darían sopas con onda en análisis de mercados y community managment); ambos tuvieron guiones previos que fueron rechazados porque «eran demasiado oscuros» (si una serie de Star Wars ambientada tras la caída de la república y el triunfo del tiránico imperio de Palpatine y una película que explora los abismos de la obsesión y expone los peligros de la magia negra no pueden ser oscuras, ya no sé qué cojones decir al respecto) y, sin embargo, donde Obi-Wan Kenobi es una catástrofe sin posibilidad de redención, Dr. Strange en el multiverso de la locura es una película entretenida (llena de fallos narrativos garrafales y asesinatos del canon de Marvel Cómics, pero entretenida) que no te deja en la boca ese desagradable retrogusto a mierda agusanada del cual aún no me he librado desde el primer capítulo de Obi-Wan.

Vamos a intentar acabar la entrada en alto, así que empezaré por lo más grave: Obi-Wan Kenobi destruye la poca dignidad superviviente de la trilogía original de Star Wars, ya extraordinariamente socavada por los episodios I, II, III, VII, VIII y IX. OWK aniquila a dos de los personajes más carismáticos de la franquicia, Obi-Wan y Darth Vader, y reescribe torpemente hasta casi dejarlo irreconocible el canon original del universo Star Wars.

El primer capítulo de OWK es el mejor de todos. Y es malísimo. Para los que conocemos desde niños la trilogía original (posteriormente desfigurada, retorcida, violada y martirizada por el propio George Lucas en sus malhadadas «ediciones especiales»), el visionado de OWK ha sido una experiencia dolorosa, y quiero decir analmente dolorosa, con rotura esfinteriana y prolapso intestinal.

OWK va sobre Leia siendo secuestrada.

Y rescatada por Obi-Wan.

Y secuestrada otra vez.

Y rescatada de nuevo por Obi-Wan.

Sí, exacto. Obi-Wan Kenobi no va sobre Kenobi. Va sobre Leia. Secundariamente, va sobre Reva y en menor medida Tala Durith.

¿Qué me dices, amado lector, de esa idea de bombero de hacer una serie sobre Obi-Wan Kenobi en la que Obi-Wan Kenobi se pasa el 99% del tiempo en pantalla que le dan (lee el siguiente párrafo) actuando de simple comparsa, haciendo el ridículo, dando vergüenza ajena, cagándose de miedo como todo un lúser y no un maestro Jedi, ex general de la República y veterano de las Guerras Clon, cuando no todo a la vez?

¿Qué me dices del insufrible protagonismo de Leia Organa en OWK? No, mejor aún, explícame qué coño pinta Leia en una serie sobre Kenobi y por qué se come un tercio del tiempo de pantalla casi en cada puto capítulo? ¿Por qué en Disney parecen haber olvidado que en el Episodio IV Leia no había visto jamás a Obi-Wan, sino que sólo lo conocía por las batallitas que le había contado su padre durante, y le escriben a la hermana de Luke Skywalker esta subtrama absurda de secuestro y rescate reincidentes que la pone en contacto con Kenobi, destruyendo en el proceso la continuidad del lore original?
(Respuesta: porque esta serie la ha hecho un comité, y lo que ese comité creía que queríamos ver, a la luz de los hashtags y trending topics del momento, era más inclusividad, más feminismo, más negritud, ¡techo de cristal, black lives matters, nosotras parimos, nosotras decidimos, Gibraltar español!)

¿Por qué Disney se molesta en sacar en esta serie a Darth Vader, un villano de presencia tan imponente, un personaje tan atractivo y ominoso que cuando entra en escena durante el primer acto de la Star Wars original (antes de que se convirtiese en un éxito de taquilla, Lucas oliese la pasta y reciclase su película en primer volumen de una trilogía) se come el puto show y convierte Star Wars en La peli de Vader? ¿Qué sentido tiene sacarlo aquí y presentárnoslo como un mierdecilla obsesionado con vengarse de su antiguo maestro, pero no tan motivado como para atravesar con su cuerpo blindado e ignífugo un charquito de combustible ardiendo para que no se lleven leeeeentaaaaameeeeenteeeee a Kenobi lejos de su alcance? ¿Y a quién se le ocurrió pintarnos a Vader como un empanado incapaz de sentir la presencia de su maestro, aún vivo tras la avalancha que le ha tirado encima, cuando en el Episodio IV lo sintió desde el otro puto extremo de la Estrella de la Muerte?

Y quisiera poder decir que éste es el único corte de mangas al espectador en OWK.

Kenobi pasa una cantidad de tiempo absurdamente larga intentando apagar la barrera láser de un puesto de control que simplemente podría haber rodeado caminando.

Vader amenaza a Reva con matarla si vuelve a perder a Kenobi. Le pierde, y Vader empieza a estrangular a Reva con la Fuerza, pero luego ella dice que le ha colocado un rastreador a Kenobi y Darth Vader le perdona la vida.

Vader.

Darth Vader.

El lord Sith que mata gente por servirle el mochaccino sin azúcar.

Reva le coloca un rastreador a LO-LA59, («Lola» para los amigos, lo juro), el droide-juguete del que Leia nunca se separa. Pero, cuando es necesario para poner aún en una situación más apurada a los personajes en el Capítulo 5, resulta que Lola no sólo lleva incorporado un transmisor, sino que está hackeada y puede recibir órdenes remotas de Reva y sabotear la puerta de la base rebelde, dejando encerrados a los miembros de la resistencia. Así que ahora, encima de darnos un puto robotito de mierda que cuando despliega las superficies de control hasta parece el logo de las orejas de Mickey Mouse, como si eso no fuese ya lo bastante cabreante, estamos reescribiendo el guion sobre la marcha.

¿Más? ¿Qué hay de ese senador Organa tan catastróficamente lerdo que envía un mensaje a Kenobi en plan: «Sé que por motivos de seguridad habíamos acordado que no nos pondríamos en contacto, pero se me ha ocurrido de repente que no sólo me voy a poner en contacto contigo, sino que voy a revelar en este mensaje información crítica que va a poner en peligro la vida de Luke.»?

¿Qué me dices de Reva, haciendo un trato con Kenobi para tenderle una trampa a Vader, delante de toda una compañía de putos stormtroopers, obviamente retrasados mentales, que cuando llega Darh Vader NO LE DICEN NADA A SU JEFE DE ESTA CONSPIRACIÓN?

¿Qué me dices del propio Vader sabiendo desde el principio que Reva era una superviviente de la academia Jedi que planeaba matarle... y ofreciéndole mil ocasiones para hacerlo, oportunidades que Reva, por un motivo probablemente más que justificado según la perversa lógica psicótica del comité, decide dejar pasar y concentrarse en la búsqueda de Kenobi, que desde el principio no era para ella más que un medio para lograr un fin último: medrar lo suficiente en el escalafón de los inquisidores que pudiese acercarse a Vader y matarlo para vengar a todos sus compañeros asesinados por él?

¿Y qué hace Reva cuando es ascendida a Gran Inquisidora y tiene a Darth Vader, el asesino de sus amigos, de espaldas, aparentemente desprotegido y al alcance de su sable de luz?

¡Nada!
¿Cómo coño llegó viva al último capítulo?

OWK no sólo está torpemente escrita, no es únicamente la carga de demolición que faltaba para reducir a átomos el legado de la trilogía canónica de Star Wars; no sólo destruye, ridiculiza, desfigura, parodia, humilla, pervierte y viola en manada a algunos de los personajes y tramas más atractivos, duraderos y exitosos de la cultura popular, sino que, para acabar de arreglarlo, no tiene puto sentido de principio a fin. Salvo que pertenezcas a un comité, tal vez, y compartas sus lisérgicos procesos mentales.

Kenobi está en Tatooine para proteger a Luke, al cuidado de sus tíos Owen y Beru, sin que el niño sea consciente en ningún momento del marcaje cercano que le hace el viejo Jedi.

Ésa es la única razón por la cual Kenobi está en Tatooine y no en ninguna otra parte o no se ha hecho todavía el mitsubishi. Digo el panasonic.

Y va Obi-Wan al final del capítulo piloto y se larga de Tatooine para ir a rescatar a Leia (que ni siquiera debería aparecer en esta puta serie, para empezar), dejando a Luke indefenso en el capítulo final ante una Reva que debería estar muerta, pero que ha sobrevivido a la herida mortal infligida por Vader (al parecer, en el universo Star Wars sólo mueres de una estocada de sable de luz en el pecho si te llamas Qui-Gon Jinn) gracias a los mágicos poderes de su negritud y la performatividad foucaultiana del aura hipocatástica de su vagino morenote.

Y la pobre Moses Ingram, que se merecía un papel mejor escrito, no tiene más remedio que poner cara de creérselo y de estar motivadísima para matar ahora, because reasons, al hijo de Anakin Skywalker ya que no ha podido matar al propio Anakin, que era su objetivo principal desde el capítulo piloto, o no sabe que Luke es un Skywalker y Reva sólo quiere matar al protegido de Obi-Wan para hacer daño a Obi-Wan, o yo qué se a estas alturas, que ya estamos otra vez reescribiendo la serie sobre la marcha. E Ingram resuelve su papel bastante bien. ¡Al carajo!, lo hace realmente bien teniendo en cuenta que le han escrito un personaje ciclotímico y absurdo que toma decisiones caprichosas y cretinas que van en contra de sus motivaciones declaradas y encima enmiendan las líneas argumentales establecidas en capítulos precedentes! Pero en esto de contradecirse, en Disney son ya veteranos. ¡Hasta se contradicen a sí mismos! (Porque en el seno de un comité la coherencia, la dignidad y la honestidad son abstracciones sin significado alguno).

Joder, pobre Moses Ingram. ¡Mira que se le podía haber sacado jugo a su personaje si alguien en la producción de OWK se hubiese tomado la molestia de contratar a un guionista! Y ni siquiera habría sido necesario uno que se conociese como el a-be-ce todas las películas, series, cómics, novelas y videojuegos del Universo Expandido de Star Wars. Con un profesional decente nos habría bastado a todos.

Aunque, eso sí, un escritor familiarizado con los episodios I al VI no habría dejado a Kenobi mudo cuando Reva le acusa:
"Where were you while he was killing my friends?"
Sino que le habría hecho decir algo como:
«¡Pues en el otro puto extremo de la galaxia, intentando evitar que me matasen también a mí, loca del chocho hija de la gran puta!»

Ni que el comité responsable de OWK quisiera hacerte creer que, de alguna manera, Obi-Wan es culpable de la muerte de todos los niños a los que Anakin asesina en la Academia Jedi durante la ejecución de la Orden 66 (Culpable por lo de ser un varón blanco presuntamente heterosexual y lleno de masculinidad tóxica, supongo). Y por eso lo alienan en su propia serie de televisión y lo reducen a una caricatura acojonada, cobarde y ridícula; para que por contraste las tres mujeres «poderosas» con las que comparte protagonismo en su propia serie, Leia, Reva y Tala, parezcan aún más valientes, decididas, protagónicas, empoderadas y emancipadas del heteropatriarcado sistémico pangaláctico. ¡Inclusión! ¡Feminismo! ¡Potorrea!
(Menudo excremento de panfleto feminista que necesita humillar a un hombre para que tres mujeres puedan parecer empoderadas se ha currado el comité de OWK).
Estrategia corporativa que comparte con los comités de Netflix en su programa de castración, masacre y degradación de la serie de El brujero. Y con Amazon en sus planes de lo mismo para La rueda del tiempo y Los anillos de poder. ¡Basta ya de perpetuar la heteropatriarcal y racializada perspectiva del bien y del mal en Star Wars! ¡Que anda que no desprende un tufillo kukluxklánico el color negro de la armadura de Darth Vader, cuya obvia inspiración japonesa le convierte, además, en reo de apropiación cultural!
Puro supremacismo blanco.

Mira, amado lector, si Obi-Wan Kenobi es una cagada de campeonato del mundo absoluto, que te vas a la página correspondiente de la desde hace años muy sospechosa Rotten tomatoes, buscas los comentarios y críticas que justifican ese inexplicable 83% en el tomatómetro y, oh, qué poco me sorprende, ¡no hay nada! ¡La sección de crítica de
OWK no existe! ¡No hay opiniones de los espectadores ni reseñas de críticos profesionales! ¡Nada! ¡El porcentaje del 83% de votos positivos está basado en los datos objetivos de mis gordos cojones barbudos!
(Y desde Disney y sus medios afines tratan de reconducir el debate desplazando la óptica del problema de la paupérrima calidad de productos como OWK a las malandanzas de los «fans tóxicos»; que innegablemente los hay, cuidado, aunque Disney mete en esta categoría a todos los fans de Star Wars anonadados de ver cómo están desvirtuando y corrompiendo a los personajes y el universo que aman).
Así que mejor ponerles mordaza.

Obi-Wan Kenobi es pura y simplemente basura vomitada por un comité de iletrados mediahostias que no resiste un primer visionado ni merece un segundo.

Dr. Strange en el multiverso de la locura
no es que sea mucho mejor, pero al menos es entretenida.
«Y también es una película de Sam Raimi. Eso cuenta.»
No.

Dr. Strange en el multiverso de la locura
no es una película de Sam Raimi. Raimi firma este largometraje, pero ha tenido tanta responsabilidad autoral en él como el chico que le llevaba los cafés al set. Dr. Strange 2 es otra película rodada por un comité que no sabe una mierda de cine, lo ignora absolutamente todo sobre escritura y no ha leído un cómic en su puñetera vida (ni un cómic ni ninguna otra cosa, aparentemente, que los tuits que le llegan a su iPhone).

En defensa de Dr. Strange 2 diré que no me pasé sus dos horas de metraje poniendo visaje de oler un pedo de vegano y deseando que acabase cuanto antes (como sí hice durante cada capítulo de Obi-Wan Kenobi). En la mía, diré que no soy gran fan del personaje, que sólo lo he leído en títulos de otros superhéroes Marvel (fundamentalmente Spiderman) y que, aunque podría currarme una investigación y señalarte todas las violaciones al canon que comete la película, lo cierto es que no me da la gana.
«¿Cómorl?»

En el nuevo título en solitario de Dr. Strange, América Chávez, una chica con dos madres lesbianas (tos), rasgos indo-americanos (tos, tos, carrasp) y la capacidad para cruzar entre universos (tos tos carrasp tos ¡inmigrante! escup) es perseguida por una fuerza desconocida que intenta hacerse con sus poderes. Chávez llega al universo del Doctor Strange del MCU y éste se ofrece a ayudarla. Como quiera que aquí no hay magia implicada, sino hechicería, distinción que fracaso en comprender, Stephen Strange, maestro de las artes ocultas (artes ocultas que al parecer, insisto, no incluyen la hechicería, que se conoce que es más oculta que las otras artes ocultas), se declara impotente para identificar al que persigue a América Chávez y va a buscar consejo de la Bruja Escarlata, que resulta ser la mala de la película. Wanda pretende usar los poderes de América, aun sabiendo que la matará al quitárselos, para reunirse con esos hijos imaginarios que en realidad no existen y que en realidad no tuvo con La Visión en Wandavisión, serie que en realidad nos importaba una mierda y en realidad no vimos.

Y aquí, en el minuto 22 de Dr. Strange en el multiverso de la locura, nos damos cuenta de que nos disponemos a ver un laaaargo capítulo final de Wandavisión y que toda la construcción del villano de la serie, la Bruja Escarlata, se ha hecho fuera de la película. Nos cuentan
las motivaciones del personaje, no nos las muestran. Por lo tanto no podemos implicarnos emocionalmente con el dolor de Wanda. Por ende, la Bruja Escarlata queda convertida en una caprichosa enloquecida o en una psicótica cabezota. A gusto del consumidor.

El resto de la película es un desastre entretenido, con Strange y Chávez huyendo de Wanda a través de un multiverso de mierda con menos variedad que el cajón de mis calzoncillos (por ejemplo: sólo se encuentran a otro grupo de héroes; sigue leyendo) y buscando el Libro de Vishanti, la antítesis del Darkhold y el único que puede proporcionarles la clave para derrotar a una Wanda fuera de control.

Escenas de una gran belleza visual, acción estúpida Marca de la casa™ a raudales (sólo la pelea con melodías musicales entre los dos Stephens me pareció ligeramente interesante), anticlimáticos chistes de un Stephen Strange intentando llenar el vacío dejado por Tony Stark como el personaje más engreído del MCU, una traca de fallidos intentos por crear suspense, unos diálogos... mejorables, y eso por no entrar al fondo de la cuestión, y Sam Raimi que no está ni se le espera por mucho que este largometraje tenga libros malditos, magia negra y un Stephen Strange zombi.

Porque, lo diré una vez más, Sam Raimi no ha dirigido esta película. Un comité lo ha hecho. Como en Obi-Wan Kenobi, producto televisivo que toma el buen nombre de Obi-Wan en vano, el comité responsable de Dr. Strange 2 ha partido del resultado al que quería llegar («sólo una mujer empoderada, racializada, inmigrante ilegal trans-dimensional y segura de sí misma tiene el derecho divino y los recursos para plantarle cara y derrotar a otra mujer empoderada y segura de sí misma, que no es que sea una tóxica psicópata homicida sino que le puede el dolor de madre, y ni todos los varones falócratas blancos y cisgénero van a cambiar eso por mucho mansplaining que hagan. ¡Mueran las barreras y fronteras! ¡Ningún ser humano es ilegal! ♫ Con-ta-míname, mézclate conmigo ♪») y ha cometido todos los crímenes contra la tradición de Marvel Cómics, el carácter y personalidad de sus héroes, la decencia, el sentido común y el lenguaje cinematográfico que fueron necesarios para alcanzar ese objetivo.

Sí, en serio, me ha gustado Dr. Strange 2 aunque en esta película Stephen Strange sea un McGuffin para demostrarnos que, por muy guardián del Sanctum que seas o hayas sido y por muy Maestro de las artes oscuras que te creas, sólo Wanda podía, en última instancia, derrotar a WandaAmérica Chávez, en realidad, no necesitaba tu protección, que tu misión no era más que mantenerla con vida hasta que Chávez tuviese por fin confianza en sí misma (¿alegoría de la menarquía?) y descubriese la omnipotente soberanía de su étnico chumino inmigrante ilegal, algo que debería haber sido evidente para ti si no estuvieses tan borracho de machirúlica pichosterona.

¿Todo lo demás? Ocurrencias. Espantajadas. Accidentes. Fantasmagorías.

¿La forma en que América descubrió sus poderes? Casi un chiste de humor negro y del pésimo gusto, por añadidura.

¿La aparición de los Illuminati, que debería haber sido APPPPPPPPPOTEÓSICA? Otra oportunidad perdida de rentabilizar el colosal patrimonio de Marvel Comics y un insulto intolerable a personajes tan poderosos como Rayo Negro (al que ya venían de joder a lo grande en la ridícula, desorientada, pobretona y fracasada serie de Los inhumanos) y Reed Richards, que le duran a la Bruja Escarlata lo que a una chica promedio su virgo en primero de carrera.
¿Héroes o cosplayers sin presupuesto?

¿En serio, Marvel? ¿En serio? ¿La primera vez que me sacas a Reed Richards en el MCU me lo puteas así?

El hombre más inteligente del universo Marvel (un tipo que puede superar en ingenio a veinte Tony Starks mientras inventa una máquina del tiempo con una mano, explora la Zona Negativa con la otra, fabrica un arma con la que derrotar a Victor von Doom con un pie, tiende una trampa a Annihilus con el otro y todo ello mientras le hace otro hijo a Susie Storm) es derrotado por Wanda en cero coma siete segundos.

Reed Richards acaba Doctor Grijando en el finstro diodenarl convertido en espaguetis.

El Mr. Fantástico de los cómics habría predecido las mil tácticas de ataque más probables de la Bruja Escarlata y modificado las contramedidas del Edificio Baxter para contrarrestarlas, e improvisado en cuestión de segundos un dispositivo o un plan nuevo en caso de que Wanda se sacase de la manga algo imprevisto, y todo ello antes de tomarse su primer café del día. ¡Y no le habría revelado a Wanda cuál es el poder de Rayo Negro para que ella supiese cómo derrotarle, hostia, que el comité que escribió esta película parece sobrado de subnormales, joder!

Pero, dejando de lado a Reed, mi querido comité, ¿el Capitán Marvel del Universo-838 tenía que ser, de nuevo, una mujer? ¿Y tenía que ser la pobre de Lashana Lynch, cómplice inocente en la deconstrucción de James Bond en la última y lamentable película de Daniel Craig para la franquicia? ¿Y Wanda la mata tirándole una estatua encima? ¿UNA ESTATUA DE MIERDA? ¿A la puñetera capitana marvel, me cago en santa Crisoberila la del chocho de madera?

¡Y ese Rayo Negro de coña! No, en serio, de puta coña. ¡Y la Capitana Carter de Hacendado incapaz de controlar su propio puto escudo! Y la aparición estelar del Profesor X, el telépata más poderoso del universo, al cual Wanda, que no es una telépata, da treinta y dos millones de capas de hostias en el reino de la mente. Su reino. El reino en el que Xavier no tiene rival (salvo quizá su malvada hermana Cassandra Nova). Porque alguien del comité que dirigió esta divertida aberración necesitaba dejarnos muy claro que nada se interpone entre una Karen loca perdida y sus hijos imaginarios y que todo lo pueden un par de tetas cobrizas, por mucho miedo que se suponga que deberían darnos.

Mira, querido lector, las cartas sobre la mesa: cuando de televisión y cine hablamos, hay un poder creativo superior al del guionista, el director y los actores: el presupuesto. Ése es el modificador definitivo de toda creación audiovisual. Por eso hay tantos episodios de Star Trek que son puro whatthefuck. Los responsables de esos capítulos no intentaban ser innovadores, ni originales, ni experimentales, ni postmodernos, ni cipotes a la vizcaína; pura y simplemente se habían quedado sin pasta y había que tirar de escenarios ya construidos, de tramas que no exigiesen gasto añadido y de lo que encontrasen en el almacén de vestuario y atrezo de la productora que aún no se hubiesen comido las ratas, y escribir algo parecido a un argumento a partir de eso.

Pero ése no parece ser el motivo de la subterránea calidad de Obi-Wan Kenobi, que ha dispuesto de unos quince millones de dólares por capítulo (hay quien dice que 25 para ciertos capítulos, que a saber en qué coño se los habrán gastado). Quizá 90 millones sean insuficientes para una serie tan ambiciosa como OWK, pero parecen más que suficientes para entregar un producto digno y no esta mierda. Quizá sus responsables podrían haber echado mano a lo que hubiese en el almacén de Lucasfilms para recortar gastos o quizá deberían haber invertido mejor su dinero. Contratando a un guionista, por ejemplo. O al equipo de The Mandalorian. Pero han cogido un argumento que todo fan de Star Wars se moría por ver y le han echado menos ganas que las que tienes de que el dentista te extraiga tres raíces sin anestesia. Los diálogos son de risa, los personajes, caricaturas, las escenas de acción ridículas, Obi-Wan sacando a Leia de la base imperial oculta bajo su abrigo, como dos críos con una gabardina de adulto intentando colarse en un cine porno, indignante.

¿Y qué añadir sobre Dr. Strange en el Olimpo del chuminismo y sus 200 millones de producción? Pues que esa locura de panoja, ese obsceno carajal de lana no ha impedido que, de nuevo, el protagonista de la película no sea quien le da título al largometraje sino América Chávez, un oscuro personaje de la lista B de Marvel Cómics a quien nadie tenía un particular interés en ver en pantalla grande. Ese presupuesto tampoco impide que nos reescriban por cuarta vez las reglas del Multiverso Marvel desde Avengers: Endgame, la serie de Loki y Spiderman: No way home (tal vez los comités de Marvel-Disney deberían empezar a ver las películas que hacen sus colegas de otros comités), que
, en lugar de ofrecerle verdaderos retos, capen los poderes de Stephen Strange manifestados en películas previas de Marvel Studios para así dejarle indefenso ante Wanda y las aberraciones aberrantes que le envía; la torpe y cabreante exposición, la ignominia de que el Mago Supremo no haya oído hablar jamás del Libro de vishanti, esos Illuminati de marca blanca caducada, el hecho de que todo el desarrollo de Wanda como villana tenga lugar off screen, con lo cual su caída en el lado oscuro nos deja fríos y su redención final no puede incumbirnos menos, las insufribles reiteraciones («Wanda, que tus hijos no existen.» «Wanda, copón, que te los has imaginado.» «¡Wanda, joder! ¿En qué idioma tengo que decírtelo? ¡Que no eres madre ni lo has sido nunca! ¡Deja ya de matar gente, cagondios!».), el hecho de que Sam Raimi haya firmado esta película con los dientes porque estaba completamente maniatado por las decisiones creativas previamente tomadas por el comité que la dirigió y la desagradable sensación en la nuca de que Marvel-Disney se ha gastado otros doscientos millones de vellón en un mamótreto publicitario destinado a demostrarnos a los pobres, corruptos y sucios espectadores lo inclusivos, feministas, racializados, sostenibles y gay-friendly que son ahora los comités de la Secta del Ratón Insufrible.

Comités en los que obviamente no hay ni un sólo escritor, ni una persona que se haya visto las películas anteriores de la misma franquicia, o leído los cómics, o al que le importen lo más mínimo los personajes, las tramas, las historias o el cine en general.

Y nadie pensó en contratar a una persona que tuviese algo que decir en vez de hipócritas eslóganes y lemas de profilaxis corporativa para que los cuatro gilipuertas gritones de siempre no abrasen la cuenta de Twitter de Disney.

Porque a los miembros de los comités no pueden importarles menos los personajes ni las historias que adaptan, las franquicias que compran y las tradiciones culturales de las que se apropian y destruyen. Porque son comités y sólo existen para satisfacer el objetivo para el que fueron instituidos: preservar la imagen de la marca a la que representan, añadir valor a sus empresas y, en el caso de las productoras audiovisuales, crear contenido para sus plataformas (que coyunturalmente para la presente entrada son la misma). Cualquier contenido. El que sea. Sumar un nuevo título al catálogo y aumentar el patrimonio corporativo de Disney y su potencial retorno en forma de productos derivados: camisetas, videojuegos, atracciones de parques temáticos, cómics, libros para colorear, bebidas alcohólicas, productos de higiene femenina, armas de destrucción masiva... A los comités no les preocupa hacer un buen trabajo. No les guía la ambición de explorar las tramas, biografías y personalidad de sus héroes con respeto a su pasado y proyección hacia su futuro. Y por eso ya tenemos en los cines otra coñapelícula de Thor dirigida por el histrión Kaka Konpipi, sí, ése que convirtió el Ragnarök en una bufonada, y se siguen perpetrando clones de las Sombras de Grey, y también por eso Netflix se está cargando The Witcher y Amazon, a falta de un milagro, va a hacerle a El señor de los anillos lo que en esta bitácora nos gustaría que Riley Reid nos pidiese que le hiciéramos a ella.
Deutschland!

Estúpidas e incomprensibles decisiones de comité han cogido un producto como Ms. Marvel, que empezó con ese maravilloso piloto lleno de luz, optimismo, buen humor,
una estética visual encantadora y una actriz simpatiquísima y enternecedora (eso sí, racializada porque inclusión, como lo fue en su día su referente en cómic, y pelín rellenita porque gordofobia) y, cuando no mirábamos, lo han convertido en un coñazo insufrible. Que la serie va ya por el cuarto capítulo en el que prácticamente no pasa absolutamente nada, con la construcción de villano más rápida ever, con su racista número musical estilo Bollywood, su absurda y gratuita negrificación de los Clandestine (¿o acaso estos Clandestine descendientes de una djinn son otros Clandestine descendientes de otra djinn?) y su disolución de todas las virtudes presentadas en el capítulo piloto y que constituían el 60% de su atractivo. Y por eso hemos abandonado ya Ms. Marvel en su cuarto capítulo y no seguiremos viendo esta serie.

Mein Herz in Flammen.

Y luego, claro, la cotización de las acciones de Disney cae a plomo y nadie se explica el motivo. Que seguro que es una coincidencia que haya pasado justo tras el estreno de Lightyear, otro puto panfleto Disney de «cómo mola ser queer y qué homófobo, criminal y violento que eres tú, que sólo venías al cine a pasar noventa minutos de entretenimiento, no para escuchar nuestra rueda de prensa de lo mucho que molamos», otro sermón Woke diseñado por un comité que cree, genuina y acaso equivocadamente, que la única forma de crear contenido cultural de masas para la sociedad de nuestros tiempos es excluir de ese contenido al 99,99% de las masas y dirigirlo expresamente a su minoría más gritona, estúpida y desmesurada. Y hablo de esos histéricos niñatos de cristal a los que en su día Papá y Mamá no les dieron una tableta de Orfidal o un buen par de hostias.


El cine es cada vez peor, la televisión es cada vez peor, la música es cada vez peor y la Literatura ya hace veinte años que no hay por dónde cogerla. Será culpa de la deriva de los continentes, el apetito de las ocas sagradas o las fases de la luna, porque en un comité no es ya que nadie se haga responsable de nada, que no se hacen, sino que tan pronto montan una liadica de las suyas o se les reprocha alguna torpe decisión estratégica, el comité entra en «modo búnker» y empieza no sólo a negar que exista problema alguno sino a atacar e intentar desprestigiar a los que han señalado ese problema. Y es que un comité nunca se equivoca. Un comité nunca se desdice. Un comité jamás admite un error. Los caminos del comité son inescrutables. Y por eso ya tenemos en los cines otra coñapelícula de Thor y se siguen perpetrando clones de las Sombras de Grey y bla bla bla... y, mientras los comités sigan tomando las decisiones editoriales, esto no lo para ni Pirri Manso.

Por eso esta noche me acostaré rezando «Sálvame, Señor de los comités, que de Satanás ya me salvo yo».

Nuff said!

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