domingo, 24 de enero de 2021

El inesperado regalo de la mediocridad

 El año pasado hablamos en la bitácora del venenoso concepto del «escritor putilla», usease el escritor maniatado por los caprichos de sus narcisistas lectores y obligado, desde la perspectiva de esos mismos lectores, a satisfacer su insaciable apetito de nuevas obras. Ese «escritor putilla» estaría moralmente obligado a respirar, comer, cagar y follar por y para las necesidades de su público, y eso implicaría ni follar ni cagar ni comer y ni siquiera respirar, sino escribir, escribir, escribir y escribir, y sobre todo publicar, para que a sus egoístas lectores no les falte su marca favorita de farlopa.

Como si yo pretendiese la misma devoción al deber de la pobrecita Riley Reid, sirena venérea oficial de esta bitácora.

¡No somos dignos! ¡No somos dignos!

Y a ver si nos entendemos; aunque puse de chupa de dómine a todos esos cabritos que se creen investidos del derecho a exigir que su escritor favorito les de la gratificacción que esperan, puedo entender, hasta cierto punto, su impaciencia. A fin y al cabo, y por hablar sólo de Patrick Rothfuss y GRRRRR Martin, hace diez años que llegaron a las librerías El temor de un hombre sabio y Danza de dragones, dejándonos con un sabor agridulce: aunque disfrutamos (algunos lectores más que otros) de esos libros, nos quedamos sin una sensación de plenitud, pues la trama principal de ambas series continuaba inconclusa y no sabíamos nada nuevo de ella.

Yo también quiero echarle mano a Las puertas de piedra, Vientos de invierno y Sueño de primavera. A mí también me parece que se están retrasando mucho y me gustaría haberlos leído ya. Pero por encima de todo quiero que sean buenos libros, les lleve a sus escritores diez o veinte años acabarlos. La Crónica del Asesino de Reyes, particularmente (a Canción de fuego y hielo le estoy cogiendo un poco de manía, desde hace un par de volúmenes), ya se ha convertido en uno de mis libros favoritos y odiaría que el volumen final que cierra la saga fuese una decepción. No quiero otro Quijote de Avellaneda.

Y la presión para entregar la conclusión de sus sagas que, no te quepa duda, tanto Rothfuss como Martin sufren "on a daily basis", que diría un guiri, tiene, a mi modo de ver un único culpable (una ves asumido que el lector promedio es un imbécil y un engreído) y sólo uno: el éxito de que ambas series (con matices en el caso de Martin) gozaron desde un principio. Sí. Tal cual suena.
El abuelete que nos cuenta cuentos de dragones y putas.

A GRRRRR Martin el éxito de su Canción de fuego y hielo le pilló más bien tirando a crecidito. Martin ya era conocido entre los gordos alopécicos que leemos ciencia-ficción y fantasía, pero aún no había pegado el pelotazo, todavía no se había sacado la verga y partido a pollazos la mesa de su editor al grito de «¡enséñame la pastaaaaaaaaaa!» Autor de obras cortas a lo largo de la década de los 70, ganador de varios premios Hugo y Nebula, cerró la década de los 80 con una novela de éxito, Muerte de la luz, y luego se comió una hostia con su cuarto libro El rag del Armageddon. Pasó el resto de los 80 y primera mitad de los 90 trabajando como guionista para series de televisión y editor de Wild Cards, una  antología de superhéroes ambientada en unos imaginarios Estados Unidos post-Segunda Guerra mundial que nació de una larga campaña para el juego de rol Superworld escrita por el propio Martin. También fue en esta época que escribió Los viajes de Tuf, que no tienes excusa para negarte a leer ya mismo.

Para cuando GRRRRR se cansó de Jolibúz, regresó a la literatura a tiempo completo y escribió Juego de tronos, nuestro barbado y papado autor favorito ya casi había deshojado cincuenta tacos de calendario, había conocido el fracaso y no tenía en realidad nada que demostrar como autor. Juego de tronos, la primera novela de Canción de fuego y hielo, cosechó un gran éxito de crítica y público, pero conviene matizar lo que se entiende por «gran éxito» en un género tan de nicho, tan denostado y lleno de mierda abominable como el de Fantasía épica o Espada y brujería (o como quieras llamarlo, ¿«poligoneros ciclados en taparrabos y zorrupias con bikini de  cota de malla»?). Juego de tronos ganó el premio Locus de 1997 a la mejor novela de fantasía, estuvo nominada para el World Fantasy Award y el Nebula de ese año y hay que esperar al 2003 para verle ganar el Ignotus, entregado por la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror, a la mejor novela extranjera.

Es un currículum impresionante, pero ¿qué significa exactamente? ¿Cuánta popularidad crees, amado lector, que supusieron para la novela todos esos galardones? ¿Recuerdas haber visto abrir algún telediario de este país con la relación de premiados del Hugo o del Nebula? ¿Cuántos ejemplares extra crees que logró vender la novela gracias a haber conseguido todos estos premios? ¿Cuánta gente fuera de los círculos endogámicos de pajilleros miopes supones que se enteró del palmarés de Juego de tronos y corrieron a comprarse un volumen, picados por la curiosidad? Sal a la calle, interroga a veinte personas random, a cien, a mil, y probablemente la mitad de ellos podrá recitar de memoria los nombres de una docena de actrices porno, pero me llevaría una grata sorpresa si un sólo peatón logra explicarte qué coño son los premios Hugo o los Nebula o si se sabe el nombre de un galardonado con cualquier de ellos.

Para cuando en 2011 HBO estrenó la primera temporada de la serie de televisión basada en Canción de fuego y hielo y Juego de tronos entró a lo cafre en la lista de best-sellers del New York Times, GRRRRR Martin iba por el quinto (y hasta la fecha, último) volumen, Danza de dragones, y ya tenía sesenta y tres añazos, que no se los salta un ornitorrinco hasta las trancas de dexedrina. Al año siguiente, entró de cabeza en la lista Forbes de autores más vendidos con un patrimonio estimado de doce millones de dólares y unas ventas, sólo en ese año, de en torno a los ocho millones de ejemplares.

A ti te pilló por sorpresa el éxito de Canción de fuego y hielo. A GRRRRRR Martin también. Para ti es un éxito fulminante, repentino. Para él es el colofón a toda una vida de trabajo duro. Tú crees que esto de hacerse millonario vendiendo libros sobre tetas, espadas y dragones es coser y cantar (y por eso de repente hay tantos clones de Canción de fuego y hielo y tantos editores reclamando libros parecidos a estos y tantos autores dispuestos a aprovechar el filón, aunque sea de refilón, y sí, es un juego de palabras). GRRRRRR Martin sabe lo que cuesta ganarse los garbanzos, y también que, a veces, no puedes ni llegar a los garbanzos y tienes que subsistir a pan y patés del Mercadona, de esos que están a punto de caducar.

La percepción de que Canción de fuego y hielo tuvo éxito desde un principio, asunción muy relativa y básicamente falsa, es lo que autoriza a algunos gilipuertas a considerar a GRRRRR Martin su escritor putilla personal. El hecho de que sea mentira, además de toda una vida de trabajo, es lo que permite a Martin, que está gordo, viejo, enfermo y se morirá el día menos pensado, sortear las reclamaciones de sus lectores más groseros con un «¡como me sigáis tocando los cojones, estrello un puto meteorito en Poniente y los convierto a todos en petróleo!»
«Dale, dale, que a lo mejor cuela».

En su propio caso, el pobre de Patrick Rothfuss lo tiene bastante peor. A fin y al cabo, GRRRRR Martin vive, y vive bien, y desde al menos 2012 incluso de puta madre, de escribir, pero Rothfuss, a menos que me fallen las fuentes, sigue subsistiendo de su trabajo de profesor adjunto de literatura inglesa en la universidad de Bizcochin (sí, he escrito «Bizcochin» ) y escribiendo por placer en los ratos libres, y, para acabar de amargarle la existencia, Rothfuss sí conoció el éxito editorial desde el principio y con su primer libro.

A lo largo de los años 90, mientras estudiaba y compaginaba los más extraños trabajos para poder pagarse la carrera, Rothfuss escribía, estafándole horas al sueño, una extremadamente laaaaaaarga novela de fantasía llamada La canción de la llama y el trueno (parece que de canciones va la cosa de hoy), un mamótreto impublicable al que sus amigos simplemente llamaban «El Libro». Así, en mayúsculas y sin condón. Más o menos en la misma época en la que consiguió su trabajo a media jornada en Stevens Point, Rothfuss empezó la ronda por las editoriales y la cosecha de cartas de rechazo. Nadie estaba interesado en aquel leviatán. Nadie quería publicarlo. Ningún editor mostró interés alguno.
Pero Patrick porfió, ¿eh?, como los grandes.

Frustrado, en 2002 Patrick extrajo un fragmento de su novela-río, le dio forma de relato corto, le puso de título El camino a Levinshir y ganó el WOTF, que no es una palabrota ni nada que me gustaría hacer con el carallo mientras tu madre mete la ropa en la secadora, sino el Writers of the Future Award, un premio instituido por L. Ron Hubbard, el panfletero (llamarle escritor es devaluar el oficio) creador de la Cienciología. Como a todo agente literario y editor le gusta apostar a la ruleta cuando la bolita ya se ha parado en un casillero, este premio atrajo el interés de DAW Books (ahora sello de Penguin), que compró la novela completa, recomendó a Rothfuss dividirla en tres partes, le puso de nombre a la trilogía Crónica del asesino de reyes y publicó el primer tomo, El nombre del viento, en 2007.

¡Pum! Pelotazo instantáneo. Ese mismo año ganó el premio Quill a la mejor novela de ciencia-ficción, trepó a la lista de best-sellers del NYT y Amazon lo seleccionó entre sus diez «joyas ocultas» de 2007. Y la continuación, El temor de un hombre sabio, publicada en 2011, no contribuyó a mejorar la presión arterial del pobre Patrick: de cabeza al primer puesto de la lista de libros más vendidos del The New York Times y al segundo puesto de la del The Times. Éxito clamoroso. Vítores de la crítica. Primeros rumores de una adaptación a la pantalla, grande o pequeña (rumores que de momento se han quedado en nada)...

...y primeros niños-rata pillándose perrenchas porque Rothfuss tarda mucho en escribir el tercer libro. ¡Qué poca consideración, la del barbas mugroso, para con sus delicados sentimientos!
¡Coño, mi primo!

Y es en este apartado del negocio literario donde estimo que, quizá, Brandon Sanderson esté psicológicamente mejor armado que Patrick Rothfuss para afrontar las ansias vivas de sus lectores.

Porque Brandon Sanderson empezó siendo un escritor mediocre.

No, no. Borra ese ceño de mal cagar. El propio Sanderson es el primero en admitir que era un autor de tercera regional y que sus primeros libros eran malísimos. Elantris (2005), su primera novela publicada, era la sexta, de trece, que había escrito, todas decepcionantes y rechazadas por cuanto editor en lengua inglesa ha parido madre y también por los que nacieron de esporas.
«Era un escritor terrible. Estaba convencido. Desde un punto de vista de la artesanía, estaba muy por detrás que cualquier otro de mi generación».
El lento, progresivo trayecto de Sanderson hacia la fama y el éxito editorial, le ha dotado de mejores armas mentales para soportar a los niños-rata que quisieran verle convertido en su escritor putilla. Además, ese rosario de obras menores, de primeros intentos frustrados, de prueba y error, ha sido para Sanderson el equivalente a unas oposiciones a Notarías. Ha aprendido de sus fracasos. Ha tenido tiempo para labrarse su propia voz. Ha descubierto que, por encima de las tendencias del mercado y las exigencias de sus editores y de su público, su integridad como autor es su vara y su cayado.

Así fue como Sanderson, el lector que se rindió con El señor de los anillos, acabó escribiendo Elantris y la serie de Nacidos de la bruma (entre otras cosas), o sea convirtiéndose en uno de los autores de fantasía épica más respetados y más vendidos: gracias al inesperado regalo de la mediocridad.
La primera trilogía es, para mí, perfecta.
«[...] tus cinco primeras novelas van a ser malas; así que escríbelas cuanto antes».
Tiene cojones. Yo también leí ese consejo en alguna parte (¿en Mientras escribo, de Stephen King, quizá?) y tampoco recuerdo dónde. Lo que importa es que Sanderson se lo aplicó desde el minuto uno. Buscó un trabajo alimenticio que le permitiese pagar las facturas y le dejase muchos ratos muertos para escribir (recepcionista de un hotel en turno de noche) y, en nueve años, parió trece novelas (¡y yo que me sentía muy macho aquel año que acabé dos libros!). Por supuesto, eran horribles. Por supuesto, intentó publicarlas. Por supuesto, fueron rechazadas. Por supuesto Sanderson volvió sobre ellas una y otra vez, corrigiendo lo que sospechaba que no funcionaba, recortando tramas, alargando otras, aunque los mismos editores no sabían lo que querían de esos libros, ni cómo hacerlos funcionar. Ahora le pedían que escribiese como GRRRRR Martin (que era lo que lo estaba, y lo sigue, petando), esperando así reinventar la fórmula de la Coca-Cola, ahora se quejaban de que sus novelas eran muy largas.
(O esos editores no habían leído realmente los tochazos que escribe GRRRRR Martin o estaban admitiendo implícitamente que tampoco ellos saben qué es lo que convierte a un título en un éxito de ventas).

Brandon Sanderson intentó escribir como GRRRRR Martin: personajes motherfuckers, tramas oscuras y deprimentes, malrollismo, locas del chocho exterminando ciudades enteras con fuego de dragón.
«Ay, qué ganazas de genocidio me están entrandoooo...»

Fue una mala idea. Tal vez aquellos fuesen los peores libros que Sanderson había escrito en su vida.

Entonces Sanderson demostró que al fin había entendido de qué va esto de escribir.
«Me di cuenta de que si moría a los noventa años con cien manuscritos inéditos en mi armario, lo consideraría igualmente un éxito… Un éxito mayor que si me rendía».
Brandon Sanderson empezó a escribir los libros que le habría gustado encontrar en las librerías, y que no estaban allí, porque nadie los había escrito aún. ¿Los editores se quejaban de que sus novelas eran demasiado largas? Las hizo aún más largas. ¿Le pedían oscuridad, cinismo y crudeza? Las hizo deprimentes cuando le pareció oportuno (hay elementos en Nacidos de la bruma que dan mucho mal rollito y El héroe de las eras es la crónica de una derrota tras otra a cuál más amarga) pero conservó en ellas una semilla de optimismo, nobleza y esperanza. ¿Los lectores y editoriales querían otro GRRRR Martin? Les dio a Brandon Sanderson.

Brandon Sanderson empezó a escribir lo que le salía de sus reverendísimos cojones.

Dejó de intentar escribir como Barbara Hambly (Vencer al dragón es la novela que enseñó a Sanderson qué clase de autor de fantasía quería ser y un libro que ya deberías tener en tu biblioteca), Anne MacAffrey (otra de sus autoras de referencia, a la que ya hemos mencionado en el Paratroopers) o GRRRR Martin y empezó a escribir como Brandon Sanderson.

En ese mismo momento, sus novelas empezaron a mejorar.

Hoy Sanderson vive, y vive muy bien, de sus historias, enseña escritura creativa en la universidad, mantiene un canal de YouTube con master-classes para escritores y protagoniza firmas de ejemplares que duran horas. Sí: horas.

Y tal vez nunca habría llegado a esa meta, que en realidad era otra línea de salida, de haber sido desde el principio un escritor genial, de haber publicado con gran éxito de crítica y ventas su primera novela, de no haberse visto obligado a trabajar duro, sumar pequeñas victorias, aprender a encajar derrotas y seguir adelante, de no haber sido bendecido con el inesperado regalo de la mediocridad.

Brandon Sanderson no era un buen escritor. Tuvo que convertirse en uno. Sus libros eran pésimos. Tuvo que descubrir cómo hacerlos buenos.

Aquí hay una buena lección para ti, amigo mío que pretendes convertirte en escritor, si eres capaz de aprovecharla. Si lo eres, comprenderás que te bendiga deseándote haber sido agraciado con el inesperado regalo de la mediocridad.
«Me di cuenta de que si moría a los noventa años con cien manuscritos inéditos en mi armario, lo consideraría igualmente un éxito… Un éxito mayor que si me rendía».
Volved a leer ese párrafo, niños. Y, si no lo entendéis, volved a leerlo hasta que lo hagáis.

Hasta entonces, dejad en paz al pobre Patrick Rothfuss, al abuelo GRRRRR Martin y a todos los escritores del mundo.

Ellos no tienen la culpa de que seáis gilipollas y vosotros no tenéis derecho a hacerles perder el tiempo con gilipollas.

sábado, 9 de enero de 2021

«Este porro no sube»: cuando se te nota la falta de ganas

Ya no sabemos hacer películas, pero da igual porque ya casi nadie va al cine... entre otros motivos porque ya no sabemos hacer películas. Es el rodaballo que se muerde el cipote.

(Todos los comentarios en negrita son reales, todos sacados de aquí y sí, no he puesto ninguna opinión favorable aunque las encontrarás, porque el libro de los gustos está en blanco y cada minuto nace un tonto, si haces scroll en esa página).
Fíjate, amado lector, que desde Paratroopersdon'tdie nos esforzamos en darte una de cal, otra de arena y otra de hostia en el paladar, para mantener una ficción de equilibro (sí, ficción; la termodinámica es lo que tiene). Así es como en esta bitácora de servicio público-satírico hemos hablado en los últimos meses de Tenet (entretenida, pero malísima), Mank (muy buena, aunque un poco palizas), I'm Thinking of Ending Things (mierda supina e insalvable), y sí, ya sé que se supone que aquí lo que nos almidona la verga es la literatura y los libros y todas esas cosas para vírgenes feas y gordos pajilleros, pero si a estas alturas tengo que explicarte que el cine me ha enseñado más técnicas narrativas que ningún libro, o que ésta es mi casa y aquí las normas las pongo yo y me las salto cuando me sale de los cojones, igual no deberías pasar al siguiente párrafo.
"I pirated the movie and I still feel bad watching it."

Mira que intento dosificar, insisto. Pero no hay manera. A veces, simplemente, no hay manera. Y así es como me voy labrando una injusta reputación de clasista gafapástez, troll amargado y cultureta estreñido de la que algún día tendré que defenderme. Probablemente en un holmgång.

Yo QUIERO ver mejores películas (por eso con creciente frecuencia tengo que desintoxicarme con uno de los títulos de mi filmoteca personal). Me siento MEJOR conmigo mismo cuando veo buenas películas. Recupero temporalmente mi FE EN LA HUMANIDAD. Incluso estoy más que dispuesto a ver malas películas con tal de que me entretengan. CAGO MEJOR con películas entretenidas, aunque malas. Así de bajas tengo las expectativas o de grandes las tragaderas.

Lamentablemente, los directores y los estudios de cine insisten en bombardearme con sus heces, como monos enjaulados, y les ofende que yo trate de esquivarlas y me aleje de su pestilencia.

Y eso nos lleva a Wonder Woman 1984.
"There are porn movies out there with a better storyline than this."

WW84 retoma, es un decir, al personaje de la película de 2017. Y sí, el «es un decir» es deliberado, porque esta Wonder Woman se parece muy poco a aquella aunque estén interpretadas por la misma actriz. No le hemos dedicado una entrada monográfica a ese primer largometraje porque ya tratamos de él en nuestra innecesariamente larga serie No lloraré sobre la tumba de Michael Cimino I, II, III, IV y Aftermath, como parte del análisis conjunto del calamitoso desarrollo del universo cinematográfico DC y las malas perspectivas para el futuro de la franquicia y que, en lo referente a Wonder Woman, se resume en este extracto (y perdón por la autocita): «Wonder Woman se jode en su última media hora porque, a pesar de haber hecho una maravillosa película de superhéroes (¡y encima protagonizada por una mujer!), al llegar al tercer acto quisieron atenerse a la fórmula de la Coca-Cola y darle a los espectadores lo que creían que esperaban ver».

Wonder Woman podría haber sido casi perfecta y se quedó en buena porque la película que habíamos empezado a ver no se acaba y, en su lugar, nos dan el final de una película que nadie ha visto empezar y que nadie habría ido al cine a ver. Todo el desarrollo de personajes, el tono, la narración e incluso la filosofía de Wonder Woman se van a la verga en ese tercer acto. Y va Patty Jenkins y sale ahora a decirnos que ese final excremento supreme no fue cosa suya sino una imposición de los directivos de Warner Bros., que se conoce que son los dueños del estudio de efectos especiales y exigieron que la batalla final entre Wonder Woman y Ares tuviese mucho, pero mucho, pero que mucho CGI, que, como todo el mundo sabe, es lo que atrae al público a las salas de cine. No las historias apasionantes y bien contadas, no los personajes atractivos, no los buenos actores ni las buenas interpretaciones sino los dibujitos hechos por ordenador.
“And so it pisses me off now, because sometimes I’ll read the reviews and... the only thing that we got unanimously some shit about was the end pyrotechnics... like, ‘DC always does this.’ And the truth was, it was them. The studio did make me do that. And it wasn’t right. But that’s okay.”

Muy a pesar de ese zapatostio de tercer acto, yo estoy más que dispuesto a perdonar a Wonder Woman y defender, ante quien sea, que es una buena película y, más aún, una excelente adaptación a la pantalla del personaje surgido en los cómics de DC.
(Aunque me cuesta decidir quién me parece más Wonder Woman, si Gal Gadot o su wonderwomanísima doble de cuerpo, que hasta suena sucio, Caitlin Burles; inesperada protagonista tras la expulsión de Zack Snyder de Justice League porque le tocó a ella rodar esos planos humorísticos o sexualizantes de Wonder Woman en Josstice League para los que Gal Gadot, pese a las amenazas de Joss Whedon, le dijo al director esquirol que con ella no contase. Recuerda, querido lector, si en un plano de JL no se le ve la cara a Diana)...

Como éste.

(...probablemente el cuerpo que estés viendo sea éste):
"(The) Movie was the equivalent of nails on a chalkboard."

Y con esa base que acabo de argumentar, puedes imaginarte que aguardaba con cierta ilusión la secuela de WW, Wonder Woman 1984, cuyo estreno fue numerosas veces pospuesto por coronavíricas razones.

Éste es el punto en el que me gustaría poder decir que WW84 ha colmado mis expectativas. Que es de paja de sangre y fusión hidrógeno-hidrógeno.


Y también me gustaría poder decir que mido metro noventa, tengo una larga melena roja, visión perfecta en ambos ojos, cuerpo de culturista, un carallo de veinticinco centímetros de largo y gordo como una baguette, un carro tirado por dos cabras, poder sobre el rayo y el trueno y un martillo mágico con el que puedo volar.

"I pirated it. I want my bandwidth back."
Wonder Woman 1984 es una soberana mierda. Entretenida (sólo) a ratos, pero mierda. Entretenida pero aburrida, si se me permite la paradoja. De nuevo, una excelente lección magistral sobre cómo no se hace una película, cómo no se escribe un guion de cine y cómo no se cuenta una historia. Y además, en el caso de WW84, se nos ofrece de nuevo un inmejorable ejemplo de lo peligroso que es fijarte unas reglas argumentales a las que no sabes cómo sacarles partido y de las que prescindes cuando te conviene, con el resultado final de delatatarte como un narrador tramposo y cabrear a tus espectadores.
Otra foto de Caitlin para que compares.

(La crítica de WW84 más ajustada a estos tiempos de pandemia que he leído reza así: «Wonder Woman 1984 es tan mala que casi me levanto y me largo de mi propia casa»).
"What a perfect movie to end off 2020 with."
Por norma suelo desconfiar de las películas en las que hay más de un escritor acreditado, indicio desalentador de que hubo varios borradores que no cuajaron o que fueron escritos con el puto culo. Pero, mira, en WW nos encontramos hasta cuatro redactores, encabezados por Allan Heinberg sobre una historia propia y de Zack Snyder y Jason Fuchs. Cómo cojones se traduce al cristiano «story by» y en qué se diferencia del «screenplay by» tiene su miga; siempre me ha dado la impresión de que pueden significar muchas cosas distintas dependiendo de la película. Aquí no sabemos si Snyder (entonces el coordinador del universo cinematográfico DC, hoy un paria al que le van a sacar su corte de Justice League para quitarse de encima a sus fans de una puta vez) escribió un tratamiento de guion sobre el que trabajaron Heinberg y Fuchs y a partir del cual el propio Heinberg elaboró el guion final o si Heinberg cogió lo que Snyder y Fuchs habían escrito, se lió un petardo con él y empezó a escribir cuando el porro ya le estabs subiendo. No lo sabemos, nos da flojera investigarlo y encima no nos importa, porque el argumento que quiero expresar es que, con todas mis reservas hacia los guiones escritos a varias manos, y con las salvedades hacia Wonder Woman que he resumido más arriba, el libreto de WW es canela fina comparado con el de WW84, escrito (una vez más, la terminología es oscura) por Patty Jenkins, Dave Callaham y Geoff Johns (que debería hacerse de una puta vez a la idea de que el cine no es lo suyo) a partir de una historia de Jenkins y Johns.
(¿Ves cómo, por caminos torcidos, sigo llevando el tema a la cosa ésa de escribir, querido lector?)
¿Caitilin o Gal? ¿Falso dilema?
De verdad que no sé por dónde empezar a desmontarte este desastre narrativo. La única forma de ver WW84 sin que te estallen los dos huevos es prestar mucha atención a la trama a ver si adivinas en qué punto exacto del rodaje le subieron los porros a Patty Jenkins.

Ah, perdón, espóilers aprouchin. Avisado te he.
"I watched the little girl part and the mall scene and gave up."
WW84 empieza en alto. En serio. Los primeros once minutos son una gozada. Vemos una especie de Juegos Olímpicos Amazónicos con una Diana niña (una maravillosa Lilly Aspell que ya hizo de Mini Diana en la primera película) compitiendo de tú a tú con amazonas adultas, hace trampas para ganar y recibe una lección de ética y deportividad de Antíope (Robin Wright) en persona.

A partir de ahí, la película cae en picado, como la valoración de WW84 en Rotten Tomatoes desde el momento en que la gente «normal» empezó a verla y subir sus puntuaciones a Internet. Es más, le quitas esos once primeros minutos y la película no se resiente. Bueno, a ver si te explicas, Sommer; sí se resiente. Le quitas esos once minutos y le quitas todo lo bueno de WW84. Lo que quiero decir (pero, como siempre, me estoy explicando con el reconchudísimo orto) es que esa introducción al primer acto, ese momento definitorio, no tiene ningún efecto en la trama. Absolutamente ninguno. «Greatness is not what you think». Vale, perfecto, compro esa perla de sabiduría. Pero si la grandeza no es lo que piensa esa Diana niña, ¿qué es la grandeza? ¿Dónde está la búsqueda de la grandeza como motor de la trama de WW84? ¿De qué sirve darle esa brújula moral a la Mini Diana si luego no se vuelve a mencionar en toda la película ni sirve de pilar argumental para la Diana adulta? Es el personaje de Maxwell Lord (Pedro Pascal, el puto Mandaloriano, nada menos, aquí en un papel que da entre risa y ascopena) el que está obsesionado con un roto y falso concepto de grandeza; el único en toda la película, por lo que recuerdo, que vuelve a usar esa palabra en todo el metraje de WW84.

¿Por qué mierda Mini Diana recibe una lección sobre la grandeza que no le aprovecha de nada y que estaría mejor orientada hacia Maxwell Lord (cuyo parecido con un joven Donald Trump no tiene nada de accidental; ¡hasta hace morritos como él!)?
"I fell asleep watching it with the family."
Y, como digo, desde ese arranque del primer acto la película cae a plomo. Hace un Joaquín Prat. No llega a tocar fondo, porque se mantiene a media altura, sobrevolando la frontera de la amenidad, con ocasionales zambullidas en el aburrimiento más absoluto (que acabas agradeciendo porque, sobre todo teniendo en cuenta que la película dura dos horas y media, títulos de crédito incluidos, estos momentos puntuales de tedio y decadencia son los que aprovechas para ir al baño, rellenar el cubo de palomitas o bajarte un vídeo de Kyler Quinn, que Riley Reid también tiene derecho a descansar).
«¡A desplomarseeeeeeeee!».

Damos un salto al presente (al presente de la película, no al nuestro) y nos encontramos a una Diana ya adulta, en plenos años 80 que trabaja... No entiendo muy bien dónde ni de qué. En la infame Josstice League se medio da a entender que es conservadora o restauradora en algún museo (¿era el Smithsonian de Washington? Mira, me da igual. La verdad es que sólo me he visto entera
Josstice League una vez), pero en WW84 no nos queda muy claro a qué coño se dedica, porque al parecer a los guionistas o a la directora les sudaba el papo este detalle. Su preocupación era mostrarnos que Diana no ha superado la muerte de Steve Trevor. SETENTA AÑOS después. Wonder Woman lleva una vida de solterona, no tiene amigas ni amigos y espanta a todos los hombres que se le acercan con aspiraciones fornicatorias.
"It was like a porn parody with no sex scenes."
¿Cómorl?
«La encontré en la calle, la caló apretaba...»

¿Wonder Woman, criada por amazonas, icono feminista, es incapaz de tener una vida plena y ser feliz sin un hombre a su lado? Pues menudo ful de amazona feminista. Patty Jenkins, ¿estás insinuando que, probables experiencias sáficas en Themyscira aparte, nuestra morena y maciza heroína sigue siendo virgen? ¿Con ese cuerpo? O sea, ¿que por primera vez en su vida Diana se encoñó de un macho, ni siquiera llegaron a follar, él se murió y a ella le jodió tanto los esquemas (con las prisas escribí «esquemeas» y casi lo dejo así, que este retrato desfigurador del personaje es de mear y no echar gota) que decidió adoptar los hábitos reproductivos de una monja de clausura?

Patty Jenkins, tú en realidad no tenías ganas de hacer esta película, ¿verdad?
"Not a bad movie if you just stare at gal gadot the whole time and ignore the plot."

Y quisiera poder decir que esto es lo peor de WW84. Que no lo es. Incluso es meeeeeeh casi congruente con lo que Diana le dice a Batman al final de BvS: Dawn of justice, que al acabar la Gran Guerra ella se enclaustró y finiquitó su vida pública. Pero el matiz está en el «casi». Porque Diana le dice a Bruce Wayne que se alejó de todo y de todos desengañada por la facilidad con la cual los hombres recurren a la guerra y a la violencia, persuadida de que su lucha por la verdad y la justicia estaba condenada al fracaso; no que se había hecho célibe y ermitaña tras la muerte del bigardo al que pretendía liofilizar con su moreno chumino hipermusculado.
"I only loved the movie because the bad guy is the Mandalorian."
Y este es un buen síntoma del mayor problema de WW84: no hay una lógica coherente no ya con lo que podríamos considerar el canon del mismo universo cinematográfico (problema que comparte con muchos títulos de Marvel Studios), sino que ni siquiera respeta las reglas que la  película establece para sí misma. Ya no es que en WW84 veamos a Diana haciendo superheroicidades por la calle, con sus amazónicos ovarios (y asaltando la puta Casa Blanca al final del Segundo Acto, atentado sobre el cual obviamente, todos los testigos escogieron correr un estúpido velo), en abierta contradicción con lo declarado en BvS, donde Diana le dice a Bruce que se escondió, literalmente, que evitó mostrarse, que se mantuvo oculta todos esos años, hasta que Luthor robó la famosa foto y ella fue a Metrópolis a recuperarla para poder mantener así su anonimato. Es que WW84 sienta unas normas y luego las rompe cuando le conviene (o cuando la directora-guionista mete a su personaje en un cipostio del que no sabe cómo sacarla) y luego las vuelve a imponer. Firma inequívoca de un escritor vago, torpe y mediocre para quien la historia es lo de menos.
La famosa foto.
Pero hablemos del argumento, que te veo con ganas de hablar del argumento. O de su ausencia.
"Reason the rating went from 98% to 67% and falling; paid reviewers fuel got used up and the court of public opinion's nitrous boost went into overdrive."
El argumento de WW84 no es digno ni de una comedia descerebrada de Ben Stiller o Vince Vaughn. No es ni siquiera de comedia familiar navideña de Disney. El argumento, y hasta me duele llamarle argumento, es tal que así: hay una piedra que concede deseos si la tocas. Pero, a cambio, te quita algo. Se supone que te quita algo que te importa, o que valoras, o que necesitas. Es decir, te quita algo a menos que te llames Diana Prince, parece, porque, y aquí es donde la película, ya mediocre, se acaba yendo al peo desde el punto de vista de la escritura, de la coherencia, del sentido común y del resudado chocho moreno de Wonder Woman.
"I rated 10/10. 9/10 for Gal Gadot. 1/10 for the rest."

(Mira que hay historias y sagas de Wonder Woman en los cómics y va Patty Jenkins y me plagia La pata de mono. Ya es tener mala folla).

Diana toca la piedra sin saber lo que es, y formula un deseo sin saber que la piedra puede concedérselo (vamos, que hace un «ojalá», como yo cuando veo fotos de Sara Sampaio o bukkakes de Shino Megumi) ni que le va a quitar algo a cambio de concedérselo. ¿Y qué pide? Joder, si te lo he casi anticipado más arriba: ¿qué quiere la independiente, empoderada y feminista Wonder Woman? Descipotar a chuminazos a su difunto y añorado Steve Trevor. Así que desea que Steve esté vivo. Y va la piedra y se lo concede...

...pero no del todo. Porque la piedra no resucita a Steve de por sí sino que, en un giro de guion gratuito, absurdo e injustificable, «resucita», las comillas son importantes, el alma, o lo que almejas sea, y los recuerdos de Steve Trevor en el cuerpo de un pobre hombre de los 80. Y eso podría tener sentido si durante todo el metraje se nos mostrase la cara del otro actor, vamos, del tío en cuyo pellejo se ha colado, él mismo no se explica cómo, Steve Trevor... pero no. Salvo en un par de momentos, desde el momento en que esta reencarnación de Aliexpress queda demostrada, vemos lo que Diana quiere ver, o sea, vemos el careto de Chris Pine. Que no te digo yo que no sea un hombre bien guapo... pero ¿entonces por qué contratar al otro actor para tirarle un par de cochinos planos? ¿Por qué toda esa subtrama del robo de cuerpo, en plan Rob Schneider en ¡Este cuerpo no es el mío!, (que convierte WW84 casi en comedia involuntaria) si bastaba, a propósitos dramáticos, con resucitar a Steve tal cual, en sus propias carnes, y a mamarla?


¿Se horroriza la bondadosa, sensible y piadosa Diana de lo sucedido y se horroriza de haber robado accidentalmente la vida a un hombre inocente, haberle literalmente hecho poseer por el fantasma de su difunto amor? Ni vergas. ¿Qué hace Diana, paladín de la verdad y la justicia, con su santo papo amazónico, en cuanto descubre que el alma de su antiguo novio ocupa el cuerpo de otro hombre que, hasta aquella misma mañana tenía una vida, un trabajo, unos amigos y una familia? ¿Tratar de averiguar qué ha pasado y cómo resolver esa injusticia de la que es involuntariamente responsable, por doloroso que sea para ella perder una vez más al amor de su vida?

No. Mete a Steve Trevor en una cama y le cruje la pelvis a polvos de cien megatones. Hasta chispas salen de ese despiadado chichi inmortal.

(Eso no nos lo muestran en pantalla, claro, no les fuesen a clavar una clasificación PG-13. Se limitan a la conversación post-coito).
"Is anyone going to mention that Steve stole someone’s body and then WW had sex with that body without the other persons consent?"
"Though in the movie it's implied, there's no actual sex scene between the two characters."

(Ah, perdón, tonto soy. Como el sexo es implícito y no vemos primeros planos ginecológicos de la lubricada vulva de Diana abierta de par en par y rezumando esperma de Steve Trevor, no es técnicamente violación, ¿verdad? Además, ya ha salido un pagafantas a decir que, como después Diana renuncia a su deseo, esa olímpica orgía de orgasmos desaparece de la realidad y, en realidad, nunca existió. Y Patty Jenkins, que a estas alturas ya se conoce que se agarraría a un clavo ardiendo, oxidado y con tétanos, para intentar salvar su espantosa película, le ha dado la razón).

Captura de pantalla para la posteridad, que luego estas cosas se borran y...

¿Y qué le quita la piedra de los deseos a Diana a cambio de la oportunidad de deshacerse de una condenada vez de su virgo milenario? (ole el cipotón de Steve Trevor, por cierto, que, aunque se pasa todo el metraje comportándose como si no tuviese el número correcto de cromosomas, no se le puede quitar el mérito: partir ese himen debe de haber sido como reventar el blindaje de un Panzer IV con los dientes). ¿Qué pierde Diana, decimos? Sus poderes. Pero sólo a ratos. Ahora me cuesta romper un candadito de nada. Ahora pego unos saltos de a kilómetro. Ahora puedo correr a la velocidad del sonido, o más. Ahora las balas me hacen pupa. Ahora le meto una hostia a un coche en marcha y lo reviento. Ahora empujo otro con las piernas y no se mueve, el jodío. Ahora me cepillo (no pun intended) a gorrazos a veinte tíos del Servicio Secreto. Ahora Cheetah (pre-furry) me da un cuarto de hostia y casi me tronza, que tengo que salir de allí cojeando y apoyada en Steve (¡la puñetera Wonder Woman!).

O sea, que después de pedir su deseo, Diana tiene o no tiene poderes dependiendo de la trama: cuando su supervivencia depende de ello los recupera, cuando interesa mostrarla vulnerable o poner en peligro a Steve Trevor o a algún extra asesinable (en un fracasado intento de crear tensión dramática), los pierde. Pero así no es como nos han dicho que funciona la piedra de los deseos. No te quita algo un poco, o te lo quita pero luego te lo devuelve unos momentos antes de quitártelo otra vez. O sea, que Patty Jenkins ha intentado colarnos el argumento de Supermán II pero, en vez de eso («renuncio a mis podres por amor pero luego renuncio al amor para recuperar mis poderes porque la humanidad me necesita»), porro va, porro viene, nos está haciendo trampas.

"This movie fits 2020 very well."
«No puido, no puido».

Como Christopher Nolan en Tenet, esa película que el rubio y prepotente director británico se hartó de decir que no iba de viajes en el tiempo y va de viajes en el tiempo. Esa carísima paja de autor donde sus personajes revierten la entropía, pero sólo un poco. El Protagonista de Tenet no puede respirar aire revertido ni tampoco aire normal cuando está revertido, porque, supongo, sus pulmones funcionan al revés... Quieto parao. ¿Sólo los pulmones? ¿Y el sistema circulatorio? Si reviertes la entropía, el sistema venoso, en vez de sacar de las células la sangre saturada de dióxido de carbono y llevarla a los pulmones para exhalarla,  devolverá a las células
ese dióxido de carbono, mientras que el sistema arterial exhalará oxígeno a través de esos mismos pulmones. ¿Y que hay de los impulsos nerviosos? Sus músculos se moverán antes de recibir la orden de moverse, experimentará sensaciones antes de recibir el estímulo que las produce (dirá «¡huuuuuuuyyyyyng!» y se quedará pálido y después le darán la patada en los cojones). ¿Y cómo serían sus procesos mentales, con todas esas sinapsis revertidas? ¡Oh, al carajo!, como muy bien apunta Loulogio en su descacharrante crítica de la película, a mí que me expliquen el funcionamiento del sistema digestivo de los personajes revertidos en Tenet. ¿Te sientas en el váter, los zurullos te entran por el culo y las croquetas te salen por la boca o qué?
Compara, compara: puntuaciones de Wonder Woman.

Christopher Nolan establece unas reglas para Tenet y luego se las salta cuando le conviene. Patty Jenkins plantea unas normas para WW84 y las rompe cuando le sale de allí. Sí, de allí; de eso que le suda a Wonder Woman cuando hace Crossfit.
Puntuaciones de Wonder Woman Desastreycuatro y cayendo.

El guion de una película, el argumento de una novela, es un contrato entre el autor y su público. Patty Jenkins se lía una estaca y rompe su contrato con los espectadores de WW84 cuando le da la gana, nos da un argumento tedioso, nos regatea un villano a la altura de Wonder Woman y desfigura a su protagonista hasta hacerla irrelevante y odiosa.
"Watching this movie was like siting for 2 hours on ground covered by lego."
WW84 es incoherente, estúpida, cabreante y aburrida. Es una película que transmite la sensación de que nadie se ha tomado la molestia de dirigirla. No hay un plano aprovechable. Diana deja de ser protagonista para verse arrastrada por la acción. En todo momento va a remolque de las malandanzas de Maxwell Lord, que ni siquiera es un villano interesante. No da miedo. No genera inquietud. Es un maloso random que da un poco de ascopena y ternura a la vez y tiene una redención tan repentina como incomprensible. Y Cheetah, que podría haber recogido el testigo de Némesis de Wonder Woman en WW84, tampoco acaba de cuajar. Y de todos los personajes es el más (que no el mejor) desarrollado, lo cual no implica en absoluto que esté logrado del todo. No sé si es debido a que su historia de orígenes es tan diferente en la película de lo que lo es en cualquiera de sus iteraciones en los cómics o que, durante casi todo el metraje, no veamos a la Cheetah en su forma pura, sino una versión nerfeada, o que su transición de mujer insegura, pero sensible y empática, a megazorra chuminera homicida no me pareció creíble. Ignoro el motivo, pero Cheetah tampoco me convence como villana. Prometía el desarrollo de su personaje a lo largo de la película, pero el clímax final (en claroscuro para que no se notase lo mal que les había quedado esta Kristen Wiig furry), de nuevo, me dejó entre mal sabor de boca y la indiferencia más absoluta. Y ni siquiera voy a meterme con la armadura de caballera del zodíaco porque me da hasta lástima de la pobre Gal Gadot, en la que sigo teniendo fe como Wonder Woman a pesar de esta película imperdonable.

No voy a pronunciarme sobre el tercer acto. Digamos que se reduce a que Wonder Woman, por primera vez en todo el metraje, recuerda que es Wonder Woman y apela a lo mejor de la condición humana (es el único momento en dos horas y media en el que Diana, mi Diana Prince, mi Wonder Woman, asoma la patita) y Maxwell Lord descubre el significado de la Navidad. Si ya has visto WW84 entenderás perfectamente de qué te hablo. Si no la has visto, ahora estás mejor informado para decidir si te interesa verla o no.
"Gal Gadot is a beautiful woman, and as an actress, she does well as long there's no dialog. Somehow she doesn't feel natural when speaking."
Como siempre, no faltan espectadores que vieron WW84 y que les encantó. Que la proclamaron no sólo tan buena como la primera (con todos sus problemas) sino incluso superior. Que se han alegrado muchísimo de que Patty Jenkins y Gal Gadot ya hayan firmado para la tercera parte. Es más: hay gente muy sensible con los problemas de género y tan partidario de los derechos de las mujeres que llega al extremo de proclamar, con unas pelotas como campanas, que si no te ha gustado WW84 eres poco menos que un señoro, un fachirulo, un carca, un misógino, un voxero, un manado y un putero.

A esta última gente sólo puedo contestar de una manera:

La distancia media de la tierra al sol son 149.600.000 kilómetros. Parece mucho, pero desde el momento en que sabemos que el diámetro de la órbita de Plutón es de 12.000.000.000 millones de kilómetros, empezamos a intuir las auténticas dimensiones del universo. Piensa que Próxima Centauri, la segunda estrella más cercana a nuestro planeta, está tan lejos que ya no tiene sentido hablar de kilómetros; la unidad de distancia que empleamos a esta escala es el año-luz, equivalente a la distancia en el vacío que recorre un rayo de luz, o sea 9 460 730 472 580,8 kilómetros (abreviando,
9,46 × 1012 km). Próxima Centauri, una enana roja de 11ª magnitud, está a una distancia aproximada de 4,243 años-luz de la Tierra, o sea a 40.141.879.395.160,3344 kilómetros.

Y si necesitas un poco de contexto para digerir cantidades tan inmensas, piensa que la nave más rápida que ha abandonado el límite exterior del Sistema Solar, la Voyager 1, lanzada en septiembre de 1977, viaja a un dieciochomilavo de la velocidad de la luz (1/18000 de C) o sea unos 61.000 km/h, y tardaría entre 72.000 y 75.000 años en alcanzar Próxima Centauri, mientras que al vehículo más rápido jamás lanzado por el hombre, la sonda Parker Solar Probe, capaz de alcanzar una velocidad de 692.000 km/h (suficientes para recorrer la distancia entre Nueva York y Berna en un minuto) le llevaría ni mucho más ni poco menos que unos 6.622 años en llegar a nuestra estrella vecina SUPONIENDO que pudiese viajar en línea recta y frenar sin inercia, que no podría (harían falta años de maniobras de frenado; la Delta-V es la Delta-V). La pirámide de Keops no tiene ni la mitad de esa edad. Las civilizaciones más antiguas del planeta Tierra no se remontan mucho más allá del 4.000 antes de Cristo

Y todavía no empezamos siquiera a rascar la superficie del universo. Nuestra galaxia, la Vía Láctea, una galaxia de mierda (la galaxia de Andrómeda es el doble de grande), mide 105.700 años-luz de diámetro. Y sigue. El tamaño del universo es imposible de medir, porque una parte de él está ya tan lejos de nosotros (y alejándose cada vez más, debido a la inflación cósmica) que su luz jamás alcanzará la Tierra. La luz más lejana que llega a nuestros instrumentos procede de una distancia de 46.500.000.000 años-luz en cualquier dirección, o sea que el universo observable está comprendido en una burbuja de unos 93.000 millones de años-luz de diámetro.

Pues bien, queridos fans hembristo-aliade-feministo-pansexualo-concienciados-nosotros parimos nosotros decidimos de Wonder Woman 1984: ni poniendo todos esos años-luz uno delante del otro alcanzamos siquiera el primero de los kilómetros de polla que me importan vuestras chuminadas.