sábado, 30 de mayo de 2020

No lloraré sobre la tumba de Michael Cimino: aftermath

Hace la friolera de dos años (a.c., Antes del Coronavirus) subí a la bitácora una entrada en cuatro partes (una, dos, tres y cuatro) intentando analizar qué es lo que falla en la adaptación a la pantalla de los cómics de superhéroes en general y los de DC en particular. Acababa de verme Batman v Superman: Dawn of justice, Wonder Woman y Justice League y tenía mis dos centavos (mi patacón y medio, si queréis una versión esppppppppañola de esta expresión) que aportar al tema.

Me reafirmo en todo lo dicho allí.

Salvo en una cosa, en la ahora he descubierto que estaba equivocado:

«Curiosamente, y volviendo a Justice League, sigue habiendo fans convencidos de que el montaje de Snyder habría sido cualitativamente superior al que llegó a los cines, y exigen a WB que libere un «director's cut», una versión «La puerta del cielo» de JL que los pezzonovanti de la Warner ni siquiera se molestan en explicar que jamás ha existido ni existirá, porque muchas escenas guionizadas no llegaron a rodarse o solo existen como bocetos animados que costaría una millonada convertir en imágenes fotorrealistas».
Y como lo que es justo es justo, y además es de justicia, me retracto de mi error. Sí, ya sé que la costumbre es negar que hayas cometido error alguno, adherirte retroactivamente al bando ganador, borrar las pruebas y llamar a tu abogado, pero es que yo soy así de imbécil.

Parece ser no solo que el corte de
Zack Snyder de Justice League realmente existe, sino que pronto podremos verlo. Y al propio Zack Snyder le ha faltado tiempo para anunciarlo en su cuenta de Tuíster.

No cabría aprovechar este espacio para justificarme por haber suscrito las declaraciones de los ejecutivos de Warner Bros. al respecto. Me equivoqué, me alineé con la opinión de los que negaban su existencia y no volví sobre el tema a pesar de que el creciente movimiento de fans de Zack Snyder (que se llaman a sí mismos «Los Parademonios», como si hubiese alguna gloria en compararse con los deformes y descerebrados minions de un Satanás alienígena), su presión en las redes sociales para que el «montaje del director» fuese liberado, estaba comenzando a producir efectos visibles. Cada vez más personas implicadas en la producción de JL se atrevían a decir públicamente que el corte existía y que ellos lo habían visto, al menos en parte. Se filtraban fotogramas inéditos, planos de CGI sin pulir, viñetas del story-board, Zack Snyder nos intrigaba a todos con una imagen de unas latas de película... como si fuese muy difícil pegarle una etiqueta cualquiera a unas latas de película y como si eso probase algo. Por el mismo precio yo podría etiquetar las bobinas de Super 8 de mi infancia «Orgía homosexual de JFK con Adolf Hitler» y eso no cambiaría nada. Sin embargo, las pistas que corroboraban la existencia de ese Snyder's Cut no dejaban de acumularse.

Y si no volví sobre el tema no fue por cobardía, sino porque quería ver cómo acababa este pifostio, adónde nos llevaba el movimiento del
«Release the Snyder Cut». Había afirmado, en base a la información de que disponía, y que en el momento me pareció suficiente (sigo pensando que llegué a la deducción correcta con los datos a mi alcance), que el Snyder's Cut no existía y, antes de desdecirme, quería estar seguro de haber reunido pruebas suficientes y de peso.

Como digo, no debería intentar justificarme, porque me pone a la defensiva y me hace parecer vulnerable. Como si tuviese algo de lo que arrepentirme. Como si me estuviese subiendo a un cadalso para que los fans de Snyder me descosan a patadas. Y no voy a hacer eso. Me equivoqué y admito mi error, pero me reitero en mi determinación: sigo convencido de que la conclusión a la que llegué era la única a la que se podía llegar con la información de que disponía y que a los fans con nata de Zack Snyder les cegaba el amor por su ídolo (del cual ya hemos dicho que necesita urgentemente un curso de refresco en la Escuela de Cine).

¿Que han resultado tener razón desde el principio? Ole por ellos. ¿Que a los escépticos nos van a restregar su triunfo por la cara hasta que nos borren los rasgos? Dalo por seguro. ¿Que su fe ha sido recompensada? Que lo disfruten, que estas cosas suceden una vez en la vida. Y no a todo el mundo. ¿Que hay quien se ha ofendido y proclamado esta noticia «el triunfo del fan tóxico»? Todo son ventajas.

Personalmente no esperaba ningún gesto por parte de Warner Bros. De haber existido un
Snyder's Cut, me dije, hace tiempo que lo habrán destruido, para demostrar quién manda y, de paso, aniquilar toda esperanza de los fans. O, en caso de que se conserve una copia en alguna parte, bajo siete llaves, jamás la liberarán por no sentar un peligroso precedente de megacorporación pornomillonaria que admite su error y devuelve la dignidad a un beligerante empleado fulminantemente despedido. ¿Cuántas veces en la vida se ve algo así?

Esta noticia, la de que el
Snyder's Cut existe y va a ser liberado en HBOMax (todavía no sabemos si como película o en forma de miniserie), supone la admisión, por parte de Warner, de que se equivocaron al mutilar y remezclar la película hecha por Snyder, y que acabó convertida en un batiburrillo anticlimático e incomprensible. Supone el reconocimiento de que se equivocaron al contratar a Joss Whedon con la misión de hacer simpático el proyecto de Snyder e insuflarle a la oscura y casi nihilista JL una pizca de la miserable filosofía creativa Whedon ("Make it dark, make it grim, make it tough, tell a joke"), que supuran algunos de los peores momentos de las películas de Los Vengadores. Supone la penitencia por haber llevado a los cines ese monstruo de Frankenstein cogido con alfileres que horrorizó a los fans y se la puso como el cuello de un cantaor a los críticos que mandan sus notas a Rotten Tomatoes, porque la película poco más o menos que certificaba la defunción del DCU.

Lo que no se es si también supone la admisión de que se equivocaron al contratar a Zack Snyder.

JL me gustó. Es una condenada mierda y sin embargo me gustó. Muchísimo menos que BvS, pero me gustó. Y eso es un problema. Una película de la Justice League contra Darkseid no puede solo gustar. Tiene que fliparte. Una peli que reúne por primera vez a Supermán, Wonder Woman, Batman, Flash y Cyborg tiene que enamorarte. Tiene que ser al menos tan buena como Vengadores. Tienes que CORRRRERRRRRRRRRRTTTTE de gusto nivel Súper Saiyán viéndola. Tiene que ser ÉPPPPPPIKA.

Yo estaba sentado en mi butaca y miraba el reloj cada cinco minutos, deseando que aquella boñiga mal cagada se acabase de una vez y comparándola con Batman: Assault on Arkham, que había visto poco antes. Y Justice League salía perdiendo. No solo porque Assault on Arkham tiene a Kevin Conroy poniéndole voz a Batman (sí: ese Kevin Conroy), sino porque, aun siendo una peli de dibujos animados con menos financiación que el presupuesto para café de JL, le da veintinueve capas de hostias al engendro de Joss Whedon. No solo tiene una historia mucho más interesante, no solo está mucho mejor narrada y estructurada, no solo es capaz de introducir momentos de comedia sin cargarse la tensión dramática ni rebajar la dignidad de los personajes, no solo tiene un Joker que ACOJONA (más de lo que puede decir el pobre Jared Leto en el montaje estrenado de Suicide Squad, otro producto prometedor mutilado por los productores, y sin embargo mucho mejor largometraje que JL) sino que, sin caer en el gore de mesa de disección ni pasarse de largo mostrando carne, también incluye escenas violentas (mutilaciones y cabezas explotando incluidas), erotismo explícito (Harley Quinn enseñando chicha y haciéndole luego el koala horizontal a Deadshot. Sí: follando. Eso es lo que quería decir; follando, cogiendo, chingando, jodiendo, deshuesando la aceituna, plantando nabos, regando almejas), el Príncipe Payaso del Crimen admitiendo que le gusta forrar a hostias a su enamorada Harley («veo que aún tienes hematomas», dice, más o menos, y también «mujeres; no puedes vivir sin ellas ni tampoco tirarlas del coche en marcha»)...
Batman: Assault on Arkham, una película de dibujos animados, es más coherente, respetuosa, emocionante, y ADULTA, en toda la extensión de la palabra, que Justice League.
«¡Empótrame como si acabases de salir de la cárc...! ¡Ay, perdón, qué tonta!»
JL es mala. No es tan horrible como me temía a raíz de las informaciones que nos iban llegando durante el rodaje y postproducción, y puede que precisamente eso, el que no fuese tan mala como me temía, bastase para hacerme escribir entonces que me gustó, de lo que no me retracto aunque cuantas más veces la veo más defectos le saco. Con lo mal que la hicieron sigue habiendo algunas escenas, algunas secuencias aprovechables en la película. Lo suficiente para que alguien como yo se conforme (¡si es que en el fondo los freaks gordos, miopes y calvos somos fáciles de complacer!). Pero eso no quita que sea malísima. Pésima. Un cagarro. Un artefacto infecto que ni un puñado de estudiantes de cine de primer año habrían perpetrado por más porros con salfumán que se hubiesen fumado. JL no tiene ni pies ni cabeza. El montaje es confuso, torpe y pobre. Las transiciones entre escenas son chirriantes porque el 90% de las veces se aprecia, hasta con los ojos cerrados, qué pertenece al montaje original y qué a los reshoots, y ver el peinado de Gal Gadot cambiar de un plano al siguiente dentro de la misma escena, a Ben Affleck mamado y fondón, mamado y fondón, mamado y fondón, en un espacio de dos minutos, sufrir a Ezra Miller haciendo chistes sin puta gracia, y, ¡por Rao!, a Henry Cavill desfigurado por ese bigote abominablemente borrado, me sacaban de la ficción a patadas en los huevos.
Si es que duele mirarlo, joder.
JL es tan mala, tan pobretona (a pesar de sus 300 millones de presupuesto), tan endeble y nebulosa, que yo era incapaz de concentrarme en la película. Todavía hoy, plano a plano, escena a escena, minuto a minuto, lo único que puedo ver son sus interminables errores. CUALQUIER película del universo cinematográfico DE ANIMACIÓN de DC estrenada antes, durante y después de JL, incluso las peores de ellas, es mejor en varios órdenes de magnitud a Justice League en términos de historia, doblaje, narración, identidad, respeto al material de base (y al público no te cuento) y desarrollo. Justice League: The Flashpoint Paradox, Justice League: War, Son of Batman, Batman: Bad Blood, Justice League vs. Teen Titans, Justice League Dark, Teen Titans: The Judas Contract, Suicide Squad: Hell to Pay (aquí hasta sale Scandal Savage en pleno regodeo lésbico con su chorba)..., incluso Batman: Hush, que, a pesar de basarse en uno de los mejores cómics de Batman, es tirando a regulera, y Supermán: Red Son, que, a pesar de basarse en uno de los mejores cómics de Supermán, es malísima con ganas.

Scandal Savage; supervillana a ratos, bollera full-time.
¿Qué ha cambiado desde entonces?

Se estrenó
Vengadores: Infinity War. Los críticos de cine habían señalado el tono oscuro, violento, desesperanzado, como una de las causas del fracaso de JL. Se estrena Infinity War y, ¡pumba!, los malos ganan. Thanos reúne las gemas del infinito, hace ¡chas! y elimina la mitad de la vida del universo y a la mitad de los Vengadores. Todos los críticos que dijeron que Justice League había fracasado porque la gente no quería ver en el cine historias deprimentes, oscuras y trágicas protagonizadas por sus superhéroes favoritos y elogiaron a Marvel por hacer esos luminosos, divertidos y chispeantes cromos llenos de ji-ji y de ja-ja, quedaron automáticamente retratados como unos lameculos y unos absolutos gilipollas.

Infinity War, la película de superhéroes más negra, deprimente y cruel que he visto en mi puta vida (The boys no cuenta, que es una serie de televisión), recaudó mas de dos mil millones y se ganó un merecido 85% en la infame Rotten Tomatoes.

Se estrenó
Aquaman, que tiene un rollito más Marvel de lo que estamos acostumbrados a ver en las películas del DCU. Así que el DCU no estaba muerto, que estaba de parranda. Y menuda parranda. Casi mil ciento cincuenta millones de recaudación para un presupuesto de unos 160 millones y la crítica comiéndole los huevos a dos carrillos a James Wan, autor de una experiencia sensorial completa (si te sentabas a tiro de chumino de una chica, salías de ver Aquaman mojado y apestando a marisco; las culpas a lo mamadísimo y rebueno que está el Jason Momoa, ¿venderán pastillas para ponerse como él? También me vale en supositorios).

Se estrenó Aquaman, una película por la que nadie (yo mismo) daba ni medio duro, basada en un personaje al que habían introducido en la mala BvS y la irredimible JL, perteneciente a ese universo cinematográfico que todo el mundo (yo mismo; a regañadientes, pero yo mismo) daba por amortizado, y fue LA APOTEOSIS. Una peli bien hecha que copia lo mejor de la receta Marvel Studios y aporta algunas claves propias, un largometraje sobre un héroe menor del universo DC, el puto sidekick de la Liga de la Justicia a costa del cual hacían mil coñas los de The big bang theory, ARRASÓ entre la crítica y el público. A ver quién coño vuelve a hacer chistes con este badass subacuático.

Después se estrenó Vengadores: Endgame.

Endgame, una película en la que Tony Stark/Iron Man, el corazón del MCU, el hilo conductor que liga todas las películas de Marvel Studios, MUERE, se quedó por muy poco por debajo de los TRES MIL millones de dólares de taquilla.

No os podéis imaginar cómo lloré durante la proyección de
Endgame.

No os podéis imaginar cuánto reí. Cuánto grité. Cuánto aplaudí. Cuántas veces salté de mi butaca, emocionado.

Joder, mi Vengador favorito muere y yo me salgo del cine con una sensación de plenitud. De que la película no podía ni debía acabar de otra manera. De que ha merecido la pena el viaje.



Se estrenó la serie de Titans. La primera temporada me gustó pese a algunos episodios irregulares. Abandoné la segunda porque los episodios irregulares se convirtieron en la norma y por ese Bruce Wayne irreconocible. También se estrenó, con gran éxito, la serie de Doom Patrol y la de La cosa del pantano. Ambos productos beben de esa estética oscura, adulta y pelín deprimente a la que se responsabilizaba del desastre en taquilla de JL y la mejorable acogida de BvS y el segundo fue cancelado en su segundo episodio, pese al éxito de público y crítica, aún no sabemos muy bien por qué.
A Kevin Tsujihara lo corrieron a boinazos del trono de pontífice supremo de Warner Brothers. No solo fue el responsable de trinchar JL. Además fue el que intentó, con uñas, dientes y el piercing del cipote, impedir que se rodase Joker. Sí, Joker. Una de las mejores películas del año 2019 y una tontería casi indie, para los presupuestos que se manejan hoy en día en los estudios de cine, que ha recaudado la miseria de 1.074.251.311 dólares en el momento en que escribo estas líneas. Sí. Mil millones casi cien mil dólares con un presupuesto de 55 millones y un estreno de más de 96 millones en su primer fin de semana.
(Sí señor. Este genio de las finanzas quiso impedir que se rodase una película que se amortizó el fin de semana de su estreno y que en las semanas siguientes, y en los estrenos internacionales, le reportó a WB unas plusvalías de casi 980 millones. Ventas de DVDs y merchandising aparte. Y quisiera poder decir que por eso ahora este genio de las finanzas tiene otro trabajo. Fuera de WB. Pero no fue por eso. Fue por ofrecerle audiciones a Charlotte Kirk si le hacía trabajitos filipinos).
Se estrenó Joker. Aunque es una película fuera del canon, fuera de la continuidad del DCU, Joker, esa película que casi no existió porque se le puso en los cojones a Kevin Tsujihara (un señor que tal vez debería empezar a escuchar a otras partes de su cuerpo), y que probablemente ni siquiera nació como una película de Joker, no solo hizo caja, sino que también se llevó un León de Oro, dos Globos de Oro (Mejor Actor y Mejor Banda Sonora), tres BAFTAs (Mejor Actor, Mejor Reparto, Mejor Música Original), dos Óscars (otra vez Mejor Actor y Mejor Banda Sonora), el premio del Sindicato de Actores, el de la Crítica Cinematográfica...
Una película de superhéroes... ya sabes, ese subproducto para púberes pajilleros sin paladar artístico ni tuétano intelectual, se ganó el favor del público, el respeto de la industria y el amor incondicional de la crítica.
(Sí, claro que tiene trampa el razonamiento: pese a ser un villano de Batman, el Joker de Todd Phillips y Joaquim Phoenix no recurre ni a una sola de las plantillas del cine de superhéroes, quizá por eso precisamente es tan buena).
Se estrenó Justice League Dark: Apokolips War, de la que tal vez hablemos en profundidad más adelante.
¿Qué podemos esperar del Snyder's Cut?

No tengo ni idea, pero te menciono algunas cosas que sí sabemos:

El corte de Zack Snyder, un rough-cut al que todavía faltaba añadir o corregir algunas escenas en post-producción, duraba 214 minutos. Eso son algo más de tres horas y media. Casi la primera exigencia que Kevin Tsujihara le hizo a Joss Whedon fue que la dejase en dos horas como máximo. Zack y Deborah Snyder ya han bendecido la oportunidad de mostrar al público, particularmente a sus fieles, el desarrollo de personajes que hicieron a lo largo de esos 214 minutos (aunque si el desarrollo de personajes se parece al de BvS, mejor que se lo ahorren).

Joss Whedon no solo capó el corte de Zack Snyder hasta reducirlo a su versión final de 120 minutos sino que, como aquel pantalón cagado y remendado no tenía pies ni cabeza, escribió hasta 80 páginas de escenas totalmente nuevas, en un desesperado, pero fallido, intento de conferirle alguna continuidad a aquel esperpento. 80 páginas. Eso es casi hora y media de metraje nuevo en una película de dos horas. Entre otras cosas que se cayeron al suelo de la sala de montaje había escenas con Darkseid, Ares, Antíope, Iris West y Vulko, por no extendernos. Ah, y una aparición final de un Green Lantern que no daba cosica.

(Fans de los cómics, ¡correos! ¡Ar!)
Fabian Wagner, director de fotografía de JL, dice que cuando vio el montaje que llegó a los cines estuvo a punto de sufrir un parraque. No reconocía la película que estaba viendo. Aquella no era la cinta que él había hecho con Snyder. Wagner estima, a ojo de buen culero, que como mucho acabaron en el corte final una de cada diez escenas que filmó.
Joss Whedon montando Justice League. «Best gun ever».
Jason Momoa no solo ha dicho desde el principio que el montaje existe y que es una película completamente diferente a la que llegó a los cines (echándole un par, que otros actores y técnicos de la producción prefirieron mantener un perfil bajo, por miedo a las represalias o a la espera de ver cómo terminaba todo), sino que esa película que aún no hemos visto ES MUCHÍSIMO MEJOR que la estrenada. Y si lo dice un bigardo con el corazón de oro que se está trincando a Lisa Bonet y es capaz de llenar de chicas una sala de cine en la que proyectan una peli de superhéroes y desencadenar squirtings masivos con su mera presencia en plano, tiene que ser verdad a cojones.
(Aunque para hacer una película mejor que JL basta con filmar a Trump cagando. Desde la perspectiva de la taza del váter).
¡Oh, no escurras el bulto! ¿Va a ser una buena película sí o no?

Pues...

Ahí está la gracia, ¿verdad? Por eso has llegado hasta aquí, si es que has llegado hasta aquí.

Y, aunque corro el peligro de pillarme la punta del cipote con la tapa del piano, otra vez, me aventuraré a decir que no. Que no va a ser una buena película, serie de televisión o lo que finalmente hagan con ella.


Ya sé que está como las maracas de Machín, ¡pero, hostia, cómo nos pone!
¿Por qué digo que no? Porque solo tengo un cincuenta por ciento de probabilidades de equivocarme, y ya sería casualidad equivocarme dos veces sobre el mismo tema. Porque incluso si me equivoco tendré que escribir una entrada para la bitácora disculpándome, con lo cual me ahorraré el tener que discurrir otro artículo que subir al Paratroopers (ya ves que todo son ventajas) y porque Zack Snyder me ha dado sobradas pruebas de que a) no tiene ni puñetera idea de cine (se acaba de marcar un «comentarios del director» para desencriptarnos, plano a plano, BvS; lo cual solo demuestra, una vez más, que no domina el lenguaje cinematográfico, porque una película que necesita ser explicada es por definición una MALA película) y b) no tiene ni puñetera idea de superhéroes.

Sí, Zack Snyder ha dirigido cuatro de mis películas favoritas: el remake de Dawn of the dead, 300, Watchmen y Batman versus Supermán.

Y tres de esas películas las hizo mal.

(Luego se marcó Sucker Punch. ¡Joder, lo que nos reímos tratando de encontrarle sentido!)
No hay trolls zombis en 300. No hay orcos ninja. La voz de Jerjes es descrita como «aceite caliente sobre cuero usado, y profunda como el trueno».

Snyder metió un troll zombi de dentadura putrefacta en su adaptación a la pantalla de 300. Snyder convirtió a los Inmortales de Jerjes en orcos ninja. Snyder hizo que el emperador persa sonase como un robot hablando por un tubo de PVC dentro del culo de un hipopótamo disecado.


Watchmen es un cómic imposible de adaptar al cine. Por motivos ya explicados en esta bitácora.

Snyder dijo «¿un cómic imposible de adaptar al cine? Aguántame la cerveza». Y la cagó. Porque lo que pretendía hacer era imposible. Porque solo podía intentarlo y fracasar.

En la serie «No lloraré sobre la tumba de Michael Cimino» ya hemos explicado lo más trascendental de todo lo que, a nuestro entender, falla en BvS. Que son básicamente las mismas razones por las cuales Man of Steel está mal (Supermán matando gente a sangre fría, ¡hurra!, ¡viva!, ¡lo que siempre hemos querido ver en el cine!) y por las que, me temo, el Snyder's Cut va a estar mal: Zack Snyder NO-ENTIENDE-A-LOS-SUPERHÉROES.

Zack Snyder no entiende a Supermán. Zack Snyder no entiende a Batman. Zack Snyder no entiende el concepto mismo de superhéroe (que es básicamente el mismo concepto del héroe pero con esteroides) porque ha leído los cómics equivocados, escritos por gente que tampoco entendía a los personajes. Un superhéroe es una persona dotada de habilidades especiales que pone al servicio de sus semejantes por el motivo que sea. Porque busca venganza o está traumatizado, como Batman y Spiderman. Porque se apiada del sufrimiento ajeno, como Supermán o Wonder Woman. Porque, como Sasha Grey o los chicos de La Patrulla X, quieren demostrarle a un mundo que los teme, rechaza y odia, no solo que encarnan mejores estándares morales que ellos, sino que pueden contribuir con sus habilidades al progreso de la sociedad o protegerla de amenazas que escapan a su control.

La clave de las historias de superhéroes no está en el «súper», sino en el «héroes». Una historia de superhéroes, para ser realmente una historia interesante, tiene que centrarse en los personajes. Qué lleva a esos hombres, a esas mujeres, a luchar contra la injusticia y el crimen (cualquier película de orígenes de superhéroes). Cómo o por qué se mantienen en la brea (Supermán en Supermán II, renunciando al amor, renunciando a una familia, a una vida mortal, porque la Tierra le necesita y siempre necesitará un Supermán). Cómo les tienta la oscuridad (Luke Skywalker en Dagobah, en El imperio contraataca, el Profesor X convirtiéndose en Onslaught, Jean Grey sucumbiendo a Fénix Oscura. ¿«Tobey Maguire en Spiderman III»? ¿Qué es eso? ¿Spiderman III? No sé nada de ninguna Spiderman III. Esa película no existe). Cómo se sobreponen a las derrotas que sufren y los errores que ellos mismos cometen (Steve Rogers y Tony Stark reconciliándose tras la debacle de Civil War e Infinity War, reuniendo de nuevo al equipo y obteniendo una victoria dolorosa, sufrida, amarga pero ÉPPPPPPPPICA en Endgame). Cómo se alzan de sus propias cenizas (Batman en The Dark Knight Rises, Daredevil en Born again).

Pero Zack Snyder no entiende eso. Zack Snyder ha entendido mal al superhéroe.

Zack Snyder ha comprado la idea de superhéroe que tenía Steve Ditko.
Aquí, de jovencito.
Y eso es un problema.

Un señor PROBLEMA.

Sí: has leído bien. Steve Ditko, el co-creador de Spiderman y Doctor Extraño, uno de los pilares de la moderna industria del cómic junto a gente como Bob Kane, Lee Falk, Joe Simon, Will Eisner o Jack Kirby, NO-ENTENDÍA-A-LOS-SUPERHÉROES.

Y la culpa es de Ayn Rand. Sí, la que escribió esa Bibilia del capitalismo salvaje, esa oda a la mujer sumisa, ese panegírico del individualismo narcisista, ese panegírico del machirulo sudoroso y violador titulada El manantial (y otros libros mucho peores, no creas) con la que esperaba que Frank Lloyd Wright le hiciese una casa de gratis o, al menos, le comiese el chichi. Ayn Rand creía que había hombres mejores que otros (por ningún motivo en particular, sencillamente nacían así) y que a esos hombres nadie tenía derecho a reducirlos a la mediocridad, cuestionar ni fiscalizar sus actos ni poner límites a su comportamiento. Esos hombres no se debían a nadie más que a sí mismos y tratar de exigirles alguna responsabilidad social era puro fascismo.

Los héroes del cómic de superhéroes clásico hacen lo correcto, pagando el precio personal que sea necesario, porque... bueno, porque eso es lo correcto. Ya si tal luego podríamos entrar a analizar en profundidad si Spiderman está haciendo penitencia por el asesinato de su tío Ben, Batman es esclavo de su obsesión traumática o Supermán es tan servicial y apañadito con la esperanza de que olvidemos que es un alienígena que no nos fulmina de un hostión o esclaviza a todo el planeta porque no quiere, pero el principio general no cambia: por el motivo que sea, aunque sea un motivo realmente egoísta, o incluso a veces por accidente, el superhéroe es un señor que intenta proteger el mundo en el que vive y salvar las vidas y haciendas de sus convecinos.

La mejor película de Spiderman hasta la fecha. Sí. La mejor.
Pero esto a Steve Ditko, randiano activista, no le cuadraba. ¿Qué motivo va tener un ser superior para hacer el bien a su alrededor porque sí? ¿Qué coño le debe él a esos mierdecillas de seres inferiores? ¿En qué está obligado para con esa sociedad de borregos que no tienen la inmensa fortuna de haber nacido tan superiores como él? Algunas de las broncas más gordas entre Stan Lee y Ditko por los guiones de Spiderman volvían una y otra vez sobre este tema: Lee quería que Spiderman fuese «tu amistoso vecino Spiderman» y Ditko se negaba a poner al Cabeza de Red a bajar gatos de los árboles y ayudar a yayas a cruzar la carretera. ¿Quién coño tenía derecho a esperar de un ser superior que se sacrificase por otras personas? ¿Pero esto qué es? ¿La Rusia soviética? ¿La mansión Playboy? ¿El PSOE?

Los personajes de
Ditko chorrean objetivismo, esa farfolla de filosofía de Aliexpress defecada por la siniestra Ayn Rand, tan resentida con los sóviets por haber expropiado la farmacia de su familia, que se inventó toda una ideología propia para deslegitimarlos. Y como era una escritora limitadita y una pensadora de todo a cien, acierta en sus postulados filosóficos dos veces al día, como un reloj parado, y el resto del tiempo da mucha grima leerla. Esta señora estaba tan despistada que se proclamaba admiradora de la estética romántica, que no puede estar más en las antípodas de su objetivismo, aunque a continuación afirmaba que el Romanticismo debía enfatizar los aspectos racionales en vez de los emocionales. Y, al igual que ella, Ditko, uno de sus discípulos, tampoco temía caer en el ridículo más espantoso cuando creó a Mr. A, el héroe objetivista por antonomasia, que a la primera que te descuides te larga unos discursos randianos que te dejan el pito torcido.
(¡Ah, la dulce Alisa Zinovievna Rosenbaum! Me resolvería quince o veinte entradas del Paratroopers ella solita, si aquí nos dedicásemos a hablar de filosofía... o de lo que sea que hiciese esta señora, que creía que la vida era el valor supremo pero estaba a favor del aborto, que abominaba del totalitarismo pero dirigía su secta de chiflados con puño de hierro, que aborrecía el comunismo y el totalitarismo y abogaba por la independencia y el individualismo a través de la sumisión y el servilismo a la líder infalible, Ayn Rand; que veneraba la razón pero proclamaba que existe un modelo absoluto del bien y del mal, dogma que destruye cualquier posibilidad de un diálogo y, por consiguiente, deslegitima la misma racionalidad que Rand afirmaba reverenciar...).
Según la filosofía randiana adoptada por Ditko, Spiderman habría hecho muy bien dejando escapar al ladrón que luego mató a su tío Ben. Porque el altruismo, en opinión de su suma sacerdotisa Ayn Rand, es el origen de todos los males. El egoísmo es bueno. El interés personal es el motor de la civilización.

Iron Man se sacrifica a sí mismo en el tercer acto de Endgame para salvar a todo el universo.

Y yo pude oír cómo los huesos de
Steve Ditko y Ayn Rand crujían en sus tumbas.

¿Sacrificarse un héroe? ¿Pero esto qué es? La propia vida es el único valor auténtico y el sacrificio de
Tony Stark, que aceptando voluntariamente su muerte salva A TODO EL PUTAÑERO UNIVERSO, JODER, es inane, irrelevante, gratuito.

Twerking cosificador y falocentrista gratuito.
Según algunas versiones de la historia, Steve decidió abandonar Amazing Spiderman en su número 38 porque Lee se emperró en desvelar la identidad de El duende verde, la Némesis del Trepamuros. ¡Resulta que era Norman Osborn desde el principio! ¡Norman Osborn, a quien Ditko había retratado como un randiano arquetípico, apóstol de la superioridad moral que solo emana del Capitalismo; un Howard Hughes, un Frank Lloyd Wright, un Howard Roark (¿un Tony Stark?)! Ditko no podía entender que su hombre superior acabase resultando ser el villano del cómic ni, como buen objetivista, transigir con que Lee le impusiese su criterio. Las relaciones entre ambos ya llevaban tiempo podridas y esto fue la gota que colmó el vaso. Así que Ditko se largó.

Y, lo admito, de alguna manera lo intuí (reléete el párrafo «¿Por qué [...] cada vez que veo en pantalla a este
Supermán me acuerdo del frío y distante Doctor Manhattan de Watchmen [...]», de una de mis entradas sobre la tumba de Michael Cimino; no, no voy a decirte de cuál,ni en qué párrafo está. Te jodes y lo buscas), pero no llegué a profundizar en el tema, que ya me estaba extendiendo demasiado: en el momento en que aplicas la ética randiana a las pelis de superhéroes de Zack Snyder, todo empieza a tener sentido.

Supermán no se cuestiona sus recelos hacia Batman. Batman no duda de sus prejuicios acerca de Supermán. Ambos comparten esa visión de blanco y negro que tenía Mr A. Batman no se ajusta a la idea de «blanco» que tiene Supermán, por lo tanto debe ser «negro». Supermán no encaja en el molde que Batman tiene para «blanco», por consiguiente lo clasifica de «negro». Y ninguno de los dos se plantea que pueda estar equivocado, que el otro pueda ofrecer matices de gris, que Batman es terrorífico, sí, sobre todo para los criminales de Gotham; que los poderes de Supermán no le convierten, a priori, en una amenaza, porque, gracias a Dios, Supermán es buen chico de Kansas, educado por unos padres responsables y bondadosos, que solo quiere ayudar a todo el mundo; que Batman es un delincuente siniestro porque solo un delincuente siniestro puede plantarle cara cada noche a la fauna criminal y la corrupta clase dirigente de Gotham, jungla urbana por antonomasia.

El
Supermán y el Batman de Snyder son puramente randianos. No admiten la posibilidad de estar equivocados, sostienen que sus valores son absolutos e innegociables, no permiten que nadie fiscalice su comportamiento, por mayores apelaciones a la razón que hagan sus amigos y consejeros (Perry White, Alfred Pennyworth...); son individualistas hasta la náusea, al menos en lo que a su actividad como vigilantes se refiere y, por si se nos escapaba el matiz, Snyder, a través de, entendemos, Chris Terrio y David S. Goyer, autores del guion, se encarga de dejárnoslo clarinete en los mismísimos diálogos de Man of Steel y BvS. Solo hay que ver el nefasto consejo que Jonathan Kent le da a su hijo adolescente cuando usa sus poderes para impedir que todo un autobús de críos de su edad muera ahogado. O arrugar el ano al oír la máxima más definitivamente randiana de la franquicia, hasta ahora:

Con lo cual Zack Snyder no solo confiesa que es un randiano clandestino y un cineasta tirando a amateur, sino que además admite no haber entendido UNA MIERDA acerca del carácter de los superhéroes. Pecado que no es exclusivo suyo, sino que comparte con uno de los mejores escritores de cómics de la historia del medio. El mismísimo Frank Miller, sí, ése Frank Miller, ha dado sobradas pruebas de que no acaba de entender cómo se escribe un cómic de superhéroes. Particularmente si en ese cómic aparece Supermán.
(Frank Miller, que en El regreso del caballero oscuro y, sobre todo, en El caballero oscuro contraataca, retrata a Batman como un terrorista enfrentado al sistema para quien todo es lícito a cambio de obtener la victoria... y luego se agarra una perrencha contra los de Occupy Wall Street por hacer básicamente lo mismo que Batman pero sin vestirse de fantoches ni matar a nadie. Contradictorio que es el muchacho, como buen randiano).
En la obra maestra de Miller, Batman: el regreso del caballero oscuro, quizá el mejor cómic de Batman que se ha publicado jamás, nos vuelve a mostrar a un Batman pelín randiano (y es que Batman es pelín randiano). Pero el retrato que Miller hace de Supermán es DESOLADOR. Literalmente reduce al Último Hijo de Kriptón al sicario del presidente de los Estados Unidos (un caricaturesco Ronald Reagan), a un robot que ejecuta las órdenes de su amo sin cuestionárselas jamás y que, cuando esas órdenes pasan por aplicar una ley que ilegaliza a los vigilantes superheroicos, no duda en volverse contra sus propios amigos para hacerla cumplir.

Supermán. El paladín de los mejores valores de la cultura estadounidense, le arranca un brazo a Oliver Queen, renuente a plegarse a los ucases del presidente de los Estados Unidos, poniendo fin de ese modo a su carrera como Green Arrow.

Supermán, un personaje que debería ser inspirador, deja tullido a uno de sus mejores amigos porque se niega a obedecer una ley él que considera injusta y dictatorial.

ÉSE
NO ES SUPERMÁN.

En
All Star Superman, de Grant Morrison y Frank Quitely, un Supermán enfermo y moribundo deja por un momento de preocuparse de sus mierdas (lo de dejar todo bien atado antes de acabar muriéndose y eso, ¡hasta testamento hace!) para disuadir a una adolescente depresiva que está a punto de suicidarse. ¿Cómo lo consigue? Apelando a su fuerza interior. Recordándole que el sufrimiento nos hace ver las cosas mucho peores de lo que realmente son. Asegurándole que, por oscuro que parezca todo, hay personas en este mundo que se preocupan por ella y la aman.


¡ÉSE ES EL PUTO SUPERMÁN, ME CAGO EN DIOS!

Y, si alguien que ha dedicado su vida a escribir cómics y se ha hecho un nombre escribiendo algunas de las mejores historias de
Batman y Daredevil, puede equivocarse así, formarse un juicio tan perverso y equivocado sobre la materia, ¿qué podemos pedirle a un cineasta, que obviamente, a juzgar por su aproximación al género, ha convertido en canónicas esas interpretaciones sesgadas y erróneas del material original, y solo ésas, precisamente porque reforzaban sus ideas preconcebidas sobre el concepto?

Y sin embargo hay esperanza.

Porque Batman recupera la fe al final de BvS.

Porque ese Supermán randiano, que condesciende a ayudarnos en BvS, pero porque quiere y puede, ¿eh?, no porque se sienta obligado, o concernido por los problemas de la humanidad que él puede aminorar o resolver, que él no nos debe nada, que ya se lo dijo su mamá. Ese Supermán distante, desdeñoso, altivo, al final de Dawn of Justice se sacrifica para salvar al amor de su vida y su planeta adoptivo.
Porque el plan era que Batman muriese combatiendo contra Darkseid en Justice League. Otra inmolación completamente impropia de un personaje objetivista. No sabemos si lo cambiarán o no, probablemente sí, porque Ben Affleck ya ha dicho que no quiere volver a la franquicia (sí, aún está a tiempo de cambiar de idea... y en el momento en el que escribo esto hay rumores esperanzadores circulando por la Intenné, pero y, además, tenemos en marcha otra franquicia protagonizada por Robert Pattinson que nos está haciendo cagar muy líquido antes incluso de su estreno y de la que no, no vamos a hablar en esta entrada, ya demasiado verbosa), porque básicamente fueron el odio destilado a través de las redes sociales y la sensación de fracaso por la mala recepción de BvS y la pésima acogida de JL, así como sus dificultades a la hora de terminar a tiempo el guion de esa película de Batman que ya no veremos (¿o sí la veremos?), dos de los factores agravantes de su penúltima recaída en el alcoholismo. Y la salud de Ben Affleck, por más que nos haya dado el mejor Batman cinematográfico (muy a pesar de la impericia de Joss Whedon y los esfuerzos de Snyder por hacérnoslo repelente, odioso, randiano), está muy por encima de ninguna película.
I showed somebody The Batman script,” said Affleck, who has played the superhero three times. “They said, ‘I think the script is good. I also think you’ll drink yourself to death if you go through what you just went though [sic] again.’”
Me reafirmo: el mejor Batman cinematográfico.
En fin, esto, como de costumbre, iban a ser cuatro mierdas pero se me ido un poco de las manos. Quédate con el párrafo corto: hay Snyder's Cut, lo vamos a ver pronto y yo estaba equivocado cuando dije que no lo había y que nunca lo veríamos. Por eso los lápices tienen goma en el otro extremo.

Porque, por mala que acabe siendo esa película, que finalmente tengamos acceso a ella nunca dejará de ser una buena noticia. Para todos.


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