sábado, 27 de julio de 2019

Entre todos la mataron y ella sola se murió

DC, esa editorial que no parece acabar de tener muy claro qué cojones hacer con su patrimonio de ochenta y cinco años (que se dice pronto, ¿eh?; o-chen-ta-y-cin-co-ta-cos. ¿Que te parecen pocos? Prueba a meterte ochenta y cinco bombonas de butano por el culo y luego me lo cuentas), con personajes universales, arquetípicos, como, por citar solo unos pocos, Batman, Supermán, Wonder Woman o Green Lantern, acaba de cerrar Vértigo.

Así que, a grandes rasgos, acaba de cerrar la editorial que sacó al mercado, y cito lo que me viene a la memoria: Watchmen, Predicador, Los libros de la magia, Animal Man, Hellblazer, La cosa del pantano, Sandman, V de Vendetta, Fábulas y Doom Patrol; buena parte de ellas convertidas o en camino de convertirse en películas o series de televisión que han rendido pingües beneficios a DC Entertainment.

Ni siquiera me voy a esforzar en intentar entenderlo.

Eeeeh no. No tiene nada que ver.
«[...] Alan Moore es un adulto, que escribe historias para adultos, protagonizadas por personajes adultos, con preocupaciones adultas, miserias y defectos adultos y que toman decisiones adultas y cometen errores adultos. [...] Porque hay un momento en el que compras tu último Mortadelo y tu primer Batman. Y un momento en el que hasta el Cruzado de la Capa empieza a saberte a sudor rancio, y entonces pueden pasar dos cosas: o dejas de comprar cómics o te compras Blankets, Persépolis, V de Vendetta, Maus, y así es como mantienes esa línea vital con tu infancia y puedes seguir disfrutando de Mortadelo y Filemón, de Batman, de todo lo que siempre te había ilusionado, aunque haga años que entraron en bucle y se limiten a contarte una y otra vez las mismas historias, porque siguen reluciendo con el engañoso oropel de la nostalgia y, además, ahora, como adulto, sabes que siempre te quedará Alan Moore».
Esto lo escribí yo, en esta misma pistácora, en junio del año planchado. Lo que no podía imaginar entonces es que estaba explicando las razones por las cuales DC, un año después, iba a cerrar Vértigo.

En resumen: DC flagela a sus lectores adultos y se caga en sus llagas abiertas.

Ya puedes dejar de leer y bajarte otro vídeo de la traslúcida pechugosa Nadia Nabakova. A partir de aquí, rollazo macabeo. Avisado quedas.

Nos aseguran que es una chica muy inteligente y que hace unas syrniki que te mueres de gusto.
Vértigo fue un sello editorial de DC Cómics que recuperó en 1993 una reserva de personajes que la editorial no podía publicar en su línea habitual sin infringir el Comics Code; ese artificio infecto mediante el cual la industria del cómic se cortó los cojones a sí misma y se los ofreció en bandeja de plata a los puritanillos blancos, anglosajones y protestantes. Personajes extraordinariamente oscuros, cuando no abiertamente terroríficos como Sandman y el John Constantine de Hellblazer; historias violentas, cómics de hazañas militares o serie negra, viñetas de nudismo parcial o total... o sea todo lo que no cabía en la línea habitual de DC porque se limpiaba el culo con el Comics Code, estaba abandonado en un cajón, acumulando polvo y champiñones, cuando podría estar produciendo réditos a la empresa. Sabiendo esto, Karen Berger (apasionada de la literatura de terror que venía de ser editora de House of Mystery ) y el ya fallecido Dick Giordano (que llegaría a entintar seis números de Sandman) pidieron la llave de ese cajón y el código del mecanismo termonuclear de autodestrucción y crearon Vértigo.
No nos engañemos: Vértigo publicó títulos que, a día de hoy, son clásicos del cómic y casi me atrevería a decir de la literatura, pero también publicó MUCHA MIERDA por una sencilla razón: como sello joven e inexperto, no tenía miedo, estaba abierto a experimentar, no sabía lo que era el fracaso y por lo tanto no podía temerlo. Vértigo era el Quimicefa de DC; un juguete aparentemente inofensivo para aspirantes a científicos locos con el cual, si te descuidas, puedes mandar al nabo bendito la casa de tus padres.

«No contiene productos peligrosos. No contiene productos peligrosos. ¡Me cago en...!»
El catálogo de Vértigo es como el regaliz negro: amargo, empalagoso y no apto para todos los paladares.

Y sin embargo funciona.

Nadie se explica cómo coño llegó a los quioscos y librerías el primer número de Sandman. Ni por qué se vendió. Ni por qué se sigue vendiendo. Ni por qué seguirá vendiéndose. ¿Cómo coño ha encontrado público ese emo andrajoso y palidorro que cita a Shakespeare y comparte viñetas con transexuales y maricones desde antes de que se pusiese de moda decir en voz alta que todo lo LGTB mola mazo?



En Vértigo cabía todo lo que se consideraba veneno para los demás títulos DC: satanismo, lesbianismo, piercings, BDSM, telarañas... tetas... pililas... pelines potorreros...
Vértigo era subcultura dentro de otra subcultura, un cómic que se había labrado su propio nicho dentro del mundillo del cómic.

¿Podría haberse publicado Watchmen en DC? No. Precisamente por ese motivo se publicó en Vértigo.

¿Tenía hueco Predicador en las colecciones de DC? No. Y por esa razón salió bajo el sello de Vértigo.

¿Sandman era compatible con las otras cabeceras de DC? Anda, contesta tú, que a mí me da la risa.

Vértigo tenía éxito porque era una jaula de grillos, un convento de peyoteros en el que nadie se preocupó de meter mano. De sus factorías humeantes, de sus máquinas de vapor alimentadas por ositos de gominola y pedos de panda arcoiris, salieron verdaderos cagarros, pero también algunas joyas que equilibraban los platillos de la balanza de beneficios. Porque cuando no tienes miedo de meter la pata puedes atreverte a hacer cualquier cosa, y cuando te atreves a hacer cualquier cosa, abres de par en par las puertas de la genialidad.

La fábrica de freaks empezó a irse al peo cuando Karen Berger cogió la puerta y DC aprovechó para ponerle estribos a Vértigo. Y freno. Y riendas. Y un cock-ring. O sea, cuando DC Cómics pasó a ser solo una división más de DC Entertainment, subsidiaria de Warner Media, participada durante un tiempo por AT&T. Privado de su fundadora, Vértigo empezó a parecerse cada vez más a otra editorial de cómic. Con cada nuevo contrato, los escritores y dibujantes perdían una nueva migaja de control creativo sobre sus personajes y sus historias, se iban proletarizando; la comuna anarco-esquizofrénica de Vértigo se convirtió, capa de cebolla tras capa de cebolla, en un remedo agusanado y cortante de DC Cómics. Por eso muchos autores escogieron llevarse sus lápices a otra editoral. Una en la que tuviesen mayor control sobre su trabajo. En la que el reparto de royalties no fuese tan ignominioso. En la que les dejasen dibujar pililas, tetas y pelos chumineros.

The Boys, por ejemplo (serializada para televisión por Amazon Prime con jugoso quiñón para DCCómics/DCEntertainment/WarnerMedia/ElArtistaAnteriormenteConocidoComoPrince/QuéSeYo/¿CártelDeCali? por los derechos televisivos, de los cuales me juego que Garth Ennis y Darick Robertson vieron a lo sumo un par de peniques, de lejos y en una fotocopia), que, aunque se publicaba en Wildstorm (sello adquirido por DC), era una serie 100% Vértigo, continuará en Dynamite Comics. SFSX vuelve a Image, de donde nunca debió haber salido. En un proceso retroalimentado, como Vértigo era cada vez más rácana con los dividendos de sus productos y más puñetera con el Comics Code, cada vez menos autores querían publicar para Vértigo, con lo cual Vértigo tenía crecientes motivos para retribuir peor a sus dibujantes y escritores, con lo cual todavía menos artistas querían trabajar para ellos y así vamos matando poco a poco al perro hasta que él se muere solo.
«Este perro está muy delgado. ¿Por qué no le das mejor de comer?»

«Para lo que trabaja...».

«Entonces ¿por qué no te deshaces de él?»

«Para lo que come...».
Hay quien atribuye el cierre de Vértigo a esa guiñada a la derecha que está dando la cultura occidental, reacción a la efervescencia de voces negras, homosexuales, inmigrantes, musulmanas, feministas, contra las cuales los acojonados blanquitos cristianos trincachirlas de toda la vida, trémulos de verse convertidos en una minoría, estarían abrazando de nuevo los rancios valores de los años 50, cuando los hombres eran muy hombres, los sarasas se escondían en la oscuridad de sus armarios y las mujeres sabían que su lugar está en la cocina o en la cama, espernancadas y lubricadas en cualquier caso. 
«¿Hablas chichi?».
Traducción: según esa teoría, el fin de Vértigo sería una nueva victoria de los promotores del Comicsgate.
Los defensores de esa conjura antropológico-trumpista señalan como evidencia de su premisa la cancelación por Vértigo de Second Coming a exigencia de grupos ultraconservadores como CitizenGO y One Million Moms. ¿Qué fue lo que cabreó a estos señores (y tal vez señoras) que leyeron (si es que leyeron el cómic o saben siquiera leer, cosa que nadie nos ha demostrado) Second Coming? Bueno, admitámoslo: un cómic donde un Jesucristo algo despistadillo, hijo de un Yavhé iracundo y amargado, baja a tierra para aprender a ser un buen tío de, juro que no es coña, un superhéroe llamado Sun Man (sospechosamente parecido a Supermán), no podía dejar de parecerles blasfemo a los chupacirios y beatuelos de misa diaria. Tras la cancelación de Second Coming, que no he leído, se produjo un cierre en cascada de otros títulos de Vértigo particularmente combativos con los valores y postulados de la contrarreforma ultraconservadora, como Border Town y SFSX (se pronuncia «Safe Sex»). En el primer caso se horrorizaron al descubrir que Eric Esquivel era, presuntamente, un delincuente, y echaron cemento sobre este esperpento repleto de monstruos, asesinatos en serie, dioses aztecas, desmembramiento de menores y el chupacabras (no, no; en serio), ambientado en una frontera mexicana patrullada por milicias de rednecks racistas ansiosos por asesinar inmigrantes ilegales al grito de «Make America great again!». La justificación para chapar la serie de Tina Horn y Michael Dowling, por otra parte, fue que el cómic, pura y simplemente, sus controvertidos autores habían llegado demasiado lejos: SFSX retrata una distopía donde el gobierno controla y legisla sobre el placer sexual y un grupo de putos y putas de la otra acera, parroquianos del club clandestino llamado La Mente Sucia, se abren camino hacia el interior del Centro Gubernamental para el Placer empleando sus trucos ninja de expertos en bondage.
¡Mujeres besándose! ¡Perros y gatos cohabitando! ¡La histeria de las masas!
Pero seguro que solo fue coincidencia que cancelasen precisamente estas dos series después de Second Coming.

Entre quienes se niegan a ver conspiración alguna de supremacistas blancos extreñidos en el ocaso de Vértigo, no faltan los papanatas dispuestos a afirmar que el cierre de Vértigo es una buena noticia; una especie de rito de paso para DC Cómics, empresa que ya habría alcanzado la madurez y, por lo tanto, no necesitaría de un sello específico para sus personajes e historias de temática adulta o controvertida. Para estos ilusos optimistas, en los años venideros veremos una progresiva pero inexorable metamorfosis en las colecciones habituales de DC, que se irán «oscureciendo», o sea incorporando elementos cada vez más adultos, polémicos e incluso indigestos hasta que sean indistinguibles de las cabeceras de Vértigo hoy huérfanas.

¡JA!

¿Tengo que recordarles a esas personas la crisis de la bat-pilila, cuando UNA viñeta del Batman Damned de Azzarello y Bermejo, repito, UNA SOLA viñeta en la que además había que echarle un poco de imaginación para ver lo que se veía, estuvo a punto de lapidar en su mismo nacimiento toda la línea «etiqueta negra» de DC que presuntamente fue creada como nicho para los cómics «adultos» de DC?

Mira, mira, qué escándalo:

Pilila dentro.

Pilila fuera.

¿Aún no has visto el truco? Te lo repito:

Pilila dentro.

Pilila fuera.

Por un carallo mal dibujado (porque no es un cipote, es el dibujo de un cipote), cientos de ejemplares de un cómic muy caro fueron retirados y guillotinados y la víctima solo volvió a la imprenta después de que alguien velase con tinta negra el maligno piturro agresor.

Ceci n'est pas un carallo.
“It’s something we wished never happened, because it really took the attention away from what we thought was quality storytelling, and that’s not the way we see this imprint. As a matter of fact, we’re excited by all the books that we have under Black Label. And it’s an important line for us, so much so that we’re actually repositioning some of our older material that has that same tonality and bringing it in and reprinting it under the Black Label name.”
¿Qué me decías de ritos de paso, madurez de DC y bla, bla, bla pollas varias?

Hay quien opina que el defenestramiento de Vértigo no es sino un daño colateral de una nueva política editorial de DC, que iría orientada a una mayor producción en tapa dura y una contracción de las publicaciones con grapa por meras cuestiones contables: un libro en tapa dura sale más rentable que un cómic de veinticuatro páginas. El reciente baile de directivos en DC/Warner... lo que sea y la partida de Diane Nelson, hasta 2018 presidente de DC Entertainment, podría ir en ese paquete, junto con la preferencia que la nueva directiva querría darle a sus colecciones infantiles y young adult (o sea adolescentes o veinteañeros todavía llenos de acné), público con amplias tragaderas que no solo compran todo lo que les ponen por delante, sino que imponen sus gustos a toda la puñetera familia.

¿Es que cada vez que se va la mujer que manda nadie sabe qué coño hacer? Porque ese parece ser el problema de DC/Warner: no tenían ni puta idea de qué hacer con Vértigo. Karen Berger abandonó el barco en 2012, cuando el presidente de DC era Paul Levitz; ése que dirigió la mudanza de la sede social de DC Cómics de Nueva York a California, para estar más cerca de Hollywood y asegurarse de que Warner hacía películas tan mejorables como Batman v. Superman o tan manifiestamente abominables como Justice League, pero a él tampoco se le ocurrió ninguna buena idea de cómo explotar el filón de personajes del sello DC/Vértigo, como no fuera vender los derechos para la pantalla de todos cuantos pudiera a ver si, por accidente, alguna de esas franquicias les hacía ricos. Total, para que les hagan joyas inesperadas como la serie de La cosa del pantano, alabada por crítica y público, y, en respuesta a los elogios y buenos resultados de audiencia, decidan CANCELARLA.


¿Quizá pensaron que, otra vez, les había quedado demasiado oscura?
Hay quien opina que todas estas razones ya enumeradas, y alguna más que se escapa a nuestro parco conocimiento, podrían haberse coaligado para firmar la sentencia de muerte de Vértigo.

Yo opino que no importan los motivos. Que todo el reparto de culpas o la construcción del relato de quién dijo qué, que los cómos y los por qués no importan un cojón.

Que lo que importa es que me he quedado sin la casa en la que leí Clean Room, una serie absolutamente bizarra y rabiosamente lovecraftiana que no se podría haber publicado en ninguna otra parte, y la prueba de ello es que solo Vértigo tuvo huevos para editarla.

¿Dónde leeré, si es que llego a leerlo, el próximo El sheriff de Babilonia?
¿Se atrevería DC hoy en día a publicar Lucifer, sobre todo después de la que les ha caído con Second Coming?
¿Y Transmetropolitan, una descarnada sátira del poder, la corrupción y la frivolidad humana y una elegía de la prensa libre, independiente e íntegra como garante de las libertades y azote de los tiranos?
DC, esa editorial que no parece acabar de tener muy claro qué cojones hacer con su patrimonio de ochenta y cinco años, acaba de cerrar Vértigo.
¡Paf! ¡A tomar por culo Vértigo!
Piénsalo un poco, y te darás cuenta de que hoy es un día triste también para ti.

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