viernes, 17 de mayo de 2019

La aptitud universal para la ineptitud

"Ideas are cheap. Ideas are easy. Ideas are common. Everybody has ideas. Ideas are highly, highly overvalued. Execution is all that matters. "
 Casey Neistat
No tengo el gusto de conocer a este señor, ni tampoco voy a hacer suposiciones acerca de su inteligencia o su autoridad a la hora de hablar sobre la materia del entendimiento, la arquitectura del conocimiento o los arcanos de la abstracción. Si gugeleas su nombre descubrirás que el caballero en cuestión es «vlogero», o sea youtuber, productor de televisión y director y feo de cojones, el pobre.

No tengo el gusto de conocer a Casey Neistat, pero no puedo estar más de acuerdo con él: las ideas son baratas. Las ideas son fáciles. Las ideas son comunes. Todo el mundo tiene ideas.

Con un pequeño matiz:

Las MALAS ideas son baratas. Las ideas DE MIERDA son fáciles. Las ideas DE MIERDA son comunes. Todo el mundo tiene ideas Y LA MAYORÍA DE ESAS IDEAS SON UNA PUTA MIERDA.

No, la ejecución NO LO ES TODO. Una idea de mierda seguirá siendo una idea de mierda por más empeño que pongas en llevarla a cabo. La ejecución de la octava temporada de Juego de Tronos es técnicamente sublime, pero cada uno de sus episodios es una cornucopia de ideas de mierda, y éste es un ejemplo sobre el que volveremos más veces.

(Agárrate bien de los machos, porque se avecinan unos espóilers como centollos mutantes gigantescos del planeta Crustacia).
La Ley de Sturgeon ("ninety percent of everything is crap") trasladada al mundo de la creatividad es implacable. Puede que las ideas sean baratas, pero el noventa por ciento de ellas son un cagarro, y alguien que pretenda ganarse la vida con su cerebro debería saberlo.
"90% of everything is crap. That is true, whether you are talking about physics, chemistry, evolutionary psychology, sociology, medicine—you name it
—rock music, country western. 90% of everything is crap."


Daniel Dennett
La octava temporada de Juego de tronos es cien por cien Ley de Sturgeon.
No hace nada que pusimos un ejemplo de pésima idea: adaptar al cine La materia oscura de Pullman después de haberla despojado prácticamente de todas sus señas de identidad. En este caso estamos hablando de un ejemplo perfecto de pésima idea y peor ejecución. Pero no nos quedamos ahí. La mitad de las entradas de esta bitácora están dedicadas a las malas ideas, la mayoría de ellas cinematográficas: rodar una segunda parte de The man from earth, adaptar Ghost in the Shell a mayor lucimiento de la actriz de bovinos registros dramáticos Scarlett Johannson, subnormalizar It, escribir un libro sobre la búsqueda de la tumba de Drácula sin tener ni puta idea de cómo se escribe una obra de suspense, cagarte en la boca de tus propios clientes, rodar una versión de La iliada sin dioses, poner a Damon Lindelof a cargo de la serie de televisión de Watchmen, confiarle el DCU al inepto de Zack Snyder, rodar El Hobbit...

Solo una persona con el paladar estético habituado a saborear mierda puede afirmar, sin cagarse encima, que las ideas son baratas y, encima, ese aforismo mentiroso desprende cierto tufillo a devaluación de la creatividad, hasta el punto de que a la frase que encabeza esta bitácora parece venirle como anillo al dedo un colofón del estilo de "ideas are cheap, so, why you should be paid for that cheap-easy-common crap which anybody else could have had?".

Las ideas no son baratas. Las MALAS ideas son baratas.

(La octava temporada de Juego de tronos, pese a su multimillonario presupuesto, es muy barata).
Como escritor, he tenido muchas ideas para novelas y cuentos.

La mayoría de esas ideas eran pura Ley de Sturgeon: MALAS; o incluso peores. Es más, no descarto que alguna de mis malas ideas haya logrado colárseme y acabar convertida en un libro.

Como ser humano con tres neuronas, tengo al día unas cien ideas. Noventa y cinco de ellas son, en dos palabras, MA-LAS.

(Y porque una de mis neuronas está todo el santo día ocupada proyectando bukkakes de Sasha Grey; que si la dedicase a otras tareas tendría mil ideas, y novecientas noventa de ellas serían MALAS).
No os enseño el resto, que me chapan la página por marrano.
¿Escribir una novela de vampiros? Mala idea. Mala, malísima idea desde el momento en que no tenía absolutamente nada nuevo que aportar al género; ni una historia novedosa, ni una reinvención del formulario de las historias de vampiros. No tenía unos personajes interesantes, ni una trama absorbente, ni una atmósfera original. No tenía novela, realmente.

Escribir una novela de vampiros fue una mala idea, pero me resistía a creerlo, así que empecé a escribirla. No fue hasta el segundo borrador que me di cuenta de que la ejecución no importaba un huevo, que el esfuerzo no cambiaba nada, que, por más empeño que le pusiese, mi historia de vampiros no iba a ninguna parte porque sentarme a escribirla había sido una MALA IDEA desde el principio.

Así que le prendí fuego a mi novela de vampiros. Y no me arrepiento.

Quemar mi insufrible novela de vampiros fue una BUENA IDEA, escribirla fue una MALA IDEA. Pero podría haber sido peor.

Establecer el código de lanzamiento de misiles estratégicos de Estados Unidos en 00000000 fue una MALA IDEA que, gracias a Dios, no tuvo luctuosas consecuencias.


Último aviso. A partir de aquí, ajo y agua.
Las extrañas decisiones creativas de la última temporada de Juego de Tronos son una sucesión de MALAS IDEAS. ¿Qué genio de la estrategia hace formar a sus tropas fuera de los muros de su fortaleza, dejándolos indefensos ante una fuerza varias veces superior? ¿Cómo coño se mata con tres gargajos a la criatura más poderosa de Poniente y por qué Daenerys no rodeó a la flota de Euron Greyjoy y la incineró con un ataque por la espalda? ¿Por qué a Jon Snow le resulta tan fácil desprenderse de Fantasma, al que ni siquiera hace un mimo de despedida? (y sigue y sigue y sigue).

Los creadores de Juego de tronos hace demasiado tiempo que sucumbieron a la socorrida fórmula GRRRRRR Martin, que, cuando no sabe muy bien qué hacer con un personaje o cómo sacarle partido, lo mata y a tomar por culo. ¿No queremos dispersarnos con la trama de las Serpientes de Arena? Las matamos a todas. ¿Se nos hace muy cuesta arriba introducir en la serie a la Dama del corazón de Piedra? Matamos a Catelyn Stark. ¿Hay demasiados Lannister y seguro que los telespectadores no los tienen contados a todos? Matamos a Myrcella (en las novelas, hasta el momento, solo pierde una oreja). ¿También hay demasiados Stark? Los crujimos a casi todos.

Deshacerte de a tus personajes porque no sabes qué hacer con ellos, o no te atreves, o no tienes presupuesto (tal parece ser el caso de Fantasma, todo él facturado en CGI a un precio obsceno, y por eso tiene tan pocas escenas), me parece, simplemente una MALA idea, aunque tal vez sea un ejemplo de MALA idea NECESARIA. El papel lo soporta casi todo, pero si fuesen a trasladar fielmente la fantasía de Juego de tronos a la pantalla, cada capítulo de la serie no costaría quince millones de dólares sino ciento cincuenta (y solo apunto que la primera temporada empezó con un «limitado» presupuesto de seis millones por capítulo).

De Dean R. Koontz ya hemos dicho que a veces tiene buenos libros y a veces solo tiene buenas ideas pero ¿no nos convendría repasar este razonamiento? ¿Puede considerarse buena una idea que fracasa miserablemente y de manera tan ignominiosa como Los ojos de la oscuridad o La casa del trueno? Tal vez la idea no fuese tan buena, desde un principio, toda vez que has sido incapaz de ejecutarla. ¿O insinuas, querido lector, que existe un repositorio de ideas de bondad más que acreditada a la espera de que algún ternasco con iniciativa les de la ejecución que merecen? ¿Podría otro escritor haber llevado a buen puerto esas ideas que Dean R. Koontz estragó con suma indolencia?

En general, toda mala idea se compone de tres elementos:
  • Información insuficiente. Alguien puede tener la mala idea de hackear su propio ADN. A fin y al cabo, ¿a quién no le gustaría ser joven eternamente, tener los ojos azules, recuperar el pelo perdido y perder el peso ganado, ser más guapo, más alto, más resistente a las enfermedades, másinteligente, más ágil, más fuerte, curarse de golpe las migrañas o desarrollar un carallo de treinta centímetros de largo? Las recompensas de joder la marrana con tu genoma parecen superar a los riesgos, ¿verdad? Pues no. Trastear con nuestro ADN no es solo temerario desde el momento en que aún no poseemos las herramientas necesarias para hacerlo con seguridad, por mucho que les joda a los entusiastas del CRISPR, sino una idea abiertamente berserker toda vez que seguimos ignorando las múltiples interacciones entre los genes y cómo incluso la más pequeña modificación de uno de ellos podría tener consecuencias imprevisibles en otros, lo cual no impide a algunos gilipuertas, renuentes a admitir que NO TIENEN SUFICIENTE INFORMACIÓN el lanzarse como kamikazes a experimentarlo. Y cuando el biohacker es, encima, un ganapán sin la menor formación científica, toca echarse a correr. ¿De qué no serían capaces estos iluminados? ¿Crear cepas bacterianas ultracontagiosas y resistentes a todo antibiótico, desarrollar nuevos tipos de cáncer particularmente agresivos e incurables, acorazar el VIH a cualquier tratamiento, esterilizar a la raza humana en dos generaciones? Mira ya, salvando las distancias, el pifostio que han montado los subnormales de los antivacunas.
  • Ausencia de contraste. Toda mala idea brota de una semilla de ignorancia que solo puede germinar y desarrollarse en un ambiente de esterilidad a la crítica. Cuando nos guardamos nuestra mala idea y no la compartimos con nadie (o peor, la compartimos con anormales tan desnortados como nosotros), estamos perdiendo la oportunidad de que personas más experimentadas y más asesadas nos saquen de nuestro abismo de ignorancia, aunque solo sea porque ellos ya tuvieron la misma idea dementeaños antes que nosotros, y trataron de llevarla a la práctica, y fracasaron, y podemos aprender algo de su fracaso. Pero no. A menudo, las malas ideas vienen acompañadas de una resistencia a todo examen por pares, que es en sí misma una admisión de culpa. El que oculta sus ideas, con frecuencia lo hace porque sospecha que no son lo bastante buenas. Que son abiertamente malas. Que no resistirán la menorcrítica. Aunque también es cierto que las PEORES IDEAS que he escuchado jamás las oí a voz en grito, con tono de entusiasmo triunfal, a verdaderosceporros convencidos de su propia genialidad que no tuvieron el menor empacho en comunicármelas, que no guardaron ningún secreto, que no condenaron esas FUNESTAS IDEAS a la clandestinidad porque estaban convencidos de que eran geniales, de que triunfarían con ellas, de que NO PODÍAN ESTAR EQUIVOCADOS.
«Tio, que he conseguido que me metan en una partida de Texas hold'em».

«Pero... ¿cómo? ¿En un campeonato, dices?»

«No. Es una partida privada. En casa de una gente y tal».

«Ay».

«No me empieces con tus "ays"».

«Pero ¿tú conoces de algo a esa gente con la que vas a jugar?»

«No. Son jugadores y eso».

«Ay. Ay, ay».

«Oye, de verdad que no soporto tus "ays"».

«A ver... cuando dices una partida de póquer, ¿te refieres a una de verdad, con dinero de verdad y eso?»

«Sí, claro, joder. ¿Qué mierda te pasa?»

«Mira... ay, ¿cómo decírtelo con delicadeza? Buuuuuuuf... que solo llevas jugando un par de semanas, aquí, con los compas de piso. Que la vida no es como en las pelis y que tú no eres Matt Damon».

«Claro que no soy Matt Damon, ¿qué quieres decir con eso?»

«Que allí donde se pueda ganar pasta rápida siempre va a haber gente con escaso sentido del humor. Que te vas a meter en una casa en la que nunca has estado, con gente a la que no conoces, llevando plata en el bolsillo... ¿a ti eso te parece prudente?»

«Pero hombre, ¡si no va a pasar nada! Además, yo solo voy allí a aprender. Se lo dije al tío que organiza la timba y me dijo que no me preocupase, que eran todos gente seria».

«Sí, gente seria, sí. Pero a lo mejor el tío que organiza la timba no tiene la misma definición de "gente seria" que tú».

«¡Mira que eres agonías! ¿Qué es lo peor que podría pasar, que vuelva a casa con los bolsillos llenos de billetes?, ja, ja, ja».

(Ese mismo día, de madrugada).

«¡Tío, tío, tío, despierta, no te vas a creer lo que me ha pasado!»

«¡Joder, Sara, dame un respiro, coño, que no soy un Sybian

«¿Qué? ¿Qué dices? ¿Con quién hablas?»

«¿Qué? ¿Qu...? ¿Qué pasa? ¿Qué hora es? ¿Pero tú no tenías una timba de póquer?»

«¡Vengo de allí, tío! ¡No veas lo que me ha pasado! ¡Me pusieron una pistola encima de la mesa!»


«¿Lo cualo? ¿Una pist...? ¿Así, nada más llegar? ¿Te atracaron?»

«No, no, no; si jugamos y eso. Y no se me dio mal, ¿qué te creías? El problema vino cuando me quise retirar y llevarme mis ganancias. Uno de los tíos de la timba me pidió que me quedase un poco más y siguiese jugando. Ya sabes, para darle la oportunidad de recuperarse. Y le dije que no, que mejor otro día, que era muy tarde para mí, y eso. Y el tío venga a insistir. Y cuando le eché bolas y le dije que nones, que me largaba con mi pasta, me sacó la pipa y me dijo que me sentase, y hasta que no me quitó todo lo que le había ganado y todo lo que llevaba encima, además, no me dejó levantarme de nuevo».

«Ya».

«¡Qué pasada, tío! ¿Qué te parece?»

«¿Derecho o izquierdo?»

«¿Qué?»

«¿Derecho o izquierdo?»

«No entiendo».

«Ah, ¿escojo yo? Bien».

«¡Hu-huinj!»
«Hala, hasta mañana. No me te des con la puerta en el pandero cuando salgas».

«¿Huinj?»

«¡Y no pongas esa cara de pena, que solo te he reventado un cojón! Aún te queda otro».

«Huinj».

«Buenas noches para ti también».
Hay gente tan convencida de las bondades de sus malas ideas que no ven las señales de peligro, ni siquiera cuando se las estampas en la cara. Luego vienen el llanto, el batir de dientes y el explotar de huevos.

Y es aquí donde se manifiesta la más peligrosa de las características de una MALA IDEA:
  • Egocentrismo. Para que la mala idea eclosione, solo nos falta un ingrediente final, y es el típico «todos son idiotas menos yo».
La gente con MALAS IDEAS a menudo tiene tales huevazos que están convencidos de que su MALA IDEA en realidad es una genialidad, y la única razón por la cual las demás personas piensan de ella que es una mala idea es que son unos pigmeos intelectuales incapaces de reconocer la originalidad y singularidad de esa idea y, también, unos cerebros beta envidiosos en secreto de su privilegiado cerebro alfa.
¿Rodar un remake de Psicosis? ¿Cómo es que a nadie se le ha ocurrido antes?

¿Las descargas de películas? Están muy cerca de ser una mala idea.

Eso por no entrar a valorar las descargas de software.

¿Crear la cátedra Freakmaster Supreme y concedérmela a mí mismo? Parece mentira que nadie se me haya adelantado.

¿Publicar las notas incompletas e inconexas de papá? Total, me van a comprar cualquier mierda que saque...

¿Convertir el fin del mundo en una payasada propia de Jim Carrey? Con ésta nos coronamos.
No es lo que parece. Aunque lo parece. Y mucho.
Las malas ideas son fáciles.

La octava temporada de Juego de tronos es muy fácil. De hecho, Juego de tronos empezó a convertirse en una mala idea a partir del momento en que la serie alcanzó a los libros y David Benioff y D.B. Weiss se quedaron sin material que adaptar. En cuanto tuvieron que empezar a ganarse la vida con su ingenio y su talento, la serie empezó a declinar. La ejecución de los capítulos sigue siendo excelente (con excepciones como esa casi invisible batalla de Invernalia, donde ni con un televisor de rayos gamma podías seguir lo que estaba sucediendo en pantalla), y hasta The Bells, el penúltimo capítulo de la serie, es técnicamente irreprochable... pero ¿tiene sentido? ¿Es creíble la transformación de Daenerys Targarien, rompedora de cadenas, en esa loca del chocho sedienta de sangre? ¿No merecían Cersei y Jamie un tratamiento más digno? ¿Se están esforzando deliberadamente los guionistas en conseguir que esa monjita indecisa y puritana de Jon Nieve nos caiga aún más gordo? ¿Y qué decir de Tyrion, mi personaje preferido?, pues que «el hombre más inteligente de Poniente» se está comportando en esta temporada como un lerdo sin entendederas. Diez años siguiendo la serie y apenas reconoces a los protagonistas, sus motivaciones y sus decisiones. Aquí, los únicos que han dado la talla han sido los hermanos Clegane, que hasta la famosísima y temible Compañía Dorada duró lo que dura una virgen en primero de Bellas Artes.

Hay un atributo que suele delatar a las malas ideas de los malos escritores: el factor DE REPENTE. Y las últimas temporadas de Juego de tronos están repletas de ellos.

La espiral descendente de Daenerys a la locura homicida NO TIENE NI PIES NI CABEZA, sucede demasiado rápido, no se desprende de su comportamiento en las anteriores temporadas y está fundamentada en una base tan débil (la visión de Dany durante su visita a la Casa de los Muertos, que a estas alturas ya nadie recuerda, y ese comentario de Varys, de que cuando nace un Targaryen los dioses tiran una moneda). Durante años, Daenerys a intentado ser una libertadora, una estadista. Cuando ha tenido que recurrir a la violencia lo ha hecho en defensa propia, como represalia contra sus enemigos o castigo a una traición, e incluso entonces ha luchado por mantener el control.

Hemos visto a Daenerys capítulo tras capítulo prepararse para ser una reina prudente, justa y amada por sus súbditos, implacable solo cuando no queda más remedio y siempre en aras a un bien superior, y DE REPENTE convertirse en una asesina de masas salida del infierno. Ya que estamos, ¿por qué todos los personajes femeninos de la serie que tocan el pelo del poder se convierten en unos monstruos despreciables, pregunto? Los creadores de la serie son tan conscientes de que LA HAN CAGADO que han corrido a las redes sociales a justificar su decisión, justificación que, digámoslo francamente, a estas alturas ya ME LA PELA, porque han destrozado lo que, sin entrar en la letra menuda, era un producto redondo y esto ya no tiene remedio, ni con otra porrada de pasta y otros escritores.

Hemos visto a Tyrion como Mano del rey Jeoffrey, su sobrino, desarmar una conspiración palatina tras otra, anticiparse a las intrigas, desenmascarar soplones y traidores, y todo eso borracho, y DE REPENTE convertirse en un puto retrasado al que todo el mundo le cuela unas bolas como las que se saca Miley del parrús.


Hemos visto a la mierda de la secta del Señor de la Luz ése tener un peso decisivo en la mayoría de las tramas de la serie y DE REPENTE desaparecer sin dejar rastro o, peor aún, quedar reducida a esa Melisandre que DE REPENTE vuelve a invernalia para morir allí porque... porque sí. Porque drogas. Porque DE REPENTE.

Hemos visto a Jamie Lannister confesar que mató al Rey Loco para impedirle que asesinase con fuego valyrio a toda la gente de Desembarco del Rey, y DE REPENTE, decirle a su hermano que, en realidad, esa gente nunca le ha importado un pijo. ¿Para qué mató a Aerys II, entonces? ¿Le olían mal los cojones? Y ya no me meto en terreno vaginal, que este hombre se ha pasado ciento y la mitra de horas enamorándose de Brienne de Tarth y, DE REPENTE, la manda al pe'o y se larga a reencontrarse con su melliza.

Hemos conocido a Varys, el único al que los linajes y las casas y los títulos y las vendettas y los pretendientes se la traen al fresco; el único que solo quiere el bien del reino y de la gente que vive en él y que DE REPENTE sufre una pequeña incineración, y así nos ahorramos el sueldo del actor y nos quitamos de encima un ancla que ayudaba a mantener serena a la Loca del Chocho y privamos al reino de uno de los pocos personajes medio decentes.
 

Hasta el bueno de Stephen King (fan fatal, fan con nata de la serie) se ha visto obligado a salir al paso y sugerir una enmienda al argumento. Y no es el único:
Y eso que el bueno de Steve no oculta que, bueno, que a veces él tambien tiene sus momentos DE REPENTE.
Cuando no tienes talento, ni mano de escritor, ni ideas, sean éstas buenas o malas, siempre puedes recurrir al factor DE REPENTE.

Y quedar como un perfecto gilipollas.

Otro GIF de Sasha, para que le saques chispas al carallo.
Juego de Tronos empezó a ir de esfínter cuando el Benioff y el Weiss se quedaron sin novelas que adaptar (y la cosa sigue sin tener remedio). DE REPENTE les entró prisa por cerrar tramas y esmochar personajes, y el cada vez más reducido número de capítulos por temporada es suficiente confesión de su impotencia. Los viajes que deberían tomar capítulos de duración DE REPENTE se hacían en un quítame allá esos flatos. Personajes a los que habían desarrollado durante una década DE REPENTE eran sacrificados vilmente y con cualquier excusa para ahorrarse el esfuerzo de escribirles escenas y diálogos. A lo largo de diez años, los productores se fundieron la pasta de HBO en apuntalar un worldbuilding sólido y fijar unas reglas para la ficción (los dragones son las armas de destrucción masiva de Poniente, casi invulnerables cuando llegan a adultos), reglas que cambiaron cuando les salió del chocho (DE REPENTE, a los dragones se los puede matar de un escupitajo), y que volvieron a cambiar a continuación (DE REPENTE, a los dragones OTRA VEZ YA NO se les puede matar de un escupitajo mal tirado).

Cuando lo más interesante de la Octava temporada de Juego de tronos está siendo ese puto café o que la gente se volvió locatis ajustando el contraste de su televisor para intentar ver el tercer capítulo ha llegado el momento de proclamar que la serie ha tocado fondo. Y no, el que escribe esto no es el fan cabreadito porque cree poseer derechos sobre un producto cultural y exige que se respete su sensibilidad. El arriba firmante es el escritor anonadado de la torpeza, ineptitud y cinismo con el cual se le intenta vender por hermoso palafrén lo que no es sino una vieja burra mal follada. The Bells es casi un catálogo de todo lo que está mal en esta puta serie desde que GRRRRR Martin fue incapaz de acabar las últimas novelas de Canción de fuego y hielo a tiempo para que fuesen guionizadas. Beni y Weissy han conseguido lo que no pensé que lograrían (aunque comencé a sospecharlo viendo el desarrollo de las dos penúltimas temporadas): que me importe un cojón de pato cómo acaba la serie, qué sucede en el último capítulo, quién más vive, quién muere y quién se acaba sentando en el puto trono de hierro.

Estaba esperando a que llegase esta temporada para hacerme con el pack completo de la serie en Blu-Ray. Ahora mismo, hasta esa compra corre peligro, porque no estoy seguro de querer tener la serie completa de Juego de tronos. Las primeras temporadas, incluso donde se alejan de los libros, son impecables. Las siguientes, salvables. Pero de la octava y última temporada no he visto todavía un solo capítulo que me gustase. Los dos primeros son un maréame tú esa perdiz que a mí me da la risa, un «character placing» que se podría haber resuelto en un capítulo, o en medio. La largamente esperada batalla por Invernalia fue, además de un despropósito táctico, virtualmente ilegible, y la conquista de Desembarco del Rey un anticlímax de media hora de cremaciones, huidas, gritos y desesperación.

Bajo ningún concepto podrán convencer al escritor que hay en mí, al espectador que hay en mí o al lector que hay en mí, a ninguno de los tres juntos y tampoco por separado de que las alucinantes decisiones creativas de esta temporada final, brillantemente ejecutada (a excepción de ese oscurísimo tercer episodio), son buenas ideas.

Porque no lo son.

Mala idea.
Porque las buenas ideas no son baratas.
Mala idea.
No son fáciles.
Mala idea.
No son habituales.
Mala idea.
No todo el mundo las tiene.
Mala y criminal idea.
Las buenas ideas no están sobrevaluadas. Solo un subnormal que en su puta vida ha tenido una idea propia, ya no digo una buena idea, puede creer sinceramente que las buenas ideas están sobrevaluadas.
Excelentísima idea.
"The universal aptitude for ineptitude makes any human accomplishment an incredible miracle." 
John Paul Stapp
(El tío que acuñó la primera Ley de Murphy, nada menos).
Además, decir que las ideas son baratas es el primer paso antes de decirte que no eres digno de pago alguno por ellas, que no mereces vivir de ellas, que el talento no merece recompensa, que lo tuyo no tiene mérito, que deberías estar agradecido porque alguien explote comercialmente tus ideas de mierda, sin permiso ni autorización por tu parte, y sin desembolsar un maravedí. Y llamarte inmaduro y maleducado por exigir que te paguen por tu trabajo, trabajo del que ese alguien se ha beneficiado.

Este domingo echan el último capítulo de Juego de tronos.


Podéis empezar a cagaros encima.

A mí ya como que me la suda todo.
«¿Qué le decimos al dios de la muerte?»