sábado, 29 de agosto de 2020

El elixir


Si eres lector habitual de la bitácora (¡JA!) estarás harto de este tema, con el que además intentamos darle al proceso creativo de un escritor más trascendencia de la que realmente tiene; si eres un recién llegado, tal vez esto te pille de nuevas. Ahí va: escribir es difícil.

Escribir no es algo que se pueda aprender en un libro, ni en un curso, ni viendo vídeos en YouTube, ni recibiendo Master Classes de un escritor, ni bebiendo sus fluidos corporales.

Escribir es una de esas actividades antipáticas que conllevan su propia pedagogía. Por eso, entre otras razones, goza de tan mala fama. Escribir no es algo que puedas adquirir sin esfuerzo (tuyo) y tiempo (tuyo). A escribir se aprende escribiendo o no se aprende de ninguna manera. El escritor se enseña a sí mismo a escribir; leyendo y sobre todo escribiendo. Y a veces se enseña mal, y así tenemos los libros que tenemos en las librerías. Alguno de ellos, no lo descartes, firmado por el autor de estas líneas.

Y éste es el punto de nuestra argumentación en el que entran en escena nuestros viejos amigos los vagos. Vagos convencidos de que escribir, en realidad, no es tan difícil. Que tiene truco. Que se pueden tomar atajos. Hablo de holgazanes que llegan a esto de la letrarragia armados con una herramienta que en realidad no comprenden pero con la que están seguros de tener todo lo necesario para triunfar donde otros, mejor dotados y más esforzados, siguen rompiéndose los cuernos día tras día.

Y esa herramienta omnipotente lleva el pomposo nombre de «El viaje del héroe».


Si pinchas en el enlace de la Friskipedia, leerás que el Viaje del Héroe es un modelo narrativo descrito por el antropólogo Joseph Campbell en su libro El héroe de las mil caras. Según la tesis de Campbell, los mitos de épocas y países diferentes estarían estructurados en torno a una «receta» común, surgida no sé muy bien de dónde. Toda historia mitológica sería el relato de un rito iniciático, de profundo carácter espiritual (expresado por Campbell en categorías tan abstractas que probablemente sólo el propio Campbell las entendía), de una metamorfosis. Así pues, no existirían diferentes «mitos», sino uno solo, un «Monomito» (aquí Campbell le sisó la terminología a Joyce) aplicable a todas las épocas y culturas humanas. Y este molde narrativo sería rastreable en el mito de Prometeo, la leyenda de Osiris, la vida de Buda, el relato de la pasión de Cristo y hasta la autobiografía de Sasha Grey, el día que la escriba.

En palabras de la propia Sasha: «¡ghaahj jaagh gaah!».
En el Monomito, el héroe es arrancado de su mundo ordinario y recibe la llamada a la aventura, que le conduce a otro mundo, desconocido por él, donde debe superar una serie de pruebas y completar unas determinadas tareas. Si triunfa, recibirá «el elixir», un conocimiento, un regalo o un objeto de poder, y tendrá que decidir si regresa al mundo «normal» portando ese don. Novelistas, directores y guionistas de cine y televisión, dibujantes de cómics y hasta psicólogos han empleado esta fórmula como herramienta de trabajo sobre la que estructurar sus obras o investigaciones. Seguro que, a poco que te esfuerces, se te ocurre media docena de libros o películas en las cuales la fórmula de Campbell es particularmente visible.

El Monomito de Campbell se divide en tres secciones principales (hay quien, por aquello de la simetría, las convierte en cuatro): «La Separación», en la que el héroe parte hacia la aventura (y que equivale al Primer Acto de la estructura dramática clásica), «La Iniciación», que sigue al héroe en su viaje (Segundo Acto) y «El Regreso» (Tercer y último Acto), que refleja el retorno del héroe, transformado por su viaje, al mundo ordinario. A su vez, estas tres secciones se ramifican en hasta diecisiete etapas que, en la práctica, muy pocos mitos abarcan, limitándose, la mayoría de ellos, a fusionar u obviar varias; y por eso autores como Christopher Vogler hablan de doce etapas mientras que Phil Cousineau y otros las limitan a ocho.



La Salida se compone de cinco etapas:

1. La llamada de la aventura: el héroe, inmerso en su vida cotidiana, recibe una información que representa una llamada a lo desconocido. Siddharta descubre el sufrimiento. Teseo oye hablar del Minotauro. R2-D2 y C3PO entregan el mensaje de Leia a Luke Skywalker. Herbert Sommer ve su primer vídeo de Riley Reid.

2. El rechazo de la llamada: el héroe, temiendo no estar a la altura de la aventura, o acomodado en su vida rutinaria, se niega, en primera instancia, a atender la llamada. Bilbo Bolsón le dice a Gándalf que se pierda, que las aventuras te joden la cena. Luke intenta sacudirse de encima a ese viejo batallitas de Obi-Wan Kenobi. Riley Reid rechaza mis cartas de amor desesperado.

3. La ayuda sobrenatural o El encuentro con el mentor: ya comprometido con la aventura, el héroe recibe la visita de un tutor que le ofrece «el talismán», que le será útil más adelante en su aventura. Merlín guía a Arturo hasta Excálibur. En la Fortaleza de la Soledad, Clark Kent se instruye en el uso de sus poderes con videopodcasts de su fallecido padre extraterrestre. Obi-Wan inicia a Luke en los misterios de La Fuerza.

4. El cruce del primer umbral: el héroe deja atrás su mundo conocido y se interna en otro nuevo del cual desconoce las reglas y fronteras. Marty McFly viaja atrás en el tiempo. Supermán rescata a Lois Lane delante de toda la prensa de Metrópolis. Luke encuentra a sus tíos masacrados y decide seguir a Kenobi. Riley Reid prueba el coito anal.


Esperabas un gif de Riley, ¿eh, cerdo?
5. El vientre de la ballena: el héroe renuncia al mundo que conocía y al concepto que tenía de sí mismo y acepta que no podrá completar su aventura sin someterse a una transformación («metamorfosis», en la terminología de Campbell). Siddharta rechaza su vida de vicio y lujo y empieza a meditar sobre los orígenes de la infelicidad humana. Henry Jones II empieza a creer que la búsqueda del Santo Grial no era, después de todo, una quimera de su viejo. Harry Potter parte hacia Hogwarts.

La Iniciación abarca las siguientes fases:

6. Pruebas, aliados y enemigos: fase que se explica a sí misma, creo yo. El héroe mata dragones, trolls y orcos, hace amigos y también enemigos. Harry Potter conoce a Hermione Granger y Ron Weasley y hace buenas migas con ellos a la voz de ya; también conoce a Draco Malfoy y le cae como el culo desde el minuto cero. Maggie Simpson ve por primera vez al Bebé De Una Sola Ceja. Paul Atreides sobrevive a un par de intentos de asesinato orquestados por los Harkonnen y busca refugio entre los fremen de Arrakis.

7. El encuentro con la diosa: el héroe se asoma a la eternidad, a lo inefable, a la omnipotencia, a través del amor incondicional de una madre o figura materna. Ejem... salvo Frodo conociendo a Galadriel, que le muestra una desoladora visión del futuro, me ha costado un pelín encontrar ejemplos que pudiesen encajar aquí, y los que se me han ocurrido están tan traídos por los pelos (o contienen alusiones tan evidentes al vudú venéreo de Riley Reid) que mejor me los como y los defeco.


8. La mujer como tentadora: en esta fase, el héroe se ve expuesto a toda clase de seducciones que intentan apartarle de su aventura. Esas seducciones no tienen necesariamente por qué estar protagonizadas por una almizcleña ninfa contoneante (venga, dilo tú; no me hagas trabajar tanto), pero ayuda: Morgana Le Fay le baila la Danza de los Siete Velos a Perceval para que no encuentre el Grial. Taṇhā, Arati y Rāga («Deseo», «Desagrado» y «Lujuria»), las tres hijas de Mara, le hacen a Siddharta un strip-tease y un numerito fem-to-fem para perturbar su meditación e impedirle alcanzar el Nirvana. Calipso ordeña vaginalmente a Ulises hasta casi hacerle olvidar que él sólo estaba allí de paso en su camino a Ítaca. Y hablando de eso, la dulce Riley...

9. La expiación con el padre o el abismo: o no necesariamente el padre, sino una figura paterna investida de autoridad o poder omnímodo. Un personaje con poder sobre la vida y la muerte. Un dragón. Es el punto central del Viaje del Héroe. Su ordalía. Luke Skywalker descubre que es hijo de Darth Vader. Héctor sale a batirse con Aquiles frente a las puertas de Ilión, la de las desaforadas torres, consciente de que Aquiles tiene nueve probabilidades contra una de acabar con él. Gandalf le da una mano de hostias al Balrog.

10. La apoteosis:
el héroe sufre una muerte, real o simbólica, que le transforma irreversiblemente. A través de ella obtiene una fracción del conocimiento divino y se prepara para emprender el regreso al hogar. Gándalf el gris regresa del reino de los muertos transformado en Gándalf el blanco, que es lo mismo pero con más lejía. Sherlock Holmes regresa de su presunta muerte en las cataratas de Reichenbach. Paul Atreides bebe el Agua de la Vida.


«¡Te he dicho que aquí no se fuma, copón!».
11. El don final: la aventura ha terminado y el héroe recoge su premio. No tiene por qué necesariamente ser algo material. Puede ser un poder. Un conocimiento. Los Jones, padre e hijo, encuentran al fin el Santo Grial y beben las Aguas Sagradas (por el mismo precio, arreglan su relación de mierda y descubren que se siguen queriendo mucho). El juez retirado y misántropo encuentra una amiga (¿o esto pertenecería a la fase 7? Más sobre este tema abajo; sigue leyendo). Jamal descubre que Forrester le ha confiado el prólogo de su último libro. Jasón encuentra el Vellocino de Oro. Sara Sampaio llama a nuestra puerta y nos confiesa su amor infinito. Y trae de la mano a Riley Reid. Y Riley no está atada ni drogada.

El Regreso
, por su parte, abarcaría las fases:

12. La negativa a regresar: donde el héroe se revela como un verdadero cabestro y se niega a regresar al mundo real y compartir su don con sus semejantes. Siddharta, habiendo alcanzado ya la budidad, se cuestiona si tiene sentido intentar comunicar a la humanidad que ha encontrado la salida al eterno ciclo de renacimiento y muerte. Ulises se lo pasa tan bien entre los duros y bien aceitados muslos de Calipso que la nostalgia por su mierda de isla, su esposa caduca y su reino reseco de cagarrutas de oveja y moscas se le hace más llevadera. Max Rockatansky rechaza todas las oportunidades de regresar a la sociedad (aunque sea una sociedad punkarra y postapocalíptica) que se le hacen y regresa a su eterno vagabundeo, porque el mundo se ha terminado para él. Frodo está tan agotado tras su viaje al Monte del Destino que prefiere dejarse morir antes que intentar siquiera el camino de regreso.


13. El vuelo mágico: ocasionalmente, el héroe debe escapar con el don. Porque se supone que no debería tenerlo, o que no podía sacarlo de donde estaba custodiado. Se me ocurren montones de ejemplos, pero ninguno en esta etapa de la narración. El «Vuelo Mágico» suele ser un elemento temprano de la aventura y no uno de los finales: Prometeo roba el fuego de los dioses. El rey mono roba el Ruyi Jingu Bang a Ao Kuang, el «Rey Dragón de los Mares Orientales». Riley Reid me roba el corazón. ¿Gándalf y las águilas rescatan a Frodo y Sam?

14. El rescate del exterior: también, ocasionalmente, el héroe necesita ayuda para emprender el viaje de regreso, porque ha quedado tan confuso o hecho mierda por la aventura que no puede hacerlo por sí mismo. Atreyu y Fujur rescatan a Bastián, que ha consumido casi todos los deseos que el Auryn concede y perdido hasta su nombre, y lo llevan al manantial de las Aguas de la Vida, donde recupera sus recuerdos antes de abandonar Fantasía. Catwoman impide que Bane mate a Batman. Gollum «salva» a Frodo de su última rendición al anillo. (Pero ¿esto va aquí? ¡Si Gándalf ya lo ha rescatado! ¿A quién se le ha ocurrido este ejemplo mierdamónger? Sigue leyendo...). Thor hace la entrada en escena más apppppppppoteósica del jodido universo Marvel y decanta el combate a favor de Los Vengadores.


Er dio der trueno ej como un Thoro.
15. El cruce del umbral de retorno: en el que él héroe aprende cómo compartir con el mundo la sabiduría adquirida durante su aventura. Siddharta empieza a predicar su receta para emanciparse del sufrimiento. Blade renuncia a la cura que podría devolverle su humanidad y prosigue su misión contra los vampiros. Neo desafía por teléfono a Matrix y afirma su intención de «liberar» a toda la gente posible. Los Hobbits, de regreso en La Comarca, derrotan a Saruman y liberan a sus vecinos. Estoy hablando del libro, no de la película. Lee un poco, ágrafo de los cojones.

16. El maestro de los dos mundos: el héroe ha aprendido a compaginar el mundo interior con el exterior, lo material y lo espiritual. No, yo tampoco lo entiendo y me he roto el frenillo para encontrar ejemplos de esta fase, pero fuera de las figuras mesiánicas como Jesucristo, Osiris o Buda, no se me ocurre nada. ¿Paul Atreides convertido en el mesías de Dune, tal vez? ¿Luke Skywalker convertido finalmente en maestro Jedi? ¿Sasha Grey tras probar su primer batido de zumo de macho?

Esperabas un gif de Sasha, ¿eh, gorrino?
17. La libertad para vivir: el héroe está emancipado de su primitivo miedo a la muerte y puede afrontar el porvenir con corazón puro y el pasado sin remordimientos. Bastián regresa transformado a su mierda de vida real y sorprende a su propio padre con los cambios que ha experimentado su carácter. Bruce Wayne decide que puede vivir sin Batman, finge su propia muerte y se larga a empotrar a Selina Kyle (no, nosotros tampoco entendemos cómo se pagan los condones). Los hobbits prosperan en La Comarca, pero Frodo debe partir a Valinor con los últimos elfos, porque la herida de la daga de Morgul nunca sanará. Luke quema el cadáver de su padre, y con él el pasado.

En serio, este plano sobraba.
Como ya he dicho, esta fórmula ha sido revisada y corregida por diversos autores desde que Campbell la publicó. Hay quien añade fases, como «El nacimiento milagroso del héroe» (Jesús de Nazaret nacido de una virgen, Anakin Skywalker de otra, Moisés hallado en un cesto, a la deriva en un río, Merlín engendrado por un demonio íncubo), y hay quien se las quita y refunde varias en una, pero es innegable que numerosos autores han recurrido al Viaje del Héroe para estructurar sus obras. George Lucas y los entonces hermanos, ahora hermanas, Wachosky, no han hecho ningún esfuerzo por disimularlo. Tanto El hobbit como El señor de los anillos son casi arquetipos del Monomito.

Pero la pregunta es: ¿El Viaje del Héroe es una plantilla de aplicación universal?

La respuesta es no. No todos los viajes son «viajes del héroe». No todas las historias respetan el algoritmo de Campbell, gracias a Dios.

Una cosa que siempre me perturbó del Monomito de Campbell es su inexorable direccionalidad. A la ayuda sobrenatural siempre precede la llamada a la aventura y la revelación conduce a la transformación, pero nunca al revés. El patrón del Viaje del Héroe admite la posibilidad de que el héroe se salte algunos pasos o que varias de las fases de su viaje se amalgamen en una sola, pero no permite los saltos atrás, la retrocesión. Ateniéndote a la receta campbelliana, puedes acabar una aventura en el paso 17, «Libertad para vivir», y empezar una nueva odisea en otra «Llamada a la aventura», pero no puedes alcanzar el punto 10, «La apoteosis», decidir que eso de metamorfosearse no es para ti y saltar al punto 2, «El rechazo a la llamada».


Admítelo: te comerías ese peluche. Y al koala también.
En este sentido, el Viaje del Héroe convierte al héroe en una marioneta sin ningún control sobre su destino. Ésta es una idea congruente con la estructura de los mitos clásicos grecolatinos y con los mismos Evangelios (Jesucristo tentado en el huerto de Getsemaní, torturado, crucificado, muerto y resucitado; pasos 8, 9 y 10 del Monomito), donde todo está predeterminado y el héroe es una hoja en el viento del destino: Layo, rey de Tebas, entrega a su hijo Edipo, todavía bebé, a un pastor con la orden de que lo deje morir en el bosque. Layo intenta así impedir que se cumpla la profecía según la cual Edipo le matará y destronará y cometerá incesto con su propia madre. Recogido por otros pastores y criado en la corte de Pólibo, rey de Corinto, Edipo, ya adulto, consulta al Oráculo de Delfos, que le revela la misma profecía que desencadenó su destierro y huye de Corinto a fin de preservar la vida de Pólibo y evitar el incesto con su madre, la reina Mérope, únicos padres que conoce. Camino de Tebas, se encuentra con su verdadero padre, al que obviamente no conoce de nada y que tampoco ha visto nunca a su hijo, le mata por un quítame allá esas pajas y acaba convertido en rey de la polis y empotrando a Yocasta, su madre.
(Y cuando descubre que ha estado arponeando el único bacalao que le estaba vedado, los de sus hijas aparte, se autotiresia con la aguja de una hebilla).
En los relatos legendarios de la antigüedad clásica, el destino es una fuerza inexorable contra la cual ni los hombres ni los dioses pueden oponer resistencia alguna. En el Monomito de Campbell, el héroe puede tomar atajos, pero no emanciparse del esquema. Está encadenado a él. Todos sus actos, todas sus decisiones, están predeterminadas y por lo tanto carecen de trascendencia, puesto que el héroe carece de auténtico libre albedrío. No es más que otra pieza de la maquinaria narrativa. Es un juguete del destino. Un pelele. Nada que recuerde ni remotamente a un héroe, que es un personaje que toma decisiones, no un personaje al que simplemente le pasan cosas.

La direccionalidad del Viaje del Héroe destruye todo sentido a su epopeya. No se transforma porque quiera, sino porque no le queda otra que hacerlo. No recibe la revelación porque haya superado las pruebas y tentaciones, sino porque tenía que recibirla y vía. No vuelve al hogar más sabio porque haya extraído sabiduría de su experiencia, sino porque así estaba prescrito.

El esquema del Viaje del Héroe convierte todas y cada una de las etapas del personaje en un accidente predecible, y sin embargo inevitable. Y al héroe en un pelanas. Y la historia que queremos contar, en un formulario re-pe-ti-ti-vo.

Otra crítica que se le puede hacer, se le ha hecho y se le hará, al Viaje del Héroe es que Campbell se aseguró de hacer su esquema narrativo tan etéreo, tan extraordinariamente genérico, que puede ser aplicado con carácter casi universal a cualquier tipo de historia. Precisamente porque Campbell tuvo mucho cuidado de no elaborar un modelo excesivamente restrictivo que pudiese socavar su tesis original. Tampoco se molestó demasiado en documentar sus afirmaciones, lo cual hace casi imposible refutarlas. Y si las tesis de Campbell no son falsables, no son científicas. Y si las etapas del Viaje del Héroe no son científicas, El héroe de las mil caras es un Ron Jeremy de Campbell indigno de la atención que ha atraído y de los ríos de tinta que ha hecho correr.

Y eso es en buena medida debido a que, a la hora de elaborar su esquema, Campbell no resaltó las diferencias entre los distintos mitos de diversas épocas y culturas, sino que buscó deliberadamente las similitudes, aunque fuesen anecdóticas. Se aprovechó de lo que le valía para investir de autoridad a su teoría y dejó fuera lo demás. Buscó el mínimo común denominador. Además, y aunque Campbell proclama el carácter universal de su «Viaje», el carácter etnocéntrico de sus premisas es sangrantemente cristalino. Campbell era un antropólogo blanco, estadounidense, de educación católica y heredero de la cultura grecolatina, y cuando estudia los mitos de otras épocas y pueblos, no puede evitar hacerlo desde su condición de hombre blanco, estadounidense, católico...


El Monomito de Campell es un Monomito occidental, judeocristiano, blanco y heredero de la antigüedad clásica.


Esta imagen no tiene ninguna relación con el texto, pero mola mazo.
Y masculino. ¿Dónde están las mujeres en el ciclo de Campbell? No, en serio. No quiero ponerme en plan aliade pero ¿dónde están las mujeres? Porque la tesis de Campbell es perfecta para aplicar al provinciano que conoce al mago, deja su mierdosa aldea natal, adquiere la magia, derrota a varios siervos del Señor Oscuro, mata al dragón y vuelve a su granja cargado de tesoros y con el pito untado aún en la esencia uterina de la princesa. Salvo por el fornicio, esa fórmula se aplica a Luke Skywalker y a Bilbo Bolsón, pero ¿también a Max Rockatansky? ¿En serio? ¿En qué momento el loco Max «resucita» y «vuelve al hogar»?

Pero volvamos a las mujeres, que te veo con ganas de hablar de las mujeres. ¿Qué me dices de Jane Eyre? ¿Y de Offred, la protagonista de El cuento de la criada, de Margaret Atwood? ¿Cumplen con los requisitios del Viaje del Héroe? ¿Es que las mujeres atraviesan las mismas fases de iniciación que los hombres? ¿Ah sí? ¿Qué fase del Viaje del Héroe es la primera menstruación? ¿Las mujeres núbiles tienen los mismos ritos de paso que las menopáusicas? ¿Las reinas que las campesinas? ¿Y por qué cojones el héroe/la heroína sale más fuerte y más sabio de su experiencia, por qué no vuelve a su aldea amargado, enfermo, hecho fosfatina y cagándose en todo el linaje del mago desde los tiempos del pterodáctilo o, como el Max de Mad Max, no vuelve jamás, porque se ha transformado en aquello que más odiaba y, para acabar de cagarla, ya no tiene un hogar al que regresar?
¡Testosterona a saco! ¡Decid «macho»! ¡MÁS FUERTE!
Mira un par de ejemplos de historias que se cagan, de forma más o menos explícita, en el Viaje del Héroe:

Dune, de Frank Herbert, es un esfuerzo deliberado por construir una narración que aparentemente respeta todas las convenciones del Viaje del Héroe pero, en la práctica, hace escarnio del Monomito de Campbell y se mofa de su inflexibilidad y determinismo. Paul Atreides encarna un héroe oportunista que sigue todas las etapas de su Viaje porque no le queda otra. Para él es una cuestión de supervivencia. Si quiere conservar la vida en Arrakis, obtener la protección de los Fremen para él y para su madre y su respaldo en su lucha contra los Harkonnen, debe aprovecharse de las profecías, supersticiones y mitos sembrados para su conveniencia por la Misionaria Protectiva (las Bene Gesserit especializadas en religión y mitología) y convertirse, a su pesar, en el Kwisatz Haderach, el mesías esperado por los Fremen y por las propias Bene Gesserit.

(Y encima Paul, como agravio al héroe Campbelliano, está atado por las visiones de un futuro que le confunden y apenas le dejan margen de maniobra).
Tanto Paul como su madre Jessica explotan el carácter supersticioso y fanatizable de los fremen para recorrer los pasos del Viaje del Héroe que les conduzcan a su venganza sobre los Harkonnen y el Emperador mismo. En el camino, Paul se convierte en una figura ominosa y se echa a las espaldas las vidas y los destinos de millones de personas. Como mesías de los fremen, Paul desencadena una yihad, un auténtico genocidio en la galaxia. En una entrevista a la revista Omni de julio de 1980, Frank Herbert lo explicaba así:
"Demagogues, fanatics, con-game artists, the innocent and the not-so-innocent bystanders-all were to have a part in the drama. This grows from my theory that superheroes are disastrous for humankind."
Si los errores de una persona normal solo le alcanzan a él y a las personas más cercanas, los errores de un héroe pueden alcanzar proporciones apocalípticas. Paul Atreiudes recorre el Camino del Héroe y acaba presidiendo un culto fanático de asesinos ávidos de sangre y desencadenando el asesinato de naciones enteras.

Pronto en las mejores salas... y en las peores creemos que también.
Frank Herbert no le tenía demasiada simpatía al Monomito de Campbell, pero la sutileza de su refutación del Viaje del Héroe se le pasó por alto a algunos.
"[one of my themes for Dune was] Don't give over all of your critical faculties to people in power, no matter how admirable those people may appear to be. Beneath the hero's facade you will find a human being who makes human mistakes. Enormous problems arise when human mistakes are made on the grand scale available to a superhero. [...] Heroes are painful, superheroes are a catastrophe. The mistakes of superheroes involve too many of us in disaster."
La puesta al día de Star Trek firmada por J.J. Abrams en 2009 es otra historia que funciona perfectamente a pesar de sodomizar por los oídos el Viaje del Héroe.

¿Cuál mierda se supone que es la metamorfosis del capitán Kirk de Chris Pine? Empieza la película siendo un capullo que hará lo que haga falta y dirá lo que sea necesario para demostrar que tiene razón y acaba la película siendo un capullo que hará lo que haga falta y dirá lo que sea para demostrar que tiene razón, ah, y capitán del Enterprise, que se me olvidaba. Es un fullero, prepotente, arrogante y manipulador pedazo de mierda en el primer acto y sigue siendo un fullero, prepotente, arrogante y manipulador pedazo de mierda al final del tercer acto. Nunca duda de sí mismo. Considera obstáculos a todos aquellos incapaces de ver lo maravilloso que es. Desprecia a la gente que no comprende que él siempre acierta. Lo único que le importa a este Kirk es ganar a cualquier precio y, por desgracia, los acontecimientos acaban recompensando su proceder, así que no ve necesidad de transformarse, de renunciar a una parte de sí mismo para renacer como mejor persona. Kirk no tiene arco de transformación. Pura y simplemente, se hace cada vez más y más Kirk.


En Star Trek, la dinámica del drama se construye en torno a las personalidades encontradas de Kirk y Spock. Kirk es agresivo, impulsivo, instintivo; Spock es cerebral, lógico, reflexivo. Kirk quiere perseguir a Nero aunque sea hasta el infierno, rescatar al capitán Pike y destruir la nave romulana. Spock quiere reunirse con la flota de la Federación, informar de la destrucción de Vulcano y regresar con refuerzos. El conflicto sólo termina cuando Spock, provocado por Kirk, cede, temporalmente, a su naturaleza humana, y, consciente de sus conflictos, pierde la fe en su propia ecuanimidad, que ahora admite puede estar condicionada por los sentimientos y emociones que lleva toda la vida reprimiendo, y renuncia al mando, dejando a Kirk el camino libre a la silla de capitán.

¿Qué parte del Monomito de Campbell respeta esta película? Porque Spock sí que sufre una transformación: se vuelve un poco más humano (tanto como pueda serlo un vulcaniano) y acaba asumiendo que no puede mantener el control sobre absolutamente todo, pero James Kirk sigue siendo el mismo cabra loca follamisses que hackeó la simulación del Kobayashi Maru, exponiéndose a ser expulsado de la Academia de la Flota Estelar, sólo para poder decir, con sus santos cojones, que era el único cadete que había superado la prueba. ¿Quién es el personaje principal de Star Trek, el héroe de la película? ¿Spock o Kirk? Spock se transforma, Kirk no. ¿Spock es el personaje y Kirk un comparsa? ¿Entonces por qué se reparten la mayor parte del tiempo en pantalla y comparten escena tan a menudo? No pretenderás hacerme creer que Kirk es un secundario en Star Trek, ¿verdad?

Los fanfatales del Viaje del Héroe no se dejan aturrullar por sus evidentes deficiencias. Una de sus muchas justificaciones, cuando una historia no se adhiere mecánicamente al Monomito de Campbell, es que el ciclo no tiene por qué ser lineal, que el autor puede escoger el orden en que su héroe atraviesa las diferentes fases y prescindir de las que no le sirvan (lo cual entra en flagrante contradicción con la tesis de Campbell). También argumentan que una misma historia puede abarcar varios ciclos sucesivos (en cada uno de los cuales el autor puede escoger unas etapas y olvidarse de otras). ¿Me estáis diciendo que la metamorfosis puede ir al principio, en vez de al final? ¿Qué sentido tiene entonces la estructura en fases, cuando la puñetera apoteosis es la pieza central de todo el Monomito de Campbell y la meta a la que su receta apunta? Es más, ¿por qué coño todas las historias deben acabar con una metamorfosis del protagonista? ¿Es que no se pueden escribir historias sin metamorfosis?

¿Se transforma James T. Kirk al final de Stark Trek? Ya hemos visto que no. ¿ Y Clarice Starling al final de El silencio de los corderos? ¿Se transforma Marty McFly al final de Regreso al futuro? ¿Sufre una metamorfosis Jake Gittes al final de Chinatown? ¿El Nota se transforma al final de El gran Lebowski?

No. Ninguno lo hace. Y sus historias sigues siendo coherentes. Siguen siendo buenas historias, incluso grandes historias. Porque no todas las historias tienen necesariamente que incluir una transformación del héroe ni representar un viaje espiritual.

En conclusión, el Viaje del Héroe de Campbell es una herramienta práctica, siempre que tengamos muy presentes sus limitaciones. El viaje del Héroe es «El Viaje del Héroe con pilila». Más aún: es «El Viaje del Héroe con Pilila que Sale de su Pueblo Pelín Amariconado y Regresa Machote Total». No contempla más que una categoría de héroe: masculino y en última instancia triunfante. Es un relato de las etapas del desarrollo de la personalidad masculina. A priori, no sirve para nada más. No sirve para contar historias de perdedores, por ejemplo (¿qué Viaje del Héroe recorre la tripulación de la Firefly?). Y si no sirve para todos los arquetipos de personaje, no es universal. Y si no es universal, el Viaje del Héroe de Campbell es una engañifa.

Lo siento, chicos, sigue sin haber alternativa al trabajo duro.

Leed a Campbell, si queréis. Aplicad el Viaje del Héroe a vuestras historias, si os da la gana, pero Campbell no va a escribir por vosotros y, si vuestra historia es una mierda, lo seguirá siendo con metamorfosis y sin ella.

Ahí queda eso, prendas.

Nos veremos en el infierno.

viernes, 14 de agosto de 2020

"Did you see the sun rise this morning?" (y II)

Estimados amigos de Google y putas de vuestras madres:
La nueva interfaz de Blogger es preciosa. En serio. Es más bonita, sexy, aterciopelada y sin gluten que una puesta de sol sobre el culo sudado de Sara Sampaio. Realmente agradezco el esfuerzo que habéis hecho para proporcionarnos a los usuarios una experiencia sensorial agradable. Como saborear una buena tortilla de patatas, o el orto de Riley Reid.
Ahora bien, con la nueva interfaz me resulta absolutamente imposible trabajar. Tareas tan sencillas como intentar corregir un error tipográfico y salvar los cambios o actualizar una entrada ya publicada hacen que el puto editor rompa por todas partes. Y al volver a la interfaz clásica (que mira que ya daba problemas, como los caprichosos saltos de párrafo que no hay Cristo de corregir, los marcos de imagen que, una vez borrados, no desaparecen del todo o la predisposición de la aplicación a hacer desaparecer entradas o moverlas de un mes para otro, regurgitar las imágenes y moverlas por todo el documento, petar cuando salvas, petar cuando actualizas, petar cuando haces vista previa, petar cuando acabas de corregir un error y salvas el nuevo archivo...) me he encontrado con el divertido fenómeno de los párrafos saltarines. Literalmente tengo que perseguir cada puta línea de texto por toda la pantalla para colocar el puntero o el cursor donde yo quiero y no donde a la aplicación le sale de los cojones. De hecho, éste es el segundo puto intento de publicar la presente entrada.
En el editor.
Ya sé que los usuarios de blogger no pagamos con dinero el servicio de alojamiento en sí, y probablemente penséis que no tenemos derecho a quejarnos, pero si no queréis que la poca gente que aún os soporta migre masivamente a crear contenidos por la patilla a wordpress o algún otro rival os recomiendo que contratéis ingenieros informáticos que no se hayan sacado la carrera comiendo pollas y sodomicéis hasta la muerte a los responsables de este cipostio.
En Matrix.
Nos veremos en el infierno.
Atentamente, Herbert Sommer
Deutschland!
¿Te has planteado alguna vez cuánto cuesta un libro?

Mein Herz in Flammen!
No, no te pregunto si sabes cuánto pagas por él en la librería. Te pregunto si sabes cuánto cuesta hacerlo.

En una entrada anterior te he puesto dos ejemplos de libros de mi autoría, uno de 157 000 palabras y otro de más de 680 000. El mayor de ellos me llevó unos siete años de trabajo. A unos doscientos sesenta días útiles por año, suponiendo al escritor una semana laboral de lunes a viernes, eso son 1 825 horas. Realmente es muy difícil computar el valor de la hora de trabajo de un escritor, o al menos a mí me lo parece. ¿A qué se parece el trabajo de un escritor? Tiene un innegable componente de trabajo de oficina, literalmente sentarse a una mesa y escribir. Sin embargo también se parece al trabajo de un investigador, o sea meter la cabeza en libros, apuntes, enciclopedias, manuales, o e Internet, que siempre es muy socorrido, para una prospección de horas, o incluso días, que se traducirá en una frase o un párrafo que, a lo mejor, termina cayéndose del borrador definitivo. Y, en cierta manera, esto de escribir paridas también se parece al trabajo de un profesor, un profesor con un solo alumno, que es el escritor mismo y luego ya, si eso, sus lectores.

Si nos quedamos con este último baremo y tomamos la media del salario de un profesor, que está en torno a los 17 euros la hora, el Libro Grande de mi ejemplo estaría valorado en unos 31 000 euros solo en mano de obra. Eso son menos de cuatro mil quinientos euros al año por siete años trabajados en el proyecto. Un poco más de lo que cobra la mayoría de los escritores españoles en derechos de autor.

Y que es básicamente una mierda pinchada en un palo y quien sabe si una de las razones por las cuales los anticipos a cuenta de los derechos de autor que se pagan en España son tan miserables. Si fuesen a retribuir a un escritor en base al concepto de horas dedicadas a la redacción de un libro (descontado todo el tiempo que no está escribiendo, sino pensando en una escena, imaginando un personaje, probando en su cabeza un diálogo antes de ver cómo queda en la página...), nadie escribiría. Nadie.

Hay otro baremo para medir el valor de un libro, que es la cantidad de ejemplares vendidos. Como todo artículo susceptible de ser serializado (un disco, un cómic, una película, ya sea a través de las copias físicas o digitales o de la venta de entradas), el libro puede convertirse en un producto de alto valor añadido por simple volumen de ventas. Es a causa de ello, entre otros motivos, que al escritor no se le paga un sueldo, sino un porcentaje sobre el precio por copia. Porcentaje que da entre pena y asco, con un poco de risa tontuela y que raras veces supera el 10% del importe del libro.


(Otro de los motivos de que el escritor no cobre un salario es que los editores también tienen que comer y a algunos escritores cojonazos, como el servidor de ustedes, les puede llevar incluso siete años acabar una novela. Ponte en el pellejo del editor e imagina pagarle los porros y el JB a un escritor durante siete años para tener un libro que, a lo mejor, ni se acaba vendiendo porque es ilegible).
Pero no, no voy a hablar ahora de la paradoja de que el responsable del 90% del trabajo se lleve solo el 10% de los beneficios. Quizá en otro momento.
Los cuadros fantasma: ni están ni se pueden eliminar.
No hemos terminado de calcular el valor del libro. Seguimos:

Quiero que pienses otra ves en ese libro-peñazo que me llevó siete años acabar. O en ese fétido clon híbrido de 50 sombras de Grey y Harry Potter que has escrito. Ya sabes, ése en el que una Hermione con una hidra tatuada en el pubis y barbells en los pezones se ajusta un strap-on y encula a Ron Weasley sin vaselina. Querrás enseñárselo a algún agente literario o algún editor, ¿no? Alguien de la industria que tal vez le encuentre hueco en su desangelado catálogo. Pues que sepas que te conviene protegerlo primero en el Registro de la Propiedad Intelectual. Tonto serías si no lo hicieses. Asegura tu trabajo y tal vez no tengas que llorar luego porque una editorial desalmada le ha dado tu libro a un escritor de la casa, que ha cambiado cuatro chuminadas, la ha publicado y se ha embolsado la pasta que podría haber sido tuya.


Tengo dos noticias para ti: una mala y otra peor: la mala es que el registro de la propiedad intelectual no es gratis. La peor es que en plena era digital siguen exigiendo para el trámite que presentes una copia impresa en DIN A4. Vale, calcula: mis 680 000 palabras de novela-río (argot de autor para «ladrillazo ilegible») se traducen en casi dos mil páginas. Dos mil páginas que hay que imprimir y encuadernar. Eso son cuatro volúmenes, en el caso que nos ocupa (porque la máquina de encuadernar no daba para más). Cuatro guías telefónicas que como te caigan en un pie te lisian seis meses. Hay que comprar los folios. Si los robas en el curro te saldrán más baratos, pero si te pillan y te chutan a la calle no se te ocurra decir que fue idea nuestra. Aprovecha la experiencia para hacer Arte desde el dolor y recuerda que a la Literatura se viene llorado de casa. Además de los folios hay que comprar las fotocopias o el tóner de la impresora. Hay que pagarle al de la tienda de reprografía el coste de las encuadernaciones, que ese hombre tiene hijos que mantener. Y luego tienes que presentarte en el registro, con tu mejor sonrisa, y lograr convencer al simpático funcionario mal pagado que lleva el bisnes de que no, hombre, no, ¿cómo se le ocurre?, no le estás intentando colar cuatro libros por el precio de uno.


«¡Qué cosas tienes, hombre!»
Así pues, el coste material de nuestro libro es horas de mano de obra + gastos en material de oficina + gastos de registro. Los dos primeros valores son variables, el segundo ronda los once euros por cuenta propia (cuando autor y titular de derechos son el mismo ternasco) y se pone en casi treinta por cuenta ajena (cuando la autoría y la titularidad de derechos sobre ese libro no recaen en la misma bestia).

Bien, ahora a mandárselo a tu editor.

Antiguamente, a todos estos gastos citados más arriba había que sumar el coste de las copias y sellos. Sí, copias y sellos. Aunque llevamos décadas usando ordenadores y disfrutando del correo electrónico, hasta no hace tanto tiempo las editoriales interesadas en tu libro de mierda seguían exigiendo que les enviases por correo una copia impresa, paginada y encuadernada. Eso significa sobre grande (ande o no ande) y sellos. Ahora imagínate tener que contestar a diez editoriales y hacer diez copias de esa losa de casi dos mil páginas y empezarás a entender por qué en el Antiguo Régimen (y en la mayor parte del nuevo) a esto del libro solo se dedicaban los curas y los ricos.

Este desembolso se ha eliminado desde que prácticamente todas las editoriales, agencias y certámenes literarios empezaron a aceptar un archivo informático enviado por correo electrónico, pdf, doc o lo que sea, en vez de una copia en papel, debidamente encuadernada y paginada. Que algunos concursos tenían delito, ¿eh? Me parece recordar que al Planeta (¿era al Planeta?; no pondría la mano en el fuego) tenías que presentar cinco copias de tu obra, por si llegaba a finalista (así, cada miembro del jurado tenía su propio ejemplar, y no, cuanto más lo pienso menos convencido estoy de que fuese el Planeta). Cuando todavía participaba en concursos (eso se acabó, no diré que para siempre por las mismas razones por las que no diría «este cura no es mi padre», pero se acabó), descartaba automáticamente todos aquellos que exigían enviar varias copias del relato, cuento o novela. Un gravamen absurdo que nunca obtenía recompensa. Desde hace algún tiempo aplico un criterio parecido a las editoriales. Si el editor es de esos señores chapados a la antigua que no quieren ni oír hablar de enviarles el libro en un pdf adjunto a un correo, ni me molesto. El papeleo que se ahorran ellos es también papeleo que me ahorro yo, y encima dinero.


Si consigues editor llegado a este punto, se acabaron, en teoría, los gastos y comienza la senda de los beneficios.


Pero ¿y si te han rechazado ya todas las editoriales del orbe y decides decantarte por la autoedición?

Bueno, pues en este caso es cuando comienza la diversión.

Autoeditarse no es gratis. No es ni siquiera barato. Autoeditarse significa básicamente que tú asumes todos los trabajos y todos los gastos del editor, ese señor que tiene una plantilla de profesionales especializados en los diversos trabajos que conlleva la creación del libro como artículo serializable. Te hablo de gente que se ha formado para dominar las disciplinas y técnicas de su oficio. Un oficio que no es el tuyo. Que no se puede aprender en un fin de semana. ¿Sabes maquetar un libro? ¿Sabes lo que son las viudas y huérfanas o los ladillos; sabes algo de diagramación? ¿Sabes escoger la tipografía adecuada? 
Ahí te quedan varios ejemplos.
¿Sabes generar un pdf para imprenta? ¿Sabes usar InDesign y Photoshop, los estándares de la industria editorial? E incluso aunque planees sacar tu obra solo en formato electrónico, ¿sabes convertir tu archivo .doc en un eBook? ¿Sabes siquiera cuántos formatos diferentes de eBooks existen, cuáles son los más populares y cómo formatear tu texto a esos formatos?

Si la respuesta a esas preguntas es «no», vete preparando la billetera, porque tendrás que pagarle a alguien que te haga todos esos trabajos. O encontrar a un pagafantas que te lo haga gratis. Probablemente a cambio de sexo oral.

Si la respuesta es «sí», no te pongas muy gallito, que aún no he acabado contigo.


Si quieres publicar tu libro, sí o sí, necesitas un número de ISBN.
Y eso tampoco es gratis. 45 euros cuesta el trámite. Antaño era posible sacarse uno por la patilla en Canadá, donde es gratis, pero los canadianos, que lo creas o no, tontos no son, se dieron cuenta de que un montón de vívales de todo el mundo estaban registrando sus obras bai de feis en Canadá y pusieron como requisito para completar el trámite el aportar una dirección postal real en Canadá a la que enviar la documentación. Hay una forma de que te salga más barato, y es darte de alta como editorial. Y así puedes conseguir lotes de 10 códigos ISBN por 95 euros (9 euros y medio por código) o, si planeas escribir muchos libros, 100 códigos por 549 euros. Y no, no los puedes revender. Están a tu nombre como editor y te jodes.
Pero ¿realmente quieres darte de alta en la agencia del ISBN como empresa? Eso significa presentar la declaración de la renta todos los años, aunque declares cero beneficios. Presentar los pagos del IVA cada tres meses, aunque no tengas IVA que declarar. Ah, ¿que no tienes beneficios? Huy huy huy huuuy, una empresa sin actividad, huy huy huy huuuuy, que se está rifando una inspección de la Agencia Tributaria que ríete tú de ese incómodo momentito rollobóller que tuviste con tu compañera de colonias.



Y todavía no hemos hablado del diseño de portada. La portada es lo primero que van a ver tus lectores. Debe ser atractiva, llamativa; debe despertar en ellos el deseo de leer el libro, o al menos asomarse a las primeras páginas. ¿Cómo piensas hacerlo? ¿Sabes algo de diseño gráfico? ¿Vas a pagar por una imagen de stock, acudir a un banco de imágenes gratuito, sacar tú mismo una foto o hacer un dibujo con Plastidecores o pillar de Google la imagen que más te guste y confiar en que el titular de los derechos no te descubra y te ponga una demanda de te cagas por las bragas?
Y todavía no hemos hablado de la promoción. ¿Vas a anunciar el libro en prensa? Pues eso hay que pagarlo. ¿En televisión? Ve rehipotecando tu casa. ¿En Youtube, con un booktrailer? Enhorabuena. ¿Quién va a hacer ese booktrailer? ¿Tú? ¿Y qué sabes tú de publicidad o de cine? ¿Vas a contratar actores? Esa gente suele cobrar por sus servicios, ya te voy avisando. ¿El booktrailer tendrá música? ¿Y qué te cobrará el compositor y los intérpretes? Vale, dejemos el tráiler. ¿Has previsto enviar «ejemplares de cortesía» de tu libro a revistas editoriales, suplementos culturales, blogs y emisoras de radio? ¿Y tienes el permiso de los directores de esas revistas o secciones para enviarles tu mierda de libro? Y, en el caso de que opines que es mejor pedir perdón que pedir permiso, ¿tienes siguiera las direcciones de toda esa gente? ¿Estás dispuesto a asumir el pago de una multa por envío de spam electrónico?

Escribir un libro parecía fácil. ¿A que sí? Porque los escritores somos unos putos vagos, ¿o no lo somos? Y, encima, todos aspiramos a convertirnos en unos Robin Masters de la vida.

Otro párrafo, la misma mierda.
Dime si lo de montar un puesto de churrero no empieza a parecerte una alternativa vital más que atractiva. Por eso mismo, en aquel decálogo para escritores que te ofrecimos hace tiempo, el primer consejo antes de meterte a escritor era «búscate un curro».

(En serio, búscatelo. Como tienes menos de una probabilidad entre mil de gozar de verdadero talento literario, y ni siquiera eso te garantizaría poder ganarte la vida con él, primero asegúrate las lentejas y luego escribe en tu tiempo libre. Si quieres).
Todos los argumentos en contra de la autoedición que acabo de darte son la carta de venta de las empresas de servicios editoriales que se ofrecen a correr ellos mismos con los imponderables de dejar tu libro listo para la imprenta, tramitación de ISBN incluida. Te hacen informes de lectura a través de los cuales sabrás si el libro es o no publicable, dada la actualidad del mercado y calidad de la redacción, corrigen todos los errores ortográficos y de estilo, se ocupan de la parte gráfica... Joder, algunas de ellas directamente te alquilan a sus escritores. ¿Tienes una buena idea para una novela pero no sabes hacer la o con un canuto? Pásanosla y uno de nuestros ghost writers la escribirá por ti y te la enviará para que la firmes.
¿Sabes leer en los labios?
Que hay quien no se sonroja y directamente se ofrece para la literatura mercenaria. No encuentro la página, pero no hace muchos años había una empresa que se llamaba más o menos precisamente así, «negros literarios» o algo parecido, y ofrecía a sus profesionales de la tecla para escribir tu mierda de libro. Otros escritores, ya con renombre y público, se montan su propia guerrilla de escritores fantasmas, una factoría que ríase usted de la de Warhol (sí, el cacas de Warhol no hacía sus mierdas de farsante artístico, solo le pasaba la idea a sus becarios y luego firmaba los ejemplares y se metía la plata en la buchaca; ¿acaso te sorprende?). No diremos nombres, que luego llegan las demandas judiciales y, además, aquí los nombres los conocemos todos. Tú solo piensa en ese o esa escritor/escritora/escritore que tiene el cuajo de hacernos creer que se curra él solito esos diez o doce volúmenes de quinientas páginas que publica todos los años. Sí, hombre, ése o ésa al que en los actos de presentación no hay un periodista que le diga: «¿El tercer troncho de mil páginas de este año? ¿De qué vas, sobrado de mierda?».

Nunca he recurrido a una de estas empresas y no puedo compartir contigo, mi amado lector, mis impresiones al respecto, pero son empresas. Y como tales te pasarán la minuta. Sus tarifas van desde lo caro a lo escandalosamente caro por unos servicios que, digámoslo con diplomacia, nada te garantizan, porque pasar tu archivo de texto por el corrector automático puede hacerlo hasta un gibón amaestrado, pero convertir un mojón en un éxito de ventas no es algo que se compre con dinero. Ni con talento. Ni siquiera con esfuerzo, perseverancia y una novena a Santa Amenorrea de la Matriz de Plexiglás.

Pero tú eres muy libre de hacer lo que consideres oportuno con tu dinero. Faltaría plus.

Eso sí, ahora no puedes decir que no estabas avisado.