sábado, 8 de junio de 2019

La última mierda que cagó Pilatos

“Thousands of years from now they will use my fossil remains as an example of a mistake in the evolutionary process.”
Solo hay una cosa peor que no seguir un buen consejo, y es seguirlo.

Como todo padre primerizo puede atestiguar, basta con tener un hijo para que todos tus amigos, familiares, conocidos y hasta ese señor del lunar con pelos que te encuentras a veces en la parada del Metro empiecen a decirte cómo debes sostenerlo, educarlo, alimentarlo, vestirlo, bañarlo. Poco importa que ninguna de estas personas haya sido padre jamás. No los asesinamos con extremos de sadismo porque sabemos que, si en algún momento de su futuro más o menos inmediato se disponen a tener descendencia, ésta es su última oportunidad de fingir que saben de qué coño están hablando.

En esto de emborronar cuartillas tampoco faltan nunca desnortados que, a menudo con tanta desfachatez como buena intención, están seguros de saber hacerlo mejor que tú, aunque sean incapaces de juntar más de once palabras sin enmierdar sus calzoncillos. Normalmente es posible detectar a estos malos consejeros porque, salvo sorpresas, todos acaban diciendo lo mismo: «escribe sobre lo que conoces». Una excelente sugerencia, además de una instrucción temeraria quien sabe si directa responsable del tsunami de mierda editorial que nos inunda y al que algunos intentan pegar el degradado, prostituido y hediente sello de Literatura.

Porque «escribe sobre lo que conoces» puede ser un buen punto de partida para un escritor primerizo.

Pero, al mismo tiempo, «escribe sobre lo que conoces», es un mandamiento que otorga altavoz y coartada a una generación de soplapollas incurables con caras de hormigón armado que distraen el tedio de sus malbaratadas vidas poniendo por escrito las drogas que se follan, los tuiters que esnifan, los coños que escriben, lo mucho que odian a sus videojuegos, en qué temporada de qué blogs van y cuáles son los últimos padres que se han acabado; y empaquetan esa oda a la molicie, esa bitácora de naderías, ese mausoleo del vacío, con el pretexto de la Literatura. ¡Cuántos crímenes se cometen en su nombre!

“I try not to think of myself as a person but a metal object, built suddenly by machines in complete darkness something impossible to hurt with a shovel.”
Este artefacto disperso, inconexo, narcotizante, del spleen Millenial es el evangelio de los nuevos decadentes que, a diferencia de Baudelaire o Oscar Wilde, no solo no hacen nada remotamente parecido a Literatura (además de ser unos completos pazguatos), es que ni siquiera se toman la molestia de hilar algo que, aun por accidente, pudiera tener pretensiones de relato, por no mencionar que el dominio de sus respectivas lenguas vernáculas, incluso en un nivel meramente coloquial, deja bastante que desear, y sobre su trasfondo lector creo que ni me voy a tomar la molestia de hacer especualaciones, porque podría acabar llegando a la conclusión de que alguno de ellos roza el cretinismo supino.

Mira, esto es así de simple: si lleva un guión, un «post», un «neo», un «alt» o un «ismo» por alguna parte, lo más probable es que sea un mojón pinchado en un palo. O peor aún: una marca. Y aquí nos limpiamos el culo con las marcas cuando no son más que eso: marcas.

El rebaño de iletrados que se adhiere a esta nueva religión de la cual el suicidado David Foster Wallace dicen que es el único profeta (ojo, que le reverencien no quiere decir que hayan leído a Wallace, como yo adoro a la señorita Sampaio y en la puta vida he estado en la misma zona horaria que ella), tiene, por tener, hasta género literario (arcada) propio: la autoficción. O sea, escribir lo que te salga del potorro, siempre y cuando esté más o menos libremente inspirado en tu vida de mierda o en las de los lúsers de tus amigos, y hacerlo pasar por testimonio. Me he tenido que ir a buscar los nombres de estos indocumentados a la Pinkipedia, porque es que ni zorra, oye.

¿Y cómo escriben estos señores y señoras?

Mierda de la buena.
No tengo ni idea. Jamás he leído nada suyo. Pero uno de los más afamados de ellos, un tal Tao Lin, que se vende como «uno de los primeros escritores que se ha formado no a través de la tradicional cultura impresa sino en y a través de Internet y las redes sociales» ("one of the first writers to have been formed ot through traditional page and printo culture but in and through social media and the internet") se expresan así:
"Writing autobiographically is more difficult because I’m editing a massive first draft of maybe 25,000 pages—my memory—into a 250-page novel. It’s less difficult because I don’t need to write a 25,000-page first draft; it’s already there, in some form, as my memory. Related: I don’t view my memory as accurate or static—and, in autobiographical fiction, my focus is still on creating an effect, not on documenting reality—so “autobiographical,” to me, is closer in meaning to “fiction” than “autobiography.”"
O sea, que escribir en tono autobiográfico es difícil, pero al mismo tiempo no lo es, porque este hombre empezó con un primer borrador de 25 000 páginas que tuvo que convertir en una novela de 250 páginas, pero fue fácil, porque en realidad no empezó con un primer borrador de 25 000 páginas porque ese «primer borrador» en realidad era su memoria, que ya estaba ahí, y en realidad tampoco trabajó con su memoria, a la que no considera ni precisa ni estática, vamos, que pasó olímpicamente de sus recuerdos y se concentró en crear un efecto, no en documentar la realidad, porque, para él, el significado de «autobiográfico» está más cerca de «ficción» que de «autobiografía».

¿Qué?

No. Has leído bien. ¿Quieres que te lo repita?

Bueno, pues acabo de presentarte el único argumento que necesito para no leer nada de lo que escriba este fulano, ni ningún otro de su misma ralea, salvo por puto accidente. Porque ya hay que ser inútil para soltar semejante parrafada para no decir absolutamente nada, que creo que es lo que caracteriza a la prosa de esta gente.

¿Qué más caracteriza a esta generación de espantajos?

Evidentemente, se aburren, lo cual no tiene nada de malo. Lo jodido no es que se aburran y ni siquiera que crean que son los primeros en aburrirse, o los que más se aburren; lo realmente hijoputesco es que pretenden aburrirnos a nosotros.

Al parecer, también se endrogan. Mucho. O dicen que se endrogan. A mí, que ya todo lo que viene de esta gente me huele a falso postureo, como si se la pica un pollo.
"I got into a routine of doing like 80 to 120 milligrams of Adderall and not sleeping for like 36 hours. Then using Xanax or Klonopin and eating, then sleeping for like 12 hours, or not sleeping another night and using more Adderall. Which mostly felt bad, like a constant state of desperation, thinking the novel was incoherent. And I would have days without Adderall, so that it would still work, but it gradually worked less—and on those days I would just eat and use Percocet or whatever I had and be zombielike, then sleep."
O sea, que los alt-lits se aburren y se drogan. Pero mucho, mucho. Se drogan porque se aburren, supongo, y quieren estar en forma para poder aburrirnos a nosotros escribiendo sobre lo mucho que se aburren, o se drogan porque son unos eunucos sociales y drogarse es la única forma de que no les notemos el asco que les damos los demás. ¡Menuda originalidad! La drogaína ha sido parte sustantiva de escritores y artistas desde la noche de los tiempos y hasta en esta bitácora hemos tratado, superficialmente, el tema. Y bueno, escritores porreros, borrachos y yonquis los ha habido y los habrá pero, como todos los yonquis aburridos, estos millenials no solo creen que son los primeros en drogarse, si no que su drogura, su endrogamiento, es mucho, muchísimo más interesante y está más justificado que el de los demás. ¡Pero, eh, cuidado, que Tao Lin lee a Schopenhauer y Pessoa (en su iPhone, faltaría más)! Menos mal que no tiene la desfachatez de decir que los entiende ni el gónadoplomismo de compararse con ellos.

Además, este nuevo parnaso de escritores no parece tener un mensaje propiamente dicho, salvo que el medio a través del cual se expresan sea en sí mismo el mensaje. Tampoco se les ve muy puestos con el lenguaje (para muestra, el ejemplo anterior), y parecen carecer de habilidad alguna para lograr que empaticemos con sus personajes, porque tampoco se les ve muy diestros en el arte de conseguir que empaticemos con ellos mismos.

Al bueno de Tao Lin, en una presentación de libros en Brooklyn, alguien de entre el público le preguntó si era autista, o retrasado mental. La culpa, probablemente fuese del propio Tao Lin, que estaba promocionando un libro (el de Tao Lin), cuyo protagonista es un escritor que está promocionando un libro (el del personaje) y que decide que, antes de aparecer en público, se va a poner siempre hasta el culo de drogas para no tener que sentirse ansioso, desolado o torpe. Vamos, para no sentir, que eso da un mal rollazo que no veas.

De rulas hasta el culo.
¿Que si Tao Lin es autista o subnormal?

Mucho más sencillo, señora: es un bloguero. Es un influencer. Es un youtuber. Es una persona que vive la vida a través de la pantalla de su ordenador o de su teléfono móvil, que prefiere relacionarse con la gente mediante su muro de Facebook, sus stories y grupos de Whatsapp y sus hilos de Twitter, que no le da la gana o no tiene energías o no le alcanza el cerebro para aprender a escribir libros como un hombre y escribe libros como si fueran posts de blogger, solo que más largos, que no cuenta más que futilidades porque su mera existencia es muelle e inane; y si le parece que este «escritor» se expresa con el tedio, la insensibilidad y la rutina de una máquina, es porque, en su mundo, el tedio es la atmósfera, la insensibilidad el suelo y la rutina los latidos del corazón. ¡Pero si hasta tiene un libro titulado Tweets selectos, joder!

Y pensabas que era una coña.
Y el mundo de Tao Lin, nos guste o no, es nuestro mundo.
“I'm going to distance myself until the world is beautiful.”
Nosotros hemos educado a este chaval, y a toda una generación de soplapollas como él, en la desesperanza, en la futilidad, en el mínimo esfuerzo, en la indiferencia; le hemos enseñado que los únicos sentimientos que importan son los suyos, que tiene derecho a aburrirnos con sus mamonadas de niñato malcriado y perezoso, y luego hemos cebado su reblandecido cerebro con suficientes estímulos contradictorios para que nunca sea capaz de concentrarse en nada ni explorar en profundidad cosa alguna.

A este escritor, y a todos los de su generación, lo hemos creado entre todos.

Un escritor incapaz de explicar cómo escribe.

Un escritor que no se esfuerza en escribir.

Un escritor incapaz de comprender por qué escribe.

Un escritor emocionalmente muerto que escribe historias sobre personajes emocionalmente muertos.

Un escritor que se contradice a sí mismo cuatro veces en una declaración de menos de noventa palabras.


Ah, no, no. Por ahí sí que no paso.
Digámoslo ya por si los que lo dijeron antes que nosotros no gritaron lo suficiente: la inane, soporífera, vacua y estupefaciente alt-lit, a falta de pruebas en sentido contrario, no es más que otro monumento al narcisismo más bochornoso, la ineptitud rampante y el limbo intelectual de una recua de niñatos insufribles con la edad mental de un cruasán y la talla intelectual de un pedo choricero. Me apropio de palabras ajenas y las lanzo aquí: «la alt-lit no es la "Literatura alternativa", es la "alternativa a la Literatura"».

Lo cual debería ser motivo de escándalo y reflexión para todos.

Volved a leer, queridos lectores, la entrada en la que, a grandes rasgos (no hemos metido la participación de la CIA en todo el tinglado, por ejemplo, que siempre desprende un repelente tufillo a conspiranoia de gorro de papel Albal), despellejamos la gran mentira del Arte Contemporáneo. Estos nuevos escritores son su vertiente literaria y sus libros la versión impresa del urinario de Duchamp. Y yo sin un Guantelete del Infinito con el que arreglar este desaguisado.


Puedo entender, e incluso respetar, a un escritor que no se tome en serio a sí mismo. Es más, considero una sana actitud no tomarte demasiado en serio a ti mismo, independientemente de a qué te dediques.
«¡Ñaca! ¡A mamarla!»
Ahora bien, un escritor que no se toma en serio eso de escribir, es exactamente la clase de persona por la cual lamento no tener a mano mi Guantelete del Infinito.

Un escritor que no se toma en serio la Literatura, aunque sea como meta inalcanzable a la que no puede dejar de intentar alzarse, por parcos que sean sus medios, es un escritor que se caga en todos los escritores que sí se toman en serio la Literatura, que quisiera creer que son mayoría.


Un perfecto zoquete que lleva a gala haberse culturizado exclusivamente, o casi, mamando la mierda que repta por Internet no tiene ninguna autoridad moral para hablar de Literatura. Menos, considerando la torpeza, desgana y confusión con la cual se expresa.
“He asked if there were more things she had lied about. She said she had to think. She said she was still thinking. After about two minutes she said she was still thinking.”
A esta gente, la Literatura les importa un cojón, los libros se la sudan y el Arte se la trae al fresco. Su única obra son ellos mismos y la promoción de sus personas, que es la única manera en la que puedes aspirar expresarte artísticamente cuando no tienes ni puto talento, ni mensaje, ni intención de romperte los dientes contra las más duras aristas de la disciplina de tu Arte y, encima, eres la última mierda que cagó Pilatos. El Tao Lin llegó a vender acciones de una de sus novelas, lo cual como mecanismo promocional no deja de ser interesante pero no garantiza absolutamente en nada la calidad del producto final, que, se deduce a partir de indicios y fragmentos pescados aquí y allá por el autor de estas líneas, es exactamente lo que promete: una prefabricada nadería superficial poblada de aturdidos o estólidos personajes de plástico que ni saben ni pueden decir lo que sienten, ni en realidad les importa demasiado; personajes embarcados en tediosas situaciones insulsas, anodinas y repetitivas en las que son indistinguibles del mobiliario. Personajes a los que no se toma la puta molestia ¡ni de ponerles unos putos nombres originales, cojones! (los protagonistas de Richard Yates se llaman Dakota Fanning y Haley Joel Osment. Va en serio). Y todo ello narrado con la riqueza de vocabulario de un adolescente disléxico con medio cerebro necrótico por sobredosis de pajas.
“I don’t actually enjoy parties or relationships, I just like the idea that I could maybe be in either of those things.”
¿Por qué demonios estos «escritores» nos arrojan a la cara su agusanada Literatura de la nada, el tedio, la superficialidad? ¿Por qué pretenden hacernos creer que tienen algo que contar, cuando es evidente que no? ¿Por qué llaman «minimalista» a su estilo y vocabulario cuando deberían llamarlos «perezoso», «infantil», «de fase anal»? ¿Por qué se han lanzado a hacer algo como escribir, que requiere un esfuerzo que no están dispuestos a hacer, unas habilidades que se niegan a desarrollar, un talento del que carecen, unos conocimientos que renuncian a adquirir y un mensaje que transmitir del cual prescinden?

Porque, no te quepa absolutamente la menor duda, querido lenctor, todos ellos han seguido, para desgracia de las letras, ese consejo, tan afortunado como imprudente, de «escribe sobre lo que conoces».

Pero que me aspen si es culpa nuestra que lo único que conozcan sea sus insulsas y enervantes vidas de hikkikomoris de mierda.

I hope they don't.

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