jueves, 26 de abril de 2018

No lloraré sobre la tumba de Michael Cimino (III)

Bueno, habíamos establecido en la anterior entrada que, dentro de lo malo, al menos en Warner habían logrado lo más difícil, o sea que les comprásemos a Henry Cavill como Supermán, a Ben Affleck como Batman y a Gal Gadot como Wonder Woman. Así pues todo lo demás tenía que ir rodado, ¿no?

Me temo que no.

Las películas del DCU tienen problemas. Y los problemas de las pelis del DCU también tienen problemas. Están lejos de ser productos bien acabados. Youtubers, twiteros y demás meapilas se han dedicado a desgranar sus carencias y yo no iba a ser menos pedante que ellos.

Pero lo peor de todo es que Warner Brothers parece incapaz de corregir sus errores sin pasarse de frenada. Con las películas del DCU querían lograr cifras de taquilla comparables a las de Marvel (vamos, lo que en paratroopersdon'tdie hemos llamado toda la vida «decaer»), pero, muy lejos de imitar la estrategia de negocio de Marvel, de copiar su fórmula de la Coca-Cola se dedicaron a inventar la suya propia.

Y lo hicieron mal.

Marvel-Fox-Disney podría ser Coca-Cola y DC podría ser Pepsi, pero en DC-Warner querían ser tan originales, diferenciarse tanto de la competencia que, en vez de inventar la Pepsi, inventaron la Konga Cola.
No. Me temo que no es un Photoshop.
Si comparamos las películas de superhéroes de DC/Warner Brothers con las de su más inmediata competidora, no tardamos en detectar sus principales errores, y la forma torpe, equivocada y cobarde en la que DC intentó subsanarlos.

Allá van los más gordos, a velocidad de Batmóvil:
¿Cuánto pagará Batman por el seguro?
Pobre entendimiento de los personajes

Si es que tienen alguno, que ya parece demasiado pedir.

Paradójicamente, Supermán apenas aparece en Batman v Superman. Y casi mejor así, porque solo entra en escena para ser el devs ex machina o reforzar esa primera mala impresión que nos causó en Man of Steel. Apuntalar su actitud distante. Actuar como salvador orgulloso y un pelín chulopiscinas o aparecer aislado, solo, rodeado de gente que le teme y le detesta. Cuando no se presenta como figura mesiánica, ángel bienhechor pero altivo; yo aquí arriba y vosotros abajo, cojones, ¿qué os creíais, chusma? ¡La suerte que tenemos de que camine entre nosotros, y que si hace cosas por nuestro bien es solo porque le da la gana; que como le pillemos en un mal día...!
¿Es un ángel? ¿Es un avión? ¿Es un asesino de masas?
En vez de aparecer como un salvador, a Supermán en BvS se le retrata como a un poder divino que, graciosamente, desciende entre los mortales, pero solo porque le sale de su celestial cipote, a hacer algún que otro milagrillo.

Ése no es Supermán.

Me suda la polla cuántos cómics de Supermán diga Zack Snyder que se  ha leído. Con Man of Steel primero y BvS después nos deja a todos muy claro que no entendió una mierda.

¿Por qué cada vez que se pone la capa roja, toda la empatía, sentido común y bondad natural de Clark Kent se transforman en el hastío y la soberbia del intocable Supermán? ¿Por qué, y la analogía no me pertenece, cada vez que veo en pantalla a este Supermán me acuerdo del frío y distante Doctor Manhattan de Watchmen, anterior película superheroica de Snyder?
¡Lo que me ha costado encontrar una imagen en la que no enseñase la chorra!
Ese Supermán que ya nos cayó antipático en Man of Steel no nos cae mucho mejor en BvS. Sí, le vemos haciendo algunas cosas superheroicas, pero ¿no parece una sobrecompensación después de las masacres de Smallville y Metrópolis en MoS?

Sé que las comparaciones son odiosas, pero...
¿Es cosa mía o Zack Snyder, ese autoproclamado fan de Supermán, se empeña en que Supermán nos caiga un poco más como el culo cada vez que aparece en plano? Sus escasos momentos de humanidad afloran cuando está con Lois Lane, la única persona de este puto planeta a la que de verdad parece apreciar; o cuando ve en peligro a su madre adoptiva. Entonces, ¿la actitud hierática e indiferente de antes no era más que una pose? Pues le debo una disculpa al señor Kent, pero por Dios que me habría gustado ver muestras de su lado humano mucho antes.
Porque lo más jodido de todo es la sensibilidad e idealismo que Supermán demuestra como Clark Kent, reportero interesado en temas sociales, convencido de que el buen periodismo debe indagar y denunciar las injusticias, y estupefacto ante la palmaria negativa de su redactor jefe a investigar a ese vigilante vestido de murciélago que lleva veinte años sembrando el terror en la vecina ciudad de Gotham.
Parabaraaaara, ¡parabará-bará!
Hablemos ahora del Cruzado de la Capa. A pesar de que Ben Affleck me ganó desde el primer plano de BvS, y a partir de ahí sólo fue a más, si me pongo picajoso no puedo menos que estar con Kevin Smith. El Batman de Dawn of Justice no parece el Batman de los cómics. Aunque hace algo de investigación, incluso estilo James Bond (para regocijo de los fans de 007, entre los que me cuento), no es, ni de lejos, el mejor detective del mundo. Vamos, hombre, ¿Lois Lane logró descubrir la identidad secreta de Supermán al principio del segundo acto de Man of Steel pero Batman, en BvS , ni siquiera lo intenta? ¿En qué cabeza cabe, sobre todo teniendo en cuenta que Lex Luthor lo consigue con insultante facilidad? Además, Batman ha sido toda la vida un puto paranoico. Tiene planes de contigencia para sus planes de contingencia. Y planes de emergencia para los planes de contingencia de sus planes de contingencia. Se ha enfrentado a algunas de las mentes criminales más temibles del mundo; Ra's al Ghul, The Riddler, Hugo Strange... ¿y no ve con kilómetros de anticipación que Luthor le está haciendo la cama, que le ha manipulado para que mate a Supermán?
(Joder, si hasta esconde en la batcueva muestras de todos los tipos de kriptonita, por si a Supermán se le va la olla... o por si Batman considera oportuno obligar a su amigo a hacer algo que no quiere hacer. Así de maquiavélico, obsesivo, desconfiado y cabrón es El Caballero Oscuro).

El Batman de BvS no es humano. Es un robot, esclavo de su programación. No duda ni por un momento de su misión. No se cuestiona sus objetivos. No se pregunta si tiene información suficiente ni si sus conclusiones acerca de la amenaza que representa Supermán están bien encaminadas; y todos los esfuerzos de Alfred por meterle en la cabezota algo de sentido común caen en saco roto. Batman ha decidido que Supermán es un peligro y él, un huérfano que vio asesinar a sus padres ante sus propios ojos, se dispone a cometer un asesinato a sangre fría.

¿Alguien puede explicarme esto? Porque no lo entiendo. Batman no parece Batman. Parece Trumpman, agarrado a sus prejuicios como a la teta de una actriz porno; orgulloso de su ignorancia, convencido de su autoridad e impermeable a la voz de la razón y al peso de las evidencias.
Material para tus pesadillas.
(Sí, sé que algunos guionistas del cómic han incurrido en el mismo error a la hora de retratar al Cruzado de la Capa, lo cual solo demuestra que cada minuto nace un tonto).
Tampoco está bastante bien explorado, por no decir que no lo está en absoluto, el sentimiento de agravio que Supermán despierta en Batman (y que le reafirma en su propósito de destruirle) desde el momento en que comprende que, ante las fuerzas que Supermán encarna, tanto Bruce Wayne como Batman no son más que hombrecillos débiles, insignificantes, impotentes; que sus veinte años de lucha contra el crimen, en los que ha derrotado a fulanos realmente siniestros como El Pingüino, Dos Caras o El Joker, valen, exactamente, tres mierdas. Y esta vertiente inexplorada podría haber dado mucho juego a la tensión dramática.

Discrepo cariñosamente con Javi Olivares en su crítica al combate entre Batman y Supermán en BvS. Pero, claro, él es fan fatal, fan con nata, talifán de Supermán y lógicamente le duele ver a su favorito vapuleado. Lo comprendo. Respeto su malestar. Pero denunciar las tácticas fulleras de Batman en su combate contra Supermán es una concesión a la inocencia inexplicable en un lector de cómics. ¿Cuándo ha luchado Batman con honor? Batman es un marrullero que usará lo que sea para ganar la pelea. Y lo hace. Y gana. Se ha llegado a decir que Batman, el humano Batman, tiene el mayor superpoder de todos: siempre gana. No puedo ser el único al que no le sorprendió en lo más mínimo el desenlace de este enfrentamiento. Por lo demás, y con un puñado de matices sin mayor importancia, algunos de los cuales he expuesto aquí o en las anteriores entregas, suscribo punto por punto su análisis.

Marvel tenía una estrategia. DC tenía prisa

Marvel se tomó su tiempo para construir un universo cinematográfico para sus superhéroes. Hace la friolera de ¡16 años! sacaron la primera película de una trilogía de Spiderman (maravillosas las dos primeras, vomitiva la tercera, cuando empezaron a imperar los criterios de venta de juguetes por encima del deseo de contar una historia), todavía sin planes para crear todo un universo con sus superhéroes. Fue una especie de prueba de laboratorio que les decidió a reciclar Marvel Films en Marvel Studios, empresa a través de la cual gestionar la filmografía de su patrimonio superheroico. Y, aunque sentaron un peligroso precedente cuando decidieron cuál iba a ser la primera película de la nueva compañía, joder, no importa porque Iron Man es maravillosa.

Cuando se estrenó Vengadores, el terreno estaba abonado. Las historias de orígenes de casi todos los componentes del grupo habían sido establecidas en sus propias películas, con mayor o menor éxito, y el proyecto de un largometraje de Los Vengadores había sido sembrado mediante easter eggs en esas mismas películas. No era necesario perder el tiempo con los engorrosos preliminares. Podíamos coger a Los héroes más poderosos de la tierra y meterles de cabeza en la acción. ¡A follar se ha dicho!
¡Décadas esperando algo así! Avengers, assemble!
Por el camino, Marvel ha metido la pata un par o dos pares de veces. Ya hemos hablado de ello: Iron Man 2, Thor: The Dark World (con una prescindible Natalie Portman y un desaprovechadísimo Christopher Eccleston interpreteando a un irreconocible Malekith), las dos de Spiderman protagonizadas por Andrew Garfield (intento fallido de crear una nueva continuidad para el trepamuros que hiciese posible verle integrado, un día, en una peli de Los Vengadores, como finalmente sucedió, pero recurriendo a otro actor) y cualquiera de Los 4 fantásticos, son verdaderos cagarros que aún no me explico cómo coño llegaron a los cines. Pero incluso esos desastres contribuyeron a consolidar un universo coherente, completo, y a extender la fama de los personajes entre los espectadores que no leen cómics.
DC no quiso, no supo, no tuvo fe en la posibilidad de agrupar a todos sus personajes en un mismo proyecto; llegó a hacer escarnio de Marvel y vaticinarles un armagedón en taquilla cuando la Casa de las Ideas anunció la primera película de Los Vengadores y luego, visto el éxito de la película de sus rivales, improvisó su respuesta a matacaballo, antes de que la mierda ésta de las pelis de maricones en mallas volviese a quedar demodé, como les pasó a las de Tarzán, las de vaqueros y al peplum.

Y se nota.

¡Joder si no!

Y, como por soberbia, cobardía o ignorancia, en Warner-DC llegaron tarde, las claves de cómo debe ser una película de superhéroes ya habían sido establecidas en la mente del público y en las expectativas de la crítica especializada. Establecidas por Marvel. Y todo lo que se saliese del formulario iba a caer en una peligrosísima tierra de nadie. O DC aceptaba el campo de batalla escogido por sus rivales y hacía sus pelis al estilo Marvel (copiando su fórmula de la Coca-Cola), exponiéndose a la ignominia de ser señalados como caballos lentos y tristes imitadores, o se arriesgaba a crear su propio estilo y comerse una buena hostia (¡Konga Cola! Oh yeah!).
Todos sabemos lo que pasó, ¿verdad?

DC no estaba por la labor de ir reuniendo nueces para el invierno. Querían ponerse de un solo golpe en las grandes ligas, que ya le iban comiendo el culo a Iron Man y, horror, también a la lamentable Iron Man 2 (e incluso este hate fuck de peli triplicó en taquilla su presupuesto). Pero Superman Returns había sido un flop, a Christopher Nolan solo le quedaba otra peli de Batman para acabar su contrato con WB y en 2012 se estrenaría Los Vengadores. Tenían que demostrar que también ellos sabían hacer pelis de superhéroes.

Decidieron intentarlo con Green Lantern. Y no fue por pasta, ¿eh? Unos doscientos millones de dólares le metieran a la producción; que no me los gasto yo en vaselina ni en un buen día. Y, como tenían un pobre entendimiento del personaje, les importaban tres huevos la historia, el guión, el director, el reparto y el público y, encima, no habían comprendido el método Marvel, se dedicaron a copiar lo peor de las pelis de la Casa de las Ideas y darle un octavo de vuelta, con la esperanza de que ahí estuviese el truco. Por esa regla de tres, convirtieron a Hal Jordan en un payaso y Green Lantern, una película que debería haber sido épica a escala Star Wars (la buena) como mínimo, en una bufonada que nadie se verá dos veces. Aunque la recreación de Oa, el planeta de los Guardianes del Universo y cuartel general de los Lanterns, es apoteósica, el argumento de todo a cien, el libreto redactado por un disléxico, la dirección desganada y el villano de plastilina (problema que comparte con Marvel, dicho sea de paso), por no entrar a valorar las actuaciones de los personajes, son de pena. DE PENA, PENITA, PENA.
Que no, Ryan Reynolds. Que esta peli no era para ti y punto.
Y los más apenados, nosotros, los espectadores. Nosotros, los lectores de cómics.

Appetite for destruction
Auguro una inminente burbuja inmobiliaria en Metrópolis.
En el clímax de Los Vengadores vemos al Capitán América tomar el control de la situación y dirigir la evacuación de civiles de la zona de combate ocupada por los chitauri e instruir a la policía de Nueva York para que creen un «cordón sanitario» alrededor de las calles en las que sus compañeros están haciendo frente a la invasión alienígena.

En Man of Steel vemos a Supermán liándose a hostias con un ejército de kryptonianos en medio de su pueblo natal, causando millones de dólares en destrozos y a saber cuántas víctimas entre sus amigos y vecinos; trasladando luego la batalla a Metrópolis, para que la masacre sea mayor. Miles de muertos. Una ciudad moderna arrasada hasta los cimientos.
(Que no es que Los Vengadores se quedasen cortos, ¿eh? Alguien con mucho tiempo libre se tomó la molestia de calcular, no sé en base a qué criterios, lo que habría costado reconstruir Nueva York cuando acabaron, y le salieron ciento sesenta mil millones de dólares. Casi dos Katrinas).
¡Caña al inmigrante ilegal!
En Vengadores, vemos al Capi y sus muchachos colaborando con las autoridades y preocupándose por las posibles víctimas inocentes que pueda ocasionar la batalla contra Loki y sus aliados, y en Man of Steel vemos al Último hijo de Kryptón pasando como de la puta mierda de sus vecinos. «¿Que mueren como chinches porque me estoy hostiando con Zod? Me sopla mi kryptoniana polla».

Ya sé que me repito más que un ajo de repetición, pero ése no es el Supermán al que conocemos y amamos. El que baja gatos de los árboles. El buen chico de Kansas que solo quiere ayudar a todo el mundo, a ser posible sin desnucarlos.
En este ejemplo, los héroes más poderosos del planeta muestran algo de humanidad, aunque también arrasen media Nueva York, mientras que Kal El de Kryptón exhibe una indiferencia absoluta hacia la vida humana.

En este ejemplo, los personajes de Marvel se comportan como héroes y los de DC como hooligans.
Me la pela todo. Fuck the world!
¿Cuál fue la respuesta de DC a esta más que justificada acusación?

Bueno, por un momento creí que habían aprendido la lección. Lo digo por ese arranque de BvS, en el que se nos muestra la Batalla de Metrópolis al nivel de la calle, a través de los ojos de un simple mortal, Bruce Wayne. Si en Man of Steel se ponía el foco en la pelea entre Zod y Supermán (trasunto de dioses del Olimpo en sus egoístas e indolentes pendencias), en los primeros minutos de Dawn of Justice vemos los efectos que su pelea de bar con superpoderes tiene sobre la gente normal, el sufrimiento de las personas inocentes, indefensas ante seres tan poderosos; la ruina y el terror de los pobres diablos que transitan por aceras como la tuya o la mía y pagan el precio de que, sobre sus indefensas cabezas, dos superhombres decidan liarla pero que bien parda.

También me dio esperanza esa escena de Wonder Woman en la que Diana atraviesa la tierra de nadie para poner fin al bloqueo de una trinchera aliada. Elogiosa escena que no me canso ni me cansaré de ver y que me sigue produciendo escalofríos de gusto.
¡A por ellos, Diana! Ahora sí lo digo: ¡ole tu chocho moreno!
Pero no. DC no había aprendido nada. O no lo habían aprendido bien. O lo aprendieron bien pero no del todo. O era demasiado tarde para sacar provecho de la lección. Su solución para minimizar los «daños colaterales» fue trasladar el clímax de sus películas a ambientes despoblados, o casi. Un puerto abandonado en BvS. Una zona arrasada por un accidente nuclear en Justice League, que era tanto como admitir los peores reproches que se les habían hecho a sus personajes: «que sí, que son despiadados y unas bestias a los que se la bufa las vidas de personas inocentes, así que vamos a ponerlos en sitios donde no hagan demasiado daño». Y las escenas de Diana en el museo, al principio de JL, y el rescate de civiles que se reparten Supermán y Flash en esa misma cinta, solo acentúan el agravio.

Es como si DC nos hubiese dado por culo sin a visar pero lo justificase diciendo que solo nos metió los primeros treinta centímetros.

Objetivos poco claros

Cualquier diría que Marvel y DC están dirigidas por dos clases de personas: los que quieren pasta y los que no saben lo que quieren.

Si querían, espacio para risas del público, «una fiel representación de los cómics», ¿para qué cojones le dieron carta blanca a Zack Snyder, cuyo gusto por el gore, la oscuridad y lo truculento estaba más que acreditado? ¡Su primer largo fue un remake de Dawn of the Dead, joder!
¡Tripas! ¡Podredumbre! ¡Cerebros!
Si sólo querían hacer un blockbuster palomitero ¿para qué coño se fundieron 250 millones (que sepamos) en él? 

Si querían hacer pasta a escala Marvel con una peli de superhéroes, ¿por qué no copiaron los aciertos de Marvel en vez de pillarse los dedos con experimentos? ¿Por qué Konga Cola en vez de Pepsi?

¿Quién coño toma las decisiones en Warner Bros.? Lo pregunto porque, a juzgar por las sutiles (y desencaminadas) modificaciones en el carácter de los personajes y en el montaje de las películas (reshoots sobre reshoots), parece que las decisiones las toma twitter. ¿Acusan a Supermán de distante e inhumano? Le ponemos haciendo milagros y trasladamos sus peleas a zonas deshabitadas para que no se cargue a nadie más. Y, en la peli de Wonder Woman, filmamos a nuestra amazona favorita haciendo heroicidades (y luego nos cargamos la peli en ese decepcionante tercer acto). ¿Protestan porque las pelis son demasiado oscuras? Contratamos a Joss Whedon para que las haga más ligeras y ja-ja-chondas.

Joss Whedon no hace milagros. Cuando Josh Whedon se incorporó a Justice League porque en la Warner ya se habían rendido con Zack Snyder y estaban hartos de limpiarse el culo con los borradores de Chris Terrio, la producción ya había terminado y no había suficientes Joss Whedon en el mundo para reparar sus múltiples carencias. Habría sido necesario tirar todo el material filmado a la basura, apoquinar otros 300 millones de dólares y empezar de cero. Explícaselo tú a los accionistas de WB, si eres hombre. ¡Y en medio de una fusión con AT&T!
Insisto: necesitamos más como ella.
Y a los defensores del «Montaje del director» de Batman v Superman me gustaría explicarles que Dawn of Justice no se estrenó mutilada porque en la WB creyesen que nadie pagaría por ver tres horas de peli de superhéroes, sino por el mismo motivo por el cual JL se quedó en hora y media: porque de una peli de hora y media puedes hacer cuatro pases diarios y de una de tres horas solo dos. Así de simple.
(Cuatro pases diarios igual a: más entradas vendidas por día y mayor probabilidad de hacer caja antes de que los primeros espectadores vuelquen sus vómitos en twitter. Dos pases diarios igual a: menos entradas y menos tiempo para atraer incautos desinformados a las salas de cine).
(Así de prosaico. Así de triste).
Y es que, en Hollywood, hace tiempo que los guionistas y los directores no pintan nada. Son solo instrumentos. Ganado. Piececitas reemplazables de un mecanismo mucho mayor y que solo busca perpetuar su propia existencia. Las películas se estiran, recortan y maquillan de modo que atraigan a un perfil de público lo más grande posible. Ésa es la única razón. Por eso cada vez cuesta más encontrar una voz original, un producto valiente, honesto y novedoso. Porque si no sigues la corriente nunca saldrás del circuito indie. Nunca jugarás en las grandes ligas. Nunca te confiarán un presupuesto de doscientos millones. Y tú quieres ese dinero, que hace subir tu caché como director y negociar al alza tu próximo contrato. Aunque sabes que te van a atar de pies y manos y ponerte tantas trabas para que les acabes entregando un producto estandarizado, mainstream, que, en realidad, esa película que rodaste tú la podría haber dirigido cualquiera.

Wonder Woman se jode en su última media hora porque, a pesar de haber hecho una maravillosa película de superhéroes (¡y encima protagonizada por una mujer!), al llegar al tercer acto quisieron atenerse a la fórmula de la Coca-Cola y darle a los espectadores lo que creían que esperaban ver. Justice League se estrenó sujeta con alfileres (y con un metraje reducido al absurdo que eliminaba toda la exposición y el desarrollo de los personajes) porque a la Warner en realidad se la traía morcillona la puta película; después de darle pasta por un tubo a Zack Snyder para que, de alguna manera misteriosa, convirtiese la Konga Cola en Pepsi (algo, por cierto, que ni el todopoderoso Joss Whedon podría haber logrado), habían cerrado el grifo y tocaba estrenar lo que hubiese para recuperar parte de la inversión, que ya daban por perdida.
Pelis para aburrir veo aquí.
En Warner y DC necesitan ya un plan de negocio para sus personajes, que deberían estar haciéndoles millonarios. No hay ningún motivo, absolutamente ninguno, para que, a estas alturas, en Warner no estuviesen ingresando pasta por un tubo con las películas de Batman, Supermán y demás miembros fundadores de la Liga. E incluso de sus enemigos. Se ha hablado de una película de Deathstroke. Sigue en cartera un film de orígenes sobre el Joker. Y todo eso está en el aire porque en WB siguen sin tener un proyecto, siguen divididos entre los que solo quieren pasta y los que no saben lo que quieren y, lo peor de todo, siguen sin entender a su público y a sus personajes.

Y, por si la falta de un modelo de negocio coherente no fuese ya lo bastante grave, además WB parece haber olvidado cómo coño se vende una película. Lo digo porque los tráilers de sus largometrajes de superhéroes destripan literalmente cada punto de giro del argumento. Cuando me senté en el cine a ver Batman v Superman, en realidad ya me había visto lo más sustancial de la película y solo me quedaban por aclarar algunas cuestiones menores (la mayoría de las cuales quedaron sin respuesta cuando se encendieron las luces, todo sea dicho). El exceso de teasers, tráilers, videodiarios del rodaje, featurettes y su puta madre me había proporcionado mucha más información de la necesaria y muchísima más de la que ningún espectador debería poseer en el momento de sentarse en su butaca.
Necesitamos más como ella.
Desprecio al canon

Cuando tienes una tradición que todo el mundo puede reconocer, debes aprovecharla, no cagarte en ella, flagelarla luego y limparte el culo en sus llagas abiertas.

Con la actual hiperinflación de fantoches disfrazados, es fácil olvidar quiénes rodaron la primera superproducción de superhéroes, y por quién estaba protagonizada.
¡Joder, cómo le echamos de menos!
Exacto.

Hace cuarenta años, Warner Brothers y DC Comics sentaron las bases de lo que debe ser una película de superhéroes. Y probaron que era posible hacer dinero, mucho dinero, con este género hasta entonces inexplorado. Antes del Supermán de Richard Donner los superhéroes solo existían en risibles seriales baratiuska, tan inocentones y baratos que ni siquiera voy a enlazar un ejemplo aquí. Y, aunque, después de una tercera parte con regusto a comedia que apenas recuperó la inversión, Warner perdió todo interés por la pelis de mamarrachos con poderes (confiando su patrimonio a desnortados con tan malas intenciones como escaso presupuesto) y no volvimos a ver otra superproducción de Warner/DC hasta 1989, (por cierto, otro éxito clamoroso de crítica y público); en la competición por el cine de superhéroes, Warner partía con ventaja.


Hasta que, en algún momento, decidió cagarse en su patrimonio. En lo que habían aprendido. En la identidad misma de sus personajes. Tiraron la fórmula de la Pepsi y se pusieron a inventar la Konga Cola.

Esto a veces sale bien.
El mejor Joker ever.
Pero la mayor parte del tiempo te sale mal.
¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaagh!
Realmente mal.
Pero mal de cojones, ¿eh?
Cada vez que vuelvo a ver el Supermán de 1978, recupero aquella sensación de maravilla que me embargó la primera vez que la vi; cuando un director sin miedo al abismo y unos efectos de cámara por aquel entonces rompedores, y que han envejecido sorprendentemente bien, me hicieron contemplar un mundo de fantasía.
Ya desde los primeros planos, los responsables de producción dirigidos por John Barry se aseguraron de hacerme saber que me asomaba a un universo alienígena. Y es que a la hora de contar una historia de fantasía importa tanto dejar las reglas bien claras desde el principio como causar una buena primera impresión duradera.
Ese mundo de cristal, con una «tecnología tan avanzada que es indistinguible de la magia», pero poblado por seres idénticos a mí (el necesario factor humano que atrae empatía hacia los personajes), quedó tan indisolublemente unido en mi imaginación a la idea misma de Supermán como la fanfarria de John Williams. Lo único bueno de Superman Returns fue que Bryan Singer respetó la iconografía y el tema musical que ya forman parte del personaje.
(Por cierto que el Supermán de Superman Returns, con todos sus defectos, sí que se preocupa de salvar vidas, aparte de la de su querida Lois. Que para eso está. Joder).
Creo que empecé a sospechar que Man of Steel iba a ser una mierda (aunque deseaba con todo mi corazón equivocarme) cuando supe que Zack Snyder prescindía de la música de John Williams y de la canónica iconografía kryptoniana. Nada que objetar si nos hubiese dado a cambio nuevos iconos visuales y melódicos, pero... ¿un tema musical anodino (tararéame la melodía de MoS si tienes cojones), tramposamente épico y saturado de sintetizadores (o, peor aún, de lo que suena a sintetizadores), y un diseño presuntamente alienígena, basado en góticas formas orgánicas de metal (oscuro, por supuesto) que nos suena a otras mil películas de ciencia ficción plagiadas ad nauseam?

Chúpamela, Zack.
Christopher Nolan no se sentía cómodo con toda la farfolla de fantasía y magia de los cómics de Batman, así que la eliminó de un plumazo en sus películas. Inventó su propia receta de Coca Cola. Pero le conservó el sabor original. No convirtió a Batman en una drag-queen. No se inventó un romance gay entre Bruce y Alfred. No construyó la batcueva en una choza mierdosa de los pantanos de Luisiana. El batmóvil no es un triciclo propulsado por un extintor. No ambientó la acción en Tijuana. Dejó a un lado lo que creía genuinamente que no iba a funcionar pero respetó el alma del Caballero Oscuro.

¿Por qué renunciar a las señas de identidad de tus personajes cuando son tu primera y más efectiva herramienta de venta?
(Porque tus objetivos no están claros, careces de una estratregia..., anda, sigue tú a partir de aquí).
Pero no seais demasiado severos con Zack Snyder. En WB estuvieron a punto de permitir que Tim Burton mandase a Supermán (¡y qué Supermán! ¡Jooooodeeeer!) a un frenólogo
Esto estuvo a punto de suceder. No bromeo.
WB y DC ya se habían cargado la mayor parte de su patrimonio superheroico. ¿Por qué iba Snyder a respetar lo poco que quedaba?

Desprecio a los fans

En su intento por construir una audiencia más amplia para sus películas de superhéroes, pero con un sabor de Cola completamente distinto, en WB han expulsado de las salas de cine a la misma gente a la que van dirigidas esas películas.

Habían establecido cómo se rueda una película de Supermán, habían establecido cómo se rueda una de Batman (y también cómo no se rueda; dos veces). No parece difícil, ¿verdad?, encuentra una buena historia, recluta a un director con talento y átale no tan en corto que no pueda respirar ni le des tanta correa como a Michael Cimino.
¿Es que ya no quedan directores de cine, ni guionistas con oficio?

Oh, sí, por supuesto.

Pero, como ya hemos dicho, ahora las decisiones creativas sobre las películas del DCU las toman los contables de WB. La gente que tiene que responder ante la junta de accionistas cuando toca reparto de beneficios. Y esas personas no quieren sorpresas. El dinero es cobarde y, pese a todas las evidencias en contra, en los grandes estudios de cine sigue habiendo personas convencidas de que hay valores seguros en los que invertir su dinero. De que si adaptas tu película a un cierto formulario, harás negocio.

Así fue, entre otras cosas, cómo en New Line Cinema jodieron It.
(Señores de New Line Cinema: su película me gustó, pero fui al cine a ver una historia de Stephen King, no Los goonies con payaso asesino).
Además está el hecho de que el corta y pega dirigido desde los despachos de WB ha supuesto una bofetada en la cara del espectador e introducido cambios radicales en el mismo universo cinematográfico que intentan construir. ¿Qué puedo decir sino que la tercera parte de las escenas de los teasers y del tráiler de Justice League se cayeron del montaje definitivo? Y la resurrección de Supermán es tan diferente a lo sugerido por el plano final de BvS que esa escena nos exige ser eliminada de nuestra memoria para poder mantener una mínima continuidad con lo narrado en Justice League.
Había tantas manos recortando y añadiendo metraje a JL que nadie se paró a pensar en el mensaje que ese galimatías, ese confuso monstruo de Frankenstein, estaba enviando a los fans:
«Estamos convencidos de que os comeréis cualquier mierda que os tiremos. Freaks!».
Pues lo siento pero no.

Carencia de un villano a la altura

El pobre de Jesse Eisenberg hace lo que puede con el papel que le dieron, que no es poco.

Pero el que escribió ese Lex Luthor debería ser embreado y emplumado. Para resumir: ¿en qué momento el bizantino maquinador de la primera mitad de BvS, siempre un paso por delante de los dos héroes más carismáticos de DC, se convierte en el «pensándolo mejor, esto es una pérdida de tiempo; déjame hacer un monstruo asesino del tamaño de un autobús y que lo reviente todo a hostias».
Lex Luthor, ese genio criminal que ha logrado enfrentar a muerte a dos superhéroes, se mete en un laboratorio alienígena y crea una bestia casi omnipotente a la que no podría controlar ni aunque quisiera.

Lex Luthor (ese cerebro privilegiado que quiere manufacturar armas con kryptonita por si algún día Supermán se sale de madre y amenaza a la humanidad) va y crea a Doomsday, una amenaza para la humanidad mil veces peor que Supermán.
¿Cuál es el mensaje de este giro de guión? ¿«Chris Terrio y David S. Goyer no sabían cómo coño introducir al personaje de Doomsday» (con lo cual no sé para qué coño les pagaban) o «El supervillano más inteligente de DC es subnormal perdido?»

Y el propio Doomsday no es ninguna joya: una mala bestia hecha por ordenador, sin carisma, ni trasfondo, ni motivaciones, más allá de reducirlo todo a mierda. Ni siquiera queda claro por qué coño ataca a Supermán y Batman nada más verlos. ¿Simplemente es así de cabrón?
¿Y qué decir de Ares, en Wonder Woman?¿De verdad viste en esa película a la Némesis de Diana de Themyscira, al siniestro e implacable dios de la guerra, Ἄρη ΑνδρειφοντηςAres Asesino de Hombres»; un poco de griego clásico para hacerme parecer más inteligente), de quien Zeus, su propio padre, renegaba?
(¿Y qué decir de Hela, en Thor: Raganarok?; aunque solo sea por mentar a la competencia, que también tiene lo suyo).
¿Qué decir de Steppenwolf, en Justice League?

A ver, porque esto toca el carallo cacho largo, ¿contratas a Ciarán Hinds, uno de los mejores actores vivos, y luego haces unas capturas de vídeo de su cara, grabas su voz, la pasas por un montón de filtros hasta hacerla irreconocible y pones todo eso en una mala bestia (apenas) cocinada por CGI? Ciarán ni siquiera llegó a ver a sus compañeros de reparto. Leyó sus diálogos, cobró su cheque y volvió a casa.

¿Cómo cojones se puede trabajar así? ¿Cómo va un actor a transmitir animadversión, soberbia o desprecio en el papel de villano si ni siquiera les ve la puta cara a sus antagonistas?
Pura y simplemente, esos monstruos de Frankenstein hechos por ordenador no producen sensación de amenaza alguna. No son lo bastante realistas para inspirarnos la lógica inquietud de quien se cree lo que está viendo (pero se da cuenta de que algo no funciona) ni tampoco lo bastante alienígenas para producirnos la zozobra cósmica de un observador enfrentado a una visión completamente ajena a su experiencia cotidiana. Tampoco son lo bastante humanos como para que los consideremos algo más sólido que final bosses de un videojuego.

Y mejor no entramos a valorar sus frases, ni sus trasfondos y motivaciones. Porque de éstas no tienen y de aquellas es como si no tuviesen. Bicho cabrón aparece. Le damos de patadas en la nuca, que para eso somos los buenos. Fin.

Entonces ¿está todo perdido?

No. Por supuesto que no.

Y espero poder dejarlo muy claro en la próxima y última entrega de esta serie.

Nos vemos.

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