jueves, 23 de enero de 2020

Ya no hacen drogas como las de antes

Ay.

Ay, Harlan Ellison mío.

Van a hacer un remake de Aullidos, un clásico del cine de terror de los años 80. Se lo han encargado al autor del remake de It.

Y ya sé que no debería escandalizarme, porque también van a hacer un remake de Doce del patíbulo, que ya tiene cojones que vayan a joder otra de mis pelis favoritas de sábado por la tarde.

De lo cual me enteré poco después de saber que en Hollywood estaban sopesando un remake de El fugitivo, que era a su vez un remake de 1993 de la serie de televisión de los años 60.

Y, hablando de series, van a remaquear Kung Fu, con una pequeña saltamontas en vez de un pequeño saltamontes. Y ésta era una serie que me encantaba, con toda esa filosofía presuntamente oriental (en realidad eran potorradas de libro de autoayuda) y las risibles escenas de artes marciales (David Carradine no tenía puta idea de kung fu y se notaba a rabiar; Bruce Lee iba a ser el prota de la serie pero nadie quiso poner un duro en una serie de televisión protagonizada por un chino interpretado por un chino).

Échale un ojo a la cartelera de tu barrio y a los próximos estrenos y empieza a vomitar.
Me ha pasado.
Han hecho remake de The Grudge.

Van a hacer remake de New Jack City.

Cara a cara (¿¿¿¿¿¿Por qué??????).

Hellraiser. ¡Si la original es perfecta! ¿Qué van a hacer? ¿Un Hellraiser PG-13?

La princesa prometida, ¡CABRONES!

Disney, con encomiable desvergüenza, ya ha convertido en una industria hacer remakes en 3D o con actores de sus pelis de animación. Han caído, hasta el momento, a menos que la memoria me traicione, Aladdin, La bella y la bestia, El libro de la selva, El rey león y 101 Dálmatas y Mulán, de próximo estreno.
Y, viendo el panorama, no puedo menos que comprender que Triki, el monstruo de las galletas, decida que no merece la pena curarse de su adicción.
A un amigo mío le ha pasado.
¿Qué aportan todas estas «reinterpretaciones» de películas ya rodadas?

Absolutamente nada. Lo de El rey león es de cortarse la picha en finas lonchas, porque literalmente han fusilado la película original plano por plano.

Y no, no veo por qué tendríamos que conformarnos. No entiendo el argumento de «si te gusta realmente el cine irás a verlas igual». Porque es falaz. Porque si te gusta la buena mesa, pero solo te sirven mierda putrefacta, no comértela es más que una opción respetable. Es lo que se espera de ti. Es tu puto derecho. Por los cojones de Backaroo Banzai y los Hong Kong Cavalliers, no hagas como ese colega mío que, harto de que todas las chavalas le mandasen a tomar mucho por el culo, empezó a convercerse a sí mismo de que su historial de fracasos vaginales se debía a que, en realidad, lo que le iban eran los rabos.
Conozco a alguien a quien le ha pasado.
Cuando pagas por un producto, tienes derecho a exigir que te entreguen el mejor producto posible por tu dinero. Desde el punto de vista estrictamente económico, levantarte en mitad de la película y largarte es más rentable que quedarte hasta el final con la esperanza de que mejore o para justificar el precio de la entrada. Si estás sufriendo más que en manos de Pinhead y sus cenobitas, permanecer en tu butaca cuando ha quedado claro que la peli es una mierda «porque si me largo pierdo la pasta de la entrada» es tanto como decir «soy profundamente retrasado y estoy pagando para que me torturen».
Así que, ¿por qué voy a ir al cine a ver algo que ya he visto, una historia que ya conozco, que ya me han contado?

Han hecho el remake de Mujercitas. En clave feminista, al parecer.

Como si la novela no fuese lo bastante feminista.

Parece ser que la película es una maravilla. Yo no lo sé porque no he ido a verla. Y no he ido a verla porque ya me he visto como sesenta mil adaptaciones cinematográficas y televisivas de Mujercitas, la mejores y las peores.

No necesito ver otro remake de Mujercitas. ¡Joder, que Louisa May Alcott no es Shakespeare, copón! ¡No queda nada por explorar ni desarrollar de su libro! Cuatro hermanas que luchan contra la adversidad en una época en la que la mujer solo podía empoderarse, y poco, si se casaba o era millonaria. Punto. ¿Qué más hay que contar de Mujercitas?

¿Por qué la industria del cine se empeña en venderme productos más que agotados?
¿Se han muerto todos los guionistas?

¿O es que la nueva generación de escritores son todos unos ineptos incapaces de parir una idea original?

Abrumado por estas preocupaciones me entero del anuncio de Warner Bros: a partir de ahora, emplearán inteligencia artificial para mejorar el proceso de selección de sus películas.

No te lo pierdas: los directivos de Warner Bros. creen que, hasta ahora, lo habían estado haciendo bien.

Y en ese momento algo hace «click» y todo encaja en su lugar. Y te sientes como unas bragas sucias. Y ojalá no lo hiciese, porque es el equivalente intelectual a descubrir, al final de una paja especialmente gustosa, una milesima de segundo antes de que te salga la primera gota de zumo de perlas, que Riley Reid es clavadita a tu dulce hermana de quince años.
El amigo de un amigo conoce a alguien a quien le ha pasado.
En Warners Bros. ya no confían en sus escritores, ya no confían en sus directores, en sus actores, en sus fotógrafos, en sus músicos, en sus técnicos. Se han convencido de que no tienen todos ellos juntos ni media puta idea de cómo se hace cine y quieren que, a partir de ahora, sea una máquina la que les aconseje qué guiones rodar, qué actores los protagonizarán y en qué papeles, qué director firmará la película, qué enfoque le dará a la producción, cuántos chistes incluirá, a qué audiencia irá enfocada, cuánto se invertirá en la producción.

En Warner Bros. han decidido que los artistas no tienen ni puta idea de hacer Arte y que el Arte, esa manifestación pura de la creatividad humana, debe ser confiada a UNA MÁQUINA.
A Riley es que estas cosas le llegan muy adentro.
Todo. Absolutamente TODO está mal en esa idea.

TODO.

¿Tengo que explicar por qué?
(Simplemente hay días en que me convenzo de que sigo librando una guerra que ya ha terminado. Y la perdimos. Todos).
(Y ¿qué cojones está haciendo Scorsese al respecto? ¿Va a quedarse callado esta vez?).
Me acabo de ver The Room, que es el producto de un director que se vio una película de Tarkovsky, y le sentó mal. Y en ningún momento dejé de ver las puñeteras vías del travelling. Y una película de la que puedes predecir cada escena con minutos de antelación, una película que no te permite olvidar en ningún momento que estás viendo una película, es una mala película. Lo único que podría haber endulzado el mal trago era un desnudo de Olga Kurylenko. y no lo tuvimos.

Poco antes había visto The Dead Center. Creo que nunca había pasado menos miedo viendo una película de terror. Y el que esto escribe se ha visto todas las de Manolo Escobar.
(¿Qué pasa? Todos tenemos un pasado).
The Operative. Me dormí a los cuarenta minutos.

Long Shot. Se supone que era una comedia. No me reí, ni una vez.

¿Cuál fue la última película que consiguió conmoverme, hacerme olvidar que estaba viendo una película, meterme en la acción de lleno y hacérmelo pasar mal en algunos momentos y bien en otros?

Rambo: Last Blood.

Que te da exactamente lo que promete: hiperviolencia descerebrada y casi cero guión al estilo de las pelis de machotes hormonados de los años noventa.
La última película que olvidé, durante menos de hora y media, que era una película, es un largometraje pésimo rodado al estilo de los títulos de acción desparramada que llegaban a los cines, o salían directamente a vídeo, hace treinta añacos.

Y ése es un pensamiento desolador.

En el mundo del cine, en las novedades de las editoriales, en la industria de la música... todo es tan dolorosamente artificial, tan ignominiosamente desganado, tan evidentemente manufacturado por un equipo de marketing que la verdadera creatividad parece arruinada, proscrita, rota.

No es extraño que alguien quiera confiarle ese trabajo a una máquina.

Hay cine más allá del cine de superhéroes, de las secuelas y los remakes.
Hay música más allá de las radiofórmulas, los clones de Beyoncé y las boy-bands de estudio de mercado.
(Y rodar un videoclip es más que poner ojitos de emporrada y susurrar. ¿Me oyes, Billie Eilish? ¡A ver cuándo te haces una moza hecha y derecha y de pelo en pecho y ruedas videoclips como un macho!).
Hay Literatura más allá de... la mierda que sea que publiquen ahora. La verdad es que empieza a darme un poco lo mismo.

Pero...
«La pasion est toute l'humanité. Sans elle, la religion, l'histoire, le roman, l'art seraint inutiles».
Honoré de Balzac
El arte es una expresión de la sensibilidad humana.

Una máquina no puede tener sensibilidad humana. Nunca. Por muy avanzada que sea.

Lo único que una máquina puede darnos es una fórmula. Una franquicia. Un millón de productos absolutamente indistinguibles los unos de los otros y que se acuñan en base a un formulario de lo que se espera que resulte económicamente provechoso. Contratas a un guionista y le das una plantilla sacada del último éxito de ventas para que vaya marcando casillas.

Contratas a un guionista y le pagas para que apague su imaginación. Desactive su cerebro. Se limite a copiar. Para que no sea creativo.

Contratas a un escritor y le exiges que no escriba. Que sea un cobarde. Un mercenario. Un simple copista.

Una máquina.

Lo cierto es que cada vez tiene más sentido que en Warner quieran confiar las decisiones creativas a una máquina.

Los estudios de cine llevan varios años haciéndolo. The Room, The Dead Center, The Operative, Long Shot... han sido escritas y dirigidas por personas que no se han preocupado lo más mínimo por ser creativos, por hacer un buen trabajo, por ser indistinguibles de máquinas, que se han limitado a copiar fórmulas ya agotadas por repetición y que si alguna vez fueron originales, llevan obsoletas por lo menos desde los tiempos del cine mudo.

Mira las películas de Marvel Studios. ¡Y gozo como un marrano en una letrina con la mayoría de ellas!, pero ¿no son todas iguales? Objeto de poder (el teseracto, la armadura de Iron Man, una joya del infinito, el martillo de Thor, las partículas Pym de Ant-Man...), villanos que quieren conseguirlo a toda costa, héroes que intentan impedirlo con todos sus medios, los mismos arcos de transformación, el mismo ritmo, el mismo estilo de música, los mismos chistes, contados en los mismos momentos, la misma fotografía, los mismos estereotipos de personajes...

La fórmula de las franquicias cinematográficas MATA neuronas a ambos lados de la pantalla.

Dime una sola diferencia entre Fast & Furious 3 y Fast & Furious 7.

Estoy esperando.

Soy de la generación que recuerda carteles de películas que eran verdaderas obras de arte. Auténticas pinturas en las que uno o varios artistas expresaban su inspiración y demostraban su dominio de la técnica. Eran carteles humanos hechos por seres humanos como Drew Struzan, Saul Bass, Roger Kastel o Greg y Tim Hildebrant. Artistas humanos que hacían arte humano para seres humanos y nos conmovían en el proceso.
Lo has visto mil veces y no sabías que era de los Hildebrant.
Hoy en día, el cartel de una película es una composición hecha con Photoshop.

Y además, también hace tiempo que todos ellos se ajustan a un formulario, como este usuario de Twitter ha descubierto. Si tuviésemos que deducirlo de los carteles, no nos quedaría más remedio que concluir que solo hay once tipos de películas:

1. Películas de acción azul y naranja.

2. Películas de patorras femeninas.

3. Películas de protagonista desenfocado.

4. Películas de parejas apoyadas la una en la otra.

5. Películas de dar la espalda a contraluz.

6. Películas de vestido rojo.

7. Películas negro y naranja.

8. Películas de niebla melancólica.

9. Películas de ojo.

10. Películas amarillas.

11. Y películas de Tom Cruise de perfil.

¿Dónde está la creatividad aquí?

¿Dónde está la sensibilidad humana?

¿Dónde está el arte?

Mira este cartel de la década de los 80:

y compáralo con estos:
Encuentra las siete diferencias.
Y ahora fíjate en la plantilla que usa Disney para los carteles de sus películas:

Y compáralos con este cartel, de lo más reciente:

O con éste, aún más reciente y que prueba que aún es posible salirse del puto formulario:

Warner Bros. ha decidido que la gente no sabe realmente hacer películas, que mejor se lo encargan a un robot.

Porque, y mira que nos hartamos de decirlo, hace tiempo que en Warner, y en toda la industria del cine, de la literatura y de la música, hace tiempo que no se crea Arte. Se crean franquicias. Productos que permitan vender muchas camisetas, tazones y suscripciones a Disney+.

Porque en los grandes grupos editoriales hace tiempo que llegaron a la conclusión de que la gente no sabe lo que quiere. Que hay que enseñárselo. ¿Y quién mejor para hacerlo que una máquina que pueda reducir una película, un libro, un disco, al nivel del más agilipuertado de sus posibles consumidores?

Un amigo mío está seguro, y no se cansa de decirlo, de que Todd Phillips en realidad no quería hacer una película sobre el Joker. Que su historia iba sobre un simple marginado. Un enfermo mental rechazado por la sociedad que acaba convirtiéndose en icono de una revuelta de los desposeídos. Ése era el plan, pero Todd Philips no consiguió que le prestasen ni un euro de madera para su producción hasta que dijo que el protagonista podía ser, ¿por qué no?, la némesis de Batman. E incluso entonces le dieron cuatro duros. Lo que gastan en Warner en farlopa un fin de semana tranquilito.

Y, como no formaba parte de una franquicia, ni estaba dentro de la continuidad de un posible DCU que, gracias a la incompetencia de Warner, ni siquiera sabemos si existe, le dieron carta blanca.

Y Todd Phillips hizo con su película lo que le salió de los cojones y rodó tal vez la mejor cinta de 2019. Y una de las más rentables, por añadidura.

Porque no dependía de una máquina que escogiese por él al reparto.

El guión.

La fotografía.

La música.

Porque hizo una película humana, protagonizada por personajes humanos, que conmueven a los espectadores humanos.

Ay, Harlan Ellison, ¡qué mal has hecho al marcharte!
(Y, mira, subo otro gif de Riley porque... porque... porque es que me pone a morir, la muy guarrilla. Y ella ya lo sabe. Y sus abogados también).
Cásate conmigo y hazme un hombre decente, Riley.
Warner Bros. va a confiarle las decisiones creativas a una máquina.

¿Y tú? ¿Qué vas a hacer al respecto? ¿Vas a negarte a ser cómplice de esta infamia o colaborar en la destrucción del alma humana?

A mamarla. Ambos sabemos la respuesta.

2 comentarios:

  1. El artículo me ha hecho recordar un episodio de South Park en el que Cartman se disfraza de robot (AWESOM-0) para tomarle el pelo a Butters y termina secuestrado por los directivos de la Catamount Pictures (que piensan que es un robot de verdad) para que les de argumentos para sus próximas dos mil películas. Si va a ser verdad que entre The Simpsons y South Park ya se ha predicho todo lo que nos va a suceder en las próximas décadas.

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  2. Nuestros antepasados tenían la sibila de Cumas y nosotros tenemos a Los Simpsons.

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Ni SPAM ni Trolls, gracias. En ese aspecto, estamos más que servidos.