sábado, 20 de septiembre de 2025

El recastado Capitán Bravido

Danny DeVito estuvo a punto de perder los cojones durante el rodaje de Batman vuelve, en 1992.


El incidente que estuvo a punto de arruinar la vida sexual de la pobre Rhea Perlman sucedió durante una de las escenas del ping...

«Señor Sommer, ¿para cuándo la crítica de Capitán América: Brave New World

¡Aaah! ¡Pero qué cojon...! Señorita, no me joda, ¿cómo coño ha entrado aquí?

«Me envía la agencia. Aparentemente ha habido algún problema con su Lector Cojonazos asignado. Soy su sustituta».

Pero ¿qué sustituta ni niño muerto? ¿Cómo ha encontrado este sitio? ¿Cómo conocía el código de la puerta balística? ¿Cómo ha pasado por el foso de los cocodrilos mutantes con picor de ano? ¿Y por la tierra de nadie batida por fuego de morteros cargados con ojivas termobáricas? ¿Y por el perímetro mortal de obispas pelotinas, votantes de Podemos y transmisoras de la glosopeda?

«Mis ojos están aquí arriba, señor Sommer».

Pero, señorita, por Sara Sampaio Dominátrix ora pro nobis et tollis pecata mundis in dubio pro reo ex machina motu proprio, que esto no es serio, cojón. No puede usted tetar así, en una propiedad tetada, como si esto fuese su teta, y tetar a un ciudadano particular.

«No sé qué decirle, señor Sommer. A mí me manda la agencia con un contrato por obra y servicio. Yo hago mi jornada, usted me sella 
la hoja de trabajo, vuelvo a la agencia y me pagan. Así me han explicado que funciona la cosa. Y mis ojos siguen aquí arriba».

¡Pero... teta! ¿Qué tetas? ¿Cómo tetas va la teta... está tetamente tetando que...?

«Aquí. Arriba. Señor. Sommer. ¿Ve usted el canalillo? Pues siga subiendo, por lo menos hasta los labios. He dicho subiendo, señor Sommer. Está usted bajando. Se ha equivocado usted de labi... ¿Es eso una mascarilla de oxígeno, señor Sommer?».

[Inhala] Mira guapa [inhala], tú eres una mujer con estudios, y yo eso lo respeto, como decía Manquiña. Pero no puedes entrar en mi fortaleza de la soledad, con unas berzas [inhala, inhala] como cabezas de Tyrion Lannister, y empezar a dar órdenes como si ésta fuese tu puta cas... ¡Además, ya hemos dicho todo lo que se podía decir de esa película en la entrada de la bitácora en la que hablamos de los Thunderbolos!

«Señor Sommer, si hace usted la crítica de la película, le enseño un pezón en esa piscina que tiene ahí fuera».

Capitán Afroamérica: El nuevo mundo bravido no es la mierda que nos temíamos pero tampoco la película que Marvel Studios necesitaba.

En esta nueva entrega del MCU, que se suponía que deberíamos habernos visto antes de ver Thunderbolos, ese quiero y no puedo de Vengadores de marca blanca que desollamos aquí, Sam Wilson, ya asumido su rol como heredero del escudo del Capitán América, es convocado por el presidente electo de los Estados Unidos, y que no es otro que el ex general Thaddeus Thunderbolt Ross, harto ya de perseguir a Hulk e intentar meter en vereda a los superhéroes con los Acuerdos de Sokovia, que le encarga reunir un nuevo grupo de mamarrachos con poderes, bajo su liderazgo, y sometido directamente a las órdenes de la Presidencia.

«Alerta de espóilers, señor Sommer. Que no se le olvide. Más vale prevenir que tener que lamentar».

Pero señorita, que se me está usted subiendo a las barbas como una...

«Mis pezones son de una belleza sobrenatural, señor Sommer. Rosados. Rodeados de bultitos y con algunas arruguitas muy graciosas».


Antes de que Sam pueda decidir si acepta o no la oferta del presidente Ross, hay un intento de magnicidio múltiple en la Casa Blanca, protagonizado por agentes durmientes a los que, al parecer, han lavado el cerebro (entre ellos, Isaiah Bradley, uno de los intentos frustrados de recrear el suero original del Supersoldado que dio a Steve Rogers sus poderes, y que no conocíamos porque no leímos Truth: Red, White & Black, transparente negrificación temprana del Capi, ni hemos visto Falcon y el Soldado de Invierno).

Así que, de repente, Sam Wilson y su adláter, un nuevo Falcon que tiene la cara de Danny Ramírez because reasons, se encuentran investigando una conspiración internacional contra la vida del presidente Ross y otros magnatarios internacionales, esquivando los atentados de Sidewinder (Giancarlo Espósito) y quedándose con cara de Pikachu sorprendido cuando empieza a ser obvio que el presidente Ross, por misteriosas razones que se irán revelando a lo largo del metraje, no tiene ningún interés en que lleguen al fondo del asunto y hace cuanto puede para estorbarlos.

A partir de ahí, la fórmula habitual: peleas con superpoderes, coreografías que desafían las leyes de la física, guion tontorrón, antagonistas llamativos, un derroche de CGI y una historia con pretensiones de madura y sofisticada pero más obvia y predecible que las intenciones de Riley Reid cuando te manosea el paquete y se relame con efusión de saliva.


La intención de Capitán Afroamérica: El nuevo mundo bravido, de convertirse en la nueva Capitán América: El soldado de invierno  es tan transparente que es casi invisible. Lamentablemente, como prácticamente todo lo que ha salido, en los últimos diez años, del útero de ese monstruo bicéfalo llamado Marvel/Disney, la película no da la talla. Defrauda a su predecesora. No alcanza el nivel dejado por El Soldado de Invierno. Sufre de eyaculación precoz como un adolescente al recibir una sola mirada de los felinos ojos verdes de Riley Reid. 180 millones de presupuesto declarado. Sobrecostos y reshoots que, según algunas fuentes, sumados a los gastos promocionales, alcanzaron otros doscientos millones de propina, y un batacazo en taquilla con poco más de cuatrocientos quince millones de recaudación que certifican el escaso interés que ha despertado este largometraje entre los fans que, antaño, corrían como Speedies Gonsáleses a verse en pantalla grande TODO lo que llevase la marca Marvel.

Verdes. VERDÍSIMOS.

Y sí, es realmente difícil cuantificar el verdadero coste de producción de una película de estas características, y por lo tanto ofrecer cifras realistas y estimaciones informadas sobre la rentabilidad de un blockbuster. Y es realmente difícil no sólo porque los estudios de cine han convertido en vicio público ofuscar los datos financieros de sus producciones (y si te pica el tema, amado lector, aquí puedes acceder a un, por difícil de creer que lo parezca, SUPERFICIAL análisis de la economía de la industria cinematográfica), sino porque cada película (al menos en los países en los que existe una industria cinematográfica propiamente dicha, algo que en España, con nuestro cine subsidiado hasta el culo, no podemos decir) es una empresa en sí misma y la venta de entradas es sólo una de las diversas fuentes de rentabilidad de la misma.


Los indocumentados de costumbre y los bocazas con cuenta de Twitter siguen diciendo que Los 4 Fantásticos: Primeros pasos, que ha recaudado, hasta la fecha, quinientos diecinueve millones, ha sido un sonoro fracaso porque no ha llegado aún, y previsiblemente jamás llegará, a los mil millones. ¿Tiene algún sentido explicarle a esa gente, ejemplos vivientes del efecto Dunning-Kruger, que, incluso antes de que la nueva película de la Primera Familia de Marvel llegase a las pantallas, ya había recaudado unos 130 millones en patrocinios (Samsung, Space X, Google...)? Sería perder el tiempo.

(Bola extra: la otra competidora de este duelo absurdo que les ha puesto a algunas personas, con demasiado tiempo libre, el carallo como el pomo de una puerta, el Supermán de James Gunn, ha tocado techo con seiscientos quince millones de dólares, que es UN PASTIZAL lo mires por donde lo mires).


Pero no vamos a reabrir el melón de la financiación cinematográfica, que es mucho más compleja de lo que puede dar a entender la «introducción a la economía del cine para dummies» que te ofrecimos en la entrada enlazada más arriba. Vamos a hablar de Capitán Afroamérica: El nuevo mundo bravido. Que es mala. Pero no horrible. Que podría haber sido peor. Y no lo ha sido por accidente y por los reshoots. Que tampoco ha sido mejor porque no ha empleado los ingredientes que un plato más palatable habría necesitado.

No puedes hacer espagueti a la boloñesa con cartón mojado y mocos.

No puedes hacer Capitán América: El soldado de invierno 2 con estos ingredientes. No importa lo mucho que lo intentes. La ilusión que le pongas. Lo buenas que sean tus intenciones. Tu espagueti a la boloñesa va a saber a cartón mojado y mocos.

Me explico:

Capitán América: El soldado de invierno está dirigida por Anthony y Joe Russo. Sí, los mismos hermanos Russo de Endgame e Infinity War (bueno, y también los directores de Estado eléctrico y los productores, entre otras cosas, de Citadel, con Richard Madden más o menos clonando a su personaje de Bodyguard y Priyanka Chopra estando RRRRRRREBUENA).

Los hermanos Russo no son unos genios. Por ejemplo, parece que Citadel no está funcionando demasiado bien. Se han cancelado sus spin-offs y retrasado hasta 2026 el estreno de la anunciada segunda temporada. Al conglomerado Amazon/MGM no se la ponían gorda los gastos de producción crecientes de este carísimo capricho ―300 millones de dólares― de los hermanos Russo, aquí productores. Tampoco se puede decir que Estado eléctrico esté especialmente bien escrita, pero al menos es entretenida, aunque casi cualquier película de Chris Pratt haciendo de Chris Pratt es, por definición, divertida. Porque Chris Pratt es, por definición, muy divertido.

Los hermanos Russo no son unos genios, pero sólo las películas de la marca Marvel dirigidas por ellos han recaudado más de cinco mil quinientos millones de dólares en las taquillas internacionales.

¿Quién coño es Julius Onah, el director de Capitán Afroamérica: El nuevo mundo bravido?

No tenemos ni idea. Antes de Capitán Afroamérica: El nuevo mundo bravido, ha dirigido Luce, que no hemos visto y de la que no podemos por lo tanto dar opinión alguna, The Cloverfield Paradox, que no hemos visto y etcétera, The Girl Is in Trouble, ídem de lienzo; nueve cortometrajes y un videoclip de Avicii.

Y, cuidado, el talento no se refleja necesariamente en un largo currículum profesional. Pero, viendo Capitán Afroamérica: El nuevo mundo bravido, resulta demasiado fácil llegar a la conclusión de que a Julius Onah le faltan tablas. Y sería una apreciación sesgada e injusta, toda vez que a este hombre, en palabras de Tim Blake Nelson, que en la película hace de Samuel Sterns/Líder, con los reshoots, los de Marvel Studios le han hecho volver a rodar la misma película película al menos DOS VECES.

Quizá ni siquiera Stanley Kubrick habría conseguido sacar algo en limpio de ese rodaje accidentado, intervenido y microgestionado por los ejecutivos de Marvel Studios/Disney. No vamos a echarnos a la yugular del pobre Julius Onah porque este largometraje sea, seamos justos, tan MEJORABLE,

Capitán Afroamérica: El nuevo mundo bravido no es mala. 
Va en serio. Tampoco es buena. Está mal hecha. Tiene demasiada sal, o no la suficiente. Se ha pasado de cocción, o no ha llegado todavía al punto de ebullición. Julius Onah no ha conseguido que Capitán Afroamérica: El nuevo mundo bravido se parezca a El soldado de invierno. Quizá porque no sabía. Quizá porque nunca fue esa su intención y la película sólo se medio parece al bautismo de fuego de los hermanos Russo en el MCU porque se lo impusieron los mandamases de Marvel Studios en los reshoots declarados imprescindibles ante la reacción del público de prueba durante los pases preliminares, que divagó entre la indiferencia y la náusea.

En los créditos de esta película figuran como escritores Rob Edwards, Malcolm Spellman y Dalan Musson. Rob Edwards tiene una dilatada experiencia como escritor para televisión (Better Days, Padres forzosos, Un mundo diferente, El príncipe de Bel-Air, Roc) y películas, un par de ellas de Disney (El planeta del tesoro y Tiana y el sapo).

Spellman y Musson, co-escritores de esta película, vienen del mundo del videojuego y parecen haber coincidido en la miniserie de Falcon y el Soldado de Invierno. O sea que los tres son gente de la casa, de cuando Marvel ya era Disney o directamente de Disney. Y si tal vez para este proyecto (con la inconfesada pero evidente intención de hacernos el «trágala» con un nuevo Capitán América racializado) se ha priorizado la fidelidad a la compañía por encima del talento tendrá que ponerlo, negro sobre blanco, una pluma mejor informada. Lo que sí es dolorosamente evidente es que la mezcla de acción, ciencia-ficción y espionaje de Capitán Afroamérica: El nuevo mundo bravido no está tan bien encolada como podría haberlo estado si el guion hubiese salido de la tecla de otro u otros autores. Como película de acción es genérica y olvidable. Como historia de superhéroes, estereotipada y poco interesante. Como largometraje de espionaje, intrigas internacionales, te deja un poco a medias. Donde las dos últimas iteraciones de Misión Imposible, el referente más cercano de este producto, te agarran por el gañote y no te sueltan hasta tres horas después de los créditos finales, la película del hermano Russo nigeriano pasa por tus tragaderas sin apenas tocar el paladar. La ves, disfrutas de algunas escenas lo que esas escenas te permiten (que no es mucho, porque se quedan a medias), te lamentas de todas las tramas que no se han desarrollado, por todos los personajes y temas que no se han explorado con la suficiente profundidad. Ves lo que Capitán Afroamérica: El nuevo mundo bravido podría haber alcanzado en otras manos, y dices, «¡cachis!».

Y luego pasas página, porque en realidad no te interesa demasiado este Capitán América africanizado que no es Steve Rogers, y que por ese pecado original nunca será el auténtico Capitán América sino un suplente que le calienta el escudo al próximo actor que Marvel/Disney designe para vestirse con las barras y estrellas suponemos, esperamos, incluso nos tememos, después de los eventos de Doomsday  y Secret Wars.

Porque quizá la mayor rémora de esta película no sean tanto el director como los escritores, el guion o los reshoots que intentaron amortizar una producción quizá condenada de antemano, sino que Anthony Mackie no puede llenar los zapatos de Chris Evans. Con todo nuestro cariño y respeto, el Halcón es el Halcón, aunque lleve el escudo del Capi, y el Capitán América es el Capitán América, hasta sin su escudo. Esto es lo que hay y no tiene sentido negarlo. No puedes alterar radicalmente las características definitorias de un personaje y esperar que siga siendo reconocible y aceptado por su público objetivo. Peter Parker es Spiderman. Clark Kent/Kal-el es Supermán. James Bond es 007. Bruce Wayne es Batman. Steve Rogers es el Capitán América (salvo cuando pierde la fe en los Estados Unidos, cuelga el escudo y se convierte en Nómada, pero eso queda para los freaks más puntillosos de la bitácora).

Tal vez Sam Wilson tenga el buen corazón, la voluntad a prueba de balas, la vocación y el patrotismo del Capi, pero no es Steve Rogers y eso, por extensión, vuelve imposible que sea el Capitán América o lo condena a que lo sea sólo un poco, o a que parezca estar guardándole el sitio al Steve Rogers de otro universo o línea temporal (tal vez secuestrado por un atolondrado Deadpool) que venga a reclamar sus derechos.

No ayuda a conectar con esta película que la muy puñetera sea un convoluto de piruetas del canon y personajes recasteados, anglicismo bastardo que significa ni sustituye al gallego «recastados», que significa «mestizos, cruzados, nacidos de padres de diferentes razas o castas». Harrison Ford retoma el papel del general Thaddeus Thunderbolt Ross, obsesionado con matar a Hulk, que en la película de Ang Lee interpretó Sam Elliot y en la de Louis Leterrier  tenía la cara de William Hurt, que también desempeñó ese rol en Capitán América: Civil War, en Infinity War y Endgame. Y si Hurt no regresó para esta nueva película del Capi que no es una película del Capi es sólo, mucho nos tememos, porque tuvo la infeliz ocurrencia de morirse en 2022 (algo que, estamos seguros, le fastidia muchísimo).

Pero fíjate la bullabesa mental que provocan estas decisiones de reparto: Capitán Afroamérica: El nuevo mundo bravido ha descanonizado el Hulk de Ang Lee pero canonizado el de Louis Leterrier... un Increíble Hulk en el que Bruce Banner/Hulk era interpretado por Edward Norton, a quien Marvel Studios etiquetó, implícitamente, de no ser un «buen jugador de equipo» (Kevin Fiege dijo que buscarían para sustituirle «an actor who embodies the creativity and collaborative spirit of our other talented cast members», citado aquí) y expulsó de la continuidad del MCU, reemplazándolo por Mark Ruffalo.

Sin embargo, en el MCU en el cual Hulk es Mark Ruffalo, la élfica Liv Tyler vuelve a ser Betty Ross (papel que antes sólo había interpretado en El increíble Hulk) y Tim Blake Nelson regresa como Samuel Sterns, mientras que el antaño general, luego secretario de Estado y ahora presidente de los Estados Unidos Thunderbolt Ross, ahora tiene la cara y la voz de Harrison Ford.

Y, de verdad, que a mí personalmente me resultó difícil de cojones ubicar a todos estos actores, de diferentes momentos de la franquicia, sin que mi vena de escritor grite «¡error de continuidad!». No me había sentido tan perdido desde que la línea temporal de los X-Men cinematográficos de Brian Singer se superpuso a la de Matthew Vaughn y de repente tuvimos dos Profesores X (Patrick Stewart y James McAvoy), dos Magnetos (Ian McKellen y Michael Fassbender), dos Cíclopes (James Marsden y Tye Sheridan), dos Jean Greys (Famke Janssen y Sophie Turner), dos Tormentas (Halle Berry y Alexandra Shipp), dos Místicas (Rebecca Romijn y Jennifer Lawrence), dos Bestias (Kelsey Grammer y Nicholas Hoult)... pero el mismo Lobezno, Dios bendiga a Hugh Jackman.


Supongo que, huelga decirlo, de seguir vivo, William Hurt habría interpretado al presidente Ross. Y que bastante tiene el pobre hombre con haberse muerto. Pero es que incluso su supervivencia, que a todos, y a su familia no veas, nos habría hecho felices, no impediría otra colisión entre esta Liv Tyler que asociamos a Edward Norton y que, de haber aparecido Hulk en la película, habríamos visto ahora dándole la réplica a Mark Ruffalo. A mí, por lo menos, me ha sido imposible ignorar esta patada al canon del MCU, problema que no tuve cuando Don Cheadle sustituyó a Terrence Howard como James Rhodey Rhodes/Máquina de Guerra a partir de Iron Man 2.

«Toca GIF animado de Riley Reid haciendo guarreridas españolas, señor Sommer. Justifíquelo usted tan superficialmente como siempre. Y no olvide el verso de Rammstein».

Cuando viendo una peli porno estás más atento a las pestañas postizas de la actriz que a los primeros planos de frungimiento, esa peli tiene un problema.

Deutschland!

Y no es que este salpicón de actores venidos de diferentes cintas que no parecen directamente emparentadas entre sí, que estas sustituciones (algunas, como la de Ross padre, absolutamente inevitables) te saquen automáticamente de la película, pero sí que parecen sugerir la ausencia de un Gran Plan detrás de Capitán Afroamérica: El nuevo mundo bravido o de la presente Fase... (¿5, era? Hemos perdido la cuenta) en su conjunto. Dado que de todas maneras nos iba a chirriar ver a la Betty del Hulk de Edward Norton dándole la réplica a un general Ross que ya no tiene la cara de William Hurt, ¿por qué no reclutar para el papel a una actriz completamente nueva? ¿Por qué sumir innecesariamente en la confusión a los espectadores que se han visto los últimos veinte años de pelis de superhéroes? Alguien no ha considerado lo suficiente los peligros de esta decisión o ha depositado demasiadas esperanzas en el poder aglutinador de la nostalgia.

Menudo problemón, el de Capitán Afroamérica: El nuevo mundo bravido. Aparte de no contar con un guion decente, un director que sepa lo que está haciendo, una orientación estratégica, a nivel de Estudio, medio coherente, ni una historia realmente interesante, nadie es quien parece o debería ser en esta película. Vuelve Sebastian Stan como Bucky Barnes/El soldado de invierno, pero vuelve poco (apenas sale en el metraje y tiene entre cero y menos de cero peso en la trama). Vuelve el general Ross, solo que, por causas de fuerza mayor, luctuosas, podríamos decir, no es el general Ross que conocíamos. Vuelve el Capitán América... solo que no es Steve Rogers, así que no es realmente el Capitán América. Vuelve Betty Ross. Solo que esta Betty Ross no parece estar en el lugar correcto en esta película. Vuelve la Viuda Negra... solo que no es Natasha Romanoff (Srackett Johansson), por aquello de estar difunta, sino otra Viuda Negra distinta (Ruth Bat-Seraph, interpretada por la casi hobbítica Shira Haas) entrenada en la Habitación Roja, y decimos una Viuda Negra que no valdría ni para comprarle a la original los tampones que nunca necesitará (a las Viudas Negras les extirpan el útero para que no se reproduzcan).


Y la historia, encima, no ayuda a compensar esas carencias. No es que sea mala. Es, como en las películas de Misión Imposible, un vehículo para la acción. Pero es que la acción en este título de Marvel/Disney tampoco está como para invitarla a unas bodas. Las historias de MI pueden ser más simplonas que el pitorro de una tetera. Pero la acción que catalizan quita el aliento. Aquí, te quedas con la sensación de que las dos horas en tu butaca podrían haber dado más de sí. Ah, que el Celestial petrificado de Los eternos, y que todos los personajes e instituciones del MCU llevan doscientas series y cuarenta y ocho películas haciendo como que no existe vuelve a formar parte del canon. Ah. Vale. ¿Y qué? Esa película sigue siendo ESPANTOSA y más os valdría en Marvel Studios haberos olvidado de todo lo relacionado con ella.

Con la poca información de la que disponemos, resulta complicado señalar culpables del mediocre desempeño en taquilla de la más reciente película del Capitán América que no es una película del Capitán América. Resulta tentador acusar al «diversity hiring» de esta pequeña decepción (tanto Julius Onah como Rob Edwards son negros). Pero sería extraordinariamente injusto y mil por mil racista, porque si el guion de Capitán Afroamérica: Nuevo mundo bravido fuese bueno, el color de piel de su director, escritor o protagonista nos importaría exactamente tres mierdas.
Mein Herz in Flammen!

Esta película no es mala.

Es recastada. Bastarda. si fuese un perro sería un perro sin raza. Un mestizo. Un criollo. Un cruzado. Un mil leches. Un chucho. Un juntapulgas. Un chusco. Un sato. Un palleiro. Cuando quiere, no sabe. Cuando sabe, no puede.

Once años después de esto:


Marvel Studios/Disney nos da esto:

Y no cuaja. No emociona. No interesa. ¿Distrae? Sí. La mayor parte del tiempo distrae tanto como mirar secarse una pared recién pintada, pero un poco menos que buscar formas en las nubes. Es una película de trámite. Te la ves, la olvidas y pasas a otra cosa. No deja poso. El retrogusto es solo ligeramente más duradero que el de un buche de agua. No te la vas a ver diez veces más a lo largo de los próximos once años. Porque en realidad no te importa. Éste no es tu Capitán América, que te lo han cambiado. Con estos mimbres no se hacen otros Vengadores (y con los Thunderbolos tampoco). Así, Kevin Feige no te va a devolver a las salas de cine. Con esta receta no volveremos a ver taquillas de mil millones. El MCU necesita un hard reset. Una pizarra en blanco. Un bombardeo en alfombra. Con nápalm. Un borrón y cuenta nueva.

Pero Marvel/Disney sigue ordeñando una vaca putrefacta a la que esa misma quimera corporativa dejó morir de hambre después de baldarla a palos, al mismo tiempo que le baila la danza de los siete velos a los mismos espectadores a los que expulsó de la lechería sirviéndoles bebida de soja vegana, de género fluido y afrodescendiente, y a los que llamó fascistas, colonialistas cisgénero y violadores en serie heteropatriarcales foucaultianos y enseñó el dedo medio por negarse a beber el inmundo mejunje que les ofrecían.

Y eso es todo lo que tengo que decir sobre 
Capitán Afroamérica: Nuevo mundo bravido. Ahora enséñame ese pezón.

«Un trato es un trato, señor Sommer».


[...]

«¿Señor Sommer?»

[...]

«Señor Sommer».

[...]

«Eh... uh... ¿está usted respirando, señor Sommer?»

[...]

«Señor Sommer, ¿dónde ha puesto usted la bombona de oxígeno? ¿Eso del maletín es un desfibrilador?»

[...]

«Creo que éste es el comienzo de una hermosa amistad, señor Sommer».

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