viernes, 4 de febrero de 2022

Mis problemas con la eternidad


Mi principal problema con la eternidad es que no te la puedes ver toda en un sólo día.

Mi principal problema con Los eternos es casi un chiste sin gracia: Los eternos se me ha hecho eterna y, al terminarla, no pude librarme de la sensación de haber disipado miserablemente dos horas y media de mi vida mientras Chloé Zhao me intentaba colar el argumento de Tierra X.

(Espóilers a tutiplé a partir de aquí).

Prescindiendo de algunos detalles menores (Rayo Negro esparciendo por todo el planeta las nieblas terrígenas y dando así poderes a toda la humanidad, para que su pueblo no tenga que seguir viviendo aislado), el argumento de Tierra X, cómic del año 1999 guionizado por Jim Krueger y magistralmente dibujado por el recientemente fallecido John Paul Leon, con portadas y diseño de personajes de Alex Ross; el argumento, digo, es que en el núcleo de La Tierra hay un huevo de Celestial a punto de eclosionar y los superhéroes descubren que no son sino el «sistema inmunitario» que protege ese huevo de celestial de los devoradores de planetas tipo Galactus y demás.

Prescindiendo de algunos detalles menores, el argumento de Los eternos, película de 2021, es que en el núcleo de La Tierra hay un huevo de Celestial a punto de eclosionar y un grupo de superhéroes extremadamente longevos llamados los eternos no son sino el «sistema inmunitario» que protege ese huevo de Celestial hasta que eclosione, destruyendo el planeta y aniquilando toda la vida que contiene.

Así, como suena. Todo lo demás es puramente adjetivo.

Y no me importaría que Marvel Studios/Disney™ haya dado por supuesto que yo no me habría leído Tierra X o que no me acordaría de una de las obras del eisneriano «arte secuencial» que más me ha gustado si Los eternos me hubiese ofrecido una película apasionante, bien construida o al menos entretenida.

Pero, claro, estamos hablando de Marvel Studios/Disney™.

No he visto ninguno de los otros títulos de Chloé Zhao (Songs My Brothers Taught Me, The Rider y Nomadland) pero estoy tan escarmentado por la evidencia, adquirida a lo largo del visionado de otros productos Marvel Studios/Disney™, de que el cine de superhéroes de gran presupuesto ha sucumbido al sistema de plantillas estructurales que estoy dispuesto a llegar más lejos en mi afirmación: no he visto ninguna de las películas de Chloé Zhao, porque, aunque firme la cinta, Chloé Zhao no ha dirigido Los eternos. Una anónima hidra de directivos de Marvel Studios/Disney™ ha dirigido Los eternos y Chloé Zhao se ha limitado a poner su buen nombre en almoneda porque inclusión, porque feminismo, porque en
Marvel Studios/Disney™ quieren convencernos de que le dan oportunidades creativas a las mujeres, los directores de cine racializados y los autores de otras culturas. Y mientras se limitan a mesmerizarnos con un par de gestos meramente cosméticos mientras nos vuelven a vender la misma película de siempre, confían en que no notemos que Los eternos tiene resabios de gran película tan mal gestionados que se convierte en un ejemplo palmario de tedio máximo.

Chloé Zhao parece atribuirse la autoría de Los eternos
sólo para que Marvel Studios/Disney™ pueda adquirir crédito social e impostar prestigio cinematográfico en beneficio de un producto de mero entretenimiento teen (como con casi todos los directores de cine de franquicias, por otra parte). Chloé Zhao sólo dirige Los eternos para que en Marvel Studios/Disney™ rellenen cuota (mujer, racializada, extranjera...). Ah, perdón, ¿tú eres de los que creen que a Cathy Yan le ofrecieron Aves de presa por ser una maravillosa realizadora, eh, pánfilo?

Los eternos pretende ser épica y se queda en aparatosa. Pretende ser emocionante y peca de manipuladora, pueril y repetitiva. Pretende ser un pasabocas para la próxima película de Juardianes de la Jalisia, o la próxima iteración de Los Vengadores, los Defensores, Los Cuatro Fantásticos o cualquiera que sea el próximo supergrupo de Marvel Studios/Disney™, y se queda en película de grupo random, con personajes random, personalidad random y entretenimiento random tirando a bottom.


A nivel de guion, Los eternos es un disparate tras otro y una colección de incongruencias y anacronismos. Arishem el Celestial es lo bastante omnisciente y omnipresente para saber que Sersi (que se llama así, copón) impidió el nacimiento del Celestial Tiamut, aparecer de la nada y secuestrarla para someterla a juicio; pero no lo suficientemente omnisciente para impedirle que frustrara el nacimiento de Tiamut mientras lo estaba haciendo. Kro, el megadesviante, mata eternos porque sí. Porque es un trabajo ingrato pero alguien tiene que hacerlo. Porque la película necesitaba un villano claro aunque este villano claro no tenga un propósito definido. Los desviantes convierten a Ajak en un acerico pero cuando los eternos la encuentran no tiene ni una herida. Phastos colabora en el proyecto Manhattan, o sea que conoció a Howard Stark, que en el MCU fue uno de los inventores de la bomba atómica y que jamás le mencionó. El personaje de Thena (Angelina Jolie) tiene o no sus ataques de locura homicida del
Mahd W’yry según convenga, estorbe a la trama o ayude a rellenar con una escena de combate absurda y gratuita un fragmento de película vacío con el que la directora no sabía qué hacer... ¿Y por qué carallos a la vinagreta cada uno de estos eternos recién llegados a la tierra hablan inglés con un acento regional característico? (Salvo la que habla con lengua de signos. Me da cansura buscar su nombre).

Los eternos dilapida el talento de sus actores y la habilidad de su directora y malbarata su multimillonario presupuesto en una casi pornográfica exhibición de efectos especiales sin huesos que los sustenten.

No, no es tan mala como The Matrix: Resurrections.

Pero por muuuuuuuuuuuuy poco.

Tanto así.

Mira que Gemma Chang es una actriz más que solvente (dale una oportunidad a Crazy rich asians, donde tiene que conjugar comedia, drama, conflicto de clases y cine romántico y entenderás por qué lo decimos. En el MCU ya hizo de guerrera kree en Capitana Woke ) pero aquí está como desaparecida, porque en realidad la ata de pies y manos y la amordaza la fórmula Marvel Studios/Disney™. No se le permite dar alma al personaje de Sersi (que no, que no es un chiste, que es que se llama así) porque la única razón por la que se la ha contratado es para ponerle cara a un producto, a una marca registrada de Marvel Studios/Disney™.

Mira que Richard Madden sabe lucirse cuando le dan un personaje atractivo (y si no me crees, si lo único que conoces de él es su Robb Stark en Trueno de jogos, échale una visual a Bodyguard, que sólo son seis episodios, o Rocketman, y verás como cambias de idea o queda definitivamente demostrado que no tienes puto criterio), pero aquí le han escrito un personaje que parece más una parodia hiriente del Supermán serial-killer de Zack Snyder que el propio Supermán de Zack Snyder, y Marvel Studios/Disney™ te obliga a sospechar que ha sido una decisión deliberada para hacer escarnio del maltrato que el personaje ha sufrido últimamente a manos de Warner Bros.

¿Angelina Jolie?, ya fue mejor actriz de lo que es ahora, pero cuando se lo propone aún sorprende.

¿Salma Hayek? También tiene sus momentos.


Y sin embargo, pese a su solvente capital humano, los personajes de Los eternos, más allá de su presencia física impresionante, no son más que pegatinas sin el menor atractivo y a los que resulta realmente difícil individualizar, ni por su atuendo, ni por su personalidad, ni por sus poderes... salvo, eso sí, cuando la inclusión forzada a patadas, muy lejos de visibilizar al colectivo que representan, los convierte en sangrantes estereotipos. Están la china cudeira todo compasión, sensibilidad y bondad que resulta que es la buena, el malvado Supermán blanco fundamentalista, abusivo y asesino machista que, con tal de no admitir su masculinidad tóxica e ir a terapia de pareja, se inmola en el sol, el actor de Bollywood que se gana la vida... actuando en películas de Bollywood, el One Punch Man gordo, el negro homosexual con sobrepeso que, para que nos quede claro que los gays racializados con el colesterol alto también pueden ser muy machos, es el ingeniero del equipo, la niña eterna que no crece y está harta de que le pidan el carné en los bares y no poder follar con adultos a pesar de que tiene chopomil años y va más caliente que el pitorro de una tetera (¿terrorífica justificación de la pedofilia y encubierto panegírico de Roman Polanski?), la anciana de la tribu con el rostro criollo de Salma Hayek, el clon mal hecho de Ultrón en Vengadores: la era de Ultrón...

Eso por la parte de los personajes y los actores.

En lo relativo a la ejecución de la historia, por encima de ese triángulo amoroso que no es tal (Jon Snow sale al principio y al final y el presunto triángulo sentimental entre él, Sersi e Ikaris tiene sólo dos ángulos durante la mayor parte del metraje, o sea que sería un biángulo amoroso), unas escenas de acción pelotudas que no transmiten casi sensación de acción ni de peligro para los implicados, el consabido abuso de planos de CGI marca de la casa Marvel Studios/Disney™, que tienen el efecto perverso de lograr que todo parezca la escena de transición de un videojuego (con lo cual tu cerebro capta que lo que estás viendo en pantalla no es real y te impide sumergirte en la película), la completa ausencia de un antagonista claro (primero son los desviantes, luego Arishem el Celestial, luego Ikaris, a continuación Kro el desviante digievolucionado megacabrón de Satanás, otra vez vuelve a serlo
Arishem, más tarde lo es el chichi de la Bernarda...), la absoluta y cabreante superficialidad de la historia, lo que más agotador me ha resultado de Los eternos es el abuso y repetición de flashbacks que, muy lejos de aportar información realmente decisiva acerca de la trama, el conflicto o los personajes, sólo emborronan la lectura de la película, ralentizan el progreso del drama y convierten un largometraje de poco más de hora y media en un bodrio de ciento setenta minutos.
Calcula las dioptrías.

La película empieza en el año de la polca con humanos vestidos de pieles de animales y usando herramientas de pedernal. O sea, que ya empieza con con flashback. Salta a continuación al tiempo presente (donde nos reencontramos con una Gemma Chan que no ha envejecido ni un minuto ni evolucionado lo más mínimo como personaje desde el putromil antes de Cristo) y vuelve con un flashback a la antigua Babilonia, de donde regresamos al presente para luego saltar a un flashback a la Tenochtitlan a punto de caer a manos de Cortés y sus hombres (donde se usa el neologismo «genocido» cuatrocientos años antes de que se acuñase)..., y partir de ahí todo es más o menos igual de cargante. Flashback a Ikaris hablando con Ajak antes de asesinarla, flashback a Hiroshima después de la bomba atómica, flashback a Epi y Blas saliendo del búnker de la cancillería antes de que lleguen los rusos y quemando sus insignias de Oberscharführer de las SS. Flashback aquí flashback allí, maquíllate, maquíllate.

Si la voz en off es la tarjeta de visita de un director que no ha hecho los deberes, el flashback delata con frecuencia al director que se ha levantado de la cama con ganas de tocarse los dos cojones. Ovarios, en este caso.

(Cosa que no podemos reprochar a la pobre de Chloé Zhao, conscientes como somos de que probablemente firmó el contrato sobre un guion ya cerrado que no le permitieron leer antes y sobre el que tenía radicalmente prohibido hacer enmienda alguna; eso si directamente no le entregaron las escenas de acción ya filmadas y la emplazaron a rodar lo que en Marvel Studios/Disney™ ya consideran «la morralla», o sea todo lo que va en medio y que es, en puridad, lo que otorga verdadero sentido y valor a una película)

Unos pómulos la mar de sersis.

¿Sabes qué otra película también trufada de flashbacks, que en este caso sorprendentemente no estorban, fue rodada con muchísimo menos dinero y medios técnicos más modestos y sin embargo parece cien mil trillones de veces mejor en todos los sentidos? Los inmortales, de Russell Mulcahy. Que una película prácticamente de serie B que costó 16 millones de dólares en 1986 sea capaz, treinta y seis años más tarde, de darle sopas con onda al último tocomocho sacacuartos de presupuesto pornomillonario de Marvel Studios/Disney™ te dará una idea de lo mal aprovechados que están los a priori impresionantes recursos y el talento de los creadores de Los eternos.
(Sí, una película de 16 millones en 1986 podría considerarse, a mi parecer y con las debidas reservas, como «serie B», aunque si escoges como baremo de la serie B en 1986 Critters, convenimos que se rodó con apenas dos millones de dólares, y se nota, Los inmortales se convertiría en una película de gran presupuesto. Para proporcionarte algo de contexto piensa en los costes de producción de otras películas de ese año como Platoon de Oliver Stone, y sus seis millones de presupuesto, Esta casa es una ruina con diez millones, Peggy Sue se casó, de dieciocho millones o Top Gun, que no pasó de los quince. Meros divertimentos muy alejados de las cantidades que manejaban producciones de ese mismo año como la ambiciosa y mágica Dentro del laberinto [25 millones], la épica La misión [25,5 millones] o la apasionante El nombre de la rosa [30 millones]. Aunque, para qué engañarte, algunos aún nos preguntamos en qué coño se gastaron 25 millones los productores de Cobra).
En serio: ¿en qué?
(Y sólo por comentarlo: ninguna de las cinco películas más taquilleras de 1986 rebasó los 15 millones de presupuesto. Pero es que fueron rodadas antes de que las superproducciones con ínfulas de blockbuster milmillonario corrompieran a los directivos de las productoras y destruyeran el modo tradicional de hacer cine, que implicaba invertir en buenas historias y buenos actores, no en franquicias y licencias de ZBrush y Cinema 4D).

Gregory Widen escribió Los inmortales como ejercicio para su clase de guion, inspirado tanto en Los duelistas de Ridley Scott como en una armadura medieval que vio durante un viaje por Escocia. La película, en principio, iba a titularse El caballero oscuro, pero antes de su estreno Frank Miller se adelantó con el título en su cómic sobre un Batman crepuscular. Los inmortales que dan título en español a la película (Highlander, «habitante de las tierras altas», por extensión «escocés») son una raza de hombres que no envejcecen, capaces de sobrevivir a cualquier herida, salvo la decapitación, que viven entre los simples mortales desde hace siglos y que, por algún extraño motivo, llegan a un momento de sus larguísimas vidas en el que empiezan a sentir el impulso irrefrenable de matar a otros inmortales hasta que el último de ellos reciba el misterioso «premio». Si el último inmortal vivo es una buena persona el premio será algo bueno, si es un cabrón tipo el Kurgan (Clancy Brown en uno de sus papeles de villano más y mejor recordados), el mundo se irá a la mierda.

Como en Los eternos, en Los inmortales tenemos a una raza de seres... eso, inmortales, que llevan viviendo siglos, tal vez miles de años en el caso de Ramírez (Sean Connery), que dice que es egipcio pero no de qué época, tienen poderes sobrenaturales y libran una guerra secreta para impedir que el planeta se vaya al carajo (o que lo haga antes de tiempo, en el caso de Los eternos).

Y sin embargo Gemma Chan, Richard Madden y el resto del reparto de Los eternos fracasan en convencerme de que son seres casi atemporales, agotados por una secular guerra clandestina, enamorados pero al mismo tiempo diferenciados de los humanos con los que simpatizan. A estos eternos les falta misterio. Les falta trascendencia. Desdén patricio. Presencia. No actúan como seres cuasidivinos con eones de años de edad. No miran a la cámara con ojos de anciano cansado ya de ver. No hablan con la erudición y malicia de entes milenarios que están de vuelta de todo. Casi parecen una versión de Aliexpress de Los vengadores. Unos Guardianes de la galaxia sin gracia.

Los eternos de Los eternos de Marvel Studios/Disney™ no consiguen hacerme creer que son eternos.

Algo que Cristopher Lambert alcanza sin aparente esfuerzo con una de sus miradas de hastío cuatricentenario (y medio)  en un papel inicialmente escrito para Kurt Russell (que por consejo de su entonces ya pareja, Goldie Hawn, decidió rechazar la oportunidad e irse a rodar Golpe en la pequeña China), y todo ello sin hablar ni papa de inglés (le escribían sus diálogos fonéticamente y un dialogue coach le ayudaba a darles algo remotamente parecido al acento escocés).

Y ése es para mi el mayor impedimento a la hora de sumergirme en la trama o interesarme en el destino de los personajes de Los eternos. Que no consiguen hacerme creer que son eternos.

Tal vez habría sido necesario contratar actores que estuviesen a la altura del reto. A lo mejor la que ha fallado aquí es la directora. Acaso los guionistas. O la filosofía de estandarización de producto e unificación de sabores, colores y olores que Marvel Studios/Disney™ aplica a todos sus largometrajes. No sé dónde está la raíz del problema, en serio, ni cómo resolverlo. Me limito a señalar los síntomas.

El freak comiquero que hay en mí me exige hacer algún comentario acerca de la transformación de los Celestiales, misteriosa raza ancestral de gigantescos seres cuasi omnipotentes y propósitos misteriosos; especie de divinidades primordiales, impredecibles, ominosas y silenciosas, mudos testigos raras veces activos, en los parlanchines genocidas insensibles de la película de Chloé Zhao.

Pero no me da la gana. Nada de eso sería importante si la película se tomase un poco en serio a sí misma y estuviese mejor resuelta; como no importa que el Juggernaut de X-Men: la decisión final sea un mutante cuando el Juggernaut de los cómics de X-Men no lo ha sido nunca. La decisión final seguiría siendo una suprema mierda aunque el personaje de Vinnie Jones hubiese recibido sus poderes de la gema carmesí de Cyttorak, como hacer hablar a los Celestiales de la película de Chloé Zhao no afecta en absoluto a un título aburrido, lento, predecible y narrativamente deslavazado.

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