domingo, 18 de junio de 2023

Cursed with Knowledge: El canto del cisne

Aviso para navegantes: si hay alguna forma de escribir esta entrada sin crujirte a espóilers sobre The Flash, no me he molestado de encontrarla. Así que si aún no has visto la película de Andrés Muschietti y tienes intención de verla algún día, no sigas leyendo.

El que avisa no es traidor: ESPÓILERS INMENSOS A PARTIR DE YA.


Después de ver los tráilers, tenía puestas algunas esperanzas en esta película. Vamos, que estaba «hypeado», como dicen hoy en día los gilipollas. El regreso de Michael Keaton como Batman, un argumento más que obviamente inspirado en Flashpoint y una Sasha Calle que está colosal como Supergirl me parecían motivos más que suficientes para ver esta película sin prejuicios y con unas gotillas de ilusión.

No voy a decir que sea una completa mierda. No lo es.

Pero es mucho, muchísimo menos de lo que podría haber sido. ¿El regreso de Michael Keaton (y Ben Affleck, ambos por última vez) como Batman, un argumento más que obviamente inspirado en Flashpoint y una Sasha Calle que está colosal como Supergirl? Eso y un trabajo ALUCINANTE de una Maribel Verdú a la que me sigo preguntando si en este país de mierdosos reconocemos el mérito que merece, es prácticamente lo único que salva a The Flash.

En cuanto al argumento, por si has vivido bajo una piedra los últimos diez años, amado lector, ahí va: al principio de la película, ambientada tras los eventos narrados en dos horrorosos montajes de Justice League, Barry Allen/The Flash (Ezra Miller) está ya completamente integrado en la Liga de la Justicia (aunque a veces se queja de que lo tienen «de bedel», vamos, haciendo chuminadas como salvar vidas de bebés indefensos generados por un ordenador sin anti-aliasing y contener daños a estructuras que podrían ocasionar más víctimas mientras los pesos pesados de la Liga persiguen a los malandros) y viviendo su vida de héroe. De hecho, es una celebridad como Flash; ¡hasta tiene groupies que le chillan, se ponen burras y probablemente mojan las bragas cuando lo ven por la calle! Aunque, como tantos otros superhéroes, su doble identidad le crea problemas en su día a día.

«¡Aaaaaaaaay! ¡Flashéame los óvulooooos!»

Barry tiene que lidiar con su fama y responsabilidades como The Flash y consentir que Barry Allen pague las facturas por su pluriempleo como superhéroe. Flash es respetado y querido como un héroe. Barry Allen es puteado por su jefe y ninguneado por sus colegas, en parte debido a su manía de llegar siempre tarde al curro (consecuencia de que, de camino al laburo, haya tenido que responder a una llamada de emergencia de Batman o colaborar en una misión de la Liga de la Justicia).

Además, Barry aún tiene en la cárcel a su padre (Roy Livingstone, o sea el teniente Nixon de Hermanos de sangre, ya no el Billy Crudup tanto de la Josstice como de la Zackstice League), condenado por el asesinato de su esposa, la madre de Barry (maravillosa, como siempre, Maribel Verdú en el que, puedo equivocarme pero probablemente sea su primer papel en Hollywood). Un crimen que Henry Allen niega y que su hijo sigue resistiéndose a creerle capaz de cometer. Y la última apelación de Henry Allen se desploma cuando un nuevo software de reconstrucción de vídeo es incapaz de confirmar su coartada: que estaba comprando en un supermercado cuando se cometió el asesinato.

Desesperado, Barry decide usar la Speed force para viajar al pasado (poder que descubrió durante los eventos de la Justice League y que le permitió «cambiar la historia» y dar a Supermán la oportunidad de derrotar a Darkseid), salvar la vida de su madre e impedir que su padre sea condenado por un crimen que no cometió. Un pequeño cambio, uno chiquitito, que seguro que no va a pasar nada, diga lo que diga Bruce al respecto acerca de lo peligroso que es andar jodiendo con la continuidad espacio-temporal.

Pero no le sale bien, claro, o no tendríamos película. Esa puta lata de tomate escamoteada salva la vida a Nora Allen y mantiene a Henry Allen en el lado bueno de los barrotes. Pero hace DESAPARECER de la continuidad del universo a Supermán, Wonder Woman, Cyborg y Aquamán, dejando La Tierra indefensa frente a la amenaza del ejército kryptoniano del general Zod (Michael Shannon, que antes de sentirse cómodo para aceptar el papel le pidió su bendición a Zack Snyder).

O sea, que Warner Bros. nos está colando el argumento de Flashpoint, miniserie de 2011 firmada por Geoff Johns, Andy Kubert, Jesse Delperdang y Sandra Hope. Y confía que no nos demos cuenta.

Pero sólo nos lo están colando un poco (el argumento es el mismo, la trama del cómic es mucho más compleja, oscura e interesante; con un Thomas Wayne convertido en señor del crimen organizado de Gotham y sanguinario vengador enmascarado después del asesinato de su hijo Bruce, muerte que llevó a su esposa Martha, desfigurada por un balazo y traumatizada por la muerte de su hijo, a convertirse en El Joker; y eso no es ni la mitad de la historia, que entre otras cosas tenemos una guerra entre las amazonas lideradas por Diana y el Atlantis gobernado por Arthur Curry/Aquaman).

The Flash es un Flashpoint mal hecho. Y lo sé porque esa miniserie (expandida luego en otros cómics del mismo universo alternativo) ya fue adaptada
en 2013 en forma de película de animación bajo el título de La Liga de la Justicia: La Paradoja Flashpoint.
Película de 2013 que es mejor, mucho mejor de lo que lo ha sido esta The Flash.
(Aunque, afrontémoslo: para filmar Flashpoint tal y como fue escrita no sé yo si llegarían los doscientos millones de dólares que WB confiesa haberse gastado —malas lenguas dentro de la industria elevan la cifra a en torno a 350 millones— millones que probablemente nunca se recuperarán, básicamente por las mismas razones por las cuales Shazam: Fury of the Gods  y Black Adam se dejaron los piños en taquilla: porque estarían financiando el último disparo de francotirador de una iteración ya abandonada y muerta del universo cinematográfico DC que no viene de ningún lugar memorable, no va ninguna parte y, encima, está penosamente ejecutada).
La cantidad y calidad de los problemas que ha atravesado la producción de The Flash, y todos ellos anteriores, mucho anteriores y muy anteriores a la detención de Ezra Miller por asalto en segundo grado y el inicio de un rosario de procesos penales contra él por acoso sexual a menores y otros delitos, llegó a hacernos temer a los fans de los cómics que la película jamás llegaría a las pantallas.

Finalmente, después de diez años de retrasos, guiones descartados, cambios de director (siete concretamente) y una cantidad no declarada de millones de dólares invertida en reshoots, The Flash está aquí. DIEZ AÑAZOS. Eso son siete u ocho novias de Leonardo diCaprio. La verdad es que probablemente hasta él haya perdido la cuenta.

Y, lo que es justo es justo, la película es divertida, tiene un primer acto que es puro cómic o, y esto es realmente lo mejor que se puede decir de esta película, puro Warner Animation: el Batman de Ben Affleck (en su despedida del personaje) persiguiendo por las calles de Gotham a los malevos de turno mientras Flash, en la retaguardia, se emplea en salvar a las víctimas inocentes entre los pobres gothamitas que los malos han dejado atrás, y luego tarara-rara-rara-rara-ra-rara-rara-rara-ra-rara-rara-rara-rarááááááá, cameo de Wonder Woman salvando el día, cameo que me hizo morderme el labio para no gritar «¡ole tu chocho moreno!».
No. Nunca me voy a cansar de ella.

Pero a partir de ahí, la película no sabe adónde ir. Ezra Miller hace no dos, sino tres personajes con personalidades contrapuestas en The Flash, y por momentos casi consigue convencernos de que es tres personas distintas. Sasha Calle, a la que con la REPPPPPPRESENTEISHON innecesaria, intrusiva y retorcida con las que nos están bombardeando nos la podrían haber presentad como la Faladriel de The Flash, es un soplo de aire fresco que te deja con la miel en los labios y ganas de más (en puto serio, quiero más de esta chica en la piel de Kara Zor-el. ¡Joder! ¡Qué bajona! ¡Con lo bien que luce el traje y prácticamente todo lo que se ve de ella en los tráilers es lo que verás de ella en la película!).
¡Toma ya!

The Flash es divertida, pero (porque aquí nos interesamos mucho por los peros, y paso a enumerar algunos de ellos):

1. Flash, que ya era el alivio cómico, el bufón tanto de la Josstice League como, menos pero también, de la Zackstice League, ahora es el alivio cómico de su propia película.

Barry Allen, Flash, no es el protagonista de su propia película. Es el comparsa graciosillo del héroe. El tipo al que humillan, maltratan y menosprecian a lo largo de todo el metraje. Para provocar jijis y jajas en el público (¡y lo que se rieron las dos niñas que, con sus madres, vieron conmigo el estreno en la sala de provincias en la que saqué mi taquilla!; aunque también dieron un par de respingos, todo hay que decirlo). Este Barry Allen, en sus dos variantes principales (el Barry Mayor y el Barry Gilipollas), no es un protagonista. En cualquiera de sus encarnaciones en The Flash, Barry es un gag de slapstick con patas. El Barry Gilipollas anda por ahí con la boca manchada de salsa de tomate. Al Barry Mayor le rompen un diente, se lo pega con Superglue y se le cae de nuevo cuando descubre que ha vuelto a un universo en el que Batman es... juro que esa escena fue la única sorpresa de toda la película. El Gilipollas sale a correr, se le quema la ropa y queda en pelotas, aprende a entrar en fase y cae, en pelotas, al piso de su vecina; se desmaya de la impresión cuando el tipo que vive en la casa de Batman, afirma haber dejado de trabajar de Batman porque Gotham al fin es segura; ese tipo, decimos, que tiene acceso a la Batcueva de Batman y a los trastos de Batman resulta finalmente ser Batman, el muy cabrito...
¿Que quién es el protagonista, entonces?

No tengo ni idea. Debería ser Flash. Por momentos es Flash. Salvo cuando no comparte escena con el Batman de Michael Keaton o el de Ben Affleck, que se comen a Flash y se apoderan de la película, demostrando, dolorosamente, que lo que la película de The Flash realmente necesitaba para funcionar es ser una película de Batman.

¡Que quién es el protagonista, copón!

No lo sé. Técnicamente es Flash, pues es Flash el que pone en marcha la acción, el drama, el que, en un comprensible y muy humano intento por salvar la vida a su madre, arma un cipostio que ni Marty McFly y a continuación tiene que averiguar cómo arreglarlo, cómo salvar
del general Zod a un planeta Tierra al que irresponsablemente ha dejado indefenso.

El protagonista de The Flash debería ser Flash. Pero no está claro. Pasa demasiado tiempo haciendo el moñas en pantalla (necesidades del guion). Metiendo la pata. Recibiendo palos. Tropezándose con cosas. En párrafo corto: provocando carcajadas a las hijas (supongo) de las dos señoras que vieron la película conmigo el viernes pasado en una sala por lo demás completamente vacía y, supongo, a la mayor parte de los chavalines que vean esta película en los próximos días, al menos aquellos que no prefieran irse a ver Spider-Man: Across the Spider-Verse, otra película de multiversos. ¿Cuántas van ya? ¿Soy el único al que empiezan a inflarle los cojones?

El protagonista de The Flash debería ser Flash.

Pero no lo es. O no lo es todo el tiempo. O no lo es lo suficiente. Una hora de Barry Allen-adolescente y gilipollas interactuando con el Barry Allen-ligeramente más maduro pero igual de irritante es una hora de absoluto sufrimiento como espectador, tortura desahogada por las apariciones de Keaton, Affleck, Gadot (estas dos efímeras y anecdóticas) y Calle. Quizá porque Flash, o al menos el Flash de Ezra Miller, jamás fue concebido como un personaje que pudiese ser el protagonista de su propia historia, sino el comic-relief ligeramente amariconado de los tres gigachads de Supermán, Batman y Aquaman de la oscura, infrasaturada y homoerótica Justice League planeada por Zack Snyder.

Claro que a lo mejor la culpa es mía, por haber esperado más de Christina Hodson y Joby Harold. La primera es la guionista de Bumblebee, que no he visto y sobre la que no voy a opinar, pero también de ese incalificable artefacto misándrico-lisérgico de Aves de presa y la fantabulosa emancipación de Harley Quinn. El segundo tiene dos créditos como «corrector de guion»: uno en Al filo del mañana (guion original a seis manos de Christopher McQuarrie y Jez y John-Henry Butterworth) y otro en John Wick: Pacto de sangre, que tampoco es que sea un libreto de la escuela de David Mamet, Billy Wilder, Paul Schrader o Ben Hecht.

Sí, viendo los mimbres con los cuales el pobre Andrés Muschietti ha tenido que trabajar, tal vez, en lugar de quejarme, debería alegrarme de que The Flash no sea una completa mierda y al menos haga reír y provoque uno que otro sobresalto a las niñas de ocho años.

2. El CGI es malo casi todo el tiempo, muy malo el 70% del tiempo y ABOMINABLE el 50% del tiempo. La representación de la Speed force es cojonuda, pero también prácticamente lo único colosal en el apartado de efectos visuales de este largometraje. Si ya el rescate de los bebés (y del perrete de terapia; no olvidemos al perrete de terapia) en el primer acto es una puta factoría de memes (¡la firgen, qué farsos son ezos putos bebés! ¡LA FIRGEN!), el EPIC MOMENT que debería haber sido esa ojeada al multiverso en el tercer acto se convierte en una espeluznante escena de transición de PS2. Mal hecha.

El CGI del momento «baby-shower» es todavía peor al compararlo con el CGI de la acción paralela del Batman de Ben Affleck, que es totalmente sólido, convincente. Escenas de acción así hemos visto pocas mejores en películas de este género. Pero ese Christopher Reeve y esa Helen Slater de corchopán asomados a la cronobola, o como cojones se llame, donde los tres Flash (sí, he escrito «tres»; no, no es una errata) están luchando, esa escena que debería habernos arrancado una lagrimita, que debería ser conmovedora, hermosa, piadosa; está tan mal hecha que da un mal rollazo de diarrearse encima. Con prolapso. Ni el Moff Tarkin ni la Princesa Leia de Rogue One juntos daban tanta vicisitud.
Lo que pretendía la escena versus lo que consiguió.
(En esa misma escena yambién hay moñecos mal paridos del nunca filmado Supermán de Nicolas Cage que iba a dirigir Tim Burton, moñeco que es aún más horroroso que el muñegote 3D del pobre Chris Reeve; insertos del Batman del fallecido Adam West y del Supermán de George Reeves; de un Jay Garrick de Hacendado y de casi todo Cristo salvo el Batman emo de Robert Pattinson, el Superman de Dean Cain y el MEJOR Batman que ha existido jamás... Puro Fan Service que, de mal ejecutado que está, chirría como las uñas de Madame Dimitrescu en una pizarra. Es dolorosamente obvio que Warner/DC no quiso gastarse ni un céntimo más del estrictamente necesario en esta película tan largamente demorada para el que ya había adelantado una cantidad obscena de pasta; película que, lamentablemente, casi con toda seguridad ponga punto y final a la continuidad del DCU pre-James Gunn, a quien se ha contratado para hacer un «hard reset» de todo el universo cinematográfico DC, con nuevos actores y nuevas tramas, descartando todo lo malo que tenía el Snyderverso, que era casi todo, pero renunciando también a los pequeños diamantes que contenía, entre ellos el descapullante Supermán de Henry Cavill, el mejor Batman cinematográfico, con permiso de Michael Keaton, y probablemente a Gal Gadot, a la que, sospecho, de nuevo hemos visto reducida a una cabeza pegada al cuerpo de una doble de idem).
Madame Dimitrescu. Si te pisa un pie, te lisia. Si te hace una paja... bueno...
(Bola Extra: si ves The Flash en versión original y no pillas lo del «Baby Shower» de Alfred al ver caer los rorros cuando se va a la puta la maternidad del hospital, te lo explico: es un juego de palabras intraducible, al mismo tiempo «lluvia de bebés» y «muestra de bebés», o sea esa fiesta estúpida de imbéciles blancos en la que presentan a su recién nacido a la familia y amigos).

3. Iris West no pinta absolutamente nada en la acción. La reemplazas por una conversación entre Barry y Bruce, o un diálogo interior de Barry y no la echas de menos. Iris West sale
, supongo, porque había que cumplir con la cuota de minorías (actriz negra y regordeta en lo que es prácticamente otro cameo; habría que cronometrar si tiene más tiempo de pantalla que Ben Affleck, que ya lo dudo), desagraviar a la pobre Kiersey Clemons después de la siniestra escena multifálica de las salchichas flotantes en la Zackstice League o liquidar con un «cu-cú quién soy» lo que quedase de su contrato de varios años con el DCU.

¿Para qué coño sacan a ese personaje completamente desaprovechado? ¿Para darle la réplica a Flash y sugerirle la idea del viaje atrás en el tiempo? Eso podría haberlo hecho una escena de Rick y Morty o un guiño de la cobaya de Barry.

Iris West es innecesaria. No aporta nada a la película. Sobra. No suma. Resta. Narrativamente, es una rémora. Pero sale igual en la película because reasons.

4. The Flash es una película sin antagonista. Y eso es un problema. Los espectadores entendemos lo que está en juego, pero el suspense es tan etéreo como la trama de esta película. Todos los Flashes tienen el mismo objetivo inicial: impedir la muerte de Nora Allen y la injusta condena de Henry Allen. Pero no hay un villano per se en The Flash. Ni siquiera el Dark Flash (que es el Flash Gilipollas, loco después de años fracasando en salvar su línea temporal. BORRA ESA CARA DE PESETA FALSA. ¡DESDE EL SEGUNDO PÁRRAFO TE ADVERTÍ QUE HABRÍA ESPÓILERS INMENSOS!).
Eso no me lo dices en la calle.

The Flash no tiene antagonista. El antagonista de The Flash es la inevitabilidad del destino, las cosas contra las que no tenemos defensa, aquello que no podemos cambiar; que es también, a menudo, lo que nos deja las cicatrices más profundas. El «malo» de The Flash es el propio Flash mientras siga obcecado en intentar salvar a su madre, caiga quien caiga. Pero ese villano de The Flash, que es el propio Flash, acaba convertido de nuevo en un héroe cuando comprende que, para salvar a toda la población de La Tierra, tiene que dejar morir a su madre.

Barry empieza la película siendo un personaje profundamente traumatizado que, se nos insinúa, aún no ha interiorizado que su naturaleza de superhéroe conlleva la terrible dualidad de ser el producto de una desgracia personal (no hay superhéroes felices) y
al mismo tiempo la obligación de hacer cualquier sacrificio, el que sea necesario, de pagar el precio que se le exija, por doloroso que le resulte, para salvar el mundo.

Barry tiene que perder a su madre para salvar La Tierra.

Este momento conmovedor es el que mejor te muestra la gran película que The Flash podría haber sido. La terrible renuncia de Barry, la despedida entre madre e hijo parte el alma y hace que, quizá por primera vez de manera completa en toda la película, empaticemos plenamente con Barry Allen/Flash como personaje trágico, como héroe dramático. Ya no es un payaso. Ahora por fin comprende lo que le dijeron dos, nada menos que dos, Bruces: que sin sus heridas, sin la pérdida que sufrió, él no podría seguir siendo quien es. Que si su vida fuese perfecta, si su madre nunca hubiese sido asesinada, ésa no sería su vida, sería la de otro. Que intentar cambiar el pasado no trae nunca nada bueno. Que debe aceptar el dolor, reunir los pedazos de su corazón roto e intentar construir uno nuevo con ellos.

La película de The Flash no tiene un antagonista propiamente dicho y tampoco, salvo en ese momento final de renuncia y redención del Barry Allen original, transmite correctamente el peso insoportable del destino inamovible y amoral, tema procedente de la literatura clásica y común a tantos tropos del acervo cultural indoeuropeo. Mira que me revienta admitirlo, pero hasta los espartanos de 300, de Zack Snyder, que parten hacia las Termópilas sabiendo que se dirigen a su muerte y acaban, como no podía ser otra manera, esmochando todos ante una fuerza abrumadoramente superior, explotan mejor ese tema.
(Dead Man, de Jim Jarmusch y The Brave, las dos protagonizadas por Johnny Depp, también aprovechan mucho mejor el tema del destino como fuerza inexorable. O The Wicker Man, la de 1973 dirigida por Robin Hardy y protagonizada por Edward Woodward y Christopher Lee y la de 2006 dirigida por Neil LaBute y con Nicolas Cage, Ellen Burstyn y Leelee Sobieski en los papeles protagónicos. O la Juana de Arco de Dreyer e incluso la muy inferior de Luc Besson de 1999 y no sigo poniendo ejemplos que me tengo miedo).

5. Como Flash no es el protagonista de su propia película (¿alguien ha gritado «Black Widow»?), The Flash depende por completo de personajes que no son Flash y que tienen mucho más carisma, mucha más complejidad psicológica, un desarrollo más profundo y mucho más cariño del público. Los Batman de Ben Affleck y Michael Keaton SE COMEN la película. Flash/Barry (cualquiera de los Barrys) desaparece cuando cualquiera de los dos Batmans está en plano. De nuevo, como ya hemos dicho más arriba, y esto es un serio problema para una película de Flash, se le nota demasiado a este largometraje que, cuando sea mayor, quiere ser una película de Batman. Pero es que también la Supergirl de Sasha Calle, en el poco metraje que le dan («insuficiente» sería más apropiado, y además «precipitado»; el arco de evolución de este personaje es definitivamente demasiado rápido), se apodera de la acción cada vez que entra en plano.
¡Grandiosa! ¡Queremos más de ella!

Como Gal Gadot.

Como, básicamente, cualquier personaje de este largometraje que no sea Flash.

En una película de Flash, Flash sobra. El protagonista es maltratado de tal manera en su propia película que sus compañeros de reparto se lo meriendan crudo, escupen los huesos y se mondan los dientes con ellos. Y Michael Keaton es que directamente le roba la película a Ezra Miller. Ya sé que insistimos mucho en esto, pero es que no puede ser más dolorosamente obvio. Y lamentable.

Evidencia que te obliga a preguntarte por qué finalmente se decidió prescindir del cameo de Grant Gustin, de la serie de Flash del Arrowverso (serie que fracasó en seducirme y que abandoné en el tercer capítulo), con la excusa de que eso minimizaría el protagonismo del Flash de Ezra Miller, si el pobre Ezra Miller ya está prácticamente invisibilizado como protagonista por cualquiera de los demás personajes de la película. Hasta el cansino que tarda una puta hora en prepararle ese sándwich tiene más carisma que el héroe de esta película.

Y volvemos a Sasha Calle, que, insistimos, con lo poquito que sale en pantalla se apodera de la película que debería haber pertenecido a Flash. Hablando de Supergirl: existía el lógico temor de que ver a Kara Zor-el convertida en un macho castrado, una girl-boss con atributos masculinos, como la Natasha Romanoff en el MCU, como la horrorosa Jennifer Walters de Abogadaaaaa solteeeeeeraaaaa, practica muchooooo el seeeeexooooooo; o sea un gorila con vagina, que es la retorcida idea de mujer empoderada («strong female character») que tienen hoy en día los directivos de los grandes estudios y sus sumisos escritores mercenarios. Pero no. Supergirl no es Supermán ni pretende serlo. Y por eso Zod la derrota y la mata. Porque hace falta un Supermán para derrotar a Zod, y por gloriosa que esté Sasha Calle con el traje azul y la capa, que lo está; por mucha dignidad con la que lleve las mallas y la ese en el pecho, que las lleva; por hermosa y buena actriz que sea, que lo es; y por muchas ganas que tengamos de volver a verla volar sobre Metrópolis, la sorora interseccionalidad de su kryptoniano útero butleriano no le concede el poder necesario para derrotar a un enemigo con los poderes de Supermán. Y por eso palma. Junto con el Batman de Keaton.
(¡DEJA DE LLORAR! ¡TE DIJE QUE HABRÍA ESPÓILERS INMENSOS!)
6. La escena post-créditos no pinta nada y su único propósito parece ser recordarnos a todos que Warner/DC le debe al menos una película más a Jason Momoa (reescrita, remontada y demorado su estreno al menos tantas veces como The Flash), que la veremos en diciembre y que será el cierre definitivo del Snyderverso, o no, que ya no entendemos nada, que con el plato de espaguetis en que Zack Snyder convirtió el DCU, Aquaman 2 podría ser el verdadero final de su proyecto, o la primera película del Jamesgunnverso, o yo qué sé, que cada cinco minutos nos están cambiando el disco.

(Aquaman and The Lost Kingdom podría ser el último clavo en el ataúd del Snyderverso si llega a estrenarse algún día, que ya tenemos informes de gente LARGÁNDOSE en mitad de la proyección de los pases de prueba y parece que el pobre de Jason Momoa, que no se merece lo que han hecho con su personaje, ha pasado página y ahora mismo estaría completamente comprometido con Lobo que, dicen las comadres, James Gunn se está muriendo de ganas de incluir en el DCU; pero que conste que todos esos rumores estallaron por un tuit de Gunn de noviembre pasado).

7.
Venga, vamos. En serio. ¿La puta trama de una peli de superhéroes siempre tiene que ser una amenaza cósmica, la destrucción del mundo, de universos enteros, de la realidad misma?

NADIE soporta un evento cataclísmico a escala cósmica en cada puta película. NA-DI-E. La riqueza de las series Marvel de Netflix, Daredevil, Luke Cage, Jessica Jones y The Punisher era su proximidad, que facilitaba conectar con los personajes y la trama. Matt Murdock no intenta salvar el Multiverso. Sólo trata de mantener la paz y el orden en Hell's Kitchen y, si se tercia, hacerle un poquito la puñeta al crimen organizado de Nueva York. Jessica Jones no tiene otro propósito que pagar las facturas y despollar a potorrazos a Luke Cage, y si se convierte en algo parecido a una heroína es casi por accidente. Que los héroes de la ya extinta franquicia Netflix de personajes de la lista B de héroes Marvel fuesen gente (más o menos) común y corriente, absorbidos por los desafíos de la supervivencia cotidiana en sus pequeños rinconcitos del mundo, rinconcitos de los que no se mueven porque son los espacios en los que pueden realmente aportar su granito de arena a la eterna lucha del bien contra el mal, mientras los superhéroes escala Vengadores lidian con los Thanos de costumbre, era, además de un reparto casi perfecto y unas historias (a grandes rasgos) modestas pero apasionantes, las claves del innegable atractivo de estos productos.

No conviene olvidar que el primer Supermán cinematográfico en una película de gran presupuesto sólo intentaba impedir un criminal fraude inmobiliario (con armas atómicas y millones de víctimas inocentes, pero fraude inmobiliario) y que el primer Batman cinematográfico en etcétera se conformaba con intentar mantener el orden en su ciudad natal. Sacar a los personajes de su elemento y ponerlos en un escenario gigantesco, enfrentados a retos épicos fuera del alcance de sus posibilidades individuales, lo cual les obliga a buscar aliados, como Barry en esta película, aliados que con su propio carisma se acaban merendando al presunto protagonista del largometraje, es la mejor manera de hacerle un Froilán a tu película.

Aunque sólo sea porque esta obsesión por convertir toda película de superhéroes en un evento a escala galáctica es exactamante lo que todo el mundo está haciendo ya en el género; y esta sobreabundancia de contenido literalmente INDISTINGUIBLE del de la competencia hace que dichos títulos ya no parezcan especiales, ya no creen expectación entre el público, ya no se distingan unoas de otros sino que parezcan una constante repetición de la misma plantilla cuyo desarollo el espectador promedio puede predecir sin esfuerzo alguno.

Fueron necesarios cinco largometrajes: Iron Man (2008), El increíble Hulk (2008), Iron Man 2 (2010), Thor (2011) y Capitán América: el primer vengador (2011) y cuatro años antes de que llegase a nuestras pantallas el primer evento de Los Vengadores (2012) y otras DOCE películas más (Iron Man 3  de 2013, Thor: el mundo oscuro de 2013, Capitán América: el soldado de invierno de 2014, Guardianes de la galaxia de 2014, Vengadores: la era de Ultrón de 2015, Ant-Man de 2015, Capitán América: guerra civil de 2016, Doctor Strange  de 2016, Guardianes de la galaxia Volumen 2 de 2017, Spiderman: Homecoming de 2017, Thor: Raganarok de 2017 y Pantera Negra de 2018) y DIECIOCHO temporadas de series de televisión (Agentes de SHIELD temporadas 1, 2, 3, 4 y 5; Agente Carter  temporadas 1, 2;  Daredevil de Netflix temporadas 1,2 , dos temporadas de Jessica Jones; Luke Cage temporada 1, la whitewashed Puño de Hierro temporada 1 y gracias a Dios única; Los Defensores temporada 1 y probablemente última; Los inhumanos temporada 1, tan inhumanamente mala que se dice que ni siquiera llegaron a rodar todos los capítulos programados; The Punisher temporada 1 y Runaways  temporada 1) y otros SEIS años de desarrollo de universo, tramas y personajes antes del primer evento «mecagoenDiosquetodosevaalcarallo» de Vengadores: la guerra del infinito (2018).

The Flash, en 2023 (y antes que ella Batman v Superman: Dawn of Justice y dos iteraciones distintas de la Justice League) intenta llegar a su «evento Guerra del Inifinito» saltándose todos los pasos intermedios.

Eso no es un problema de los directores y guionistas de esas películas. Es una mala decisión a nivel de estudio. Es una cagada de los productores, que querían la gloria pero no el sudor. La pasta pero no el trabajo previo. La misma fidelidad que, antes del maelstrom de feminismo interseccional, empoderamiento mal entendido, racialización forzada y REPPPPPPPPRESENTEISSSSSSHON que empezó a asomar la patita en Endgame y desde entonces ha emponzoñado todos los productos Marvel/Disney, las franquicias de superhéroes de la Casa de las Ideas habían sembrado en su público, sin invertir previamente en crear esa fidelidad.

The Flash no es una película. Es el germen de una película que podría haber sido fabulosa si tuviese unos cimientos sólidos. Es divertida, especialmente, pecado que comparte con el MCU de Marvel/Disney, cuando no debería serlo (lo cual hace que los momentos dramáticos suenen como notas falsas), abusa del elemento comedia y confía demasiado en que el tirón de la nostalgia nos haga olvidar sus obvias taras narrativas y cinematográficas.


Y no, esta película no supone la absolución de Ezra Miller, que, a pesar de que le han escrito un personaje de payaso, no lo hace del todo mal. Como tampoco supone la absolución del Snyderverso. The Flash, pese a los esfuerzos de Andy Muschietti por hacernos interesante la película, es el canto del cisne del primer y fallido intento de Warner/DC por lograr con sus superhéroes lo que Marvel había conseguido con los suyos antes de que Disney empezase a joder la marrana con la franquicia. Primera iteración de un Universo Cinematográfico Compartido para DC Cómics que había derrapado por las prisas del estudio y su caprichosa decisión de confiar la arquitectura del DCU a un director tan poco a la altura del reto como lo fue Zack Snyder (a quien algunos incondicionales siguen considerando un genio maltratado e incomprendido).

The Flash es el canto del cisne del primer conato de DCU.

Un cisne con una bellísima voz, pero sólo con un lado bueno. El otro es feo de cojones.

Actualización 19.06.2023:

Con un estreno de «perezoso» en China y un primer fin de semana en el que, en Estados Unidos, derrapó detrás de Black Adam (que WB acabó descontando como un fracaso de taquilla), y en las cifras internacionales ha alcanzado los 75 millones por los pelos, y con una pérdida estimada de recaudación de casi el 36% entre el viernes de su estreno y el sábado siguiente, pintan bastos para la película dirigida por Andrés Muschietti, que no ha sido capaz de alcanzar los 155 millones por venta de entradas en su estreno que WB esperaba. No me voy a extender más sobre este tema, que ya da para potato. Es obvio que la nueva dirección de Warner quería amortizar lo que pudiese de este largometraje basado en uno de los superhéroes más queridos por nadie, recuperar al menos parte de su inversión, pagar las facturas, devolver los créditos comprometidos y centrarse en la primera película del Jamesgunnverso, Blue Beetle, otro de esos personajes que absolutamente nadie está deseando ver en una película de gran presupuesto pero a la que, por Sara Sampaio Dominátrix, le deseamos la mejor de las suertes en taquilla.



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