sábado, 25 de septiembre de 2021

Something I refuse to forgive: a mí me duele más que a ti, lo que pasa es que ya le cogí el gusto


John Locke, nacido en Somerset en 1632 y fallecido en Essex en 1704, fue un filósofo y médico poderosamente influido por el pensamiento de Francis Bacon, Thomas Hobbes y Pierre Gassendi. Locke es conocido sobre todo por sus contribuciones teóricas a la filosofía liberal, que inspiraron a los ilustrados Voltaire, Hume, Kant y Rousseau y, por extensión, a los autores de la declaración de Independencia de los Estados Unidos y, naturalmente, a los impulsores de todas las revoluciones liberales de los siglos XVIII y XIX.

Como todos los hombres de cualquier tiempo, en la obra y la persona de Locke se mezclan las luces con las sombras. Era un defensor de la tolerancia religiosa... siempre que no se hablase de católicos, a quienes consideraba sospechosos por deber lealtad a un monarca extranjero (el Papa de Roma), o de ateos. Aunque creía en un estado original de naturaleza en el que los hombres vivían en paz, sometidos a leyes naturales emanadas de la razón, también era partidario de una educación moral fuertemente disciplinaria, pues «quien de joven no ha sido acostumbrado por la fuerza a subordinar la propia voluntad a la razón de los demás, difícilmente aceptará someterse a la razón propia cuando esté en edad de hacer uso de ella». Locke pontificaba que el Estado tiene que defender por encima de todo tres derechos naturales: el de propiedad, el derecho a la vida y la libertad, y al mismo tiempo opinaba que esa libertad era, en lo que respecta a las clases populares, un derecho cuestionable, pues, en su opinión, el Estado debía apartar a los niños pobres de sus padres y educarles en algún oficio manual, ya que de otro modo se convertirían todos en delincuentes (peligro que, al parecer, no corrían los hijos de los burgueses y aristócratas, inmunes a la corrupción de los placeres inmediatos y los lujos heredados por el esfuerzo, o la rapiña, de generaciones anteriores).


Del largo epitafio de su tumba, extraemos una frase ilustradora de su carácter:

«[Hic juxta situs est Joannes Locke] Literis innutritus eousque profecit, ut veritati unice litaret. Hoc ex scriptis illius disce; quæ, quod de eo reliquum est majori fide tibe exhibebunt, quam epitaphii suspecta elogia».
Que traducimos para ti, pobre mono vestido que nunca llegaste a aprender el latín:
«[Aquí yace John Locke]. Habiendo sido educado en letras, progresó tanto que podía ofrecer sólo la verdad. Sus escritos te mostrarán lo que le sobrevive con mayor fidelidad que los sospechosos elogios de un epitafio».
Espera.

Mierda.

Copón, que no era ese Locke.

Vale, empiezo otra vez.

John Locke es uno de los supervivientes del vuelo 815 de Oceanic. Aunque llegó a la isla paralítico, tan pronto como tocó la arena de la playa descubrió que podía volver a caminar. El responsable de su parálisis era el cabrón manipulador de su padre, que, enfermo del riñón, lo había engañado para que voluntariamente le donase uno de los suyos y después lo arrojó desde un octavo pis...

Joder.

Ya lo he hecho de nuevo.

Espera, un último intento. «Three's a charm», me susurra mi querida Riley, mientras se ajusta las correas de su strap-on, todavía celosa de mi última colonoscopia.

John Locke es el novelista estadounidense que se convirtió en el octavo autor en vender un millón de ejemplares de sus libros, en formato electrónico, en Amazon.com (Stieg Larsson, James Patterson, Nora Roberts, Charlaine Harris, Lee Child, Suzanne Collins y Michael Connelly se adelantaron), y en el primer escritor autoeditado en alcanzar esa cifra de ventas. Locke ha vendido más de cinco millones de ejemplares de sus obras. Especialmente exitosa es su serie de Donovan Creed, la cual cuenta ya con quince títulos publicados. Locke también tiene una serie de novelas del oeste protagonizadas por un vaquero llamado Emmett Love, otra de serie negra centrada en la joven y sexy detective privada Dani Ripper, otra colección protagonizada por un médico motherfucker llamado Gideon Box y otra serie de títulos al parecer unitarios, entre ellos un libro de no-ficción explicando cómo se las arregló para vender un millón de ejemplares de sus libros en Amazon.

Vamos, que John Locke ha conseguido decaer, que, en el fondo, es de lo que se trata.
Joijsland!

Antes de que me lo preguntes, sólo tengo una ligerísima idea de cómo escribe este señor. No me he leído ninguno de sus libros. Podría ser un mal novelista, pero al menos entretenido. Podría hasta ser un escritor medio decente. Joder, aunque la ley de probabilidades está en su contra, hasta puede que John Locke sea un autor buenísimo que no me perdonaría estar perdiéndome.

No, no me leído sus obras.
Sólo algunas páginas sueltas.

Aunque... en fin... mientras me documentaba para esta entrada del Paratroopers he descubierto algunas cosas sobre los libros del señor Locke, y el carácter del señor Locke, que, por decirlo con diplomacia, chirrían. Y me refiero, en el caso de sus obras, a detalles de worldbuilding que, de entrada, huelen a chumino sin lavar o, si lo prefieres, a escritor vago, estereotipado y accidentalmente autoparódico.

Mein Herz in flammen!

¿Que qué coño quiero decir?

Quiero decir que su personaje estrella, Donovan Creed, es un ex asesino de la CIA (la CIA no tiene asesinos en nómina, al menos oficialmente), especializado en «cazar», literalmente, terroristas, que trabaja para el Departamento de Seguridad Nacional y complementa su salario de funcionario pluriempleándose como sicario para la Mafia (es casi imposible, en cualquier universo adulto, o por lo menos no satírico, que algo así le pasase desapercibido al Homeland Security; Creed no sólo perdería su empleo y su acreditación de seguridad, sino que el Inspector General le encerraría en la celda de una cárcel federal, se olvidaría de en cuál y tiraría la única llave al Potomac) y, va en serio, Creed también se saca un sobresueldo desarrollando métodos de tortura para el ejército (incluso teniendo presente Abu Ghraib y los «black sites», eso viola tantas leyes estadounidenses que no sabría ni por dónde empezar a argumentar por qué es absolutamente infumable, a menos que estés escribiendo una de Austin Powers); métodos de tortura que en ocasiones prueba consigo mismo, el muy enfermo (¿o es que simplemente Creed tiene unos cojones tan grandes que podría rebotar sobre ellos, superar la velocidad de escape y ponerse en órbita lunar?).

Yo no me atrevo a juzgar cómo escribe John Locke, en serio.

Pero los primeros párrafos de Bad Doctor parecen una fantasía masturbatoria prepubescente: «I'm Dr. Gideon Box. If you're coming after me, don`t do it in a hospital. That's my domain. And don’t piss me off in the real world and expect a smooth hospital stay in the future, because I have a long memory, and no one is exempt. If you're not a patient baut your loved ones are, I'll harass them». Este párrafo pone al doctor Box un par de niveles de hijoputismo por encima de su colega el doctor House. Donde House era grosero, pero profesional, y perdía la paciencia con los pacientes gilipollas y los colegas indecisos, el doctor Box parece ser, pura y simplemente, un matón sociópata y un cabrón vengativo que te meterá una sobredosis de morfina por aparcar en su plaza del Walmart. Pero, insisto, ésta es una impresión que saco SIN haber leído el libro, y podría estar mal orientada.

Will dich lieben und verdammen

«When you’re here, you're not family. You're prey! Your wife just had a procedure and needs her sleep? Good luck with that. I'll swing by the nurse's station, make a notation on her chart. Every two hours someone will be in her room, waking her up, changing her IV, moving her around. If you're not guarding her closely I might slip in her room, flip her on her side, lift up her gown, check out her ass. [...] I'd only view or touch her because [...] it's another way to beat you».
En fin, seguro que es cosa mía, que tengo la imaginación retorcida y, además, llevo años engañándoos a todos, mis amados y crédulos lectores, y en realidad no se ni potato de inglés.
«I didn't know Joe's mom, and didn't kill her. But I let her die last week from an infection I could've prevented».
No he leído nada de Locke, salvo, I insist, algunas páginas aquí y allá (insuficiente muestra a partir de la cual hacerme una idea de su estilo), pero me preocupa su notoria afinidad hacia los hijos de puta con sobredosis de testiculina: el espía asesino, el médico sádico, el vaquero machote. Parecen pajas de esas que Sanchez Dragó se hace para adentro, no personajes.

También me atribulan su modestia y humildad, ¿eh? «I put the most famous authors in the world in the position of having to prove their books were ten times better than mine», dijo de la decisión de vender sus eBooks a 0,90 dólares, cuando los otros autores de ese «club del millón» al que pertenece, los ponían a diez dólares o más. Y su aparente renuncia a separar realidad de ficción, como cuando dijo que estaba en un refugio secreto de los Alpes, reservado a autores superventas, donde calentaban los jacuzzis con fajos de billetes de cien dólares. Sólo me habría impresionado si le hubiese añadido a eso carretillas de cocaína y volquetes de coimas menores de edad.

Tampoco me acaban de gustar las elecciones de nombres para sus personajes. Lo de Donovan Creed tiene un pasar, aunque me hace pensar en Apollo Creed, el de Rocky, y me causa un pellizquín de disonancia cognitiva. Pero ¿Gideon Box? ¿«Gedeón Caja» o, aguántate la risa si puedes, «Gedeón Potorro»? («box» es argot para «coño» en inglés, ese idioma que, como ves, en realidad no domino). ¿La detective «Dani Destripadora»? ¿Un vaquero llamado «Emmett Amor»? Que es que, por el nombre, el tal Emmett parece salido de la peli ésa de los mariquitas en la montaña, cómo era... eeeh... ¡Ah, eso! ¡El señor de los anillos!

Y los títulos de las novelas. Jo-der. Paso por la aliteraciones, que me ofenden como pedo de vegano, pero las permito. Hot mess express, Teacher, teacher, Abbey Rayne... Pero ¿Gente letal y Experimento letal, como esas insufribles e indistinguibles películas de los sábados tarde en Antena 3; Asesino letal, Muerte mortal, Mortal letal, Obsesión obsesiva, Obsesión letal, Muerte obsesa? ¿Chica de fraternidad, que parece el título de una porno de bajo presupuesto? ¿El tamaño importa, apropiado para una comedia romántica picantuela de Katherine Heigl? ¿Tu admirador secreto
, que califica para comedia romántica estudiantil de Julia Stiles o Shannyn Sossamon haciendo pareja con el pobre Heath Ledger, y Nuestro secretito, que ya es directamente de porno pedófilo incestuoso?
Y ahora vamos con las portadas.

Y ya no entro a valorar el diseño pulp y poco esforzado de las cubiertas, que me parece de juzgado de guardia en algunos casos y en otros ignominiosamente transparente o dolorosamente anodino. Bueno, mejor sí entro. Pero sólo un poquito. ¿Patorras y siluetas femeninas a contraluz para la serie de Donovan Creed? Tiene un pasar. A fin y al cabo el tío es un personaje estilo James Bond, o sea un agente secreto follamisses que desenfunda el vergallo más que la Walther PPK.

Claro que, puestos a elegir...

Pero... ¿patorras femeninas y siluetas para las novelas de Emmett Love? Derrape seguro, aparte de confusión del lector, que por la estética podría estar creyendo, erróneamente, que se acaba de comprar el nuevo libro de su asesino de la CIA-sicario de la Mafia-Sadomasoquista practicante preferido. ¿Estereotipada instagram-whore rubia, aparentemente nunca dos veces la misma, para la serie de Dani Ripper? Nada grita «¡AMATEUR!» o «¡AUTOEDICIÓN!» con más fuerza. Pero, señor Locke, que sus lectores se están haciendo el carallo un nudo. Joder, al menos la portada de Size matters es una cinta métrica, lo que mantiene la coherencia con el título, y la maciza de Your secret admirer suponemos que evoca a Tinley Cooper, la hiperCRUJiente protagonista de la novela (no, en serio, en las primeras veinte páginas se la quieren trincar dos machos distintos), despedida por negarse a chupársela a su jefe y que empieza a recibir dinero de un «admirador secreto» que...

(Ni intento ser misterioso ni venderte la novela, que a mí Locke no me pasa comisión. Es que las páginas de muestra de la versión Kindle se terminan ahí).

Pero ninguna de las objeciones arriba citadas son significativas. Los libros de John Locke, repito, podrían estar muy bien escritos. O estar mal escritos pero ser entretenidos. Es más, el comienzo de, Dios qué puto asco de título, lo juro por el sagrado ombligo almizcleño de Sarita Sampaio, el prólogo de Gente letal no tiene mala pinta del todo (por lo menos hasta la escena Mis Cojones No Dejan Escapar Ni A Los Fotones de Creed haciéndose torturar por diversión con lo que entiendo que debe de ser un emisor militar de microondas). Hasta esa sobrada de testosterona he leído arranques de novelas infinitamente peor escritas y superlativamente más aburridas surgidas de la pluma de algunos bóvidos sagrados de la literatura universal. Si tuviera que deducirlo de las críticas y comentarios de su página de autor en Amazon, abrumadoramente positivas, no me quedaría otra que llegar a la conclusión de que John Locke es, en el peor de los casos, un autor entretenido y que se deja leer. O incluso engullir.

El problema de esas críticas es que... bueno...

...en 2012 el New York Times pilló al bueno de John admitiendo que había untando a gente (falseadores profesionales de reviews de Amazon) para que dejasen comentarios positivos de sus libros (The Best Book Reviews Money Can Buy, por David Streitfeld. TNYT 25 de agosto de 2012, así que... como para fiarte.
(Y el tío que llevaba el negocio de paid per praise sí que le echa rostro a la vida, ¿eh? «I was creating reviews that pointed out the positive things, not the negative things […] These were marketing reviews, not editorial reviews. [...] I was just a pure capitalist»).
(«I wouldn’t hesitate to buy reviews from people that were honest [...] I reached out every way I knew to people to try to get them to read my books». Dijo, de nuevo humilde y modesto, o con un hocico que te cagas, John Locke cuando fue pillado «red handed», que ya ves que sigo sin aprender inglés, ni a tiros; en el tema de las reseñas pagadas. En las mismas declaraciones, le quita importancia al impacto que puedan haber tenido en la promoción o venta de sus libros esas reseñas mercenarias. «“Reviews are the smallest piece of being successful,” he said. “But it’s a lot easier to buy them than cultivating an audience.”» A ver si los nakasones enormes los va a tener él y no el tal Creed).


Además, todas las objeciones que pudiésemos poner a la producción literaria de este hombre no son más que los frutos fermentados de la envidia. ¿Cinco millones de ejemplares vendidos y contando? Eso lo firmaba yo ya en un día tonto. ¿Imponer sus propias condiciones a Simon & Schuster en para la venta de copias físicas de sus libros, reteniendo el control sobre el precio, contenido y diseño de portada y todos los derechos editoriales? Ya nos gustaría vernos un día en una posición negociadora como ésa.

Venga, va, lo confieso: la experiencia de John Locke fue la que, harto de coleccionar rechazos editoriales, me inspiró a subir mis mierdas a Internet.
(Aunque a mí no me salió tan bien la jugada. Y eso que estoy gordo, calvo y trabajé en el ramo de los seguros, como él).

Wait a minute… Something’s fishy over here.

¿Gente letal tiene 328 páginas?

La salvación de Rachel. 216 páginas.

Experimento letal. 368.

Vegas moon. 186 páginas.

A girl like you. 238.

Now and there.  288.

The love you crave. 240.

Callie's last dance. 274.

This means war! 346.

Y Maybe, la novela que, según el propio Locke, le llevó sólo once días escribir, 253 páginas.

Estos diez ejemplos representan 2 737 páginas en total, unas 274 páginas de media por volumen.
Not suspicious at all.

Tengo un problema con estas cifras.

Puto no me las puto creo.

No tienen sentido. ¿Once días tardó en escribir una novela de 253 páginas? Eso son 23 páginas diarias.

Desde 2011, fecha de publicación de su primer trabajo, hasta el momento en que escribo esto (septiembre de 2021) han pasado, si no hago mal las cuentas, unos 3 917 días. Eso son 356 novelas, una cada once días, que el señor Locke no ha escrito. Así que su boutade de la novela en 11 días me puede comer los dos cojones. Con mayonesa.

Espera, que esto se pone interesante. Repasemos juntos la bibliografía y extensión de las obras de John Locke, que aquí hay mucha tela que cortar.

How I sold 1 million eBooks in 5 months! 107 páginas, junio de 2011.

Call me! [Dani Ripper 1]. 313 páginas, noviembre de 2011.

Follow the stone
[Libro 1 de Emmet Love]. 279  páginas, febrero de 2011.

Don't poke the bear! [Libro 2 de Emmet Love]. 229 páginas, mayo de 2011.

Emmett & Gentry
[Libro 3 de Emmet Love]. 223 páginas, septiembre de 2011.

Kill Jill. 246 páginas, diciembre de 2012.

Lethal people [Libro 1 de Donovan Creed]. 339 páginas, octubre de 2012.

Saving Rachel [Libro 3 de Donovan Creed]. 158  páginas, octubre de 2012.

Wish list [Libro 5 de Donovan Creed]. 245 páginas, octubre de 2012.

A girl like you [Libro 6 de Donovan Creed]. 239 páginas, octubre de 2012.

Vegas Moon
[Libro 7 de Donovan Creed]. 251 páginas, octubre de 2012.

The love you crave [Libro 8 de Donovan Creed]. 267 páginas.

Bad doctor [Libro 1 de Gideon Box]. 199 páginas, abril de 2012.

Box [Libro 2 de Gideon Box]. 272 páginas, julio de 2012.

Callie's last dance
[Libro 10 de Donovan Creed]. 275 páginas, junio de 2012.

Because we can! [Libro 11 de Donovan Creed]. 359 páginas, junio de 2013.

Outside the box
[Libro 3 de Gideon Box]. 319 páginas, octubre de 2013.

Goodbye, Enorma [Libro 4 de Emmet Love]. 237 páginas, mayo de 2013.

Casting call. 185 páginas, febrero de 2014.

Teacher, teacher [Dani Ripper 3]. 279 páginas, enero de 2014.

Lethal experiment [Libro 2 de Donovan Creed]. 266 páginas, enero de 2014.

Now & then [Libro 4 de Donovan Creed]. 323 páginas, enero de 2014.

Maybe [Libro 9 de Donovan Creed]. 253 páginas, enero de 2014.

This means war! [Libro 12 de Donovan Creed]. 347 páginas, noviembre de 2014.
Patorras, patorras, patorras...

Don't tell Presley!
[Dani Ripper 4]. 194 páginas, abril de 2015.

Boxed In!: a Dr. Gideon Box/Donovan Creed Novel. 255 páginas, diciembre de 2015. Al parecer, un crossover entre ambos psicópatas.

Rag soup [Libro 5 de Emmet Love]. 293 páginas, febrero de 2015.

When David died: A true story. 249 páginas, agosto de 2016; por cierto, nada hay más falso que toda obra que lleve en el título «una historia real»

Sorority girl. 269 páginas, noviembre de 2016.

Abbey Rayne [Dani Ripper 5]. 334 páginas, enero de 2016.

Spider rain [Libro 6 de Emmet Love]. 230 páginas, octubre de 2016.

Daisy & Bobby. 206 páginas, junio de 2017.

Our little secret. 204 páginas, agosto de 2017.

Promise you won't tell? [Dani Ripper 2]. 231 páginas, enero de 2017.

Hot mess express [Dani Ripper 6]. 248 páginas, junio de 2017.

The president's daughter [Libro 13 de Donovan Creed]. 280 páginas, diciembre de 2017.
Eso, eso. Dale a la neurona.

Your secret admirer. 224 páginas, enero de 2018 (echa un pestazo a clon de las Sombras de Grey que da como cosica).

It was just sex (It meant nothing). 270 páginas, octubre de 2018.

Size matters. 226 páginas, agosto de 2019.

The day Miriam lost her sh*t [Libro 14 de Donovan Creed]. 282 páginas, mayo de 2019.

Lucky you! 191 páginas, mayo de 2020.

A woman scorned [Libro 15 de Donovan Creed]. 175 páginas, abril de 2020.

¿Ves la pauta?

El que suscribe se ha tenido que currar una hoja de Excel porque no daba crédito a sus ojos.

Así, con los datos en crudo, suponiendo que no me haya dejado algún título, y dando también por descontado que la información ofrecida por Amazon sea correcta, me sale que John Locke publicó cinco libros en el 2011: How I sold 1 million eBooks in 5 months!, Call me!, Follow the stone, Don't poke the bear! y Emmett & Gentry. 1 151 páginas en total. En 2012, nuestro prolífico autor se sacó la chorra y se marcó diez títulos: Kill Jill, Lethal people, Saving Rachel, Wish list, A girl like you, Vegas Moon, The love you crave, Bad doctor, Box y Callie's last dance. 2 491 páginas, como los auténticos machos. En 2013, nuestro estajanovista editorial se cortó un pelín y sólo parió tres obras: Because we can!, Outside the box y Goodbye, Enorma. 915 paginitas de nada. Una mierda pinchada en un palo, para lo que nos tiene acostumbrado. En el 2014 Locke experimentó una súbita recuperación y superó su marca del 2011 con seis libros como seis soles: Casting call, Teacher, teacher, Lethal experiment, Now & then, Maybe y This means war! 1 653 páginas. 2015 fue otro año flojeras para nuestro superdotado autor, con sólo tres volúmenes: Don't tell Presley!, Boxed In!: a Dr. Gideon Box/Donovan Creed Novel y Rag soup. 742 páginas. Su peor resultado hasta entonces. En 2016 se marcó otro «aguántame el cubata» y perpetró cuatro obras: When David died: A true story, Sorority girl, Abbey Rayne y Spider rain. 1 082 páginas en total. El 2017 fue otro año productivo: cinco libracos que no se los salta un torero a tope de anfetas huyendo de un Cebada Gago de trescientos kilos; Daisy & Bobby, Our little secret, Promise you won't tell?, Hot mess express y The president's daughter. Entre los cinco títulos, 1 169 páginas. En el 2018 empieza la decadencia y parece que la cosa no tiene visos de remontar. Sólo dos novelas ese año, Your secret admirer y It was just sex (It meant nothing), para un total de 494 páginas. Otros dos títulos en 2019: Size matters y The day Miriam lost her sh*t; 508 páginas. Otros dos en 2020: Lucky you! y A woman scorned. 366 páginas.
Pinis! Vallaina!

La pregunta no es cómo John Locke, que de escribir libros no sé, pero de venderlos entiende la mitra, el cabrón, ha intentado hacernos creer que se curró 1 151 páginas en 2011, 2 491 en 2012, 915 en 2013, 1 653 en 2014, 1 082 en 2016 y 1 169 en 2017. Eso son 8 461 páginas sólo en sus seis años más productivos. Eso son 4 páginas diarias, todos los días, durante seis años. Es una puñetera burrada. Pero si ponemos en conjunto toda su producción, nos salen 10 571 páginas en 10 años. 1 057 páginas al año.

Para poner las cifras en contexto, baste decir que en el mismo período 2011-2020, otro escritor afectado de elefantiasis creativa crónica, Stephen King, firmó en solitario, excluidas colaboraciones, diez novelas o antologías de relatos: 22/11/63 (712 páginas), La Torre Oscura: El viento por la cerradura (316 páginas), Joyland (301 páginas), Doctor sueño (700 páginas), Mr. Mercedes (525 páginas), Revival (449 páginas), Quien pierde paga (478 páginas), Fin de guardia (459 páginas), El visitante (628 páginas), La sangre manda (535 páginas), Elevación (100 páginas) y El instituto (673 páginas). Eso son 5 786 páginas en diez años, 588 páginas al año firmadas por el feo con más talento de Maine.

La pregunta no es cómo John Locke ha conseguido hacernos creer que escribe más rápido que Stephen King. Que eso sí que no, ¿eh? Que, en esta casa, a Stephen King se le respeta.
(Aunque entre los dos no le llegan ni a la suela de las pantuflas a Corín Tellado. 5 000 títulos tiene esta señora, entre relatos y novelas que, eso sí, raras veces pasaban de las cien páginas).
La cuestión es cómo no he podido encontrar ni una sola entrevista en la que el periodista le dijese a la puta cara: «¿a quién coño pretende usted engañar, señor Locke?» (particularmente después de que se haya arrojado una sombra de sospecha, por decir algo, sobre las reseñas de sus «lectores» en Amazon).
Deutschland!

Sólo hay tres explicaciones razonables para la hazaña de publicar 4 novelas
, 1 151 páginas, en 2011; 10 en 2012, con un total de 2 491 páginas, 6 en el 2014, o sea 1 653 páginas, y, en general, para cualquier otro año en el que John Locke haya publicado más de 400/500 páginas, que es el baremo Stephen King:

La primera explicación es que ya tuviese escritos todos esos libros. Al menos los primeros (fíjate cómo, de unos años a esta parte, y aun teniendo presente que la edad es un factor a considerar, su producción se ha visto reducida a proporciones casi humanas, de dos libros al año, desde su último pico de cinco títulos en 2017, indigno de hacerle un rim job a su pasote del 2012). Y no es descabellado suponerlo así toda vez que empezó a publicar son sesenta tacos de calendario sobre los hombros. Imagínate que es un autor precoz y que sus pinitos literarios se remonten a sus tiernos quince o catorce años. Ahora calcula. Dar un lavado de cara y una actualización a esos primerizos libros, con medio siglo de experiencia vital a sus espaldas, y sacarlos todos de golpe, a ver si así por accidente uno se convierte en un éxito, podría ser pan comido para el abuelo John. Esta hipótesis resulta aún más verosímil si se tiene en cuenta que, sólo en octubre de 2012, John Locke subió a Amazon, de una sentada, seis novelas de Donovan Creed: Lethal people, Saving Rachel, Wish list, A girl like you, Vegas Moon y The love you crave.
Deim atem Kalt, das Herz in flammen.

La segunda explicación exige dar por buena cierta esa afirmación suya de que, con tres horas diarias de sueño, nuestro admirado John tiene más que suficiente (superpoder que le envidiamos, aunque, dado que ya ha sufrido un infarto, no sé yo hasta qué punto es saludable). Eso le dejaría otras veintiuna horas diarias para teclear como un poseso, suponiendo que escriba sentado en el váter y con una nevera llena al alcance de la mano, para no tener que levantarse a satisfacer ninguna de sus necesidades básicas. Que a lo mejor lo de las tres horas no tiene nada de genética ni metafísica, sino que resulta que Locke se pasa las noches como Balzac, deglutiendo café categoría alquitrán de cafeína. Sea cual sea el truco, ya te anticipo que incluso dando por bueno ese escenario sobrehumano sigo sin creerme la producción de este hombre a menos que John JAMÁS relea ni corrija sus textos y, encima, emplee masivamente plantillas argumentales. Que repita una docena, no más, de esquemas narrativos. Que recurra, una y otra vez, a los mismos temas, el mismo formulario de escenas, los mismos arquetipos de personajes, las mismas situaciones. En todas sus novelas.

Esto no puede considerarse «hacer trampa». Así se hacía la literatura antes de la cultura escrita. Los aedos y rapsodas griegos, los escaldos nórdicos y los guslari serbios trabajaban sobre un trasfondo simbólico, una herencia cultural común, e improvisaban, ajustando fórmulas flexibles y repitiendo esquemas cuantas veces fuesen necesarias. ¿O realmente crees que La ilíada sería tan larga, y por momentos tan cargante, si casi en cada ocasión que se menciona a Atenea no nos recordasen que es «la de los ojos claros» y «la hermosa cabellera», si Aquiles no fuese tan a menudo «el de los pies ligeros» y «el hijo de Peleo», que llegó a Ilión, la «bien murada» «ciudad de anchas calles», acompañando a los aqueos «de naves negras» con Odiseo «fecundo en ardides» e «igual a Zeus en prudencia» y se disputó con Agamenón «el de vasto poder», hijo del belicoso Atreo», la posesión de la cautiva Briseida «la de hermosas mejillas» «semejante a una diosa»?
Semejante a una diosa.

La tercera posibilidad es que John Locke no escriba sus propios libros. Que se los escriban. En este supuesto, Locke tendría a sueldo a unos cuantos negros literarios que, siguiendo sus pautas, le perpetrarían todos esos libros al año, dejándole a él la tarea de pulir y corregir. ¿Por qué no íbamos a considerar esta posibilidad, toda vez que el propio autor ya ha admitido haber pagado por recibir elogios impostados que disparasen sus ventas en Amazon? Su propio método creativo declarado, que parte de una decena o una docena de puntos de giro argumental sobre los que Locke escribe, sin orden ni concierto, confundiendo a menudo los nombres de los personajes y dejando en blanco los párrafos expositivos, es muy conveniente para esta forma de trabajo. Le bastaría con escribir, ni siquiera escribir, esbozar esos diez «turning points», pasárselos a sus escribidores de alquiler, junto con el argumento de la obra, y sentarse a esperar el primer borrador.

Pero, oye, que también Alejandro Dumas padre, alias «el negro de los negros», (no, en serio) tenía un estudio de escritores y documentalistas a sueldo que se curraban sus obras, que luego él firmaba (y se embolsaba la pasta, y se la fundía en vicios). Auguste Masquet, el verdadero autor de Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo, según algunos historiadores de la literatura, o sólo un colaborador esencial, según otros, lo acabaría demandando por la autoría de dichas obras.

Por cierto, Masquet perdió el pleito y, harto de Dumas, lo mandó a la mierda y se independizó como dramaturgo (El castillo de Grantier, La bella Gabrielle y, homenaje involuntario a esta entrada del paratroopers, La habitación roja, escrita en colaboración con Théodore Anne, son algunas de sus obras).

Dumas, que en vida ganó muchísimo más dinero que su «negro», dilapidó su fortuna en coca y putas y murió arruinado. Masquet, la palmó rico puerco. Saca tú la moraleja.

(Cuentan que, reunidos en cierta ocasión Dumas padre y Dumas hijo, entre los cuales hubo alguna rivalidad literaria y mucha pelusilla, Dumas padre le preguntó a su retoño «¿has leído mi último libro?», a lo que el autor de La dama de las camelias replicó, goteándole el colmillo, «Sí, padre. ¿Y usted?»).
Ah. ¿No sabías que era negro?

Aunque sí, por supuesto, existe una cuarta, inquietante y probable posibilidad:

Que todos esos libros sean suyos pero, pura y simplemente, John Locke no escriba más que mierda.

Pero, eh, no seremos nosotros los que le echemos nada en cara.

A fin y al cabo él ha vendido un millón de ejemplares de sus libros de mierda y nosotros no.

Aunque no nos merezca respeto alguno un escritor que no es lo bastante hombre como para ponerle la i a la palabra «mierda» del título de uno de sus libros.

Eso es algo que nos negamos a perdonar.

¿Por cierto, alguien sabe dónde venden reseñas de ésas y si puedo pagar con la tarjeta del paro?

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