sábado, 1 de junio de 2024

Necesitas un poco más de katsugen en tu dieta (I)

«¡Joder, Sommer, me encantó la entrada que le dedicaste a Sono Bisuku Dōru wa Koi o Suru / My Dress-Up Darling! Me puse a leer el manga y estoy enganchadísimo. ¿Tienes algunas otras recomendaciones de lectura, de un estilo parecido, que me puedan gustar?»

Me alegra de que me hagas esa pregunta, lector imaginario que me acabo de sacar de mis peludos cojones morenos. La respuesta es sí: tengo otras recomendaciones de manga parecidos a My Dress-Up Darling. Y también tengo recomendaciones de manga que no se parecen para nada a la obra más famosa (que no la única) de Shinichi Fukuda, salvo muy accidentalmente.

Ya que me lo pides, ahí va una lista pequeñita, con la esperanza de que encuentres en ella algún título que te ponga al menos un 25% de lo cachondos que nos pone a todos ver a Kirsten Joy Weiss disparando armas tan grandes como ella.

Está locatis, le van los pistolos y encima está buena, la jodía.

Empecemos. Let's empez. Y gracias por resolvernos la bitácora de la semana, oh lector fabuloso que sólo existe en nuestra mente esquizofrénica.


Ya que te ha gustado nuestra historia favorita de chicos tímidos enamorados de gyarus, empecemos por 道産子ギャルはなまらめんこい / Dosanko Gyaru ha Namaramenkoi / La gyaru dosanko es mega chachi, de Ikada Kai. El título no tiene ningún sentido si no sabes, amado lector, que dosanko, aparte de denominar a un tipo de poni autóctono de la isla de Hokkaido, es el nombre que reciben, coloquialmente, los nativos de la isla más jodidamente fría de todo Japón. Y hasta allí se va Shiki Tsubasa. En pleno puto invierno. Llevando puesta encima más abrigos que capas tiene una cebolla, y cagando el kilo a pesar de todo. Y, con la ignorancia del forastero, y malacostumbrado por el excelente servicio de transporte público de la capital, abandona su taxi una ciudad antes de su destino. Para descubrir, horrorizado, que no hay tren ni autobús y que la localidad a la que se dirige está a TRES HORAZAS de distancia. Temiendo morir congelado en plena calle, su perplejidad alcanza cimas olímpicas cuando ve llegar por la acera a Fuyuki Minami, una gyaru local de tinte rubio, minifalda, tetas enormes y piernas al aire (a pesar de la temperatura abismal, la única prenda de abrigo de Fuyuki es una bufanda), tan calentita como un pollo asado y estupefacta de encontrarse a aquel muñeco de Michelín de ropa en mitad de la calle.


Sí, por supuesto que entre estos dos surgirá el amor. Dosanko Gyaru ha Namaramenkoi es, ante todo, un romance estudiantil con elementos de comedia (como Kitagawa con Gojo, la pícara Fuyuki tiene un talento especial para crear situaciones que hagan sentir incómodo, y sexualmente perturbado, al pobre Tsubasa). A lo largo de los capítulos publicados del manga, y de la primera temporada del anime, Minami se convierte en la guía nativa que ayudará a Tsubasa a adaptarse a su vida en Hokkaido, tan diferente de la lejana Tokyo, de donde el muchacho acaba de llegar (desterrado, por así decirlo, por su tiránica madre; y, si quieres conocer los pormenores, ya puedes empezar a leer Dosanko Gyaru ha Namaramenkoi).

Como en Sono Bisuku Dōru wa Koi o Suru, la chica extrovertida y picarona es la guía del protagonista masculino en ese nuevo mundo que acaba de descubrir. Es Fuyuki la que enseña a Shiki que DEBE llevarse una manta de abrigo al instituto, y cubrirse el regazo con ella durante las clases. Es decir, si quiere sobrevivir al invierno. Es Fuyuki la que sirve a Shiki su primer vaso de Katsugen y la que lo invita a su primer festival de invierno. Y, si bien es cierto que el carácter desenfadado, y un poco guarrillo, de Minami, pondrá al pobre Tsubasa, pusilánime a más no poder y sin experiencia romántica, en más de una situación embarazosa, ninguna de ellas devalúa la ternura oculta que Minami atesora en el interior de su alma, quizá porque es más tímida de lo que se atreve a admitir, de ahí la armadura de su «disfraz» de gyaru, quizá porque
esa cálida terneza sólo está bien protegida, del frío inhumano de su isla natal, en el núcleo mismo de su ser.

Pero también Shiki enseña a Fuyuki un Hokkaido que ella misma ignoraba. Porque no es lo mismo recorrer tú sola los paisajes que ya conoces que hacerlo de la mano de una persona que los ve por primera vez. Sobre todo si esa persona te gusta. Y no te digo ya si te estás enamorando de ella. Shiki, que pasó su infancia en Kitami pero se mudó con su familia a Tokyo siendo muy pequeño, ha tenido que volver a Kitami para que Fuyuki pueda redescubrir su propia ciudad. Dosanko Gyaru ha Namaramenkoi es una historia de primeras veces. La primera vez que Shiki entra en la habitación de una chica. La primera vez que prueba yakisoba instantáneo. La primera vez que entra en un konbini. La primera vez que se enamora, de una fuerza de la naturaleza (una fuerza de la naturaleza rubia de bote y tetuda) llamada Minami Fuyuki.

Si te gusta viajar a destinos remotos, un aliciente de este manga es que está salpimentado de fichas acerca de la vida en la más septentrional de las prefecturas japonesas. Como, por ejemplo, que los nativos de Hokkaido comen más helados en invierno que en verano, porque el interior de sus casas está más caliente en invierno que TODA LA PUTA ISLA en verano. O que los envases de fideos precocinados que venden en Hokkaido contienen caldo instantáneo en polvo, de modo que, después de calentarlos, puedes reciclar el agua caliente y bebértela como una sopa.
Si leer te da como cansura, de Dosanko... también hay anime.

Una advertencia, no más: si decides abordar la lectura de Dosanko Gyaru ha Namaramenkoi, más te vale prepararte para un poliedro amoroso. Porque muy pronto el noble, tierno y bondadoso Tsubasa empieza a atraer el interés de otras mozas de su edad. Y Fuyuki se encuentra de repente compitiendo con la solemne y reservada Sayuri Akino, a quien Shiki consigue sacar de su cascarón, y también con la albina superdotada Rena Natsukawa, que le pide una cita a Tsubasa a cambio de ayudarle a preparar los exámenes. Y este amor adolescente en flor enfrenta otros retos que amenazan con matarlo antes de que madure: un viaje de estudios de Minami fuera de Japón. La enfermedad de la madre de Tsubasa, que lo devuelve a Tokyo, aparentemente sine die. Ah, joder, para que me entiendas: si eres uno de los heavies de mi instituto que dejaron los porros para meterse los volúmenes de Video Girl Ai, muy probablemente te gustará Dosanko Gyaru ha Namaramenkoi.

Y, ya que me te veo interesado en las historias de amor adolescente entre dos personajes diametralmente opuestos, ¿qué decir de 気になってる人が男じゃなかった / Ki ni Natteru Hito ga Otoko Janakatta / El chico en el que estaba interesada no es para nada un chico? Esta pequeña maravilla de Arai Sumiko nos ha enamorado desde la primera viñeta. Aya Oosawa es, otra vez, el estereotipo de chica popular de instituto japonés, ya sabes: tinte capilar, lentillas de colores, orejas llenas de piercings... Vamos, otra Kitagawa. Aunque Oosawa, en su caso, no está obsesionada con el cosplay, sino con la música rock. Y ha comenzado a interesarse en el «dependiente» de una tienda de discos que suele frecuentar, un «muchacho» vestido de negro de pies a cabeza y cubierto siempre por una mascarilla, como si sufriese un resfriado perpetuo. Cuando ese «dependiente» le muestra una mínima señal de amabilidad y atención, ¡pum!, el flechazo es inmediato y Oosawa ya no puede sacarse de la cabeza a su anónimo y enlutado «dependiente».

Aya no sabe la que acaba de liar sin proponérselo. Porque el «chico» de la tienda de discos es en realidad Mitsuki Koga, su COMPAÑERA de aula. Una chica súperintrovertida y ultratímida, con flequillo y gafas de niño Vicente, que oculta en clase sus orejas llenas de ferretería dejándose el pelo suelto. Koga comparte con Oosawa el amor a la música, que le resulta aún más cercana por su trabajo de media jornada en la tienda de discos de su tío Joe, tienda en la que, a fin de mantener su anonimato, se recoge la cabellera, usa lentillas graduadas, ropa masculina y esa condenada mascarilla que ha llevado a error a la pobre Oosawa.

La ternura, la sensibilidad, el respeto y el cariño con el cual está tratada la relación entre las dos protagonistas de Ki ni Natteru Hito ga Otoko Janakatta es simplemente conmovedora, y su lectura haría más por promover la tolerancia y el respeto al otro que el ministerio de charos tardomarxistas y analfabetas chillonas que tenemos en España. Oosawa se enamora de una persona, no de un sexo, y, cuando descubre la identidad secreta de su «persona especial» (Mitsuki se ha dejado en el móvil una lista de reproducción que Aya envió a su «novio»), reacciona con estupor («Es la primera vez que mi amada música intenta matarme»), no sabe cómo asimilar su descubrimiento. Por un lado, se siente traicionada, por otro, no puede quitarse de la cabeza a Koga. Aunque deja de ir a la tienda de discos y evita dirigirle la palabra en clase, Oosawa está aprendiendo que sus sentimientos son reales, que su amor por Mitsuki trasciende la biología y las convenciones sociales. Y cuando sorprende una conversación entre Narita (más sobre Narita en el próximo párrafo) y Koga en la que Mitsuki comparte con su compañero de clase la sospecha de que Aya ha comenzado a evitarla porque se avergüenza de ella, sus pasos la conducen hasta la tienda de discos sin que su cerebro intervenga en esa decisión. Porque ella quiere estar con Koga. Su corazón ya ha elegido. Y aunque el amor que une a las dos muchachas las haga sufrir en algún momento, porque ninguna de las dos se atreve a encararlo con resolución y ponerse en la posición vulnerable de confesarle sus sentimientos a la otra, o porque a veces el amor duele, también las hace crecer, las hace mejores, y da a ambas compañeras de clase la motivación para ser valientes y explorar el nuevo vínculo que, accidentalmente, se ha creado entre ambas. A pesar del miedo que le da a Koga quedar emocionalmente expuesta ante su ¿«novia»?.


Lo prometido es deuda: Megumu Narita es compañero de clase de Koga y Oosawa, y el primero en descubrir quién se esconde tras la sudadera y la mascarilla del «dependiente» de la tienda de discos. Y, en una expansión de tolerancia, respeto y empatía, no sólo no mortifica a Mitsuki, ni la llama «sucia bollera muerdefelpudos», ni nada parecido, sino que lamenta que Aya y Mitsuki no puedan llevarse tan bien en clase como se llevan fuera de ella, y anima a Koga a darse a conocer a Oosawa (pero Mitsuki duda, desgarrada por el temor al rechazo y el vértigo de haber permitido, con sus inseguridades, que la situación con Aya llegase demasiado lejos para que se le pueda poner un remate sin que nadie salga lastimado). Y luego el muy pedazo de cabrón «empareja» a las dos «novias» para organizar el fin de fiesta del festival cultural de su aula. Para que pasen tiempo juntas. Para que se conozcan mejor. Para que, del roce cotidiano, Koga pierda parte de sus miedos. Para que la siesa de Oosawa se fije en todos los manierismos y muletillas discursivas con los que, inadvertidamente, Mitsuki se delata a sí misma, y para que la asustadiza Koga tenga otra oportunidad de decirle a Aya quién es en realidad el dependiente de la tienda de discos del que está enamorada.

Si nunca has tenido quince años o nunca has estado enamorado, no contamines Ki ni Natteru Hito ga Otoko Janakatta con tus manazas de robot sin alma. Esta música no suena para ti. Suena para nosotros. Deja la miel para los labios que saben apreciarla. ¡Plebeyo!

Publicado originalmente como Webcomic en Pixiv antes de que los gigantes de Kadokawa Shoten se hicieran con la opción para editarlo en formato tankoubon, en maravilloso blanco, negro y verde pistacho, Ki ni Natteru Hito ga Otoko Janakatta inició su andadura en abril de 2023 y sigue editándose en la actualidad. Y sus fieles lectores esperamos que por muchos años. Porque leer esta pequeña maravilla nos hace a todos un poco mejores.

Dejemos aparte por un momento a las gyaru y pasémenos a las rusas. Las latinas del Volga. 時々ボソッとロシア語でデレる隣のアーリャさん / Tokidoki Bosotto Roshiago de Dereru Tonari no Arya-san / Alya a veces oculta sus sentimientos (hablando) en ruso, de SunSunSun (entendemos que es un pseudónimo o que su padre era tartamudo), son una serie de novelas ligeras publicadas en 2020 en el sitio web para escritores aficionados Shōsetsuka ni Narō (小説家になろう, literalmente «vamos a ser novelistas») y posteriormente en formato impreso por Kadokawa Shoten. La versión manga, dibujada por Saho Tenamachi, se hizo esperar hasta octubre de 2022 y sigue editándose en el momento en que se redactan estas líneas.


Tokidoki Bosotto Roshiago de Dereru Tonari no Arya-san es otra rom-com adolescente, centrada en los personajes de Alisa Mijailovna Kujō, una beldad de flotantes cabellos color platino, medio rusa y medio japonesa, y Masachika Kuze, un pedazo de haragán que se sienta a su lado en clase y no parece tener ninguna ambición en la vida aparte de jugar a videojuegos y dormir en el aula. Algo que Alya, «la princesa solitaria», deplora visceralmente. Porque está enamorada de Kuze (se empezó a fijar en él porque era el único chico de todo el instituto que no la perseguía, babeando y aullando como un babuino en celo) y ella, una obstinada estudiante modelo con unos extenuantes niveles de autoexigencia, tanto personales como académicos, no soporta a este completo mediahostia sin aspiraciones.
(Sí. Se puede estar enamorado de alguien a quien desprecias. La gente es complicada).

Así que Alya, de vez en cuando, ventila un poco su frustración, y sus afectos clandestinos hacia Kuze, de viva voz y en ruso. A menudo, donde Kuze puede oírla.

Lo cual, aunque ella no lo sabe, tiene cuarto y mitad de cojones. Porque Masachika habla perfectamente el idioma, que aprendió viendo películas con su abuelo, un enamorado del cine ruso. Así que Kuze está al corriente de los sentimientos de Alya hacia él. Pero no se aprovecha de su ventaja. Porque siente que pertenecen a ligas diferentes. Se ha convencido de que no se merece a la «princesa solitaria» de la Academia Seirei (ni a ninguna otra novia, ya puestos), a la que no se cree capaz de ofrecer nada en absoluto.

Naturalmente, estos dos papamoscas no se quedan así. Un elemento común a todas las historias de romance adolescente es el poder transformador del amor. Hay motivos ocultos tras la aparente apatía de Kuze. Motivos que, con el tiempo, Masachika confiesa al lector y se propone superar. Por amor a Alya, por supuesto, que aspira a la presidencia del Consejo Estudiantil (pertenecer al Consejo será apreciado por las universidades en las que solicites ingreso o las empresas a las que envíes tu currículum, y ya hemos dicho que Alisa es ambiciosa y obsesivamente perfeccionista), Kuze acaba postulándose a él para ayudar a Alya a alcanzar sus sueños y, en el proceso, crecer para llenar los zapatos del novio que Alisa merece.

Y, como es obligatorio en este género, nuestros protagonistas encontrarán obstáculos a su historia de amor. Queremos decir otros obstáculos, además de los cojonazos de Kuze. El primero que me viene a la cabeza son los celos de Alya hacia Yuki Suou, una compañera de colegio, y relaciones públicas del Consejo Estudiantil, que se toma unas confianzas con Masachika que a Alisa Mijailovna no le gustan un carajo. Sucede que, aunque, llevada de una vena sádica, Yuki se presenta a sí misma como amiga de la infancia de Masachika (casi aniquilando las esperanzas románticas de Alya), en realidad los dos muchachos son hermanos (ella se crió con su madre tras el divorcio de sus padres, y por eso no comparten apellido) y Yuki tomará la  iniciativa de presionar a Kuze para que regrese al Consejo Escolar, pues es el primer paso que debe dar para mostrar a Alya su verdadera valía.

Otra hermana que le crea problemas a Alya en su relación con Masachika es la suya propia. La bellísima María Mijailovna Kujō. «Masha». La «Madonna de la academia», también miembro del Consejo Estudiantil, se ha inventado un novio ausente (hasta le habla a una foto suya que lleva en un relicario) para alejar a los moscones. Pero resulta que Masha fue el primer amor de Masachika, a la que conoció en una playa cuando ambos eran aún niños.

Y no vamos a pararnos a hablar de Sarashina Chisaki porque, de lo publicado hasta la fecha, hay poco que decir y porque nos conocemos. Que las chicas japonesas con espada, aunque sea de bambú, nos ponen burros como mínimo desde los tiempos de la fría y bellísima bestia Saeko Busujima (cuyas aventuras no tendrán final porque, lamentablemente, Daisuke Sato falleció dejando inconcluso su 学園黙示録 / Gakuen Mokushiroku / Highschool of the Dead).
¡Aaaaaah, Busujima, te amo!

カナン様はあくまでチョロい / Kanan-sama wa Akumade Choroi / Kanan-sama es facilonga de la hostia (traducción un poco liberal), manga de Nonco, es tan divertido, algunos de sus capítulos, de sus viñetas, de sus situaciones tan desopilantemente absurdas me han hecho reír tanto y con tantas ganas que estuve a punto de romperme un huevo.

Explotando una vez más el subgénero del romance adolescente entre personas diametralmente opuestas tenemos, por un lado, a la orgullosa y soberbia Kanan (presidenta del Comité de Moral Pública de su instituto), y por el otro al pacato y sumiso Kyōgi (estudiante random). La colisión entre ambos personajes es APOCALÍPTICA. Kanan y Kyōgi no pueden ser más diferentes, y buena parte de Kanan-sama wa Akumade Choroi se centra en los trabajos de ambos para superar sus diferencias de carácter y construir un espacio común en el que construir su relación. Vamos, el consabido tropo que ya hemos citado varias veces en esta entrada.

Con los, carrasp, problemillas añadidos, carrasp, carrasp, tos, de que Kanan sea una diablesa hija del Gran Demonio de la Gula, Belzebú, enviada a la tierra para alimentarse de las almas de alumnos de instituto. Almas como la de Yōji Kyōgi, que no se cosca de lo que Kanan le cuenta y cree que le está proponiendo sexo irresponsable con aderezo de fetiche de cosplay satánico. Y le hace mucha ilusión estrenarse con la hermosa, altiva y resoluta Kanan. Y empieza a desnudarse en el acto, el muy chancho.

Y Kanan, que en un primer momento se felicita de poder recurrir a la púber lujuria de Kyōgi para hacerse con su alma, entra en pánico inmediatamente. Porque, a pesar de tener varios miles de años de edad, SIGUE-SIENDO-VIRGEN y JAMÁS-HA-TENIDO-PAREJA.

Que la hija del rey de los demonios nunca haya tenido novio y esté aún esperando a que le hagan el unboxing, es un giro tan absurdo y cómico al mismo tiempo que casi me caigo de la silla leyendo Kanan-sama wa Akumade Choroi. Cuando, encima, resulta que a Yōji le gusta muchísimo Kanan, desde siempre, y ha (mal)entendido que Kanan se lo ha llevado aparte no para devorar su alma, sino porque a ella también le gusta él (esa «forma de vida inferior», esa «cabeza de ganado», como le llama Kanan), la pobre virgen milenaria cortocircuita y, de alguna manera, acaba aceptando una cita con Kyōgi (que no está mal del todo; las primeras ocurrencias del muchacho salidorro fueron una mamada o una paja).

Y es que esta diablesa, hija del demonio de la gula, es la adolescente de cinco mil años más pudorosa, inocente, insegura y ADORABLE del mundo. Caminar junto a Kyōgi le da sofocos. Tiene miedo de quedarse embarazada si le da la mano a su «novio». Le tiembla la voz y se atraganta cuando intenta llamar a Kyōgi por su nombre propio, no por su apellido, y casi tiene un orgasmo cuando le da permiso a él a llamarla Kanan, ya no más «senpai». Roza el nirvana cuando Kyōgi le limpia los oídos. Se muere de vergüenza en su primera cita  cuando, para provocarle, le restriega las bufas contra el brazo... y descubre que ha olvidado ponerse sostén. Y ya no te cuento, querido lector, lo mal que lo pasa cuando acaba, accidentalmente, por supuesto, metida hasta sus cuernos de súcubo en alguna situación picantuela con Kyōgi, al que no para de intentar humillar y degradar, y que, desde su cociente intelectual nivel brioche, malinterpreta todas sus jugarretas como pruebas de su amor hacia él.
El modo vibración. ¡Cuántos hijos habrá hecho!

Como en todas las heroínas de las obras citadas hasta este momento, la dulzura oculta de Kanan es uno de sus principales atractivos. Su resistencia a someterse a los sentimientos que Kyōgi ha despertado en su negro corazoncito de presidenta del Comité de Moral Púb... esteee... de diablesa, no impide que se reduzca la distancia que los separa, que Kanan poco a poco se vaya enamorando de su aturdido novio mortal (porque incluso las hijas del Archidemonio de la Gula aspiran a amar y ser amadas), hasta el punto de que se lo lleva a conocer a sus padres.

Sí. Kanan se lleva a Yōji al inframundo para que conozca a sus padres y a las enfermas de sus hermanas. Y el cabestro de Kyōgi ni se da cuenta de que está en el puto infierno, ni ve nada raro en las excentricidades de la familia de Kanan. Ni siquiera cuando lo sirven, desnudo, para la cena. Todavía crudo, por suerte para él. «Pensé que era algún tipo de tradición familiar», va y dice, el muy boludo.

(Los capítulos de Kanan y Kyōgi en la dimensión diabólica son DESCOJONANTES. ¡Tienes que leértelos y conocer a esa Lilum, la madre de Kanan, que supera su miedo a los hombres y acaba ENCOÑADÍSIMA de su yerno e intenta LLEVÁRSELO AL CATRE —al principio, para poner a prueba su amor hacia Kanan, pero muy pronto porque empieza a ponerse más caliente que el pitorro de una tetera—, oh, probo lector! ¡Tienes que descubrir a esas hermanas de Kanan, Miltie y Miel, y comprender por qué en el Paratrooper's aún no hemos decidido cuál es la más turbia! ¡Intenta averiguar la identidad de ese ladrón de lencería, delito castigado con la pena de muerte en el reino de Belcebú! ¡Flipa con ese Archidemonio de la Gula que se viste con un disfraz de osito de peluche gigantesco…!).

Esto por esos perversos pensamientos que acabas de tener.

Y ya. Si con esto no te hemos dado suficientes motivos para leerte Kanan-sama wa Akumade Choroi, te vas a la mierda y tan amigos.


Y, hablando de chicas con cuernos servidoras del mal, ダークサモナーとデキている / Dark Summoner to Dekiteiru / Estoy saliendo con una Invocadora Oscura, es como Kanan-sama wa Akumade Choroi pero ambientada en un universo en plan D&D y con un cuarto de vuelta hentai, visible en historias como «El ladrón de semen», «El Gran Maestro de Teta-fu» o «Los pezones resplandecientes».

Vamos, que se folla. No estilo película de Canal + de los viernes por la noche, pero se folla. Precisamente lo que Kanan y Kyōgi no pueden hacer, por razones obvias (son adolescentes, joder, y Kanan-sama wa Akumade Choroi no es ESE TIPO de manga).
(Los capítulos de Dark Summoner to Dekiteiru no tienen título. Se lo ponemos nosotros para ahorrarnos el tener que resumirte los argumentos).

Los protagonistas principales de Dark Summoner to Dekiteiru son Amona, una hechicera semihumana (medio mujer y medio demonia), y Roni, el mago-sacerdote de una partida de aventureros. Como si dijéramos una sacerdotisa de Lucifer con superpoderes diabólicos y un cardenal católico loco por el Crossfit. Vamos, que no pueden estar en extremos más opuestos.

Si has estado atento hasta aquí, amado lector, ya sabes lo que viene, ¿verdad?

Amona y Roni acaban enamorados. Bueno, en puridad empiezan a chingar como marranos en una fiesta del fin del mundo y luego se dan cuenta de que están enamorados.. Todo ello en un entorno de cómic de fantasía con orcos, mazmorras, magia, elfos, búsquedas del tesoro... Al igual que en los ejemplos arriba citados, Amona y Roni han de superar malentendidos, inseguridades, problemas de comunicación y demás obstáculos que serían normales en cualquier relación de pareja normal. O, al menos, tan normal como pueda ser la relación con una semidemonio.

Como 
Dark Summoner to Dekiteiru tiene una naturaleza algo más picantuela que los otros títulos que te hemos recomendado en esta entrada, querido lector, buena parte de las situaciones presentadas en el manga terminan con Amona o Roni en diversos grados de desnudez o garchando como cobayas. Con un elemento de comedia verdesca inherente cada vez que uno de los protagonistas, o ambos, se mete en un embrollo del que sólo puede salir bien librado con erótico resultado, o tiene que superar un obstáculo, ya sea en su relación de pareja o en medio de una búsqueda del tesoro, con erótico resultado, o es sorprendido in fraganti por algún otro miembro del equipo, con erótico resultado, o intenta complacer a su pareja con algún refinamiento venéreo... en fin, lo vas viendo, ¿verdad?

La aventura de los pezones fosforescentes. ¡Y tú creías que a tus campañas del AD&D no le ponías suficientes porros!

«Ah. Gracias. Estupendo. Y... eeeeeh ¿tienes más recomendaciones de lectura, aunque no sean necesariamente comedias románticas? Es que le estoy cogiendo gustirrinín a esto».

Sí. Por supuesto. Pero la entrada ya se nos ha quedado un poco larga, oh, lector imaginario. Así que lo pospondremos para un próximo post.


Estate atento a futuras retransmisiones. A la misma bat-hora. En el mismo bat-canal.

Ahora que se viene el veranito, dibujo de Kanan en la playa.

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