sábado, 20 de abril de 2024

Una centolla se ha cagado en mi arena

Por la presente declaro que ya me he visto Dune: Parte 2, de Denis Villeneuve.

Y declaro por consiguiente que, de repente, el Dune de David Lynch, que mira que es una mala película de David Lynch y una mala adaptación de la novela homónima, vuelve a ser la mejor adaptación cinematográfica de la obra de Frank Herbert.


Dune 2 no es, a grandes rasgos, una mala película. Ése está muy lejos de ser el problema. Tan lejos como lejos estoy yo de conquistar el frío y negro corazón lusitano de la madrina de nuestra bitácora.

¡Mala mujer! ¡Que eres una mala mujer!

Dune 2 no es una mala película. Es una mala adaptación de un buen libro, que es muchísimo peor. Villeneuve tenía todo lo necesario para hacer una obra maestra. Quizá debería haberse fijado en el cuidado que pusieron Frank Darabont a la hora de adaptar a la pantalla tres conocidísimos relatos de Stephen King: Cadena perpetua, La milla verde y La niebla. Tres pequeñas joyas que deberían enseñarse en todas las escuelas de cine como ejemplos casi perfectos de traducción de material literario a lenguaje cinematográfico.

«Pero hombre, no compares. Estás hablando de adaptar tres novelas cortas o un tochaco de más de doscientas mil palabras».

¡Nos ha jodido! ¡Pues claro que es mucho más difícil adaptar Dune que Rita Hayworth y la redención de Shawshank! Precisamente por esa diferencia de escala, hay que ser muy inteligente, sensible y talentoso para elegir qué escenas y capítulos, qué personajes y tramas del material original vas a trasladar a tu película, y, muy especialmente, qué tono, qué atmósfera vas a construir si quieres no ya que te salga un buen largometraje, sino poder seguir reivindicando la herencia del libro que estás adaptando. El propio Villeneuve hizo un trabajo absolutamente magistral cuando adaptó La historia de tu vida, relato corto de Ted Chiang, en su película La llegada. El cuento de Chiang y la película de Villeneuve (sobre guion de Eric Heisserer) son tan diferentes entre sí que casi parece un nuevo caso de «libremente adaptado de» en vez de «basado en». Pero son diferentes en la forma correcta. La llegada toma todo lo que necesita del original para que La historia de tu vida funcione como largometraje y rellena los vacíos, dejados por el material literario que nunca funcionaría en una película, con recursos narrativos y estilísticos expresa, exclusiva y puramente cinematográficos. La llegada explora nuevas avenidas que complementan, mejoran y amplían el drama de La historia de tu vida, y el cuento de Chiang embellece con su calidad de testimonio íntimo, de pequeña inmensa tragedia, la película de Villeneuve.

Pero todo eso son sólo palabras. Para explicarte, oh, amado lector con sabor a vainilla y olor a gasolina, por qué Dune 2 nos ha gustado como película y horrorizado como adaptación del libro, tenemos que aportar contexto, como en esa nueva función de Twitter: «Los lectores han aportado contexto». Y yo, como lector y espectador, (y, que no se entere mi familia, como crítico de cine) ♫ voy a aportar contexto, tralará, voy a aportar contexto, tralará, voy a aportar conteeeextoooo ♪.

No podemos decir que estuviésemos de acuerdo con todas las decisiones tomadas por el director canadiense para la primera parte de Dune, como quedó meridianamente claro en nuestro análisis del ya lejano 2021. Por ejemplo, sigue sin acabar de gustarme Timothée Chalamet para el papel de Paul. No porque no aparente los quince años que tiene su personaje cuando comienza la aventura, que los aparenta, sino porque no me he visto ni una película de este muchacho, repito, NI UNA, en la que consiguiese transmitirme nada. Mirar a cámara con mueca de intensito no es actuar. Y eso es básicamente lo que le he visto hacer a Chalamet en Lady Bird, en The King, en Bones and All y en las dos partes de Dune.

Thimotee Chalamet tiene tantos registros dramáticos que consigue que Scarlet Johanson parezca Meryl Streep.
Esa jeta. En. Cada. Puto. Plano.

Por no entrar a considerar el trabajo de Zentolla, digo Zendaya, que, si bien aporta un componente exótico que podría evocar la obvia inspiración asiática de los Fremen, tampoco es que nos lo haya hecho flipar con su actuación y, además, tiene un intrusivo protagonismo en Dune 2 que llega a hacérnosla particularmente odiosa. Y aquí es donde las decisiones tomadas por Denis Villeneuve a la hora de adaptar la novela de Frank Herbert a la pantalla comienzan a sonar como una explosión en una cámara de ecos.

Zentolla, digo Zendaya, podría haber sido una Chani perfecta.

Si se pareciera, aunque sólo fuese un poco, a la Chani del libro.

Que es que no.

Ni por asomo. Y no hablamos aquí del parecido físico. A fin y al cabo, dado que Frank Herbert lleva criando malvas desde 1986, no podemos preguntarle qué quería decir exactamente cuando describió a Chani como una «small figure in Fremen robes» con una «cara élfica» o «de elfo» («elfin face») y ojos negros como pozos («black pits of eyes»); y eso podría significar diferentes cosas para cada uno de nosotros y aplicársele muy bien a la descripción de Zentolla, digo Zendaya.

Es decir, si Zentolla, digo Zendaya, consiguiese que nosotros, los lectores del libro, viésemos en ella a Chani.

Que no lo consigue y ni siquiera lo intenta.

Y no quiero personalizar el problema de caracterización de personajes de Dune 2 en la pobre de Zentolla, digo Zendaya, que se ha limitado a interpretar el papel que le dieron y cobrar su cheque. Y no quiero porque sería injusto y llevaría a error. Los retratos absolutamente irreconocibles que Denis Villeneuve, coautor del guion, nos da tanto de Stilgar como de Feyd-Rautha Harkonnen prueban que el PPPPPATINAZO a la hora de caracterizar a Chani no es un accidente, sino una decisión creativa deliberada tomada por personas que no han leído Dune, o que sí lo han leído y odian hasta el tuétano de sus huesos la obra que hizo rico y famoso a Frank Herbert.

Zentolla, digo Zendaya, dirigida por Denis Villeneuve es incapaz de hacernos reconocible a Chani; Javier Bardem, dirigido por Denis Villeneuve es incapaz de hacernos reconocible a Stilgar; y el pobre de Austin Butler, que consiguió convencernos de que era Elvis en... bueno, en Elvis, dirigido por Denis Villeneuve es incapaz de convencernos de que es Feyd-Rautha Harkonnen.

Y de repente ya no tengo tan claro que Denis Villeneuve sea tan fan de Dune como sospechaba que lo era cuando escribí la crítica a la primera película. Porque nadie que haya leído y ame ese libro cometería la MASACRE, sobre los personajes clave de la novela, de la que Villeneuve es responsable.

Si en la crítica a la primera parte de Dune nos quejábamos de que Villeneuve había dedicado excesivo esfuerzo a la construcción del escenario de su película y no el suficiente a la construcción de sus personajes (el fondo nos impedía ver la forma), en este segundo largometraje se alcanza un equilibrio que de poco puede aprovecharnos a los lectores de la novela. Una vez establecido el worldbuilding en la primera película, por fin los personajes de la cinta de Villeneuve tienen la oportunidad de brillar.

Y es en ese preciso momento en que nos damos cuenta, si se nos había pasado por alto, de que la personalidad y el carácter de esos personajes ha sido adulterado, cuando no directamente reescrito de cero para la pantalla, hasta el punto de que yo, que he perdido la cuenta del número de veces que me leí Dune, no sólo estoy completamente perdido en mi butaca, sino que además empiezo a sentirme como el muñeco de ventrílocuo de Thomas Dolby.

A ver si consigo llevarte a mi estado de perplejidad, amado lector, mediante un pequeño análisis comparativo:

En la novela de Frank Herbert, Stilgar el Fremen es el Naib del Sietch Tabr. Líder prudente y justo, guerrero temible en la batalla, Stilgar encuentra en su fe consuelo e inspiración para soportar las terribles privaciones que su pueblo sufre en Arrakis y soñar con un futuro mejor para sus descendientes. Impresionado por la fortaleza de carácter y las habilidades marciales de Paul y Dama Jessica, les ofrece su protección porque, entrenados por ellos, los miembros del Sietch Tabr serán más fuertes. Tendrán mayores probabilidades de supervivencia. Y sí, la sospecha de que Paul pueda ser el mahdi, el mesías esperado por los Fremen, influye sensiblemente en su decisión, pero no es su motivación principal (hasta verla luchar, Stilgar habría matado a Jessica, demasiado mayor para aprender a vivir en el desierto: «Unless you’ve been deep-trained from childhood to live here, you could bring destruction onto an entire tribe»).

Después de que Jessica someta a Stilgar con insultante facilidad, el Naib cambia completamente de opinión con respecto a la concubina del duque Leto e incluso se enfrente a sus propios compañeros por ella. «Do as she says, you wormfaced, crawling, sand-brained piece of lizard turd! Do it or I’ll help her dismember you! Can’t you see the worth of this woman?»

En la película de Villeneuve, Stilgar es un pingo del que se chotean y al que desafían sus propios hombres, sobre todo los más jóvenes y las mujeres, y un fanático religioso timorato y pusilánime del que se aprovechan Paul y Jessica y se befan, mofan y pitorrean en sus barbas los otros jefes Fremen: «He encontrado al Lisan al-Gaib», les dice él. Hocicos arrugados. Tonillo de chufla: «¿Otra vez?», le contestan.
(En el lore de Dune, Naib significa «aquel que ha jurado no ser capturado jamás con vida por el enemigo». Para convertirse en Naib, normalmente hay que desafiar y matar en duelo ritual al anterior Naib. O sea que sólo los mejores guerreros pueden ser líderes de un Sietch Fremen).

En la novela, Chani es la hija de Liet Kynes, el ecólogo imperial, y su esposa Fremen. Es una joven intrépida, decidida, una guerrera feroz y despiadada en la batalla y desarrolla, casi desde la primera mirada que cruzan, una inmediata afinidad con Paul que, en muy poco tiempo, se convierte en amor apasionado y devoción ciega. Chani da un primer hijo a Paul, que muere asesinado, y más tarde (ya en el libro Mesías de Dune), a los mellizos Leto y Ghanima.

En la película, y mira que me ha dolido, porque Chani es uno de mis personajes más favoritos de Dune, Chani también siente una inmediata afinidad por Paul, también se enamora por él y nos dan a entender (porque, para no dinamitar la clasificación por edades, no nos lo muestran) que chingan como fieras. Pero Chani se pasa más tiempo desautorizando a Paul y a su madre, poniendo en duda, a gritos de Karen arenosa, que sean la Reverenda Madre y el Lisan al-Gaib de la leyenda, recriminando al creciente colectivo de partidarios de Paul que ven en él al Mesías prometido, que pongan sus esperanzas de salvación en un extranjero blanco, heterosexual y con pene, que eso es de un machista, supermacista blanco y colonialista que te cagas, en vez de liberarse a sí mismos con la fuerza de su árida racialidad criptoislámica. Y de lo de quedarse preñada del moreno ni de coña, ¿eh? Que el embarazo es una conjura turbopatriarcal inventada por malvados hombres cisgénero para someter a las poderosas y empoderadas mujeres, que, si gobernasen ellas, el mundo sería una Arcadia feliz y viajaríamos a Marte los fines de semana en naves de propulsión pachamamánica úteroclitoriana.

La Chani del libro esmocha ella misma a un retador que pretendía reñir duelo con Paul y matarlo, para convertirse así en el nuevo líder Fremen, «porque no merece molestar a mi cariño por un mierdecilla seca como éste» (estoy parafraseando un pelín), y sufre estoicamente en el papel de concubina, muy consciente de que la supervivencia de Paul, y de todo el linaje Atreides, depende del matrimonio de aquel con Irulan. La Chani interpretada para Denis Villeneuve por Zentolla, digo Zendaya, se pasa medio metraje entrando en plano para protestar, gritar y llevarle la contraria a todo el mundo; no vaya a ser que alguien olvide lo strong independent woman que es, y se acaba LARGANDO, abandonando su tribu, su familia y a su amor, Paul, porque, supongo, está harta de que no le hagan caso, en la peor y más ignominiosa parodia de pataleta feminista histérica que he visto proyectada jamás en una pantalla de cine.

Y yo me asomo a este completo despropósito y no dejo de preguntarme qué coño le ha pasado a uno de mis cinco libros favoritos, por qué me cuesta tanto reconocer a los personajes y por qué la pobre Zentolla, digo Zendaya, que mira que me cae maja la moza, se me hace cada vez más y más odiosa plano tras plano de Dune: Parte 2.

Y entonces entra en escena Feyd-Rautha, y la catástrofe se vuelve ya irredimible como adaptación de material literario.

Feyd-Rautha Harkonnen es el sobrino del barón Harkonnen. Criado por su sádico y pedófilo tío para aspirar un día a desposar a la princesa Irulan, la hija mayor del Emperador, Feyd-Rautha es el anti-Paul. Es aquello en lo que Paul Atreides se habría convertido de ser criado por Vladimir Harkonnen y no por su noble padre, el duque Leto Atreides, y su disciplinada e inteligente madre. Frío, ambicioso, maquiavélico, engreído, cruel, impaciente... le parece que los planes de su tío no se materializan lo bastante rápido e intenta asesinarlo. Y el barón le regaña, por cagaprisas. Y sobre todo por haber fracasado. Y comparte por fin con él sus planes de enviarle a Arrakis como el «salvador» que aliviará a los pobres arrakenos de la tiranía del brutal Rabbán, y podrá ofrecer ese feudo a la princesa Irulan como arras nupciales.
¡Calvos al poder! ¡Friiiiiiiiidooooooooon!

¿Cómo me lo retratan en la película de Villeneuve? Como un sociópata enamorado del dolor. Un asesino caprichoso y cruel. No un personaje que persigue el mismo objetivo que Paul, hacerse con el control de Arrakis y la producción de especia Melange, a través de métodos diferentes, y que tiene la fuerza de voluntad y capacidad marcial suficientes para plantarle cara al Kwisatz Haderach en un duelo a arma blanca, con probabilidades de vencer y cambiar el destino de Arrakis, y del Imperio, para siempre.
El de la serie del 2000 siempre me ha parecido el más Feyd-Rautha de todos.

El Feyd-Rautha de Villeneuve no es Feyd-Rautha. El Stilgar de Villeneuve no es Stilgar. La Chani de Villeneuve no es Chani. Punto. Y ya no voy a meterme con ese Emperador provecta y agotado (¿para qué coño existe la especia geriátrica, si este hombre prefiere abandonarse así?), un desaprovechadísimo Christopher Walken, ni en lo confusa que le resultará al espectador promedio la intervención de la dama Fenring (Léa Seydoux), enviada por la Reverenda Madre a quedarse preñada de Feyd-Rautha, y su inmediata desaparición de la continuidad del largometraje (de nuevo, como en la primera parte, el director no parece tener muy claro qué tramas secundarias son realmente necesarias para su película). ¡Tal vez si Villeneuve la hubiese presentado en el primer largometraje, dejándole un mensaje a Jessica en el invernadero, como en el libro, el espectador desinformado de Dune: Parte 2 no se haría preguntas al respecto!
¿Me contratas a esta mujer para cinco minutos de metraje? ¿Estás de coña?

«Huevos de pascua» para iniciados aparte, Dune 2 es una película para espectadores que no han leído el libro en el que se inspira. O que lo leyeron y lo detestan. Es una película, con una fotografía, una música, unos escenarios, un argumento, una dimensión épica y un sentido del espectáculo que echamos de menos en títulos similares. Es una película entretenida. Incluso, no lo descarto, una buena película que he sido absolutamente incapaz de disfrutar al 100% porque, como pollavieja que lleva unos treinta años cabalgando gusanos de arena, el DOLOR ANAL AGUDO que me producía cada nueva profanación del canon me ha arruinado la experiencia.

Y, siendo muy conscientes de que la adaptación de una novela a la pantalla implica tomar decisiones drásticas sin las cuales es poco menos que imposible traducir, porque de eso se trata, el material literario al lenguaje del cine de manera que permita entregar una película legible y congruente, el visionado de Dune: Parte 2 despierta en el lector de las novelas de Frank Herbert la sospecha de que Villeneuve ha tomado las decisiones equivocadas, acaso guiado por los motivos erróneos.
¿Me contratas a Anya Taylor-Joy para CINCO SEGUNDOS de metraje? ¿En PUTO serio?

Vamos, es un poco el caso de los seguidores de Lean Beef Patty. Que también se interesan en ella por los motivos erróneos.
Motivación para hacer ejercicio ya te digo yo que no buscan.

Y el fracaso de Villeneuve en trasladar a la pantalla una fiel versión cinematográfica de un libro considerado casi universalmente imposible de convertir en película (y todos los intentos al respecto son frustrantes, en distintas proporciones) no sería tan infamante si, como espectador, consiguiera librarme de la sensación de que Warner Bros. esperaba de mí que me gustase Dune: Parte 2 porque es Dune. Que me gustase la película de Villeneuve, independientemente de lo bien o mal hecha que estuviese, de lo fiel o infiel que fuese al material que adapta, sólo porque lleva el título Dune asociada a ella.

Y eso es un problema. Un problema que tal vez proceda afrontar en profundidad en otra entrada de la bitácora y que podría añadir otro elemento de análisis a través del cual explicar por qué la mayoría de las más recientes iteraciones de franquicias amadas por los fans, respetadas por la crítica, y extraordinariamente rentables como productos de cultura pop, en sobrevalorados mojones humeantes de los que casi todo el mundo huye. El problema de la marca.

Cuando el producto no es ya el contenido, sino el continente, los clientes se replantean su fidelidad a dicho producto. En Disney siguen sin explicarse por qué han pinchado en hueso las últimas películas de Star Wars, las de Marvel y la última película de Indiana Jones. «¿Por qué los fans están tan cabreados?», imagino que se preguntan. «Les hemos dado lo que querían: otra película de Indiana Jones, otra película de Star Wars, otra película del universo Marvel».

Ése es el problema.

Que para algunos ejecutivos de los estudios, la marca es el producto, no la película, el continente, no el contenido. Si trabajasen en PepsiCo, embotellarían orina fermentada de burra podrida en botellas de Pepsi y se llevarían las manos a la cabeza cuando los primeros clientes comenzaran a quejarse. «¿Qué se supone que hemos hecho mal? Les hemos dado la marca Pepsi. ¿No es eso lo que querían? ¿Desde cuando lo hay dentro de la botella es más importante que el envase?»

Cuando llegué a los créditos finales de Dune 2 no pude evitar preguntarme si Warner Bros. y Denis Villeneuve realmente esperaban de mí que me gustase la película sólo porque se titula Dune.

La marca por encima del producto.

El continente antes que el contenido.

Y eso me crea un poquitín de ansiedad ahora que la tercera película de Dune, de nuevo dirigida por Villeneuve, ha sido confirmada.
Como Lean Beef Patty confirma que sus abdominales no son de este mundo.

Y echo mano de la letanía bene gesserit contra el miedo.
«I must not fear. Fear is the mind-killer. Fear is the little-death that brings total obliteration. I will face my fear. I will permit it to pass over me and through me. And when it has gone past, I will turn the inner eye to see its path. Where the fear has gone there will be nothing. Only I will remain».

Pero ya no es suficiente.

Nada volverá a ser nunca suficiente después de ver Dune: Parte 2.

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