domingo, 28 de enero de 2024

Por una paternidad responsable

Jack Reacher es tu padre.


Jack Reacher, por si te acabas de caer del guindo, amigo lector, es un ex policía militar del ejército de los Estados Unidos que, una vez licenciado, viaja por todo el país como un vagabundo, subsistiendo como buenamente puede con los miserables cheques de su pensión y negándose a sí mismo ningún tipo de ataduras. Reacher no tiene coche, no tiene casa, no tiene teléfono móvil ni cuenta corriente, no tiene cuenta de Netflix, bono-bus ni un puñetero apartado de correos. Sus  posesiones materiales se reducen a la ropa que lleva puesta y lo que le quepa en los bolsillos y su único verdadero patrimonio son sus trece años de experiencia como investigador, una mente analítica extraordinariamente bien engrasada, una capacidad de observación que por momentos casi parece el sentido arácnido de Spider-Man y, bueno, ese cuerpo serrano del tamaño de un armario ropero de cuatro puertas con unos músculos que podrían doblar el adamantium del esqueleto de Lobezno.

Jack Reacher, conviene aclararlo, es el protagonista de la serie de novelas firmadas por el escritor británico de thrillers James Dover Grant bajo el pseudónimo de Lee Child, y que abarca, hasta el momento en que escribo esto, veintiocho volúmenes (de Killing Floor, en 1997, a The Secret, del año pasado; aunque In Too Deep, el vigésimo noveno título de la colección, ya está disponible en preventa en Amazon, cuando se supone que no llegará a las librerías en octubre de este mismo año).

Y Jack Reacher es tu padre.

Pero hasta ahora nadie te lo había dicho.

El personaje ya se había llevado a la pantalla en dos ocasiones, ambas cintas protagonizadas por Tom Cruise, que se hizo con una opción cinematográfica sobre las novelas de Lee Child. Jack Reacher fue una de las sorpresa de 2012. Un poco libremente inspirada en One Shot, novela de la serie Reacher publicada en 2005, Jack Reacher es un excelente thriller policial a la antigua usanza, con un héroe solitario plantando cara al omnímodo sistema, acción dosificada pero espectacular, suspense, conspiraciones, unos antagonistas como los de antes (vamos, cabrones porque de esos, lamentablemente, nunca han faltado en el mundo desde que Caín dejó moñeco a Abel con una quijada de asno) y un protagonista carismático que se come cada plano en el que aparece y abruma a los otros personajes con su autoridad detectivesca y dominio de sí mismo y de la situación, por peliaguda que parezca.

A Jack Reacher, de 2012, le sucedió una secuela de 2016, Jack Reacher: nunca vuelvas atrás (basada en Never Go Back, de 2013, el 18º volumen de la serie), que todavía no acabo de poder explicar por qué me gustó mucho menos que la primera, pero así fue a pesar de contar 
de co-protagonista con la maravillosa Cobbie Smulders (la agente María Hill de S.H.I.E.L.D. en las películas del MCU o Robin Scherbatsky en Cómo conocía a vuestra madre y ahora os voy a romper los cojones con una historia que podría haber contado en diez minutos pero que se extenderá a lo largo de nueve temporadas de comedia cada vez más sosa y absurda, que al final resulta que vuestra madre estaba muerta desde el principio y yo me acabé casando con otra, de la que estaba encoñado desde el capítulo piloto) y una historia interesante de conspiraciones gubernamentales y Jack Reacher y Turner (Smulders) contra el mundo.

La secuela de Jack Reacher estuvo a punto de no rodarse. Jamás. Y, para algunos críticos cinematográficos, mejor habría sido así. La segunda iteración del personaje de Lee Child se estrelló en la cuestión pasta, algo que casi estuvo a punto de pasarle a la primera, que con un superpuesto de 60 millones de dólares había tenido una taquilla mediocre en Estados Unidos (poco más de ochenta millones), aunque gozó de notable éxito en las pantallas extranjeras (138 millones). Paramount, que había hecho planes para toda una franquicia del personaje, casi descartó la idea a la vista del pobre resultado en los cines patrios pero volvió a reconsiderar una secuela cuando los contables acabaron de sumar guisantes y descubrieron que, sumando las entradas vendidas en todos los países en los que se estrenó, el largometraje inaugural del personaje enseña de Lee Child se había llevado, de largo, doscientos dieciocho millones.

Pero algo falló con su segunda parte, Never Go Back. La película, una vez más, gozó de un presupuesto de sesenta millones, aunque esta vez los resultados domésticos fueron significativamente peores que los de su predecesora (menos de 58 millones setecientos mil dólares) y la taquilla internacional tampoco acompañó (poco más de ciento tres millones). Los cuenta-judías de Paramount se limpiaron los bigotes de cocaína, sacaron sus ábacos y proclamaron que no había negocio en producir películas de sesenta millones que no alcanzasen, al menos, doscientos millones de recaudación y Tom Cruise, enfrascado ya en sus próximos proyectos (La momia, con una sexy-creepy Sofía Boutella, frustrado intento de creación de un «Monsterverse» que se acabó abandonando; Barry Seal: El traficante y Fallout, el siguiente título de la franquicia de Misión Imposible, curiosamente dirigida por Christopher McQuarrie, responsable de la primera Jack Reacher) tampoco estaba, a priori, disponible, así que Paramount echó el cerrojazo a una IP que en 2016 contaba ya con 21 títulos y otro en camino, o sea más volúmenes de los que Ian Fleming escribió sobre James Bond en toda su existencia, y tenemos películas de 007 desde el año 62 hasta ayer por la mañana.

¿Qué fue lo que falló con este producto? Porque aquí Paramount tenía para hacer más largometrajes que chupetones a un carallo da, de media, Riley Reid en el más pacato de sus vídeos. Pero no supieron explotar el potencial del personaje y el rico lore que lo acompaña. ¿Fue un problema de promoción? ¿Falló Paramount al vender la película y no supo orientarla al público adecuado? ¿Fue la historia? Lo cierto es que la trama de Never Go Back cojea un poco por momentos, pero al menos yo, que sólo la he visto una vez, al evocar mis impresiones en aquella sala de cine prácticamente vacía recuerdo llevarme la sensación de que el director había enfocado mal el proyecto.
«¡Ay, qué hambre me está dandooooo!»

Lejos de mi intención enmendarle la plana a Edward Zick, veterano con cuarenta años de experiencia en cine y televisión el momento en que rodó la secuela de Jack Reacher (y en su currículum figuran cintas ya clásicas como Tiempos de gloria o Diamantes de sangre, westerns sensibleros como Leyendas de pasión, blockbusters como El último samurái o thrillers interesantes, y desoladoramente proféticos, pero poco rentables como Estado de sitio, además de algunos capítulos de Treintaytantos, aquella serie de los posos de la década de los 80 sobre adultos hechos mierda tras alcanzar la madurez en una generación a la que se había enseñado a desafiar la autoridad de los adultos). Esto es sólo una impresión personal, completamente subjetiva. Y mi opinión personal, completamente subjetiva, es que Edward Zick había confiado a la acción lo que debería haber concedido a la narración. Aparte de no tener una historia demasiado elaborada, Never Go Back está mucho más lejos de un thriller policial de lo que lo está el primer largo de Jack Reacher. Y cuando debilitas las características de un género, en este caso el policíaco, sin aportarle nuevos atributos, te quedas en una tierra de nadie en la que difícilmente tu audiencia se va a sentir cómoda, porque no van a saber si subes o bajas, si comes o dejas comer, si estás fuera o estás dentro.

Mi opinión personal, a partir de lo que puedo desenterrar de mi memoria, es que Never Go Back es más una película de acción que un thriller policial. Quizá porque el guion no era ninguna maravilla, para empezar (aquí, Richard Wenk, Edward Zwick y Marshall Herskovitz le toman el relevo a Christopher McQuarrie, autor, además de director, de la Jack Reacher de 2012). O el argumento no era lo bastante interesante. Pero, desde el principio, y teniendo muy presente que podría estar equivocado en mi apreciación de lo que no funciona en esta secuela, si en una película de detectives te falla la parte detectivesca y no tienes otros elementos para compensar ese desequilibrio, estás básicamente jodido.

(Day Shift podría no funcionar como película de terror, y por momentos no funciona, y podría no funcionar como buddy movie de policías, y por momentos no funciona, pero como todo ellos viene envuelto en un agradecido papel de regalo de comedia, el resultado final es, incluso poniéndote en el peor de los casos, entretenido).

Sí. Snoop Dog actúa en Dayshift. Y no lo hace mal del todo, el cabrón.

También es posible que otra franquicia de acción protagonizada por Tom Cruise (y encima intercalada entre estreno y estreno de películas de Misión Imposible) fuese más de lo que las audiencias internacionales estaban preparadas para digerir. El Jack Reacher de Tom Cruise parecía un Ethan Hawke de bajo presupuesto y el empeño de Cruise en apropiarse la cara del héroe de Lee Child, una muy obvia «inversión» de futuro para granjearse el trabajo cuando la edad, la caída en la producción de testosterona y los HOSTIONES le hagan ya muy cuesta arriba seguir haciendo las peligrosísimas escenas de riesgo de Misión Imposible. Y eso tampoco ayudaba a hacernos simpático al andarín y misántropo ex policía militar.

Y, para qué engañarnos, a Tom Cruise, muy a pesar de ser como es un actorazo, y sin ánimo de ofender a nadie, Jack Reacher le viene grande. Literalmente. Con su metro setenta y tres de estatura y sus, como mucho, setenta kilos de peso, muy malamente puede Cruise meterse en los pantalones de Reacher (metro noventa y seis de cafre, cien arrobas en canal), que cuando entra en un bar, se hace el silencio, y en ese silencio puedes oír encogerse los cojones de los tíos y burbujear los chuminos de las hembras.

(En su retrato del personaje, Lee Child consideró muy importante que, sin necesidad de abrir la boca ni hacer nada, su protagonista transmitiese esa sensación de ser una fuerza imparable, que expresa perfectamente la personalidad insobornable y determinación arrolladora de Reacher).

Además es muy posible que la manera en que está escrita la colección de las aventuras de Jack Reacher la haga especialmente repelente para la pantalla grande. Algo que en Paratroopersdon'tdie siempre hemos defendido que le pasa al Dune de Frank Herbert, por ejemplo. Con veintiocho títulos ya, y al menos otro en camino, y un protagonista que está constantemente en la carretera, raras veces repitiendo escenario o compañeros de aventura (como Bill Bixby en El increíble Hulk, David Janssen en El fugitivo o Michael Landon y Victor French en Autopista hacia el cielo) es obvio que Jack Reacher pide a gritos ser adaptada en forma de serie de televisión. Y queremos decir una serie destinada a audiencias maduras, no para criajos millennials a los que tienes que poner una pelea de kung-fu, un chascarrillo sin gracia discernible, un tiroteo que ni la batalla de Guadalcanal y una explosión cada treinta segundos, que es que si no se duermen.
O un pepinazo con un buen pistolo.

Y eso es lo que Amazon Studios había presuntamente planeado, cuando anunció en 2020 que se había agenciado los derechos sobre la colección de Lee Child para desarrollar una serie de televisión para su plataforma de Video on Demand que respetase el material original y nos ofreciese a un Jack Reacher con las proporciones gorilianas establecidas en las novelas. Y, como aún no habíamos sufrido el CRISTO que Amazon se disponía a perpetrar con la obra de Tolkien, algunos de nosotros, allá por el 2020, teníamos esperanza.

Y por fin Jack Reacher tiene la cara y el cuerpo de mala bestia que se describe en los libros. Concretamente la cara y el cuerpo de mala bestia de Alan Ritchson, a quien en Paratroopers sólo habíamos visto como Halcón en la primera temporada de Titanes (porque de la segunda no pasamos del tercer o cuarto episodio), incómodos con el planteamiento de la serie, con la pobreza de su producción, con ese Batman/Bruce Wayne insufrible y con los estilismos de zurriputi de Starfire, a quien encima han hecho un blackface de manual.

Las dos primeras temporadas de Reacher, ambas de ocho episodios de duración, adaptan respectivamente las historias de de Killing Floor, la primera novela de la serie Reacher (publicada en español como La zona peligrosa) y Bad Luck and Trouble (Mala suerte), la undécima de la colección. En la primera, Reacher es arrestado como sospechoso de un asesinato cometido en Margrave, Georgia, un pequeño pueblo saliendo de Ahítepudras a mano derecha. Exonerado de toda sospecha, forma equipo con los policías locales Finlay y Conklin (y con la pequeña ayuda de Neagley, una compañera de su antigua unidad de investigación) para desentrañar una trama de corrupción, crimen organizado y falsificación de moneda. En la segunda temporada, la aparición en un bosque del Estado de Nueva York del cuerpo torturado y asesinado de Calvin Franz, un antiguo compañero de la Policía Militar, vuelve a reunir a Reacher con sus subordinados de la Unidad de Investigaciones Especiales (David O'Donnell, Karla Dixon, que ya desde que ambos llevaban uniforme tiene unas ganas de frungirse a Reacher que no se las puede aguantar, y de nuevo Neagley). Entre los cuatro constatan la muerte de otros dos ex-compañeros: Sanchez y Orozco, y la desaparición de un tercero, Swan, y descubren que en el momento de su asesinato, Franz estaba investigando, con ayuda de los otros dos muertos, algo relativo a unos misteriosos números que Reacher y compañía tendrán que descifrar. A lo largo de los ocho episodios de esta segunda temporada, se enfrentarán a mercenarios contratados por una corporación sin de defensa sin escrúpulos, un senador de los Estados Unidos corrupto, una banda de moteros y al celo de proporciones veterinarias de Dixon, que ya hemos dicho que tiene unas ganas de llenarse de los hijos de Reacher que se le nota desde la primera mirada.

Y si ves casi cualquier capítulo de cualquiera de las dos temporadas de esta serie testosterónica, despiadada y entretenidísima, entenderás por fin que tu familia te ha engañado toda la vida y que Jack Reacher es tu verdadero padre.
Encuentra las siete diferencias.

No se puede ser más macho que Jack Reacher. Y es que Reacher personifica en modo superlativo todas las cualidades arquetípicas del sexo masculino. Es pura fuerza física y virilidad arrogante en este momento histórico-cultural en el que la prensa babiosa y canallesca se ha puesto al servicio de la misandria intolerante y proclama las presuntas bondades del hombre deconstruido, o sea afeminado, frágil, amanerado. No se autosugestiona con falaces delirios rousseaunianos en este mundo tan despiadadamente hobbesiano, ni tampoco ignora que a veces la única manera de parar el avance de la injusticia, la crueldad, el mal es una hostia bien metida o un tiro entre los ojos. Después de dos temporadas de la serie de Amazon, todavía me sorprende teclear «masculinidad tóxica» en la barra de búsqueda de Google y que no me salga entre los diez primeros resultados una foto de 
Alan Ritchson caracterizado como Jack Reacher.
«¡Papá!»

Porque de eso se trata en última instancia. Después de ver cómo Eon Productions convertía a James Bond en un eunuco. De ver a He-Man morir salvando Eternia en Masters of the Universe: Revelation y sufrir a Teela proclamándose la víctima de esa muerte («¡bonitos cojones has tenido de dejarte matar sin pararte pensar primero en cómo me afectaría eso a mí!»). De ver asesinado a Han Solo en El despertar de la fuerza porque patata, y morir a Luke en el Episodio VIII porque, después de resistir las tentaciones del Emperador y devolver a Anakin, su padre, al lado correcto de la Fuerza, una proyección astral de mierda a un par de planetas de distancia fue demasiado para él. De ver a Indiana Jones convertido en un viejo repelente, imbécil y amargado, todo el metraje de El dial del destino a remolque de la intrépida, inteligentísima, dinámica, empoderada y escarolitrópico-gimnésica Phoebe Waller-Bridge. Después de que prácticamente todos los héroes de nuestra infancia, los héroes masculinos que nos enseñaban valores masculinos, convertidos en patéticos y risibles mariquitas, Jack Reacher nos reconcilia con nuestra naturaleza pichahabiente.

Jack Reacher le devuelve la dignidad al hombre contemporáneo, maltratado por las víboras feministas postmodernas. Jack Reacher nos recuerda que el valor es la única luz que ilumina las tinieblas del miedo. Que la dignidad sólo crece en la firmeza de las convicciones y el respeto a uno mismo. Que el sacrificio es tu regalo para tus seres queridos. Que sólo puedes ser realmente pacífico si eres física y psicológicamente capaz de partirle la madre a cualquiera que ponga en peligro tu vida, tus derechos o los de tu familia (porque ser impotente no es una virtud). Que no debes avergonzarte de tu fuerza física. Muy al contrario, deberías cultivarla, no sólo porque, si todo se va a la verga (y las cosas se van a la verga más habitualmente y más rápido de lo que piensas), un puñetazo en la nuez o una patada en los cojones puede suponer la diferencia entre dormir en tu propia cama (o en una comisaría de policía) en vez de pudrirte en un osario; sino porque cultivar tu fuerza es la única forma de aprender a controlar tu fuerza, ponerla a tu servicio y asegurarte de que está ahí para cuando la necesites, de que no vas a lastimar a nadie accidentalmente porque no eres consciente de tus propias capacidades.
«¡Toma violensia, marasousa!»

Jack Reacher no se avergüenza ni pide perdón por ser capaz de recurrir a la violencia (cuando todo lo demás queda descartado) si es necesario para proteger a los débiles, vengar el delito o garantizar su propia supervivencia. Jack Reacher está dispuesto a ir a la cárcel, dejarse torturar, matar, morir, para proteger a sus amigos o castigar a los criminales, cumpliendo su deber evolutivo de eliminar a las amenazas para la el clan, la tribu, la especie. Jack Reacher usa sus dotes de detective y músculos de superhéroe para proteger a la gente más débil o a los que no pueden o no saben protegerse a sí mismos (en el capítulo piloto de la segunda temporada, de un vistazo detecta a la víctima de un secuestro exprés y, sin vacilar ni por un instante, de un solo hostión deja tonto al secuestrador, libera al rehén y va a comprarse una chaqueta de segunda mano porque la que acababa de comprarse, también de saldo, ahora está manchada de sangre). Jack Reacher está dispuesto a morir por sus ideales. Jack Reacher tiene un código de honor insobornable y un instinto natural de perro pastor. Jack Reacher es un mastín, y matará lobos y morirá entre sus fauces por la más débil de las ovejas del rebaño.

Y quien haya vivido en una cueva sin electricidad en los últimos veinte años se preguntará qué tiene esto de excepcional. Si ese ermitaño es de mi generación y se ha criado viendo películas de la Segunda Guerra Mundial y westerns encontrará especialmente incomprensible que hayan tomado la clásica figura del justiciero, el macho protector, el paladín, y la hayan deconstruido. Y si no tiene tele, ni ordenador con acceso a Internet, y le cuento que a Robert McCall me lo han convertido en una negra gorda, pensará que me lo estoy inventando.

Robert McCall es un agente de inteligencia ya retirado que decide emplear su experiencia y sus habilidades empleándose como detective privado. Y si crees que estoy hablando de la trilogía protagonizada por Denzel Washington, es que no eres como yo, un pollavieja que recuerda la serie de los 80  protagonizada por Edward Woodward a lo largo de cuatro temporadas.

Y no es que Denzel Washington (que cuando rodó la primera película ya tenía sesenta tacos y no estaba para grandes alardes en las escenas de acción) en su tercera y obviamente última interpretación del personaje, haya pasado el testigo a Dakota Fanning, que a grandes rasgos podría parecernos bien.

Es que los de CBS han rebooteado la serie de televisión con Queen Latifah.
Encuentra las siete diferencias.

Y creo que basta comparar a Jack Reacher con Robyn McCall para comprender hasta qué punto la corrosiva agenda postmarxista se ha empeñado en contaminar nuestro concepto de cómo debe ser un héroe de acción.

Plantilla de héroe de acción.

Por esta perversión de lo masculino. Por esta interesada sumisión de la cultura popular a la agenda política de unos pocos sojas desequilibrados es que nos alegramos del éxito que aparentemente está gozando la serie de Jack Reacher en Amazon Video y su renovación por al menos una tercera temporada.


Porque Queen Latifah podría ser tu madre y no hay nada de malo en ello (de hecho, con lo maja y divertida que es, seguro que te encantaría tenerla de madre).

Pero a la hora de aprender valores masculinos, a quien quieres de padre es al puñetero Jack Reacher.


Amén.

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