sábado, 17 de abril de 2021

Cuando te dan la entrada casi hecha: desde aquí puedo oír los huesos del pobre Piotr Illitch

«una joven preocupada por [...] el cambio climático [...] se encuentra con Rothbart, un hombre de negocios corrupto [...] que está buscando formas de explotar un depósito de combustibles fósiles».

Desde el pasado viernes 16 y hasta el domingo 18, el festival Madrid en Danza ofrece, en la Sala Roja de los Teatros del Canal, un montaje de El lago de los cisnes a cargo del director y coreógrafo Angelin Preljocaj.

Si te gusta la danza, para mí la más abstracta de las artes, a lo mejor aún estás a tiempo de conseguir entradas.

A partir de aquí es donde la noticia comienza a descolgarme los dos güevos (sí, he escrito «güevos»):
«Preljocaj, que ya adaptó exitosamente Blancanieves y Romeo y Julieta, aborda esta conocida historia desde un punto de vista actual».
Ay.

Ayayayay. ¿He leído bien?
«[...]aborda esta conocida historia desde un punto de vista actual».

Aaaaaay huyhuyhuyhuuuuuuy.
«[...] inicia con la historia de Odette, una joven preocupada por el medio ambiente y el cambio climático, que una noche, mientras pasea por la orilla de un lago, se encuentra con Rothbart, un hombre de negocios corrupto y malvado que está buscando formas de explotar un depósito de combustibles fósiles que acaba de descubrir. Temiendo que la joven pueda frustrar sus planes, usa sus poderes para convertirla en un cisne».
¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!

¡ESTO ES EL PUTO COLMO!

Pero, vamos a ver, me cago en el prepucio fósil de san Pitopato Mártir de Cojones de la Frontera, ¿hasta dónde un director de ballet, de cine, de teatro, un guionista de cine o televisión, un músico o un oficial encofrador puede deformar la obra que está adaptando y seguir apelando a ella por su título original? Porque lo que el señor Preljocaj ha hecho se parece tanto a El lago de los cisnes como yo a Chris Hemsworth.
Yo mismo. Talmente.

En el libreto original, cuyos orígenes son oscuros, el príncipe Sigfrido se enamora de una hermosa joven, Odette, hechizada por el malvado brujo von Rotbart, que la ha condenado a adoptar la forma de un cisne entre el amanecer y la media noche hasta que un hombre la ame, la despose y se le mantenga fiel. A fin de impedir que rompa la maldición, el hechicero se presenta en la fiesta de cumpleaños de Sigfrido acompañado por su presunta hija, Odile, que es la viva imagen de Odette pero en putaca. Sigfrido se encoña vivo de Odile, la pide en matrimonio y entonces se descubre el pastel, Odette, que lo ha visto todo, huye perseguida por Sigfrido, que suplica su perdón, ella le absuelve por veleta y pichaalegre pero muerte. Aparece Rotbart y Sigfrido le saca la tontería a hostias. Fin.

Búscame ahí el mensaje ecologista, la crítica a los combustibles fósiles, el veganismo, el elegetebeismo y el chichi de la Bernarda.

Cómo cojones se puede retorcer, acuchillar, sodomizar, desfigurar, prostituir, lisiar y enmierdar una obra maestra de la música y convertirla en una pieza de propaganda de puta agenda política es algo que, no importa las ganas que le ponga, sigo siendo incapaz de entender, alabada sea Sara Sampaio Dominatrix, y, realmente, no tengo más que añadir (o no ha pasado suficiente tiempo para que sienta la necesidad de repetirlo, a gritos) a lo ya escrito aquí, así que ésta no va a ser una de mis innecesariamente largas entradas.

Shakespeare, por poner otro ejemplo de autor universal, ha sido adaptado a todos los medios existentes, en ocasiones llevando tan al límite el material original que daba hasta pudor relacionarlos. Sólo en el mundo del cine, creo que todos recordamos 10 razones para odiarte, esa versión de La fierecilla domada en la que Heath Ledger era el matón marginal y porrero del instituto y Julia Stiles la sociópata  poeta feminista y seguidora de girl-bands por mala que fuese su música. O El rey león, que es básicamente Hamlet. Hay formas y formas legítimas de revisar un texto clásico. El Romeo+Julieta de Baz Luhrmann respeta los diálogos originales hasta la última coma y ambienta la acción en el entorno de las bandas de Los Ángeles y el mundo del crimen organizado, mientras que West Side Story, que tiene el mismo argumento, se queda con lo de las bandas, aliñado con una denuncia de la xenofobia y el racismo, y adopta la forma de un musical. El Coriolanus de Ralph Fiennes es el Coriolanus de Shakespeare pero con tanques, armas automáticas y cuchillos de combate. Hay quien ha visto La tempestad en esa pequeña joya de las sesiones de cine de los sábados de nuestra infancia llamada Planeta prohibido (con un jovencísimo Leslie Nielsen en un papel dramático alejado de la comedia que caracterizó sus últimos años). Orson Welles hizo un refrito de Ricardo II, Enrique IV y V, le puso diálogos de Las alegres comadres de Windsor y lo llamó Campanadas a medianoche. Gus van Sant coge Enrique V en Mi Idaho privado y convierte a Falstaff en un homeless y a los protagonistas en putos. Y tal vez el más exitoso cineasta en adaptar la obra de Shakespeare a la pantalla haya sido Akira Kurosawa en Ran (El rey Lear) y Trono de sangre (Macbeth con samurais)

Mira que tenía herramientas el señor Preljocaj para adaptar El lago de los cisnes.

En lugar de usar cualquiera de ellas, le ha hecho un corte de mangas al pobre Tchaikovsky y a la historia del arte.

Esto es lo que pasa cuando dejas la cultura en manos de gilipollas.

Además, dispuestos a joder una de las más hermosas obras del arte universal, ¿por qué Maricomplejines se ha quedado corto? Puestos a ir al infierno por un pecado y pasarte la eternidad penando como un pringado, mejor ir por cien millones de pecados y entrar en olor de multitudes como una puta estrella del rock.

Ahí va mi propuesta:

Odette debería ser une activiste transexual gay, con obesidad mórbida y doctorade en Estudies de le mujer y Odile una mujer negra, musulmana, no-binaria y co-fundadora del movimiento BLM, Sigrifido un pansexual vegano con el pelo arcoiris y abogado de una de las víctimas de Harvey Weinstein y Rotbart un petrolero texano, cristiano, cisgénero, carnívoro, heteropatriarcal y violento de género.

Aunque personalmente prefiero que los imbéciles mantengan sus mugrientas y mefíticas garras lejos de la cultura. Eso que ganamos todos. Si los tontos del haba se aburren, que jueguen con un lápiz.

Pero que no lo usen para escribir, por Dios, ni cuentos, ni novelas, ni guiones, ni ballets, ni la lista de la compra, ni nada.

Porque hacer arte no es ni una elección ni un derecho, y si lo mejor que puedes aportar es una aberración como la que acabamos de describirte, mejor quédate quietecito.

Gilipollas.

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