sábado, 31 de octubre de 2020

Hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo: cómo leer los correos de tu editor


O tempora, o mores!

Mi colección de cartas de rechazo editorial está empezando a amarillear. La razón es que hace tiempo que no recibo nuevos ejemplares, y el motivo de esa sequía epistolar es que los editores y agentes literarios han dejado de contestar al correo de los mediahostias como yo.

Y a raíz de esto empiezo a temer que se me esté olvidando el castellano. O que nunca llegué a escribir a esa gente. O que el universo entero es una realidad virtual creada por una inteligencia extraterrestre que ha llegado al tope de almacenamiento de sus servidores y ya no puede procesar más solicitudes y envía todo el correo nuevo directamente a la papelera de reciclaje.

Claro que el escritor debe aprender a lidiar con el rechazo. El que no pueda soportar que le digan que su obra no es publicable o que escribe con el puto culo debería dedicarse a otra cosa. La artesanía con hilos de colores, por ejemplo. Después de veinte años llamando a las puertas de editores y agentes literarios (y creo que ya me ha pasado todo lo que me podía pasar en ese sentido), si no hubiese aprendido a aceptar el rechazo editorial ya me habría pegado un tiro. O dos. Ése no es el problema.

El problema es cuando no tienes nada con lo que lidiar porque la frustración que debes superar, tu adversario, no se presenta. Ganas por incomparecencia, pero no ganas nada, en realidad, porque no hay una sensación de «punto final», un «closure», que dirían los gringos. No has sido rechazado, así que no tienes que sobreponerte al rechazo, pero tampoco has sido aceptado, así que no has conseguido una victoria. Te quedas con cara de «¿y ahora qué?».

Es frustrante. Porque no estamos hablando de que te hayas arrimado a la maciza de la barra, le hayas dicho «¿bailas?» y se haya largado después de dedicarte una mirada de desprecio. Esa mirada de desprecio y la distancia que ha puesto contigo es su respuesta. Y es una clara negativa.

El silencio editorial no es una respuesta. Es como hacerte una paja y eyacular sin orgasmo. Te deja perplejo y frustrado. Sí, la manola se manoló y el semen semenó, pero no has sentido placer alguno, que era el propósito de todo el juego de muñeca, a quién vamos a engañar. «Entonces, ¿esto de qué va? ¿Me he masturbado o no? ¿Para qué he estado tres minutos dándole a la zambomba? Yo he estado a la altura de la faena pero no he conseguido lo que tan duramente me he trabajado. ¿Por qué el gustirrinín no se ha presentado a la cita? ¿Cuál es el propósito de la vida? ¿Es real la realidad? ¿A qué huelen las nubes? ¿A qué sabe el color azul?»

Como escritor, sé torear el rechazo editorial.
Y eso que el rechazo duele, ¿eh?

La mala educación, en cambio, me sigue reventando los cojones.

Podría poner aquí una copia de la carta-tipo que dirijo a los editores y agentes cuando les ofrezco la oportunidad de rechazar otro de mis libros. No lo haré por no engordar innecesariamente esta entrada del Paratroopersdon'tdie, así que sólo te queda aceptar mi palabra, oh probo lector, de que escribo a esta gente del mundillo con toda la humildad, toda la educación (y unas gotas de autodesprecio) y todo el respeto que se pueden expresar en idioma castellano.

No me parece mucho pedir que, a cambio, me contesten con una carta modelo de rechazo. Un formulario en el que baste con introducir mi nombre, la fecha y, tal vez, el título de mi libro, para despacharme con alguna de las fórmulas estandarizadas y quedar como unos señores:

«Lo sentimos mucho hemos cerrado nuestro plan editorial...».

«Lo sentimos mucho, pero su obra no se ajusta a nuestra línea...».

«Sentimos mucho informarle de que nuestra cartera de autores está ya completa...».

«En este momento no estamos buscando nuevos talentos...».

«Sin entrar en modo alguno a juzgar la calidad de su obra...».


¡Ah, los viejos tiempos!


¿Qué ha pasado con toda esa gente tan educada, que te mandaba a la mierda con palabras tan finas que casi les dabas las gracias por rechazar tu libro? ¿Se han jubilado todos? ¿La crisis del sector ha llegado a tal extremo que en todas las editoriales y agencias literarias han despedido al tío que respondía a la correspondencia de los escritores noobs o qué?

¿O es que finalmente se han quitado la careta?

Porque antes escribías, pongamos, a veinte editoriales y, como mucho, te contestaban cuatro, cinco. La mayoría de esas cartas reproducían alguna de las negativas citadas más arriba y la última manifestaba un interés, no sabemos si legítimo, en mantener el contacto contigo y te pedían un argumento, unos capítulos, tal vez un libro...

Luego te rechazaban igual, pero como unos reyes. Era un partido de rugby: un juego de hooligans jugado por caballeros.

Ahora escribes a cincuenta y cinco editoriales, si puedes (ahora llegamos a eso), y cincuenta y cuatro te ignoran. Ni siquiera replican con un correo automático de «Hemos dejado de recepcionar originales hasta nuevo aviso». No tienes oportunidad de averiguar si querrían o no trabajar con tu libro, si querrían pero no lo ven viable comercialmente o si están interesados en leer cualquier otra cosa que hayas escrito, menos ese libro en cuestión.

Ahora el correo con los editores es como el hockey sobre hielo: un juego de hooligans jugado por psicópatas hijos de puta
masoquistas y homicidas.

¿Qué ha pasado?

Antes tenías que sortear una serie de filtros, empezando por el tío que atendía el correo, que, dependiendo del día que tuviese, le pasaba o no tu libro a los lectores del departamento editorial que, dependiendo o no del día que tuviesen, le pasaban tu libro al jefe del departamento editorial, y ya estabas a un paso del editor in person.

Ahora, en mi experiencia, y a partir de la información de que dispongo, existe un sólo filtro: la aplicación web en la página de la propia editorial o su servidor de correo. Desde hace años, la mayoría de mis libros no han pasado de ahí.
(Y los que lo han hecho, hubiese preferido que no. Sigue leyendo).

Podríamos interpretar ese silencio que no es una respuesta como una respuesta en sí misma. Una respuesta negativa. En una pirueta zen, el silencio equivaldría a un «no». No a un «tu libro no nos interesa», puesto que el noventa por ciento de las veces esa ausencia de réplica tiene lugar en el momento mismo del primer contacto, cuando comunicas con tu editor/agente intentando averiguar si recibe originales, sino que equivale a un «estamos demasiado ocupados con escritores de verdad para tomarnos la molestia de descubrir si nos interesa o no leer tu mierda de libro».

Aunque esta descortés negativa a darse por enterados de tu mera existencia y ahorrarte la pérdida de tiempo y desgaste anímico que supone intentar recabar una explicación de quien no está dispuesto a proporcionártela sea cabreante y de todo punto intolerable en una relación civilizada (el ostracismo era el segundo castigo más cruel entre los ciudadanos atenienses), creo que, hasta cierto punto, estaría dispuesto a mostrarme magnánimo con los huevazos que cultivan este comportamiento para mí inexcusable y de mal agüero (si es tan difícil acceder a esta gente para cuestiones de rutina, échale guindas al pavo si tuvieses que hacerles una reclamación de regalías por derechos de autor).

Con lo que no estoy dispuesto a transigir es con la gente que sí te contesta.

La gente que te dice que adelante, que les envíes tu libro y que en tres meses o así te contestan.

Y no vuelves a saber de ellos.

Y esto me parece una falta de respeto absolutamente intolerable porque te quedas con la sensación de que te han mentido. Engañado. La sensación de que en realidad no querían saber nada de ti ni de tu libro, pero, ahora que se ha acabado Juego de tronos y aún no hay nuevos capítulos de El brujero, se aburrían y te permitieron concebir esperanzas. Se divirtieron a tu costa. Enviaron tu libro directamente a la papelera de reciclaje entre carcajadas de las que provocan diarrea. Te hicieron perder el tiempo. Te hicieron un Aliexpress. Un «por supuesto que es un auténtico iPhone». Un «chupa, chupa, que yo controlo».

Tres veces me ha pasado en los últimos dos años.

Y toca mucho la moral.

Los escritores sabemos lidiar con el rechazo editorial.

Pero que la gente que trabaja con palabras retuerza el significado mismo de esas palabras es un delito de lesa majestad.

Porque si un agente o un editor me dice «mándame tu libro y en X tiempo te digo qué me parece» yo entiendo que me hace una invitación a enviarle mi libro y establece conmigo el compromiso de leerlo y contestarme si le interesa o no. Porque ése es el significado literal de esas palabras. Si el editor barra agente literario pretende librarse de mí, no tiene sentido hacerlo de esta manera que sugiere exactamente lo contrario, existiendo el inacabable repertorio de frases de rechazo prefabricadas, algunos ejemplos de las cuales he aportado más arriba, o directamente el silencio que, como he explicado, me cabrea pero puedo estar más o menos dispuesto a respetarlo.

Así pues, mi querido lector que quiere convertirse en el próximo Dan Brown, en nuestra vocación didáctica y de servicio público, desde Paratroopersdon'tdie te ofrecemos, sin cargo alguno, esta breve pero lamentablemente verídica guía de traducción para los correos electrónicos de tu editor.


Si la respuesta es el silencio, lo que debes leer es:
«No, por supuesto que no nos hemos leído tu libro. Ni lo leeremos. Eres chusma. Basura. Eres gentuza indigna de que nos leamos tu mierda de libro y ya bastante tienes con lo que nos hemos reído de los cojones que has demostrado enviándonoslo. Que te crees que todo el monte es orégano, cacho cabrón, analfabeto de mierda, disléxico del carajo. Anda y vete a cagar, y llévate el libro y límpiate la mierda del culo con él, que no sirve para nada más. Sí, lo sabemos sin necesidad de leerlo. Así de superiores a ti en todos los sentidos somos. Proletario».

Si la respuesta es algo como:
«El libro nos ha gustado mucho. Lo has escrito con mucho arte y has desarrollado unos personajes sólidos y polifacéticos y una trama sólida y coherente. La redacción es impecable y no tiene faltas ortotipográficas ni de estilo evidentes. Por desgracia, no estamos seguros de poder encajarlo en nuestro catálogo/el presente mercado editorial/un género lo bastante comercial para que su publicación nos parezca interesante. Sin embargo, te animamos a seguir escribiendo y estamos deseoso de leer tu próxima obra, siempre que sea de una temática o un estilo diferente a ésta».

lo que debes leer es:
«No, por supuesto que no nos hemos leído tu libro. Lo empezamos, pero nos dio pereza porque no iba de sombras de Grey en el código Da Vinci de Harry Potter y ya vimos que no íbamos a hacer pasta con él, así que lo descartamos a la voz de ya, pero tenemos nuestro corazoncito y sabemos que te ha costado tu esfuerzo escribir esta puta mierd... esta novela, así que en vez de mandarte a cagar y limpiarte las zurraspas con tu asqueros... con tu libro, te hemos soltado este rollo macabeo para que te creas que tienes alguna oportunidad de publicar con nosotros, que no la tienes, si escribes alguna otra chorrada que nos guste más, que ya te digo yo que va a ser que no. Siempre va a ser que no, pero como eres medio mongólico y a lo mejor te suicidas si somos sinceros contigo te hemos dorado pelín la píldora para ver si tienes al menos un grano de sal de seso, pillas la indirecta y dejas de hacernos perder el tiempo con tus cipotadas. Lúser».

De nada, querido lector.

Nos veremos en el infierno. Lleva cerveza.

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