sábado, 9 de marzo de 2019

No pun intended

Hace unos meses me hice eco del próximo estreno de una película de imagen real (no pun intended, que ahí hay más fondo verde que en una orgía de ranas al aire libre en Irlanda) de Alita, ángel de combate (en el original, Hyper Future Vision GUNNM, o simplemente GUNNM, 銃夢, pronúnciese «ganmu», de los kanji de «arma» y «sueño»), manga del artista japonés Yukito Kishiro, publicado entre 1990 y 1995 en la revista Business Jump. También expresé mi temor de que los seguidores del cómic, entre quienes me cuento, se llevasen una decepción en cuanto el largometraje llegase a las pantallas. Los precedentes no eran nada halagüeños. Y, sí, estoy pensando en Ghost in the Scarlett, y me duele.
Bueno, varios tráilers más tarde (cada uno de los cuales me hizo cagarme encima un poco más sueltecito), ya me he visto Alita. Y, a grandes rasgos, puedo decir que la película me ha gustado. Uno de mis principales temores, que el CGI convirtiese la producción en el stream de un videojuego, ha acabado resultando infundado. Robert Rodríguez se las ha arreglado para jugar con el etalonaje hasta que ya no pudiésemos distinguir a los actores de carne y hueso y los decorados reales de las criaturas y fondos generados por ordenador. Hasta los ojos-lupa que le pusieron a la pobre Rosa Salazar acaban pasando desapercibidos a los cinco minutos de metraje.
Y mira que esos ojos pegan el cante, ¿eh?
Como escritor me crean conflictos algunas decisiones de guión un poco extrañas. ¿Por qué Grewishka y Nyssiana le tienden una trampa a Ido? ¿Lo ha entendido alguien? ¿Y ese alguien me lo podría explicar? Además, como aficionado al cine también me rechina que un director fiche a Jackie Earle Haley (el Rorschach del Watchmen de Zack Snyder), un señor más bien flacucho pero que acojona sin necesidad de abrir la boca, y lo convierta en un irreconocible mazacote virtual. ¿Me pueden explicar eso también? Otra cosa que me habría gustado es que Ido hubiese tenido un poco más de protagonismo y hubiese sido un poquito más motherfucker, como en el manga, y que la hoja Damascus (una de las armas más chulas del puto universo) fuese más como en la original, pero aparte de eso no tengo problemas realmente serios con esta película.

Yo quiero dos.
No tengo problemas, plural, solo tengo un problema, singular, realmente serio con esta película. Y ese problema es que ya la había visto. En VHS y hace la friolera de veintiséis añacos. Y me ha tocado un poco el nabo pagar los cinco leuros de mi entrada para que me dieran más de lo mismo.

La película de Robert Rodriguez y James Cameron FUSILA miserablemente el argumento y la estructura de los OVAs de Alita estrenados en 1993. Hay planos, personajes y líneas argumentales que están literalmente clonados de aquellos dos episodios de animación estrenados cuando yo todavía tenía pelo. Algo simplemente no funciona cuando el espectador, sentado en mi butaca, no diré que decepcionado, ni muchísimo menos, pero sí pelín aburrido, predice una tras otra casi todas las escenas antes de que aparezcan. Esto es una pena, porque realmente Alita daba mucho más de sí.

Alita Battle Angel no es la película que esperaba. Pero no era lo peor que podría haber pasado. Ahí están las escenas clave de los primeros volúmenes del manga: Ido rescatando el cuerpo maltrecho de Alita del montón de desperdicios, la pelea en el bar Kansas, el nacimiento de la rivalidad con Zapan, el cuerpo berserker, la historia de amor con Yugo, el motorball, las dudas de Alita acerca de su propia humanidad y los destellos de su pasado... Y todos esos elementos no están metidos con calzador, entre riada de hostias y riada de hostias, para que los lectores del cómic sepamos que estamos viendo Alita y no Transformers 54: las patadas en Cybertrón se sirven con alioli; la historia, a grandes rasgos, está bien trabada, salvo por algunas elipsis y omisiones que, sospecho, son el resultado de dejar caer unas cuantas escenas al suelo de la sala de montaje.


Pero sigue siendo la misma película que ya vi cuando todavía estaba en el instituto. Después de todos los años que nos han mareado con este proyecto, esperaba que me ofreciesen algo más que el guión de los dos OVAs de 1993, con un par de retoques (como fusionar varios personajes en uno solo, algo común a otras adaptaciones cinematográficas de material impreso) y follado plano a plano.
Estoy dividido contra mí mismo. Por una parte ha sido maravilloso ver en la gran pantalla a una Alita de carne y hueso (no pun intended), y también un alivio certificar que Hollywood no se ha currado otro abominable Ghost in the Scarlett. Por otra parte, me esperaba más, mucho más. Creo que la historia se lo merecía. Que el tiempo que han tardado en llevar a buen término la producción lo justificaba. Que el pastizal que han soltado para hacerla permitía ser optimistas. Que James Cameron...
Raro que Cameron no haya metido a Zazie. ¡Con lo que a él le gusta el pistoleo!
¿Que James Cameron qué? De un tiempo a esta parte ya no sé qué pensar de este tío. Ha dirigido algunas de mis películas favoritas, pero desde poco antes de Avatar, más o menos, parece haberse vuelto vago. Mi James Cameron favorito contaba historias interesantes envueltas en sofisticadas puestas en escena. Pero a Cameron parece que ha dejado de interesarle contar buenas historias y contarlas bien. El guión ha pasado a tener una importancia secundaria para él, y ha acabado poniéndolo al servicio de los efectos especiales. Mira que me gusta Avatar, por ejemplo, y sin embargo, y aunque es un topicazo mil veces repetido, si le quitas los oropeles y la estereoscopía anaglífica, no deja de ser un Bailando con lobos con pitufos de tres metros en vez de indios.

¿Es eso lo que ha pasado con Alita? ¿A Cameron y a Rodríguez les importaba más o menos tres mierdas el guión y volvieron a filmar el de 1993 con media docenita de modificaciones relativamente menores? Incluso incorporan al personaje de Chiren (Jennifer Connelly), que procede directamente de los vídeos de animación de los 90.
Como escritor, solo concibo un motivo justificado para volver a contar una historia que ya se ha contado: contarla de otra manera, explorar otras posibilidades de la trama y los personajes. Contar lo que en un primer momento no se contó, o se contó mal, o se podría haber contado mejor.

Pero ¿volver a hacer lo mismo y volver a hacerlo prácticamente igual?

Alita no se merece eso.

Porque Alita es más que una historia de cyborgs que reparten pana como bestias.
Aunque empieza como una especie de revisión cyberpunk del cuento de Pinocho (reciclando un personaje creado por Kishiro para el manga inédito Reimeika), Alita se delata desde muy temprano como un tratado filosófico, una denuncia de las desigualdades, una reflexión acerca de la naturaleza humana y una alegoría de las difíciles relaciones entre padres e hijos y del tránsito de la infancia a la adolescencia y de ésta a la madurez. Todo ello vendido en un formato asequible de cuento de Ciencia-Ficción. Las metáforas de Alita difícilmente podrían ser más transparentes, pero tampoco se le puede pedir más a un manga escrito por un guaje que entonces contaba veintitrés años. Si quieres profundidad y oscuridad metafísica, mejor te lees Ser y tiempo, de Martin Heidegger, ese señor al que los discursos de Hitler le ponían la verga como una piedra. Y te lo lees en alemán, si tienes huevos.
¿No os recuerda a alguien? Porque a mí sí.
Un Edén inalcanzable que todos los pelagatos sueñan con alcanzar. Una ciudad flotante llena de privilegiados para los cuales trabaja en condiciones de esclavitud el resto de la humanidad, condenada a subsistir en una tierra yerma, contaminada, violenta, sobre la cual los ciudadanos de Zalem arrojan su basura (no por capricho se llama El Patio de Desperdicios). La única ley en ese páramo es la ley de la Factoría, responsable de dirigir hacia la ciudad flotante los productos, alimentos y la energía de la que depende, y administrar justicia, siempre parcial e interesada, en el Patio de Desperdicios. (No, no es el argumento de Elysium, es Battle Angel Alita, una obra muy anterior).

¿Qué es Zalem/Tiphares, sino una alegoría del capitalismo?
 
Zalem no es tan diferente de otras utopías que nos prometen en nuestro propio mundo, si somos buenos y seguimos trabajando para el Sistema. A ser posible, sin hacer demasiado ruido ni cuestionar el statu quo.

¿Puede alguien rascarse el bosillo y regalarme esto? Por favor.
¿Qué es Ido sino un padre que no quiere que su hija crezca, o que no crezca tan rápido, y que sea una señorita fina, con vestiditos de volantes y lacito en el pelo? ¿Qué es Alita sino una niña (no técnicamente, pero debido a lo desvalida que la ha dejado su amnesia, de hecho sí) que quiere escoger su propio camino, cometer sus propios errores, encontrar su lugar en el mundo, aunque en el camino la hieran, sufra, le rompan el corazón? Ido quiere proteger a su «hija» a toda costa. Alita se rebela contra el amor sobreprotector de Ido («¡no soy tu muñeca!») y se embarca en la búsqueda de su propia identidad que, en el manga, pasa por explorar un montón de facetas de sí misma: Alita es cazarrecompensas, músico, jugadora profesional de motorball, agente «sintonizada» de Zalem...

Ido es nuestro padre. Alita somos nosotros. El Patio de Desperdicios es nuestro mundo.

Alita, a su humilde y timorata manera, es una historia universal. Y cuando la lees en un momento de tu vida en el que se avecinan cambios como los que Alita sufre ante tus ojos, la historia del Ángel de Combate se convierte en parte de ti y te acompaña para siempre en cada episodio de tu existencia.

Por eso la idea de ver esta pequeña joya violenta y poética en manos de los desaprensivos ejecutivos de Hollywood hizo que me cagase en los calzoncillos. Numerosas veces. Diarreicamente. Casi hasta el prolapso anal.

Me alivia haber descubierto que la película de Rodriguez y Cameron respeta esa condición de tratado iniciático, de fábula moral, que no moralizante. Algo que no pudimos decir, en su día, de la abominable adaptación de Ghost in the Shell protagonizada por una Scarlett Johannson más inexpresiva y alelada que de costumbre.

¿Qué nos define como seres humanos? ¿Un cerebro dentro de una caja es una persona? ¿Hasta que punto tienen derecho unos padres, si es que lo tienen, a escoger la vida que deben llevar sus hijos? Alita se plantea éstas y otras preguntas sobre la condición humana, la identidad, la amistad, el amor. El personaje principal crece, madura y se transforma con nosotros, sus lectores, a medida que la publicación del manga se prolonga capítulo tras capítulo. Alita empieza el primer tomo de la serie y el primer acto de la película con un cuerpo prostético infantil y asexuado (en el largometraje, el de la fallecida hija de Ido); pasa luego, cuando decide desobedecer a su padrastro y convertirse en Cazadora Guerrera, al cuerpo berserker, y en cuanto se pone ese cuerpo sexual, de adolescente o post adolescente, empieza a comportarse como una púber: es temeraria, desafiante, contestona, un pelín chula... Que era precisamente el temor de Ido cuando le puso el cuerpo berserker (y el motivo por el cual en la película, en primera instancia, se niega a facilitárselo): que esa máquina de guerra (transparente alegoría de la pubertad) estimulase la agresividad de su hija adoptiva, le proporcionase una engañosa sensación de superioridad y la condujese a ponerse en peligro.
«Una herramienta de tu cuerpo es también tu pequeña razón, hermano mío, a la que llamas “mente”, una pequeña herramienta y juguete de tu gran razón».
Friedrich Nietzsche
O por ejemplo esto. ¡Si yo me conformo con poco!
Sí, estoy enamorado de Alita, se nota mucho y no pienso pedir perdón por ello.

Pero admito que hubo un momento en que empecé a pensar que Kishiro me estaba tomando el pelo y casi me rompió el corazón.

Alita terminó abruptamente en 1995 con un final que a todos los fans nos dejó cara de haber olido un pedo particularmente nauseabundo. Durante años, se nos dijo a todos que aquel cierre en falso (una Alita regenerada en un cuerpo orgánico y reunida con su segundo gran amor, Figura Cuatro) había sido impuesto por una grave crisis de salud del autor. Kishiro habría preferido darle aquel mal final a su obra más conocida que no darle final alguno. «Hostia puta», nos dijimos, «¿tan grave está este pobre hombre que teme no llegar con vida al final de Alita?» La falta de noticias dio pábulo a las murmuraciones. Se habló de un cáncer. Se habló del SIDA. Se especuló con la posibilidad de que el enfermo no fuese él, sino alguien de su familia, a quien Kishiro se habría comprometido a cuidar.

Todo

era

mentira.
«¡Fake news! ¡Que me las pongan en fila!»
Y el propio Kishiro, que gracias a Dios sigue vivo y goza de una salud manifiestamente buena, se ha encargado de desmentirlo en una entrevista reciente. Ni cáncer, ni SIDA, ni pichas en vinagre. Kishiro abandonó Alita por agotamiento.  Su enfermedad, de poder llamar así, fue de naturaleza anímica. La presión de los plazos de entrega y el esfuerzo intelectual de desarrollar un argumento y plasmarlo en la página se estaba cobrando su diezmo: el mero sonido de la lluvia lo desquiciaba, la visión de la página en blanco le hacía estremecer.
"The reason I ended the original Alita run was work related interpersonal trouble causing me considerable stress. [...] I didn't want to do it, but it was clear that the series had to be ended at that point."
Una vez repuesto, Kishiro trabajó en otros proyectos (Acqua Knight) y, hacia el año 2000, decidió retomar Alita y hacer borrón y cuenta nueva de aquel final que a él mismo había decepcionado y desechar la práctica totalidad del noveno volumen de la serie. El canon de Battle Angel Alita fue, pues, reformulado sobre una reedición corregida del manga original y surgió una nueva serie, que retomaba la historia a partir del capítulo en que Alita es aparentemente destruida por el monstruoso y sádico Desty Nova, titulada Gunnm: Last Order (銃夢 Rasuto Ōdā) y que expandía el universo de Alita al misimísimo Zalem/Tiphares y de allí al, no es coña, puñetero es-pa-ci-o.
Aunque no llegan a salir de nuestro sistema solar. Algo es algo.
Y aquí es donde empecé a tener problemas.

Porque, aunque esta parte casi de space opera estaba prevista en el plan original de Kishiro, abandonado cuando su salud mental dijo «¡socorro!», aunque Battle Angel Alita: Last Order introduce nuevas historias y algunos personajes simplemente fascinantes de los que es imposible no enamorarse (Zazie, Caerula Sanguis, la reina Limeira de Marte...) o a los que es casi obligatorio odiar a muerte (el coronel Payne, Aga Mbadi, cualquiera de los clones de Nova...); aunque se mantiene más o menos fiel a las bases del manga original (la persecución por Alita de su identidad y su pasado, las consideraciones acerca de qué nos hace humanos...), pronto, muy pronto, extraordinariamente pronto, se convierte en otro cómic de hostias a tutiplé.

Escaladas de poder, cambios de cuerpo, nuevas hojas Damascus... pero lo peor de todo estaba por venir: el Z.O.T.T. (Zenith of Things Tournament). Un torneo de artes marciales. Cósmico. Y una Alita convertida en una sádica fanfarrona asesina que juega con sus adversarios hasta matarlos como haría un gato con un gorrión. Y artes marciales tecno-absurdo-ferolíticas (¿La «escuela del Kárate Hiper-Electromagnético»? ¡Por Faraday, Volta y Tesla!). Y Sechs, el clon de Alita, cambiando de sexo. Y muchos efectos especiales Songoku style. Y Zazie metiéndole un balazo por el recto, LITERALMENTE, a Rakan; pero que conste que el muy cabrón se merecía eso y más.
¡Auch!
Yo había empezado a leer Alita y ahora estaba leyendo Dragon Ball, una serie que había abandonado precisamente por esto, porque aquella divertida y a ratos surrealista búsqueda del tesoro se había convertido en una liga fantástica de hooligans empeñados en averiguar quién tiene el carallo más grande. Y siempre hay alguien que lo tiene más grande.
Que no estoy diciendo que este nuevo enfoque de Alita (parcialmente protagónico en la primera serie) me expulsase de la lectura, ojo. Estoy diciendo que esto no es lo que empecé a leer, y que tal vez no me habría enamorado de los personajes y del argumento si me hubiesen dado este «más de lo mismo» desde el capítulo uno. Además, soy consciente de que la transición de Alita a Last Order también supuso un cambio de público objetivo que se reflejó en este nuevo tono del manga. Alita se había publicado en Bussines Jump, una revista para oficinistas treintañeros, y Last Order pasó a Ultra Jump, de Sueisha, una cabecera destinada a lectores de entre diecibastantes y veintipocos, que lo que buscan en un cómic son precisamente hostias y tetas y que no les hagan pensar demasiado. De Ultra Jump, harto de pelearse con el editor, que insistía en meter baza en los diálogos del manga (entre otras cosas pretendía que Kishiro renunciase a emplear la palabra «psicópata»), y hasta los huevos de exigir que se revertiesen a su forma original algunos cambios introducidos sin su consentimiento en la reimpresión de Battle Angel Alita, Yukito pasó de la huelga de brazos caídos iniciada en el capítulo 100 de Last Order (otra mentira: se nos dijo que se estaba tomando un «año sabático») a la insurrección, y, en marzo de 2011, se llevó su obra a la revista Evening de Kodansha, donde siguió publicándose hasta finalizar el «arco argumental del espacio» al que hemos hecho referencia.
«¿Y... se acabó?»
No, las aventuras de Alita no han terminado. Kodansha está publicando actualmente GUNNM Kasei Senki, (銃夢火星戦記, Battle Angel Alita: crónicas de la guerra de Marte), donde la Alita artificial nos desvela más episodios de su pasado, se reencuentra con su amiga Erica, reconvertida en una asesina de nombre Frau X, y se ve envuelta en las intrigas de poder de su Marte natal mientras la Alita orgánica, supongo, folla como una pantera con su amado Figura Cuatro en un motel barato de Ketheres.
«¡Para ahí! ¿Que ahora hay dos Alitas?»
Alita hecha toda una Pinocha de carne y hueso.
Ups. Perdón. Olvidé el aviso de espóilers.

Ya está. Me perdonáis, ¿verdad?

¿Para que son todos esos cuchillos?

Ganmu Kasei Senki recupera algunas de las tramas y personajes de Last Order, como la vampira Caerula Sanguis, Qu Stang, otra vez la reina Limeira... e introduce otros nuevos. Y nuevas y bizarras técnicas de panzer kunst. Y nuevos y sádicos asesinatos. Y más nudismo parcial. Y la historia de orígenes de Yoko/Alita, que casi hubiésemos preferido no conocer (en serio, es repugnante). Y como corro peligro, llevado de mi amor a la historia y al personaje, de convertir esto en un monográfico en siete soporíferas partes sobre Alita y su universo en vez de en un superficial análisis de su adaptación cinematográfica, que era mi intención inicial, será mejor que lo vayamos dejando aquí. Que ya me empieza a picar en los dedos un ataque a la yugular de los editores americanos del manga y sus sorprendentes decisiones al adaptar la obra al mercado occidental. Que en cuanto Zalem se convirtió, por obra y gracia de la traducción, en Tiphares, desapareció el evocador juego de palabras de las «ciudades hermanas» Jeru y Zalem, y este pun es muy intended y es de Kishiro, no mío. 
Un amigo mío opina que todo mejora si le metes unos cuantos zombis.
Esta escabechina queda resumida en el hecho de que nuestra querida Alita en el cómic original en realidad ni siquiera se llama Alita, sino Gally. ¿Que por qué al cruzar el charco Gally se convirtió en Alita? Porque... ¿drogas, por ejemplo? Como se quejaba el redactor de un fanzine de la época: «¿Y por qué Alita, a ver? ¿Por qué no "Muslo" o "Pechuguita"?».
Pechuguita, con algunos años menos y su primer cuerpo artificial.
Por cierto, para quienes hayan adorado esta cinta: diría que está muy claro que Robert Rodriguez y James Cameron dejaron bastante bien atado el final de su película por si el respaldo en taquilla permitía rodar una segunda parte.

Recapitulando: he ido a ver Alita, la película de Rodríguez y Cameron y me ha gustado.

Pero el problema es que ya la había visto. Hace veintiséis años. 

Y también entonces me supo a poco, pero por diferentes motivos que no voy a exponer aquí, porque ya hemos dicho que tocaba soltar este hueso.

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