viernes, 20 de julio de 2018

«Durante breve plazo estuve aquí, y, durante un breve plazo, importé».

"The trick is not becoming a writer. The trick is staying a writer."
No ganamos para disgustos.

El veintiocho de junio, de madrugada, mi dormitorio empezó a oler a flores frescas, sonó una música armoniosa de liras y dulzainas y una fosforescencia dorada y difusa lo iluminó todo. Abrí los ojos y vi a San Pedro sentado a los pies de mi cama, hecho polvo y con la cara enterrada en las manos.
«¡Dos mil años haciendo este puto trabajo!», me dijo. «¡Dos mil años y ni una queja! Pero me mandan a este tío y en veinte minutos me lo revoluciona todo. Que si estoy sindicado. Que si me pagan nocturnidad, peligrosidad, trienios y horas extra. Que dónde me habéis puesto a Sinatra, que tengo un par de cosillas que decirle. Que si dónde está el Jefe, que a ése también le tengo que cantar cuatro frescas. Que qué mierda de organización, ¡peor que un showrunning de la NBC! Que a quién coño se le ocurrió que fuese posible ser un hijo de puta toda tu vida pero pudieses llegar aquí si te arrepentías en el último segundo, en tu lecho de muerte... ¡Dos mil años! ¡Y ahora esto! ¡Tengo los nervios desquiciados!»
«No me digas más», le dije al pobre cancerbero. «Ha muerto Harlan Ellison, ¿verdad?»
Ha muerto Harlan Jay Ellison, el gruñón más entrañable y controvertido del mundillo de la ciencia-ficción.

Y esto, si te importan aunque solo sea una mierda la literatura en general, los escritores como colectivo puteado y la ciencia-ficción y la fantasía en concreto, debería ser una tragedia para ti como lo es para mí. Ya estás tardando en ir al templo del dios de tu elección (Yahvé, Alá, Mitra, Brahma, Eru Iluvatar, Yog-sothoth, Sara Sampaio Dominatrix) y rendir honras fúnebres al bueno de Harlan sobre un ejemplar de Visiones peligrosas o uno de Un chico y su perro.

Ha muerto uno de los lobos que con más fuerza, saña y derecho gruñó, aulló, mordió y destripó en defensa de la dignidad de la literatura y de los escritores. Si hace unos meses nos despedíamos de la auténtica Madre de Dragones, hoy decimos adiós, trémulos de impotencia, al auténtico y genuino Dragón Supremo. De la clase que se desayuna un tazón de Drogons y Viserions con leche todas las mañanas.

Ha muerto el hombre que, cuando conoció a Isaac AsimovIsaac Asimov!), le dijo «¡pues no es usted gran cosa!», ("You aren't so much").
(Asimov lo recordaba de otra manera. Según él, las palabras de Ellison fueron "I think you're a nothing!", «¡Pienso que es usted una nulidad!»).
No. No es el padre del Che Guevara.
Ha muerto el autor que, con su antología Visiones peligrosas, cambió para siempre la forma de escribir y leer ciencia-ficción, por el procedimiento de pedirle a un puñado de amigos, escritores también, que le enviasen todas aquellas historias cortas y relatos rechazados por los editores por ser demasiado crudas, extrañas o perturbadoras.
De aquí salieron dos Nebula y dos Hugos. Casi nada.
Ha muerto el hombre que lamentaba cada día no haber tenido el gustazo de follarse la vanagloriada calavera de James Cameron por plagiarle, en su opinión, dos de sus historias para En los límites de la realidad (Soldier y Demon with a glass hand) en el guión de Terminator. El bocazas de Cameron se jactó de ello en una entrevista para Starlog (aunque aparentemente luego presionó para que retirasen sus declaraciones); y por eso los productores tuvieron que atizarle a Harlan un buen puñado de miles y por eso los créditos finales de Terminator incluyen una respetuosa mención a la obra de Ellison.
("Harlan Ellison is a parasite who can kiss my ass", ha dicho Cameron al respecto. Y es que entre estos dos había mucho amor).
Ha muerto el hombre en cuya foto clavaban dardos todos los productores de cine y televisión de los Estados Unidos. El hombre con cuyo nombre amenazaban las madres de los editores y redactores jefe a sus hijos para que se acabasen la sopa. «Como no dejes el plato vacío, vendrá Harlan Ellison y se comerá tus riñones».

El mismo hombre que le estrujó las tetas a Connie Willis sobre el escenario de los premios Hugo en 2006. No nos lo hemos inventado. Está en llutuf.
(Quitémonoslo ya de encima: mal, Harlan. Muy mal. En estos casos siempre hay que pedir permiso primero y esperar por la autorización expresa. Que sepas que Connie Willis sigue cabreada por ello y se limpia el culo con tus disculpas).
El hombre que, en 1964, saltó por encima de la mesa de una sala de juntas de la ABC en dirección a un acojonadísimo Irwin Allen (o a un acojonadísimo Adrian Samish, según otras fuentes), que se había atrevido a trastear con el guión de Ellison para Voyage to the bottom of the sea pensando que Harlan se lo tomaría a bien. Huyendo de Ellison (que además le tiró a la cara una maqueta del submarino de la serie), Allen se dio una hostia contra el muro que tenía detrás y se hizo mierda la cadera. Y, conociendo cómo las gastaba Ellison, Allen salió bien librado.
(Aquel episodio es lo que el bueno de Harlan llamaba «un día normal en la oficina»).
No eres escritor de verdad si no has usado una de éstas o fumado en pipa.
¿Eso no te impresiona?

¿Tampoco saber que Harlan trabajó en Disney... poco más de cuatro horas? Al volver del almuerzo descubrió que había sido fulminantemente despedido por sugerir, no nos atrevemos a especular si en broma, que rodasen una versión porno de los personajes de la casa.

¿Qué tal esto otro? Ha muerto el tipo que le dijo a Frank Sinatra a la puta cara que era un mentiroso; el tipo que, si Frank hubiese decidido seguir dándoselas de gallito con aquel chiquitín de voz aflautada, no habría vacilado en darle capa y media de hostias a La Voz, por chungos que fuesen sus amigos en la cosa nostra. Y Gay Talese estaba allí para inmortalizar el momento.
También es el escritor que ilustró a un fan tocapelotas, que le siguió hasta el cuarto de baño para pedirle un autógrafo durante una firma de libros, acerca de los límites de la intimidad y del sacrosanto derecho de un escritor a dormir, comer, beber, descansar y hacer sus necesidades libremente, por encima de cualquier privilegio con el cual el más incondicional de sus lectores se crea investido.

Le autografió los zapatos.

Con pis.

Por cosas como ésta, algunos consideraban a Harlan un superhéroe.

Por cosas como lo de Connie Willis o Irwin Allen, otros lo consideran un gilipollas.

Unos pocos sabemos que podía ser ambas cosas, y eso, además de su monstruoso talento, es precisamente lo que le hacía tan fascinante.
"The two most common elements in the universe are hydrogen and stupidity."
Harlan era dolorosamente consciente de que, para los gafapastas de la literatura, la fantasía/ciencia-ficción es un gueto adonde ir a comprar farlopa y petar mercenarios chochos cobrizos, no un sitio del que vaya a salir nada remotamente parecido al Arte.

Lo sabía, y trabajó como una bestia toda su puta vida para demostrarles a los culturetas de arrugadas naricillas lo equivocados que estaban. No solo a través de su trabajo, sino motivando y promocionando a otros escritores. Nombres sin lustre ni autoridad como los de Ursula K. LeGuin, J. G. Ballard, Samuel Delany, Octavia Butler...
Una de las virtudes y de los mayores defectos de Harlan era que no podía oler una pelea sin meterse hasta las orejas en ella y convertirla en un partido de hockey sobre hielo. Siempre escogía un bando. Siempre el del más débil (usualmente, él mismo). Y cuando alguien (otro completo desconocido) le reprochó que malbarataba en juicios y demandas un valioso tiempo que podría haber dedicado a escribir, él contestó: «Claro, pero no puedes dejar que los cabrones se salgan con la suya».
Para lo bueno y para lo malo, ése era Harlan Ellison.

Un luchador.

A veces ganaba.

A veces perdía.

A veces le daban la razón solo para quitárselo de encima.

A veces, incluso empezaba un combate innecesario. Como si, de repente se hubiese convertido en el matón del colegio (precisamente la clase de enemigo contra el cual Ellison batalló toda su vida). Quizá porque era un judío bajito y de tiple ridículo y a los judíos de metro sesenta con voz de dibujo animado nadie los toma en serio a menos que hagan ruido. Mucho ruido.
"Pay Me! Am I doing this for other writers, for Mom (still dead), and apple pie? Hell no! I'm doing it for the 35-year-long disrespect and the money!"
A su muerte, Harlan Ellison había firmado más de 1 700 relatos, artículos, ensayos y columnas de prensa, docenas de guiones de televisión y de cine y setenta y cinco libros, y había ganado ocho Premios Hugo (y medio), dos premios especiales de la Convención Mundial de Ciencia Ficción, cuatro Nebulas, cinco Bram Stokers, dos Edgar Allan Poes, dos World Fantasy Awards, dos Meliés, el título de Gran Maestro de la Convención Mundial de autores de Terror y el Lápiz de Plata del Club PEN.
(Además era responsable, a pesar de los cambios introducidos por Gene Roddenberry, cambios por los cuales las tuvo tiesas con Ellison, del universalmente aclamado como el mejor capítulo de la historia de Star Trek).
Supéralo, si tienes huevos.
"In TV, they don't understand subtleties of character. When a script runs long, or has production problems, the first things cut are scenes that deepen characterization."
Lo más probable es que, a estas alturas, ya le hayas cogido bastante manía al pobre Harlan. Y no te culpo. Con él, nada estaba garantizado. Podías perder en treinta segundos una amistad de treinta años con Ellison. Y, tres décadas más tarde, encontrarte con él en una convención y descubrir que se había olvidado incluso de que una vez habíais estado distanciados y volvía a considerarte su mejor amigo.

No era nada fácil ser amigo de Harlan Ellison. Tenía rasgos de personalidad que rozaban la sociopatía. Como cuando envió por correo no prioritario, en pleno agosto, una marmota muerta (bueno, no técnicamente una marmota, pero casi) a un editor que se negaba a darle cuentas de la liquidación de sus derechos de autor e incluso devolverle las llamadas. Según algunas versiones de la historia, el editor tuvo que fumigar toda la oficina. Según otras, tuvo incluso que volver a pintarla.
Pero no te quedes con los peores momentos de Harlan (que tiene para escoger, lo admito).

Quédate con el motor que movía todas y cada una de sus acciones, particularmente las más extravagantes:

Conquistar el respeto al que estimaba que los escritores tenían derecho, y que, entonces como ahora, se les negaba.
"I’ll come to your house and I’ll nail your pet’s head to a coffee table. I’ll hit you so hard your ancestors will die."
Nadie luchó mejor ni más violentamente por proteger su propiedad intelectual que Harlan (incluso cuando no tenía más que la sospecha de una duda), nadie se bregó en mayor número de batallas por defender la dignidad de su oficio que Harlan. Libró tantos combates que no es improcedente pensar que, a partir de un determinado momento, el pobre Harlan se volvió un poco paranoico; y el caso de In time es buena prueba de ello.
Por cierto, creo que merece un segundo visionado.
¿Cómo luchaba Harlan? A golpe de demanda civil. Se convirtió en una figura ominosa para editores y productores y les obligó no pocas veces a proporcionarle el único reconocimiento que comprendían: dinero.

O sea, exigió a los amos de la industria, que siempre han despreciado a los artistas, que le pagasen por su trabajo.

Y ésta es una lección que deberías aprenderte muy bien, si aspiras a morirte de hambre escribiendo.
"I don't take a piss without getting paid."
Porque se nos ha ido Harlan Ellison. Él ya no va a luchar por tus derechos. Tendrás que hacerlo tú.

Y, si eres de los que ya llevan tiempo escribiendo y publicando, deberías empezar a preguntarte por qué cojones permitiste que un pequeño octogenario chillón de Cleveland librase esa batalla en solitario hasta su último aliento.

Si eres productor de cine, de televisión o editor, deberías empezar a preguntarte si no habrás dado por sentado alguna vez que los escritores deberían trabajar gratis.

Porque la gente sigue haciéndolo. Los amos del mundo todavía creen que deberías estarles agradecido por ayudarles a hacer negocio a tu costa.
"I say: You gotta pay me! She said: Well, everybody else is just, you know, doing it for nothing. I said: well everybody else may be an asshole, but I’m not. I said: By what right would you call me and ask me to work for nothing? Do you get a pay check? Well, yes. I say: Does you boss get a pay check? Do you pay the telecine guy? Do you pay the cameraman? Do you pay the cutters? Do you pay the teamsters when they schlep your stuff on the trucks? [...] Would you go to a gas station and expect free gas? Would you go to the doctor and have him take out your spleen for nothing? How dare you, call me and expect me to work for nothing!"
"And the problem is there's a goddam many writers who have no idea that they supposed to be paid everytime they do something."
Ha muerto Harlan Ellison, el hijo de puta más irascible y con más talento que jamás ha escrito una historia de ciencia-ficción. Y se ha ido dulcemente, mientras dormía.

No merecía salir de escena en silencio. Merecía morir como vivió, haciendo ruido. Mucho ruido. Arrancando de una dentellada las tripas a un editor moroso mientras le sacaba los huevos de una patada a un productor de televisión listillo y se cagaba en la boca de James Cameron.

Por eso en Paratroopersdon'tdie hemos querido hacer un poco de ruido en su honor.

Porque, con todos sus defectos como ser humano, creemos honestamente que Harlan se lo merecía por su gigantesca talla como escritor y como kamikaze de la dignidad de los escritores.

Porque su filosofía vital de no dejar que los cabrones se salgan con la suya es quizá la más elevada categoría ética que jamás haya formulado escritor de pulp alguno y debería ser la piedra angular de toda civilización sana.

Porque Harlan tenía razón: si eres escritor, y quieres darte a respetar, no deberías ni ir a mear a menos que te paguen.

Y si meas de gratis, que sepas que eres un schmekel, un schlock, un shmegegge y un putz.

Nos encontraremos en la otra orilla, Harlan; you, bloviating fatass.

Hasta entonces, me seguiré reuniendo contigo en tus libros.

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