domingo, 29 de enero de 2023

Regreso a las trincheras

 La Gran Guerra convirtió a Erich Paul Remark en un inflexible pacifista. Reclutado como reservista en 1916, mientras preparaba sus estudios como maestro, fue movilizado en 1917 y enviado al Frente Occidental en Flandes. Herido de metralla poco después de incorporarse a su unidad, pasó meses recuperándose en un hospital de Duisburg y luego empleado en tareas administrativas antes de ser devuelto a primera línea en octubre de 1918.


Fue en el hospital que Remark comenzó a poner por escrito sus impresiones y recuerdos de «la guerra que iba a poner fin a todas las guerras» (y que estuvo a punto de lograrlo por el procedimiento de no dejar a nadie con vida para librar la próxima) en una primera novela, Über den KriegAcerca de la guerra»), que acabaría convirtiéndose en el germen de una obra ya universal que Remark escribió alarmado por la conmoción de Alemania durante el período de entreguerras, que él describe en sus diarios, como «una lucha contra la amenazante militarización de la juventud, contra el militarismo en todas sus formas y excesos» („Kampf gegen die drohende Militarisierung der Jugend, gegen den Militarismus in jeder Form seiner Auswüchse“).

Remark, a quien la Primera Guerra Mundial volvió pacifista, antimilitarista y apolítico, publicó en 1929, bajo el afrancesado pseudónimo de Erich Maria Remarque, Im Westen nichts Neues (traducida por los editores castellanoparlantes como «Sin novedad en el frente»), para intentar impedir la Segunda Guerra Mundial, a la que estaban conduciendo Alemania los movimientos populistas de base racial (völkisch), los resentidos espadones de tradición prusiana incapaces de digerir la derrota y cierto partido de ideología a cuya cúpula dirigente acababa de auparse cierto niño-rata austríaco de bigotito amariconado.

Tristemente un libro, por bien escrito que estuviese, no podía impedir la espiral de odio, intolerancia y resentimiento que condujo a la nación más ilustrada de la Europa de principios de siglo a la glorificación de la violencia, la justificación del crimen, la efervescencia del rencor y la dogmática veneración del mito conspiranoico de la «Puñalada por la espalda» (Dolchstoßlegende) que desencadenaron una nueva guerra, mucho más terrible e inhumana que la primera, que reclamó las vidas de 55 millones de personas.
(Mucho antes de eso, Remarque abandonó Alemania y residió en Suiza y los Estados Unidos. Nunca recuperó su nacionalidad alemana, que los nazis le habían retirado en 1938, acusándole de traidor y «antipatriótico». Tampoco volvió a reunirse jamás con su hermana Elfriede, que se había quedado en Alemania con su marido e hijos, y fue arrestada, procesada por «derrotismo» y condenada a muerte por el infame Roland Freisler, el mismo hijo de puta sediento de sangre que envió a la guillotina a Hans y Sophie Schöll por distribuir panfletos pacifistas. Está documentado que Freisler le dijo a la hermana de Erich Maria, «desafortunadamente, tu hermano está lejos de nuestro alcance. Tú, sin embargo, no te nos escaparás», [„Ihr Bruder ist uns leider entwischt—Sie aber werden uns nicht entwischen“]).

De Sin novedad en el frente se han hecho hasta la fecha tres adaptaciones cinematográficas: la estadounidense de 1930  dirigida por Lewis Milestone y protagonizada por Lew Ayres, John Wray y Ben Alexander; la coproducción británico-estadounidense de 1979 dirigida para televisión por Delbert Mann y protagonizada por Richard Thomas, Ernest Borgnine y Donald Pleasence entre otros, y, por fin en 2022, una versión alemana, que es la que nos ocupa hoy.

Mira, querido lector, por una vez y sin que sirva de precedente, le debo una disculpa a Netflix: cuando oí que estaban preparando una adaptación de la novela de E.M. Remarque me imaginé lo peor: a Bäumer, Kropp, Müller y Tjaden convertidos en negras obesas transexuales no binarias con dislexia, aerofagia y piorrea; a las trincheras del Frente Occidental convertidas en un cabaré queer con espectáculo de burlesque a cargo de unas drag-queens sordomudas, musulmanas e inmigrantes ilegales y la Primera Guerra convertida en una lucha por el body-positive y la sororidad galvanoplástica librada por feministas interseccionales logarítmicas y post-butlerianas.

Pero no. Sin novedad en el frente 2022 es un bélico sorprendentemente sólido, sobrio y bien rodado que respeta todos los ejes temáticos de la novela original: la ceguera de unos generales que no han aprendido nada desde los tiempos de Napoleón y aún creen que las guerras se ganan arrojando mayor cantidad de carne al campo de batalla que el enemigo, la veloz e irreversible muerte de la inocencia en el frente de combate, la deshumanización de la guerra moderna, en la que el ser humano no es más que una pieza más de una maquinaria insensible, amoral e implacable que se retroalimenta a sí misma hasta mucho después de que la ausencia de resultados y el absurdo sacrificio de vidas pruebe su inutilidad; la camaradería que sólo surge entre hombres en campaña, y que supera cualquier otro tipo de vínculo emocional que se pueda construir en tiempo de paz; el trauma imborrable de los veteranos, la desesperación, la impotencia que produce su evidente sinsentido y el divorcio entre la vida civil y la experiencia castrense que hace temer a los veteranos no poder regresar nunca a sus anteriores existencias.

Bien hecho, Netflix, bien. Lo bien hecho, bien parece, y lo que es justo es de justicia: habéis hecho una buena película bélica con el tono que cabía esperarse del título Sin novedad en el frente: antibelicista, pacifista, descarnada, cruel en su denuncia sin compromisos de la sinrazón de la guerra en general y de la dureza, suciedad, horrores, miseria y absurdo de la guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial en particular.

Bien hecho, Netflix. Bien. Buena película.

Ahora bien, ¿por qué coño la habéis titulado Sin novedad en el frente? Porque más allá de que el protagonista se llame Paul, de que tenga unos amigos llamados Kropp, Müller, Kemmerich, con los que se presenta voluntario al frente, que un veterano llamado Katczinsky le coja cariño a Paul y le enseñe lo necesario para maximizar sus posibilidades de supervivencia, y de que la acción transcurra durante la Gran Guerra, no he sido quien de reconocer ni uno sólo de los pasajes y episodios que recuerdo del libro de Remarque.

No quiero dar la impresión de estar disculpándome, pero reitero lo sugerido más arriba: Sin novedad en el frente 2022 me ha gustado mucho.

Pero como adaptación cinematográfica se aleja tanto de la novela que en justicia deberíamos hablar de «obra derivada», «inspirada por» o «libremente adaptada a partir de».

Y en parte me jode mucho, porque es obvio que la producción tenía los medios y el talento necesario para hacer, quizá, la mejor, la adaptación canónica de Sin novedad en el frente, pero por alguna razón decidieron explorar otra vertiente, tomando a los personajes, el contexto y la temática de la novela y elaborando lo que es, a grandes rasgos, una historia completamente nueva.

Pero.

Si alguien (Netflix, Hulu, Amazon Studios, Disney+, HBOMax, Tuputamadreencamiseta) va a, tos, «adaptar», «trasladar a la pantalla», tos, tos, carrasp, «corregir», carraaaaaasp, escup, una obra literaria y, por el motivo que sea, motivo que puede ser muy respetable, no quiere ceñirse fielmente la historia original, ésta, repito en mayúscula y comillas, ÉSTA es la forma correcta de hacerlo. No cambiando la raza, los genitales o la orientación sexual de los personajes; no trasladando la acción a un escenario en el que dicho argumento carezca completamente de sentido, no descargando en el guion volquetes de chuminadas identitarias, feminismo interseccional, ecologismo blancoburgués de salón y twitter, lucha social histérica de universitario con la barriga llena, neomarxismo de usuario de iPhone y conductor de Tesla o sentimiento de culpa artificial de clase media blanca a la que en su día no dieron un buen par de hostias.

Bien hecho, Netflix. Bien. ¿Ves como cuando os dejáis la puta agenda woke en el forro de los cojones, que es donde debería quedarse, de vez en cuando, hasta acertáis, cabrones?

Y ya sé que parece que estoy diciendo que Netflix ha acertado al equivocarse, pero es que no creo que Netflix se haya equivocado. Si el director y guionistas (no suele ser buena señal que haya más de uno y en esta película hay ¡TRES!) les pareció que no eran capaces de hacer una película fiel a la novela que adapta y que fuese atractiva para la audiencia de Netflix, las decisiones creativas que hayan tomado para «actualizarla», siempre y cuando sean respetuosas con el material original, o cuando menos con su argumento y temas (y no incluyan permutaciones de raza, genitales u orientación sexual de los personajes, etcétera etcétera) me parecerán bien si el producto resultante funciona como la novela que traslada a la pantalla y transmite las mismas sensaciones y mensajes:

1. La guerra en general es una gran putada que destruye la inocencia, socava la civilización y envenena el alma humana.

2. La Primera Guerra Mundial, además, fue un sindiós incomprensible e inútil que transcurrió entre lodo, piojos, yperita, mierda, cadáveres fermentándose al sol en la tierra de nadie y ratas del tamaño de Land Rovers.

3. Los soldados que tomaron parte en ella sacrificaron su salud y su cordura y entregaron sus vidas a cambio de ganar unos pocos metros de barrizal que quizá perderían al día siguiente.

4. Cuando, por casualidad, esos mismos soldados se encontraban cara a cara con el enemigo, descubrían que era un hombre como ellos, con las mismas necesidades y miedos, con familia y amigos, y la conmoción de comprender al fin que estaban matando a personas con las que, en tiempo de paz, se habrían tomado de buena gana una cerveza, despertaba en ellos el remordimiento de los pecadores.

Otras decisiones tomadas para hacer más atractivo el film pasan por la, permítaseme el palabro, «segundaguerramundialización» de la película, quizá porque para el público Millennial la 2GM les pilla cronológicamente más cerca y les resulta más reconocible. Qué se yo. El caso es que vemos a los soldados alemanes equipados con los típicos Stahlhelm de acero, introducidos en 1916, no con los Pickelhaube reglamentarios al inicio de la guerra, y que tuvieron que ser abandonados en parte por la escasez de cuero para producirlos (tan acuciante que se fabricaron versiones en fieltro e incluso cartón prensado), en parte porque es que resulta que las balas y la metralla atraviesan los cascos de cuero de parte a parte como si no existieran, pequeño problemilla de un diseño anterior a la pólvora sin humo y las armas de repetición, que lo volvieron obsoleto. Esta decisión creativa, que en absoluto estoy sugiriendo que sea anacrónica, otorga a los protagonistas de la película la clásica silueta que los licenciados en historia asociamos al soldado alemán a partir de nuestros estudios y el resto de la gente a partir de películas como El día más largo, Stalingrado, Salvar al soldado Ryan, Corazones de acero o la desgarradora Bajo la arena.

¿Que si se usaron lanzallamas en la Gran Guerra? Por supuesto que se usaron. Eran un arma extraordinaria para «sanear» búnkers y trincheras si te la ponía gorda el olor a cerdo asado y te la pelabas recordando los alaridos de agonía de los quemados, pero a mí particularmente, no me atrevo a sugerir que le suceda a todos los espectadores, es un arma que me recuerda más a la Segunda Guerra mundial, al desembarco aliado en las playas de Normandía y a los marines tostando japoneses de isla en isla del Pacífico como si fuesen malvaviscos.
(Hay cifras, que no he podido confirmar, de que más del 30% de los soldados japoneses muertos en la batalla de Iwo Jima no murieron de heridas de bala, metralla o acero, sino de churruscamiento intensivo).

Los carros de combate. Una vez más, su papel en la 1GM fue poco más que anecdótico, por mucho que varios historiadores flipados por los cachivaches se empeñen en afirmar que «cambiaron el curso de la guerra». No obstante, el director de Sin novedad en el frente 2022 no se resiste a sacar en su película la ofensiva de una escuadrilla de tanques franceses Saint-Chamond, que luce espectacular en pantalla, pero transmite una sensación equívoca acerca del desarrollo de aquel conflicto, donde es cierto que hizo por primera vez aparición el carro de asalto blindado, con todo lo que ello conlleva: los oficiales no sabían cómo incorporar aquellas nuevas máquinas a su plan de batalla, no existía doctrina sobre su uso, no había un manual de tácticas específico para carristas y su coordinación con la infantería y la artillería (que es donde el carro de combate puede explotar sus posibilidades), cuando la hubo, fue demasiado a menudo más bien ocasional y el terror que aquellos colosos sobre orugas inspiraba a los alemanes, que no tenían nada parecido (el Sturmpanzerwagen A7V se produjo en cantidades irrisorias), era sólo comparable al que sentían los propios soldados franceses e ingleses, que debían aprender a moverse entre sus propios carros de combate sin morir aplastados por ellos.
(La propia palabra «tanque», del inglés «tank», es un atavismo de cuando el Landships committee concibió inicialmente este vehículo como cisterna móvil que debía proveer a las trincheras de agua potable para los soldados británicos, de la que siempre andaban escasos).

Y sin embargo, pese a las decisiones de diseño de producción y guion que la alejan de la novela de Remarque, su condición de excelente panfleto animilitarista y antibelicista, su fidelidad casi documental al período histórico en el que está ambientada y, en último lugar pero absolutamente no en menor medida, por lo buena que es esta película, no puedo descartar esta producción de Netflix con cara de oler un pedo de vegano y un desdeñoso ademán escudándome en su escasa fidelidad al libro que adapta como no puedo descartar los cómics de Tardi ambientados en la Gran Guerra, documentos que reflejan a la perfección, por más que lo hagan de una manera artística, estilizada, y por lo tanto hasta cierto punto abstracta, las atrocidades de aquel conflicto y el sufrimiento de los hombres que lucharon en él.

Por eso, al menos en este caso, esta mala adaptación de un libro, es, paradójicamente una buena adaptación, porque con un lenguaje y unas frases distintas consigue transmitir los mismos argumentos que la novela adaptada.

Algo que, me temo, sólo se puede conseguir si tienes muy claro el mensaje original y reúnes los siempre esquivos talento y medios materiales.

Sin novedad en el frente 2022 es mejor que una fiel adaptación de la novela de Erich Maria Remarke.

Es una interpretación personal de la misma por parte del director y de los guionistas, a los que no sólo se les nota sobrados de sensibilidad, talento y conocimiento de la novela, sino también decididos a no corromper la obra original.

Y encima, es una muy buena película.

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