martes, 31 de diciembre de 2019

Coordenadas

A mi derecha el mar.

Es el mar que me trae el susurro de las velas de Odiseo, el perfume de las luces de aceite que almizclaban el cuerpo de Calipso y el grito de guerra de los ulfhednar desde sus barbados rostros.

Y sé que en ese mar hay un tesoro, tal vez en una cueva, tal vez al fondo de una sima, un tesoro del que podría aprovecharme para nombrarme a mí mismo conde de Montecristo.

Pero hoy a mi derecha solo veo oscuridad.

A mi izquierda el monte, más allá la montaña.

Es el monte de los aquelarres y los daoine sith, es la montaña desde la que los Olímpicos jugaban con el destino de los hombres como se juega con trebejos de ajedrez.

Y sé que en ese monte hay un lago, o tal vez una roca, y en esa roca, hendida, una espada que aguarda al Pendragón y su Reino del Verano, y sé que esa montaña es solo uno de los jabalcones del bifrost, en cuyo extremo los aesir y las arsinjur celebran un perpetuo banquete.

Pero hoy a mi izquierda solo veo oscuridad.

Frente a mí, el mañana.

No me preguntes acerca del mañana. No sé nada del mañana.

Además, hoy, frente a mí, no veo más que oscuridad.

A mi espalda, el ayer.

Nada diré del ayer. Nos conocemos demasiado bien.

Y no veo en él más que oscuridad.

Sé que hay luz en el mundo, sé que tienen zaga los dolores, sé que hay vida, que hay amor, que hay esperanza.

Pero hoy, a dondequiera que mire, no veo más que oscuridad.


Venga ya el año nuevo y sea lo que sea.

Aunque sea oscuridad.

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