sábado, 8 de febrero de 2020

Las comparaciones son odiosas, pero en mi país se descuartiza a la gente por mucho menos

«Warner Brothers ha tenido la feliz ocurrencia de llevar a las pantallas de cine una novela que tengo particularmente fresca en la memoria, porque no hace ni un año que la releí por enésima vez. Y ese conocimiento me permite denunciar It como una mala adaptación de la que tal vez sea la mejor novela de Stephen King».
Decía yo, hace no mucho.
 
Las comparaciones son odiosas, pero IT: Chapter Two es una patada entre las gónadas y Doctor Sleep está muy cerca de ser perfecta.
«[...] no es It. Es algo que se parece a It. Es una película libremente inspirada en It. Una película de terror como otras mil que he visto; mejor que muchas, peor que una infame minoría. Una anodina fotocopia que no merece ni lamerle la mierda de los pelos del culo a It».
Decía yo, prácticamente ayer mismo.
 
Las comparaciones son odiosas, pero la narrativa de IT es irracional, despreciable y enloquecida, mientras que hasta las diferencias más contundentes de Doctor Sleep con respecto al libro que adapta a la pantalla están más que justificadas.
«[...] It es un perfecto ejemplo de película basada en un libro, leído o no, del cual no entendiste una mierda».
«Dientes, dientes, que es lo que les jode».
Decía yo, aunque nadie escuchaba.
 
Las comparaciones son odiosas, pero IT: Chapter Two apesta y Doctor Sleep es un exquisito caramelo con sabor a Riley Reid.
Que debe de ser el sabor de los ángeles.
«It nos habla de lo mágico y maravilloso que es ser niño, de lo esforzado y cruel que es hacerse mayor, y de lo que perdemos en el proceso».
Decía yo, antes de ver IT: Chapter Two y Dr. Sleep.
 
Hace casi tres años (¡joder, cómo pasa el tiempo!) ya habíamos establecido nuestras razones para proclamar IT: Chapter One como una buena película de intriga/fantasía (con momentos de sobresalto, que no de terror) al mismo tiempo que una fallida adaptación del libro de Stephen King.

IT: Chapter Two no llega ni a eso. No es, ni siquiera intenta ser, una buena película. Y de lo de intentar mantenerse fiel al libro es que ni se acuerda.

Las concesiones que Andy Muschietti hizo a la narrativa cinematográfica en la primera película, tal vez con la esperanza de atraer un más amplio espectro de público a las salas, se quedan en nada, porque es que su secuela y conclusión es tan dolorosamente mala que la primera, en comparación, parece una puta obra maestra. Los personajes desfigurados, las correcciones inexplicables e injustificadas a la trama original del libro, la adulteración o mutilación de la mitología establecida por la novela y la decepcionante y acomplejada resolución del clímax final dejan de tener importancia cuando te asomas a ese desperdicio de dinero y nervio óptico que es IT: Chapter Two.

Mike Hanlon, el guardián silencioso, el notario de la historia secreta de Derry, el celador de la llama que vuelve a reunir al Club de los Perdedores cuando queda claro que el payaso Pennywise ha vuelto a matar, se convierte por obra y gracia del largometraje de Andy Muschietti en un mentiroso, manipulador y paranoico comemierda.

Ed Bowers, la Némesis de Los Perdedores (con permiso del Payaso Saltarín), que en la novela, cuando Eso le ayuda a evadirse del locódromo, se convierte en la mano ejecutora del payaso asesino, en IT: Chapter Two es una especie de babeante mongólico al que se cepillan a los dos minutos de aparecer y sin apenas esfuerzo.

La relación venenosa de Beverly con su marido, un puto maltratador (reflejo distorsionado de la relación que Bev mantenía de niña con su propio padre), que en el libro es CLAVE para la resolución del argumento, se reduce a una escena de menos de cinco minutos.

Jessica Chastain leyendo sus escenas de trasfondo. TODAS sus escenas.
El hallazgo por parte de Bill de su vieja bicicleta, Silver (de nuevo otra pieza capital de la trama de la novela, donde la bicicleta permite a Bill reconectar por última vez con el niño que fue y traer de regreso a su esposa, Audra, traumatizada por Eso), es en la secuela cinematográfica un cromo sin la menor trascendencia. Hasta sobra esa puta secuencia, porque es que no afecta para nada a la narración.

Lo único que me arrancó una sonrisa de toda la peli fue el cameo de Stephen King.

Lo único bueno en casi tres horas de agonía.
Porque es que las escenas pretendidamente horroríficas ni siquiera eran eso. Eran escenas de sobresaltos en las que, recurriendo a los trucos más bajos y más sucios de la profesión, Andy Muschietti logró, un par de veces, que pegase un botecito en mi asiento.

Pero eso no es terror. Eso es lo que en inglés se denomina jumpscares, que son, al terror, lo que el porno a la poesía romántica.

Aunque a mí Riley me parece poesía y me pone romántico.
El terror va de crear una atmósfera agobiante, opresiva. Los maestros del terror consiguen hacernos sentir atrapados, impotentes; nos suben a un barco que va camino del infierno y nos hacen creer que no podemos bajarnos de él, que nada que hagamos nos salvará de la condenación eterna.

Los jumpscares son solo eso: sobresaltos. Acercarte a una persona por la espalda y gritarle «¡Uuuuh!». La forma más baja de terror, tan efímera como las risas que provoca una ventosidad particularmente escandalosa.

IT: Chapter One intentaba ser una película de terror, y fracasaba.

IT: Chapter Two ni siquiera intenta tener una narración coherente, joder.


Todas las cosas que me gustaron del Capítulo Uno han desaparecido en el Dos; todas las cosas que aborrecí con toda mi alma están aquí elevadas a la milésima potencia. Y alguien debería decirle a Andy Muschietti que si a James McAvoy no lo sujetas en corto se convierte en Sobreactuado Man, el único superhéroe capaz de joder un buen papel con sus expresiones faciales inhumanas, gritos de mal parido, rubor sanguíneo y yugulares inflamadas.

Andy Muschietti tenía la oportunidad de hacer bien lo que había hecho mal en la primera película.

Pero ni siquiera lo intentó. Atado, sospechamos, por el libreto del guionista (que casi literalmente se inventó medio libro para poder rodar la secuela que le salía de las pelotas), simplemente se dejó llevar. Si propuso algunos cambios al guión es algo que es que ni nos hemos molestado en averiguar, porque en este punto ya le hemos concedido a IT: Chapter Two mil palabras más de las que se merece.


Particularmente si la comparamos con otra adaptación reciente de un libro de Stephen King: Dr. Sueño.

IT y El resplandor son, para mí, los dos mejores libros de Stephen King. Punto.

El resplandor
, además, no sabemos si a causa de la icónica adaptación que hizo Stanley Kubrick (otro ejemplo de fallida adaptación cinematográfica pero que, en este caso, al menos es una película prácticamente perfecta), se ha convertido en un clásico instantáneo, un referente de cultura popular y un modelo imitado hasta la saciedad, no siempre con buen resultado.

Y encima la novela está cojonudamente bien escrita.

Puse en remojo la pelambrera de los huevos cuando supe que Stephen King se había sentado a escribir la segunda parte. Era una decisión que no tenía ningún sentido. El resplandor no necesitaba una segunda parte y, encima, King corría el peligro de descubrir que era incapaz no digamos ya de superar, sino siquiera de hacerle justicia a la novela original, que siempre pongo como ejemplo de libro redondo, libro-universo que se basta a sí mismo (aunque forme parte de un universo ficticio más grande, como lo demuestra el hecho de que Dick Hallorann haga un cameo en IT).

Cuando empecé a leer Dr. Sueño me desanimé. Aquello no era El resplandor. Ni siquiera lo intentaba. No podría nunca igualar la primera novela. Era imposible.

Además, de los personajes de El resplandor solo un Danny Torrance ya adulto seguía vivo. Dado que buena parte de la gracia de El resplandor era observar el mundo a través de los inocentes ojos del Danny Torrance niño, ¿cómo podría seducirme este adulto alcohólico, violento y mugriento (pareado inesperado que dejo porque si no me quejo de que no soy lo bastante ingenioso aunque a menudo me quede en chistoso) que protagonizaba Dr. Sueño?

Bien. Me equivocaba.

No era con este Danny Torrance quebrado, politoxicómano, traumatizado por sus experiencias en el Overlook y la muerte de su padre, con quien debía empatizar. Era con el Danny Torrance que decide poner fin a su espiral de molicie y decadencia, agarrar el toro por las huevas, meterse en alcohólicos anónimos y buscar un trabajo estable... donde además sus poderes psíquicos le permiten ayudar a enfermos terminales a hacer en paz el tránsito a la otra orilla.

Era con Abra Stone, la niña-prodigio con un resplandor superior incluso al que tenía Danny de niño, y que lucha por entender y dominar sus poderes, y de camino hacer justicia a los niños asesinados por los vampiros de resplandor de El Nudo Verdadero, comandados por la malvada Rose El Sombrero (megasexy y terrorífica Rebecca Ferguson).

Era esa relación Obi-Wan Kenobi / Luke Skywalker entre Danny y Abra con la que tenía que empatizar.

Y lo hice.

Dios, adoro Dr. Sueño.

No me atrevería a decir que iguale en excelencia a El resplandor, pero desde luego no la devalúa. Las últimas doscientas páginas me las pasé en trance, casi incapaz de pestañear, dispuesto a creer que cualquier cosa podía suceder, que tal vez los malos de la novela tenían la oportunidad de ganar. El suspense estaba perfectamente logrado, la tensión era real, el drama era opresivo; yo sufría por los personajes, temía por ellos y estaba seguro, seguro, seguro, de que la novela no podía acabar bien y, encima, yo no podía hacer nada para cambiar el desenlace.

Es lo que pedimos a una historia de terror.

Dr. Sueño nos lo da. Por kilotones. En parte gracias a la villana, la odiosa y carismática Rose.

Stephen King escribió la mejor secuela de El resplandor que se podía escribir. Con eso contentó a los miles de lectores que se han pasado décadas pidiendo una segunda parte del libro y que, gracias a Dios, ya no tendrán que esperar a que el feo más rico de Maine se muera y sus herederos contraten a un negro con más caradura que luces para perpetrar una continuación no canónica.

(David Lagercrantz, ¿por qué me miras así?).
La adaptación cinematográfica de Dr. Sueño estaba más que cantada y no se ha hecho esperar.

Y no seré yo el que diga que es la mejor adaptación de la novela que podía haberse hecho.

Pero es buena. Muy buena. Extraordinariamente buena y, si la comparamos con IT: Chapter Two, una obra maestra.

Y parte de las cosas que no me gustan de la película son las decisiones creativas que colisionan con las que Stephen ya había tomado al escribir el libro, y que dudo mucho que pudiesen haberse esquivado.

Rose La Hijadeput... El Sombrero.
Porque el problema es que Dr. Sleep tenía que ser, sí o sí, infiel a la novela (y sin embargo es extraordinariamente fiel) debido a una razón capital:

Dr. Sleep no es una continuación de El resplandor, la novela de Stephen King; es una continuación de El resplandor, la película de Stanley Kurbrick, y, dadas las diferencias de planteamiento y desenlace de ambas, el proceso de adaptación del argumento pasaba, inevitablemente, por traicionar la literalidad de la obra de King a fin de mantener la continuidad del universo cinematográfico establecido por Kubrick.

Al final de El resplandor, de Stephen King, el cocinero Halloran rescata a Wendy y Danny.

Al final de El resplandor, de Stanley Kubrick, Jack Torrance mata a Halloran antes de que pueda rescatar a nadie.

Y esa es la razón de que en Dr. Sleep, la película, el Danny niño hable con el fantasma de Halloran mientras que en Dr. Sueño, la novela, lo hacía con el propio Dick, en carne y hueso.

Al final de El resplandor, de Stephen King, el Overlook salta por los putos aires porque Jack había olvidado bajar la presión de la caldera. Y Jack vuela «hasta la puta luna» montado en el hotel.

Al final de El resplandor, de Stanley Kubrick, Jack muere congelado y se incorpora al repertorio de fantasmas que pueblan el hotel, intacto y listo para seguir jodiéndole la vida a sus próximos guardeses.

Por eso en Dr. Sleep, la película, el clímax final tiene lugar en un Overlook mohoso y desvencijado, pero todavía en pie, mientras que en Dr. Sueño, la novela, la batalla decisiva se libra entre las ruinas ennegrecidas del hotel.


No es Jack, pero se le parece tanto que acojona.
Dr. Sleep no puede menos que traicionar la novela que adapta a la pantalla. Pero es una traición que podemos perdonar fácilmente. Porque hacen que Dr. Sleep sea parte de algo más grande. Mejor.

Dr. Sleep, la película, traiciona Dr. Sueño, la novela, pero lo hace en defensa propia, y el resultado es tan maravilloso, tan coherente y redondo, que nos resulta fácil perdonárselo.

Algo que, lamentablemente, no podemos decir del IT de Andy Muschietti.

Película a la que, me reafirmo, ya hemos dedicado más tiempo del que se merece.

Solo espero que, una vez establecido que es posible hacer buenas adaptaciones cinematográficas de las obras de Stephen King, incluso retorciendo un poco el material original, la máquina que en lo sucesivo decida los proyectos de Warner Bros escoja hacerlo al estilo de Mike Flanagan y no al de Andy Muschietti.

Por el bien del cine y por el bien de los fans de Stephen King, entre los que me cuento.

Y ella también se cuenta. Estamos seguros.