jueves, 26 de abril de 2018

No lloraré sobre la tumba de Michael Cimino (III)

Bueno, habíamos establecido en la anterior entrada que, dentro de lo malo, al menos en Warner habían logrado lo más difícil, o sea que les comprásemos a Henry Cavill como Supermán, a Ben Affleck como Batman y a Gal Gadot como Wonder Woman. Así pues todo lo demás tenía que ir rodado, ¿no?

Me temo que no.

Las películas del DCU tienen problemas. Y los problemas de las pelis del DCU también tienen problemas. Están lejos de ser productos bien acabados. Youtubers, twiteros y demás meapilas se han dedicado a desgranar sus carencias y yo no iba a ser menos pedante que ellos.

Pero lo peor de todo es que Warner Brothers parece incapaz de corregir sus errores sin pasarse de frenada. Con las películas del DCU querían lograr cifras de taquilla comparables a las de Marvel (vamos, lo que en paratroopersdon'tdie hemos llamado toda la vida «decaer»), pero, muy lejos de imitar la estrategia de negocio de Marvel, de copiar su fórmula de la Coca-Cola se dedicaron a inventar la suya propia.

Y lo hicieron mal.

Marvel-Fox-Disney podría ser Coca-Cola y DC podría ser Pepsi, pero en DC-Warner querían ser tan originales, diferenciarse tanto de la competencia que, en vez de inventar la Pepsi, inventaron la Konga Cola.
No. Me temo que no es un Photoshop.
Si comparamos las películas de superhéroes de DC/Warner Brothers con las de su más inmediata competidora, no tardamos en detectar sus principales errores, y la forma torpe, equivocada y cobarde en la que DC intentó subsanarlos.

Allá van los más gordos, a velocidad de Batmóvil:
¿Cuánto pagará Batman por el seguro?
Pobre entendimiento de los personajes

Si es que tienen alguno, que ya parece demasiado pedir.

Paradójicamente, Supermán apenas aparece en Batman v Superman. Y casi mejor así, porque solo entra en escena para ser el devs ex machina o reforzar esa primera mala impresión que nos causó en Man of Steel. Apuntalar su actitud distante. Actuar como salvador orgulloso y un pelín chulopiscinas o aparecer aislado, solo, rodeado de gente que le teme y le detesta. Cuando no se presenta como figura mesiánica, ángel bienhechor pero altivo; yo aquí arriba y vosotros abajo, cojones, ¿qué os creíais, chusma? ¡La suerte que tenemos de que camine entre nosotros, y que si hace cosas por nuestro bien es solo porque le da la gana; que como le pillemos en un mal día...!
¿Es un ángel? ¿Es un avión? ¿Es un asesino de masas?
En vez de aparecer como un salvador, a Supermán en BvS se le retrata como a un poder divino que, graciosamente, desciende entre los mortales, pero solo porque le sale de su celestial cipote, a hacer algún que otro milagrillo.

Ése no es Supermán.

Me suda la polla cuántos cómics de Supermán diga Zack Snyder que se  ha leído. Con Man of Steel primero y BvS después nos deja a todos muy claro que no entendió una mierda.

¿Por qué cada vez que se pone la capa roja, toda la empatía, sentido común y bondad natural de Clark Kent se transforman en el hastío y la soberbia del intocable Supermán? ¿Por qué, y la analogía no me pertenece, cada vez que veo en pantalla a este Supermán me acuerdo del frío y distante Doctor Manhattan de Watchmen, anterior película superheroica de Snyder?
¡Lo que me ha costado encontrar una imagen en la que no enseñase la chorra!
Ese Supermán que ya nos cayó antipático en Man of Steel no nos cae mucho mejor en BvS. Sí, le vemos haciendo algunas cosas superheroicas, pero ¿no parece una sobrecompensación después de las masacres de Smallville y Metrópolis en MoS?

Sé que las comparaciones son odiosas, pero...
¿Es cosa mía o Zack Snyder, ese autoproclamado fan de Supermán, se empeña en que Supermán nos caiga un poco más como el culo cada vez que aparece en plano? Sus escasos momentos de humanidad afloran cuando está con Lois Lane, la única persona de este puto planeta a la que de verdad parece apreciar; o cuando ve en peligro a su madre adoptiva. Entonces, ¿la actitud hierática e indiferente de antes no era más que una pose? Pues le debo una disculpa al señor Kent, pero por Dios que me habría gustado ver muestras de su lado humano mucho antes.
Porque lo más jodido de todo es la sensibilidad e idealismo que Supermán demuestra como Clark Kent, reportero interesado en temas sociales, convencido de que el buen periodismo debe indagar y denunciar las injusticias, y estupefacto ante la palmaria negativa de su redactor jefe a investigar a ese vigilante vestido de murciélago que lleva veinte años sembrando el terror en la vecina ciudad de Gotham.
Parabaraaaara, ¡parabará-bará!
Hablemos ahora del Cruzado de la Capa. A pesar de que Ben Affleck me ganó desde el primer plano de BvS, y a partir de ahí sólo fue a más, si me pongo picajoso no puedo menos que estar con Kevin Smith. El Batman de Dawn of Justice no parece el Batman de los cómics. Aunque hace algo de investigación, incluso estilo James Bond (para regocijo de los fans de 007, entre los que me cuento), no es, ni de lejos, el mejor detective del mundo. Vamos, hombre, ¿Lois Lane logró descubrir la identidad secreta de Supermán al principio del segundo acto de Man of Steel pero Batman, en BvS , ni siquiera lo intenta? ¿En qué cabeza cabe, sobre todo teniendo en cuenta que Lex Luthor lo consigue con insultante facilidad? Además, Batman ha sido toda la vida un puto paranoico. Tiene planes de contigencia para sus planes de contingencia. Y planes de emergencia para los planes de contingencia de sus planes de contingencia. Se ha enfrentado a algunas de las mentes criminales más temibles del mundo; Ra's al Ghul, The Riddler, Hugo Strange... ¿y no ve con kilómetros de anticipación que Luthor le está haciendo la cama, que le ha manipulado para que mate a Supermán?
(Joder, si hasta esconde en la batcueva muestras de todos los tipos de kriptonita, por si a Supermán se le va la olla... o por si Batman considera oportuno obligar a su amigo a hacer algo que no quiere hacer. Así de maquiavélico, obsesivo, desconfiado y cabrón es El Caballero Oscuro).

El Batman de BvS no es humano. Es un robot, esclavo de su programación. No duda ni por un momento de su misión. No se cuestiona sus objetivos. No se pregunta si tiene información suficiente ni si sus conclusiones acerca de la amenaza que representa Supermán están bien encaminadas; y todos los esfuerzos de Alfred por meterle en la cabezota algo de sentido común caen en saco roto. Batman ha decidido que Supermán es un peligro y él, un huérfano que vio asesinar a sus padres ante sus propios ojos, se dispone a cometer un asesinato a sangre fría.

¿Alguien puede explicarme esto? Porque no lo entiendo. Batman no parece Batman. Parece Trumpman, agarrado a sus prejuicios como a la teta de una actriz porno; orgulloso de su ignorancia, convencido de su autoridad e impermeable a la voz de la razón y al peso de las evidencias.
Material para tus pesadillas.
(Sí, sé que algunos guionistas del cómic han incurrido en el mismo error a la hora de retratar al Cruzado de la Capa, lo cual solo demuestra que cada minuto nace un tonto).
Tampoco está bastante bien explorado, por no decir que no lo está en absoluto, el sentimiento de agravio que Supermán despierta en Batman (y que le reafirma en su propósito de destruirle) desde el momento en que comprende que, ante las fuerzas que Supermán encarna, tanto Bruce Wayne como Batman no son más que hombrecillos débiles, insignificantes, impotentes; que sus veinte años de lucha contra el crimen, en los que ha derrotado a fulanos realmente siniestros como El Pingüino, Dos Caras o El Joker, valen, exactamente, tres mierdas. Y esta vertiente inexplorada podría haber dado mucho juego a la tensión dramática.

Discrepo cariñosamente con Javi Olivares en su crítica al combate entre Batman y Supermán en BvS. Pero, claro, él es fan fatal, fan con nata, talifán de Supermán y lógicamente le duele ver a su favorito vapuleado. Lo comprendo. Respeto su malestar. Pero denunciar las tácticas fulleras de Batman en su combate contra Supermán es una concesión a la inocencia inexplicable en un lector de cómics. ¿Cuándo ha luchado Batman con honor? Batman es un marrullero que usará lo que sea para ganar la pelea. Y lo hace. Y gana. Se ha llegado a decir que Batman, el humano Batman, tiene el mayor superpoder de todos: siempre gana. No puedo ser el único al que no le sorprendió en lo más mínimo el desenlace de este enfrentamiento. Por lo demás, y con un puñado de matices sin mayor importancia, algunos de los cuales he expuesto aquí o en las anteriores entregas, suscribo punto por punto su análisis.

Marvel tenía una estrategia. DC tenía prisa

Marvel se tomó su tiempo para construir un universo cinematográfico para sus superhéroes. Hace la friolera de ¡16 años! sacaron la primera película de una trilogía de Spiderman (maravillosas las dos primeras, vomitiva la tercera, cuando empezaron a imperar los criterios de venta de juguetes por encima del deseo de contar una historia), todavía sin planes para crear todo un universo con sus superhéroes. Fue una especie de prueba de laboratorio que les decidió a reciclar Marvel Films en Marvel Studios, empresa a través de la cual gestionar la filmografía de su patrimonio superheroico. Y, aunque sentaron un peligroso precedente cuando decidieron cuál iba a ser la primera película de la nueva compañía, joder, no importa porque Iron Man es maravillosa.

Cuando se estrenó Vengadores, el terreno estaba abonado. Las historias de orígenes de casi todos los componentes del grupo habían sido establecidas en sus propias películas, con mayor o menor éxito, y el proyecto de un largometraje de Los Vengadores había sido sembrado mediante easter eggs en esas mismas películas. No era necesario perder el tiempo con los engorrosos preliminares. Podíamos coger a Los héroes más poderosos de la tierra y meterles de cabeza en la acción. ¡A follar se ha dicho!
¡Décadas esperando algo así! Avengers, assemble!
Por el camino, Marvel ha metido la pata un par o dos pares de veces. Ya hemos hablado de ello: Iron Man 2, Thor: The Dark World (con una prescindible Natalie Portman y un desaprovechadísimo Christopher Eccleston interpreteando a un irreconocible Malekith), las dos de Spiderman protagonizadas por Andrew Garfield (intento fallido de crear una nueva continuidad para el trepamuros que hiciese posible verle integrado, un día, en una peli de Los Vengadores, como finalmente sucedió, pero recurriendo a otro actor) y cualquiera de Los 4 fantásticos, son verdaderos cagarros que aún no me explico cómo coño llegaron a los cines. Pero incluso esos desastres contribuyeron a consolidar un universo coherente, completo, y a extender la fama de los personajes entre los espectadores que no leen cómics.
DC no quiso, no supo, no tuvo fe en la posibilidad de agrupar a todos sus personajes en un mismo proyecto; llegó a hacer escarnio de Marvel y vaticinarles un armagedón en taquilla cuando la Casa de las Ideas anunció la primera película de Los Vengadores y luego, visto el éxito de la película de sus rivales, improvisó su respuesta a matacaballo, antes de que la mierda ésta de las pelis de maricones en mallas volviese a quedar demodé, como les pasó a las de Tarzán, las de vaqueros y al peplum.

Y se nota.

¡Joder si no!

Y, como por soberbia, cobardía o ignorancia, en Warner-DC llegaron tarde, las claves de cómo debe ser una película de superhéroes ya habían sido establecidas en la mente del público y en las expectativas de la crítica especializada. Establecidas por Marvel. Y todo lo que se saliese del formulario iba a caer en una peligrosísima tierra de nadie. O DC aceptaba el campo de batalla escogido por sus rivales y hacía sus pelis al estilo Marvel (copiando su fórmula de la Coca-Cola), exponiéndose a la ignominia de ser señalados como caballos lentos y tristes imitadores, o se arriesgaba a crear su propio estilo y comerse una buena hostia (¡Konga Cola! Oh yeah!).
Todos sabemos lo que pasó, ¿verdad?

DC no estaba por la labor de ir reuniendo nueces para el invierno. Querían ponerse de un solo golpe en las grandes ligas, que ya le iban comiendo el culo a Iron Man y, horror, también a la lamentable Iron Man 2 (e incluso este hate fuck de peli triplicó en taquilla su presupuesto). Pero Superman Returns había sido un flop, a Christopher Nolan solo le quedaba otra peli de Batman para acabar su contrato con WB y en 2012 se estrenaría Los Vengadores. Tenían que demostrar que también ellos sabían hacer pelis de superhéroes.

Decidieron intentarlo con Green Lantern. Y no fue por pasta, ¿eh? Unos doscientos millones de dólares le metieran a la producción; que no me los gasto yo en vaselina ni en un buen día. Y, como tenían un pobre entendimiento del personaje, les importaban tres huevos la historia, el guión, el director, el reparto y el público y, encima, no habían comprendido el método Marvel, se dedicaron a copiar lo peor de las pelis de la Casa de las Ideas y darle un octavo de vuelta, con la esperanza de que ahí estuviese el truco. Por esa regla de tres, convirtieron a Hal Jordan en un payaso y Green Lantern, una película que debería haber sido épica a escala Star Wars (la buena) como mínimo, en una bufonada que nadie se verá dos veces. Aunque la recreación de Oa, el planeta de los Guardianes del Universo y cuartel general de los Lanterns, es apoteósica, el argumento de todo a cien, el libreto redactado por un disléxico, la dirección desganada y el villano de plastilina (problema que comparte con Marvel, dicho sea de paso), por no entrar a valorar las actuaciones de los personajes, son de pena. DE PENA, PENITA, PENA.
Que no, Ryan Reynolds. Que esta peli no era para ti y punto.
Y los más apenados, nosotros, los espectadores. Nosotros, los lectores de cómics.

Appetite for destruction
Auguro una inminente burbuja inmobiliaria en Metrópolis.
En el clímax de Los Vengadores vemos al Capitán América tomar el control de la situación y dirigir la evacuación de civiles de la zona de combate ocupada por los chitauri e instruir a la policía de Nueva York para que creen un «cordón sanitario» alrededor de las calles en las que sus compañeros están haciendo frente a la invasión alienígena.

En Man of Steel vemos a Supermán liándose a hostias con un ejército de kryptonianos en medio de su pueblo natal, causando millones de dólares en destrozos y a saber cuántas víctimas entre sus amigos y vecinos; trasladando luego la batalla a Metrópolis, para que la masacre sea mayor. Miles de muertos. Una ciudad moderna arrasada hasta los cimientos.
(Que no es que Los Vengadores se quedasen cortos, ¿eh? Alguien con mucho tiempo libre se tomó la molestia de calcular, no sé en base a qué criterios, lo que habría costado reconstruir Nueva York cuando acabaron, y le salieron ciento sesenta mil millones de dólares. Casi dos Katrinas).
¡Caña al inmigrante ilegal!
En Vengadores, vemos al Capi y sus muchachos colaborando con las autoridades y preocupándose por las posibles víctimas inocentes que pueda ocasionar la batalla contra Loki y sus aliados, y en Man of Steel vemos al Último hijo de Kryptón pasando como de la puta mierda de sus vecinos. «¿Que mueren como chinches porque me estoy hostiando con Zod? Me sopla mi kryptoniana polla».

Ya sé que me repito más que un ajo de repetición, pero ése no es el Supermán al que conocemos y amamos. El que baja gatos de los árboles. El buen chico de Kansas que solo quiere ayudar a todo el mundo, a ser posible sin desnucarlos.
En este ejemplo, los héroes más poderosos del planeta muestran algo de humanidad, aunque también arrasen media Nueva York, mientras que Kal El de Kryptón exhibe una indiferencia absoluta hacia la vida humana.

En este ejemplo, los personajes de Marvel se comportan como héroes y los de DC como hooligans.
Me la pela todo. Fuck the world!
¿Cuál fue la respuesta de DC a esta más que justificada acusación?

Bueno, por un momento creí que habían aprendido la lección. Lo digo por ese arranque de BvS, en el que se nos muestra la Batalla de Metrópolis al nivel de la calle, a través de los ojos de un simple mortal, Bruce Wayne. Si en Man of Steel se ponía el foco en la pelea entre Zod y Supermán (trasunto de dioses del Olimpo en sus egoístas e indolentes pendencias), en los primeros minutos de Dawn of Justice vemos los efectos que su pelea de bar con superpoderes tiene sobre la gente normal, el sufrimiento de las personas inocentes, indefensas ante seres tan poderosos; la ruina y el terror de los pobres diablos que transitan por aceras como la tuya o la mía y pagan el precio de que, sobre sus indefensas cabezas, dos superhombres decidan liarla pero que bien parda.

También me dio esperanza esa escena de Wonder Woman en la que Diana atraviesa la tierra de nadie para poner fin al bloqueo de una trinchera aliada. Elogiosa escena que no me canso ni me cansaré de ver y que me sigue produciendo escalofríos de gusto.
¡A por ellos, Diana! Ahora sí lo digo: ¡ole tu chocho moreno!
Pero no. DC no había aprendido nada. O no lo habían aprendido bien. O lo aprendieron bien pero no del todo. O era demasiado tarde para sacar provecho de la lección. Su solución para minimizar los «daños colaterales» fue trasladar el clímax de sus películas a ambientes despoblados, o casi. Un puerto abandonado en BvS. Una zona arrasada por un accidente nuclear en Justice League, que era tanto como admitir los peores reproches que se les habían hecho a sus personajes: «que sí, que son despiadados y unas bestias a los que se la bufa las vidas de personas inocentes, así que vamos a ponerlos en sitios donde no hagan demasiado daño». Y las escenas de Diana en el museo, al principio de JL, y el rescate de civiles que se reparten Supermán y Flash en esa misma cinta, solo acentúan el agravio.

Es como si DC nos hubiese dado por culo sin a visar pero lo justificase diciendo que solo nos metió los primeros treinta centímetros.

Objetivos poco claros

Cualquier diría que Marvel y DC están dirigidas por dos clases de personas: los que quieren pasta y los que no saben lo que quieren.

Si querían, espacio para risas del público, «una fiel representación de los cómics», ¿para qué cojones le dieron carta blanca a Zack Snyder, cuyo gusto por el gore, la oscuridad y lo truculento estaba más que acreditado? ¡Su primer largo fue un remake de Dawn of the Dead, joder!
¡Tripas! ¡Podredumbre! ¡Cerebros!
Si sólo querían hacer un blockbuster palomitero ¿para qué coño se fundieron 250 millones (que sepamos) en él? 

Si querían hacer pasta a escala Marvel con una peli de superhéroes, ¿por qué no copiaron los aciertos de Marvel en vez de pillarse los dedos con experimentos? ¿Por qué Konga Cola en vez de Pepsi?

¿Quién coño toma las decisiones en Warner Bros.? Lo pregunto porque, a juzgar por las sutiles (y desencaminadas) modificaciones en el carácter de los personajes y en el montaje de las películas (reshoots sobre reshoots), parece que las decisiones las toma twitter. ¿Acusan a Supermán de distante e inhumano? Le ponemos haciendo milagros y trasladamos sus peleas a zonas deshabitadas para que no se cargue a nadie más. Y, en la peli de Wonder Woman, filmamos a nuestra amazona favorita haciendo heroicidades (y luego nos cargamos la peli en ese decepcionante tercer acto). ¿Protestan porque las pelis son demasiado oscuras? Contratamos a Joss Whedon para que las haga más ligeras y ja-ja-chondas.

Joss Whedon no hace milagros. Cuando Josh Whedon se incorporó a Justice League porque en la Warner ya se habían rendido con Zack Snyder y estaban hartos de limpiarse el culo con los borradores de Chris Terrio, la producción ya había terminado y no había suficientes Joss Whedon en el mundo para reparar sus múltiples carencias. Habría sido necesario tirar todo el material filmado a la basura, apoquinar otros 300 millones de dólares y empezar de cero. Explícaselo tú a los accionistas de WB, si eres hombre. ¡Y en medio de una fusión con AT&T!
Insisto: necesitamos más como ella.
Y a los defensores del «Montaje del director» de Batman v Superman me gustaría explicarles que Dawn of Justice no se estrenó mutilada porque en la WB creyesen que nadie pagaría por ver tres horas de peli de superhéroes, sino por el mismo motivo por el cual JL se quedó en hora y media: porque de una peli de hora y media puedes hacer cuatro pases diarios y de una de tres horas solo dos. Así de simple.
(Cuatro pases diarios igual a: más entradas vendidas por día y mayor probabilidad de hacer caja antes de que los primeros espectadores vuelquen sus vómitos en twitter. Dos pases diarios igual a: menos entradas y menos tiempo para atraer incautos desinformados a las salas de cine).
(Así de prosaico. Así de triste).
Y es que, en Hollywood, hace tiempo que los guionistas y los directores no pintan nada. Son solo instrumentos. Ganado. Piececitas reemplazables de un mecanismo mucho mayor y que solo busca perpetuar su propia existencia. Las películas se estiran, recortan y maquillan de modo que atraigan a un perfil de público lo más grande posible. Ésa es la única razón. Por eso cada vez cuesta más encontrar una voz original, un producto valiente, honesto y novedoso. Porque si no sigues la corriente nunca saldrás del circuito indie. Nunca jugarás en las grandes ligas. Nunca te confiarán un presupuesto de doscientos millones. Y tú quieres ese dinero, que hace subir tu caché como director y negociar al alza tu próximo contrato. Aunque sabes que te van a atar de pies y manos y ponerte tantas trabas para que les acabes entregando un producto estandarizado, mainstream, que, en realidad, esa película que rodaste tú la podría haber dirigido cualquiera.

Wonder Woman se jode en su última media hora porque, a pesar de haber hecho una maravillosa película de superhéroes (¡y encima protagonizada por una mujer!), al llegar al tercer acto quisieron atenerse a la fórmula de la Coca-Cola y darle a los espectadores lo que creían que esperaban ver. Justice League se estrenó sujeta con alfileres (y con un metraje reducido al absurdo que eliminaba toda la exposición y el desarrollo de los personajes) porque a la Warner en realidad se la traía morcillona la puta película; después de darle pasta por un tubo a Zack Snyder para que, de alguna manera misteriosa, convirtiese la Konga Cola en Pepsi (algo, por cierto, que ni el todopoderoso Joss Whedon podría haber logrado), habían cerrado el grifo y tocaba estrenar lo que hubiese para recuperar parte de la inversión, que ya daban por perdida.
Pelis para aburrir veo aquí.
En Warner y DC necesitan ya un plan de negocio para sus personajes, que deberían estar haciéndoles millonarios. No hay ningún motivo, absolutamente ninguno, para que, a estas alturas, en Warner no estuviesen ingresando pasta por un tubo con las películas de Batman, Supermán y demás miembros fundadores de la Liga. E incluso de sus enemigos. Se ha hablado de una película de Deathstroke. Sigue en cartera un film de orígenes sobre el Joker. Y todo eso está en el aire porque en WB siguen sin tener un proyecto, siguen divididos entre los que solo quieren pasta y los que no saben lo que quieren y, lo peor de todo, siguen sin entender a su público y a sus personajes.

Y, por si la falta de un modelo de negocio coherente no fuese ya lo bastante grave, además WB parece haber olvidado cómo coño se vende una película. Lo digo porque los tráilers de sus largometrajes de superhéroes destripan literalmente cada punto de giro del argumento. Cuando me senté en el cine a ver Batman v Superman, en realidad ya me había visto lo más sustancial de la película y solo me quedaban por aclarar algunas cuestiones menores (la mayoría de las cuales quedaron sin respuesta cuando se encendieron las luces, todo sea dicho). El exceso de teasers, tráilers, videodiarios del rodaje, featurettes y su puta madre me había proporcionado mucha más información de la necesaria y muchísima más de la que ningún espectador debería poseer en el momento de sentarse en su butaca.
Necesitamos más como ella.
Desprecio al canon

Cuando tienes una tradición que todo el mundo puede reconocer, debes aprovecharla, no cagarte en ella, flagelarla luego y limparte el culo en sus llagas abiertas.

Con la actual hiperinflación de fantoches disfrazados, es fácil olvidar quiénes rodaron la primera superproducción de superhéroes, y por quién estaba protagonizada.
¡Joder, cómo le echamos de menos!
Exacto.

Hace cuarenta años, Warner Brothers y DC Comics sentaron las bases de lo que debe ser una película de superhéroes. Y probaron que era posible hacer dinero, mucho dinero, con este género hasta entonces inexplorado. Antes del Supermán de Richard Donner los superhéroes solo existían en risibles seriales baratiuska, tan inocentones y baratos que ni siquiera voy a enlazar un ejemplo aquí. Y, aunque, después de una tercera parte con regusto a comedia que apenas recuperó la inversión, Warner perdió todo interés por la pelis de mamarrachos con poderes (confiando su patrimonio a desnortados con tan malas intenciones como escaso presupuesto) y no volvimos a ver otra superproducción de Warner/DC hasta 1989, (por cierto, otro éxito clamoroso de crítica y público); en la competición por el cine de superhéroes, Warner partía con ventaja.


Hasta que, en algún momento, decidió cagarse en su patrimonio. En lo que habían aprendido. En la identidad misma de sus personajes. Tiraron la fórmula de la Pepsi y se pusieron a inventar la Konga Cola.

Esto a veces sale bien.
El mejor Joker ever.
Pero la mayor parte del tiempo te sale mal.
¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaagh!
Realmente mal.
Pero mal de cojones, ¿eh?
Cada vez que vuelvo a ver el Supermán de 1978, recupero aquella sensación de maravilla que me embargó la primera vez que la vi; cuando un director sin miedo al abismo y unos efectos de cámara por aquel entonces rompedores, y que han envejecido sorprendentemente bien, me hicieron contemplar un mundo de fantasía.
Ya desde los primeros planos, los responsables de producción dirigidos por John Barry se aseguraron de hacerme saber que me asomaba a un universo alienígena. Y es que a la hora de contar una historia de fantasía importa tanto dejar las reglas bien claras desde el principio como causar una buena primera impresión duradera.
Ese mundo de cristal, con una «tecnología tan avanzada que es indistinguible de la magia», pero poblado por seres idénticos a mí (el necesario factor humano que atrae empatía hacia los personajes), quedó tan indisolublemente unido en mi imaginación a la idea misma de Supermán como la fanfarria de John Williams. Lo único bueno de Superman Returns fue que Bryan Singer respetó la iconografía y el tema musical que ya forman parte del personaje.
(Por cierto que el Supermán de Superman Returns, con todos sus defectos, sí que se preocupa de salvar vidas, aparte de la de su querida Lois. Que para eso está. Joder).
Creo que empecé a sospechar que Man of Steel iba a ser una mierda (aunque deseaba con todo mi corazón equivocarme) cuando supe que Zack Snyder prescindía de la música de John Williams y de la canónica iconografía kryptoniana. Nada que objetar si nos hubiese dado a cambio nuevos iconos visuales y melódicos, pero... ¿un tema musical anodino (tararéame la melodía de MoS si tienes cojones), tramposamente épico y saturado de sintetizadores (o, peor aún, de lo que suena a sintetizadores), y un diseño presuntamente alienígena, basado en góticas formas orgánicas de metal (oscuro, por supuesto) que nos suena a otras mil películas de ciencia ficción plagiadas ad nauseam?

Chúpamela, Zack.
Christopher Nolan no se sentía cómodo con toda la farfolla de fantasía y magia de los cómics de Batman, así que la eliminó de un plumazo en sus películas. Inventó su propia receta de Coca Cola. Pero le conservó el sabor original. No convirtió a Batman en una drag-queen. No se inventó un romance gay entre Bruce y Alfred. No construyó la batcueva en una choza mierdosa de los pantanos de Luisiana. El batmóvil no es un triciclo propulsado por un extintor. No ambientó la acción en Tijuana. Dejó a un lado lo que creía genuinamente que no iba a funcionar pero respetó el alma del Caballero Oscuro.

¿Por qué renunciar a las señas de identidad de tus personajes cuando son tu primera y más efectiva herramienta de venta?
(Porque tus objetivos no están claros, careces de una estratregia..., anda, sigue tú a partir de aquí).
Pero no seais demasiado severos con Zack Snyder. En WB estuvieron a punto de permitir que Tim Burton mandase a Supermán (¡y qué Supermán! ¡Jooooodeeeer!) a un frenólogo
Esto estuvo a punto de suceder. No bromeo.
WB y DC ya se habían cargado la mayor parte de su patrimonio superheroico. ¿Por qué iba Snyder a respetar lo poco que quedaba?

Desprecio a los fans

En su intento por construir una audiencia más amplia para sus películas de superhéroes, pero con un sabor de Cola completamente distinto, en WB han expulsado de las salas de cine a la misma gente a la que van dirigidas esas películas.

Habían establecido cómo se rueda una película de Supermán, habían establecido cómo se rueda una de Batman (y también cómo no se rueda; dos veces). No parece difícil, ¿verdad?, encuentra una buena historia, recluta a un director con talento y átale no tan en corto que no pueda respirar ni le des tanta correa como a Michael Cimino.
¿Es que ya no quedan directores de cine, ni guionistas con oficio?

Oh, sí, por supuesto.

Pero, como ya hemos dicho, ahora las decisiones creativas sobre las películas del DCU las toman los contables de WB. La gente que tiene que responder ante la junta de accionistas cuando toca reparto de beneficios. Y esas personas no quieren sorpresas. El dinero es cobarde y, pese a todas las evidencias en contra, en los grandes estudios de cine sigue habiendo personas convencidas de que hay valores seguros en los que invertir su dinero. De que si adaptas tu película a un cierto formulario, harás negocio.

Así fue, entre otras cosas, cómo en New Line Cinema jodieron It.
(Señores de New Line Cinema: su película me gustó, pero fui al cine a ver una historia de Stephen King, no Los goonies con payaso asesino).
Además está el hecho de que el corta y pega dirigido desde los despachos de WB ha supuesto una bofetada en la cara del espectador e introducido cambios radicales en el mismo universo cinematográfico que intentan construir. ¿Qué puedo decir sino que la tercera parte de las escenas de los teasers y del tráiler de Justice League se cayeron del montaje definitivo? Y la resurrección de Supermán es tan diferente a lo sugerido por el plano final de BvS que esa escena nos exige ser eliminada de nuestra memoria para poder mantener una mínima continuidad con lo narrado en Justice League.
Había tantas manos recortando y añadiendo metraje a JL que nadie se paró a pensar en el mensaje que ese galimatías, ese confuso monstruo de Frankenstein, estaba enviando a los fans:
«Estamos convencidos de que os comeréis cualquier mierda que os tiremos. Freaks!».
Pues lo siento pero no.

Carencia de un villano a la altura

El pobre de Jesse Eisenberg hace lo que puede con el papel que le dieron, que no es poco.

Pero el que escribió ese Lex Luthor debería ser embreado y emplumado. Para resumir: ¿en qué momento el bizantino maquinador de la primera mitad de BvS, siempre un paso por delante de los dos héroes más carismáticos de DC, se convierte en el «pensándolo mejor, esto es una pérdida de tiempo; déjame hacer un monstruo asesino del tamaño de un autobús y que lo reviente todo a hostias».
Lex Luthor, ese genio criminal que ha logrado enfrentar a muerte a dos superhéroes, se mete en un laboratorio alienígena y crea una bestia casi omnipotente a la que no podría controlar ni aunque quisiera.

Lex Luthor (ese cerebro privilegiado que quiere manufacturar armas con kryptonita por si algún día Supermán se sale de madre y amenaza a la humanidad) va y crea a Doomsday, una amenaza para la humanidad mil veces peor que Supermán.
¿Cuál es el mensaje de este giro de guión? ¿«Chris Terrio y David S. Goyer no sabían cómo coño introducir al personaje de Doomsday» (con lo cual no sé para qué coño les pagaban) o «El supervillano más inteligente de DC es subnormal perdido?»

Y el propio Doomsday no es ninguna joya: una mala bestia hecha por ordenador, sin carisma, ni trasfondo, ni motivaciones, más allá de reducirlo todo a mierda. Ni siquiera queda claro por qué coño ataca a Supermán y Batman nada más verlos. ¿Simplemente es así de cabrón?
¿Y qué decir de Ares, en Wonder Woman?¿De verdad viste en esa película a la Némesis de Diana de Themyscira, al siniestro e implacable dios de la guerra, Ἄρη ΑνδρειφοντηςAres Asesino de Hombres»; un poco de griego clásico para hacerme parecer más inteligente), de quien Zeus, su propio padre, renegaba?
(¿Y qué decir de Hela, en Thor: Raganarok?; aunque solo sea por mentar a la competencia, que también tiene lo suyo).
¿Qué decir de Steppenwolf, en Justice League?

A ver, porque esto toca el carallo cacho largo, ¿contratas a Ciarán Hinds, uno de los mejores actores vivos, y luego haces unas capturas de vídeo de su cara, grabas su voz, la pasas por un montón de filtros hasta hacerla irreconocible y pones todo eso en una mala bestia (apenas) cocinada por CGI? Ciarán ni siquiera llegó a ver a sus compañeros de reparto. Leyó sus diálogos, cobró su cheque y volvió a casa.

¿Cómo cojones se puede trabajar así? ¿Cómo va un actor a transmitir animadversión, soberbia o desprecio en el papel de villano si ni siquiera les ve la puta cara a sus antagonistas?
Pura y simplemente, esos monstruos de Frankenstein hechos por ordenador no producen sensación de amenaza alguna. No son lo bastante realistas para inspirarnos la lógica inquietud de quien se cree lo que está viendo (pero se da cuenta de que algo no funciona) ni tampoco lo bastante alienígenas para producirnos la zozobra cósmica de un observador enfrentado a una visión completamente ajena a su experiencia cotidiana. Tampoco son lo bastante humanos como para que los consideremos algo más sólido que final bosses de un videojuego.

Y mejor no entramos a valorar sus frases, ni sus trasfondos y motivaciones. Porque de éstas no tienen y de aquellas es como si no tuviesen. Bicho cabrón aparece. Le damos de patadas en la nuca, que para eso somos los buenos. Fin.

Entonces ¿está todo perdido?

No. Por supuesto que no.

Y espero poder dejarlo muy claro en la próxima y última entrega de esta serie.

Nos vemos.

viernes, 13 de abril de 2018

No lloraré sobre la tumba de Michael Cimino (II)

Cuando eres un niño tímido, gordito y reservado, con nulas habilidades sociales y aún peores aptitudes deportivas, solo puedes escoger entre la lectura compulsiva o presentarte en tu colegio con una metralleta y labrarte por derecho propio un capítulo entero en la enciclopedia de la infamia.
Es lo que hay. Toca escoger.
Yo escogí la lectura. Por eso hoy en día algunos de mis mejores amigos son libros.

Pero a veces, sobre todo últimamente, me pregunto si no habría sido mejor lo de la metralleta.
(Hace cosa de un año me encontré a un compañero de la EGB que me echó en cara ser el único de la pandilla que aún no se había unido al grupo de Facebook de nuestra promoción).
(No creo que mi respuesta le gustase un huevo).
(Pero que Sara Sampaio me cierre para siempre su corazoncito si no es la que se merecía).
(«Joder, hombre, tiene que ser una puta broma. ¿Insinúas que seguís vivos? ¿TODOS?»)
Recuerdo muy bien el día en que fui a ver Batman v Supermán: Dawn of Justice. Un amigo y yo habíamos quedado ex profeso para verla y, después de almorzar cualquier mierda en un restaurante de comida ráp... ¡No, coño, no te abras las venas!; no voy a marearte otra vez con mis impresiones acerca de lo difícil que es rodar una película de superhéroes y de lo fácil que es hacerlo realmente mal (si quieres refrescar esa información, métete esto y esto en vena); voy a contarte una experiencia personal. ¡Insensible!
Estábamos, decía, haciendo tiempo tras la comida cuando nos llegó un WhatsApp de otro amigo, preguntándonos dónde estábamos. Le informamos de ello y este amigo contestó con un mensaje demoledor. Algo por el estilo de:
«Pues yo no creo que vaya a verla. En Rotten Tomatoes le dan una puntuación de mierda. Dicen que Zack Snyder la ha vuelto a cagar. Que es la peor peli DC que se ha rodado jamás».
Nos hundió en la miseria.
Puede que tuviese la mariconina por las nubes, pero, lo juro por el seráfico labio superior de Sara Sampaio, me entraron unas ganas superlativas de llorar. El amigo que me acompañaba también estaba hecho polvo. Me parece recordar (Krioko, corrígeme en los comentarios si me engaña la memoria) que empezó a despotricar de Zack Snyder y, sobre todo, de la profesión de su madre. Y, joder, yo le secundé. A fin y al cabo, Snyder es el inconsciente que aceptó el reto suicida de rodar el único cómic imposible de ser adaptado al cine. Y fracasó, como no podía ser de otra manera. Es el que, no me preguntes cómo, consiguió que la Warner le patrocinase Sucker Punch. Y también es, y esto no se lo perdonaré nunca, el que convirtió a Supermán, ese boy-scout alienígena, personificación de todas las virtudes del ser humano, en un asesino.
(Aaaaah, Sucker Punch, la prueba de que se puede rodar una película entretenidísima sin ningún guión en absoluto y de que las fantasías de violación no parecen tan degradantes si les metes mucho CGI).
La verdad es que la imagen no requiere pie de foto.
Todavía no la habíamos visto, y ya odiábamos BvS. La película ya había fracasado para nosotros. Llegué a proponer que, si la cinta de Snyder era tan mala como sugerían las críticas, al salir del cine nos fuésemos a mi casa a hacer una maratón de la trilogía de Christopher Nolan, plan al que mi amigo no se comprometió. Quizá porque también él, incluso antes de ver BvS, y todo por culpa de ese maldito mensaje, ya había tenido suficiente Batman para una temporada.
(Estábamos tan deprimidos que ni siquiera nos acordábamos de esto).

(Ni de esto).

La peor peli DC que se ha rodado jamás.» ¡Mis cojones!)
Al menos el buga era guapo.
Llegó la hora de nuestra sesión y ocupamos nuestras butacas.

Después de la media hora de rigor de anuncios de mierda a todo volumen, automamadas de la cadena de multicines y tráilers de películas de Warner que nos importaban un coño y no teníamos la más mínima intención de ver, empezó la proyección.

Y empezó mal. De nuevo, la historia de orígenes de Batman. De nuevo el Callejón del Crímen, el carterista, Martha y Thomas Wayne asesinados vilmente delante de su hijo Bruce, las putas perlas cayendo al suelo. ¡Y encima en puta cámara lenta Snyder-style y con puta voice over!
¡Esto otra vez no, me cago en todo lo cagable! ¡Hasta los fans más hardcore de Batman estamos hasta las pelotas de verlo! ¡Toda puta peli de Batman se cree en la obligación de recordarnos los orígenes del personaje! ¡Que puto empiece lo puto gordo de una puta vez; puta, puta y reputa!
Eso es lo que yo decía. ¿Por qué mierda la peli no empezó aquí?
Pues eso, que empieza la peli de una puta vez y llega un helicóptero. Y de él se baja un personaje.
¡Hostia!, me digo, ¡Bruce Wayne

Y algo se transforma dentro de mí.

Porque veo ese plano y no me digo a mí mismo, «¡hostia, Ben Affleck!», y ni siquiera «¡hostia, Ben Affleck haciendo de Bruce Wayne

Dije, repito, «¡Hostia, Bruce Wayne!»

Ben Affleck, y creo que nadie le ha concedido el crédito que merece por ello, interpreta no a uno, sino a varios personajes en BvS. Interpreta a Bruce Wayne, playboy disoluto, epicúreo y multimillonario; pero también a Bruce Wayne, empresario preocupado por el destino de sus empleados, que no duda en volar a Metrópolis en la peor crisis de Estados Unidos desde el 11-S, por si puede ponerlos a salvo; y también a Batman, vigilante enmascarado, y a Batman disfrazado de Bruce Wayne e investigando a sospechosos a los que Bruce, pero no Batman, tiene acceso.

En ese primer plano, Ben Affleck encarna a Bruce Wayne, un simple hombre que por primera vez en su vida se enfrenta a algo que supera toda medida humana. Frente a sus ojos, dos dioses libran una batalla. No hay nada que Bruce o Batman puedan hacer al respecto. Como Bruce, como Batman, el hombre que se baja del helicóptero de Industrias Wayne ha enfrentado retos aparentemente insuperables, pero este duelo que tiene lugar ante él sucede a una escala diferente. Fuera del alcance de un simple mortal.
En esa primera escena, Bruce Wayne es tan solo Bruce Wayne, el hombre inerme, perplejo ante las maravillas que se han materializado en su mundo, superado por las fuerzas desatadas de los kryptonianos, frente a quienes está absolutamente desvalido.

Luego se sube al Jeep y se transforma en Batman disfrazado de Bruce Wayne. Batman, que, como hacen los héroes, corre hacia el peligro en vez de alejarse de él. De no ser porque la acción transcurre de día y Bruce, vestido de civil, conduce un Renegade, no el Batmóvil, podría ser Batman camino de una nueva misión.
Y esta secuencia de apertura me parecía una declaración de intenciones. Sentí que señalaba el camino correcto para la película y ofrecía una oportunidad a la esperanza. En cierto modo era un acto de contricción de Snyder y Warner Bros por esa versión deshumanizada y violenta de Supermán con la que nos habían envenenado en Man of Steel, donde Supermán combate a Zod en los cielos de Metrópolis, atrapando en el fuego cruzado a miles de inocentes hacia los cuales el Último hijo de Kryptón no parece tener la menor consideración.
Pero es que no solo Ben Affleck se deja poseer en BvS por el espíritu de Batman/Bruce Wayne. Los tres actores principales de esta cinta son la viva encarnación de sus personajes. Henry Cavill ES Clark Kent, aunque no sea el Clark Kent torpón, provinciano y timorato al que estábamos acostumbrados... y un poco menos Supermán, pero también. Gal Gadot es Diana/Wonder Woman. Si lo más difícil de toda producción de superhéroes es lograr meter a un adulto dentro de un ceñido uniforme de colorines y que no parezca un payaso, el reparto de Batman v Supermán lo logra sin aparente esfuerzo.

Ben Affleck se bajó de ese puto helicóptero, pero yo no lo vi. Vi a Bruce Wayne.

No me preguntéis cómo ni por qué, dado que yo tenía las defensas en DEFCON 1 y mi capacidad de tolerancia por los suelos (conviene recordar que Ben Affleck es uno de los responsables de haber jodido la franquicia de Daredevil en sus orígenes, hasta que llegó Netflix al rescate). No me preguntéis cómo ni por qué; llamadlo «la magia del cine», si queréis, pero cuando Ben Affleck se bajó del helicóptero yo vi a Bruce Wayne.

Y no dejé de verlo en todo el metraje. Salvo cuando Bruce Wayne desaparecía y aparecía Batman (algunas veces, asomando solo la patita, como en los primeros segundos de este vídeo).

Y bueno, en el ya icónico rescate de Martha Kent, vi al Batman que siempre había querido ver en el cine.
Se está rifando una empanada de hostias.
Ése es Batman. El mejor Batman. El que en el cuerpo a cuerpo no tiene rival. El que domina el campo de batalla. El desequilibrado vestido de rata voladora al que no conviene cabrear, porque de una sola bat-hostia puede mandarte al hospital seis meses; hospital que abandonarás sentado en una bonita silla de ruedas de la que no volverás a levantarte en tu puta vida.
¡Yeeeeeeeeeeeeeeeeeaaaaaaaaaah!
Batman se ha pasado media existencia convirtiéndose en la máquina de combate perfecta. Y Zack Snyder (que quizá debería dejar de dirigir películas y limitarse a coreografiar peleas) logra que veamos eso en la pantalla. Hasta Kevin Smith, a quien BvS no le gustó una mierda, no tuvo más remedio que admitir que tuvo un orgasmo viendo el combate en el almacén.
Batman repartiendo bat-estopa.
Joder, y yo otro con la presentación del Batman-Batman. Ese Batman ya en traje de faena que acojona hasta a los inocentes a los que rescata, ¡y no digamos a los policías novatos!

Ese Batman que le saca la mierda a hostias al todopoderoso Supermán y le hace sentir miedo por primera vez en su superhumana vida. «Breathe it in. It's fear».
¡Te reviento!
No. No me olvido de La Mujer Maravilla.
De ella.
La interpretación de Gal Gadot, vestida de cóctel o con su armadura de amazona, es indudablemente lo mejor de BvS. Cada vez que aparece en escena se apropia de la película y eclipsa a sus compañeros de plano. Su Wonder Woman irradia autoconfianza, exotismo, dulzura, majestad, una cierta condescendecia (como no podía ser de otra manera en un personaje casi inmortal, que ve a todos sus semejantes como niños pequeños), elegancia y, aunque es un flagrante devs ex machina, cuando finalmente se incorpora al combate contra Doomsday, se come la cámara. SE LA COME. Y yo, en mi butaca del cine, doy un salto y me muerdo la lengua para no gritar a pleno pulmón «¡ole tu chocho moreno!».
Pues eso.
Wonder Woman está algo perdidilla durante la mayor parte del metraje (que si me escondo, pero ahora me asomo, que si no quiero que sepas quién soy, que si mejor me largo, que ya sabes demasiado...), pero aparece en el momento justo para demostrarle a Batman que, aparte del kryptoniano mazas, hay más cosas en la tierra y en el cielo de las que abarca su filosofía. Que Supermán no es el único con «habilidades especiales». Aquí tenemos una mujer que no ha envejecido al menos desde 1918 y quién sabe de qué otras cosas es capaz. La cara de Bruce Wayne cuando abre ese archivo robado del ordenador de Luthor es para enmarcarla.
(Aquí pegué un gruñido de ongarután).

(Acababa de correrme. Otra vez).
Y al llegar aquí me recorrí.
Desde el punto de vista de la puesta en escena, Wonder Woman era el mayor reto. Coger a una mujer adulta, ponerle una especie de corpiño de látex y una minifalda con estrellitas y pasearla por delante de la cámara con armas de la Edad de Bronce era la receta del desastre.
Yeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeees!
Y sin embargo funciona.
¡Y de qué manera!
No importa una mierda que la ex modelo Gal Dadot sea más bien tirando a delgadita (¡la que armaron los fans de Wonder Woman cuando se anunció el reparto de BvS; los alaridos de frikindignación que emitieron porque la Gadot no es tetuda y musculosa, como los pin-ups de Adam Hughes!). Cuando empieza el turrón, esta Wonder Woman se comporta como una auténtica amazona, de la clase capaz de matar a un dios. Salta, esquiva, golpea, se cubre tras su escudo, da estocadas, entrechoca sus brazaletes y, lo más difícil de todo, TE LA CREES. No resulta ridículo. No tienes la sensación de estar viendo una de esas insufribles películas de chinos voladores, donde todo son cables, arneses y postproducción. Lo que tienes ante sus ojos no es un capítulo de los Power Rangers. Es Diana de Themyscira repartiendo brea. Y te la crees. Y la adoras. Y cuando llegas a ese plano, quizá accidental pero que se dejó en el montaje definitivo,
«¡Y yo que tenía miedo de que esto fuese demasiado fácil!»
¡y ves que Wonder Woman está gozando del combate como una perraca! Porque ésta es la clase de lucha para la que fue preparada. Porque combatir contra monstruos es su misma naturaleza. ¡Porque éste es su terreno! Oh, Dios, cuando ves esa sádica sonrisa regosona, golosa, visiosa; ese ademán de su amazónica cabeza, amas a Diana, la amas, la amas, la amas y la amas.
Diana a punto de curtir vivo al puto feto de Doomsday.
Y todos los lectores de cómics deberíamos hacer una pausa reflexiva y preguntarnos quién adjudicó los carnés de autoridad freak a unos comemierdas agradecidos por la oportunidad de crucificar al más exitoso icono feminista de la cultura popular solo porque la actriz que lo encarna no tiene las tetas lo bastante grandes. Y además se afeita los sobacos, la muy nazi.
Gal Gadot no se le parece, ni puñetera falta que le hace.
(Pero que conste que la verdadera heroína de Batman v Supermán es esa mujer, ¿tal vez profesora?, que, en medio del mondongo, con toda la mierda chunguísima que está pasando a su alrededor, tiene la sangre fría de reunir a sus elementos y ponerlos fuera de peligro).
En cuanto a Supermán, y aunque él y lo que su mera existencia implica para la humanidad son el centro de la trama, aunque el debate acerca de cómo podemos convivir con un ser virtualmente invulnerable y todopoderoso, de si debemos o tenemos derecho a exigirle que se someta a nuestras leyes e instituciones, y si estamos capacitados para tomar medidas al respecto en caso de que se niegue; aunque este debate, apenas esbozado y vilmente desaprovechado en la película, podría haber dado mucho juego, durante la mayor parte del metraje el Último Hijo de Kryptón está ausente, por decir algo, e incluso rompe con la humanidad y se va a patearse las montañas, donde, como un peyotero kiowa, tiene una visión inexplicada e inexplicable del difunto Jonathan Kent, y oye otra de sus batallitas del abuelo Cebolleta.
(El Jonathan Kent que, en Man of Steel, recrimina a su hijo haberse expuesto a desvelar sus poderes cuando salvó a sus compañeros de cole de morir ahogados).

(¿Es éste Jonathan Kent? ¿El que, entre descubrir su secreto o dejar morir a treinta críos, le dice a su hijo que debería haber optado por lo segundo?)
«Cuando dudes, es que no hay duda: ¡MUERTE!»
A pesar de los funestos consejos de su padre, Supermán había terminado la odiosa Man of Steel convertido ya en Supermán, aceptando su destino como héroe y faro moral de la humanidad. Por alguna razón que se me escapa (¿drogas?), Zack Snyder hace borrón y cuenta nueva en Batman v Superman y nos presenta de nuevo a un Supermán inseguro, disperso, lleno de dudas, indeciso acerca del papel que debe jugar en su mundo adoptivo y más preocupado por los titulares que los tabloides publican sobre él que por hacer lo que sabe que es correcto, pese a quien pese; que ésa siempre ha sido la naturaleza de Supermán, aun cuando su propia vida corriese peligro por ello.
Este día lloré. Sin coñas.
(Y por eso dije antes que Henry Cavill es en esta película muy Clark Kent pero solo un poco Supermán).
Pese a sus muchos defectos, las dos horas y media de BvS se me hicieron cortas. Me pasé toda la sesión como un guaje de nueve años y salí del cine flotando en una nube. Dawn of Justice me gustó tanto que me compré el Blu-Ray y ya me lo he visto varias veces. Y más que volveré a verlo, a poco que me acompañe la salud. Joder, si es que lo tiene todo para ser mi película de superhéroes favorita: Batman, Supermán y Wonder Woman por fin reunidos; la batcueva más chula de la historia, ¡con un monumento a un Robin asesinado, como debe ser! (aunque, ya puestos, eché de menos el penique gigante y el T-Rex robot; y es que no se pude tener contentos a todos los fans), un batmóvil de cágate lorito, el Batman más paranoico y amargado ever y la mejor pelea del Caballero Oscuro jamás rodada.
Me permito señalar que la versión extendida (media hora extra, nada menos) resuelve casi todos los agujeros de la trama (que siempre fueron muchos menos, y mucho más pequeños, de lo que denunciaban sus detractores), particularmente algunos de los más obvios. No creo equivocarme, y en esto coincido con Matt Hughes, en que mucha gente que aborreció el montaje original, acusándolo, entre otras cosas, de «inconexo», «confuso» y «desorganizado» (a veces con justicia), tendría que revisar su opinión después de ver la Ultimate Edition. Aunque es poco probable que haya muchos haters de BvS dispuestos a hacer el esfuerzo.

Sí, ya sé que se me nota. ¡Si no he hecho nada para ocultarlo y lo he confesado en los primeros párrafos de esta entrada!: me gusta Batman v Supermán

Lo cual no quiere decir que sea una buena película.

Para nada.

Batman v Supermán está rodada con el puto culo, a partir de un argumento de mierda, unos personajes desfigurados y lastrada por una pachorra narrativa injustificable.

BvS es tan mala (a pesar de lo mucho que me gustó) que hasta una mala actriz como Jessica Alb... perdón, que me voy al artículo anterior; BvS es tan mala, decía, que el pobre Dave Gibbons se ha sentido obligado a pedir perdón por su contribución a la atmósfera nihilista y siniestra de Watchmen, de la cual beben las pelis de superhéroes de Zack Snyder, Dawn of Justice entre ellas.
Supermán asesinando gente. ¡Hurra!
BvS es tan mala que Zack Snyder se ha pasado los últimos dos años intentando convencernos de lo mucho que en realidad mola, de los cenutrios y cortitos que somos por no haber pillado todo el simbolismo que, con infinito amor y talento, incluyó en cada plano.

Zack Snyder.

El mismo omnipotente Zack Snyder a quien Warner permitió estrenar en cines un mastodonte de dos horas y media al que le faltaban otros treinta minutos de metraje para ser medianamente legible. Ése Zack Snyder que, dos años después de su decepcionante BvS, y menos de un año después de la catástrofe de Justice League, sigue obsesionado con explicarnos cada plano de Batman v Supermán.

Sí. Eso mismo. Un director de cine que tiene necesidad de explicarnos qué quiso decir en realidad cuando rodó tal escena. Como Pollock, intentando hacernos ver lo geniales que eran sus truños de pintamonas.
Batman v Supermán.
Dos putas horas y media de metraje en cines, treinta imprescindibles minutos extra en la Ultimate Edition, y al director de BvS aún le faltó tiempo y espacio para narrar su historia.

Anda, defendedme de nuevo a Zack Snyder. Venga. Defendedme a ese genio del cine que no sabe desarrollar un puto argumento ni en tres horas de película y feliz de haber convertido a Supermán en un sicario.

Ese genio que tenía la oportunidad de mostrarnos la cara y la cruz de los superhéroes, que podría haber sacado partido a los extremos representados por Batman y Supermán y a las posibilidades dramáticas que sus personalidades opuestas y enfrentadas filosofías le ofrecía. Supermán, la luz, el optimista, el inocente, el humanista comprometido con su misión de faro moral, decidido a guiar con su ejemplo a la civilización hasta la cúspide de sus más elevados valores; Batman, la oscuridad, el amargado, el justiciero lleno de resentimiento y cólera con el mundo que fracasó en proteger su inocencia, el nihilista con fantasías autodestructivas e infinita sensación de culpabilidad por haber sobrevivido a sus padres, la figura ominosa que no es sino un niño incapaz de superar el asesinato de sus progenitores y que combate su dolor dirigiéndolo hacia sus enemigos.
Supermán sale cada día a mostrarles a sus vecinos lo que pueden llegar a ser. Batman sale cada noche a romperle la espalda a cada ratero de Gotham porque no puede rompérsela al asesino de sus padres.
¿Qué nos dio Snyder? Un Supermán oscuro y un Batman aún más oscuro. No hay casi contraste. No hay conflicto. No hay drama. No hay historia. No hay Batman v Supermán: Dawn of justice. Hay Batman & Supermán: Darker than hell.

¿Qué podría haber sacado de esa dinámica un director diferente, no tan obsesionado con el acabado formal (siempre que sea sombrío, deprimente y turbio) y más preocupado por su historia y sus personajes?

Nunca lo sabremos.
Batman v Supermán me gustó. Mucho. La Ultimate Edition, más incluso que la versión cinematográfica. Creo que con esta declaración (y la cerrada defensa que he hecho de la película en esta entrada de Paratroopers) es suficiente para que todos los haters que la pusieron a pan pedir cojan número para comerme la polla.

Pero BvS me gustó a pesar de Zack Snyder (claramente un cineasta inepto, un estilista, no un narrador de historias, y Sucker Punch es la mejor prueba de ello) y no gracias a él.
(Y empiezo a preguntarme si no tendré precisamente el mismo problema con 300 y Watchmen).

Zack Snyder hizo todo lo humanamente posible para que yo aborreciese Batman v Supermán.
(Nota al pie: los fans de Zack Snyder también pueden ir pidiendo vez mientras me saco el carallo).
Me complace poder decir que fracasó.

Y en este punto me alineo con la mayoría de los espectadores que dejaron sus dineros en la taquilla y su opinión en Rotten Tomatoes, pues, aunque BvS no llegó a los mil millones en cines, aunque la puntuación de los críticos recopilada por dicha web es, efectivamente (y como los haters profesionales de twitter se recrean en apostillar), penosa, las valoraciones del público son mayoritariamente positivas. No clamorosamente, pero sí positivas. A seis de cada diez personas de las que vieron la película y dejaron su voto en la web de RT, parece haberles gustado Dawn of Justice, por más que le joda a cierta gente.
La prueba. Sin photoshop.
En lo que atañe a Rotten Tomatoes, que entre los fans de DC es como el segundo nombre de Satanás, yo también me pregunto si las críticas que recopilan para su tomatómetro tienen algún criterio. Volveré sobre la supuesta «mano negra» más adelante, pero, joder, ¡que estamos hablando de la página que le dio un 66% de críticas positivas a Thor: el mundo oscuro!; la más indigna, cabreante, insulsa, soporífera, prescindible, basureable, denigrante y madreputesca película que jamás se ha rodado sobre dios nórdico alguno.
¡77...! ¿Es una puta broma?
(Y un 73% a la peor película de la franquicia Iron Man. Pero la peor con mucha diferencia, ¿eh? Y el que esto escribe se descubrió multiorgásmico durante la proyección de Iron Man y defenderá hasta su último aliento Iron Man 3).
Mientras que, con lo absolutamente caótico, incoherente y esquizofrénico que es el montaje a cuatro manos Snyder-Whedon, los agujeros de guión y sus afeitados CGI dolorosamente obvios, Justice League, se lleva una puntuación inexplicablemente muy superior a la de BvS.
WTF????????????????????
¿Y la peli del DCU que mejor valoran los críticos, según Rotten Tomatoes? La más Marvel. Y prefiero no alinearme con los conspiranoicos que acusan a la crítica de cobardes y vendidos por no atreverse a darle caña a Wonder Woman, película dirigida por una mujer y protagonizada por otra mujer, incurriendo así en sospecha de flagrante machismo en la era del MeToo. Cualquiera capaz de creerse una majadería de semejantes proporciones, o no ha visto Wonder Woman o es gilipollas. Y yo no pierdo el tiempo con gilipollas.
Necesitamos mil como ella.
Me pregunto si los críticos de cuyas opiniones Rotten Tomatoes obtiene sus porcentajes son los mismos que proclamaron «obra maestra» ese anestésica muestra de fotografía, esa historia de apollardado amor aristocrático, ese monumento a la molicie que es El paciente inglés. Y me lo pregunto porque tengo mi propio criterio, que no suele coincidir con el de los académicos; un criterio imperfecto, sin duda, pero templado en cientos de horas de metraje y vete a saber cuántos miles de páginas de lecturas.

Me lo pregunto porque de niño escogí los libros y no la metralleta.

Y precisamente porque escogí los libros y no la metralleta, y Batman v Supermán y Justice League nos gustaron tanto, a mí y a otros (pese a los, insisto, innegables defectos de ambas cintas), me he lanzado a profanar la memoria del difunto Michael Cimino y escribir este análisis. Porque, digan lo que digan en Rotten Tomatoes, Thor: el mundo oscuro e Iron Man 2 no hay por donde cogerlas. Porque aún no he visto una buena película de Los 4 fantásticos. Porque ponerle riendas a los Michael Ciminos del mundo no puede pasar por reemplazar la creatividad y el talento por fórmulas prefabricadas (y además no funciona para hacer caja, como ha quedado demostrado), y porque quiero ver más veces en la pantalla grande al Caballero Oscuro, a la Matadioses y al Último Hijo de Kryptón: y ahora mismo esta posibilidad está amenazada como resultado de una conjunción de intrusismo, avaricia, malas decisiones creativas y, por encima de todo, desprecio absoluto al espectador e ignorancia supina acerca de lo que entraña construir una buena narración, ya sea en un guión de cine, un cómic o una novela (y de esto creo que entiendo un pelín, porque, como ya he dicho, además de escritor, algunos de mis mejores amigos son libros).

Así que me empeño en entender, o al menos intentarlo, qué cojones están haciendo mal en Warner/DC (y por extensión en Marvel, a veces). Aunque solo fuese para llegar a una idea informada de cómo podrían haberlo hecho mejor, o para explicarle un día, a todos mis amigos comiqueros, por qué seguimos sin tener largometraje de los 4 Fantásticos o por qué llevamos años sin ver en nuestras salas de cine una nueva película del DCU.
A ella también me gustaría explicárselo. Sin prisas.
Y, ya te aviso, querido lector, por si aún no eras consciente, de que me ha llevado algún tiempo investigar y reflexionar sobre el tema, así que mucho me temo que se aproxima otro cliffhanger como una plaza de toros. No me odies por ello.

Sigue en la próxima entrega.