lunes, 27 de marzo de 2017

El mechero de Anacleto.

El conceto es el conceto. (Y ya me jode repetirlo, pero es que no os entra en la cabeza ni a hostias.)

A estas alturas de la película, uno ya empieza a preguntarse si el mundo está dominado por deficientes mentales o simples gallinas incapaces de confesar que ellos tampoco ven el traje nuevo del emperador.



Por Dios, dime que tú también ves a un tío en bolas.
Un amigo mío me prestó hace tiempo una novela que la prensa especializada había puesto por las nubes. «Obra maestra» era lo menos elogioso que había leído acerca de este libro. Era más que una novela, era una redefinición completa de la Literatura (así, con ele mayúscula, tiesa como una verga), una nueva experiencia intelectual y sensual. Vamos, que iba a orgasmar como una bestia con el puto libro.

Como, lo creais o no, yo tengo una vida, no encontré tiempo de echarle mano al libro en cuestión hasta hace poco.

Voy a anticiparos mi impresión. En cuatro palabras:

Me


cago

en

Dios.
«No hay huevos a repetirme eso en la calle.»
Desde la primera escena (un jinete atravesando un paraje desolado, con un bulto sobre la grupa de su montura) comencé a sentirme estafado. El arranque de la historia y ya empezamos mal. Página tras página y no sucede nada. No se nos proporciona la más mínima información. ¿Quién es el jinete? ¿Dónde coño está? ¿Qué busca? ¿Qué lleva en ese paquete con forma de persona? Cero respuestas. El jinete sigue adelante, página trás página, por paisajes vacíos de vida, hasta que llega a una especie de templo y, ¡hostia, por fin!, recibimos algo de información. El bulto con forma de cadáver que llevaba sobre la cruz de su caballo se revela el ídem de una chica (algo nos habíamos olido) y una voz fantasmagórica dentro de un templo le sopla que puede devolverla a la vida si mata a varios bicharracos King-Size que encontrará desparramados por ahí, donde Cristo perdió las alpargatas.

Y a partir de ese momento... nada. Una batalla tras otra por los mismos andurriales desolados hasta llegar al quilombo final, supongo. Quilombo al que no llegué porque, una hora más tarde, había abandonado la lectura sin encontrar todavía al primer bicharracho.

Cambia «libro» y «novela» por «videojuego», «página» por minuto y «leer» por
«jugar» y sus derivados y todo el párrafo superior adquirirá un nuevo significado.

Estoy hablando del videojuego-para-moñas por antonomasia: Shadow of the Colossus. Sí, no contento con hacer de esta bitácora un cajón de sastre donde desbarro sin criterio ni objeto sobre libros, películas y la palmaria divinidad de Sara Sampaio, ahora también la voy a emprender con un videojuego.


¿Por qué, Señor, por qué?
¿Recordáis la entrada sobre los libros ilegibles, la literatura-chuletón de media tonelada hecha con clasista desprecio para alejar al vulgo iletrado e ignorante? Shadow of the Colossus es su equivalente en videojuego. Un videojuego simplemente injugable. Al señor Fumito Ueda, responsable de este ñordo, le apeteció hacer un juego que nadie con sangre en las venas se pudiese acabar. Y lo logró. Wander, el protagonista, recorre a caballo un escenario DES-CO-MU-NAL en el que no hay nada. Literalmente NADA salvo los dieciseis colosos a los que debe matar. Repito NADA. Así, en negrita más negrita que los cojones de un cuervo. (El pájaro, no uno de la Guardia de la Noche). El noventa por ciento del juego consiste en ir de un lugar a otro, sin absolutamente NADA que hacer. No hay bestias salvajes de las que defenderse. No hay bandidos ni enemigos que temer. No hay mazmorras que explorar y donde lograr ítems, tesoros o potenciadores de habilidades. No hay puzzles que resolver. No hay niveles de experiencia que alcanzar con nuestro personaje. No hay, repito de nuevo, NADA.

A Fumito Ueda se le metió entre los cuernos hacer un truño de ocho horas de duración en el que sólo hubiese jefes finales.

A mí me parece bien (de todo tiene que haber en este mundo).

Repites esto dieciséis veces y se acaba el juego.
Lo que me toca la huevada es que lo llame videojuego.

Señor Ueda: los videojuegos se llaman así porque se puede jugar a ellos.

(Y a todos los críticos de videojuegos que se les hizo gaseosa el chumino con este fraude: no tenéis perdón de Dios. ¡Pico y pala os daba yo! ¡Gentuza!)
Sabes que Shadow of the Colossus es una puta mierda de vaca pinchada en un palo cuando lees los, por así llamarlos, argumentos de sus defensores (preñados, todo hay que decirlo, de paternalista condescendencia):

Tú lo que estás es muerto por dentro. ¿Cómo no te ha sacado una lagrimita Shadow of the Colossus?

Porque lloro por cosas más importantes. Como cuando me pillo los cojones con la puerta del coche, por ejemplo. ¿Cómo coño voy a empatizar con un personaje del cual desconozco no sólo su verdadero nombre sino también sus motivaciones, y que se limita a ir de aquí para allá, hostiando a unos pobres gigantones que no le han hecho ningún daño? ¡Los que me inspiran simpatía son los colosos, no este puto abusón y asesino en serie!
¿Cuándo has jugado a un juego con una música mejor que ésta?
¿Cuándo coño fue la última vez que compraste un videojuego por su música? La música la oigo en mi tocata. No compro un videojuego para oír música por el mismo motivo por el cual no compro un cojín para que me chupe la polla. Y si no eres capaz de entenderlo deberías investigar la genealogía de tus padres, porque me da que son como mínimo primos hermanos.
La razón oculta por la cual compramos videojuegos: escuchar puta música.
¿Cómo es que no te das cuenta de que la fuerza de SoTC son sus paisajes?
Oh, cojonudo. Para eso precisamente se programaron los primeros videojuegos: no para que la gente jugase a ellos, sino para que viese paisajes bonitos. Mismo «argumento» que el anterior. Mira, mamalón: para ver paisajes me compro un album de fotografías o, mejor todavía, saco la cabeza por la ventana, que para algo estoy en Galicia. (King in the north! King in the north!)
¡La historia es preciosa!
¿La historia? ¿Qué historia? ¿Esta colosal mierda tiene algo remotamente parecido a una historia? ¿Pasarte ocho horas hostiando gigantes es un argumento? Aceptando «pulpo» como «animal de compañía», que ya es mucho aceptar, entonces Sucker Punch debe de parecerte Guerra y paz, como mínimo. ¡Anda, alma de pilila! ¡Léete un par de libros por una puta vez en tu miserable vida, a ver si se te pega algo!
¡No entiendes nada! ¡Mira qué jefes finales tan enormes han creado! ¡Superaron las barreras técnicas de la PS2 cuando todo el mundo decía que la máquina ya no daba más de sí!
Perdona. Tienes razón. No lo había entendido. ¡Mira que no darme cuenta de que un tumor de huevos es mejor cuanto más grande! ¡Me cago en...!
¡No todos los juegos van a ser mata-matas estilo Call of Duty! ¡Lo que te pasa es que sólo te gusta la acción descerebrada y sin alma! ¡Shadow of the Colossus es una obra de arte!
Me he acabado el Skyrim. Más de doscientas horas de partida. Y me lo volvería a acabar. Admito que el CoD está bien para descargar adrenalina, pero una vez acabado el modo campaña ya sólo te queda el multijugador (si encuentras partidas). Puestos a elegir, yo prefiero mil veces cualquier Dragon Age o cualquier Mass Effect: horas y horas de exploración, diálogos, investigaciones, misiones secundarias de las de «busca y encuentra», sazonadas sólo por ocasionales bat... pero ¿Qué cojones hago intentando justificarme ante ti, payaso? ¿Qué coño sabrás tú de videojuegos, que llamas «obra de arte» a Shadow of the Colossus?
¡Matar! ¡Matar! ¡Matar!
El diseño artístico es espectacular.
Godzilla tiene unos efectos especiales apabullantes. Y la peli sigue siendo una puta mierda. Maldigo el día en que me invitaron al preestreno.

Megan Fox está que cruje. Y Transformers sigue siendo una puta mierda. Con diseño artístico espectacular, eso sí.

Megan Fox está cada día más buena. Y Transformers 2 es aún peor que la anterior. (Algo que parecía imposible.) Con diseño artístico... etcétera.

Te jode, pero sabes que llevo razón.
Jupiter Ascending costó 176 millones de dólares. Y no hay por donde cogerla. No se salva ni Mila Kunis (A quien ahora mismo le comeríamos todo lo que nos pidiese.)

(¿Quieres que siga poniéndote ejemplos de producciones espectaculares que se quedaron en nada?)
(Sí, tengo que ceñirme al cine. El equivalente en literatura al diseño artístico de un videojuego sería la documentación, que si está bien hecha pasa desapercibida.)
Independence day.

Airbender: el último guerrero. (Ésta, además, era casi ininteligible.)
Showgirls. (La película que debía lanzar la carrera en Hollywood de Elizabeth Berkley... de no haber sido la única del equipo que se tomó esta mamarrachada en serio.)

Señales del futuro.

El día de mañana. (¡Toma! ¡Tres cagarros de Roland Emmerich por el precio de uno!)

Chappie.

(Puedo seguir, ¿eh? Pero ya veo que estás echando el bofe, así que me voy a apiadar te ti.)

(Mientras recoges tus tripas del suelo, me voy a tu casa a follarme a tu madre.)
Shadow of the Colossus es arte. ¡ARTE!
¡Y dale con el arte, cojones ya!

¡Farsbfbefs!
Sara Sampaio es arte.

El Chevrolette Corvette Stingray de 1963 a 1967 es arte.
¡Arte!
El silbo canario es arte.

El papel higiénico de doble capa es arte.

Los bukkakes de Shino Aoi son arte.
Puestos a malear la palabra «arte» puedo hacerlo tan bien como tú. Por otra parte, ponerle un palabro mayúsculo a SoTC no cambia el hecho de que es un producto que traiciona su propósito original.
No compro un Blu-Ray para calzar una mesa, no enciendo la chimenea con incunables, no le pago a la panadera con recortes de uñas, ni viajo montando en un Mini-Babybel y Shadow of the Colossus sigue siendo una mierda.

Imagina un tablero de ajedrez de un kilómetro de largo en el que tardases una hora recorriendo casillas antes de dar con el primer peón del otro jugador. Es un tablero precioso, de marfil de mamut y obsidiana, filigranas de oro y cantos de jade milenario, con trebejos de ébano de talas sostenibles y boj del mejor. Un tablero precioso, pero que no sirve para jugar.





Ahora dime que ese tablero es una obra de arte.

¿Sabes qué? Me pone Lili Taylor.

Incluso ahora, que ha llegado casi a la edad provecta. Pues cincuentona y todo, Lili Taylor me sigue poniendo verraco. Me he visto verdaderos truñacos de pelis sólo porque aparecía ella.


Es que ni de joven, la pobre.
Pero jamás diría que Lili Taylor es guapa. Y desde luego en la puta vida se me ocurriría decir que es, fue o será la mujer más guapa del mundo, por mucho que ejerza sobre mi sistema límbico alguna clase de perversa y malsana fascinación que probablemente debería consultar con un psiquiatra o un exorcista.




Tin-tin tiri-ti-tin-tin ti-tí...
Me pone Lili Taylor y no creo que deba pedir disculpas por ello.

Pero tampoco puedo justificar mi vergonzoso embeleso por esta mujer, porque no obedece a lógica alguna. Simplemente me pone, y vía. Y Shadow of the Colossus no vale ni para cortar pizzas poniéndole un palo al disco.


Entre quienes tuvieron el cuajo de acabarse SoTC (ole sus pelotas, por cierto), el estupor no conoce límites. Parece ser que empiezas el juego sin saber una mierda acerca del personaje, su relación con la chica, el motivo por el cual quiere devolverla a la vida, la ética del ser etéreo que le envía a matar colosos... y acabas sabiendo exacamante lo mismo. O sea NADA. Ocho horas de juego para quedarte como estabas... pero con ocho horas menos de vida.

«¿A cuánto estará el metro cuadrado aquí?»
Imaginemos que en vez de hablar de un videojuego estuviésemos hablando de un libro. Un libro de ochocientas páginas, quinientas cincuenta de las cuales son meras descripciones de los paisajes que atraviesa el protagonista. Paisajes exquisitos, eso sí, y descritos con mimo y amor al detalle. Una novela prácticamente sin diálogos. Sin acción, más allá de los combates contra los colosos.

Imagina que escribes una novela protagonizada por un personaje sin
la más mínima progresión. Que le regateas información a tus lectores. Que planteas diez mil preguntas y contestas una y media (El «Efecto Lost»). Que la novela es una guía de viajes en la que tu protagonista se parte la cara con dieciséis desaforados gigantes (haciendo exactamente los mismo una y otra vez) para salvar a una chavala sin nombre, ni pasado, ni nada, de la que por no saber, no llegamos a saber ni qué la relaciona con él.


Si escribes esa novela algún día quizá ganes el Cervantes, pero asegúrate de correr más que tus lectores, porque te buscarán para embrearte y emplumarte.

Y después te colgarán del escroto hasta que caigas de maduro y sodomizarán tu cadáver. Viste el negro y busca refugio en El Muro. Contra el frío y los Caminantes Blancos lo tendrás más fácil que contra un público chasqueado y sediento de sangre.


Shadow of the Colossus es como el mechero de Anacleto, agente secreto, aquella sátira de 007 dibujada por el inmortal Vázquez (Dibujante que, dicho sea de paso, tenía unas pelotas a prueba de bomba: putero, moroso, cínico, sableaba a sus amigos y a sus jefes para luego jugarse la pasta en el bingo, acabó en el trullo por falsificar cheques, tuvo once hijos de siete mujeres diferentes...).


El mechero de Anacleto era la repanocha: teléfono móvil, receptor de radio, pistola, detector de metales, despensa...

¿Sabéis lo que hizo Anacleto con su mechero?

Tirarlo.

Era un mechero cojonudo, pero no tenía piedra ni gas. No servía para encenderse un pitillo, que es, en definitiva, el principal cometido de un mechero.
Lo cual, sabiendo lo que fumaba el gachó, tenía delito.
No todas las historias deben respetar, a puro huevo, una estructura clásica. No todos los personajes necesitan un arco de transformación. Memento y Arrival se organizan en torno a cualquier cosa menos una narrativa clásica. (En Arrival tardas en darte cuenta, pero te das.) Y ¿Cuál coño se supone que es el arco de transformación de Marty McFly? ¿Que sus padres sean un poco menos gilipollas? ¡Pues bienvenido a la adolescencia, chaval! Ahora bien, ¿Regreso al futuro es una sucesión de paisajes bellísimos e inconexos salpimentados de media docena de escenas de acción o nos cuenta una historia entretenida, divertida y fascinante que se ha coronado, por derecho propio, como icono de toda una generación?

Demos gracias a Dios por sus pequeños milagros y porque Regreso al futuro la dirigió Robert Zemeckis y no Terrence Malick.

Romper las reglas, y hacerlo con éxito, es lo que distingue a los genios de los soplapollas.

Fumito Ueda no es un genio. Le pese a quien le pese. Sólo es el último engreído, encantado de conocerse, que ha vuelto a inventar el mechero de Anacleto.  Y van...

Fumito Ueda quería hacer un videojuego al estilo de las películas de Terrence Malick y lo logró.

Qué lástima que ni Fumito Ueda sepa hacer videojuegos ni Terrence Malick sepa hacer cine.
 
Por cierto, y a riesgo de sonar repetitivo: Shadow of the Colossus no sirve ni para arrancar las zurraspas del váter.


¡Aguzujfzafjuafzafjgaf!

Menos mal que nos queda la colosal belleza de nuestra lusitana favorita, que si no...

3 comentarios:

  1. Voy a corregirte una pequeña errata…

    En referente al párrafo

    “¡No entiendes nada! ¡Mira qué jefes finales tan enormes han creado! ¡Superaron las barreras técnicas de la PS3 cuando todo el mundo decía que la máquina ya no daba más de sí!”

    “Shadow of the Colossus” no salió para PS3, sino para PS2 (lo tengo en casa). Lo que hicieron luego fue un Remaster para PS3 del susodicho, así como de Ico, otro juego del mismo autor que también salió originalmente para la PS2.

    Creo que se dice que el juego que mejor explotó el hardware de la PS2 fue The Warriors (basado en la película homónima), pero Shadow of the colossus es otro de los ejemplos que se menciona como ejemplo de “exprimir el hardware”.

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    1. Gracias por exponer mi ignorancia ante toda España. ¿Para qué están si no los amigos? Diré en mi defensa que me limité a casi-copipegar un comentario de un foro de videojuegones, pero ciertamente me merezco el varapalo (que ya he corregido en la entrada) y prometo ponerme un cilicio de pelo de cabra y flagelarme con alamabre de espino oxidado.

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    2. Perdón. Quería decir «alambre» no «alamabre». Prisas por contestar las al maestro Yoda descuidado hacen.

      Dicho sea de paso: además de dejarme por tonto delante del inexistente público de esta bitácora ya podías haber aportado tu opinión acerca del artículo, hombre. ¿Qué te costaba? ¿Cómo voy a mejorar si no?

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Ni SPAM ni Trolls, gracias. En ese aspecto, estamos más que servidos.