sábado, 8 de febrero de 2025

Tres meses en 1987

Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación.

No, no me he muerto. No, no me he cansado de la bitácora. No, no me he pasado al sumider... a Twitter. No, no me he quedado sin nada que contar. No, no he renunciado a plantar batalla a la proliferación de artistas mediocres, cine perezoso e historias pueriles.

La historia corta es que me he pasado casi tres meses sin Internet (y que tengo un vecino de cuya madre sospecho que practicó en algún momento la profesión más antigua del mundo). La larga da para entrada de la bitácora.

Y quisiera poder decir que me he pasado tres meses sin Internet porque estaba en una isla privada del Caribe, descargando mis indignas gónadas en las muelles cavidades bien lubricadas de alguna modelo rusa de lencería; o paseándome descalzo por la orilla húmeda de una prístina playa virgen, cogidito de la mano de mi amada Sara Sampaio, arcángel lusitano, como preludio a la escenificación nocturna de nuestro amor incombustible y eterno; o sudando como un pollo bajo el dosel del tálamo nupcial, torturado por el yoga chuminopélvico de la dulce Riley Reid (una vez confirmados los resultados negativos de su análisis de venéreas).

Deutschland!

Pero no.

No he vivido tres meses de pasión carnal. No me he puesto tetas ni el postoperatorio ha sido especialmente largo. No me ha tocado, ¡ay!, un buen bote de la Primitiva o el Urominolles y no me he pasado los tres últimos meses buceando en la crápula mientras mis minolles se multiplicaban en fondos de inversión y carteras de derivados y mis hijos se multiplicaban en los fondos de las matrices de media docena de gold-diggers eslavas.

He vivido tres meses de viaje al pasado. Tres meses de 1987, cuando Internet no estaba ni se le esperaba y los únicos ordenadores a los que yo tenía acceso carecían de periféricos para conectarse a red alguna.

Ha sido interesante.

Una interesante hostia en los dientes.


En casa llevábamos sufriendo interrupciones constantes del servicio desde, por lo menos, la panmierda del conavirus. Se caía la sincronización del router y si regresaba, cuando regresaba, teníamos kilobytes, no megas, de ancho de banda, con lo cual era absolutamente imposible hacer nada. Nos quedábamos sin WiFi pero todo lo demás funcionaba. Nos quedábamos sin Internet pero con teléfono fijo. Nos quedábamos sin WiFi ni fijo pero aún había Internet en los dispositivos cableados...

Un chiste.

A los técnicos de R/Telecable ya los conocíamos por el nombre. Era raro que no tuviésemos a uno de ellos en casa al menos dos veces al mes. Casi todos los fines de semana los pasábamos desconectados, y no por gusto. Estuvimos, en 2020, cinco meses sin conexión alguna (salvo puntuales momentos del día, tal vez ocho minutos una hora, veinte minutos dos horas más tarde...) porque un soplapollas comemierda hijo de setenta y ocho millones de putas bisiestas y media vino a ponerle Internet a nuestra vecina, no le puso Internet y nos dejó a nosotros, que sí lo teníamos, sin conexión. Tras cinco meses y un número obscenamente elevado de llamadas a Atención al Cliente de R/Telecable, visitas del personal de asistencia técnica de  R/Telecable y Vomistar, a uno de ellos se le ocurrió mirar la caja terminal y se resolvió el misterio: el soplapollas comeboñigas hijo de setenta y ocho millones de putas bisiestas y media había conectado la línea de mi vecina y la mía al mismo terminal.

Hay gente que, simplemente, la chupa de cine. Porque ya me explicarás si no cómo coño consiguió aquel tío un trabajo en el ramo de las telecomunicaciones.

Pero recuperar Internet y la línea fija después de cinco meses gritándole siete veces por semana a los pobres teleoperadores de R/Telecable, que, almiñas, no tenían la culpa de que el «técnico» de la subcontrata de la subcontrata de la subcontrata de la vete-tú-a-saber-hasta-dónde-llegaba-eso fuese un reconchudo subnormal incompetente. Recuperar, digo, la conexión después de ese trance no resolvió nuestros problemas: sufríamos interrupciones constantes de conexión. Caídas de sincronización. Podíamos pasarnos horas o días sin línea y luego, mágicamente, se recuperaba sola. Llamabas a Atención al Cliente y, a veces, tocaban el botón mágico pachamámico faloclitoriano a priori y reiniciaban el router en remoto, o nos pasaban a otro puerto del servidor, o yo qué coño sé qué hacían, que no daban explicaciones; o confesaban su impotencia y te enviaban a un técnico a casa, que a lo mejor llegaba tres días después, cuando el problema ya se había arreglado mágicamente; o llegaba y decía «aaaah, coño, que no sabía que tenías ADSL; yo es que sólo entiendo de fibra óptica»; o llegaba, pinchaba la sonda en el PTR y te decía que el problema era «de fuera», o sea de Vomistar, y le pasaba el mono a Vomistar y cerraba la incidencia en R/Telecable; y R/Telecable se despreocupaba de ti, que seguías pagando aunque no recibías el servicio por el cual R/Telecable te cobraba religiosamente todos los meses. Y entonces comenzaba la ruleta de llamadas telefónicas, tanto a R/Telecable como a Vomistar, para que de una puta vez resolvieran el problema. Y, si tenías suerte y conseguías que se pusiera al teléfono algún teleoperador del servicio de Atención al Cliente de Vomistar, y digo un teleoperador de Vomistar capaz de hablar castellano, a lo mejor Vomistar enviaba un técnico al mes siguiente, o al próximo después de ese, y volvías a tener línea. O no.

Una línea de mierda, con un canal de voz lleno de feedback y ruido de fondo, que se cortaba treinta veces diarias y dejaba de funcionar al menos una semana al mes, y un canal de datos, o sea Internet, que era de coña marinera. Encendías el ordenador y lo primero que veías era el iconito de «sin conexión». Y te sentabas a esperar, a veces con un café, y en algún momento recuperabas la conexión. O no. Y entonces reiniciabas el router. Y a veces recuperabas la conexión (en caso contrario, amado lector, vuelve a leerte el párrafo precedente), pero era, insisto, una CONEXIÓN DE PUTA MIERDA. Podías pasarte una hora haciendo pruebas de conexión, una tras otra, y obtener sesenta velocidades diferentes desde «esto es una chingadera, pero al menos es algo» hasta «esto es tanto como no tener Internet». En el primer caso, ponías a descargar un archivo de pocos megas o te sentabas a rellenar un formulario on-line, y te quedabas sin sincronización a la mitad o te caducaba la cookie de inicio de sesión y se te reiniciaba la página o se cancelaba la descarga. Y de ju ju ju ju ja ja ja ja jugar en línea ni hablemos. He sufrido latencias en el Call of Duty de OCHOCIENTOS milisegundos. OCHOCIENTOS, cuando ya a 100 de ping es prácticamente injugable. Y lo de descargarte un videojuego de la PlayStore, uno pequeñito, digamos de nueve-doce Gigas de tamaño, y tener que dejar la consola encendida TODO UN DÍA Y TODA UNA NOCHE (y hacerte el longuis cuando la familia te pregunta por qué Internet va como el culo), daba tanta rabia que tengo prácticamente todos mis juegos digitales de PS4 sin estrenar por pura pereza de descargármelos.

«Bueno, Sommer, tú presumes de entender algo de ordenadores y redes y esas mierdas. ¿Cómo es que no sabías lo que estaba pasando?».

SABÍA lo que estaba pasando, mi querido hijo de puta. Estaba pasando que Vomistar estaba abandonando y cerrando toda su infraestructura de línea de cobre, y no para joder a los rumanos, no (a esos los contrata de teleoperadores), sino porque, aparentemente y siempre según la palabra de Vomistar, ya casi toda España tiene fibra óptica y mantener abiertas las viejas centrales de cobre les suponía un gasto superfluo e inútil.

Bueno, pues en mi casa, y en muchas otras, no había aún la fibra. Y no porque no la hubiésemos pedido CINCO VECES  antes y después de la panmierda. Pero R/Telecable, la compañía a la que nos mantuvimos fieles más tiempo del que obviamente merecían, no instala fibra (o no lo hacía cuando la solicitamos), sino que alquila la de Vomistar. Y, como cuando los comerciales de
R/Telecable se conectaban al ordenador les salía que no teníamos cobertura de fibra en nuestra casa, porque Vomistar no la había instalado aunque hay al menos tres cajas CTO a un tiro de cable de nuestra fachada y la mitad de nuestros vecinos ya tenía fibra óptica, nos decían «no puede ser» y, por consiguiente, R/Telecable, en un lavatorio de manos que ni Poncio Pollatos, le pasaba el muerto a Vomistar, que decía «nos suda nuestro oligopolístico papo, que estos no son clientes» y dejaba caducar la orden de instalación. Y así estábamos desde 2019, con un servicio de calidad decreciente, un Internet que no ofrecerían ni a los refugiados gazatíes en sus tiendas junto a la frontera con Egipto, con los teleoperadores de R/Telecable pidiendo bajas médicas masivas por depresión y sordera crónica causadas por nuestros gritos al teléfono, cada vez que nos quedábamos sin línea, y aquí todas putas y la casa sin barrer.

Cómo coño me las he arreglado, en todo este tiempo, para buscar documentación para mis libros, hacer cursos on-line, ver películas en streaming, mantener al día mi correo electrónico, subir entradas a la bitácora y bajarme vídeos de la contoneante (y probablemente ultrainfecciosa) Riley Reid, es un misterio que todavía no me explico.
Mein Herz in Flammen!

Pero el 12 de noviembre del año caducado, todo cambió. Aunque no como me hubiese gustado. Le siguieron semanas de desengaños, cefaleas por estrés, peloteras con comerciales y teleoperadores, momentos de pura bajona en los que quería pillar un bidón de gasolina y una cerilla y enviar un mensaje, gestiones en el HayUntamiento, consultas a consumo, llamadas a nuestros abogados, vudú, perros y gatos cohabitando y la histeria de las masas.

Aquí va una breve cronología (en serio, apenas puedo resumirlo más sin hacerlo incomprensible o minimizar la dramática extensión de mis tribulaciones):

12 de noviembre de 2024: después de dos semanas de interrupciones constantes de servicio, se cae REfinitivamente la línea de voz y datos. Se da aviso al servicio técnico de R/Telecable, que abre incidencia pero no fija una fecha para la visita del técnico.

13 de noviembre de 2024: ante la ausencia de respuesta por parte de R/Telecable, se contacta de nuevo con el servicio técnico, que confirma la existencia de una incidencia abierta pero tampoco proporciona fecha para resolver el problema. Se me empiezan a hinchar los dos cojones y otros dos que me crecen durante la llamada.

14 de noviembre de 2024: ante la ausencia de respuesta por parte de R/Telecable, se contacta por tercera vez con el servicio técnico. El teleoperador que atiende la llamada afirma desconocer la existencia de una incidencia abierta en mi número y, según él, abre una nueva. Mis cuatro cojones salen por las ventanas de casa y, además, se prenden fuego espontáneamente.

15 de noviembre de 2024: ante la ausencia de respuesta por parte de R/Telecable, se contacta por cuarta vez con el servicio técnico, que confirma que sólo hay una incidencia abierta pero no proporciona fecha para la visita del técnico. Mis cojones son, en ese momento, el punto más caliente del universo.

16 de noviembre de 2024: ante la ausencia de respuesta por parte de R/Telecable, me digo «este hijo de puta va a venir, pinchar el PTR y decirme que es problema de Vomistar, largarse y dejarme otra vez como en 2020 (retrocede doce párrafos para refrescarte la memoria). Bueno, si va a ser Vomistar el que
finalmente tenga que resolver el marrón, como entonces, ¿por qué no paso olímpicamente de R/Telecable, que me han abandonado como a un yayo en agosto, y contrato el cable con Vomistar? Que vengan, me lo pongan todo niquelado, me dejen la línea conectada y luego, en cuanto me hagan la primera chanchada, que me la harán [ya he sido cliente suyo. Tres veces. Si es que en el fondo soy masoquista], me paso a otra compañía pero la fibra ya la tengo puesta».

(Sí, ya sé. Que no aprendo. Que soy subnormal profundo. ¿Qué puedo decir en mi defensa, salvo que estaba desesperado? Sí, estaba desesperado después de algo menos de una semana sin Internet. No imagino qué palabra describiría con justicia mi estado de ánimo casi tres meses después).

Contrato con Vomistar. Hay una oferta de fibra, teléfono fijo, suscripción y descodificador de Vomistar Plus, un dispositivo (televisor, teléfono móvil, tablet, ordenador portátil...), un repetidor WiFi y dos líneas móviles, que me parece conveniente. Firmo el contrato y Vomistar fija la instalación de la línea de fibra óptica para el 19 de noviembre. Ese mismo día 16, cuando regreso de firmar con Vomistar y sin haber avisado previamente de su llegada, se presenta el técnico de R/Telecable, que, ¡oh, sorpresa!, pincha la sonda en el PTR, dictamina que la avería es externa a la red local, cierra la incidencia en R/Telecable y escala la incidencia a Vomistar. Yo me río para adentro («¡poco imaginas, pobre mortal, que ya soy cliente de Lucif... de Vomistar, ja ja ja ja ja!»), ¡joder, qué imbécil soy!, y le doy los buenos días y le deseo lo mejor al técnico de R/Telecable, al que no espero ver de nuevo en mi vida.

18 de noviembre de 2024: Vomistar envía SMS cancelando la instalación programada para el día 19, sin dar más explicaciones ni fijar nueva fecha. Llamo al número de la impresa instaladora. Nadie coge el puto teléfono después de una hora sonando. Llamo al 1004, número de (des)Atención al Cliente de Vomistar, y el segarro emigo que me atiende desde su apartamento en Casablanca, y al que tengo que dar un crash-course de castellano para que podamos mantener algo remotamente parecido a una conversación coherente, me dice que ellos no pueden hacer nada, que Vomistar no hace instalaciones, que eso es otra empresa, que lo único que puede hacer Segarro Emigo es tomarme los datos y abrir una reclamación. Le digo que adelante, sabiendo que la reclamación no llegará a ninguna parte.

23 de noviembre de 2024: el servicio técnico de Vomistar concierta una nueva cita para la instalación de la fibra óptica para el día 26. Le doy las gracias con la mente a Segarro Emigo (no, no se puede ser más gilipollas).

25 de noviembre de 2024: la empresa instaladora subcontratada por la subcontrata de la subcontrata, etcétera, de Vomistar cancela la segunda cita para la instalación. Echando humo, me pongo de nuevo a marcar el 1004 hasta que contesta una persona cárnica y no un robot. Resulta ser un rumano de un call-center de Timisoara, o de donde sea, que apenas entiende el castellano, al que no hay Cristo en Dios que le enseñe a pronunciar correctamente la lengua de Cervantes (o es demasiado vago para intentarlo) pese a todos mis esfuerzos por hacerme entender y que, harto de mis explicaciones, en una actitud grosera y chulesca, me corta en mitad de una frase y me pregunta que qué coño quiero.

«¿Que qué quiero? Lo que he firmado. Lo que Vomistar está moral y legalmente obligado, mediante contrato privado vinculante, a proporcionarme: la instalación de la fibra óptica y el teléfono fijo, la suscripción y el descodificador de Vomistar Plus, el teléfono móvil que escogí (se les habían terminado los ordenadores portátiles de la promoción, o eso me habían dicho en la tienda), el repetidor WiFi y las dos líneas de telefonía móvil. Quiero que mañana, 26 de noviembre, un equipo de instaladores de la subcontrata... etcétera, se plante en mi puerta a las nueve de la mañana, como me dijeron que iban a hacer, y me lo dejen todo funcionando». El rumano, probablemente deseando irse ya para casa, teclea no sé qué mierda en su ordenador y me confirma la cita para la instalación del día 26 a las nueve de la mañana, cosa que agradezco porque, honestamente, estoy empezando a temer por mi salud mental.

26 de noviembre de 2024: me levanto a las siete de la mañana. Doy de comer a las fieras (convivo con cinco gatos, dos perros y una madre septuagenaria). Desayuno. Me ducho. Me visto. Hago la cama. Me siento a esperar a los instaladores.

A las 11:00h, echando chispas e isótopos radiactivos por mis cuatro cojones, contacto de nuevo con el 1004 tras casi 45 minutos en espera con música de ascensor. Otro rumano, diferente al de la víspera (al menos éste comprendía el castellano y no  hablaba como si estuviese comiendo pollas a pares), me informa que la empresa instaladora (la subcontrata... etcétera) ha cancelado la cita sin dar más explicaciones.

27 de noviembre de 2024: me presento en la tienda Vomistar donde firmé el contrato de servicios y armo un espolio. Me cago en sus padres, sus madres, sus abuelas, el rey de España y el santísimo sacramento. Me ofrecen abrir una reclamación y les digo que ni abriéndose de piernas me van a conservar como cliente. Que me den de baja inmediatamente todos los contratos que he firmado con Vomistar y que le den un beso a mi orondo culo porque es la última vez que lo acerco a esa empresa de estafadores e inútiles (¡iluso de mí!). Ese mismo día, firmo contrato de fibra óptica y telefonía fija con Yoigo y me hago con un teléfono móvil para, al menos, tener acceso a mi correo electrónico y publicar la última entrada del Paratroopers de 2025, que, gracias a Sara Sampaio Dominátix, ya estaba compuesta y alojada en el servidor. Será la última publicación en la bitácora por mucho tiempo.

2 de diciembre de 2024: el instalador de Yoigo hace una visita e inspección inicial para planear la instalación. Se marcha prometiendo concertar nueva cita. A Vomistar le salta en los ordenadores la solicitud de Yoigo para conectar un cliente nuevo a su caja CTO (la infraestructura de fibra óptica de mi pueblo, como la de media España, es suya), ven que yo tenía una cita de instalación con ellos que no fue atendida y, de repente y como por arte de magia, les entran las ganas de trabajar. Me llaman «los instaladores de Vomistar», suaves como vaselina con olor a vainilla untada en el gonorreico chumino de Riley Reid. Instaladores de Vomistar que, ¡mira tú qué casualidad, hombre!, ahora que he dado de baja mi contrato con ellos y firmado con Yoigo, estaban «pasando por tu barrio» y me preguntan, muy atentamente, cuándo voy a estar en casa, que me quieren instalar la fibra.
Will dich lieben und verdammen!

No te imaginas, amado lector, lo agradecido que le estoy a los instaladores de Vomistar por haberme dado la oportunidad de soltar un poco del vapor acumulado durante dos semanas de tortura.

«¡LA FIBRA DE VOMISTAR SE LA VAS A COLGAR DE LOS MISMÍSIMOS CUERNOS AL EUNUCO CABRÓN DE TU PADRE, SUBNORMAL MAMACALLOS; Y CUÉLGASELO MIENTRAS LA ZORRA SIDOSA, ENDOGÁMICA Y VEGANA DE TU HERMANA LE PETA EL HOJALDRE CON UN STRAP-ON DE CUARENTA Y CINCO CENTÍMETROS! ¡ESO SI CONSIGUES ENCONTRAR AL CORNUDO DE TU PADRE ENTRE LOS OCHOCIENTOS CLIENTES HABITUALES QUE SOLTABAN EL CUAJO SIFILÍTICO DENTRO DEL COÑO PODRIDO Y LLENO DE MOSCAS Y GUSANOS DE TU REPUTÍSIMA MADRE, QUE LA TUVIERON QUE ENTERRAR CON LA CAJA ABIERTA PARA QUE DE CAMINO AL CEMENTERIO SE LA PUDIESEN FOLLAR POR ÚLTIMA VEZ TODOS LOS PUTEROS DEL PUEBLO!»

3 de diciembre de 2024: Vomistar se pone en contacto para comunicar que pronto estará activa la línea de telefonía móvil contratada (¿?) y llegará al domicilio del reclamante el terminal móvil adquirido (4X¿¿¿???).

4 de diciembre de 2024: después de varios intentos infructuosos de anular por teléfono el contrato que ya debería estar cancelado desde el 27 de noviembre, me presento de nuevo en la tienda Vomistar llevando un paquete de dinamita y les digo que, o me dan de baja la puta línea de telefonía móvil, y cualquier otro contrato que tenga con Vomistar, pasado, presente o futuro, en esta y cualquier otra dimensión alternativa, o la lío architurborecontraparda. La inquieta dependienta de la tienda acaba a gritos con la zorra engreída del 1004 que le atiende la llamada (después de media hora de espera) y que, por su chocho renegrido, se negaba a cancelar la línea móvil aunque por ley la baja es automática desde el momento en que el cliente la solicita, Y YO LO ESTOY SOLICITANDO. Por fin, se da de baja dicha línea de telefonía móvil y me largo de la tienda Vomistar dando un portazo para no volver, toco madera, jamás. Igual me acaban cobrando 6 euros de esa cuenta que no quería, que cancelé DOS VECES y que no llegué a usar, pero lo considero el impuesto por ser subnormal y los pago sin rechistar.

18 de diciembre de 2024:
llegan los instaladores de Yoigo para ponerme la fibra óptica. Les doy un beso de tornillo a cada uno y me juro a mí mismo que ese momento de emotividad desbordada no me hace marica. El cable debe tenderse desde la caja CTO hasta la misma anilla, en la fachada de un vecino mío, por la que ahora me llega el hilo de cobre del ADSL, ya inútil desde el momento en que Vomistar apagó la centralita que me daba servicio. Los instaladores tienen que retirar el cable viejo y poner el nuevo.

Llaman a la puerta del vecino para pedirle permiso para apoyar la escalera en su fachada. El vecino se pone como un ongarután en celo y dice que nones. Que a él no le ponen más cables en la fachada. Le explican que es quitar un cable que ya hay y poner el otro. Le suda los cojones. Voy a hablar con él e intento conmoverlo con mis padecimientos del último mes. Lloro y todo (a ver si, después de todo, sí soy galletero; a fin y al cabo, me pone verraco Hunter Schafer). Me cierra la puerta en las narices. Los técnicos de Yoigo se despiden y se van.

31 de diciembre de 2024: Yoigo se pone en contacto conmigo y renuncia a la instalación de la fibra óptica. El sirio que me habla al otro lado de la línea (y que, bendita novedad, habla un castellano PERFECTO), entre anécdota y anécdota de su infancia en Damasco, me va dando una serie de recomendaciones que no me sirven de nada. «Si pusieras tú unos postes...». No tengo dinero. «Si hicieras una «falsa alta» en Vomistar para que ellos te instalen los postes necesarios (Vomistar no instala postes a menos que el contrato de servicios se firme con ellos) y, luego transcurrido un mes, solicitases la baja con Vomistar y de nuevo el alta con Yoigo...». A la bicha, ni mentarla, por favor. «Si pusieras un router...» (quiere decir una antena que funciona de manera análoga a la de un teléfono móvil y está sujeto a un plan de datos). A mí eso no me sirve. Uso Internet todos los días, varias horas diarias. Sólo componer una entrada de la bitácora, normalita, como ésta, sin mucha navegación lateral buscando enlaces o imágenes, ya se me comería la mayoría de la cuota de datos del mes. Bueno, ¿y Yoigo pone el router?, le pregunto al sirio. «No, no. Eso tendrías que contratarlo con Vomistar». ¿En sirio? Pero, vamos a ver, habib, ¿tú para qué empresa dices que trabajas? En serio.

Día indeterminado de enero de 2025, tengo la fecha por ahí pero me da cansura mirarla: después de llorarle mis penas a un pariente, me llama idiota y desinformado y me recomienda contratar la fibra óptica con Toxo, una compañía regional, gallega, para más señas. «¿Que los otros no te ponen postes? Vete a Toxo, que a mí me pusieron los postes». Y hay que decir que mi pariente vive en mitad de un PUTO MONTE, entre dos PLANTACIONES DE PINOS y tiene fibra desde hace años (mientras que yo, que vivo a veinticinco metros de la carretera general y, repito, a tiro de cable de tres cajas de Fibra, tengo, because reasons, un mojón así de grande). Me voy a una tienda Toxo y le explico al comercial cuáles son mis circunstancias y me dice que no hay problema. Que si hay que poner postes, se ponen, pero que primero tienen que enviar al instalador para que evalúe la situación, saque fotos y haga un croquis. Que el protocolo es el protocolo. Primero el instalador. Luego el intento de instalar en fachada. Luego se ponen los postes.

12 de enero de 2025: el instalador de Toxo viene a mi casa a hacer una instalación en fachada. Sólo que no es una instalación en fachada y así se lo explicamos a él (y ya se lo habíamos explicado al comercial de Toxo). «Bueno, pues para hacer una instalación en poste tienen que venir dos». Si usted lo dice, será verdad, pero no veo qué tengo yo que ver con eso. «Bueno, pues que sepa que me voy sin ponerle la fibra y que a mí esta visita no me la pagan». Lo lamento mucho, pero yo no tengo la culpa de que trabaje usted para retrasados. El instalador hace un par de llamadas y se va muy cabreado.

14 de enero de 2025: sintiéndome un personaje de Kafka al que acaban de hacerle una transfusión de sangre de un personaje de Hunter S. Thompson que se ha fumado a Keith Richards, me aconsejo con la chica de Yoigo. Que es que he estado tantas veces en su tienda que ya es como de la familia y encima está muy buena, la condenada. Me dice que lo intente vía HayUntamiento. Que en el Pueblo Tal, donde vive ella, tuvieron el mismo problema con un vecino tocapelotas y se presentó una instancia al HayUntamiento (el mismo del que dependo yo) y en unos meses (¡meses!) se pusieron los postes, mientras que a los de Vomistar, a los que se les habían solicitado hacía años, no se los esperaba a corto ni a medio plazo. Así que me voy al HayUntamiento, relleno una solicitud explicando mis penas y la paso por el registro.

(OTRO) Día indeterminado de enero de 2025, tengo la fecha por ahí pero bla bla bla: Toxo se pone en contacto conmigo para decirme que esto no es serio. Que si había que poner postes para qué coño dije que era una instalación en fachada (WTFFFFFFF!!!!!). Que de dónde coño he sacado yo que Toxo me iba a poner los postes. Que ellos no ponen postes ni los han puesto nunca y que llame otra vez cuando madure, si es que maduro.

De verdad lo pregunto: ¿está la industria española de las telecomunicaciones en mano de completos deficientes mentales?

17 de enero de 2025: a pesar de haber renunciado a la instalación de la fibra óptica, Yoigo envía un técnico a hacer una evaluación de las posibilidades de instalar la fibra por otra vía. Toxo, por su parte, llama, otra vez, y da de baja el contrato de fibra. Otra vez. Relee el párrafo anterior, oh amado lector que sabes a Jessica Alba.

(Y OTRO) Día (MÁS) indeterminado de enero de 2025, bla, bla, bla: me informo, a través de un amigo de la familia que trabaja en el HayUntamiento, de con qué concejal tengo que hablar para ver si se mueve la solicitud que pasé por registro. Me pregunta que por qué y de repente salta «¡aaaaah, cooooño, por esto
tu vecino de cuya madre sospechas que practicó en algún momento la profesión más antigua del mundo me preguntó el otro día, sin venir a cuento, mientras estábamos hablando de una cosa que no tenía nada que ver con esto, si estaba legalmente obligado a dejar pasar un cable de teléfono por su fachada. ¡Y menudo rebote se pilló cuando le dije que sí! "A mi no hay cojones en todo el HayUntamiento de colgarme un cable en la fachada", me gritó. Y, cuando le mandé por Guasap la ley, me bloqueó».

Con la información disponible, me voy al HayUntamiento a llorarle al concejal del ramo. Tengo que preguntar por él porque, naturalmente (esto es un HayUntamiento español), ha salido a tomar café, así que me envían a la otra punta del pueblo. Allí me entrevisto con él, que, todo hay que decirlo, me atiende muy amablemente y con mucha paciencia, escucha mis penas y luego se encoge de hombros. «Ya», me dice, «pero es que el HayUntemiento no puede hacer nada al respecto de este vecino de usted. Yo no tengo autoridad para obligarle a su vecino a permitirle pasar el cable por su fachada».

Resoplo, frustrado.

Y le suelto la chapa:

«Tiene usted la autoridad del artículo 34.5 de la Ley General de Telecomunicaciones 9/2014 de 9 de mayo; que establece que, en el caso de que no existan 
canalizaciones subterráneas o sea imposible su uso por razones técnicas o económicas, los operadores de telecomunicaciones pueden efectuar despliegues aéreos y por las fachadas siguiendo los previamente existentes. Y la del artículo 549 y siguientes del Código Civil, que establece que las fachadas de los inmuebles por los que discurre el cableado, siendo propiedad privada, quedan sujetas por Ley al deber de soportar la servidumbre establecida por utilidad pública. Y la de la Ley General de Telecomunicaciones 11/2022, de 28 de junio, que amplía y reemplaza la 9/2014 y declara las redes públicas de telecomunicaciones "equipamiento de carácter básico y obra de interés general por encima de los intereses particulares"».

Esto de tener vecinos hijos de puta es mejor que la universidad, brother. Y remacho, al boquiabierto y ojiplático concejal del ramo: «Si tiene usted coche, le puedo guiar ahora mismo a las casas de dos hijos de puta, como el que me tiene a mí sin línea desde hace tres meses, a los que, sentencia judicial mediante, se les expropió las fachadas por razones de utilidad pública para permitir el paso de la línea de teléfonos. Hace más de treinta años. Sí, hay que meterse a abogados y eso, pero la ley deja poco margen a la interpretación y los jueces suelen fallar a favor del demandante».

Principios de febrero de 2025: el vecino cabronías se pone en contacto con nosotros y nos dice que bueno, que vale. Que en aras a mantener la amistad (rota en mil pedazos sin posibilidad de reparación) y la buena vecindad (si me encuentro a este tío en la calle sangrando por una herida en el cuello, me meo en su llaga, le piso la garganta y paso de largo silbando) aceptamos barco y me deja pasar la fibra. Me huelo que ha recibido una llamada del concejal del ramo y que a través suyo, o de ese mutuo conocido que trabaja en el HayUntamiento, ha llegado a sus oídos que ya estábamos en consultas con nuestro abogado para expropiarle la fachada, por cabrón (lo estábamos). Antes de que termine la frase, ya he llegado de un salto a la tienda Yoigo y estoy firmando el contrato. Se fija la instalación para las 9:00 del 6 de febrero.

6 de febrero de 2025: a las 9:30, el instalador de Yoigo llama para cancelar la instalación diciendo que es que no le va a dar tiempo. Reclamo a Yoigo vía Atención al Cliente, le explico a la persona que me atiende que estoy hasta mis reverendísimos cojones, amenazo con interponer una denuncia contra Yoigo en Consumo y otra en la Agencia Española de las Telecomunicaciones si termino ese día sin Internet y cuelgo. Un segundo equipo de instaladores aparece a las 11:30 para realizar la instalación, no exenta de sobresaltos sobre los que no me extenderé.

Y así estamos ahora.

He vuelto, putas.

Y VA A CORRER LA SANGRE.

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