A mí es que siempre me están enseñando trapos rojos, como a los Miuras.
Y, como mala bestia que soy, entro al quite sin mirar. A ver si no acabo doblando la cerviz y apuntillado.
Allá vamos. Agárrate los machos.
La portada da casi más miedo que el contenido. |
El resplandor es la historia de una familia en crisis que ha visto cómo su vida de mierda se hacía un poco más miserable por la querencia del padre hacia el alpiste líquido y sus problemillas de control de la ira. Han pasado de ser blancos de renta baja, pero con posibilidades, a casi homelesses. Jack Torrance estaba a punto de lograr una cátedra en el colegio privado donde daba clases cuando decidió que no era mala idea del todo sacarle la mierda a patadas a su alumno George Hatfield (y todo por una tontería: pilló a Georgie destripándole los cuatro neumáticos del coche con un machete de esos para matar elefantes, después de un pequeño desencuentro entre ambos en clase, ¡como si no hubiésemos hecho todos trastadas así, a su edad!). Lo único que Jack ha podido encontrar para seguir pagando las facturas, gracias a su pastoso amigo Al Shockley, es un empleo de temporada como vigilante invernal de un hotelazo tope de la gama donde jamás le permitirían alojarse. ¡Lúser! ¡Chusma! ¡Proletario!
Pero al menos Jack dejó de beber.
Por supuesto, el nuevo empleo de Jack tiene bicho, o esto no sería una novela. Muy lejos de simple retiro veraniego para cabrones ricos, el Overlook tiene una historia secreta de lo más jugosa. El hotel ha sido una inversión de la Mafia, follódromo para ricos y decadentes, escenario de suicidios y muertes violentas, cuartel general y, otra vez, picadero para ejecutivos de grandes corporaciones financieras, reposo de presidentes de los Estados Unidos y estrellas de Hollywood... ¡Si esas paredes hablasen...!
Ni aunque me pagaran dormiría aquí. |
Y Jack Torrance, un alcohólico en recuperación con problemas de autocontrol, pretende pasar el invierno con su familia en este paraíso. Un paraíso que quedará aislado del mundo, durante semanas, cuando empiece a nevar con ganas en Colorado. ¿Qué coño era lo peor que podía pasar?
La historia se le ocurrió al bueno de Steve tras una estancia en el Stanley Hotel de Colorado (échale un ojo, por si no tienes lugar para las vacaciones). Él y su esposa Tabita eran casi los únicos residentes. Cenaban en un comedor vacío. Arrancaban ecos en los pasillos con sus pasos. Disfrutaban de los ascensores en exclusiva. En algún momento de su visita, Stephen se paseó solo por el hotel y sus inmediaciones, trabó amistad con un camarero y el germen de una novela arraigó en su mente. ¿Qué pasaría si un matrimonio con problemas, una familia al borde de la ruptura, quedase aislada por la nieve en un hotel como el Stanley? En palabras de Steve, para el día en el cual dejaron el hotel, «I had the bones of the book firmly set in my mind.» Y con esos huesos, cualquier escritor medianamente decente habría compuesto una buena novela.
Pero El resplandor es una novela de Stephen King. Y por eso el protagonista absoluto de El resplandor no es tanto Jack Torrance como su hijo Danny, un crío extraordinariamente sensible a los fenómenos psíquicos (Carrie no estaba tan lejos en el tiempo) que identifica en el acto el hotel como una amenaza; un pozo negro de negatividad y maldad que, poco a poco, transformará a su padre en un monstruo, una marioneta enloquecida, violenta y asesina, a través de la cual el hotel, un ente que ha medrado alimentándose de todas las mierdas que sucedieron entre sus paredes, se hará con los poderes de Danny, a los cuales preferimos no saber qué cojones de uso se proponía darles, pero ninguno bueno, seguro.
Sin tele y sin cerveza Homer pierde la cabeza. |
La responsabilidad recayó en Stanley Kubrick, uno de nuestros directores cabrones preferidos. Stanley venía de darse una hostia en taquilla con Barry Lindon (31 millones de recaudación para un presupuesto de 11 millones. Vamos, lo que en el Hollywood de toda la vida, cuando no cuadruplicas ni quintuplicas tu inversión, se considera un fracaso) y sospechamos que buscaba un proyecto más comercial para reenganchar con las audiencias y, para qué engañarnos, con los productores, que en última instancia son los que ponen la pasta. Estamos hablando de Kubrick, el de La naranja mecánica, Lolita, 2001: una odisea del espacio, Atraco perfecto, Senderos de gloria... ¡Joder! ¡El (hasta entonces) mejor libro de Stephen King iba a ser convertido en una película por uno de los diez mejores directores de cine vivos! ¡Eso tenía que ser un peliculón, ¿no?!
Podría haberlo sido. Y, de hecho, lo es.
Pero Stanley no entendió El resplandor.
Ni por un momento.
Stanley en plan Jiménez del Oso. |
El resplandor es una novela escrita con el corazón. Con las tripas. Es un grito de socorro de Stephen King para Stephen King. Un «¡Tío, por este camino vas a acabar destruyendo a tu familia!».
Bien, yo no sé hasta dónde llegaba la sensibilidad de Kubrick acerca de los problemas de los adictos. Ni siquiera sé si Stanley tenía alguna adicción, aparte del ajedrez y de convertir en un infierno las vidas de sus actores. Lo que sí sé es que Stanley rodaba con la cabeza. Era un director frío y cerebral como pocos. Cada puto plano de todas sus películas está trazado con compás, escuadra y tiralíneas. Y El resplandor no iba a ser una excepción.
Una muestra. |
Stephen King en el pase de prensa de El resplandor. |
(Perdón, que me he colado. La imagen que quería poner era ésta:)
¡Ah! ¡Dios! ¡Qué mal rollo dan, joder! |
(Espacio para que el lector saque sus propias conclusiones a partir de lo que ya le hemos revelado acerca de la biografía del autor.)
«Kubrick just couldn't grasp the sheer inhuman evil of The Overlook Hotel. So he looked, instead, for evil in the characters and made the film into a domestic tragedy with only vaguely supernatural overtones... it never gets you by the throat and hangs on the way real horror should.»Lo que ya no sucede tan a menudo es que el escritor recupere los derechos para la pantalla de su novela y se curre su propia versión de la misma.
Y eso nos lleva a 1997 y a la miniserie para televisión de El resplandor.
Ésta misma. |
A lo mejor estamos poco informados y las rubias no están mal del todo. |
Luego lo explico. |
Cuando compites contra un puto clásico del cine por derecho propio, firmado por uno de esos talentosos hijos de puta de los que ya no quedan, más te vale tener algo nuevo que aportar. Joder, El resplandor de Kubrick es un condenado referente cultural. Ha sido copiada y clonada hasta la náusea. Se han creado toda clase de productos derivados, ha salido en Los Simpson, ¡se ha convertido en una ópera!
Explicado queda. |
En una cosa destaca la miniserie sobre el largo de Kubrick: se toma su tiempo para desarrollar a los personajes. Para Stanley, los personajes de sus películas son solo otro elemento más con el que trabajar. Iluminación, sonido, decorados, movimientos de cámara y, qué mierda que no podamos trabajar sin ellos, personajes. Kubrick parece suscribir aquello que le atribuyen a Hitchcock, que cuando tenía su escena montada e iluminada, la óptica de la cámara y los planos decididos y era hora de hacer entrar a los actores, dicen que decía: «¡que entre el ganado!»
Para un novelista, los personajes lo son todo. Sin personajes no hay drama. Sin drama no hay novela. Incluso el narrador en tercera persona es un personaje. Sin él, que nos comunica lo que ve con sus ojos, no es posible la historia. Kubrick, un maestro en narrar con imágenes, no parecía otorgar un especial valor a lo que sucedía en el interior de sus personajes. En vez de mostrarnos el progresivo deterioro mental de Jack Torrance, su coqueteo promiscuo con la oscuridad, fotografía a Nicholson gruñendo y haciendo muecas. Kubrick, que estoy por jurar no creía en la existencia de fuerzas sobrenaturales, descarta por ese mismo motivo toda la temática paranormal y nos retrata a un Jack Torrance al cual el aislamiento, el ocio y la frustración de su bloqueo creativo agigantan sus propias neuras hasta hacerle enloquecer; a un Danny que cae víctima de sus fantasías infantiles y su imaginación hiperactiva. Nada de un ente maligno llamado Overlook. Danny ve cosas porque todos los críos pequeños tienen problemas para diferenciar realidad y ficción. Toda la charla de Halloran en el coche y toda esa mierda del «resplandor» son soplapolleces de un viejo gagá. Jack iba a chalarse sí o sí y sucedió en un hotel de las Rocosas como podría haber sucedido en cualquier otra parte.
Y precisa, y paradójicamente, uno de los problemas de Stephen King's The Shining es que se toma su tiempo para desarrollar a los personajes. Mucho tiempo. Demasiado tiempo. Su mayor virtud es su error más infame. Cuando escribió el guión de la miniserie, Stephen evidentemente no tuvo en cuenta que los ritmos de una novela y los de una película son radicalmente distintos. La miniserie de 1997 es lenta hasta decir basta. Infuriatingly slow (traducción: aburrida de testículos). Los diálogos son eternos porque King usa a los personajes para proporcionarnos el trasfondo que, en su libro, obtendríamos de los párrafos expositivos. Y ésa es precisamente la peor forma de usar los diálogos en una película. Un escritor solo tiene palabras. Un guionista y un director de cine tienen palabras, imágenes, ritmo, sonido, música y efectos de cámara, y deben elegir el mejor instrumento para transmitir la información que nos quieren hacer llegar. Lo cual a veces exige traducir esa información a la gramática específica del instrumento empleado, o simplemente renunciar a ella. «Una pálida mañana de invierno» es una frase que todos podemos comprender. Ahora bien, ¿cómo filmarías eso? ¿Cómo le mostrarías a tus espectadores una pálida mañana de invierno? ¿Cómo te asegurarías de que son muy conscientes de estar viendo una pálida mañana de invierno y no una ofuscada tarde de verano?
Pregunta retórica. |
Fin.
¡Oh! ¡Es él! |
¡Pero que MUCHOS porros! |
¿Y qué? ¿Qué ganamos con eso, si el pobre de Steve Weber, destetado en culebrones de todo a cien, es incapaz de sacar adelante su papel con un mínimo de dignidad?
Esta versión de El resplandor se centra en los personajes, que son una de las carencias de la versión de Kubrick.
¿Qué ganamos con eso, si el chiquitín de Courtland Mead está demasiado verde para que nos creamos su Danny Torrance? ¿De qué sirve que King se centre en sus personajes si es para obligarnos a ver cómo los tortura con saña, en esa secuencia final entre Wendy y Jack, que literalmente se curten a hostias; patadas en los huevos, mazazos en el cráneo y amputaciones incluidas? ¿Quién quiere ver a Rebecca de Mornay convertida en un guiñapo sanguinolento después de haberla visto desvirgar a Tom Cruise (hojas al viento al fondo)? Con toda su violencia explícita, esa misma escena es mucho menos sádica en la novela. Más compasiva. Respetuosa, me atrevería a decir.
¡Poooooolvooooo! ¡Uh! |
Analmente dolorosas. El crítico Tom Shales, del Washington Post, enlazado arriba, la calificó de «basura reciclada». Y es casi lo mejor que se puede decir de ella.
Que sí. |
Es indudable que nadie entiende mejor El resplandor que Stephen King. Pero su versión para la pequeña pantalla es un espanto. Porque lo que Steve sabe hacer es escribir libros, no rodar películas, y lo que todos sus lectores queremos es que escriba muchos, muchos más.
Y ésa es, a grandes rasgos, la razón por la cual no debería permitirse a un novelista adaptar al cine su propia obra.
Porque me pareció que este desafío era una estupenda oportunidad para mostrar, mediante un ejemplo, cómo construye la ficción un novelista. Mira si no el pedazo artículo sobre El resplandor que me acabo de currar. ¿A que parece que sé de lo que hablo? ¿Verdad que en ningún momento te dio la sospecha de que no me había visto entera la miniserie? Pues ésta es la misma habilidad de la que se sirvió Kim Stanley Robinson cuando ambientó tres maravillosas novelas en Marte sin que ningún hombre haya puesto jamás los pies allí; a Jonathan Swift cuando describió con detalle la imaginaria Laputa y a otros tantos autores que lograron hacerte creíbles sus mundos de fantasía.
Y lo fácil que es escribir una crítica de un producto que, en realidad, no conoces o solo has sobrevolado.
Sin tele y sin cerveza... bueno. Ya sabéis el resto. |
Porque, al fin y al cabo, empezando por el impostado pseudónimo del que aquí firma, Paratroopersdon'tdie está construida en torno a la ficción, que es lo mismo que decir la mentira entretenida.
Me han entrado de ganas de volver a verla. Y eso que no trago a Tom Cruise. |
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