Todos los años, desde hace ya ni se sabe, termino todas mis lecturas a tiempo para tener libres las últimas semanas del año. Si un libro se me está haciendo corto, lo apuro. Si se me está haciendo largo, lo apuro todavía más. El propósito final es llegar a fin de año sin «cuentas pendientes» como lector, con todos mis libros dignamente terminados.
(Bueno, eso y alimentar las sospechas de un muy buen querido amigo mío de que, en realidad no duermo, o que me invento todas esas obras de las que le voy dando cuenta en nuestra correspondencia.)
(Que sigo sin explicarme qué cojones tienen los profesores universitarios en la cabeza, porque para una mierdecilla de asignatura optativa de cuatro créditos no te daban menos de tres folios de bibliografía básica, escritos por ambas caras.)Perdón, he dicho «el último» y debería haber dicho «el penúltimo».
Porque la principal razón de terminar todas mis lecturas antes de fin de año es que me gusta terminar el año leyendo uno de mis libros favoritos y empezar el año de la misma manera, así pues me las alegro para empezar, las últimas o la última semana del año, (depende de la extensión de la obra) una novela que me dure, al menos, hasta los primeros días del año siguiente, porque la vida no deja de ser una mierda llena de desengaños, y encima al final te mueres (¡espóiler!), y ésta es una de las formas que elijo para sobrellevarlo.
Y escoger ese libro no es tarea fácil. La lista de mis favoritos es...
Joder.
Dejémoslo en que es grande.
No, perdón, quiero decir GRANDE.
Más incluso. |
(Ya sé que no lo parece, porque ya es raro que en Paratroopers hable de un libro para otra cosa que no sea ponerlo a parir, pero sí, he leído muchos más libros que me han gustado que los que no me gustaron. Ingentes cantidades más.)
Y no, lo de regalarme un libro ya leído no es para recargar mis depósitos de veneno. Por ejemplo: ese libro-pasaporte ha sido, varias veces en los últimos años, El señor de los anillos, de Tolkien, y no, no tengo nada absolutamente malo que decir de la trilogía de Peter Jackson (de su adaptación de El hobbit ya sería otro cantar, pero ciertamente Peter se lo buscó él solito) más allá de que no era la película que me esperaba ni la que yo habría rodado (de tener puta idea de cómo se hace una película).
(Ahora es cuando debería confesar que la trilogía de Jackson, con todos sus defectos, que los tiene, ha sido durante años la obra cinematográfica con la cual he despedido el año viejo y recibido el año nuevo, pero eso abriría toda una derivada de la que tal vez no proceda hablar aquí.)
(Por eso insisto tanto con El señor de los anillos, que está en cualquier lista de mis libros favoritos, sea cual sea la extensión de esa lista.)
Pero a veces me sale el tiro por la culata.
Y de qué manera. |
¿No os recuerda a nadie? |
¡Ajá! ¡Guillermo del Toro, te hemos pillado! |
Buena pregunta. |
(Pero eso no explicaría por qué me siguen gustando tanto El Hobbit como El señor de los anillos.)Así que tal vez también releo cada fin de año un libro ya conocido para aprender algo más acerca de mí mismo.
Espero no tener el mismo problema este año.
Porque el libro que he escogido para acompañarme en mi viaje de 2017 entre el ayer y el mañana es éste:
(Os mantendré informados de mis hallazgos al respecto.)Y ahora permitidme que haga un discreto mutis Homer-style hasta el año que viene. O casi. Me espera mi almirante favorita de la Armada Manticoriana.
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