domingo, 9 de abril de 2017

Ghost in the Scarlett

Mira que tengo artículos pendientes de un último repaso antes de publicación, pero no hay manera de ponerme con ellos, porque la actualidad se impone y exige preferencia.

Y de qué manera, paisano.

Masamune, aparta de mí este cáliz.


Está visto que me voy a labrar una bien merecida fama de cascarrabias, gruñón y malahostia.

Y no es justo.

Juro por Dios que no soy tan cabrón como parezco.

Pero empiezo a sospechar que Hollywood me prefiere así.

Mira que insistimos sobre este tema. Mira que nos repetimos, que ya parecemos una bitácora de repetición. Pues nada. Que no hay manera. Tiempo perdido. Por más sencillo de explicar que sea un conceto, nunca te faltará un sietemesino incapaz de comprenderlo.


¿Era realmente necesario?
Y algunos de esos sietemesinos resulta que hacen películas.

Acaban de estrenar la película en imagen real de The Ghost in the Shell.
(Sí. Yo me hice la misma pregunta: «¡Pero ¿qué coño...?!»)

Bueno, eso es lo que dicen.
Ñarf, ñarf.


Para los que no conozcáis el producto original ahí van unas pequeñas coordenadas: Ghost in the Shell relata los casos de la Sección Nueve de la Oficina de Seguridad Pública, una unidad de élite especializada en investigar delitos cibernéticos. La acción transcurre en un futuro hipotético, donde la comunión entre humanidad y tecnología ha producido personas dotadas de miembros artificiales y cerebros «aumentados» con componentes informáticos que les permiten, entre otras muchas cosas, conectarse a Internet y que, también, les hacen vulnerables a virus informáticos y al pirateo de sus recuerdos e incluso de sus mentes. La mayor Motoko Kusanagi, una experta en seguridad informática y veterana de guerra, dotada de uno de estos cerebros aumentados y de cuerpo prostético completo, dirige a la Sección Nueve en su cotidiana labor de perseguir precisamente este tipo de crímenes.

La Sección Nueve lista para dar por saco.
Ghost in the Shell aborda temas de una carga filosófica abrumadora. En un mundo en que las personas son cada vez más máquina que hombre, en el que el silicio va desplazando al carbono y los cerebros se asemejan cada día más a ordenadores ¿cómo preservar la naturaleza humana? La mayor Kusanagi, un cerebro insertado en un cuerpo artificial, ¿es una mujer o una máquina? ¿Qué nos hace humanos? En el momento en que la inteligencia de los ordenadores y los robots puede equipararse a la de sus creadores ¿podremos seguir considerándolos meras herramientas? ¿Cómo preservar nuestra identidad si nuestros recuerdos pueden ser «pirateados» y reemplazados por otros nuevos, si un hacker puede hacernos cometer un crimen en su nombre e independientemente de nuestra voluntad, si cualquiera puede comprar un rostro cibernético, producido en serie, exactamente igual al nuestro? ¿Una computadora capaz de razonar y sentir es sólo una computadora?

Todas esas preguntas están presentes en el manga, en las dos primeras películas de animación inspiradas en él (la maravillosa Ghost in the Shell de 1995 y Ghost in the Shell: Innocence de 2004, que, lo creais o no, fue seleccionada para el festival internacional de cine de Cannes) y en todos los demás productos derivados (dos series de televisión, varias series de vídeo, videojuegos...).


Pincha y lee el texto entre palmas, si eres valiente.
Así que el mapa de carreteras estaba bien claro, ¿verdad? Sólo había que seguirlo. Haría falta ser muy cenutrio para rodar una películade Ghost in the Shell con actores de carne y hueso y no saber qué coño hacer con ella.

Aparentemente no.

Todos esos grandes temas existenciales no es que hayan sido mal presentados en Ghost in the Shell (película de imagen real. En adelante, y para no liarnos, nos referiremos a ella como Scarlett in the Shell), es que ni están ni se les espera. La Sección Nueve es una caricatura, sus componentes simples comparsas sin carisma, ni protagonismo, ni diálogo en la mayoría de los casos. Ishikawa, Saito, Borma, Togusa... Meros figurantes. ¡Hasta Togusa! ¡Togusa, con el juego que da al ser el único humano completo de la Sección Nueve! Aramaki, el jefe de la Sección, ese viejo cabrón politicastro, resabiado y maquiavélico, no es más que Takeshi Kitano haciendo de un Takeshi Kitano que ha cobrado su cheque aunque no le pareció lo bastante grande para aprenderse dos putas frases en inglés fonético (sí, amigo lector: en Scarlett in the Shell, todos los actores hablan inglés menos Takeshi Kitano, que habla japonés... y sin embargo sus hombres no tienen problemas en entenderle ni en hacerse entender por él. ¡Con un par!).

Y además la mayor Kusanagi no se llama mayor Kusanagi y  tiene la cara y el minicuerpo (1,6 metros de puntillas y con zancos) de Scarlett Johannson.

Scarlett Johannson.

Repito: Scarlett Johannson.

A ver ¿a qué heterosexual o lesbiana con buen gusto no se la pone gorda Scarlett Johannson?

Hostia, pero de ahí a que Scarlett Johannson sea una acriz media un mundo.

Un mundo del tamaño de Júpiter.


Scarlett Johannson llorando.
Scarlett Johannson tiene exactamente dos registros dramáticos: cara de bóvido viendo pasar un tren y cara de bóvido viendo pasar un tranvía. No sé si era la mejor elección para el papel de la mayor Kusanagi. De hecho, hubo una bronca descomunal entre los fans porque no se hubiese escogido a una artista asiática, o al menos con los ojos rasgados. ¡Como si no hubiese dónde escoger! Los productores saldaron las protestas recordándoles que, en un mundo de cuerpos artificiales, nada impedía a la mayor Kusanagi hacerse con un rostro prostético occidental y que en ningún momento se dice en el manga que Kusanagi tenga rasgos japoneses.

Pero es una excusa falsa. Una mera cortina de humo.

Porque lo peor de Scarlett in the Shell no es la actuación de la Johannson. Es la película en sí misma.
Scarlett Johannson riéndose.
Scarlett in the Shell no hay por donde cogerla.

No

hay

por

dónde

cogerla.
Scarlett Johannson dormida.
El director se limitó a elegir un puñado de escenas que los lectores de los cómics y los fans de las películas de animación pudiésemos reconocer (el asalto en caída libre desde la azotea de un edificio, la persecución del tipo invisible a través del mercado, el desigual duelo de Kusanagi con el tanque-araña...) y los soltó uno tras otro, bum, bum, bum, toma verga, perra, sabes que te gusta.

Y eso es todo.
Scarlett Johannson cagando.
No he sido capaz de reconocer a la mayor Kusanagi en el personaje que interpreta Scarlett Johannson. No he sido capaz de reconocer a Batou en el personaje de Pilou Asbæk. No he reconocido a Aramaki. No he reconocido a Togusa. No he reconocido a la Sección Nueve. No he reconocido el argumento. No he reconocido... nada.

Dreamworks me jura que yo fui al cine a ver Ghost in the Shell.

Es mentira.

Y a estas alturas de mi vida me jode un montón que me mientan.

Scarlett Johannson demostrando el principio de Arquímedes.
Me jode un montón.
Scarlett Johannson comprando droja.
¿Qué es la identidad?, pregunta Ghost in the Shell.

Me la bufa, responde Ghost in the Scarlett.


Scarlett Johannson planeando un asesinato.
¿Puede una máquina tener alma?, pregunta Ghost in the Shell.

¿Lo cualo?, responde Ghost in the Scarlett.

Scarlett Johannson respondiendo a tu solicitud de amistad.
¿Es ético que una fuerza de policía detente el poder casi omnímodo que disfruta la Sección Nueve?, pregunta Ghost in the Shell.

Pues mira, responde Ghost in the Scarlett, nunca me he parado a pensarlo.

Scarlett Johannson incendiando el polígano, Neng.
¿Cuáles deben ser los límites de la tecnología? Es más, ¿debe ponerse límites a la tecnología?, pregunta Ghost in the Shell.

Tío, ¿has visto pedazo perolas tiene la Johannson?, responde Ghost in the Scarlett.

Scarlett Johannson resolviendo el Teorema de Fermat.
Si una máquina fuese capaz de sentir, se pregunta Ghost in the Shell, ¿no la convertiría eso en humana? ¿No deberíamos concederle los mismos derechos de los que nos hemos dotado nosotros mismos?

En serio, responde Ghost in the Scarlett, ayer me hice como ciento sesenta y ocho gallardas mirando fotos del escote de Scarlett. Después de la quinta ya sólo me salía agüilla y a partir de la octava empecé a desmayarme. Acabé en urgencias conectado a un marcapasos y a un gotero de suero salino, pero valió la pena.

Scarlett Johannson matando a César.
¿Y si, en el fondo, los seres humanos no somos más que artefactos de carne y sangre programados por la evolución?, se pregunta Ghost in the Shell. ¿No somos tan diferentes a los robots o nosotros, como ellos, también fuimos creados y, en algún momento, desarrollamos un alma dentro de esta máquina?
  Y esos morritos, contesta Ghost in the Scarlett. ¡Joder, esos morritos! Esas fresas maduras y húmedas. Te juro que metía la polla entre ellos y no la sacaba más.
Scarlett Johannson... ¿gaseando judíos? ¿En serio?
Así, sin esforzarme demasiado, se me ocurren tres posibles respuestas a la pregunta de por qué Ghost in the Scarlett se parece tan poco a Ghost in the Shell.

Una: el binomio guionista-director no leyó Ghost in the shell.
(Aunque deberíamos decir «tetranomio». Que una película tenga tres guionistas acreditados no suele ser buena señal y Ghost in the Scarlett es buena prueba de ello.
Dos: el binomio guionista-director leyó Ghost in the Shell... en el original japonés, y no entendieron un carallo.

Tres: el binomio... etcétera leyó Ghost in the Shell en cristiano y lo entendieron muy bien, pero odian a muerte a Masamune Shirow y Ghost in the Scarlett es su venganza.

La mayor Kusanagi y sus kusanadas.
Imaginemos la siguiente conversación entre un productor de cine y un director:
«Joven, hay una cosa que no entiendo de su película.»
«¿Qué hay que entender? Es una space-opera en la que el héroe tiene que reunir los once ñordos de platino para poner en marcha la Máquina del Juicio Final, situada en la Galaxia Pichordia, y detener a los malvados mojoñecs, garrapatas gigantes cibernéticas mutantes nacidas en un agujero negro supermasivo que...»
«El título. Lo que no entiendo es el título.»
«¿Hamlet
«Mismamente.»
«¿Qué hay que entender? Hamlet. Es Hamlet.»
«¿Hamlet Hamlet? ¿De los Hamlet de toda la vida?»
«Ése mismo.»

«¿El Hamlet de Dinamarca? ¿Ese Hamlet sobre el que escribió Shakespeare?»
«Precisamente. Mi película es una adaptación a la gran pantalla del Hamlet de Shakespeare.»
«...»
«...»
«Oiga... tengo otra pregunta.»
«Dígame.»
«Le ruego que no se ofenda, pero... ¿es usted gilipollas?»
¿Ves por dónde quiero conducirte, querido lector?

El productor dándole su opinión al director sobre su Hamlet del espacio exterior.
Primera ley de la tontodinámica: los tontos no se crean ni se destruyen. Muy al contrario; se multiplican.
Scarlett Joh... ¿Eh?
Los aficionados a los cómics estamos acostumbrados a que Hollywood nos rompa el corazón: Linterna verde, Daredevil, Elektra, X-Men: Apocalipsis, La liga de los hombres extraordinarios, todas las de Los cuatro fantásticos (la de la menos agraciada de las hermanas Mara y las dos de Jessica tu boca despierta en mí pensamientos retorcidos de una lujuria atávica), Watchmen, Constantine, V de Vendetta, Dick Tracy, From Hell, Priest, Alien versus Predator, Spawn, Ghost Rider (Nicky, jubílate de una puta vez, tío)... La lista no tiene horizonte visible.

Pero sigue sin gustarnos.
No nos lo tengas en cuenta, pero nos pone muchísimo más tu hermana.
Hasta en plan vintage, oyes.
Afrontémoslo: Scarlett Johannson no era la mejor actriz para el papel. Esta mujer ya había profanado otra obra de ciencia ficción convirtiendo a la atormentada y cada vez más humana Isserley, la extraterrestre protagonista de Bajo la piel, basada en la novela homónima de Michel Faber, en una fría muñeca sin alma.

(Aunque nos enseñó las peracas y lo que no son las peracas, eso sí.)

(Incomprensiblemente, el morboso desnudo full frontal de Scarlett no fue suficiente para que ningún, repito y reputo, ningún distribuidor español trajese esta película a nuestros cines.)
Pero el problema de Ghost in the Scarlett no es la Johannson, es que toda la puta peli está mal desde el minuto uno de metraje. Punto. ¿Para qué nos ofrecen una historia original (la búsqueda de la mayor Kusanagi, que no se llama Kusanagi sino Myra Nosecuantos, de su pasado y su verdadera identidad) si el único propósito del argumento es apuntalar las tres, cuatro escenas clásicas de Ghost in the Shell, metidas con vaselina y calzador dentro de una película que no tiene nada que ver con Ghost in the Shell?

Cada vez que veía uno de estos planos no podía evitar acordarme de Terele Pávez saltando a lo Matrix en La Comunidad, y esto es lo más piadoso que puedo decir de Ghost in the Scarlett: es un homenaje a Ghost in the Shell.

Pero un homenaje de pésimo gusto. Como hacerle un homenaje al Che Guevara fusilando a unos cuantos comunistas.

Si no has pillado el conceto, ¿para qué coño te empeñas en cargarte la obra original, desalmado? ¿No tienes nada mejor que hacer, como matarte a pajas con fotos del entreteto Johannsiano?

¡Dale! ¡Hasta que te salgan chispas del pito!
Dios bendito, que esta gentuza sigue empeñada en hacer la peli de imagen real de Akira.

¡Que quieren rodar Alita, por los cojones de San Pitopato!

¿Es que nadie va a impedirlo?

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Actualización

6.VIII.2017

No estoy solo