lunes, 20 de febrero de 2017

El conceto es el conceto

Tengo una terrible sospecha.

Creo que soy un Darnai.

Al menos un poco. 

La definición de Darnai es, parafraseando al demiurgo del término, el que se toma demasiado en serio las películas que a cualquier cristiano con dos dedos de frente le harían descipotarse de risa: o sea toda la llamada filmografía de género fantástico, las pelis de terror, ciencia-ficción y, sí, cómo no, las de superhéroes.

Creo que al menos en parte esa definición se me aplica a mí.

Y la culpa la tiene... bueno... es lógico, El caballero oscuro.

Partamos de la base de que coger a un ser humano adulto con el número correcto de cromosomas (es un suponer) y embutirlo en un traje de colorines es la forma más rápida de obtener un fantoche.

He aquí la dolorosa evidencia:

 

(Google está petado de cromos como éste, pero en consideración a tu salud mental, querido lector, te ahorraremos la amarga experiencia de poner los enlaces) 

Hay que estar hecho de una pasta muy, pero que muy especial, para vestirte de superhéroe y no parecer un oligofrénico.

Por eso, entiendo yo, fracasó Supermán Returns. Porque, aunque hizo una recreación grandiosa de Clark Kent, Brandon Routh no logró convencerme de que era el último hijo de Kryptón. Cada vez que aparecía en pantalla llevando la capa roja y el pijama azul yo sólo veía... bueno, a un soplapollas con una capa roja, un esquijama azul y los gayumbos por fuera.

Señor disfrazado.
En la pantalla de cine en la que proyectaban Superman Returns nunca vi al personaje. Vi a un cosplayer. A un pringado disfrazado de Supermán. ¡Qué diferencia con la actuación del fallecido Christopher Reeve en la trilogía canónica! (E incluso en ese nefasto aborto titulado Supermán IV.)
Supermán.
Brandon Routh no logró convencerme de que era El Hombre de Acero, quizá porque ni él mismo se lo creía, y creo que Superman Returns fracasó en buena medida porque mucha de la gente que fue a verla tuvo esa misma sensación.
(Bueno, por eso y porque el guión era vomitivo y las interpretaciones de los actores una lavativa de ácido sulfúrico con chinchetas.)
Hay cosas que, pura y simplemente, el cine no soporta. Por ejemplo, podemos tolerar, apreciar e incluso empalmarnos con esta Júbilo (lo último rogándole a todos los dioses que la modelo sea mayor de edad):

Ñam, ñam.
Ninguna queja. Ésa colorida vestimenta ácida es un rasgo característico del personaje y, en una adolescente, o que se supone adolescente buscando reafirmar su identidad, no resulta para nada cantosa. Pero si me sueltan un Lobezno como éste:

 

yo, pura y simplemente, me descarallo entre la risa y la vergüenza ajena.

No le arriendo la ganancia a ningún director de cine cuando le proponen hacer una de superhéroes. El nudo gordiano a cortar es acojonante. Si logras dar con el actor que pueda enfundarse el uniforme sin provocar en el espectador un acceso agudo de ascopena, y eso ya es lo bastante difícil, ¿cómo coño justificas que tu protagonista se vista de fantoche? Ponerse una máscara para proteger su identidad secreta tiene cierto sentido y ya lo hacían El Zorro y el Llanero Solitario en sus tiempos pero ¿y el resto de la equipación? ¿Qué es, para ir conjuntado?


No, no tiene una habitación roja. Es un justiciero.
Cuando me enteré de que estaban planeando hacer una película de La patrulla X se me hizo un nudo en el estómago. No creía que fuese posible trasladar uno de mis cómics preferidos a un largometraje de imagen real. Hay cosas que, pura y simplemente, funcionan en un tebeo pero no funcionan en una pantalla de cine (y por eso la película de Watchmen estaba condenada a ser un fracaso y no defraudó las espectativas). Las reglas de la gramática del cómic podrían no ser traducibles a un largometraje.

Cuando supe que la cosa iba en serio y ya habían comenzado a rodar, el nudo descendió hasta mi cólon. Comencé a tener pesadillas con una banda de sietemesinos vestidos por Ágata Ruíz de la Prada o salidos del peor subidón de ácido de tu vida. Las primeras imágenes, los primeros teasers de la película, me tranquilizaron al menos sobre el tema del vestuario: Brian Singer había vestido a sus X Men como si fuesen motarras, no freaks mierdecillas destinados a la virginidad perpetua. Pero seguía habiendo como un millón de cosas que podían salir mal.


Es innegable que con el negro nunca te equivocas.
Cuando me senté en la butaca del cine para ver la película, lo que llevaba anudados eran los cojones. Con un as de guía. 

Resulta difícil de explicar si nunca has leído cómics o si los primeros cómics de La patrulla X que cayeron en tus manos, a edad muy temprana, no fueron los de la saga de Fénix Oscura (para mí, la mejor de todas las historias de mis mutantes favoritos). No sé con qué compararlo. Imagínate haber crecido con Harry Potter y que un día te encuentres a Hermione en un after y que te haga mismamente tal que así:

«Ya tengo edad pa' ordeñarte y lo sabes. Prepara el carallo.»
Y ni siquiera esta analogía se aproxima al terror atávico que experimenté durante toda la proyección de X-Men: la película. Baste decir que, a la salida del cine, exclamé, para pasmo de los transeúntes que me rodeaban: «¡Gracias, Jack Kirby mío, por no permitir que la cagasen», añadiendo a continuación «¿De qué cojones iba la peli?»
(Sin coñas. Tuve que ir a verla otro día para enterarme de la historia. La posibilidad de que Brian Singer hubiese desfigurado a mi equipo de mutantes favorito me mantuvo ciego de espanto durante el primer pase.)
Oh, sí, hubo un montón de gente que arremetió contra X-Men: La película. Los típicos tocapelotas. Que si Tormenta era demasiado baja, que si Lobezno era demasiado alto, que si Fénix era demasiado vieja, que si Cíclope era demasiado guapo, que si el Profesor X era demasiado calvo, bla, bla, bla... Chuminadas. La peli capta perfectamente la esencia de los cómics y el alma de los personajes. Está hecha con amor y buen sentido. Y se nota.

La primera vez que un cómic me dejó hecho mierda.
Cuando me enteré de que estaban preparando una nueva película de Batman, me lo hice todo encima. Y digo todo.

No creo que se me pueda echar en cara. En fin...

¡Puta droga!
Tardé dos semanas en recuperar el uso de las piernas después de padecer la tortura de Batman Forever. No deja de sorprenderme que haya gente misteriosamente dispuesta a defender tamaña aberración.

El coche era una puta chulada, eso sí.
Y ni siquiera era la peor peli de Batsy que se había perpetrado filmado. Ya sé que puede parecer imposible follar filmar una mierda mayor, pero el mismo responsable del bodrio arriba citado, muy lejos de reconocer su absoluta ignorancia acerca del personaje, el universo que habita o los cómics en general, tuvo los cojonazos de violar rodar otra cinta aún más infecta, lisérgica y desequilibrada que, por el bien de nuestra alma, escogimos no ver. Nunca. (Pero acabamos haciéndolo, por accidente, cierto infausto sábado de galbana paralizante en el sofá del salón, con el mando a distancia fuera de nuestro alcance, o sea, haciendo justicia a su nombre.)


George Clooney sigue pidiendo perdón por este atentado.

Una vez más, el buga era lo único que se salvaba de la quema.

¿De verdad es tan difícil filmar una buena peli de Batman? Tim Burton lo hizo muy bien la primera vez:

El evangelio cinematográfico del Caballero Oscuro.
Y razonablemente bien la segunda (a despecho, entre otras cosas, de algunos diálogos surrealistas):

A Michelle Pfeiffer le habríamos comido lo que nos pidiese.
Admito que Tim tenía el listón considerablemente bajo. A fin y al cabo, su referente directo de un Batman de carne y hueso era... Joder... ¡Tapáos los ojos!

¡Santos michelines, Batman!
(Pero, claro, cuando no hay presupuesto ni para ponerle un par de guatas a las putas orejas de esa capucha, tampoco vamos a ser demasiado exigentes.)
De verdad, no me explico cómo un director tan solvente como esa adorable locaza de Joel Schumacher (en serio: pierde más aceite que mi Seat Toledo) pudo cagarla de semejante manera con sus dos pelis de Batman. Cogió una franquicia millonaria, le puso más neones que un bar de carretera, de esos con puticlub incluido, y un guión que parece el fruto de mojar muchos porros en Coca-Cola. Reventó a la gallina de los huevos de oro. Y eso que tenía el camino allanado. ¡Tim Burton sí que las había pasado putas! La producción del Batman de 1989 tuvo que ir contra corriente incluso desde mucho antes de estrenarse: los fans del cómic bombardearon las oficinas de Warner Bros, y al mismísimo Bob Kane, con cartas de protesta (más de cincuenta mil, según algunas versiones de la historia) por la elección del reparto («¿El payaso del Bitelchús va a hacer de Batman? ¿Es una puta broma?»), Adam West se declaró ofendido de que no se le hubiese ofrecido a él el papel (aunque en 1989 ya sumaba sesenta tacos de calendario y, para qué negarlo, además siempre nos ha dado mucho ascazo) y mil tribulaciones más.

Y entonces llega el día del estreno, empieza la peli...


Al llegar aquí ya nos pusimos palotes.
Nos agarramos a la butaca, con los ojos como platos...

En este plano nos corrimos vivos.
Aguantamos la respiración hasta empezar a verlo todo verde...

Y esto fue casi más de lo que merece un simple mortal.
Y, durante dos horas, volvemos a tener diez años. ¡La peli perfecta de Batman, hasta entonces, hecha por un tío que presume de no haber leído un cómic en su puta vida!
(En Batman vuelve el estudio le dio mucha más correa a Tim Burton y se nota.)

(Se nota demasiado. ¿Soy el único al que le chirría lo de «volar hasta el cielo sus zonas erógenas», por no mencionar otros diálogos absurdos de esta peli?)

(Bueno, la verdad es que no importa un huevo, porque la mejor película que he visto de Batman viene en tres partes y acaba con ésta joya.)

(¿Que por qué un puto videojuego es la mejor peli de Batman que ha visto jamás?)

(Porque, en él, el Joker tiene la mejor voz que ha tenido ni tendrá jamás y porque, jugando a ese videojuego, yo soy Batman.)

Joel Schumacher la había cagado tanto, pero tantísimo, que tuvieron que pasar ocho años antes de que nadie le echase un par e intentara hacer otra peli de Batman. Ocho años. 

¡Santos lustros, Batman!
Batman Begins, dirigida por Christopher Nolan, es una película de orígenes con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva, pero no hay duda de que le devolvió al personaje la dignidad perdida a manos del infausto Schumacher (insisto: como persona es un encanto y como director es la caña, pero pura y simplemente los superhéroes no son para él, de la misma manera que no veo a Francis Ford Coppola rodando una peli porno). Nolan prescinde, quizá demasiado alegremente (pero es mejor hacerlo así, si no te sientes cómodo con esa temática, que meterla con calzador y que quede como el puto culo), de todo el trasfondo fantástico de los cómics de Batman, así que olvidaos de la pelirroja (ñam, ñam) de piel verde con el poder de controlar a las plantas y agilipollar a los heterosexuales, del caralodo que cambia de forma, de Man-Bat (no es coña), de la maga más sexy ever y de toda la farfolla sobrenatural; y no, Ra's al ghul no es un tipo casi inmortal que de vez en cuando se mete en una charca milagrosa y resurge rejuvenecido, sino un vigilante ávido de venganza, más taimado que un jesuíta y con la mala hostia que sólo puede tener un Liam Neeson con perilla.


Con esa facha, tardé tres segundos en adivinar que era el maloso de la peli.
La peli me encantó. No es sólo porque cualquier cosa sería buena después de las dos cagadas Joelschumacherianas, sino porque captaba el alma del cómic, lo ponía en un entorno casi creíble (al parecer, la obsesión del director, visto su empeño por borrar todo lo que oliese a superpoderes y majaderías psíquicas), tan bien dibujado que salías del cine convencido de que era cuestión de tiempo que algún multimillonario traumatizado por el crímen se pusiese el manto del Caballero Oscuro.

Algún día mi sótano se parecerá a éste.

Batman Begins me apasionó.

Por eso empecé a cagarme encima cuando supe que iban a rodar una segunda parte.

Con el Joker.
(San Bill Finger, ten piedad de nosotros)

Conocerle es amarle.
Repito: el Joker.
(Beato Bob Kane, perdona nuestros pecados)

Nunca he tenido tan buen aspecto.
¡Y Dos Caras!
(Diarrea habemus)

¡Dos caras, nada menos! ¡Después de... en fin...!


Idea para un supervillano: kilos de plastilina Jovi.
(Admitámoslo: para un fan de Batman, de los superhéroes, del cine o la vida en general, estas noticias no podían dejar de ser preocupantes, después de haber visto al Tommy Lee Jones más pasado de vueltas de toda su carrera.)

Y el Joker iba a ser Heath Ledger, el insufrible niño bonito de todas esas comedias románticas para adolescentes con amplias tragaderas.


Era tan guapo que apetecía darle una mano de hostias.
¡Gran Scott! Olía a desastre desde el minuto uno.

Pero no.

 

The Dark Knight es, sin ningún género de dudas, la mejor película de Batman hasta la fecha.

Y no lo es porque Heath Ledger, contra todos mis temores, diese vida al Joker más siniestro, acojonante y temible de la historia del cine, preparándose con tal empeño el papel que llegó a poner en riesgo su propia cordura.

Que lo hizo.


Que sepas que te debo una disculpa, tío.

No lo es porque Aaron Eckhart lograse arrugarnos el escroto con su bipolarizado Harvey Dent.

Que lo hizo.

Te dije que no te reventases esa espinilla.

No lo es porque Christian Bale se matase vivo para encarnar a Batman por segunda vez.

Que no lo hizo. Se limitó a aparecer en plano y recoger su cheque. Años más tarde confesó que se avergüenza de su interpretación; que, comparado con el compromiso adquirido por Heath Ledger con su personaje, él da la impresión de estar deseando que la peli se acabe de una puta vez.

«¿Aquí cuándo se cobra?»
(Podría haber sido peor. Bale lleva el manto del Caballero Oscuro con cierta dignidad. Cillian Murphy, que estuvo considerado para el papel y llegó a hacer pruebas de vestuario y cámara, parecía Monchito con orejas de vulcaniano.)
«¡Yo soy Batman
Ni lo es porque Maggie Gyllenhaal estuviese muchísimo más buena que la pavisosa de Katie Holmes.


No se casó con Tom Cruise y la amamos por eso.
Que no lo está, pero al menos no nos daba tantas ganas de escupirle en un ojo.


Se casó con Tom Cruise. Caso cerrado, Señoría.
Una vez resuelta en Batman Begins la papeleta de presentar los orígenes del personaje y sus titubeantes primeros pasos, Christopher Nolan nos muestra ya a un Batman en plena cruzada, azote del crímen organizado, Némesis de narcotraficantes, pesadilla de raterillos y revientapisos, campeón de la justicia más expeditiva.

The Dark Knight es la película perfecta de Batman porque va directa a la médula del personaje. 

The Dark Knight es perfecta porque es un thriller policial respetuoso con casi todas las convenciones del género. No le faltan el detective, el delincuente, el interés romántico del detective, el señor del crímen organizado, el policía corrupto...

Entre estos dos saltaban chispas de pura indiferencia.
Resulta fácil olvidarlo por sus pintas de carnaval y toda la cacharrería high-tech que usa, pero Batman es un detective. Te lo concedo: un detective que se viste de rata voladora y frecuenta la compañía de tipos tan desequilibrados como él, vale, pero detective a fin y al cabo.

Jooodeeer, ¡yo quiero uno!
Si el uniforme de Sherlock Holmes son la gorra de cazador y la pipa de espuma de mar, el de Batman es la capa y la capucha de murciélago. Si Holmes tiene a Moriarty, Batman tiene al Joker. Y a eso se dedica el Cruzado de la Capa a lo largo de todo el metraje de The Dark Knight: a intentar resolver un crímen y entregar el criminal a la justicia. Para lograrlo reúne y examina pruebas, interroga contundentemente a testigos reacios a colaborar, tiende una encerrona al criminal, que de tonto no tiene un pelo y se la devuelve, y finalmente le atrapa, pagando un alto precio personal en el proceso: quedarse sin coche, que para un norteamericano es como quedarse sin picha.

Con la pasta que tiene Bruce Wayne ¿por qué no se compra otro?
Por eso entiendo, siento y acabo de argumentar que The Dark Knight es, y de momento sigue siendo, la mejor película de la saga; porque atrapa la esencia del personaje y nos la muestra sin artificios. Batman persigue a un criminal, Batman atrapa al criminal. Punto. Christopher Nolan construyó su El caballero oscuro sobre huesos firmes, sabía qué terreno pisaba, cuáles eran las claves que debía manejar, y se apoyó en ellas para hilar un relato sobre los límites de la libertad y la justicia, la lógica histeria de los indefensos ciudadanos ante el terror fuera de control y lo poco preparados que están los servidores públicos para las amenazas extraordinarias (como si alguien pudiera estarlo).

El pobre Cillian lo intentó, pero...
Por eso defiendo, más allá de las habituales diferencias de opinión y del veneno vertido por los haters más insustanciales, cuyos argumentos tienen la solidez de un pedo espesillo («¡No es una peli de Batman! ¡Es una peli del Joker!» Podría ser cierto, pero no veo cómo se supone que eso desmerece el acabado final. «¡Es demasiado oscura!» Noticia, subnormal: la peli va de Batman y se titula El Caballero Oscuro. Tú eres de los que ven una peli de James Bond y se queja de que Bond beba Martinis, fume, se folle a las macizas y conduzca un Aston Martin. «¡El Joker no habla tanto, se limita a hacer cosas!» ¿Que el Joker no habla? ¿Qué cómics de Batman se han leído estos? ¡Lo que no hace el Joker es callarse!), que The Dark Knight es, hasta la fecha, la mejor película de Batman que se ha rodado jamás.

El conceto es el conceto. Y punto.
Moraleja: busca los huesos de tu historia y agárrate a ellos. Que sean firmes, y tu relato lo agradecerá. Ten claro desde el principio que, si no defines bien el espíritu de tu narración, si no entiendes el universo que te dispones a crear, ni a tus personajes, ni sus motivaciones, ni las reglas por las que se rigen, te vas a comer «hondonadas» de proverbiales hostias mientras lo escribes. Y te lo tendrás más que merecido.


De ésta, si no te importa, hablaremos otro día.

Y, si te importa, vete a tomar por culo, que aquí mando yo.

Sospecho que esa convicción me convierte en un Darnai.

Pero no temáis por mí, queridos lectores: puedo vivir con ello.

Hasta la próxima Bat-cita en el mismo Bat-canal.
(Sí, a mí también se me hace raro no haber fabricado ninguna excusa para meter en este artículo, sin venir a cuento, una foto de Sara Sampaio. ¿Me estaré haciendo viejo?)